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Auge y caída de Liz Truss en la escena política del Reino Unido

Cuando solo habían transcurrido un poco más de seis semanas del inicio de su gestión, la primera ministra británica anunció su renuncia.

LONDRES — El colapso político de Liz Truss concluyó con el anuncio de su renuncia el jueves 20 de octubre, poco más de seis semanas después de haberse convertido en la primera ministra del Reino Unido. Sus planes trastabillaron, su propio partido le dio la espalda y proliferaron los pronósticos de comentaristas de todos los ámbitos de que no podría sobrevivir más tiempo que una lechuga fresca. Y así fue.

Truss reiteró su determinación de vadear la tormenta política a pesar del clamor generalizado que pedía su renuncia. Por desgracia, la presión aumentaba minuto a minuto… hasta que, en cierto momento, se percató de que no había salida.

Si necesitas ponerte al día, a continuación te presentamos una síntesis de los hechos básicos.

El 6 de septiembre, Truss fue designada para remplazar a Boris Johnson, quien fue elegido por los votantes en 2019, pero sufrió una espectacular caída tras una serie de escándalos que no le dejaron más remedio que abandonar el cargo en julio.

Los ciudadanos no eligieron a Truss, sino que ascendió al poder gracias a su triunfo en una contienda interna del Partido Conservador para convertirse en su dirigente. Para elegir al sustituto de Johnson, los miembros del partido en el Parlamento seleccionaron, de entre un grupo de candidatos, solo a dos. Estos dos candidatos se sometieron a una votación en la que participaron alrededor de 160.000 miembros del partido que pagan su afiliación (se trata de un grupo nada representativo de una nación de 67 millones de residentes, pues en su mayoría son varones de edad avanzada, blancos y de clase media).

Truss, de 47 años, fungió como secretaria de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Johnson. Favorecía medidas políticas agresivas, era partidaria del libre mercado y, tras cambiar de opinión, apoyó el brexit, con lo que se ganó al bando de derecha del partido a pesar de su pasado más moderado (antes de integrarse al Partido Conservador, perteneció al Partido Liberal Demócratas, un movimiento de centro, durante sus años de estudiante en la Universidad de Oxford).

Nunca fue una tarea fácil. Cuando Truss asumió el cargo, la nación enfrentaba un panorama económico desastroso, especialmente porque se esperaba que los costos de la energía se elevaran un 80 por ciento en octubre y que volvieran a subir en enero. Esta situación amenazaba con condenar a millones de británicos, que ya sufrían los efectos de la inflación y otros problemas, a condiciones de pobreza extrema que les imposibilitaran calentar su hogar o usar electricidad.

Así que, cuando los planes económicos que tanto promovió empeoraron esos problemas, el descontento masivo no se hizo esperar.

Sus planes de recortes fiscales, desregulación y uso de préstamos causaron tal alarma entre los inversionistas de todo el mundo, que el valor de la libra británica cayó a niveles récord con respecto al dólar. El Banco de Inglaterra tomó medidas para apuntalar los bonos soberanos, en una intervención extraordinaria con la intención de calmar a los mercados.

Esta respuesta demostró que sus ambiciones de libre mercado eran insostenibles. En una decisión humillante, esta semana se vio obligada a revertir casi todos los recortes fiscales, incluido uno aplicable al grupo de mayores ingresos que fue objeto de muchas críticas. Despidió a Kwasi Kwarteng, el ministro de Hacienda encargado de preparar el plan y su aliado cercano, y adoptó políticas económicas promovidas por el Partido Laborista, el partido de oposición.

“No es posible dar un giro total como el que ella dio y esperar que tu credibilidad política se mantenga”, dijo Jon Tonge, profesor de política en la Universidad de Liverpool.

Sus concesiones no lograron apaciguar la rebelión que se propagaba dentro de su propio partido que, como le sucedió a Johnson, tenía el poder para derrocarla.

