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    Lula versus Bolsonaro: lo que hay que saber sobre las elecciones de Brasil

    Jair Bolsonaro ha puesto en duda la integridad de las elecciones del domingo y en los sondeos va por detrás de Luis Inácio Lula da Silva, quien estuvo en prisión por un escándalo de corrupción.Los brasileños irán a las urnas el domingo en una votación que ha polarizado al país y que se espera tenga como consecuencia un nuevo presidente. El elegido estará obligado a lidiar con una crisis económica, el aumento en la deforestación de la Amazonía y las dudas persistentes por la salud de la mayor democracia latinoamericana.La elección sucede en un momento clave para Brasil, en el que el aumento en los precios de alimento y combustible, así como una dolorosa desaceleración económica han dificultado la vida de muchos brasileños. En el país de 217 millones de habitantes, unas 33 millones de personas pasan hambre y la pobreza extrema ha aumentado, dando marcha atrás a décadas de avances sociales y económicos.También hay grandes preocupaciones ambientales y del clima. La deforestación en la Amazonía está en niveles que no se habían visto en 15 años y el titular de ultraderecha, Jair Bolsonaro, quien considera que la selva debe abrirse a la minería, la agricultura y la ganadería y quien ha debilitado las protecciones ambientales. La destrucción amazónica —y sus efectos en los esfuerzos para evitar una crisis climática— han convertido a Brasil en un paria mundial.¿Quiénes son los candidatos?La elección es un duelo entre Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva, un expresidente de izquierda que gobernó de 2003 a 2010. Da Silva fue encarcelado en 2018 por cargos de corrupción, pero su condena fue posteriormente anulada después de que el Supremo Tribunal Federal dictaminara que el juez del caso era parcial.Los votantes buscan dilucidar cómo es que los dos principales candidatos planean abordar distintos desafíos y devolver a Brasil al camino del crecimiento.Otros nueve candidatos, entre ellos Ciro Gomes, un exgobernador y una senadora, Simone Tebet, también participan en la contienda, pero todos cuentan con menos del 10 por ciento de apoyo. El domingo, los brasileños también votarán para elegir gobernadores, senadores y representantes en las legislaturas estatales y federal.¿Qué propone Bolsonaro?Bolsonaro ha prometido a las familias necesitadas que les dará 113 dólares mensuales en efectivo, ampliando así una política temporal que se creó inicialmente para mitigar las penurias de la pandemia.La continuación del programa, que replanteó y remplazó un programa similar pero menos generoso implementado en el gobierno de Da Silva, se supone que es para “reducir la pobreza y contribuir al crecimiento económico sostenible”, según el plan oficial de Bolsonaro.El titular de extrema derecha también promete crear empleos a través de la eliminación de restricciones burocráticas, los recortes fiscales y la inversión en tecnología. En un gesto dirigido a los inversores, que lo apoyaron masivamente en 2018, Bolsonaro promete mantener su enfoque de libre mercado y mantener la deuda pública a raya. Bolsonaro ha gastado considerablemente en prestaciones sociales y apoyos para el combustible previo a las elecciones luego de impulsar la eliminación temporal de límites al gasto público.El presidente Jair Bolsonaro durante un mitin la semana pasada en São PauloVictor Moriyama para The New York TimesBolsonaro, haciendo eco de la retórica de línea dura que le ganó el apoyo de los ultraconservadores y votantes evangélicos hace cuatro años, también promete defender a “la familia” al oponerse al aborto legal y la educación en materia de género en las escuelas.Como defensor de la privatización, planea reducir “el papel del Estado en la economía” y vender las empresas estatales como Petrobras, la empresa de energía.Pero Bolsonaro también defiende la expansión a gran escala de la minería y la agricultura, si bien indica que el crecimiento debe considerar “la sustentabilidad económica, social y ambiental”.Promete combatir con mayor agresividad los crímenes ambientales, pero cuestiona los datos que muestran un aumento agudo de la deforestación durante su presidencia y sostiene que Brasil tiene derecho al “uso sustentable de sus recursos naturales”.Bolsonaro también ha dicho que ampliará las políticas de mano dura contra el crimen y promete extender aún más el acceso a las armas de fuego, una medida a la que atribuye la disminución los crímenes violentos en el país. “La legítima defensa es un derecho fundamental”, dice el candidato.¿En qué consiste la plataforma de Da Silva?Da Silva presidió una época dorada de crecimiento en sus dos periodos. En ese entonces, un auge de las materias primas convirtió a Brasil en una historia de éxito a nivel mundial. Promete devolver al país a esos días de gloria.El candidato de izquierda promete aumentar los impuestos a los ricos e impulsar el gasto público, “poniendo al pueblo en el presupuesto”. Sus planes incluyen una serie de programas sociales, como un vale mensual de 113 dólares que compite con el propuesto por Bolsonaro. Las familias pobres con niños recibirán otros 28 dólares mensuales por cada niño menor de 6 años.Da Silva también ha prometido ajustar el salario mínimo mensual de Brasil según la inflación y revivir un plan de vivienda para los pobres y al mismo tiempo garantizar la seguridad alimentaria para las personas que pasan hambre.El expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva aventaja a Bolsonaro en las encuestas.Victor Moriyama para The New York TimesComo exlíder sindical, Da Silva planea revitalizar el crecimiento y “crear trabajo y oportunidades de empleo” al gastar en infraestructura, un guiño a su estrategia anterior. Pero también planea invertir en una “economía verde”, al advertir que Brasil debe adoptar sistemas energéticos y alimentarios más sostenibles.En respuesta a las afirmaciones sin fundamento de Bolsonaro de un posible fraude con las máquinas de votación, Da Silva dice que va a “defender a la democracia” y el sistema electoral brasileño.Sobre la Amazonía, el candidato de izquierda ha insinuado que se enfrentará a los crímenes ambientales perpetrados por milicias, invasores de tierras, leñadores y otros. “Nuestro compromiso es luchar sin descanso contra la deforestación ilegal y promover la deforestación cero”, ha dicho.¿Cómo funciona el sistema electoral?Los brasileños emitirán su voto en máquinas electrónicas, un sistema que opera hace más de 20 años y que ha sido protagonista de las afirmaciones de Bolsonaro de que existe el riesgo de que se amañe la elección.En julio, llamó a los diplomáticos extranjeros al palacio presidencial para mostrar sus pruebas, que resultaron ser noticias de hace años sobre un hackeo que no puso en riesgo las máquinas de votación. También ha reclutado a los militares de Brasil en su batalla contra las autoridades electorales, lo que suscitó temores de que las fuerzas armadas pudieran apoyar cualquier esfuerzo de aferrarse al poder.El miércoles por la noche, el partido político de Bolsonaro emitió un documento que aseguraba, sin aportar pruebas, que un grupo de empleados de gobierno y contratistas tenían el “poder absoluto de manipular los resultados electorales sin dejar huella”.Inspectores del Tribunal Superior Electoral realizan las pruebas finales de las máquinas de votación electrónica en São Paulo.Victor Moriyama para The New York TimesEse fue uno de los ataques más significativos contra el sistema electoral de Brasil hasta el momento. El partido dijo que había llegado a esa conclusión tras una auditoría del sistema electoral que había encargado en julio y que emitía ahora la información debido a que los funcionarios electorales no habían tomado medidas suficientes.La autoridad electoral de Brasil respondió de inmediato el miércoles. Las conclusiones del documento son “falsas y deshonestas y no tienen respaldo en la realidad” y constituyen “un intento claro de obstaculizar y trastornar el curso natural del proceso electoral”, indicó la agencia en un comunicado. El Tribunal Superior dijo que ahora investiga al partido del presidente por haber difundido el documento.Votar es obligatorio en Brasil y, en 2018, la participación en la primera ronda de las elecciones fue casi del 80 por ciento.El domingo, la autoridad electoral empezará a emitir resultados al cerrar las casillas a las 5 p.m., hora de Brasilia, y el conteo final se anuncia unas horas después.Si ningún candidato supera el 50 por ciento de los votos el domingo, se llevará a cabo una segunda vuelta el 30 de octubre. Una vez elegido, el nuevo presidente asumirá el poder el 1 de enero. More

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    If Bolsonaro Loses Brazil’s Election, Will He Respect the Result?

