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    Jair Bolsonaro plantea dudas sobre el proceso electoral de Brasil. El ejército lo respalda

    Previo a las elecciones hay un escenario riesgoso: por un lado, el presidente y líderes militares sostienen que el voto se presta al fraude. Por otro, jueces, diplomáticos extranjeros y periodistas advierten que Bolsonaro prepara el terreno para intentar un golpe de Estado.RÍO DE JANEIRO — Durante meses, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha estado constantemente a la zaga en las encuestas previas a la crucial elección presidencial brasileña. Y durante meses ha cuestionado constantemente los sistemas de votación de su país, advirtiendo que si pierde las elecciones de octubre, probablemente se debería al robo de votos.Esas afirmaciones fueron consideradas en gran medida como habladurías. Pero ahora Bolsonaro ha conseguido un nuevo aliado en su lucha contra el proceso electoral: los militares del país.Los líderes de las fuerzas armadas de Brasil han comenzado repentinamente a plantear dudas similares sobre la integridad de las elecciones, a pesar de las escasas pruebas de fraude en el pasado, lo que ha aumentado la tensión, ya elevada, sobre la estabilidad de la mayor democracia de América Latina y ha sacudido a un país que sufrió una dictadura militar de 1964 a 1985.Los líderes militares han identificado para los funcionarios electorales lo que, según ellos, son algunas vulnerabilidades en los sistemas de votación. Se les dio un lugar en un comité de transparencia que los funcionarios electorales crearon para disminuir los temores que Bolsonaro había despertado sobre la votación. Y Bolsonaro, un capitán retirado del ejército que llenó su gabinete de generales, ha sugerido que el día de las elecciones, los militares deberían realizar su propio recuento paralelo de los votos.Bolsonaro, quien ha hablado bien de la dictadura militar, también ha querido dejar claro que los militares responden ante él.Los funcionarios electorales “invitaron a las fuerzas armadas a participar en el proceso electoral”, dijo Bolsonaro hace poco, en alusión al comité de transparencia. “¿Olvidaron que el jefe supremo de las fuerzas armadas se llama Jair Messias Bolsonaro?”.Almir Garnier Santos, el comandante de la Marina de Brasil, dijo a los periodistas el mes pasado que respaldaba la opinión de Bolsonaro. “El presidente de la república es mi jefe, es mi comandante, tiene derecho a decir lo que quiera”, dijo.A poco más de cuatro meses de una de las votaciones más importantes de América Latina en años, se está formando un conflicto muy riesgoso. Por un lado, el presidente, algunos líderes militares y muchos votantes de la derecha sostienen que las elecciones se prestan al fraude. Por otro, políticos, jueces, diplomáticos extranjeros y periodistas hacen sonar la alarma de que Bolsonaro está preparando el terreno para un intento de golpe de Estado.Bolsonaro ha aumentado la tensión, al decir que su preocupación por la integridad de las elecciones puede llevarlo a cuestionar el resultado. “Ha surgido una nueva clase de pillos que quieren robar nuestra libertad”, dijo en un discurso este mes. “Iremos a la guerra si es necesario”.Activistas con una manta que dice en portugués “Dictadura nunca más” en un mitin en Brasilia en marzo durante una protesta motivada por lo que los organizadores dijeron es un aumento de las violaciones a los derechos humanos en la presidencia de Jair Bolsonaro.Eraldo Peres/Associated PressEdson Fachin, un juez del Supremo Tribunal Federal y el principal funcionario electoral del país, dijo en una entrevista que las afirmaciones de que la elección sería insegura son infundadas y peligrosas. “Estos problemas son creados artificialmente por quienes quieren destruir la democracia brasileña”, dijo. “Lo que está en juego en Brasil no es solo una máquina de votación electrónica. Lo que está en juego es conservar la democracia”.Bolsonaro y los militares dicen que solamente intentan salvaguardar las elecciones. “Por el amor de Dios, nadie está realizando actos antidemocráticos”, dijo Bolsonaro recientemente. “Una elección limpia, transparente y segura es una cuestión de seguridad nacional. Nadie quiere tener dudas cuando las elecciones hayan terminado”.El Ministerio de Defensa de Brasil dijo en un comunicado que “las fuerzas armadas brasileñas actúan en estricta obediencia a la ley y la Constitución y se dirigen a defender la patria, garantizar los poderes constitucionales y, a través de cualquiera de ellos, de la ley y el orden”.Las tácticas de Bolsonaro parecen adaptadas del manual del expresidente Donald Trump, y tanto Trump como sus aliados han