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    Bolsonaro ataca el sistema de votación; hay inquietud de que intente seguir en el poder

    Los cuestionamientos del presidente de Brasil a las máquinas de votos de su país han generado comparaciones a la complicada elección de 2020 en Estados Unidos.RÍO DE JANEIRO — Ante la posibilidad de una derrota aplastante en las urnas el próximo año, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está movilizando a sus seguidores para una batalla existencial contra las máquinas de votación.Acosado por el devastador número de víctimas del coronavirus, una economía tambaleante y un rival en ascenso, el presidente ha lanzado un ataque a todo pulmón contra el sistema de votación electrónica en el que Brasil ha confiado durante 25 años. A menos que los electores consigan registrar su elección en boletas impresas, algo que el sistema actual no permite, Bolsonaro ha advertido que las elecciones de 2022 podrían suspenderse.“Una elección fuera de esos parámetros no es una elección”, dijo Bolsonaro a sus partidarios durante un mitin reciente en la ciudad sureña de Florianópolis, en el que convocó a su base de seguidores a prepararse para “luchar con todas las armas”.La posibilidad de un enfrentamiento desestabilizador el año próximo surgió el martes, cuando el gobierno de Bolsonaro organizó un desfile militar en el que tanques blindados circularon frente al Congreso horas antes de que los legisladores tuvieran que debatir un proyecto de ley que requeriría que las máquinas de votación electrónica impriman boletas de papel.El martes a última hora, la Cámara de Diputados de Brasil votó en contra de la propuesta.Sin embargo, la campaña para volver a un sistema de boletas de papel, una vieja obsesión de Bolsonaro, ha alarmado a los líderes del poder judicial, a los legisladores de la oposición y a los politólogos, que ven en sus estrategias los ingredientes de una perpetuación en el poder en la nación más grande de América Latina. Funcionarios electorales y expertos independientes dicen que el sistema de votación electrónica de Brasil, adoptado en 1996, tiene fuertes salvaguardas y un historial impecable.“Enturbiar el debate público con desinformación, mentiras, odio y teorías conspirativas es una conducta antidemocrática”, afirmó en un discurso reciente Luís Roberto Barroso, juez del Supremo Tribunal Federal (STF, por su sigla en portugués) y jefe del tribunal electoral de Brasil.Vehículos militares desfilaron cerca de afiches electorales a favor de Bolsonaro el martesVictor Moriyama para The New York TimesAludiendo al retroceso democrático en Turquía, Hungría, Nicaragua y Venezuela, Barroso dijo que se ha vuelto preocupantemente común que los líderes que llegan al poder a través de las urnas “desmantelen, ladrillo por ladrillo, los pilares de la democracia”.Los críticos temen que, al igual que el expresidente estadounidense Donald Trump convenció a muchos partidarios de que le habían robado la victoria en 2020, Bolsonaro esté sentando las bases para disputar una derrota electoral en octubre de 2022.Fernando Luiz Abrucio, politólogo de la Fundación Getúlio Vargas, dijo que ese escenario podría llevar a un caos mucho mayor en Brasil (donde la democracia apenas se restauró a fines de la década de 1980) que en Estados Unidos.“Si Bolsonaro pierde las elecciones, puede movilizar al ejército, la policía y las milicias”, dijo Abrucio. “El grado de violencia podría ser mucho mayor que el episodio del Capitolio de Estados Unidos”.La exhibición militar del martes desencadenó una serie de declaraciones de condena y memes.Vehículos militares desfilaron por el Congreso el martes.Victor Moriyama para The New York Times“Es inaceptable que las fuerzas armadas hayan permitido que su imagen sea utilizada de esta manera, para plantear la posibilidad del uso de la fuerza en apoyo a una medida antidemocrática golpista defendida por el presidente”, dijeron nueve partidos de la oposición en un comunicado.Bolsonaro comenzó a despotricar contra el sistema de votación hace varios años, cuando era un diputado marginal y ultraconservador con poco poder y visibilidad en la capital.En 2015, propuso una enmienda constitucional que exigía que las máquinas de votación electrónica imprimieran un registro de cada voto, el cual se depositaría en una urna. Bolsonaro argumentó entonces que la redundancia reduciría la “posibilidad de fraude a cero”.El Congreso aprobó la medida, pero el STF determinó que violaba la privacidad y la declaró inconstitucional, por lo que