En manos de un candidato hábil, las encuestas preliminares pueden ser un mapa de ruta para darle un giro total a una campaña en dificultades.
Mucho antes del día de las elecciones en 2004, algunos estrategas le advirtieron al presidente George W. Bush que tendría una campaña difícil porque los electores estaban angustiados por la guerra en Irak y la economía, dos temas que esperaba sortear para llegar a un segundo mandato.
Los asesores de Bush se apresuraron a restructurar la campaña. Su meta fue evitar que el público centrara su atención en el presidente y su historial y lograr, más bien, presentar al opositor demócrata más probable, el senador de Massachusetts, John Kerry, veterano de la guerra de Vietnam, como alguien que cambiaba de opinión con facilidad, que no era de fiar en temas de seguridad nacional y que no podía guiar a la nación, que todavía estaba recuperándose de los ataques terroristas del 11 de septiembre.
“Identificamos una debilidad que sin duda podríamos explotar en nuestro beneficio en unas elecciones que se esperaba que fueran cerradas”, explicó Karl Rove, asesor político sénior de Bush durante mucho tiempo.
Ocho años después, los asesores de otro presidente en funciones, Barack Obama, gracias a su análisis de varias encuestas públicas y privadas, llegaron a la conclusión de que las inquietudes de los votantes en torno a los efectos persistentes de la Gran Recesión y la dirección de la nación podrían arruinar sus posibilidades de llegar a un segundo mandato.
Siguiendo el ejemplo de Bush, Obama ajustó su campaña y, en vez de poner énfasis en los logros obtenidos durante su primer mandato, se concentró en desacreditar a su opositor, el exgobernador de Massachusetts, Mitt Romney, presentándolo como un empresario adinerado totalmente desconectado de los estadounidenses de clase trabajadora.
En esta era de división y polarización, el presidente Joe Biden no es el primero en recibir datos que parecen indicar que su reelección está en riesgo. El problema es que las campañas de reelección de Bush y Obama, quienes lograron ganar un segundo mandato en la Casa Blanca, ahora más bien son prueba de que las encuestas realizadas con tanta anticipación no pueden predecir lo que ocurrirá el día de las elecciones. En manos de un candidato hábil, incluso pueden ser un mapa de ruta para darle un giro total a una campaña en dificultades.
Bush y Obama eran candidatos diferentes y enfrentaban obstáculos distintos: en el caso de Bush, el embrollo de una guerra; en el de Obama, una economía nacional sacudida por la crisis financiera global de 2008. Sin embargo, ambos decidieron transformar su campana de reelección de un referendo sobre el presidente en funciones a una operación para resaltar cuánto contrastaban con un opositor que ellos mismos definieron, con anuncios televisivos fulminantes, meses antes de que Romney o Kerry fueran nominados en las convenciones de sus partidos.
En el caso contrario, un presidente republicano de la era moderna que perdió las elecciones para un segundo mandato, George H.W. Bush en 1992, cometió el error de ignorar los datos mostrados por las encuestas sobre la angustia de los electores en el tema de la economía y su avidez de un cambio tras 12 años de republicanos en la Casa Blanca.
Bush padre, según dijeron sus asesores en entrevistas recientes, se confió por el reconocimiento del que fue objeto por su papel al frente de la coalición que expulsó a Saddam Hussein e Irak de Kuwait, además del desdén que sentía por su opositor, un joven gobernador demócrata que había evitado el reclutamiento militar y tenía un historial de relaciones extramaritales.
“Biden tiene grandes dificultades, pero creo que es posible ganar la contienda”, aseveró David Plouffe, antiguo asesor sénior en la campaña de reelección de Obama. “Claro que comprendo que un presidente o gobernador en funciones piense que las personas deban saber más sobre sus logros. Es cierto, pero, a fin de cuentas, esto es un ejercicio comparativo. Eso fue lo que descubrimos”.
La Casa Blanca de Biden ha desestimado las encuestas —incluida una realizada por The New York Times en colaboración con el Siena College que se dio a conocer recientemente— por considerarlas poco significativas tanto tiempo antes de las elecciones. Los asesores del presidente indicaron que las victorias demócratas en las elecciones de este mes demuestran que el partido y su abanderado están en una buena posición.
Sin embargo, después de meses de una campaña basada en sus logros económicos con pocas señales de éxito, Biden ha comenzado a centrar su atención en Donald Trump, el expresidente republicano que probablemente sea su opositor, en particular en sus políticas de inmigración y derecho al aborto. Por este motivo ahora se transmite un anuncio en el que el expresidente aparece caminando por un campo de golf mientras se escucha al anunciante decir que Trump apoyó los recortes fiscales “para sus amigos ricos”, mientras que las empresas estadounidenses fabricantes de automóviles tuvieron que cerrar plantas.
“Por supuesto que estamos considerando opciones para propiciar conversaciones en torno a Trump y MAGA (sigla del eslogan “Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo”) lo más que se pueda”, comentó Kevin Munoz, vocero para la campaña de Biden. No obstante, Munoz añadió: “Estamos en una posición diferente a la de Obama y Bush. Tuvimos excelentes resultados en las elecciones de medio mandato. Hemos tenido elecciones especiales muy exitosas. Nuestra teoría se demostró de nuevo el martes pasado”.
