El líder francés relató su cara a cara con Vladimir Putin y desestimó el intercambio de cartas de Washington con Moscú, apostando a que su diplomacia podría dar frutos antes de las elecciones de abril.
PARÍS — La semana pasada, en una mesa mucho más pequeña que la ovalada de más de 6 metros de largo en la que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se sentó frente al presidente de Rusia, Vladimir V. Putin, en Moscú, el mandatario francés reunió a algunos periodistas. Ahí dijo que la crisis en Ucrania le estaba ocupando “más de la mitad de mi vida, la mayor parte de mi tiempo” porque el mundo se encuentra “en un momento crítico” de la historia.
Esta mesa estaba a unos diez kilómetros de altura, en el avión presidencial que la semana pasada llevó a Macron con prontitud a Moscú; a Kiev, la capital de Ucrania, y a Berlín, donde alertó de un daño “irreversible” si Rusia invadía Ucrania y señaló que era crucial “no aceptar la fatalidad”.
Macron está convencido de que la crisis actual —marcada por el revanchismo de Rusia tras su aparente humillación por parte de Occidente— significa que la seguridad colectiva de Europa no se ha podido repensar desde el fin de la Guerra Fría. Parece que, al menos en eso, coincidieron Macron y Putin. El enorme desafío que se le presenta a Macron es determinar cómo podría suplirse, y convencer a los demás, entre ellos a Estados Unidos, sobre sus beneficios.
Para el final de la semana pasada, el estancamiento con Rusia, que derivó en maniobras militares cerca de las fronteras de Ucrania, parecía más amenazante que nunca. Sin embargo, a solo ocho semanas de las elecciones presidenciales en Francia, Macron ha tomado la arriesgada apuesta de intentar convencer a Putin de que recurra al diálogo y de que los electores franceses estén más complacidos con su autoridad a nivel global que enfadados por su falta de atención.
Si fracasa, no solo se arriesga a perder sus votos y su confianza, sino a dañar su prestigio y el de su país al ser visto en el extranjero como un líder que fue demasiado ambicioso.
Consciente de esa percepción, se ha esmerado mucho en coordinar sus esfuerzos con los de otros dirigentes europeos, algunos de ellos escépticos, y con Joe Biden, el presidente de Estados Unidos. El viernes, en una conversación de 75 minutos entre los líderes de Occidente, se activó un frente unido para convencer a Rusia de “distender la crisis y optar por el camino del diálogo”, manifestó la Comisión Europea.
Cuando cayó el Muro de Berlín, Macron tenía 11 años y Biden, 46, por lo que tal vez es inevitable que haya ciertas divergencias de opinión. Macron no ve ninguna razón para que la estructura de la alianza que prevaleció sobre la Unión Soviética sea eterna.
“El asunto no es la OTAN, sino cómo creamos una zona de seguridad”, dijo. “¿Cómo podemos vivir en paz en esta región?”. Macron insinuó que parte de su objetivo en Moscú había sido sugerirle a Putin que abandonara su obsesión por la OTAN —que Ucrania no debe unirse nunca a esta organización— y se concentrara en otro “esquema”. Mencionó que le había dicho al dirigente ruso que “el esquema que usted propone es falso”.
Understand Russia’s Relationship With the West
The tension between the regions is growing and Russian President Vladimir Putin is increasingly willing to take geopolitical risks and assert his demands.
- Competing for Influence: For months, the threat of confrontation has been growing in a stretch of Europe from the Baltic Sea to the Black Sea.
- Threat of Invasion: As the Russian military builds its presence near Ukraine, Western nations are seeking to avert a worsening of the situation.
- Energy Politics: Europe is a huge customer of Russia’s fossil fuels. The rising tensions in Ukraine are driving fears of a midwinter cutoff.
- Migrant Crisis: As people gathered on the eastern border of the European Union, Russia’s uneasy alliance with Belarus triggered additional friction.
- Militarizing Society: With a “youth army” and initiatives promoting patriotism, the Russian government is pushing the idea that a fight might be coming.
Macron advirtió que era necesario presentarse en el Kremlin y enfrentar al hombre que le ha puesto una pistola en la cabeza a Occidente con 130.000 soldados congregados en la frontera con Ucrania. Se ganaba tiempo al abrir otra ruta diplomática, más flexible que el intercambio de cartas entre Rusia y Estados Unidos, que en repetidas ocasiones Macron rechazó por considerarlas inútiles, y programar próximas reuniones.
Los dos líderes se reunieron durante más de cinco horas el lunes pasado. Macron dijo que insistió tanto en “las garantías que podía darme sobre la situación en la frontera” que, en algún momento, Putin dijo que estaba siendo “torturado”.
Putin, con la misma insistencia, atacó la expansión hacia el este de la OTAN desde 1997 y la agresión que esto implicaba.
Cuando le preguntaron acerca de esa mesa tan larga y ridiculizada, Macron dijo: “Bueno, para nada era algo fraternal”.
El Kremlin no ha aceptado que Macron haya obtenido alguna concesión, pero dijo que su enfoque tenía “simientes de razón”, a diferencia del intento de diplomacia por parte del Reino Unido, el cual fue tachado por el ministro de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, de una conversación entre “sordos y mudos”.