el sistema de votación permaneció sin cambios.El asunto desapareció del radar político hasta que Bolsonaro emergió como el candidato presidencial favorito tras la primera ronda de votación en las elecciones de octubre de 2018. En lugar de celebrar su triunfo, Bolsonaro sorprendió a la clase política al afirmar que le habían robado una victoria absoluta, lo que habría requerido ganar más del 50 por ciento de los votos.Incluso después de haber ganado las elecciones en 2018 con un margen de 10 puntos porcentuales, Bolsonaro siguió afirmando, sin presentar pruebas, que el sistema estaba amañado. Su intento para desacreditar la integridad del sistema electoral se ha vuelto más ruidosa y audaz en las últimas semanas, debido a que Bolsonaro ha caído en las encuestas en medio de la creciente exasperación por el manejo gubernamental de la pandemia de coronavirus.Una encuesta realizada a principios de agosto por la firma Poder Data muestra que uno de cada cinco votantes que apoyó a Bolsonaro en 2018 votaría ahora por su principal rival, el expresidente Luis Inácio Lula da Silva. En un enfrentamiento entre dos candidatos, Da Silva superaría al actual mandatario con un 52 por ciento de los votos contra un 32 por ciento para Bolsonaro, según el sondeo.Los sondeos indican que el expresidente Lula da Silva triunfaría en una contienda contra BolsonaroMiguel Schincariol/Agence France-Presse — Getty ImagesEl martes Da Silva acusó al presidente de utilizar el debate en torno al voto impreso para desviar la atención de su desempeño en materia de desempleo y pobreza, dos indicadores que han crecido durante la pandemia.“Bolsonaro debe prepararse para enfrentar este hecho: va a perder la elección”, dijo en un comunicado el expresidente Da Silva, presentando la posibilidad de que el titular del ejecutivo se rehúse a participar en las ceremonias de transferencia de mando.Los magistrados del STF se alarmaron ante los ataques de Bolsonaro contra el sistema de votación, que ha expuesto en largas entrevistas con periodistas conservadores y en videos que el presidente difunde en las redes sociales. A principios de este mes, el tribunal abrió investigaciones en torno a las afirmaciones del presidente sobre el fraude en las máquinas de votación.Filipe Barros, un legislador que apoya a Bolsonaro, dijo en una entrevista que las máquinas electrónicas podrían ser manipuladas y que las boletas de papel crearían un mecanismo para certificar de manera independiente el resultado registrado por las máquinas.“Es un riesgo para la democracia”, aseveró.Los expertos afirman que las máquinas de votación en Brasil, donde el voto es obligatorio, cuentan con medidas de seguridad sólidas. No están conectadas a internet, por lo que es prácticamente imposible hackearlas. La identidad de los votantes se verifica mediante un escáner biométrico que escanea la huella dactilar de la persona.Las máquinas de votación de Brasil, que son muy segurasEraldo Peres/Associated PressEl mes pasado, ocho ex procuradores generales emitieron un comunicado en el que calificaban de inconstitucionales los llamados para crear un sistema de sufragio en papel y argumentaban que el paso adicional ponía en riesgo el derecho al voto secreto. En Brasil, es la oficina del procurador general el que está a cargo de investigar los crímenes de índole electoral.Los expertos dicen que antes de que se adoptara el sistema actual, era común que los personeros políticos llevaran a los votantes a las urnas para verificar cómo habían marcado las boletas.“En ningún momento se ha cuestionado el sistema de votación actual, ni ha habido evidencia de que se haya manipulado alguna vez”, dijo Raquel Dodge, una de las signatarias de la carta. “El sistema electoral de Brasil está muy avanzado y creo que necesitamos que esto sea claro y transparente para los votantes brasileños y para el mundo”.El gobierno del presidente Joe Biden también se mostró a favor del sistema actual y Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, planteó el tema a Bolsonaro durante una reciente visita a Brasilia.Los funcionarios estadounidenses dijeron tener “una gran confianza en la capacidad de las instituciones brasileñas para llevar a cabo unas elecciones libres y justas con las debidas salvaguardas contra el fraude”, declaró el lunes a la prensa Juan González, director principal del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos para el Hemisferio Occidental. “Subrayamos la importancia de no minar la confianza en ese proceso”.Ernesto Londoño es el jefe de la corresponsalía de Brasil, con sede en Río de Janeiro. Antes fue escritor parte del Comité Editorial y, antes de unirse a The New York Times, era reportero en The Washington Post. @londonoe | Facebook More