Cambiar drásticamente la dinámica de la contienda puede resultar menos fructífero para Biden que para sus predecesores. Obama y George W. Bush lograron desacreditar a Romney y Kerry porque los electores, en esa etapa temprana de la campaña para las elecciones generales, no sabían mucho de ellos.
En cambio, no hay mucho que la campaña de Biden pueda decirles a los electores acerca de Trump que no sepan ya (de hecho, tampoco pueden decirles mucho sobre Biden que no sepan ya). Además, al menos hasta ahora, Trump no ha pagado ningún costo político por el tipo de declaraciones (como cuando se refirió a sus críticos como “alimañas”) que en el pasado podrían haber estropeado las probabilidades de un candidato más convencional. Hasta ahora, el hecho de que se hayan presentado acusaciones formales en su contra por 91 delitos del ámbito penal en cuatro casos solo ha afianzado su apoyo.
Cuando la campaña de Bush comenzó a planificar su reelección, se enfrentó a cifras de encuestas que, si bien no eran tan inquietantes para el presidente como algunas que han salido a la luz en las últimas semanas sobre Biden, sí eran motivo de preocupación. Una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Pew reveló que el 46 por ciento de los encuestados dijo que las políticas económicas de Bush habían empeorado la economía y el 39 por ciento dijo que las tropas estadounidenses debían regresar de Irak lo antes posible; frente al 32 por ciento del mes anterior.
“Decidimos desde el principio que queríamos que las elecciones giraran en torno a la seguridad nacional, aunque la economía fuera el tema número uno”, dijo Matthew Dowd, el principal estratega de la campaña de Bush en 2004. “Estábamos en desventaja respecto a los demócratas en materia económica. Y como parte de esa estrategia, deseábamos definir a Kerry negativamente en materia de seguridad nacional desde el principio, y como un líder débil e inseguro para poder posicionar a Bush como un líder fuerte y sólido en materia de seguridad nacional”.
Al poco tiempo, la campaña de Bush estaba al aire con anuncios que atacaban a Kerry por comprometerse a revertir la Ley Patriota, la cual le otorgaba al gobierno federal mayores poderes para perseguir a terroristas. Esa ley fue aprobada poco después de los ataques del 11 de septiembre con un apoyo abrumador en el Congreso, incluido Kerry.
“John Kerry. Jugando a la política con la seguridad nacional”, decía un locutor.
Ocho años más tarde, mientras Obama preparaba su campaña de reelección, muchos estadounidenses le dijeron a los encuestadores que el país iba en la dirección equivocada y que su situación financiera era peor que antes de que Obama asumiera el cargo. Por ejemplo, una encuesta del Washington Post/ABC News encontró que tres cuartas partes de los estadounidenses decían que el país iba en la dirección equivocada.
Los asesores de Obama estudiaron las campañas de reelección de otros presidentes en funciones en problemas. “Sabíamos que la mayoría de las campañas de reelección eran un referéndum”, dijo Joel Benenson, quien fue el encuestador del equipo de Obama.
“También sabíamos que teníamos una crisis económica masiva que no fue en absoluto culpa de Obama. Pero también sabíamos que era el presidente en funciones y no podía culpar a su predecesor por ello. No podíamos convencerlos de que la economía estaba mejorando”.
Pero Romney, dijo, “no estaba completamente formado entre los votantes”, lo que presentó una oportunidad para resaltar su riqueza y retratarlo como alguien cuyas políticas favorecerían a los ricos.
Por el contrario, George H.W. Bush, dijeron sus asesores, ignoró las advertencias, confiando en que el índice de aprobación de los votantes cercano al 90 por ciento que registró después de la guerra en Kuwait hacía que su reelección estuviera casi garantizada. “La adulación de la guerra de alguna manera silenció los instintos políticos normales de muchas personas cercanas al presidente”, dijo Ron Kaufman, quien fue asesor principal de esa campaña.
Rove subrayó que la posición de Biden está más deteriorada en este momento que la de Bush padre en 1992. “Bush parecía no tener ideas para el futuro, pero la gente lo consideraba un ser humano admirable”, explicó Rove. “El problema de Biden es que la gente ha llegado a la conclusión de que no puede desempeñar el trabajo, pues es demasiado viejo y no tiene ni el vigor ni la agudeza mental necesarios para hacerlo”.
En encuestas recientes conducidas por el Times y el Siena College en cinco estados clave, el 71 por ciento de los participantes respondió que Biden era “demasiado viejo” para ser un presidente efectivo.
Plouffe afirmó que la campaña de Biden debería aprovechar la lección que aprendió el equipo de Obama después de estudiar la campaña perdedora de Bush padre. “La gente de Bush intentó convencer a los ciudadanos de que la economía estaba en mejores condiciones de lo que pensaban”, indicó. “Algo que he aprendido es que no puedes decirles a las personas qué pensar de la economía. Ellos te dirán lo que piensan de la economía”.
“Yo empezaría cada discurso con la frase: ‘Estados Unidos tiene una decisión frente a sí, ambos somos hombres blancos mayores’”, afirmó Plouffe. “‘Pero hasta ahí llegan las similitudes’”.
Adam Nagourney cubre política nacional para el Times, en especial la campaña de 2024. Más de Adam Nagourney
Source: Elections - nytimes.com