trabajado para apoyar las interpelaciones de fraude de Bolsonaro. Los dos hombres son reflejo de un retroceso democrático más amplio que se está produciendo en todo el mundo.Los disturbios del año pasado en el Capitolio de Estados Unidos han demostrado que los traspasos pacíficos de poder ya no están garantizados ni siquiera en las democracias maduras. En Brasil, donde las instituciones democráticas son mucho más jóvenes, las incursiones de los militares en las elecciones están agudizando los temores.Garnier Santos, el comandante de la Marina, declaró al periódico brasileño O Povo que “como comandante de la Marina, quiero que los brasileños estén seguros de que su voto contará”, y añadió: “Cuanta más transparencia, cuanta más auditoría, mejor para Brasil”.Un informe de la policía federal brasileña detalló cómo dos generales del gabinete de Bolsonaro, incluido su asesor de seguridad nacional, habían intentado durante años ayudar a Bolsonaro a descubrir pruebas de fraude electoral.Y el viernes, el ministro de Defensa de Brasil, Paulo Sérgio Nogueira, envió una misiva de 21 puntos a los funcionarios electorales, criticándolos por no tomar en serio las inquietudes de los militares sobre la seguridad electoral. “Las fuerzas armadas no se sienten debidamente reconocidas”, dijo.Hasta ahora, los comentarios de Bolsonaro han ido más allá que los de los militares. En abril, repitió la falsedad de que los funcionarios cuentan los votos en una “sala secreta”. Luego sugirió que los datos de las votaciones deberían suministrarse a una sala “donde las fuerzas armadas también tengan una computadora para contar los votos”. Los militares no han comentado públicamente esta idea.Dado que el apoyo de los militares podría ser crítico para un golpe de Estado, una pregunta popular en los círculos políticos es: si Bolsonaro cuestiona el resultado de las elecciones, ¿cómo reaccionarían los 340.000 miembros de las fuerzas armadas?Bolsonaro y Trump son aliados cercanos; ambos han cuestionado las elecciones de sus respectivos países. Cenaron en marzo de 2020 en Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida.T.J. Kirkpatrick para The New York Times“En Estados Unidos, los militares y la policía respetaron la ley, defendieron la Constitución”, dijo Mauricio Santoro, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, refiriéndose a las afirmaciones de Trump de que le habían robado la elección. “No estoy seguro de que vaya a ocurrir lo mismo aquí”.Funcionarios militares y políticos refutan cualquier noción de que los militares respaldarían un golpe de Estado. “Caería. No tendría ningún apoyo”, dijo el general Maynard Santa Rosa, quien perteneció al ejército brasileño durante 49 años y sirvió en el gabinete de Bolsonaro. “Y creo que él lo sabe”.Sérgio Etchegoyen, un general retirado del ejército cercano a los actuales líderes militares, también calificó de alarmistas las preocupaciones sobre un golpe de Estado. “Podemos pensar que es malo que el presidente cuestione las boletas”, dijo. “Pero es mucho peor si cada cinco minutos pensamos que la democracia está en riesgo”.Algunos funcionarios estadounidenses están más preocupados por la reacción del aproximadamente medio millón de policías en todo Brasil porque generalmente son menos profesionales y apoyan más a Bolsonaro que los militares, según un funcionario estadounidense que habló con la condición de permanecer en el anonimato para discutir conversaciones privadas.Cualquier afirmación sobre una elección robada podría enfrentarse a un público escéptico, a menos de que la contienda se haga más competida. Una encuesta realizada a finales de mayo entre 2556 brasileños indicó que el 48 por ciento apoyaba al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, frente al 27 por ciento de Bolsonaro. (Si ningún candidato obtiene la mitad de los votos, los dos primeros clasificados irán a una segunda vuelta el 30 de octubre).Esa misma encuesta mostró que el 24 por ciento de los encuestados no confía en las máquinas de votación de Brasil, frente al 17 por ciento en marzo. El 55 por ciento de los encuestados dijo que creía que la elección era vulnerable al fraude, incluyendo el 81 por ciento de los partidarios de Bolsonaro.En los 37 años de democracia moderna en Brasil, ningún presidente ha estado tan cerca de los militares como Bolsonaro, quien fue paracaidista del ejército.Como diputado, colgó en su despacho retratos de los líderes de la dictadura militar brasileña. Como presidente, triplicó el número de militares en puestos civiles en el gobierno federal hasta casi 1100. Su vicepresidente también es un general retirado.El año pasado, mientras intensificaba sus críticas al sistema