WASHINGTON — El presidente necesitaba al senador de Virginia Occidental de su lado, pero no estaba seguro de necesitar a su vicepresidenta para conseguirlo.
Era verano, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, estaba bajo una inmensa presión para ganarse el apoyo del senador Joe Manchin, cuyo voto decisivo en una Cámara dividida en partes iguales lo convertía en el socio negociador más delicado del mandatario. Biden había invitado a Manchin al Despacho Oval para exponer en privado los argumentos a favor de su legislación de política interior más importante. Justo antes de que Manchin llegara, se dirigió a la vicepresidenta, Kamala Harris.
Lo que necesitaba de ella no era una estrategia ni un consejo. Solo necesitaba que diera un saludo rápido, lo que ella hizo antes de dar media vuelta y abandonar la sala para ir a otra reunión.
El momento, descrito como un intercambio de “breves cumplidos” por un alto funcionario de la Casa Blanca y confirmado por otras dos personas que fueron informadas al respecto, fue un vívido recordatorio de la complejidad del cargo que ocupa Harris: aunque la mayoría de los presidentes les prometen a sus vicepresidentes acceso e influencia, al final el poder y la responsabilidad no se reparten por igual, y Biden no siempre siente la necesidad de contar con la opinión de Harris a la hora de sortear algunas de sus relaciones más importantes.
En el caso de Harris, ella llegó al puesto sin fuertes lazos con senadores clave; una persona informada sobre la reunión en el Despacho Oval dijo que sería más productivo que la charla entre Biden y Manchin se mantuviera en privado. Tampoco está claro que el presidente tuviera mucha influencia por sí solo, dada la decisión que tomó el senador la semana pasada de romper con la Casa Blanca en materia del proyecto de ley de política interior.
Sin embargo, sin un papel protagónico en algunas de las decisiones más críticas que enfrenta la Casa Blanca, la vicepresidenta está atrapada entre las críticas de que se está quedando corta y el resentimiento entre los partidarios que sienten que está perdiendo terreno en el gobierno del que forma parte. Y a sus aliados les preocupa cada vez más que, aunque Biden se apoyó en ella para que le ayudara a ganar la Casa Blanca, no la necesita para gobernar.
“Creo que fue una gran ayuda para la campaña”, dijo Mark Buell, uno de los primeros recaudadores de fondos de Harris desde su primera carrera para fiscala de distrito en San Francisco. “Me gustaría verla empleada de la misma manera, ahora que están implementando sus objetivos o metas”.
La urgencia que rodea su posición está ligada a si el presidente, que a sus 79 años es la persona de mayor edad en ocupar el cargo, se presentará a la reelección en 2024. El miércoles de la semana pasada dijo a ABC News que se presentaría de nuevo si gozaba de buena salud. Pero las preguntas sobre la preparación de Harris para el puesto más alto están comenzando mucho antes de lo que es habitual para un gobierno en su primer año.
Harris se negó a dar una entrevista, pero los funcionarios de la Casa Blanca dijeron que su relación con Biden es una asociación.
“La vicepresidenta ha trabajado con diligencia junto al presidente, coordinándose con socios, aliados y miembros demócratas de la Cámara de Representantes y el Senado para promover los objetivos de este gobierno”, dijo Sabrina Singh, vicesecretaria de prensa de Harris.
Harris, una de las primeras candidatas favoritas cuyas ambiciones presidenciales se desvanecieron en medio de una campaña disfuncional en 2020, se incorporó a la candidatura de Biden debido a sus prioridades políticas, que reflejaban en gran medida las de él, y a su capacidad, como mujer negra, de reforzar el apoyo de las coaliciones de votantes que él necesitaba para ganar la presidencia. Sin embargo, según las entrevistas realizadas a más de dos decenas de funcionarios de la Casa Blanca, aliados políticos y funcionarios públicos electos actuales y anteriores, Harris sigue luchando para definirse en la Casa Blanca de Biden o para corregir de forma significativa lo que ella y sus asesores consideran una percepción injusta de que está a la deriva en el puesto.
Ante la caída de sus índices de aprobación, una notoria rotación de personal y las constantes críticas de los republicanos y los medios de comunicación conservadores, ha recurrido a confidentes poderosos, entre ellos Hillary Clinton, para que le ayuden a trazar un camino a seguir.
Harris ha dicho en privado a sus aliados que la cobertura informativa sobre ella sería diferente si fuera cualquiera de sus 48 predecesores, a los que ha descrito como todos blancos y varones (Charles Curtis, quien fue vicepresidente con Hoover, habló con orgullo de su ascendencia indígena). También les ha confiado las dificultades a las que se enfrenta con los temas inextricables de su cartera, como el derecho al voto y las causas profundas de la migración. La Casa Blanca ha respondido a las críticas mordaces en ambos frentes, por lo que, según los activistas, es una falta de atención.