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    Brazil's President Seeks to Discredit Electronic Voting

    President Jair Bolsonaro’s attacks on Brazil’s voting system as his standing in the polls slips is drawing comparisons to the messy 2020 election in the United States.RIO DE JANEIRO — Facing the prospect of a crushing defeat at the polls next year, President Jair Bolsonaro of Brazil is rousing supporters for an existential battle — against voting machines.Beleaguered by the devastating toll of the coronavirus, a sputtering economy and a surging rival, the president has launched a full-throated attack on the electronic voting system Brazil has relied on for 25 years. Unless voters get to record their choice on paper ballots, which the current system doesn’t allow, Mr. Bolsonaro has warned that the 2022 election could be suspended.“An election outside those parameters is not an election,” Mr. Bolsonaro told supporters during a recent rally in the southern state of Florianópolis, calling on his base to prepare to “fight with all the weapons.”The prospect of a destabilizing showdown next year loomed on Tuesday as Mr. Bolsonaro’s government organized a military parade in which armored tanks rumbled past Congress just hours before legislators were scheduled to debate a bill that would require electronic voting machines to print paper ballots.The lower house of Congress voted late Tuesday to reject the proposal.But the campaign for a return to a paper ballot system — a longtime obsession of Mr. Bolsonaro’s — has alarmed leaders in the judiciary, opposition lawmakers and political scientists, who see in his playbook the makings of a power grab in Latin America’s largest nation. Election officials and independent experts say Brazil’s electronic voting system, which was adopted in 1996, has strong safeguards and a stellar track record.“To defile the public debate with disinformation, lies, hatred and conspiracy theories is undemocratic conduct,” Luís Roberto Barroso, a Supreme Court justice and the head of Brazil’s electoral tribunal said in a recent speech.Military vehicles passed by election posters for Mr. Bolsonaro on Tuesday.Victor Moriyama for The New York TimesCiting democratic backsliding in Turkey, Hungary, Nicaragua and Venezuela, Justice Barroso said it has become alarmingly common for leaders who come to power through the ballot box to “deconstruct, brick by brick, the pillars of democracy.”Critics fear that much like President Donald J. Trump convinced many supporters that he was robbed of a victory in 2020, Mr. Bolsonaro is laying the groundwork to dispute an electoral loss in October 2022.Fernando Luiz Abrucio, a political scientist at the Getúlio Vargas Foundation, said that such a scenario could lead to far more mayhem in Brazil, where democracy was restored only in the late 1980s, than it did in the United States.“If he loses the election, he can mobilize the military forces, the police, the militias,” Mr. Abrucio said. “The degree of violence could be much greater than the episode in the U.S. Capitol.”The military display on Tuesday triggered a cascade of condemnation statements and memes.Military vehicles parading past Congress on Tuesday.Victor Moriyama for The New York Times“It’s unacceptable that the armed forces have allowed their image to be used in this manner, to raise the possibility of the use of force in support of a coup-minded antidemocratic measure defended by the president,” nine opposition parties said in a statement.Mr. Bolsonaro began railing against the voting system several years ago, when he was a fringe, ultraconservative member of Congress with little power or visibility in the capital.In 2015, he proposed a constitutional amendment requiring that electronic machines print a record of each vote, which would be deposited in a ballot box. Mr. Bolsonaro argued at the time that the redundancy would reduce the “chance of fraud to zero.”Congress approved the measure, but the Supreme Court said it violated privacy and ruled it unconstitutional, which meant the voting system remained unchanged.The matter faded from the political radar until Mr. Bolsonaro emerged as the presidential front-runner following the first round of voting in the October 2018 election. Instead of celebrating his triumph, Mr. Bolsonaro stunned the political