    SÃO PAULO, Brazil — “If it’s God’s will, I will continue,” Jair Bolsonaro said in mid-September. “If it’s not, I’ll take off the presidential sash and I will retire.”It feels too good to be true. After all, Mr. Bolsonaro has spent much of the year casting doubt on the electoral process and seemingly preparing the ground to reject the results. The military, ominously, wants to conduct a parallel counting of the votes. Menace hangs in the air: 67 percent of Brazilians fear political violence, and some may not risk voting at all (a big deal in a country where voting is mandatory). Talk of a coup is everywhere.Amid this uncertainty, there’s one fact to cling to: Luiz Inácio Lula da Silva, Brazil’s leftist former president, leads in the polls, with 50 percent of intended votes to Mr. Bolsonaro’s 36 percent. Four years after he was expelled from the political scene, on corruption and money laundering charges later shown to be at best procedurally dubious and at worst politically motivated, Mr. da Silva is back to complete the job. On all available evidence, he is poised to win: if not outright on Sunday, by taking more than 50 percent, then on the election’s second round, on Oct. 30.We Brazilians are holding our breath. The next few weeks could end a dark period, overseen by one of the worst leaders in our history, or they could usher us even further into catastrophe and despair. It’s all a bit much to take in. I’ve personally decided to spend more time sleeping and cleaning the house — the drapes have never been so white (they were originally beige). Yet no matter how much I distract myself, nothing can relieve me from the apprehension that something may go terribly wrong.On the surface, things seem calm. An outsider walking through the streets would not get the impression that a presidential election is about to be held. Looking out the window, I notice that the Brazilian flags — which have come to represent support for Mr. Bolsonaro — have been removed from the neighboring facades. An ambiguous sign: It could be a pre-emptive response to defeat, or the calm before the storm. There’s not even much talk among friends and family concerning the election; the lines were drawn in 2018 and have not moved much since then.Yet for all the social polarization, there is still enormous support for democracy here: 75 percent of citizens think it is better than any other form of government. Right from the beginning, Mr. da Silva has been trying to exploit that common feeling and open up a broad front against Mr. Bolsonaro. He picked a former adversary from the center-right, Geraldo Alckmin, as his running mate; assiduously courted business leaders; and secured endorsements from prominent centrists. In this comradely atmosphere, supporters of the center-left candidate, Ciro Gomes, currently about 6 percent in polls, may even throw their votes behind the former president. If that happens, Mr. Bolsonaro will surely be beaten.That glorious prospect does little to dispel the anxiety enveloping the country. It’s physically impossible not to dwell on what might happen. The possibilities are terrifying: The polls might be wrong, and Mr. Bolsonaro could win. The polls might be right, and Mr. Bolsonaro could refuse to concede defeat, and even initiate a coup. Each day now seems to be the length of a day on Venus — around 5,832 hours — to go by the agitation of my Twitter feed.There’s simply too much at stake. For one, there’s the democratic process itself, which has been put through the wringer by Mr. Bolsonaro. For another, there’s the future of our judiciary. Just next year, there will be two vacant seats on the Supreme Court, out of a total of 11 seats. If in power, Mr. Bolsonaro would surely seize the chance to make pick hard-right justices as he did with his last two appointees. A Trump-style remaking of the judiciary could be coming down the line.Then there’s the environment. So far this year, more forest fires have been recorded in the Brazilian Amazon than in all of 2021, which was already catastrophic enough. Since the start of September, dense plumes of smoke have covered several Brazilian states. Under Mr. Bolsonaro’s administration, deforestation has increased, environmental agencies have been dismantled and Indigenous deaths have risen. Reversing these disastrous environmental policies could not be more urgent.What’s more, a new government could address the appalling fate of the 33 million people living in a state of food deprivation and hunger — to say nothing of the 62.9 million people (or 29 percent of the population) living below the poverty line. It could also draw down the number of firearms on our streets, which, under Mr. Bolsonaro’s watch, has reached the troublingly high figure of 1.9 million. And, at last, Brazilians might begin to heal from the trauma of 685,000 Covid-19 deaths.But before all that, there’s a necessary first step: pushing Jair Bolsonaro into retirement. Then we can begin to breathe again.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram. More

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    Os brasileiros estão prendendo a respiração

