El futuro de la ciudad de Nueva York está en duda. Los barrios perdieron habitantes que se han mudado a los suburbios. Se han cerrado negocios. La gente está preocupada por la seguridad pública. Las familias lloran la pérdida de sus seres queridos.
Ese era el panorama en el otoño de 2001, después de que los terroristas destruyeron el World Trade Center y pusieron a la ciudad de rodillas. Y es el mismo panorama actual, con una pandemia que ha causado estragos y millones de personas que se preguntan una vez más si los días de gloria de esta ciudad son cosa del pasado.
El desempleo sigue siendo de dos dígitos, la desocupación de comercios y oficinas se ha disparado y el sector turístico está en una situación desesperada, pero las adversidades económicas son más agudas para las familias de bajos ingresos. Sin embargo, tenemos buenas razones para albergar esperanza, porque lo que se hizo una vez puede volver a hacerse, y mejor, si se tienen en cuenta las lecciones del pasado.
Durante los últimos ocho años, he tratado de cumplir mi promesa de no hacer comentarios sobre la gestión de mi sucesor. Los alcaldes no necesitan que sus predecesores intervengan desde la barrera y no tengo intención de empezar ahora. Pero creo que el éxito de la ciudad de Nueva York en la reconstrucción del Bajo Manhattan tras el 11 de septiembre y en la revitalización de los cinco distritos puede ayudar al próximo alcalde cuando tome posesión de su cargo en enero y se enfrente a los dos de los mismos retos generales a los que nos enfrentamos hace 20 años.
El primero es urgente: mejorar los servicios vitales de los que dependen los neoyorquinos todos los días, como la vigilancia policial, el transporte, la salubridad y la educación. En los meses posteriores al 11 de septiembre, éramos muy conscientes de que los ciudadanos necesitaban tener confianza en que no permitiríamos que la ciudad entrara en una espiral descendente, como ocurrió en la década de 1970, por lo que nos concentramos de inmediato en mejorar la calidad de vida haciendo que los vecindarios fueran más seguros y limpios, recuperando las escuelas públicas y reduciendo la cantidad de indigentes.
Para mantener a los residentes y a las empresas en la ciudad, el próximo gobierno debe implementar programas y políticas que refuercen esos mismos servicios básicos desde el inicio. Los fondos serán escasos, pero manejables; el déficit de ingresos al que nos enfrentamos era más de tres veces mayor, en términos de porcentaje del presupuesto, que el que se prevé que herede el próximo alcalde.
El segundo gran reto es más difícil y de manera inevitable está en conflicto con el primero: centrarse en el futuro no inmediato de la ciudad. En última instancia, el alcalde será juzgado no por las noticias del día siguiente, sino por la próxima generación. Su trabajo consiste en mirar más allá de la luz al final del túnel y empezar a construir más vías, aun cuando sea impopular hacerlo.
Me vienen a la mente dos ejemplos del Bajo Manhattan.
Poco después de haber tomado pposesión como alcalde, cancelé un subsidio planeado para la nueva sede de la Bolsa de Nueva York a pesar de que ésta amenazaba con abandonar la ciudad. No me pareció que ese fuera un uso inteligente de los escasos recursos, pero la perspectiva de que la Bolsa abandonara Wall Street hizo temer que otras grandes instituciones financieras también se marcharan, más aún con gran parte del Bajo Manhattan en ruinas.
Lo más fácil y políticamente seguro era no tocar el subsidio. Pero durante décadas, la ciudad había dependido en exceso de la industria bancaria y de servicios financieros. Se decía que cuando Wall Street se estornudaba, la ciudad se resfriaba. Así que en lugar de sobornar a las grandes empresas para que se quedaran en Manhattan, invertimos en proyectos en todos los distritos que atrajeran a nuevas compañías de diferentes sectores, como la biociencia, la tecnología y el cine y la televisión. Años después, estas y otras industrias —y los trabajos e ingresos que generaron— nos ayudaron a sortear la Gran Recesión mucho mejor que la mayoría de las ciudades.
El próximo gobierno tal vez se enfrente a exigencias similares de subsidios de empresas que amenacen con abandonar la ciudad. Pero hay mejores formas de retener y crear puestos de trabajo que las dádivas, sobre todo si se invierte en infraestructura fundamental, empezando por el metro.
En colaboración con el estado, el alcalde puede trabajar para que los trenes vuelvan a tener horarios completos, lo que ayudaría a los empresarios de todos los sectores a recuperar a sus trabajadores y a miles de pequeñas empresas y sus empleados a recuperar a sus clientes. Además, daría confianza a quienes estén pensando en abrir un negocio propio.
