Bernardo Arévalo, un legislador de extracción académica, sorprendió a la clase política guatemalteca al avanzar a la segunda vuelta junto con Sandra Torres, otrora primera dama.
Jueces y fiscales obligados a huir del país. Medios de comunicación independientes bajo ataque. Importantes candidatos presidenciales descalificados para la contienda electoral.
En las semanas previas a las elecciones presidenciales de Guatemala aparecieron varias señales de advertencia hacia la tambaleante democracia en el país más poblado de América Central. Pero la votación del domingo provocó una sacudida sísmica: un candidato cuya campaña se centró en erradicar la corrupción obtuvo suficientes votos para forzar una segunda vuelta, lo que asestó un golpe impactante a la clase política dominante del país.
Bernardo Arévalo, un legislador y catedrático con títulos en filosofía y antropología de 64 años, obtuvo el 12 por ciento de los votos al escrutarse el 98 por ciento de los sufragios de la primera vuelta del domingo, según informaron las autoridades electorales el lunes.
Sandra Torres, de 67 años y quien fuera primera dama y es considerada abanderada del conservadurismo, lideraba con casi el 16 por ciento de los votos.
A pesar de obtener un porcentaje tan bajo de los votos, ya que muchos guatemaltecos dejaron sus boletas en blanco o emitieron votos nulos, Torres y Arévalo estuvieron en los primeros dos puestos y se enfrentarán en una segunda vuelta el 20 de agosto, ya que la mayoría de los guatemaltecos no votó, dejó su papeleta en blanco o la vició.
De hecho, el 24 por ciento de las boletas en blanco o anuladas fue mucho mayor que el total de votos de cualquiera de los candidatos. Además, el 40 por ciento de los votantes no participó en las elecciones del domingo, mientras que el 24 por ciento de las papeletas quedaron en blanco o fueron viciadas, lo que significa que casi dos terceras partes del electorado eligió no votar por ninguno de los candidatos.
El sorpresivo respaldo para Arévalo, además de la baja participación electoral, es muestra del alto nivel de decepción en el sistema político guatemalteco, comentaron los analistas electorales. El gobierno ha sido cuestionado por sus tácticas cada vez más autoritarias, que han estado dirigidas en contra de los medios de comunicación y han obligado a exiliarse a decenas de jueces y fiscales especializados en corrupción
“Estamos viendo cómo la población expresa cansancio con un sistema, con una forma de política y de gobierno”, dijo Edie Cux, director de Citizen Action, un grupo sin fines de lucro que formó parte de una alianza de supervisión del proceso electoral. “La población está exigiendo reformas”.
Dos de los candidatos del establishment que eran considerados como favoritos —Edmond Mulet, un exdiplomático, y Zury Ríos, hija de un exdictador condenado por genocidio— quedaron en el quinto y sexto lugar.
Previo a las votaciones del domingo, la autoridad nacional electoral había descalificado al menos a cuatro candidatos, entre ellos Carlos Pineda, un favorito temperamental que había inquietado a la clase política dominante, así como a Thelma Cabrera, una activista que intentaba unir a los votantes indígenas de Guatemala, que por mucho tiempo han sido marginados.
La campaña estuvo dominada por un puñado de temas recurrentes, entre ellos el aumento de la violencia delincuencial y los desafíos económicos en un país con una de las tasas más altas de pobreza y desigualdad en América Latina.
Torres, que quedó en segundo lugar en las dos elecciones presidenciales más recientes, ha prometido atacar la violencia con una estrategia que imita a la empleada en el vecino país de El Salvador a fin de derrotar a las pandillas.
Sin embargo, fue Arévalo, a menudo apodado Tío Bernie, e hijo de un presidente recordado con cariño por muchos guatemaltecos por haber creado el sistema de seguridad social en la década de 1940, quien al parecer salió de la nada para lograr suficiente apoyo y pasar a la segunda vuelta. El liderazgo de Semilla, su partido, está conformado en su mayoría por profesionales urbanos, como profesores universitarios, ingenieros y dueños de pequeñas empresas.