electoral del país, destituyó al ministro de Defensa y a los tres principales comandantes militares, colocando a partidarios en su lugar.El nuevo ministro de Defensa no tardó en opinar sobre el proceso electoral, apoyando la propuesta de Bolsonaro de utilizar boletas impresas, además de máquinas de votación, lo que facilitaría los recuentos. Brasil es uno de los pocos países que depende totalmente en las máquinas de votación electrónicas: 577.125.Aunque Bolsonaro y sus aliados admiten que carecen de pruebas de fraude en el pasado, señalan una serie de problemas: algunas irregularidades percibidas en los resultados de la votación, un hackeo en 2018 de las computadoras del tribunal electoral, que no tiene conexión con las máquinas de votación, y la desestimación general de las preocupaciones por parte de los funcionarios electorales.Una urna electrónica en la sede del tribunal electoral de Brasil el mes pasado, mientras los analistas probaban el sistema. Eraldo Peres/Associated PressDiego Aranha, un experto en computación brasileño que ha intentado hackear las máquinas con fines de investigación, dijo que la falta de copias de seguridad en papel dificulta la verificación de los resultados, pero que el sistema en general era seguro.El Supremo Tribunal Federal de Brasil rechazó finalmente el uso de boletas impresas, alegando problemas de privacidad.El año pasado, cuando los funcionarios electorales crearon la “comisión de transparencia electoral”, invitaron a formar parte de ella a un almirante con un título en computación. En su lugar, el ministro de Defensa de Brasil envió a un general que dirige el comando de defensa cibernética del ejército.El representante del ejército envió entonces cuatro cartas a los funcionarios electorales con preguntas detalladas sobre el proceso de votación, así como algunos cambios recomendados.Preguntó sobre los sellos de seguridad de las máquinas, el código informático que las sustenta y la tecnología biométrica utilizada para verificar a los votantes. Los funcionarios electorales dijeron el sábado que aceptarían algunas de las pequeñas recomendaciones técnicas y estudiarían otras para las próximas elecciones, pero que otras sugerencias no entendían el sistema.En medio de las idas y venidas, el expresidente del Tribunal Superior Electoral, Luís Roberto Barroso, dijo a los periodistas que los líderes militares estaban “siendo guiados para atacar el proceso electoral brasileño”, una afirmación que Nogueira, el ministro de Defensa, calificó de “irresponsable”.El tribunal electoral también invitó a funcionarios europeos a observar la elección, pero rescindió la invitación después de que el gobierno de Bolsonaro se opusiera. En su lugar, el partido político de Bolsonaro está tratando de que una empresa externa audite los sistemas de votación antes de las elecciones.Bolsonaro y Paulo Sérgio Nogueira, el ministro de Defensa, en una ceremonia el pasado agosto en Brasilia.Andressa Anholete/Getty ImagesFachin, quien ahora preside el tribunal electoral, dijo que Bolsonaro era bienvenido a realizar su propia revisión, pero añadió que los funcionarios ya han probado las máquinas. “Esto es más o menos como forzar la cerradura de una puerta abierta”, dijo.El gobierno de Joe Biden ha advertido a Bolsonaro que debe respetar el proceso democrático. El jueves, en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, el presidente Biden se reunió con Bolsonaro por primera vez. Sentado junto a Biden, Bolsonaro dijo que eventualmente dejaría el cargo de “una manera democrática”, añadiendo que las elecciones de octubre deben ser “limpias, confiables y auditables”.Scott Hamilton, el principal diplomático de Estados Unidos en Río de Janeiro hasta el año pasado, escribió en el periódico brasileño O Globo que la “intención de Bolsonaro es clara y peligrosa: socavar la fe del público y preparar el terreno para negarse a aceptar los resultados”.Bolsonaro insiste en que no está tratando de erosionar los cimientos democráticos de su país, sino que simplemente está asegurando una votación precisa.“¿Cómo quiero un golpe si ya soy presidente?”, dijo este mes. “En las repúblicas bananeras, vemos a los líderes conspirando para mantenerse en el poder, cooptando partes del gobierno para defraudar las elecciones. Aquí es exactamente lo contrario”.André Spigariol More

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    How Bolsonaro Is Using the Military to Challenge Brazil’s Election

