El alcalde de Lyon, una capital del mundo gastronómico, decidió introducir un menú sin carne en las escuelas. Y así empezó un debate acalorado en el país.
LYON, Francia — Grégory Doucet, el afable alcalde de Lyon y miembro del Partido Verde, no parece un revolucionario. Pero ha puesto patas arriba a Francia al anunciar el mes pasado que los menús de las escuelas primarias para 29.000 niños lioneses ya no incluirán carne.
¡Un escándalo! Un decreto ecológico que podría marcar el fin de la gastronomía francesa, ¡incluso de la cultura francesa! Los ministros del gobierno del presidente de Francia, Emmanuel Macron, se enfrentaron. Si Lyon, la ciudad del hocico de ternera y las orejas de cerdo, del saucisson y los riñones, podía hacer algo así, el apocalipsis era sin duda inminente.
“La reacción ha sido bastante sorprendente”, dijo Doucet, de 47 años.
Es un hombre delgado, con un aire pícaro y una barba de chivo que le da el aspecto de uno de los tres mosqueteros de Dumas. Como neófito político elegido el año pasado, está claro que le parece un poco ridículo que él, un apóstol de lo menos, acabe teniendo más, sentado bajo un techo de siete metros en una cavernosa oficina de alcalde adornada con brocados y bustos de sus predecesores. El hecho de que la modificación de un menú escolar local haya dividido a la nación lo deja incrédulo.
“Mi decisión fue puramente pragmática”, insistió, con los ojos brillantes: un medio para agilizar los almuerzos en tiempos de distanciamiento social ofreciendo un único menú en lugar de la tradicional elección de dos platillos.
No es así, bramó Gérald Darmanin, el ministro del Interior. Tuiteó que la eliminación de la carne era un “insulto inaceptable a los agricultores y carniceros franceses” que delata una actitud “elitista y moralista”. Julien Denormandie, el ministro de Agricultura, calificó de “vergonzoso desde el punto de vista social” y “aberrante desde el punto de vista nutricional” la adopción del alcalde del almuerzo sin carne.
Todo ello llevó a Barbara Pompili, ministra de Transición Ecológica, a hablar de los puntos de vista “prehistóricos”, llenos de “clichés trillados”, de estos hombres, llamando neandertales a dos de sus colegas de gabinete.
Esta discusión acalorada por poco ilustra varias cosas. El gobierno y el partido de Macron, La République en Marche, siguen siendo un matrimonio incómodo de derecha e izquierda. La creciente popularidad de los Verdes, que dirigen no solo Lyon sino también Burdeos y Grenoble, ha agudizado un choque cultural entre los cruzados ecologistas urbanos y los defensores de la tradición francesa en el campo.
Y no hay nada que ponga a los franceses tan malhumorados como el desacuerdo sobre la comida.
Hay que decir que el alcalde hizo su jugada en una ciudad con una intensa tradición gastronómica. En la Boucherie François, a orillas del Ródano, un establecimiento centenario, la cultura lionesa de la carne está muy presente. El hígado y los riñones de ternera brillan; abundan los cortes de ternera asada envueltos en grasa de cerdo; las cabezas de pollos amarillos y blancos reposan sobre un mostrador; los saucissons, algunos con pistacho, adoptan todas las formas cilíndricas; el paté envuelto en hojaldre luce un núcleo de foie gras; y las manitas y orejas de cerdo delatan las inclinaciones carnívoras de esta ciudad.
“El alcalde se equivocó”, afirma François Teixeira, carnicero que trabaja en François desde hace 19 años. “Esto no es bueno para la imagen de Lyon”.
Ciertamente, la decisión del alcalde llega en un momento delicado. La derecha francesa ha expresado su indignación por el hecho de que el país esté siendo conducido a la fuerza, a través de un dogmatismo medioambiental políticamente correcto, hacia un futuro de bicicletas, autos eléctricos, veganismo, localívoros, crecimiento negativo para salvar al planeta y falta de alegría en general, algo que está muy lejos de rellenar hígados de ganso para deleite personal.
El año pasado, Pierre Hurmic, alcalde de Burdeos por el Partido Verde, tocó una fibra sensible cuando rechazó el tradicional árbol de Navidad de la ciudad porque es “un árbol muerto”. La medida culinaria de Doucet formaba parte de “una agenda ideológica”, proclamaba el semanario de derecha Valeurs Actuelles en un artículo de portada. “Los comedores escolares de Lyon eran solo un pretexto”.