Los conservadores (también conocidos como tories), que ya habían sufrido una marcada caída en sus índices de popularidad en la opinión pública tras los escándalos de Johnson, vieron sus estadísticas hundirse a profundidades impresionantes con los tropiezos de Truss. Una encuesta dada a conocer por Redfield & Wilton Strategies esta semana reveló el porcentaje de aprobación más bajo registrado en la historia para un primer ministro: el 70 por ciento de la población ve con malos ojos a Truss y ese porcentaje incluye al 67 por ciento de los conservadores.

Si se celebraran elecciones generales el día de hoy, el 56 por ciento de los votos favorecerían al Partido Laborista, mientras que el 20 por ciento de los electores votarían por el Partido Conservador, según la encuesta.

El descontento del Partido Conservador con Truss llegó a su clímax y se vio envuelta en un ambiente palpable de crisis. El miércoles 19 de octubre, explotó en una lucha frenética por su supervivencia. En pleno bombardeo de preguntas de los miembros del Parlamento, declaró: “Siempre lucho, no me doy por vencida”.

Entonces, sobrevino una oleada de caos. Suella Braverman, la ministra británica del Interior, que se vio obligada a renunciar a causa del uso indebido de su correo electrónico, aprovechó su carta de renuncia para criticar a Truss, expresando “inquietud por la dirección que ha tomado este gobierno”. Además, una votación sobre el tema de la fracturación hidráulica en el Parlamento se transformó, según la información que circula, en una escena de hostigamiento, gritos, maltrato físico y lágrimas. Más conservadores del Parlamento expresaron abiertamente su deseo de que Truss renunciara al cargo. Y empezaron a correr rumores sobre renuncias al más alto nivel. En ese contexto, resultaba difícil tener información actualizada.

“En resumen, es un caos total, absoluto y abyecto”, dijo un presentador de noticias en iTV. Charles Walker, un legislador conservador, no se contuvo en una entrevista en la BBC.

El jueves, Truss anunció que había entregado su renuncia al rey y que el plan era elegir una nueva dirigencia en el plazo de una semana.

Los conservadores planean elegir al próximo primer ministro la próxima semana. (Aquí ofrecemos un listado de los candidatos favoritos).

El partido ha optado por un proceso simplificado que fue diseñado para evitar una campaña larga. Los candidatos deben recibir 100 nominaciones entre 357 legisladores conservadores antes de las 2:00 p.m. del 24 de octubre. Si solo un candidato alcanza el umbral, esa persona se convertirá en el primer ministro.

Si dos candidatos logran las 100 nominaciones, los legisladores votarán para indicar cuál tiene más apoyo. Si el finalista del segundo lugar no se retira, los aproximadamente 160.000 miembros del partido votarán en una encuesta en línea que finaliza el viernes.

Si tres candidatos cruzan el umbral, la votación de los legisladores que se celebrará el 24 de octubre eliminará a un candidato, y los dos primeros clasificados avanzarán a la votación en línea.

El candidato ganador será el segundo líder consecutivo del Reino Unido que no ha sido escogido en elecciones generales. Truss seguirá siendo primera ministra hasta que su sucesor sea elegido.

Las próximas elecciones generales, en las que podrán participar todos los ciudadanos y el Partido Laborista tendrá una nueva oportunidad para tomar el control, están programadas para enero de 2025, a más tardar. El dirigente conservador podría convocar a elecciones antes, pero no sería nada lógico hacerlo pronto, pues las encuestas indican que el partido sufriría una derrota arrasadora frente al Partido Laborista.

Tonge subrayó que una ventaja que tienen los conservadores es el tiempo. En teoría, el partido podría recuperar su credibilidad si la economía se recupera en los siguientes años, señaló.

“No creo que el cambio de liderazgo garantice que los conservadores se salven”, aseveró. “Pero es posible que sea una buena medida para limitar los daños”.

Daniel Victor es un reportero de temas generales radicado en Londres; ha reportado desde Hong Kong y Nueva York. Se unió al Times en 2012. @bydanielvictor



Source: Elections - nytimes.com


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