    Despite little evidence of past fraud, President Jair Bolsonaro has long raised doubts about Brazil’s electoral process. Now the military is expressing similar concerns.RIO DE JANEIRO — President Jair Bolsonaro of Brazil has for months consistently trailed in the polls ahead of the country’s crucial presidential race. And for months, he has consistently questioned its voting systems, warning that if he loses October’s election, it will most likely be thanks to a stolen vote.Those claims were largely regarded as talk. But now, Mr. Bolsonaro has enlisted a new ally in his fight against the electoral process: the nation’s military.The leaders of Brazil’s armed forces have suddenly begun raising similar doubts about the integrity of the elections, despite little evidence of past fraud, ratcheting up already high tensions over the stability of Latin America’s largest democracy and rattling a nation that suffered under a military dictatorship from 1964 to 1985.Military leaders have identified for election officials what they say are a number of vulnerabilities in the voting systems. They were given a spot on a transparency committee that election officials created to ease fears that Mr. Bolsonaro had stirred up about the vote. And Mr. Bolsonaro, a former army captain who filled his cabinet with generals, has suggested that on Election Day, the military should conduct its own parallel count.Mr. Bolsonaro, who has spoken fondly about the dictatorship, has also sought to make clear that the military answers to him.Election officials “invited the armed forces to participate in the electoral process,” Mr. Bolsonaro said recently, referring to the transparency committee. “Did they forget that the supreme chief of the armed forces is named Jair Messias Bolsonaro?”Almir Garnier Santos, the commander of the Brazilian Navy, told reporters last month that he backed Mr. Bolsonaro’s view. “The president of the republic is my boss, he is my commander, he has the right to say whatever he wants,” Mr. Garnier Santos said.With just over four months until one of the most consequential votes in Latin America in years, a high-stakes clash is forming. On one side, the president, some military leaders and many right-wing voters argue that the election is open to fraud. On the other, politicians, judges, foreign diplomats and journalists are ringing the alarm that Mr. Bolsonaro is setting the stage for an attempted coup.Mr. Bolsonaro has added to the tension, saying that his concerns about the election’s integrity may lead him to dispute the outcome. “A new class of thieves has emerged who want to steal our freedom,” he said in a speech this month. “If necessary, we will go to war.”Activists held a banner that read, “Dictatorship never again,” in Portuguese, during a rally in March in Brasília to protest what organizers said was an increase in human rights violations under Mr. Bolsonaro. Eraldo Peres/Associated PressEdson Fachin, a Supreme Court judge and Brazil’s top election official, said in an interview that claims of an unsafe election were unfounded and dangerous. “These problems are artificially created by those who want to destroy the Brazilian democracy,” he said. “What is at stake in Brazil is not just an electronic voting machine. What is at stake is maintaining democracy.”Mr. Bolsonaro and the military say they are only trying to safeguard the vote. “For the love of God, no one is engaging in undemocratic acts,” Mr. Bolsonaro said recently. “A clean, transparent, safe election is a matter of national security. No one wants to have doubts when the election is over.”Brazil’s Defense Ministry said in a statement that “the Brazilian armed forces act in strict obedience to the law and the Constitution, and are directed to defend the homeland, guarantee the constitutional powers and, through any of these, of law and order.”Mr. Bolsonaro’s tactics appear to be adopted from former President Donald J. Trump’s playbook, and Mr. Trump and his allies have worked to support Mr. Bolsonaro’s fraud claims. The two men reflect a broader democratic backsliding unfolding across the world.The riot last year at the U.S. Capitol has shown that peaceful transfers of power are no longer guaranteed even in mature democracies. In Brazil, where democratic institutions are far younger, the military’s involvement in the election is heightening fears.Mr. Garnier Santos told the Brazilian newspaper O Povo that “as a navy commander, I want Brazilians to be sure that their vote will count,” adding, “The more auditing, the better for Brazil.”A Brazilian federal police report detailed how two generals in Mr. Bolsonaro’s cabinet, including his national security adviser, had tried for years to help him uncover evidence of election fraud.And on Friday, Brazil’s defense minister, Paulo Sérgio Nogueira, sent a 21-point missive to election officials, criticizing them as not taking