En 2020, cuando Donald Trump cuestionó los resultados de las elecciones, los tribunales rechazaron decisivamente sus intentos una y otra vez. En 2024, el poder judicial podría ser incapaz de salvar nuestra democracia.
Los renegados ya no son principiantes. Han pasado los últimos cuatro años haciéndose profesionales, diseñando meticulosamente una estrategia en múltiples frentes —legislaturas estatales, el Congreso, poderes ejecutivos y jueces electos— para anular cualquier elección reñida.
Los nuevos desafíos tendrán lugar en foros que han purgado cada vez más a los funcionarios que anteponen el país al partido. Podrían ocurrir en un contexto de márgenes electorales muy estrechos en los estados clave de tendencia electoral incierta, lo que significa que cualquier impugnación exitosa podría cambiar potencialmente las elecciones.
Disponemos de unas pocas semanas para comprender estos desafíos y así poder estar alerta contra ellos.
En primer lugar, en los tribunales ya se han presentado docenas de demandas. En Pensilvania se ha iniciado un litigio sobre si están permitidas las papeletas de voto por correo sin fecha y si se pueden permitir las boletas provisionales. Stephen Miller, exasesor de Trump, presentó una demanda en Arizona alegando que los jueces deberían tener la capacidad de rechazar los resultados de las elecciones.
Muchos estados han cambiado recientemente su forma de votar. Incluso una modificación menor podría dar lugar a impugnaciones legales, y algunas invitan afirmativamente al caos.
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Source: Elections - nytimes.com