establishment by claiming that he had been robbed of an outright victory, which would have required winning more than 50 percent of votes.Even after he won the election in 2018 with a 10 percentage point margin, Mr. Bolsonaro continued to claim, without presenting evidence, that the system was rigged. His quest to discredit the integrity of the election system has become louder and more audacious in recent weeks as Mr. Bolsonaro’s standing in the polls has slipped amid growing exasperation over the government’s handling of the coronavirus pandemic.A poll conducted in early August by the firm Poder Data shows that one in every five voters who supported Mr. Bolsonaro in 2018 would now vote for his main rival, former President Luis Inácio Lula da Silva. In a two-candidate matchup, Mr. da Silva would trounce the incumbent 52 percent to 32 percent, according to the poll.Polls project that the former President Luis Inácio Lula da Silva would win in an election against Mr. Bolsonaro.Miguel Schincariol/Agence France-Presse — Getty ImagesMr. da Silva on Tuesday accused the president of using the printed vote debate to divert attention from his track record on unemployment and poverty, which have grown during the pandemic.“Bolsonaro must be ready to face this fact: He is going to lose the election,” Mr. da Silva said in a statement, raising the prospect that the incumbent will refuse to participate in the traditional transfer of power rituals. Supreme Court justices have reacted with alarm to Mr. Bolsonaro’s attacks against the voting system, which have played out in lengthy interviews by conservative journalists and in the videos the president broadcasts on social media. Earlier this month, the court opened investigations into the president’s claims about voting machine fraud.Filipe Barros, a lawmaker who supports Mr. Bolsonaro, said in an interview that electronic machines could be tampered with and that paper ballots would create a mechanism to independently certify the outcome recorded by machines.“It’s a risk to democracy,” he said.Experts say the voting machines in Brazil, where voting is compulsory, have robust security measures. They are not connected to the internet, which makes them all but impossible to hack. The identity of voters is verified by a biometric scanner that scans a person’s fingerprint.Brazil’s electronic voting machines are highly secure.Eraldo Peres/Associated PressLast month eight former attorneys general issued a statement calling efforts to create a paper ballot system unconstitutional, arguing that the added step would compromise the right to vote secretly. In Brazil, the attorney general’s office is in charge of investigating electoral crimes.Before the current system was adopted, experts say, it was common for political power brokers to take people to the polls and verify how they filled out ballots.“At no time has the current voting system been called into question, nor has there been any evidence that it has ever been tampered with,” said Raquel Dodge, a former attorney general who was among the signatories of the letter. “Brazil’s electoral system is very advanced, and I believe we need to make this clear and transparent to Brazilian voters and the world.”President Biden’s administration has also demonstrated its support for the current system, with Jake Sullivan, Mr. Biden’s national security adviser, raising the topic with Mr. Bolsonaro during a recent visit to Brasília.American officials conveyed “great confidence in the ability of the Brazilian institutions to carry out a free and fair election with proper safeguards in place against fraud,” Juan González, the senior director for the Western Hemisphere at the National Security Council told reporters on Monday. “We stressed the importance of not undermining confidence in that process.” More

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    ¿Qué es alta política? Vacunar a todos