“Creo que no es ningún secreto que las diferentes cosas que se le han pedido son increíblemente exigentes, no siempre bien entendidas públicamente y requieren mucho trabajo, así como mucha habilidad”, dijo el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, en una entrevista. “Hay que hacer todo menos una cosa, que es atribuirse el mérito”.
Incluso en los mejores tiempos, las limitaciones de ese trabajo hacen que el cargo vicepresidencial sea a menudo una idea de última hora, y no a todas las personas a las que se les pide, aceptan. (“No me propongo ser enterrado hasta que esté realmente muerto y en mi ataúd”, dijo en la década de 1840 Daniel Webster, antiguo secretario de Estado, al rechazar el cargo).
Sin embargo, la complejidad de los temas que se le han asignado y las soluciones a largo plazo que requieren, deberían haber impulsado al ala oeste de la Casa Blanca a defender a Harris de una manera más agresiva ante el público, señaló la representante demócrata por California Karen Bass, expresidenta del caucus de congresistas negros.
“La Casa Blanca podría haber sido más clara en cuanto a las expectativas de lo que se suponía que iba a ocurrir bajo la supervisión de Harris”, dijo.
Otros demócratas señalan que sus frustraciones son más profundas.
Harris, quien pasó gran parte de sus cuatro años en el Senado como candidata a la presidencia, se enemistó con Manchin después de que ella concedió una serie de entrevistas en Virginia Occidental que él interpretó como una infracción no deseada en su territorio. Cuando se le preguntó sobre el encuentro en el Despacho Oval durante el verano, una vocera de Manchin dijo que el senador goza de “una relación de trabajo amistosa y respetuosa” con la vicepresidenta.
El representante por Texas Henry Cuellar, moderado y una de las voces más destacadas del Partido Demócrata en cuestiones fronterizas, dijo que sus experiencias con el equipo de Harris habían sido decepcionantes. Cuando Cuellar se enteró de que Harris iba a viajar a la frontera en junio, hizo que su personal llamara a la oficina de la vicepresidenta para ofrecerle ayuda y asesoramiento para su visita. Nadie le regresó la llamada.
“Digo esto con mucho respeto hacia ella: ya está olvidado”, dijo Cuellar. “A ella se le encargó ese trabajo, no parece que esté muy interesada en esto, así que vamos a ir con otros que trabajen en este tema”, agregó.
En el futuro, Cuellar dijo que iría directamente al ala oeste con sus preocupaciones sobre la migración en lugar de a la oficina de la vicepresidenta.
De la Casa Blanca, Cuellar dijo: “Al menos hablan contigo”.
Los colaboradores de Harris han señalado su labor de presión sobre otros países y empresas para que se unan a Estados Unidos en un compromiso de inversión de unos 1200 millones de dólares para ampliar el acceso digital, la resiliencia climática y las oportunidades económicas en Centroamérica. Sin embargo, se ha avanzado poco en la lucha contra la corrupción en la región.
En lo que respecta al derecho al voto, Harris, quien le pidió a Biden que le permitiera encabezar los esfuerzos de su gobierno en este tema, invitó a activistas a la Casa Blanca y pronunció discursos. Pero su oficina no ha desarrollado planes detallados para trabajar con los legisladores a fin de asegurarse de que dos proyectos de ley que reformarían el sistema sean aprobados por el Congreso, según un alto funcionario de su oficina.
Desde que llegó a Washington, Harris ha buscado el consejo de otras mujeres —incluida Clinton, la primera candidata demócrata a la presidencia— que han logrado un éxito político histórico para que la ayuden a encontrar un camino.
“Existe una doble moral; por desgracia, eso sigue presente y se hace notar”, dijo Clinton en una entrevista. “En realidad, influye en mucho de lo que se está utilizando para juzgarla, al igual que lo que se usó para juzgarme a mí, a las mujeres que se postularon en 2020 o a todas las demás”.
Las dos hablan cada pocos meses por teléfono; en noviembre, Clinton visitó a Harris en su oficina del ala oeste.
Bass señaló que el doble rasero va más allá del género de Harris.
“Sé, y todos lo sabíamos, que lo pasaría mal porque siempre que se es ‘la primera’, lo pasas mal”, dijo Bass. “Y ser la primera mujer vicepresidenta, ser la primera mujer negra y asiática, es un triple. Así que sabíamos que iba a ser duro, pero ha sido implacable, y creo que extremadamente injusto”.