the military’s points about election safety seriously. “The armed forces don’t feel properly acknowledged,” he said.So far, Mr. Bolsonaro’s comments have gone further. In April, he repeated a falsehood that officials count votes in a “secret room.” He then suggested that voting data should be fed to a room “where the armed forces also have a computer to count the votes.” The military has not publicly commented on this idea.Since the military’s support could be critical for a coup, a popular question in political circles has become: If Mr. Bolsonaro disputed the election, how would the 340,000 members of the armed forces react?Mr. Bolsonaro and President Donald J. Trump in 2020 at Mr. Trump’s Mar-a-Lago resort in Palm Beach, Fla. The men are close allies who have both questioned their country’s elections.T.J. Kirkpatrick for The New York Times“In the U.S., the military and the police respected the law, they defended the Constitution,” said Mauricio Santoro, a professor of international relations at the State University of Rio de Janeiro, referring to Mr. Trump’s claims of a stolen election. “I’m not sure the same thing will happen here.”Military officials and many politicians dispute any notion that the military would back a coup. “He would fall. He wouldn’t have any support,” said Maynard Santa Rosa, a Brazilian Army general for 49 years who served in Mr. Bolsonaro’s cabinet. “And I think he knows it.”Sérgio Etchegoyen, a retired army general close to the military’s current leaders, called concerns about a coup alarmist. “We might think it’s bad that the president questions the ballots,” he said. “But it’s much worse if every five minutes we think the democracy is at risk.”Some American officials are more concerned about the roughly half-million police officers across Brazil because they are generally less professional and more supportive of Mr. Bolsonaro than the military, according to a State Department official who spoke on the condition of anonymity to discuss private conversations.Any claim of a stolen election could face a skeptical public unless the race tightens. A survey of 2,556 Brazilians in late May showed that 48 percent supported former President Luiz Inácio Lula da Silva, compared with 27 percent for Mr. Bolsonaro. (If no candidate captures half of the vote, the top two finishers will go to a runoff on Oct. 30.)That same poll showed that 24 percent of respondents did not trust Brazil’s voting machines, up from 17 percent in March. Fifty-five percent of respondents said they believed the election was vulnerable to fraud, including 81 percent of Mr. Bolsonaro’s supporters.In the 37 years of Brazil’s modern democracy, no president has been as close to the military as Mr. Bolsonaro, a former army paratrooper.As a congressman, he hung portraits of the leaders of the military dictatorship in his office. As president, he has tripled the number of military personnel in civilian posts in the federal government to nearly 1,100. His vice president is also a former general.Last year, as he intensified his critiques of the electoral system, he dismissed the defense minister and the top three military commanders, installing loyalists in their places.The new defense minister quickly weighed in on the electoral process, backing Mr. Bolsonaro’s push to use printed ballots in addition to voting machines, which would make recounts easier. Brazil is one of the few countries to rely entirely on electronic voting machines — 577,125 of them.While Mr. Bolsonaro and his allies admit that they lack proof of past fraud, they point to a number of problems: some perceived irregularities in voting returns; a 2018 hack of the electoral court’s computers, which do not connect to the voting machines; and election officials’ general dismissal of concerns.An electronic voting machine at the headquarters of Brazil’s electoral court last month as analysts tested the system.Eraldo Peres/Associated PressDiego Aranha, a Brazilian computer scientist who has tried to hack the machines for research, said that the lack of paper backups makes it harder to verify results, but that the system overall was safe.Brazil’s Supreme Court ultimately rejected the use of printed ballots, citing privacy concerns.Last year, when election officials created the “election transparency commission,” they invited an admiral with a computer science degree to join. Brazil’s defense minister instead sent a general who directs the army cybercommand.The army representative sent four letters to election officials with detailed questions about the voting process, as well as some recommended changes.He asked about the machines’ tamper-proof seals, the computer