    Las vacunaciones en América Latina han sido un desastre, producto de problemas de infraestructura y una dirigencia demasiado ocupada en su subsistencia. ¿Pedimos demasiado si reclamamos hacer lo correcto?Hace unos días escuché conversar a dos mujeres en Barcelona mientras esperaban por su vacuna contra la covid. Una se quejaba del manejo de la pandemia con una amargura ecuménica: no importa si eres catalanista o estás a favor del gobierno central, decía, necesitas dar señales claras. Debe haber un mando único, aseguraba. La amiga asentía y al final soltó la perla: “Así debe ser, pero no puedes derramar vino de un cazo vacío”.Europa aun tienen dificultades para probar que la vacunación puede ser veloz cuando poco más del 4 por ciento de la población continental ha recibido un pinchazo en el brazo. Pensaba en eso —y en las señoras del cazo vacío— cuando revisaba las cifras de vacunación en América Latina. Excluido Chile —donde aproximadamente el 20 por ciento de la población está vacunada y se anuncia inmunidad de rebaño tan temprano como en junio—, el resto de la región no ha inyectado, en promedio, ni al uno por ciento de sus ciudadanos.América Latina no ha sido inmune a la degradación creciente de la política, con dirigencias obsesivamente ocupadas en la próxima elección —o en la perpetuidad— y en peleas menores entre gobiernos y oposiciones mientras pobreza, corrupción, atraso y, ahora, miles de muertes parecen suceder en un universo paralelo. Es ciertamente enervante que la escala de prioridades parezca al revés o, peor, inexistente.Estos son momentos de alta política, y alta política ahora es vacunar pronto a todo el mundo. Los míos, los tuyos, los ajenos. Ricos, pobres. Tener que escribir esto es increíble, porque es evidente, pero vamos: no hay mejor política de Estado que superar la facción y trabajar para todos. Cuando se trata de salud pública en una pandemia, la ideología es una: socializas beneficios.Y, sin embargo, muchos mandatarios y gobiernos parecen más preocupados en ganar las próximas elecciones. El ciclo electoral inició en 2021 con Ecuador y en los últimos meses votaron El Salvador y Bolivia. Este año habrá presidenciales en Perú, Nicaragua, Chile, Honduras, legislativas en México y Argentina y municipales en Paraguay. Toda la región parece en campaña electoral y la pandemia ha resultado una magnífica oportunidad propagandística. Pero las contiendas y las disputas políticas debieran ser secundarias cuando es preciso detener las muertes actuales y evitar la expansión del virus con vacunas. Pronto, sin improvisar y sin opacidad.Es imperdonable que los políticos privilegien sus disputas por encima de las necesidades de las mayorías. Y no es que no deban defender sus intereses sino que la escala de prioridades no admite discusión: la demanda de la facción no puede moralmente anteponerse a la necesidad general. No puede ser votos o muertos.Los problemas son mayores. En toda la región, el déficit de insumos y equipamiento ha sido democráticamente lamentable. Y las imágenes son desastrosas: hospitales desbordados de Perú y Ecuador, falta de información y hasta represión en Nicaragua y Venezuela, un colapso anunciado en Brasil y México es el tercer país con mayor número de muertes del mundo.A los errores de la gestión de la pandemia, se suman décadas de mala gobernanza. Mientras los gobiernos de Corea, Taiwán y Japón implementaron un rastreo minucioso de casos; en muchas ciudades principales de América Latina no hay siquiera padrones digitalizados de la ciudadanía ni bases de datos centralizadas. Unos 34 millones de latinoamericanos no tienen documentos de identificación, lo que significa que ni siquiera figuran en un registro civil. El sistema tiene ineficiencias que preceden a casi todos los gobiernos actuales. Por eso cuando llega una crisis, encuentras enfermeras malpagadas y agotadas atendiendo enfermos envueltas en bolsas de basura pues carecen de equipos. Y observas que algunos gobiernos no se agenciaron suficientes vacunas por incapacidades burocráticas e imprevisión administrativa.De acuerdo, todo esto podría ser achacable al desguace estructural de la salud pública, pero estamos en otro juego cuando episodios de abuso y amiguismo o las agendas políticas de quienes ahora están al mando se interponen entre la vida y la muerte de la población. Si nuestros dirigentes se emplean más en sus guerritas de baja intensidad para acumular poder mientras sus ciudadanos mueren, son miserables.La inversión de prioridades sucede en casi toda la región. Jair Bolsonaro —que cambió cuatro veces de ministro de Salud— entiende la pandemia como un problema personal: entorpeció su deseo de manejar Brasil a placer. Andrés Manuel López Obrador pasa más tiempo empeñado en defender la Cuarta Transformación rumbo a las elecciones legislativas que podrían darle una mayoría absoluta en el Congreso que creando planes de rescate económico a los habitantes de México. En Argentina, el proceso de vacunación está sembrado de dudas: ¿sería tan veloz si el gobierno de Alberto Fernández no tuviera una elección intermedia por ganar? Tampoco en El Salvador, Nicaragua o Venezuela ha habido