Doucet, quien se describe a sí mismo como “flexitariano”, es decir, alguien que prefiere las verduras, pero que también come un poco de carne, sostiene que el Ministerio de Educación lo obligó a hacerlo. Al duplicar el distanciamiento social en las escuelas a dos metros, o más de dos metros, obligó al alcalde a acelerar el almuerzo ofreciendo un solo plato.
“Es una ecuación matemática”, dijo. “Tienes el mismo número de mesas, pero tienes que poner menos niños en ellas, y no puedes empezar la pausa del almuerzo a las 10 a. m.”.
Pero ¿por qué suprimir la carne? El alcalde, que tiene un hijo de siete años en la escuela primaria, puso los ojos en blanco. “¡No hemos pasado a un menú vegetariano! Todos los días, los niños pueden comer pescado o huevos”. Como un número importante de alumnos ya no comía carne, dijo, “simplemente tomamos el mínimo común denominador”.
No fue, dijo Doucet, una decisión ideológica, aunque su objetivo a lo largo de su mandato sea ajustar los menús escolares hacia “una mayor proporción de proteínas vegetales”.
El alcalde continuó: “Hoy en día, la mayoría de las veces no hay muchas opciones. No tienes la opción de ir a un museo, o al teatro, o al cine. Es indecente que la oposición de derecha diga que estoy pisoteando nuestras libertades en el contexto de un estado de emergencia”.
Macron ha adoptado un acto de equilibrio entre su abrazo a un futuro verde y, como dijo el año pasado, su rechazo al “modelo Amish” para Francia. El presidente trata de diferenciar el ecologismo racional del punitivo o extremo.
El presidente, que como es habitual tiende una red muy amplia de cara a las elecciones regionales de junio, quiere atraer a los agricultores conservadores y a la vez a una parte del voto verde. Durante una reciente visita a una granja, atacó los intentos de forjar una nueva agricultura basada en “invectivas, prohibiciones y demagogia”. En una aparente alusión al fiasco de Lyon, dijo que el “sentido común” debe prevalecer en las dietas equilibradas de los niños y señaló que “perdemos mucho tiempo en divisiones idiotas”.
Su gobierno propuso una enmienda constitucional, la primera desde 2008, que, de ser aprobada en referéndum, añadiría una frase en la que Francia “garantiza la preservación del medioambiente y la diversidad biológica y lucha contra el cambio climático”.
La derecha expresó su oposición al cambio. Todavía tiene que ser revisado por el Senado, de tendencia derechista. Otro proyecto de ley establece posibles reformas para un futuro más ecológico que incluyen la prohibición de los anuncios de combustibles fósiles y la eliminación de algunos vuelos nacionales de corta distancia.
Doucet no está impresionado. “Macron no es un ecologista. Es un conservador moderno. Sabe que hay un problema, así que está dispuesto a hacer algunos cambios, pero no mide el tamaño del problema. ¿Puedes decirme una medida fuerte que haya tomado?”.
Por ahora, los almuerzos escolares de Lyon sin carne se siguen sirviendo. Los niños parecen estar bien. El viernes, un tribunal administrativo de Lyon rechazó un intento de algunos padres, sindicatos agrícolas y políticos conservadores locales de anular la decisión del alcalde, dictaminando que la “simplificación temporal” de los menús escolares no suponía un riesgo para la salud de los niños.
Doucet afirma que cuando la crisis sanitaria remita, pero no antes, podrá volver a ofrecer una selección de menús escolares que incluya carne. Mientras tanto, Denormandie, el ministro de Agricultura, pidió al prefecto de la zona de Lyon que investigue la legalidad del abandono de la carne.
“La acusación de Denormandie de que somos antisociales es una mentira”, me dijo Doucet. “Dijo que negábamos la carne a las personas más pobres y con vidas más precarias, lo cual es falso. Debería haber sido despedido de inmediato”.
Boris Charetiers, miembro de una asociación de padres, dijo que el alcalde estaba siendo observado atentamente. “Estamos vigilantes”, dijo. “No queremos que esta sea una decisión definitiva. Nuestros hijos no pueden ser rehenes de una convicción política ecológica”.
En cuanto a Teixeira, el carnicero, dirigió la mirada con aprecio a la amplia selección de carne. “Por algo tenemos dientes caninos”, dijo.
Gaëlle Fournier colaboró con el reportaje desde París.
Roger Cohen es el jefe de la oficina de París del Times. Fue columnista de Opinión de 2009 a 2020. Ha trabajado para el Times durante más de 30 años y se ha sido corresponsal extranjero y editor extranjero. Criado en Sudáfrica y Gran Bretaña, es un estadounidense naturalizado. @NYTimesCohen
Source: Elections - nytimes.com