Sea cual sea la política que adopte el próximo alcalde, la idea fundamental es que para que una ciudad se recupere económicamente es necesario algo más que ayudar a las empresas existentes. Es necesario crear las condiciones para que otros negocios abran y se expandan, a fin de diversificar aún más la economía.
El segundo ejemplo del Bajo Manhattan tiene que ver con la vivienda. Tras los atentados, muchos querían convertir todo el World Trade Center en un monumento conmemorativo o simplemente reconstruir lo que había antes. Me pareció que ambas cosas serían un error y recibí fuertes críticas por sugerir que se construyeran viviendas en el lugar. Sin embargo, nuestro gobierno quería que el Bajo Manhattan dejara de ser un distrito comercial con movimiento solo de 9 a 5 y se convirtiera en un barrio diverso y abierto las 24 horas del día.
Los líderes de la ciudad llevaban intentando hacerlo desde la década de 1950, pero habían centrado su atención en el desarrollo de edificios, incluido el World Trade Center original, en lugar de atraer a la gente. Nosotros le dimos la vuelta al guion al fomentar el desarrollo de nuevas viviendas y generar aquello que todos los residentes quieren: parques, escuelas y oportunidades culturales, incluido un centro de artes escénicas en el World Trade Center, cuya construcción está a punto de finalizar.
A medida que nuestra visión tomaba forma, más familias y jóvenes se mudaron al centro, abrieron más negocios, se crearon más empleos y llegaron más visitantes. El último lugar de desarrollo del World Trade Center será una torre que tendrá más de mil unidades de vivienda.
El próximo gobierno tendrá sus propias oportunidades no solo para recuperarse de la pandemia, sino para reimaginar zonas de la ciudad. Por supuesto, nunca es fácil enfrentarse a grupos ruidosos y poderosos que claman: “No en mi patio trasero”. Pero a lo largo y ancho de Nueva York hay estacionamientos, almacenes, playas de maniobras y otras propiedades que ofrecen al próximo alcalde oportunidades de crear viviendas para todos los ingresos y empleos para todos tipo de habilidades.
Estos proyectos requieren ambición y valor político. Como candidato, Eric Adams ha demostrado ambas cosas. Por eso lo apoyo en las elecciones a la alcaldía de este otoño. Su pragmatismo y disposición a enfrentar asuntos difíciles, al igual que la comprensión de la importancia de la seguridad pública que le dio su experiencia como policía, le serán de gran utilidad en el Ayuntamiento. Y espero que Bloomberg Philanthropies tenga la oportunidad de apoyar su gobierno, porque este es un momento en el que todos tenemos que poner manos a la obra.
En el gobierno, la colaboración es tan importante como la competencia, y la reconstrucción del World Trade Center, que incluyó la creación de un monumento nacional y museo en memoria del 11 de septiembre, demostró lo crucial que son las asociaciones sólidas para volver realidad una visión. El trabajo conjunto con nueve gobernadores de Nueva York y Nueva Jersey nos permitió construir el monumento y el museo para que fueran un poderoso tributo a los que perdimos y para enseñar a las generaciones futuras el extraordinario heroísmo y los sacrificios que inspiraron y unieron al mundo.
Hubo tensiones y obstáculos, por supuesto. Pero es fundamental que haya una buena relación de trabajo entre el alcalde y el gobernador para que los grandes proyectos tengan éxito.
Ahora, incluso antes de tomar posesión del cargo, Adams tiene la oportunidad de empezar a establecer una estrecha relación con la nueva gobernadora del estado, Kathy Hochul. No siempre estarán de acuerdo, pero necesitamos que trabajen juntos.
Al caer la noche del 11 de septiembre de 2001, era difícil imaginar que la ciudad pudiera recuperarse con la rapidez y la fuerza con que lo hizo. Pero al unirnos, pensar con creatividad, planear con ambición y trabajar enfocados en una visión clara del futuro —fiel a los valores de nuestra ciudad, entre ellos acoger a los inmigrantes y refugiados—, dimos inicio a un periodo de renacimiento y renovación nunca antes visto en la historia.
Ahora, podemos volver a hacerlo. Si tenemos en cuenta las lecciones del pasado, sé que lo lograremos.
Michael R. Bloomberg (@MikeBloomberg) fue alcalde de la ciudad de Nueva York de 2002 a 2013. Es presidente del Museo y Monumento Nacional del 11 de septiembre desde 2006.
Source: Elections - nytimes.com