la integridad de separar el rol funcionarial de la propaganda.En el fondo, la manera en que vacunamos habla de lo que creemos y somos capaces. En Argentina, por ejemplo, una líder opositora sugirió que debiera permitirse a los privados vender dosis y enviar a quien no tiene dinero a la seguridad social o a pedir subsidios. La idea es un absurdo cuando la mayoría de los procesos exitosos de vacunación —y de gestión de la pandemia en las fases críticas— son públicos y centralizados. La evidencia sugiere que una campaña veloz y masiva requiere del Estado a cargo con apoyo de voluntarios de la sociedad civil.El Estado es un elefante —fofo o hambreado— y precisa gimnasia. Por eso es relevante el factor humano para moverlo. Esto es, aun cuando hay infraestructura y enfrentas una crisis de salud pública, la inteligencia de gestión y la capacidad burocrática son capitales. Pero si quienes dirigen lanzan señales equívocas o son cínicos incapaces de hacer alta política, los resultados no pueden ser más que letales. América Latina es ya la región del mundo con más muertos por habitante.Si la opinión pública sabe que las infraestructuras son buenas y sus dirigentes dan el ejemplo, no tendrá una repentina crisis de desconfianza. Las infraestructuras deben soportar; los funcionarios, funcionar.¿Hay sustancia, entonces, o deberemos convencernos de que pedimos vino a una clase política que es un cazo vacío?Diego Fonseca (@DiegoFonsecaDF) es colaborador regular de The New York Times y director del Seminario Iberoamericano de Periodismo Emprendedor en CIDE-México y del Institute for Socratic Dialogue de Barcelona. Voyeur es su último libro. More

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    La oposición brasileña necesita unirse para acabar con Bolsonaro

    AdvertisementContinue reading the main storyOpiniónSupported byContinue reading the main storyComentarioLa oposición brasileña necesita unirse para acabar con BolsonaroLas elecciones municipales de Brasil fueron una dura derrota para el presidente, pero una oposición dividida podría favorecerlo.El presidente de Brasil, Jair BolsonaroCredit…Ueslei Marcelino/ReutersEs periodista y narrador.21 de diciembre de 2020BARCELONA, España — El gran derrotado en las elecciones municipales de noviembre en Brasil fue el presidente Jair Bolsonaro. La mayoría de sus candidatos perdió y sus resultados en São Paulo y Río de Janeiro fueron humillantes. Aunque conserva parte del apoyo popular —del 35 al 37 por ciento—, su respaldo electoral se redujo al de cuando era solo un diputado gritón y maleducado al que nadie tomaba en serio.Pero su derrota no significó un triunfo de la izquierda, que recuperó poco espacio y solo gobernará una capital, Belém (Pará). Fue la derecha de antes —de cuando ser “de derecha” no incluía ser antivacunas ni defender la tortura— que salió victoriosa, porque reconquistó votos perdidos y atrajo a electores del centro con candidatos moderados, contrarios al extremismo del presidente.Aunque las elecciones municipales tengan su dinámica propia, con factores locales, muestran tendencias que anticipan un cuadro complejo para las presidenciales de 2022. Si bien Bolsonaro sufrió una clara derrota, no hay una oposición fuerte. El voto en su contra está dividido entre una izquierda aún golpeada y fragmentada —pero con capacidad de movilización— y una derecha sin un proyecto claro y aún atada a polarizaciones del pasado. Si ambos grupos votaran a un mismo candidato en dos años, podrían vencer.Hay dos futuros posibles para Brasil: Bolsonaro podrá ser recordado como una breve anomalía histórica que dejó un desastre (más de 186.000 muertos por el coronavirus, la Amazonía amenazada, la democracia moribunda y una sociedad enfrentada por una política de odio), pero que al final fue superada; o bien como el inicio de una transformación sistémica que terminó por erosionar la democracia y la modernidad en Brasil. Para evitar esto último, los demócratas de todo el arco político deben buscar juntos la salida del infierno, como hicieron los chilenos en los noventa frente al dictador Augusto Pinochet.El golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, en 2016, y la posterior persecución y encarcelamiento político de Luiz Inácio Lula da Silva son una herida abierta entre izquierda y derecha, pero algún entendimiento será necesario. Sin renunciar a la disputa ideológica, ambos bloques podrían trazar una línea roja contra el fascismo.Para ello, por un lado, la izquierda debería abandonar su guerra de egos, modernizarse y