    SÃO PAULO, Brasil — “Se essa for a vontade de Deus, eu continuo”, disse Jair Bolsonaro em meados de setembro. “Se não for, a gente passa a faixa e eu vou me recolher.”Parece bom demais para ser verdade. Afinal, Bolsonaro passou boa parte do ano lançando dúvidas sobre o processo eleitoral e aparentemente preparando o terreno para rejeitar o resultado. Os militares, de forma alarmante, querem conduzir uma contagem paralela dos votos. A ameaça paira no ar: 67% dos brasileiros temem a violência política, e alguns até podem nem se arriscar a ir votar (uma questão importante em um país onde o voto é obrigatório). Rumores de golpe estão por toda parte.Em meio a essa incerteza, há um fato em que se agarrar: Luiz Inácio Lula da Silva, o ex-presidente brasileiro de esquerda, lidera as pesquisas, com 50% das intenções de votos válidos contra 36% para Bolsonaro. Quatro anos depois que ele foi afastado da cena política após acusações de corrupção e lavagem de dinheiro, acusações que posteriormente se revelaram, na melhor das hipóteses, procedimentalmente duvidosas e, na pior, politicamente motivadas, Lula está de volta para concluir o trabalho. A julgar pelas evidências disponíveis, ele está prestes a vencer: se não diretamente no domingo, obtendo mais de 50% dos votos válidos, então no segundo turno, no dia 30 de outubro.Nós, brasileiros, estamos prendendo a respiração. As próximas semanas podem encerrar um período tétrico, conduzido por um dos piores líderes da nossa história, ou podem nos afundar ainda mais na catástrofe e no desespero. Tudo isso me parece um pouco demais para absorver. Eu pessoalmente decidi passar mais tempo dormindo e limpando a casa — as cortinas nunca foram tão brancas. (E são originalmente beges.) E ainda assim, não importa o quanto eu tente me distrair, nada é capaz de atenuar o meu temor de que algo pode dar terrivelmente errado.Na superfície, as coisas parecem estar calmas. Um forasteiro andando pelas ruas não teria a impressão de que uma eleição presidencial está prestes a acontecer. Olhando pela janela, percebo que as bandeiras do Brasil — que acabaram por representar um apoio a Bolsonaro — foram retiradas das fachadas dos vizinhos. Um sinal ambíguo: pode ter sido uma reação preventiva à derrota ou a calmaria antes da tempestade. Não há muita conversa entre amigos e familiares sobre as eleições; as linhas foram demarcadas em 2018 e não se moveram muito desde então.E a despeito de toda a polarização social, ainda há um enorme apoio à democracia por aqui: 75% dos cidadãos acham que ela é melhor do que qualquer outra forma de governo. Desde o início, Lula tentou explorar esse sentimento comum e abrir uma frente ampla contra Bolsonaro. Ele escolheu um antigo adversário da centro-direita, Geraldo Alckmin, como seu vice-presidente; cortejou assiduamente empresários; e assegurou o apoio de centristas proeminentes. Nessa atmosfera amistosa, apoiadores do candidato de centro-esquerda Ciro Gomes, que tem atualmente cerca de 6% nas pesquisas, podem até dar seus votos para o ex-presidente. Se isso ocorrer, Bolsonaro certamente será derrotado.Essa gloriosa perspectiva faz pouco para dissipar a ansiedade que envolve o país. É fisicamente impossível não se deter no que pode acontecer. As possibilidades são aterrorizantes: as pesquisas podem estar erradas e Bolsonaro pode vencer. As pesquisas podem estar certas e Bolsonaro pode recusar-se a conceder a derrota, e até mesmo iniciar um golpe. Cada dia agora parece ter a duração de um dia em Vênus — em torno de 5.832 horas — a julgar pela agitação no meu feed do Twitter.Há simplesmente muita coisa em jogo. De um lado, há o processo democrático em si, que tem sido posto à prova por Bolsonaro. De outro, há o futuro do nosso Judiciário. Só no próximo ano, teremos duas cadeiras vagas no Supremo Tribunal Federal, de um total de onze. Se estiver no poder, Bolsonaro certamente aproveitará a chance para escolher ministros da linha-dura conservadora, como fez com suas duas últimas indicações. Uma remodelagem do Judiciário à moda de Trump pode estar a caminho.E há o meio ambiente. Até o momento, este ano, mais incêndios florestais foram registrados na Amazônia brasileira do que em todo o ano de 2021, que já tinha sido catastrófico. Desde o início de setembro, nuvens densas de fumaça cobriram inúmeros estados brasileiros. Sob a administração de Bolsonaro, o desmatamento cresceu, as agências regulatórias foram desmanteladas e as mortes de indígenas aumentaram. Reverter essas desastrosas políticas ambientais não poderia ser mais urgente.Além disso, um novo governo poderia enfrentar o terrível destino das 33 milhões de pessoas vivendo em um estado de fome e insegurança alimentar — isso para não mencionar os 62,9 milhões de pessoas (ou 29% da população) que se encontram abaixo da linha da pobreza. Também poderia reduzir a quantidade de armas de fogo em circulação, que, sob os auspícios de Bolsonaro, atingiu a cifra perturbadora de 1,9 milhão. Por último, os brasileiros talvez comecem a se recuperar do trauma de 685 mil mortes por Covid-19.Mas, antes de tudo isso, há um necessário primeiro passo: conduzir Jair Bolsonaro à aposentadoria. Então nós poderemos começar a respirar de novo.Vanessa Barbara é a editora do sítio literário A Hortaliça, autora de dois romances e dois livros de não-ficção em português, e escritora de opinião do The New York Times. More

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    ¿La policía de Brasil apoyaría un golpe de Estado a favor de Bolsonaro?

