Una de las pocas certezas de los resultados de las elecciones fue que los españoles se están alejando de los extremos políticos.
El statu quo liberal y moderado de Europa respiró con más tranquilidad el lunes luego de que Vox, un partido nacionalista de España, se tambaleara en las elecciones generales del domingo con lo que, por el momento, se contuvo el auge de los partidos de extrema derecha en el continente, que parecía que tendrían buenos resultados incluso en España, un bastión progresista.
“Un alivio para Europa”, se leía en un titular de La Repubblica, el diario liberal de Italia, donde el año pasado la líder de extrema derecha Giorgia Meloni se convirtió en primera ministra. Meloni, en un mensaje en video divulgado este mes, les dijo a sus aliados de Vox que “la hora de los patriotas ha llegado”.
Sin embargo, en vez de que Vox se tornara en el primer partido de extrema derecha en formar parte de un gobierno de España desde el final de la dictadura de Francisco Franco hace casi 50 años, como habían estimado muchas encuestas, se hundió. Los malos resultados del partido en las urnas también afectaron a los conservadores de centroderecha, quienes a su vez obtuvieron resultados más limitados de los que se esperaban y que dependían del apoyo de Vox para formar gobierno.
Como resultado, ningún partido o coalición obtuvo de manera inmediata los escaños necesarios del Congreso para gobernar, lo que llevó a España a un embrollo político ya conocido y le dio nueva vida al presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que hace solo unos días lucía agonizante. De pronto, Sánchez parece mejor posicionado para formar otro gobierno progresista en las próximas semanas y así evitar nuevas elecciones.
“La democracia encontrará la fórmula de la gobernabilidad”, dijo el lunes a los líderes de su partido, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), según el diario El País.
Lo que quedó claro es que los votantes españoles rechazaron al partido Vox, que perdió casi la mitad de sus escaños en el Congreso, lo que indica un anhelo evidente de alejarse de los extremos y regresar al centro político.
Los políticos proeuropeos interpretaron el resultado como una señal alentadora de que las elecciones europeas del próximo año también se pueden ganar desde el centro, lo que significa un revés para las fuerzas de extrema derecha que han logrado avances en Suecia, Finlandia, Alemania, Francia e Italia, así como en Estados Unidos.
La campaña de Vox repitió las opiniones nacionalistas de la extrema derecha adoptados de manera casi uniforme en otros países, con una oposición a la migración y a los derechos de la comunidad LGBTQ, la promoción de los valores cristianos tradicionales y la reafirmación del nacionalismo frente a la injerencia de la Unión Europea.
Pero muchos de esos temas no lograron cautivar a los votantes españoles, o incluso los asustaron, y los resultados electorales fueron contrarios a la tendencia política de Europa.
Los resultados, por el contrario, revelaron que el ascenso de Vox estuvo más relacionado con la respuesta nacionalista al impulso independentista de 2017 en Cataluña. Sánchez logró sosegar ese tema durante sus cinco años en el cargo al otorgar indultos y reducir las penas para los independentistas.
Esas medidas tuvieron un costo político para él entre los españoles enfadados con los independentistas catalanes, pero conforme esa crisis comenzó a pasar a segundo plano, lo mismo le sucedió a Vox. Al final, el mensaje del partido les interesó a muchos menos electores en estos comicios que en 2019.
“Cataluña ha sido uno de los principales impulsores del ascenso de Vox”, dijo Juan Rodríguez Teruel, politólogo de la Universidad de Valencia.
Pero los resultados del domingo también mostraron que la cuestión catalana aún no está superada del todo. El lunes quedó claro que los partidos independentistas pequeños de esa región podrían ser la clave para permitir un nuevo gobierno de Sánchez, como lo hicieron en la votación anterior.
Entre esos partidos están, de manera decisiva, los aliados independentistas de Carles Puigdemont, el expresidente regional de Cataluña que lideró el movimiento independentista fallido y todavía está prófugo, en un exilio autoimpuesto en Bélgica.
“Puigdemont podrá hacer presidente a Sánchez”, se lee en parte de un titular del diario español El Mundo.
El lunes comenzó de inmediato un complejo juego del gato y el ratón, porque unas autoridades españolas solicitaron una nueva orden de detención contra Puigdemont.
“Un día eres decisivo para la formación de un gobierno español y al día siguiente España ordena tu arresto”, tuiteó el lunes.