volver a dialogar fuera de su burbuja. Por otro lado, los sectores democráticos de la derecha y la centroderecha deberían alejarse de quienes, en sus filas y en el mal llamado “centrão” (partidos clientelistas cuyo peso en el Congreso les permite negociar cargos y prebendas), prefieren ser socios menores de un presidente autoritario.Hay antecedentes que Brasil podría observar. A finales de los ochenta, la oposición a la dictadura militar en Chile logró unir a partidos de izquierda, centro y derecha comprometidos con la democracia. Esa peculiar alianza derrotó al dictador en el referéndum de 1988 y ganó en 1989 las primeras elecciones presidenciales libres desde el golpe de 1973.Si en Brasil no fuese posible una concertación a la chilena, al menos debería haber un compromiso para enfrentar en relativa alianza a Bolsonaro y apoyar a quien llegue a la segunda vuelta para derrotarlo en 2022.Hay un cambio de tendencia que favorece esa posibilidad. En 2018, el desconocido Wilson Witzel fue electo gobernador de Río de Janeiro con una victoria aplastante gracias al apoyo público de los hijos de Bolsonaro (luego fue apartado del cargo por denuncias de corrupción). En uno de sus actos de campaña, mientras Witzel levantaba el puño, un candidato vestido con una remera de Bolsonaro mostró una placa rota con el nombre de Marielle Franco, concejala de izquierda asesinada a tiros por sicarios de una mafia con vínculos a la familia del presidente. Entonces, la “ola” de la extrema derecha era tan fuerte que ese candidato fue el legislador más votado del estado.Pero esa ola ya no tiene la misma fuerza. Bolsonaro publicó en Twitter una lista de sus apadrinados para estas elecciones municipales. Aunque luego borró el tuit, la derrota era evidente: de los 13 candidatos a alcalde que apoyaba, 11 perdieron.Hay que prestar atención a las dos grandes capitales. En São Paulo, el candidato del presidente, Celso Russomanno, apenas obtuvo el 10,5 por ciento de los votos. En una segunda vuelta que pareció un retorno a la normalidad, un candidato de izquierda, Guilherme Boulos, y un liberal de centroderecha, Bruno Covas, se enfrentaron de forma civilizada, y cuando Covas venció dijo que “es posible hacer política sin odio”.En Río de Janeiro, el candidato que Bolsonaro respaldó, el actual alcalde, Marcelo Crivella (pastor homofóbico y sobrino del dueño de la Iglesia Universal del Reino de Dios), fue humillado en las urnas. Su adversario en la segunda vuelta, Eduardo Paes, recibió el apoyo del electorado de izquierda pese a ser de centroderecha y ganó en todos los barrios.Bruno Covas celebra su victoria en las elecciones municipales de Brasil, en donde ganó la reelección a la alcaldía de São Paulo.Credit…Amanda Perobelli/ReutersEduardo Paes vota durante las elecciones de noviembre, en donde obtuvo la victoria para ser el alcalde de Río de Janeiro.Credit…Sergio Moraes/ReutersCovas, Paes y otros vencedores se diferencian, por su moderación, de sus propios partidos, que en los últimos años se acercaron peligrosamente a la extrema derecha. El éxito de los candidatos moderados parece ser la lección de estas elecciones para la derecha.Antes del balotaje presidencial de 2018, que concluyó con la victoria de Bolsonaro, el diario Estado de S. Paulo afirmó en un editorial que elegir entre Fernando Haddad (del partido de Lula) y Jair Bolsonaro era “muy difícil”. De un lado, estaba Haddad, un político sin antecedentes de corrupción, profesor universitario, con buenas gestiones como alcalde y ministro. Del otro, Bolsonaro, un militar retirado que reivindicaba la dictadura, amenazaba a sus adversarios y hacía campaña con mentiras. Pero dos años después, la elección no parece tan difícil. Los resultados de la gestión de Bolsonaro confirman lo falsa que era esa simetría. Solo en las últimas semanas, el presidente brasileño ha realizado una campaña contra las vacunas en plena pandemia de la COVID-19, en el segundo país del mundo con más muertes.La situación de Brasil no es normal y hace falta responsabilidad histórica.En 2022, en la primera o la segunda vuelta, todos los demócratas deben unirse para impedir la reelección del peor presidente de su historia, aunque eso signifique hacer acuerdos con adversarios de toda la vida. Será imprescindible para que la pesadilla Bolsonaro acabe para siempre.Bruno Bimbi es periodista y narrador. Ha escrito los libros Matrimonio igualitario y El fin del armario. Vivió diez años en Brasil y fue corresponsal para la televisión argentina.AdvertisementContinue reading the main story More