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Lo que Joe Biden hizo es extraordinario

En las próximas horas y días, muchos analistas políticos dirán que el presidente Joe Biden se sintió acorralado y no tuvo más remedio que ponerle fin a su campaña a la reelección. De manera dolorosa, sus limitaciones habían quedado al descubierto. Había perdido la confianza del Partido Demócrata. Se tambaleaba hacia una revuelta interna cada vez más desagradable o hacia una derrota potencialmente desgarradora ante Donald Trump. Retirarse no fue un acto de gracia. Fue preservar la reputación.

Todo eso es correcto. Pero no es toda la verdad. No es la historia completa. Ignora la grandeza de lo que Biden hizo: su peculiaridad histórica, su agonía emocional, su humildad esencial.

Sí, su decisión de abandonar sus aspiraciones a un segundo periodo y dejar que otro demócrata más joven buscara la presidencia llegó semanas más tarde de lo que habría sido ideal, después de demasiado secretismo, demasiada arrogancia, demasiada negación. Llevó al límite las ilusiones, mientras se mofaba de las encuestas, atacaba a los medios y reclamaba omnisciencia de una manera que recordó de manera inquietante a las bravatas populistas de Trump. (“Me siento muy frustrado por las élites”, “Miren las multitudes”). Pero eso no elimina el enorme impacto y ejemplo extraordinario que implica renunciar a su candidatura.

Su salida de la contienda presidencial genera un tipo y una dimensión de incertidumbre sobre quién será la persona nominada de uno de los principales partidos políticos —y qué tipo de operación apresurada y tardía puede llevar a cabo— que no tiene precedentes pragmáticos en la política estadounidense moderna. Puede que su respaldo a Kamala Harris y el estatus tradicional de la vicepresidenta como aparente sucesora se traduzcan en su rápida designación. Es también posible que no sea el caso. Harris tiene muchos escépticos, y muchos demócratas prominentes anhelan una competencia real, no una transición de la indulgencia obligatoria de Biden a la lealtad forzada a Harris.

Esto es terra incognita. Aunque en 1964 y 1968 los republicanos y los demócratas, respectivamente, empezaron sus convenciones sin tener claro el resultado, los aspirantes habían estado dando a conocer sus plataformas y compitiendo por la nominación durante gran parte del año. No estaban en una contienda apresurada luego de un volantazo a mediados de julio que ha hecho que muchos estadounidenses estén en vilo.

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Source: Elections - nytimes.com


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