No se sabe bien cuál podría ser el nuevo esquema propuesto por Macron para la seguridad de Ucrania y de Europa. Pero, al parecer, de alguna manera ofrecería garantías inquebrantables a Ucrania de su soberanía e independencia en una forma en la que su ingreso a la OTAN quedara como un espejismo; al tiempo que Rusia permanecería satisfecha de que la seguridad de Ucrania no se hubiera reforzado a expensas de Moscú.
En la práctica, Macron cree que es posible hacer un truco de prestidigitación que logre al mismo tiempo dos cosas: que los ucranianos permanezcan libres y seguros para mirar hacia Occidente para su futuro y que Putin siga pensando que ambos países forman un “espacio histórico y espiritual”, como lo llamó el líder ruso en una reflexión de 5000 palabras publicada el verano pasado sobre “la unidad histórica de los rusos y los ucranianos”.
Se trata de una maniobra híbrida, pero que no es inusual en el presidente francés. A través de los años, Macron se ha dado a conocer como el mandatario de “al mismo tiempo” por sus constantes malabares de diferentes aristas de los asuntos —primero a favor de disminuir la dependencia de Francia en la energía nuclear, ahora a favor de aumentarla— y por su intrincada disección de los problemas que a veces deja a los analistas preguntándose qué es lo que él cree en realidad.
Es incuestionable que cree apasionadamente en la Unión Europea y en el desarrollo de Europa como una potencia más independiente. Es un tema en el que nunca ha vacilado, y ahora parece pensar que ha llegado la hora de rendir cuentas/jugársela/arriesgarse por esa convicción.
Al menos, con la reunión del canciller de Alemania, Olaf Scholz, con Putin en Moscú esta semana, Macron ha hecho que el papel de Europa cuente en esta crisis, junto con Estados Unidos. Eso es más de lo que se puede decir del Reino Unido.
“Europa, a través de sus principales Estados, ha regresado de una etapa de la que parecía haber sido marginada”, dijo Michel Duclos, exembajador de Francia, en un artículo publicado recientemente por el Institut Montaigne.
Macron ha tenido que trabajar mucho para mantener alineados a los gobiernos europeos indecisos, sobre todo los que solían vivir bajo el yugo soviético, con sus esfuerzos diplomáticos. Puesto que ahora Francia tiene la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, ha tratado de comunicarse con todos, lo cual es una de las razones por las que Ucrania le está consumiendo su tiempo.
Sus horarios tendrán que cambiar de alguna manera las siguientes semanas. Macron todavía no anuncia su candidatura para ser reelegido como presidente, pero es casi seguro que tenga que hacerlo en el transcurso de las próximas semanas. La fecha límite es el 4 de marzo y la primera ronda de votaciones es el 10 de abril.
Por ahora, Macron lidera las encuestas, que le dan alrededor del 25 por ciento de los votos, con tres candidatos de derecha que le siguen y los partidos de izquierda divididos muy por detrás. Entre los rivales a su derecha hay un apoyo importante a la imagen de caudillo de Putin y su denuncia de la “decadencia” occidental, por lo que un vínculo con el líder ruso también beneficia políticamente a Macron.
Aunque es el favorito para ganar, la probabilidad de una alta tasa de abstención entre los franceses desilusionados con la política y el atractivo poderoso de la extrema derecha hacen que la reelección de Macron no sea segura. Si Putin ignora sus esfuerzos diplomáticos e invade Ucrania, las certezas desaparecerán.
Éric Zemmour, candidato de la extrema derecha, dijo el mes pasado que Putin “debe ser respetado”, y agregó que “los argumentos y demandas de Putin son completamente legítimos”. También dijo: “Creo que la OTAN es una organización que debió haber desaparecido en 1990”.
Marine Le Pen, la perenne candidata nacionalista y antiinmigrante, dijo el año pasado que “Ucrania pertenece a la esfera de influencia de Rusia”.
“Al intentar trastocar esta esfera de influencia”, agregó, “se crean tensiones y miedos, y se llega a la situación que estamos viendo hoy”. Le Pen se negó a firmar una declaración emitida el mes pasado por partidos de extrema derecha reunidos en Madrid porque criticaba a Putin.
Sus posturas revelan el abismo que separa la admiración de la extrema derecha francesa por Putin de los esfuerzos de Macron. A la convicción del presidente francés de que Rusia necesita ser parte de una nueva arquitectura de seguridad europea se une la determinación de que Ucrania mantenga su soberanía.
Aunque Macron haya provocado malestar por sus críticas a la OTAN, se ha mantenido firme en no ceder a las demandas de Putin.
Al preguntarle cuándo se dedicaría a anunciar su candidatura, señaló: “En algún momento tendré que ponerme a pensar en ello. Nada se puede hacer con premura. Tiene que ser en el momento adecuado”.
Si Macron no encuentra ese momento ideal, su diplomacia y sus ideas de una seguridad europea reinventada pueden quedar en nada. Lo que puede ser factible en un segundo periodo de cinco años al frente de Francia, seguramente no lo será antes del 24 de abril, la fecha de la segunda ronda de las elecciones.
Roger Cohen es el jefe del buró de París del Times. Fue columnista del diario de 2009 a 2020. Ha trabajado para el Times durante más de 30 años y se ha desempeñado como corresponsal y editor en el extranjero. Criado en Sudáfrica y Gran Bretaña, es un estadounidense naturalizado. @NYTimesCohen
Source: Elections - nytimes.com