    Si las elecciones del domingo provocan disturbios masivos, se llamaría a la policía militar del país a restaurar el orden, dándole un tremendo poder para incidir en los resultados.El domingo, los brasileños acuden a las urnas para elegir a su próximo presidente. Pero desde hace meses, la cuestión que se plantea en el país no es quién ganará, sino si Jair Bolsonaro, el actual líder del país, intentará dar un golpe de Estado si pierde.Bolsonaro, quien va a rezagado en las encuestas, ha hecho todo lo posible por sembrar dudas sobre la validez de las elecciones brasileñas, al afirmar, por ejemplo, que las máquinas de votación electrónica del país serán manipuladas para inclinar el voto a favor de su oponente de izquierda, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.A pesar de las relaciones amistosas de Bolsonaro con los militares, parece carecer del apoyo institucional que necesitaría para dar un golpe de Estado exitoso. Y si pierde por un amplio margen, puede llegar a la conclusión de que es más prudente aceptar el resultado que intentar anularlo.Pero a muchos les sigue preocupando la posibilidad de un levantamiento violento por parte de sus partidarios, similar al que experimentó Estados Unidos el 6 de enero de 2021, pero potencialmente a mayor escala.Y eso ha llamado la atención sobre el papel potencialmente importante de la fuerza policial de Brasil en cualquier levantamiento postelectoral. Si se producen disturbios masivos, la llamada policía militar del país, una fuerza de aproximadamente medio millón de oficiales, sería llamada a restaurar el orden. La policía militar está separada de la policía federal, una fuerza más pequeña bajo el mando del Ministerio de Justicia. A pesar de su nombre, las fuerzas de la policía militar están bajo el mando de los gobernadores estatales y no de las fuerzas armadas.Bolsonaro ha pasado años cultivando su apoyo.¿Controlar la crisis, o no?Puede ser fácil olvidar que la policía es un actor político. Los militares y los altos tribunales tienden a recibir mucha atención en las especulaciones sobre si los golpes de Estado podrían o no ser inminentes. La policía, por el contrario, suele ser vista como funcionarios municipales de bajo nivel, importantes cuando se trata de cuestiones de orden público cotidiano, pero no decisivos en cuestiones de supervivencia democrática.Esto puede ser razonable cuando se trata de golpes de Estado tradicionales, que casi siempre requieren el control de los militares para tener éxito, y a menudo también recurren a los altos tribunales para reforzar su legitimidad. (Hay una razón por la que se oye hablar mucho de “golpes militares” y poco de “golpes policiales”).Agentes de policía patrullando a principios de este verano en la Amazonía brasileña.Victor Moriyama para The New York TimesPero las revueltas, los levantamientos populares y otras formas de disturbios masivos son diferentes de los golpes tradicionales. La policía suele ser la primera línea de respuesta a estas acciones masivas. Y eso les da un enorme poder para influir en los resultados, por una razón sencilla: pueden decidir si aparecen o no.En la Revolución naranja de Ucrania de 2014, por ejemplo, se produjo un momento decisivo cuando la policía antidisturbios del país, que había perdido la fe en la capacidad del gobierno para aislarlos de la persecución u otras consecuencias, se negó a desalojar a los manifestantes de la plaza que habían ocupado en la capital. Su abandono del gobierno resultó ser un punto de inflexión, y este se derrumbó poco después.En cambio, durante los disturbios del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos, la actuación decisiva de la Policía del Capitolio protegió a los integrantes del Congreso y a su personal, y acabó por controlar los disturbios.Por supuesto, la policía también puede desempeñar un papel más directo en las crisis electorales. En Kenia, en 2007, por ejemplo, el país estalló en violencia tras acusaciones creíbles de manipulación de votos contra el presidente en funciones. Más tarde, una investigación oficial encontró pruebas de que el gobierno había desplegado 1600 agentes de policía vestidos de civil “para actuar como agentes del gobierno en la interrupción de los procesos electorales o su participación en ellos”, y que los agentes de policía habían matado posteriormente a más de 400 personas y participado en violaciones, saqueos y otros delitos durante la violencia postelectoral.‘Activaron un sistema de frenos’En Brasil, Bolsonaro ha pasado años cortejando el apoyo de los oficiales de la policía militar del país, unidades fuertemente armadas que alguna vez fueron parte del ejército durante los años de dictadura del país, pero que ahora dependen de los gobernadores civiles, dijo Yanilda María González, una politóloga de la Universidad de Harvard que estudia la policía en el continente americano. Esto ha suscitado la preocupación de que la policía pueda respaldar a Bolsonaro en un intento de golpe de Estado, negarse a actuar contra un levantamiento de sus partidarios o ir a la huelga si su oponente es declarado ganador.Adilson Paes de Souza, un teniente coronel retirado de la policía militar que ahora es investigador de psicología policial, dijo que cree que la policía militar es, como individuos, en su mayoría pro-Bolsonaro. Pero el apoyo personal no significa necesariamente que la policía como institución participaría, o se negaría a intervenir, en un levantamiento o golpe de Estado después de las elecciones.En el último año, las autoridades estatales han tomado medidas para reprimir la actividad política de la policía, que tiene prohibido hacer declaraciones políticas públicas. En agosto de 2021, por ejemplo, el gobernador de São Paulo despidió a un comandante de la policía que había publicado un llamamiento público en Facebook para que la gente asistiera a un mitin de Bolsonaro el 7 de septiembre, día de la independencia de Brasil. Esa misma semana, los gobernadores de los estados del país plantearon la cuestión del apoyo de la policía a Bolsonaro en una reunión, y reiteraron la importancia de garantizar que se mantuvieran dentro de los límites legales y constitucionales.El Supremo Tribunal Federal también ha enviado fuertes señales de que no cooperará con ningún intento de golpe de Estado por parte de Bolsonaro o sus partidarios. El tribunal ha ampliado fuertemente sus propios poderes en los últimos años en un esfuerzo por contrarrestar a Bolsonaro, aunque muchos expertos ahora advierten que los esfuerzos de los tribunales han tomado un giro autoritario, que socava la legitimidad de una institución crucial de la democracia brasileña.Paes de Souza dijo que hasta el año pasado, se había sentido “totalmente seguro” de que si el líder de extrema derecha intentaba un golpe, la policía lo acompañaría. Pero después de la reacción institucional de los gobernadores y otros, tiene más confianza en que la democracia prevalecerá. “Las autoridades en estas situaciones han despertado. Y han actuado como instituciones democráticas”, me dijo Paes de Souza. “Dijeron ‘basta’. Activaron un sistema de frenos”.Pero si ese sistema de frenos falla, las consecuencias podrían ser catastróficas.“Las fuerzas policiales, a diferencia de las militares, están repartidas por todo el país”, me dijo González. “Son números enormes. Solo la policía de São Paulo tiene más de 100.000 integrantes”.Y añadió: “Me preocupa mucho la magnitud del daño que podrían causar en poco tiempo los agentes de policía, si participaran en algún tipo de golpe”. More

