La victoria del exrebelde y senador veterano sitúa al tercer país más poblado de América Latina en un nuevo rumbo.
BOGOTÁ, Colombia — Por primera vez, Colombia tendrá un presidente de izquierda.
Gustavo Petro, un exrebelde y legislador con experiencia, ganó las elecciones presidenciales de Colombia el domingo, movilizando a los votantes frustrados por décadas de pobreza y desigualdad con gobiernos conservadores, con promesas de ampliar los programas sociales, poner impuestos a los ricos y alejarse de una economía que él ha calificado de excesivamente dependiente de los combustibles fósiles.
Su victoria sitúa al tercer país más poblado de América Latina en una senda muy incierta, justo cuando se enfrenta a un aumento de la pobreza y la violencia que ha enviado a un número récord de colombianos hacia la frontera con Estados Unidos; a los altos niveles de deforestación en la Amazonía colombiana, un amortiguador clave contra el cambio climático; y a una creciente desconfianza en las instituciones democráticas clave, algo que se ha convertido en una tendencia en la región.
Petro, de 62 años, obtuvo más del 50 por ciento de los votos, con más del 99 por ciento escrutado el domingo por la noche. Su contrincante, Rodolfo Hernández, un magnate de la construcción que entusiasmó al país con una plataforma anticorrupción, obtuvo algo más del 47 por ciento.
Poco después de conocerse los resultados de la votación, Hernández reconoció la victoria de Petro.
“Colombianos, hoy la mayoría de ciudadanos que votaron, lo han hecho escogiendo al otro candidato”, dijo. “Como lo expresé reiteradamente, acepto el resultado”.
Petro subió al escenario flanqueado por Francia Márquez, su elección para vicepresidenta, y tres de sus hijos. El estadio, repleto, se volvió loco. La gente estaba de pie en los asientos y sostenía en alto sus celulares.
“Esta historia que estamos escribiendo en este momento es una historia nueva para Colombia, para América Latina, para el mundo”, dijo. “No vamos a traicionar este electorado”.
Prometió gobernar con lo que llamó “la política del amor”, basada en la esperanza, el diálogo y la comprensión.
Poco más de 58 por ciento de los 39 millones de electores de Colombia emitieron su voto, según las cifras oficiales.
La victoria significa que Márquez, una activista medioambiental que salió de la pobreza para convertirse en una destacada defensora de la justicia social, se convertirá en la primera vicepresidenta negra del país.
La victoria de Petro y Márquez refleja un fervor antisistema que se ha extendido por toda Latinoamérica, donde la pandemia ha exacerbado el enfado con problemas de larga data, como la falta de oportunidades.
“El país entero está pidiendo un cambio”, dijo Fernando Posada, un politólogo colombiano, “y eso es clarísimo”.
En abril, los costarricenses eligieron a la presidencia a Rodrigo Chaves, un exfuncionario del Banco Mundial y outsider de la política del país que aprovechó el descontento generalizado con el partido en el poder. El año pasado, Chile, Perú y Honduras votaron por líderes de izquierda que compitieron contra candidatos derechistas, lo que amplió una tendencia que ya lleva varios años en América Latina.
Como candidato, Petro ha entusiasmado a una generación que es la más educada de la historia de Colombia, pero que también se enfrenta a una inflación anual del 10 por ciento, una tasa de desempleo juvenil del 20 por ciento y una tasa de pobreza del 40 por ciento. Sus mítines a menudo estaban llenos de jóvenes, muchos de los cuales decían sentirse traicionados por décadas de líderes que habían hecho grandes promesas, pero que habían cumplido poco.
“No conformarnos con la mediocridad que viene de las generaciones pasadas”, dijo Larry Rico, de 23 años, un votante a favor de Petro en un sitio de votación de Ciudad Bolívar, un barrio pobre de la capital, Bogotá.
La victoria de Petro es aún más significativa debido a la historia del país. Durante décadas, el gobierno luchó contra una brutal insurgencia izquierdista conocida como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC, y el estigma del conflicto dificultó el florecimiento de una izquierda legítima.
Pero las FARC firmaron un acuerdo de paz con el gobierno en 2016, dejando las armas y abriendo espacio para un discurso político más amplio.
Petro había formado parte de otro grupo rebelde, llamado M-19, que se desmovilizó en 1990 y se convirtió en un partido político que ayudó a reescribir la constitución del país. Con el tiempo, Petro se convirtió en un líder contundente de la oposición del país, conocido por denunciar los abusos a los derechos humanos y la corrupción.
El domingo, en una zona acomodada de Bogotá, Francisco Ortiz, de 67 años y director de televisión, dijo que también había votado por Petro.