Loren Giordano, una diseñadora gráfica y emprendedora de 33 años en ciudad de Guatemala, dijo que había votado por Arévalo porque su partido promueve medidas que ella apoya, como la propuesta legislativa para gastar en la capacitación de oncólogos, equipo médico y medicamentos. Pero la medida no había sido aprobada.
Sin embargo, Giordano no confía en que el apoyo que Arévalo consiguió el domingo resulte en mejoras tangibles, incluso si gana la presidencia.
“Apoyo a Semilla y creo que sí quieren hacer un cambio, pero no creo que el sistema lo permita”, comentó previo a que se conocieran los resultados. “Parece utópico pensar que tendremos un candidato que no esté involucrado en corrupción y narcopolítica”.
Caracterizándose como un socialdemócrata progresista, Arévalo llamó la atención en su campaña hacia el legado de su padre, quien también fue conocido por promover la libertad de expresión y de prensa y por alentar a los trabajadores organizados a desempeñar un papel político en el país.
Arévalo nació en Montevideo, Uruguay, donde vivía su familia mientras su padre estaba en el exilio, luego de que su sucesor en la presidencia fuera derrocado en un golpe de Estado en 1954. Creció en distintas partes de América del Sur hasta los 15 años, cuando la familia regresó a Guatemala.
A pesar de su inesperado desempeño, Arévalo enfrenta una carrera cuesta arriba contra Torres en las próximas semanas. Ella tiene más reconocimiento y se apoya en su experiencia como primera dama, cuando fue el rostro de programas populares contra la pobreza, entre ellas las ayudas alimentarias y las transferencias de efectivo para las familias desfavorecidas.
Torres también puede contar con el apoyo de una clase dirigente poco dispuesta a alterar el statu quo, representada por el presidente Alejandro Giammattei, a quien la ley prohíbe presentarse a la reelección para un segundo mandato. Otros países de la región, entre los que destaca México, tienen leyes similares.
Durante el mandato de Giammattei, Guatemala ha pasado de ser un modelo regional por sus esfuerzos contra la corrupción a un país que, como varios de sus vecinos, ha socavado las normas democráticas.
Pero Arévalo también ha montado con habilidad una campaña insurgente, al mezclar el despliegue de memes con un posicionamiento serio en temas como la mejora de los servicios de salud pública. Ha dicho en repetidas ocasiones que contrataría a fiscales y jueces que se habían visto obligados a salir de Guatemala como asesores para que le ayuden a combatir la corrupción.
Algunas figuras prominentes del establishment cuestionaron los resultados de Arévalo, argumentando que tenían más que ver con otros factores que con su atractivo.
“Las encuestas no son creíbles”, escribió en Twitter Ricardo Méndez Ruiz, presidente de la Fundación Contra el Terrorismo, una organización de extrema derecha que ha buscado desacreditar a jueces y fiscales anticorrupción. “El resultado es responsabilidad de quienes incitaron al voto nulo. A ellos más que a sus votantes, tiene que darle las gracias Arévalo”.
Aun así, un país donde la fórmula electoral ganadora suele tener campañas con mucho financiamiento, tiempo significativo en los canales de televisión nacionales y la bendición de las élites económicas, Arévalo no tenía “nada de eso”, dijo Marielos Chang, politóloga de la Universidad del Valle en Ciudad de Guatemala.
“Nadie hubiera creído cuando comenzó la campaña presidencial hace tres meses que Bernardo Arévalo tendría suficientes votos para avanzar”, dijo.
Simon Romero es corresponsal nacional y cubre el Suroeste de Estados Unidos. Ha sido jefe de las corresponsalías del Times en Brasil, los Andes y corresponsal internacional de energía. @viaSimonRomero
Source: Elections - nytimes.com