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    Lula vs. Bolsonaro: What to Know About Brazil’s Election

    Jair Bolsonaro has questioned the integrity of Sunday’s election and trails in polls to Luiz Inácio Lula da Silva, a leftist and former president, who was imprisoned amid a corruption scandal.Brazilians are heading to the polls Sunday in a polarizing national vote poised to usher in a new president, who will be forced to grapple with an economic crisis, surging Amazon deforestation and lingering questions over the health of Latin America’s largest democracy.The election comes at a crucial moment for Brazil, where surging food and fuel prices, coupled with a painful economic slowdown, have made life harder for many Brazilians. Some 33 million people in the country of 217 million people are experiencing hunger and extreme poverty has surged, reversing decades of social and economic advances.Environmental and climate worries also loom large. Deforestation in the Amazon has hit 15-year highs under the far-right incumbent, Jair Bolsonaro, who believes the rainforest should be opened up to mining, ranching and agriculture and who has weakened environmental protections. The Amazon’ destruction — and its effects on the efforts to avert a climate crisis — have turned Brazil into a global pariah.Who are the candidates?The election is a duel between Mr. Bolsonaro and a former leftist president, Luiz Inácio Lula da Silva, who served from 2003 until 2010. Voters are seeking answers on how the two leading candidates plan to tackle a variety of challenges and put Brazil back on the path to growth.Another nine candidates, including a former governor, Ciro Gomes, and a senator, Simone Tebet, are also in the presidential race, but all are drawing support in the single digits. Brazilians will also elect new governors, senators and representatives in the federal and state legislatures on Sunday.What does Mr. Bolsonaro propose?Mr. Bolsonaro has promised to hand out cash payments of about $113 a month to needy families, extending a temporary policy originally created to ease the pandemic’s painful blow.Continuing the program, which rebranded and replaced a similar but less generous program introduced under Mr. da Silva, is meant to “reduce poverty and contribute to sustainable economic growth,” according to Mr. Bolsonaro’s official policy plan.The far-right incumbent also vows to create jobs by eliminating bureaucratic red tape, slashing taxes and investing in technology. In a further nod to investors, who backed him en masse in 2018, Mr. Bolsonaro vows to maintain a free market approach, keeping public debt in check. Mr. Bolsonaro has spent heavily on welfare and fuel aid ahead of elections, after pushing to temporarily lift limits on public spending.President Jair Bolsonaro during a rally last week in São Paulo.Victor Moriyama for The New York TimesEchoing the hard-line rhetoric that won him support from ultra conservative and evangelical voters four years ago, Mr. Bolsonaro also promises to defend “the family,” opposing legal abortion and transgender education in schools.A longtime proponent of privatization, he plans to reduce “the state’s role in the economy,” selling state-owned companies like Petrobras, an energy company.But Mr. Bolsonaro also defends large-scale expansion of mining and agriculture, although he says growth must bear in mind “economic, social and environmental sustainability.”He vows to more aggressively fight environmental crimes, but casts doubt on data showing a steep rise in deforestation during his presidency and maintains that Brazil has a right to the “sustainable use of its natural resources.”Mr. Bolsonaro also promises to expand tough-on-crime policies, pledging to further expand access to firearms, a policy he credits for a drop in violent crime across Brazil. “Legitimate defense is a fundamental right,” the candidate says.What is Mr. da Silva’s platform?Mr. da Silva oversaw a golden era of growth during his two terms in office, when a commodity-fueled boom turned Brazil into a global success story. He promises to return the country to those glory days.The leftist candidate vows to raise taxes on the rich and boost public spending, “putting the people in the budget.” His plans include a slew of social programs, such as a $113 monthly cash voucher rivaling the one proposed by Mr. Bolsonaro. Poor families with children will also receive another $28 per month for each child under 6.Mr. da Silva has also promised to adjust Brazil’s minimum wage in step with inflation and revive a housing plan for the poor, while guaranteeing food security for people facing hunger.The former leftist president Luiz Inácio Lula da Silva leads Mr. Bolsonaro in the polls.Victor Moriyama for The New York TimesA former trade unionist, Mr. da Silva plans to kick start growth and “create work and employment opportunities” by spending on infrastructure, a nod to his past strategy. But he also plans to invest in a “green economy,” warning that Brazil must shift to more sustainable energy and food systems.In response to Mr. Bolsonaro’s unfounded claims of voting machine fraud, Mr. da Silva says he will “defend democracy” and Brazil’s electoral system.On the Amazon, the leftist candidate has signaled that he will crack down on environmental crimes by militias, land grabbers, loggers and others. “Our commitment is to the relentless fight against illegal deforestation and the promotion of zero net deforestation,” he has said.How does the electoral system work?Brazilians will cast their ballots through electronic voting machines, a system that has been in place for over two decades and that has been the focus of Mr. Bolsonaro’s claims about the risk of election rigging.In July, he called foreign diplomats to the presidential palace to lay out his evidence, which turned out to be years-old news about a hack that did not threaten the voting machines. He has also enlisted Brazil’s military in his fight with election officials, raising fears that the armed forces could support any effort to hold onto power.And late Wednesday, Mr. Bolsonaro’s political party issued a document that claimed, without evidence, that a group of government employees and contractors had the “absolute power to manipulate election results without leaving a trace.”Electoral Court inspectors carry out final tests on electronic voting machines in São Paulo.Victor Moriyama for The New York TimesIt was among the most significant attacks yet against Brazil’s election system. The party said that it reached its conclusion based on an audit of the election system it commissioned in July, and that it was releasing the information now because election officials had not sufficiently responded.Brazil’s electoral authority immediately responded on Wednesday. The document’s conclusions “are false and dishonest, with no backing in reality” and are “a clear attempt to hinder and disrupt the natural course of the electoral process,” the agency said in a statement. The Supreme Court said it was now investigating the president’s party for releasing the document.Voting in Brazil is compulsory and, in 2018, turnout for the first round of elections was close to 80 percent.On Sunday, the electoral authority starts releasing results when polls close at 4 p.m. E.S.T. and the final tally is announced a few hours later.If no candidate succeeds in drawing at least 50 percent of the vote on Sunday, a runoff election between the top two candidates will be held on Oct. 30. Once elected, the new president will be sworn in on Jan. 1. More