Antes de su viaje a Vietnam y Singapur en agosto, Harris llamó a Clinton y a varias ex secretarias de Estado, como Condoleezza Rice y Madeleine Albright. Ha mantenido varias conversaciones privadas con Angela Merkel, quien ha relatado los retos a los que se enfrentó como primera mujer canciller de Alemania.
Para este artículo, la oficina de Harris proporcionó decenas de ejemplos de su trabajo. Fue enviada a Francia para seguir reparando las frías relaciones tras un embarazoso desencuentro diplomático, y la Casa Blanca consideró el viaje un éxito. Ha asistido a más de 30 eventos centrados en la promoción de la agenda doméstica del presidente, y su huella está en el proyecto final de la ley de infraestructuras en temas como la política de agua limpia, el acceso a la banda ancha y las inversiones para combatir los incendios forestales (el derecho al voto es otro).
El presidente también reconoció el interés de Harris en aliviar la deuda de los préstamos estudiantiles cuando acordó el 22 de diciembre la ampliación de una moratoria en los reembolsos de los préstamos federales hasta el 1 de mayo, una decisión que fue aclamada por activistas y legisladores demócratas que le han pedido al gobierno que haga más al respecto.
Sin embargo, mientras la Casa Blanca se esfuerza por sacar adelante una legislación importante, Biden se ha apoyado en su propia experiencia —36 años en el Senado y ocho años en la vicepresidencia— para conseguir que Estados Unidos supere la pandemia de coronavirus y cumplir una serie de promesas económicas de gran importancia. Mientras tanto, Harris se enfrenta a preguntas sobre cómo encaja en las principales prioridades de la Casa Blanca.
A decir de todos, ella y el presidente mantienen una relación cálida. En las reuniones, los dos suelen intercambiar opiniones y Biden le permite intervenir y hacer preguntas que van más allá de lo que él ha pedido; un asesor lo comparó con el juego del “policía bueno y el policía malo”. Al lado del presidente, Harris, exfiscala, ha interrogado a expertos en economía y funcionarios de inmigración, a veces pidiéndoles que expliquen mejor su razonamiento.
Sin embargo, a sus aliados les preocupa que a la vicepresidenta en ocasiones se le dé un trato secundario.
Cuando el presidente trabajó hasta altas horas de la noche de un viernes del mes pasado para conseguir la aprobación de los legisladores para su plan bipartidista de infraestructuras, un comunicado de la Casa Blanca solo decía que estaba trabajando con un grupo de asesores políticos y legislativos.
El equipo de la vicepresidenta, sorprendido por la omisión de su nombre, informó a los medios de comunicación de que ella también había estado allí, realizando llamadas a los legisladores. Preguntado por la exclusión, un portavoz de la Casa Blanca dijo que el comunicado inicial emitido al público se basaba en la información recopilada antes de que la vicepresidenta llegara para reunirse con Biden y su personal de alto nivel. La Casa Blanca emitió un comunicado horas más tarde en el que señalaba la presencia de Harris.
En las últimas semanas, ella ha visto una serie de salidas de la oficina de comunicaciones; otros funcionarios se marcharon a principios de este año.
Gil Duran, quien trabajó para Harris cuando era fiscala general de California en 2013, dijo que podía ser ofensiva y poco profesional. Duran dijo que renunció después de cinco meses en el trabajo cuando Harris se negó a asistir a una sesión informativa antes de una conferencia de prensa, pero luego reprendió a un miembro del personal hasta el punto de las lágrimas cuando sintió que no estaba preparada.
“Muchos de nosotros seguiríamos con ella si fuera la Kamala Harris que pensamos que sería”, dijo Duran.
La Casa Blanca no hizo ningún comentario cuando se le preguntó por el episodio.
Consciente de las críticas que recibe, Harris se ha centrado en promover su propia agenda en una serie de entrevistas y apariciones.
Pero Bass dijo que el desafío inmediato eran las elecciones intermedias del próximo año, cuando los republicanos podrían recuperar el control de la Cámara. ¿Y las ambiciones presidenciales de Harris?
“Creo que es la favorita”, dijo Bass. “Creo que será la favorita”.
Katie Rogers es corresponsal de la Casa Blanca y cubre la vida en la gestión de Joe Biden, la cultura de Washington y la política nacional. Se unió al Times en 2014. @katierogers
Zolan Kanno-Youngs es corresponsal de la Casa Blanca que cubre una variedad de temas nacionales e internacionales durante la gestión de Biden, incluida la seguridad nacional y el extremismo. Se unió al Times en 2019 como corresponsal de seguridad nacional. @KannoYoungs
Source: Elections - nytimes.com