“Creo que hacía mucho tiempo no teníamos una oportunidad como esta para cambiar”, dijo. “Que si es mejor, mejor, no lo sé, pero si seguimos en lo mismo, sí sabemos qué es lo que vamos a tener”.
La victoria también podría poner a prueba la relación de Estados Unidos con su aliado más fuerte en América Latina. Tradicionalmente, Colombia ha sido la piedra angular de la política de Washington en la región.
Pero Petro ha criticado lo que él llama el enfoque fallido de Estados Unidos en la guerra contra las drogas, al decir que se ha centrado demasiado en la erradicación del cultivo de coca, el producto base de la cocaína, y no lo suficiente en el desarrollo rural y otras medidas.
Petro ha dicho que apoya alguna forma de legalización de las drogas, que renegociará un acuerdo comercial existente con Estados Unidos para beneficiar mejor a los colombianos y que restaurará las relaciones con el gobierno autoritario del presidente Nicolás Maduro de Venezuela, todo lo cual podría crear conflictos con Washington.
Unos dos millones de migrantes venezolanos han huido a Colombia en los últimos años en medio de una crisis económica, política y humanitaria.
En una entrevistade este año, Petro dijo que creía que podría trabajar bien con el gobierno del presidente Joe Biden, y agregó que su relación con los Estados Unidos se centraría en el trabajo conjunto para hacer frente al cambio climático, específicamente para detener la rápida erosión de la Amazonía.
“Ahí hay un punto de diálogo”, dijo. “Porque salvar la selva amazónica implica unos instrumentos, unos programas, que hoy no existen por lo menos con respecto a Estados Unidos. Es, en mi opinión, la prioridad”.
Tanto Petro como Hernández se impusieron a Federico Gutiérrez, exalcalde de una gran ciudad respaldado por la élite conservadora, en la primera vuelta de la votación del 29 de mayo, lo que los llevó a una segunda vuelta.
Ambos se habían autodenominado candidatos antisistema, diciendo que se presentaban contra una clase política que había controlado el país durante generaciones.
Uno de los factores que más les distinguía era su visión de la raíz de los problemas del país.
Petro piensa que el sistema económico está roto, que depende demasiado de la exportación de petróleo y de un negocio floreciente e ilegal de cocaína que, según él, ha hecho que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Exige detener las nuevas exploraciones petroleras, un cambio hacia el desarrollo de otras industrias.
También ha dicho que introducirá el trabajo garantizado con una renta básica, hará que el país pase a tener un sistema de salud controlado públicamente y aumentará el acceso a la educación superior, en parte subiendo los impuestos a los ricos.
“Hoy lo que tenemos es un resultado de esto que yo llamo el agotamiento del modelo”, dijo Petro en la entrevista mencionada, refiriéndose al sistema económico actual. “El resultado final es un empobrecimiento brutal”.
Sin embargo, su ambicioso plan económico ha suscitado preocupaciones. Un exministro de Hacienda definió su plan energético como un “suicidio económico”.
Hernández no propuso modificar el marco económico, pero dijo que era ineficiente porque está plagado de corrupción y gastos frívolos. Pidió que algunos ministerios se fusionaran; propuso eliminar algunas embajadas y despedir a los empleados gubernamentales ineficientes y que el dinero que se ahorrara con esas medidas se utilizara para ayudar a los pobres.
Una partidaria de Hernández, Nilia Mesa de Reyes, de 70 años, profesora de ética jubilada que votó en un sector adinerado de Bogotá, dijo que las políticas de izquierda de Petro, y su pasado con el M-19, la aterrorizaban. “Estamos pensando en irnos del país”, dijo.
Los críticos de Petro, incluidos antiguos aliados, lo han acusado de una arrogancia que lo lleva a ignorar a sus asesores y a batallar para lograr consenso. Cuando asuma el cargo en agosto, se enfrentará a una sociedad profundamente polarizada en la que las encuestas muestran una creciente desconfianza en casi todas las instituciones importantes.
Ha prometido ser presidente de todos los colombianos, no solo de quienes votaron por él.
El domingo, en una secundaria convertida en lugar de votación en Bogotá, Ingrid Forrero, de 31 años, dijo que veía una división generacional en su comunidad, con los jóvenes apoyando a Petro y las generaciones mayores a favor de Hernández.
Su propia familia la llama la “guerrillerita” por su apoyo a Petro, a quien dijo preferir por sus políticas sobre la educación y la desigualdad salarial.
“La juventud está más inclinada hacia la revolución”, dijo, “hacia la izquierda, hacia un cambio”.
Megan Janetsky colaboró con reportería desde Bucaramanga, Colombia, y Sofía Villamil y Genevieve Glatskycolaboraron con reportería desde Bogotá.
Source: Elections - nytimes.com