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    Lula salió de prisión, y ahora podría volver a ser el presidente de Brasil

    RÍO DE JANEIRO — En 2019, Luiz Inácio Lula da Silva pasaba 23 horas al día en una celda aislada, con una caminadora, de una penitenciaría federal.El expresidente de Brasil fue sentenciado a más de 20 años de prisión por cargos de corrupción; las condenas parecían poner fin a la carrera histórica del hombre que alguna vez fue el león de la izquierda latinoamericana.Ahora, liberado de la prisión, Da Silva está a punto de volver a ganar la presidencia de Brasil, una increíble resurrección política que parecía impensable.El domingo, los brasileños votarán por su próximo líder, y la mayoría elegirá entre el presidente Jair Bolsonaro, de 67 años, el actual mandatario de derecha, y Da Silva, un entusiasta izquierdista de 76 años mejor conocido como “Lula”, cuyas condenas por corrupción fueron anuladas el año pasado luego de que el Supremo Tribunal Federal de Brasil dictaminó que el juez que procesó sus casos no fue imparcial.Durante más de un año, las encuestas han ubicado a Da Silva con una ventaja dominante. Ahora, un aumento en sus números sugiere que podría ganar el domingo con más del 50 por ciento de los votos, lo que evitaría una segunda vuelta con Bolsonaro.Una victoria completaría la extraordinaria travesía de Da Silva, a quien el expresidente Barack Obama una vez calificó como “el político más popular de la Tierra”. Cuando dejó el cargo en 2011 después de dos mandatos, el índice de aprobación de Da Silva superaba el 80 por ciento. Pero luego se convirtió en la pieza central de una extensa investigación sobre sobornos gubernamentales que condujo a casi 300 arrestos, lo llevó a prisión y, aparentemente, acabó con su carrera política.Da Silva se ha comparado con Nelson Mandela, Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr., presos políticos que ampliaron sus movimientos tras ser liberados.Dado Galdieri para The New York TimesHoy, el exlíder sindical vuelve a ser el centro de atención, esta vez listo para retomar el poder de la nación más grande de América Latina, con 217 millones de habitantes, y con el mandato de deshacer el legado de Bolsonaro.“¿Cómo intentaron destruir a Lula? Pasé 580 días en la cárcel porque no querían que me postulara”, le dijo Da Silva a una multitud de simpatizantes la semana pasada, con su famosa voz grave que se escucha más ronca debido a la edad y a una campaña agotadora. “Y allí me quedé tranquilo, preparándome como se preparó Mandela durante 27 años”.En la campaña electoral, Da Silva ha comenzado a compararse con Nelson Mandela, Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr., presos políticos que ampliaron sus movimientos después de ser liberados. “Estoy convencido de que sucederá lo mismo en Brasil”, dijo en otro mitin celebrado este mes.El regreso de Da Silva a la presidencia consolidaría su estatus como la figura más influyente en la democracia moderna de Brasil. Se trata de un ex trabajador metalúrgico, con una educación que llegó al quinto grado e hijo de trabajadores agrícolas analfabetos, que durante décadas ha sido una fuerza política, y lideró un cambio transformador en la política brasileña que se aleja de los principios conservadores y se acerca a los ideales de izquierda y los intereses de la clase trabajadora.El Partido de los Trabajadores, un movimiento de izquierda que fundó en 1980, ganó cuatro de las ocho elecciones presidenciales realizadas desde el final de la dictadura militar en 1988, y terminó en segundo lugar en el resto de los comicios.Como presidente de 2003 a 2010, la gestión de Da Silva ayudó a sacar a 20 millones de brasileños de la pobreza, revitalizó la industria petrolera del país y elevó a Brasil en el escenario mundial, llegando a organizar la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos de Verano.Pero también permitió que un gran sistema de sobornos se originara en todo el gobierno, por lo que muchos de sus aliados del Partido de los Trabajadores fueron condenados por aceptar sobornos. Si bien los tribunales desestimaron las dos condenas de Da Silva por aceptar un condominio y renovaciones de empresas constructoras que licitaron contratos gubernamentales, no afirmaron su inocencia.Desde hace mucho tiempo, Da Silva ha afirmado que los cargos son falsos.En general, la campaña de Da Silva se ha construido en torno a la promesa que ha formulado desde hace décadas: mejorar la vida de los pobres de Brasil.Dado Galdieri para The New York TimesSi Da Silva gana la presidencia, en parte será gracias a una campaña de la vieja escuela. Recorrió su vasto país realizando mítines presenciales. Y decidió irse por lo seguro: no asistió a un debate el sábado pasado, ha ofrecido pocos detalles sobre sus propuestas, y rechazó la mayoría de las solicitudes de entrevistas, también con The New York Times.Además ha construido una amplia coalición, desde comunistas hasta empresarios, y escogió como su compañero de fórmula a Geraldo Alckmin, un exgobernador de centroderecha que fue su oponente en las elecciones presidenciales de 2006.A Da Silva también le ha beneficiado que se enfrenta a un presidente profundamente impopular. Las encuestas muestran que aproximadamente la mitad de los brasileños dicen que nunca apoyarían a Bolsonaro, quien ha molestado a muchos votantes con un torrente de declaraciones falsas, políticas ambientales destructivas, la adopción de medicamentos no probados en vez de las vacunas contra la COVID-19 y los duros ataques que ha realizado contra rivales políticos, periodistas, jueces y profesionales de la salud.En la campaña electoral, Bolsonaro ha dicho que Da Silva es un ladrón y un comunista, mientras que Da Silva describe al presidente como una persona autoritaria e inhumana.Si es elegido, Da Silva sería el ejemplo más significativo del reciente giro a la izquierda de América Latina. Desde 2018, los movimientos de izquierda han protagonizado una oleada de elecciones contra los políticos en funciones en México, Colombia, Argentina, Chile y Perú.El presidente Jair Bolsonaro de Brasil durante un mitin en Campinas, São Paulo, este mes.Victor Moriyama para The New York TimesEn general, la campaña de Da Silva giró en torno a la promesa que ha formulado durante décadas: mejorar la vida de los pobres de Brasil. La pandemia azotó la economía del país, con una inflación que alcanzó los dos dígitos y el número de personas que padecen hambre se duplicó a 33 millones. También se comprometió a ampliar la red de seguridad, aumentar el salario mínimo, reducir la inflación, alimentar y darle vivienda a más personas y crear empleos a través de grandes proyectos de infraestructura.“Fue el presidente antipobreza y ese es el legado que quiere conservar si gana”, dijo Celso Rocha de Barros, un sociólogo que escribió un libro sobre el Partido de los Trabajadores.Sin embargo, como sucede con la mayoría de los políticos exitosos, los discursos de Da Silva suelen ser cortos en detalles y extensos en promesas. Con frecuencia forja su retórica en torno a un enfrentamiento entre “ellos”, las élites, y “nosotros”, el pueblo. Porta sus credenciales de la clase trabajadora en la mano izquierda porque a los 19 años perdió su dedo meñique en una fábrica de autopartes. Y transmite su mensaje de hombre común, con muchas referencias a la cerveza, la cachaza y la picaña, el corte de carne más famoso de Brasil.“Piensan que los pobres no tienen derechos”, dijo la semana pasada frente a una multitud de simpatizantes en uno de los barrios más pobres de São Paulo. Y aseguró que él lucharía por sus derechos. “Vamos a volver a tener el derecho de hacer un asadito en familia el fin de semana, de comprar una picanhazinha, de comer ese pedacito de picanha con su grasa pasado por harina, y un vaso de cerveza fría”, gritó entre vítores.“Es el candidato del pueblo, de los pobres”, dijo Vivian Casentino, de 44 años, una cocinera vestida con el color rojo del Partido de los Trabajadores, en un mitin celebrado esta semana en Río de Janeiro. “Él es como nosotros. Es un luchador”.En su primer período como presidente, Da Silva utilizó el auge de las materias primas para financiar la expansión de su gobierno. Esta vez, la economía de Brasil está en un estado más precario y él propone impuestos más altos para los ricos con el fin de financiar más beneficios para los pobres. Algunos votantes están incómodos con sus planes después de que las políticas económicas de su sucesora, elegida por él, hicieron que Brasil entrara en una recesión.Aunque su estilo político no ha cambiado en su sexta campaña presidencial, ha tratado de modernizar su imagen. Ha incluido más referencias a las mujeres, los negros, los pueblos indígenas y el medioambiente en sus discursos y propuestas, e incluso prometió abogar por las “ensaladas orgánicas”.Maria da Silva, de 58 años, llora mientras muestra el refrigerador vacío en la casa abandonada en la que vive con su familia de ocho integrantes en Ibimirim, Brasil, el mes pasado. No tiene relación con el expresidente.Carl De Souza/Agence France-Presse — Getty ImagesEn una reunión reciente con personas influyentes de las redes sociales, incluido el youtuber más popular del país, un comediante ingenioso y un rapero con tatuajes en la cara, Da Silva los instó a contrarrestar las sugerencias de que era corrupto.“Globo pasó cinco años llamándome ladrón”, dijo, refiriéndose a la cadena de televisión más grande de Brasil. Dijo que deseaba que el presentador principal del canal abriera el noticiero alguna noche pidiéndole perdón. “Las disculpas son difíciles”, agregó.Da Silva nunca ha reconocido completamente el papel del Partido de los Trabajadores en el esquema de corrupción del gobierno que persistió durante gran parte de los 13 años que estuvo en el poder. La investigación, llamada Operación Lava Jato, reveló cómo las empresas pagaron cientos de millones de dólares en sobornos a funcionarios gubernamentales a cambio de contratos públicos.Da Silva dice que sus enemigos políticos lo incriminaron para eliminar al Partido de los Trabajadores de la política brasileña. También acusó al gobierno de Estados Unidos de ayudar a impulsar la investigación.La investigación finalmente se vio envuelta en su propio escándalo porque se demostró que fue utilizada como una herramienta política. Los fiscales se centraron en los delitos del Partido de los Trabajadores por encima de otros partidos, y los investigadores filtraron las conversaciones grabadas de Da Silva. Más tarde se reveló que Sergio Moro, el juez federal encargado del caso, estaba en connivencia con los fiscales, al mismo tiempo que actuaba como el único árbitro en muchos de los juicios.Da Silva tras salir de prisión en 2019.Rodolfo Buhrer/ReutersEn 2019, Da Silva fue excarcelado después de que el Supremo Tribunal Federal dictaminó que podía estar libre mientras presentaba las apelaciones. Luego, el año pasado, el tribunal desestimó sus condenas y determinó que fueron juzgadas en el tribunal equivocado y que Moro no fue imparcial.Da Silva es impulsado por un culto a la personalidad, construido durante más de cuatro décadas a la vista del público, y es mucho más popular que el partido político que construyó.Creomar de Souza, un analista político brasileño, dijo que las democracias inmaduras a menudo pueden girar en torno a una sola personalidad en vez de un movimiento o conjunto de ideas. “Algunas democracias jóvenes luchan por dar un paso adelante”, dijo. “Un individuo se convierte en una parte crucial del juego”.En un mitin de Da Silva convocado en Río esta semana, Vinicius Rodrigues, un estudiante de historia de 28 años, estaba repartiendo volantes para el partido comunista. “Apoyamos a Lula específicamente”, dijo, pero no al Partido de los Trabajadores.Cerca de allí, Luiz Cláudio Costa, de 55 años, vendía cintas para la cabeza que decían “Estoy con Lula” a 50 centavos de dólar. Siempre había votado por Da Silva, pero en 2018 eligió a Bolsonaro. “Me equivoqué”, dijo. “Necesitamos que Lula regrese”.Da Silva es impulsado por un culto a la personalidad, construido durante más de cuatro décadas a la vista del público.Dado Galdieri para The New York Times More