code that underpins them and the biometric technology used to verify voters. Election officials said on Saturday that they would accept some of the small technical recommendations and study others for the next election but that other suggestions misunderstood the system.Amid the back-and-forth, the former head of the electoral court, Luís Roberto Barroso, told reporters that military leaders were “being guided to attack the Brazilian electoral process,” an assertion that Mr. Nogueira, the defense minister, called “irresponsible.” The electoral court also invited European officials to observe the election, but rescinded the invitation after the Bolsonaro administration objected. Instead, Mr. Bolsonaro’s political party is trying to have an outside company audit the voting systems before the election.Mr. Bolsonaro and Paulo Sérgio Nogueira, the defense minister and the commander of the Brazilian Army, at a ceremony last August in Brasília.Andressa Anholete/Getty ImagesMr. Fachin, who now runs the electoral court, said Mr. Bolsonaro was welcome to conduct his own review but added that officials already test the machines. “This is more or less like picking the lock on an open door,” he said.The Biden administration has warned Mr. Bolsonaro to respect the democratic process. On Thursday, at the Summit of the Americas in Los Angeles, President Biden met with Mr. Bolsonaro for the first time. Sitting next to Mr. Biden, Mr. Bolsonaro said he would eventually leave office in “a democratic way,” adding that October’s election must be “clean, reliable and auditable.”Scott Hamilton, the United States’ top diplomat in Rio de Janeiro until last year, wrote in the Brazilian newspaper O Globo that Mr. Bolsonaro’s “intent is clear and dangerous: undermine the public’s faith and set the stage for refusing to accept the results.”Mr. Bolsonaro insists that he is simply trying to ensure an accurate vote.“How do I want a coup if I’m already president?” he asked last month. “In Banana Republics, we see leaders conspiring to stay in power, co-opting parts of the government to defraud elections. Here it’s exactly the opposite.”André Spigariol More

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    Eu segui alguns grupos brasileiros de direita no Telegram. Encontrei uma maré de insanidade.

    SÃO PAULO, Brasil — Quando Elon Musk fechou um acordo para comprar o Twitter, os grupos brasileiros de direita no Telegram foram à loucura. Ali estava, enfim, um poderoso defensor da liberdade de expressão. Mais que isso, ali estava alguém que – como os usuários se apressaram a confirmar – queria Carlos Bolsonaro, filho do presidente da República, como presidente do Twitter no Brasil.É claro que isso não era verdade. Mas não fiquei nem um pouco surpresa. Tenho seguido esses grupos no aplicativo de mensagens há semanas, a fim de entender como a desinformação é disseminada em tempo real. No Brasil, as fake news parecem ser algo que atinge a população em geral – o Telegram apenas oferece um tipo de buraco de coelho dos mais profundos onde se pode cair. De modo que eu sabia – a partir de uma experiência horrível e capaz de derreter as retinas – que, para muitos ativistas de direita, as fake news se tornaram um artigo de fé, uma arma de guerra, a forma mais certeira de turvar o debate público.“Fake news faz parte da nossa vida”, disse o presidente Jair Bolsonaro no ano passado, ao receber um prêmio de comunicações oferecido por seu próprio Ministério das Comunicações. (Não dá pra ser mais orwelliano do que isso, certo?) “A internet é um sucesso”, ele prosseguiu. “Não precisamos de regular isso aí. Deixemos o povo à vontade.”Dá para entender a lógica. Afinal, as fake news produziram uma suposta manchete do The Washington Post que dizia: “Bolsonaro é o melhor presidente de todos os tempos” – e alegaram que uma recente motociata em apoio ao presidente entrou para o Guinness World Records. Contudo, meu mergulho nos grupos de Telegram do país revelou algo mais sinistro do que notícias adulteradas. Desregulados, extremos e delirantes, esses grupos servem para difamar os inimigos do presidente e conduzir uma operação oculta de propaganda. Não é de admirar que Bolsonaro esteja tão ávido para manter uma atmosfera de vale-tudo.O grande alvo é o principal adversário de Bolsonaro nas eleições de outubro, o ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Em grupos bolsonaristas de tamanho médio, como “Os Patriotas Br” (11.782 membros) e “Bolsonaro 2022 – Grupo de Apoio!” (25.737 membros), o foco é implacável. Usuários disseminaram à exaustão uma foto digitalmente alterada de um Lula sem camisa de mãos dadas com o presidente da Venezuela Nicolás