Gabriel Rufián, integrante del Congreso de los Diputados por Esquerra Republicana, un partido independentista catalán, dijo en una entrevista antes de las elecciones que Sánchez no tendría más remedio que dialogar con los independentistas.
“Hace cuatro años, en la campaña electoral, prometió ir a buscar a Puigdemont a Waterloo y detenerle”, dijo Rufián sobre Sánchez. “No podía. Era absurdo”. Y añadió: “Meses después se sentó en la mesa de negociación con nosotros. Fue por la presión política, porque necesitaba gobernar su país”.
El domingo por la noche, tras la votación, resumió su mensaje en una frase: “O Cataluña o Vox”. Pero su partido también perdió apoyo con el viraje de los electores españoles hacia el centro.
Está por verse qué significará el resurgimiento del debate sobre Cataluña para España, los independentistas y Vox.
Vox se fundó hace una década, cuando su líder, Santiago Abascal, se separó del Partido Popular (PP), un partido de centroderecha que por mucho tiempo ha albergado a partidarios de la monarquía, libertarios a favor del matrimonio igualitario, católicos ultraconservadores y españoles que repudian los movimientos independentistas del norte.
El partido creía en una España unificada pero, en las décadas que siguieron al régimen de Franco, las expresiones a favor de esa postura —incluso ondear la bandera española—, se consideraban un tabú del nacionalismo.
Sin embargo, animado por el impulso independentista en Cataluña, Vox estaba dispuesto a cruzar esa línea. Un buen número de votantes españoles apoyaron al partido.
Los nacionalistas de Vox —que hicieron un llamado a que el movimiento independentista catalán fuera detenido por cualquier medio— atrajeron apoyo. Para las elecciones de 2019, se habían convertido en la tercera fuerza más grande del país.
En un breve discurso el domingo por la noche tras los malos resultados de su partido, un Abascal que lucía abatido reconoció que Sánchez ahora tenía el apoyo para bloquear la formación de un nuevo gobierno, y también podría formar gobierno si se aliaba de nuevo con la extrema izquierda y los partidos independistas, o lo que describió como “el apoyo del comunismo, el separatismo de golpista y el terrorismo”.
“Vamos a resistir”, insistió, y afirmó que su partido estaba preparado para ser parte de la oposición o “para una repetición electoral”.
Pero los analistas creen que es probable que unas nuevas elecciones solo debiliten aún más a Vox. La influencia regresó a Cataluña, y más específicamente al partido de línea dura Junts per Catalunya, fundado por Puigdemont.
“No haremos presidente a Sánchez a cambio de nada”, dijo en la sede del partido el domingo por la noche Míriam Nogueras, líder de Junts.
Otros miembros de su partido, que fueron indultados por Sánchez, han sugerido que una amnistía y un referéndum de independencia puede ser el precio que exigen.
Sin embargo, algunos políticos de izquierda y dirigentes locales que desconfían de Vox han expresado su preocupación por la posibilidad de que el aumento de la tensión con Cataluña sea exactamente lo que necesita la extrema derecha para resurgir.
El viernes por la noche, Yolanda Díaz, líder de la plataforma de extrema izquierda Sumar que obtuvo 31 escaños, dijo en un mitin en Barcelona que quería “dialogar con Cataluña. Queremos un acuerdo. Salid a votar por el dialogo, por un acuerdo, por una Cataluña mejor”.
El lunes, su partido contactó a Puigdemont y a Junts para intentar persuadirlos de respaldar al gobierno.
En Barcelona, antes de las elecciones del domingo, a lo largo de una calle importante que se cubrió con banderas catalanas durante las protestas de 2017, solo había una a la vista.
“La situación de España y la irrupción de la extrema derecha es una consecuencia de lo que ha pasado aquí en Cataluña”, dijo Joaquim Hernández, de 64 años.
“Al no hacer el referéndum mantienes la tensión y el enfrentamiento que beneficia a los partidos independentistas y a Vox”, dijo, “porque Cataluña es desafortunadamente un argumento que utilizan los nacionalistas para ganar votos”.
Rachel Chaundler colaboró con este reportaje desde Madrid.
Jason Horowitz es el jefe del buró en Roma; cubre Italia, Grecia y otras partes del sur de Europa. Cubrió la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos, el gobierno de Obama y al Congreso estadounidense con un énfasis en reportajes especiales y perfiles políticos. @jasondhorowitz
Source: Elections - nytimes.com