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    Brazil’s Lula Is Out of Prison and Trying to Defeat Bolsonaro

    RIO DE JANEIRO — In 2019, Luiz Inácio Lula da Silva was spending 23 hours a day in an isolated cell with a treadmill in a federal penitentiary.The former president of Brazil was sentenced to 22 years on corruption charges, a conviction that appeared to end the storied career of the man who had once been the lion of the Latin American left.Now, freed from prison, Mr. da Silva is on the brink of becoming Brazil’s president once again, an incredible political resurrection that at one time seemed unthinkable.On Sunday, Brazilians will vote for their next leader, with most choosing between President Jair Bolsonaro, 67, the right-wing nationalist incumbent, and Mr. da Silva, 76, a zealous leftist known simply as “Lula,” whose corruption convictions were annulled last year after Brazil’s Supreme Court ruled that the judge in his cases was biased.For more than a year, polls have shown Mr. da Silva with a commanding lead. Now a surge in his numbers suggest he could win outright on Sunday with more than 50 percent of the vote, avoiding a runoff with Mr. Bolsonaro.A victory would complete a remarkable journey for Mr. da Silva, whom former President Barack Obama once called “the most popular politician on Earth.” When he left office in 2011 after two terms, Mr. da Silva’s approval rating topped 80 percent. But then he became the centerpiece of a sprawling investigation into government bribes that led to nearly 300 arrests, landing him in prison and seemingly destined for obscurity.Mr. da Silva has taken to comparing himself to Nelson Mandela, Mahatma Gandhi and Martin Luther King Jr., political prisoners who expanded their movements after they were freed.Dado Galdieri for The New York TimesToday, the former union leader is back in the spotlight, this time poised to retake the wheel of Latin America’s largest nation, at 217 million people, with a mandate to undo Mr. Bolsonaro’s legacy.“How did they try to destroy Lula? I spent 580 days in jail because they didn’t want me to run,” Mr. da Silva told a crowd of supporters last week, his famously gravelly voice even hoarser with age and a grueling campaign. “And I stayed calm there, preparing myself like Mandela prepared for 27 years.”On the campaign trail, Mr. da Silva has taken to comparing himself to Nelson Mandela, Mahatma Gandhi and Martin Luther King Jr., political prisoners who expanded their movements after they were freed. “I am convinced the same thing will happen here in Brazil,” he said at a separate rally this month.Mr. da Silva’s return to the president’s office would cement his status as the most influential figure in Brazil’s modern democracy. A former metalworker with a fifth-grade education and the son of illiterate farm workers, he has been a political force for decades, leading a transformational shift in Brazilian politics away from conservative principles and toward leftist ideals and working-class interests.The leftist Workers’ Party he co-founded in 1980 has won four of the eight presidential elections since the end of Brazil’s military dictatorship in 1988, while finishing as the runner-up in the rest.As president from 2003 through 2010, Mr. da Silva’s administration helped lift 20 million Brazilians out of poverty, revitalized the nation’s oil industry and elevated Brazil on the world stage, including by hosting the World Cup and Summer Olympics.But it also allowed a vast kickback scheme to fester throughout the government, with many of his Workers’ Party allies convicted of accepting bribes. While the courts threw out Mr. da Silva’s two convictions of accepting a condo and renovations from construction companies bidding on government contracts, they did not affirm his innocence.Mr. da Silva has long maintained that the charges were false.Overall, Mr. da Silva’s campaign has been built around the promise he has been pitching for decades: He will make life better for Brazil’s poor. Dado Galdieri for The New York TimesIf Mr. da Silva wins the presidency, it will be in part thanks to an old-school campaign. He has toured the vast country holding in-person rallies. He has played it safe, skipping a debate last Saturday, offering few specifics in his proposals and declining most interview requests, including with The New York Times.And he has built a broad coalition, from communists to businessmen, selecting a former center-right governor as his running mate, Geraldo Alckmin, who had been his opponent in the 2006 presidential election.Mr. da Silva has also benefited from a matchup with a deeply unpopular incumbent. Polls show that about half of Brazilians say they would never support Mr. Bolsonaro, who has upset many voters with a torrent of false statements, destructive environmental policies, an embrace of unproven drugs over Covid-19 vaccines and harsh attacks against political rivals, journalists, judges and health professionals.On the campaign trail, Mr. Bolsonaro has called Mr. da Silva a crook and a communist, while Mr. da Silva describes the president as authoritarian and inhumane.If elected, Mr. da Silva would be the most significant example yet of Latin America’s recent shift to the left. Since 2018, leftists have ridden an anti-incumbent wave into office in Mexico, Colombia, Argentina, Chile and Peru.On the campaign trail, President Jair Bolsonaro has called Mr. da Silva a crook and a communist.Victor Moriyama for The New York TimesOverall, Mr. da Silva’s campaign has been built around the promise he has been pitching for decades: He will make life better for Brazil’s poor. The pandemic battered Brazil’s economy, with inflation reaching double digits and the number of people facing hunger doubling to 33 million. He has pledged to widen the safety net, increase the minimum wage, lower inflation, feed and house more people and create jobs through big new infrastructure projects.“He was the anti-poverty president, and that’s the legacy he wants to keep if he wins,” said Celso Rocha de Barros, a sociologist who wrote a book about the Workers’ Party.Yet, like most successful politicians, Mr. da Silva’s speeches are often short on details and long on promises. He frequently builds his rhetoric around a clash between “they,” the elites, and “we,” the people. He wears his working-class credentials on his left hand; he lost his pinkie at 19 in an auto-parts factory. And he carries his message with his Everyman image, complete with plenty of references to beer, cachaça and picanha, Brazil’s most famous cut of meat.“They think that the poor don’t have rights,” he told a crowd of supporters in one of São Paulo’s poorest neighborhoods last week. But he would fight for their rights, he said. “The right to barbecue with family on the weekend, to buy a little picanha, to that piece of picanha with the fat dipped in flour, and to a glass of cold beer,” he shouted to cheers.“He’s the candidate of the people, of the poor,” said Vivian Casentino, 44, a cook draped in the red of the Workers’ Party, at a rally this week in Rio de Janeiro. “He’s like us. He’s a fighter.”In his first stint as president, Mr. da Silva used a commodities boom to pay for his expansion of government. This time around, Brazil’s economy is in rougher shape, and he is proposing higher taxes on the rich to fund more benefits for the poor. Some voters are uneasy with his plans after his handpicked successor’s economic policies helped lead Brazil into a recession.While his political style has not changed in his sixth presidential campaign, he has tried to modernize his image. He has included more references to women, Black people, Indigenous groups and the environment in his speeches and proposals, and even promised to advocate for “organic salads.”Maria da Silva, 58, cries while showing the empty fridge at the abandoned house in which she lives with her family of eight in Ibimirim, Brazil, last month. She has no relation to Mr. da Silva.Carl De Souza/Agence France-Presse — Getty ImagesAt a recent meeting with social-media influencers, including the nation’s most popular YouTuber, a sharp-witted comedian and a rapper with face tattoos, Mr. da Silva urged them to counter suggestions that he was corrupt.“Globo spent five years calling me a thief,” he said, referring to Brazil’s biggest TV network. He said he wished the channel’s lead anchor would open the newscast one night by saying sorry. “Apologies are hard,” he added.Mr. da Silva has never fully acknowledged the role of his Workers’ Party in the government corruption scheme that persisted for much of the 13 years it was in power. The investigation, called Operation Carwash, revealed how companies paid hundreds of millions of dollars in bribes to government officials in exchange for public contracts.Mr. da Silva says that political enemies framed him to eliminate the Workers’ Party from Brazilian politics. He has also accused the U.S. government of helping to drive the investigation.The Carwash investigation was eventually engulfed in its own scandal, as it became clear that it had been used as a political tool. Prosecutors focused on the crimes of the Workers’ Party over other parties, and investigators leaked Mr. da Silva’s taped conversations. Sergio Moro, the federal judge overseeing the case, was later revealed to be colluding with prosecutors, while also acting as the sole arbiter in many of the trials.Mr. da Silva after being released from prison in 2019.Rodolfo Buhrer/ReutersIn 2019, Mr. da Silva was released from prison after the Supreme Court ruled he could be free while pursuing appeals. Then, last year, the Supreme Court threw out his convictions, ruling that they were tried in the wrong court and that Mr. Moro was biased.Mr. da Silva is carried by a cult of personality, built over more than four decades in the public eye, and he is far more popular than the political party he built. Creomar de Souza, a Brazilian political analyst, said immature democracies can often revolve around a single personality rather than a movement or set of ideas. “Some young democracies struggle to take a step forward,” he said. “An individual becomes a crucial part of the game.”At a rally for Mr. da Silva in Rio this week, Vinicius Rodrigues, 28, a history student, was handing out fliers for a communist party. “We support Lula specifically,” he said, but not the Workers’ Party.Nearby, Luiz Claudio Costa, 55, was selling “I’m with Lula” headbands for 50 cents. He had always voted for Mr. da Silva, but in 2018, he chose Mr. Bolsonaro. “I got it wrong,” he said. “We need Lula back.”Mr. da Silva is carried by a cult of personality, built over more than four decades in the public eye.Dado Galdieri for The New York Times More