Maduro, como se eles tivessem sido um casal homossexual nos anos 1980. (Preciso dizer que é falsa?)As alegações são infindáveis e excêntricas: Lula é patrocinado pelo narcotráfico; ele irá perseguir Igrejas; ele é contra as pessoas de classe média terem mais de uma televisão em casa. As pessoas usam tudo o que podem. Um vídeo obviamente satírico – que mostra um ator como se fosse um dos advogados do Partido dos Trabalhadores, confessando praticar fraude eleitoral – é ostentado como prova absoluta e irrefutável. O nome do advogado, “Avacalho Ellhys”, ou seja, “eu avacalho eles”, deveria ter sido suficiente para entregar o jogo. Mas em seu afã de demonização, os seguidores de Bolsonaro não são exatamente dados a uma leitura atenta.Por trás dessa atividade frenética está um desespero mal disfarçado. Segundo a pesquisa eleitoral mais recente, Lula está em primeiro lugar com 41% das intenções de voto, contra 36% de Bolsonaro. A realidade da popularidade de Lula é claramente muito dolorosa de se suportar, de modo que os usuários de Telegram buscam refúgio na fantasia. “Até que enfim uma pesquisa de verdade”, disse um usuário, alegando que um instituto imaginário de pesquisa colocou Bolsonaro em primeiro lugar com 65% das intenções de voto, contra 16% de seu adversário. Quando inventar pesquisas não é suficiente, sempre se pode suspender a corrida. “Com medo de prisão internacional, Lula vai desistir da disputa”, alegou outro. O anseio é quase tocante.Os apoiadores de Bolsonaro têm outro bicho-papão: o Supremo Tribunal Federal, que abriu inúmeras investigações contra o presidente, seus filhos e aliados. No Telegram, esse escrutínio não foi bem recebido. As pessoas acusam os ministros do STF de defender publicamente o estupro, a pedofilia, o homicídio, o narcotráfico e o tráfico de órgãos. Eles disseminam uma foto manipulada de um ministro posando ao lado de Fidel Castro. Eles espalham um vídeo editado no qual outro ministro confessa estar sofrendo chantagem do PT por participar de uma orgia em Cuba. (O ministro realmente disse isso – mas ele estava dando um exemplo bizarro de fake news contra ele, um rumor que o próprio Bolsonaro ajudou a criar no Twitter.)Uns poucos passos foram tomados para conter esse dilúvio de fake news. Algumas plataformas de mídia social removeram vídeos do presidente que propagavam desinformação sobre a Covid-19 e o sistema de urnas eletrônicas. O WhatsApp decidiu não lançar no Brasil uma nova ferramenta chamada Comunidades, que agrega vários grupos menores, até o fim das eleições presidenciais. Em março, o STF baniu o Telegram por dois dias porque a empresa estava ignorando as ordens da Corte de remover um post enganoso sobre o sistema eleitoral brasileiro publicado na conta oficial do presidente (1.34 milhão de membros). A empresa então concordou em adotar algumas medidas contra a desinformação, incluindo o monitoramento diário manual dos 100 canais mais populares do Brasil e uma parceria futura com organizações de checagem. Um problemático projeto de lei contra as fake news está sendo considerado pelo Congresso.Não é nem de longe o suficiente. Uma recente investigação da Polícia Federal identificou um sistema orquestrado – o chamado “gabinete do ódio” – formado por aliados próximos a Bolsonaro, e provavelmente também seus filhos e assessores. O objetivo do grupo é supostamente identificar alvos como políticos, cientistas, ativistas e jornalistas, e então criar e propagar desinformação para “ganhos ideológicos, político-partidários e financeiros”. (Todos eles negam as acusações.) O problema é muito maior do que alguns poucos e dispersos posts de lunáticos.No fim das contas, não sabemos o que pode ser feito para conter de forma efetiva as campanhas massivas de desinformação nas plataformas de mídia social, sobretudo às vésperas de importantes eleições nacionais. Como é possível argumentar com pessoas que acreditam que “os esquerdistas permitem que bebês sejam mortos 28 dias após o nascimento” ou que “a vacina possui parasita que pode ser controlado por impulsos eletromagnéticos”? Alguns especialistas defendem incluir rótulos de checagem, tornar mais difícil o compartilhamento de mensagens ou implementar a verificação dos usuários. Nenhuma dessas medidas, acredito, seria suficiente para refrear a maré de insanidade que encontrei no Telegram.Pelo menos há uma solução à qual sempre podemos recorrer: votar para demover do cargo os políticos que defendem as fake news.Vanessa Barbara é a editora do sítio literário A Hortaliça, autora de dois romances e dois livros de não-ficção em português, e escritora de opinião do The New York Times. More

