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Las mujeres de México están alzando la voz. ¿Las escuchará una mujer presidenta?

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Mi madre nació en 1943, en un país donde no se le permitía votar. El gobierno mexicano no le otorgó a las mujeres el derecho a votar en las elecciones nacionales —o el derecho a ocupar cargos públicos a nivel nacional— hasta el 17 de octubre de 1953. Hoy, casi 71 años después, por primera vez dos mujeres encabezan la contienda electoral para ser la próxima presidenta de México: Claudia Sheinbaum, la puntera en las encuestas, y Xóchitl Gálvez. No es una hazaña menor para un país con una larga y compleja relación con el machismo, y donde cada día mueren asesinadas un promedio de 10 mujeres o niñas.

Y, sin embargo, este logro a menudo se ha sentido como algo secundario en estas históricas elecciones. Sheinbaum, una científica que se presenta en la candidatura del partido gobernante, Morena, y Gálvez, una empresaria que representa a una coalición de partidos convertidos en oposición, han aludido a los logros del feminismo y su influencia en la vida pública mexicana. Pero han sido cautas respecto a detenerse demasiado en los temas de los derechos de las mujeres en sus campañas, abordando muy superficialmente el aborto y los derechos reproductivos, por lo que podría parecer cierta deferencia a los votantes conservadores. Ninguna ha presentado un plan de gobierno sólido para atender a las mujeres que las han llevado adonde están hoy.

Porque, mientras México se sumía en su pesadilla de violencia generalizada, desde la guerra contra el narcotráfico respaldada por Estados Unidos, pasando por el gobierno de Felipe Calderón y hasta el sexenio del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, han sido las mujeres —su incansable trabajo, su rabia infinita y su dolor cada vez más profundo— quienes le han dado a este país una brújula moral. Las movilizaciones de las mujeres han cobrado más fuerza y estruendo ante la indiferencia y la represión del gobierno; han constituido la única oposición seria contra el statu quo y han convertido las cuestiones de los derechos de las mujeres y la justicia de género en temas centrales de cualquier debate sobre nuestro futuro en común.

Para ser justos, a los hombres que han aspirado a la presidencia tampoco se les ha exigido históricamente que presenten sus planes para las mujeres. Rara vez se les pregunta al respecto. Sin embargo, las mujeres constituyen algo más de la mitad del electorado mexicano, por lo que es imperativo que Sheinbaum y Gálvez hablen de sus puntos de vista y sus posturas sobre asuntos que afectarán los cuerpos, la seguridad y la vida cotidiana de las mujeres; no porque sean mujeres, sino porque son candidatas a la presidencia que luchan por representarnos a todos y todas en el más alto cargo político del país.

Casi con toda seguridad, el 2 de junio una mujer recibirá el mandato de gobernarnos a todos. Será la presidenta de unos votantes profundamente preocupados por la inseguridad y la corrupción. La política de seguridad del gobierno actual —conocida como “Abrazos, no balazos”— no ha conseguido reducir la violencia desatada por la fallida y mal llamada guerra contra las drogas, hecho que se pone dolorosamente de manifiesto con el creciente número de desapariciones y los altos índices de violencia de género. Una impactante cifra de colectivos de víctimas, compuestos en su mayoría por madres, esposas, hermanas e hijas de personas desaparecidas, recorren el país con escaso o nulo presupuesto o apoyo institucionales, en ocasiones desenterrando ellas mismas los restos de sus seres queridos.

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Source: Elections - nytimes.com


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