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    On Eve of Election, Bolsonaro’s Party Attacks Brazil’s Voting Systems

    Four days before Brazilians vote, President Jair Bolsonaro’s political party formally claimed, without evidence, that government employees could alter ballots.RIO DE JANEIRO — For months, officials in Brazil and across the international community have watched President Jair Bolsonaro cast doubt on Brazil’s voting systems, growing increasingly worried that the far-right leader was setting the stage to dispute an election loss.Late Wednesday, the president gave them more reason to worry. In a surprise move less than four days before the vote, Mr. Bolsonaro’s political party released a document that claimed, without evidence, that a group of government employees and contractors had the “absolute power to manipulate election results without leaving a trace.”It was among the most significant attacks yet against Brazil’s election system. The party said that it reached its conclusion based on an audit of the election system it commissioned in July, and that it was releasing the information now because election officials had not sufficiently responded.Brazil’s electoral authority immediately responded on Wednesday. The document’s conclusions “are false and dishonest, with no backing in reality” and are “a clear attempt to hinder and disrupt the natural course of the electoral process,” the agency said in a statement. The Supreme Court said it was now investigating the president’s party for releasing the document.The document delivered a jolt to the presidential race that already had the nation on edge. The attempt to discredit the voting systems just days before the election heightened fears that, in the face of worsening poll numbers, Mr. Bolsonaro was preparing to challenge the results of Sunday’s vote.“They released the report right now because they’re afraid they’re going to lose,” said Mauricio Santoro, a political scientist at the State University of Rio de Janeiro. “They’re trying to create some kind of excuse for Bolsonaro supporters on why.”Mr. Bolsonaro has trailed former leftist President Luiz Inácio Lula da Silva in polls since last year. If no candidate receives 50 percent of the vote on Sunday, the top two finishers will compete in a runoff on Oct. 30. Mr. da Silva’s support has ticked up in recent weeks, and it looks increasingly likely that he could win outright on Sunday. Mr. Bolsonaro has claimed, without evidence, that the polls are systematically wrong.Mr. Bolsonaro has also claimed that Brazil’s electronic voting systems are vulnerable and that Mr. da Silva’s supporters are planning to rig them to steal the election. In July, he called foreign diplomats to the presidential palace to lay out his evidence, which turned out to be years-old news about a hack that did not threaten the voting machines. He has also enlisted Brazil’s military in his fight with election officials, raising fears that the armed forces could support any effort to hold onto power.Observers across the world have been alarmed that Mr. Bolsonaro appears to be following in the footsteps of former President Donald J. Trump. On Wednesday, the U.S. Senate unanimously passed a resolution that urged the White House to condemn Mr. Bolsonaro’s efforts to undermine the elections and reconsider its relationship with any Brazilian government that is not democratically elected.Leaders in Brazil’s Congress, courts and armed forces have said that they would not abide by any efforts to reject voters’ will, but many say privately that they are concerned that Mr. Bolsonaro’s supporters will react violently to a loss. In July, three out of every four supporters of Mr. Bolsonaro told Brazil’s most prominent polling company that they trusted the voting machines only a “little” or not at all.There is no evidence of past widespread fraud in the system.On Wednesday night, news of the document quickly spread among Mr. Bolsonaro’s supporters on social media, with people sharing right-wing articles about the allegations and conspiracy theories that said it proved what Mr. Bolsonaro had been alleging. One YouTube video about it quickly attracted more than 100,000 views in just a few hours. A conservative congresswoman, Carla Zambelli, was one of the first to post the document on social media, sharing it with her 1.9 million followers on Twitter.However, many other politicians, including Mr. Bolsonaro, did not mention it online. In its statement on Wednesday night, the electoral authority reminded elected officials and candidates that they could be impeached or prohibited from running if they shared false allegations about the voting system. That swift reaction likely prevented wider dissemination of the document among politicians.Election officials could also revoke the registration of Mr. Bolsonaro’s conservative political party, called the Liberal Party, if it was found guilty of spreading misinformation about the voting systems, though that would only happen after the election.The document said that the July audit found 24 flaws in the election system’s security. A rough summary of the audit, it specified just a few of those alleged flaws, including that election officials used poor cybersecurity policies, that they did not properly vet relationships with suppliers and that they did not fully protect the employees who control the machines’ computer code from “irresistible coercion.”Election officials’ delay in fixing those alleged security gaps “could result in internal or external breaches of the electoral systems, with a serious impact on the October election results,” the document said.Cybersecurity experts also dismissed the claims.“Some points are old complaints,” said Diego Aranha, a Brazilian computer scientist who has studied the election system. “Others are completely fabricated.”Marcos Simplicio, a researcher at the University of São Paulo who tests Brazil’s voting machines, said the document made gross exaggerations about the risks to the system.He said that like most computer systems, there is a group of engineers that controls the code that underpin the voting machines, but there are multiple security checks to prevent that code from being surreptitiously altered. There are also tests to ensure that the machines are counting votes properly on Election Day. Even if there was a conspiracy to change the code before the election, Mr. Simplicio said, it would likely require a sophisticated, coordinated effort by a group of engineers to pull off.“It’s really hard to keep a secret this big between two people,” he said. “Imagine 20.”Leonardo Coelho contributed reporting. More