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    Telegram, la desinformación y la derecha en Brasil

    SÃO PAULO, Brasil — Cuando Elon Musk llegó a un acuerdo para comprar Twitter, los grupos de derecha en Telegram se volvieron locos. Por fin había un sólido defensor de la libertad de expresión. Además, se trataba de alguien que —los usuarios se apresuraron a confirmar— quería que Carlos Bolsonaro, hijo del presidente, fuera el director general de Twitter en Brasil.Eso, por supuesto, no era cierto. Pero no me sorprendió. Llevaba semanas siguiendo a esos grupos en la aplicación de mensajería para ver cómo se difundía la desinformación en tiempo real. En Brasil, las noticias falsas parecen ser algo de lo que la población en general aparentemente es víctima; Telegram simplemente ofrece el tipo de agujero negro más profundo en el que se puede caer. Así que supe —por una experiencia horrible, que me dejó boquiabierta— que para muchos activistas de derecha, las noticias falsas se han convertido en un artículo de fe, un arma de guerra, la forma más segura de opacar el debate público.“Las noticias falsas son parte de nuestras vidas”, dijo el presidente Jair Bolsonaro el año pasado, mientras recibía un premio de comunicación de su propio Ministerio de Comunicaciones. (No se puede ser más orwelliano, ¿verdad?). “Internet es un éxito”, continuó. “No necesitamos regularlo. Dejemos que la gente se sienta libre”.Se puede entender su punto de vista. Después de todo, las noticias falsas produjeron un titular supuestamente en The Washington Post que decía: “Bolsonaro es el mejor presidente brasileño de todos los tiempos”, y afirmaba que un mitin reciente de la caravana pro-Bolsonaro entró en el Guinness World Records. Sin embargo, mi incursión en los grupos de Telegram del país reveló algo más siniestro que unos artículos manipulados. Estos grupos —que no están regulados, son extremos y desquiciados— sirven para calumniar a los enemigos del presidente y llevar a cabo una operación de propaganda en la sombra. No es de extrañar que Bolsonaro esté tan interesado en mantener una atmósfera en la que todo se vale.El objetivo primordial es el principal oponente de Bolsonaro en las elecciones de octubre, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. En grupos medianos pro-Bolsonaro, como “Los Patriotas” (11.782 suscriptores) y “Grupo de apoyo a Bolsonaro 2022” (25.737 suscriptores), el enfoque es implacable. Los usuarios compartieron exhaustivamente una imagen alterada digitalmente de un Da Silva sin camisa tomado de la mano con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, como si hubieran sido una pareja homosexual en la década de 1980. (¿Es necesario decir que es falsa?).Las afirmaciones son interminables y extravagantes: Da Silva está patrocinado por narcotraficantes; perseguirá a las iglesias; está en contra de que los brasileños de clase media tengan más de un televisor en casa. La gente utiliza lo que pueda conseguir. Un video evidentemente satírico —que muestra a un actor, disfrazado de abogado del Partido de los Trabajadores de Da Silva, confesando el fraude electoral— se presenta como una prueba fehaciente. El nombre del abogado, que se traduce en algo así como “Me Burlo de Ellos”, debería haber dado una pista. Pero en su prisa por satanizar, los seguidores de Bolsonaro no leen las cosas con detenimiento.Detrás de esa frenética actividad hay una desesperación apenas disimulada. Da Silva supera actualmente a Bolsonaro en la encuesta más reciente con un 41 por ciento frente al 36 por ciento. La realidad de la popularidad de Da Silva es claramente demasiado dolorosa de soportar, por lo que los usuarios de Telegram se refugian en la fantasía. “Por fin una encuesta real”, dijo un usuario, asegurando que una encuestadora imaginaria ponía a Bolsonaro en primer lugar con el 65 por ciento de las intenciones de voto, frente al dieciséis por ciento de su oponente. Cuando no sirve inventar encuestas, siempre se puede suspender la carrera presidencial. “Temeroso de una detención internacional, Lula va a renunciar a su candidatura”, afirmaba otro. El deseo es casi conmovedor.Los partidarios de Bolsonaro tienen otro gran miedo: el Supremo Tribunal Federal, que ha abierto varias investigaciones sobre el presidente, sus hijos y sus aliados. En Telegram, ese escrutinio no ha sido bien recibido. La gente acusa a los magistrados de defender públicamente la violación, la pederastia, el homicidio, el narcotráfico y el tráfico de órganos. Comparten una fotografía manipulada de un magistrado posando con Fidel Castro. Comparten un video editado en el que otro juez confiesa que el Partido de los Trabajadores lo chantajea por haber participado en una orgía en Cuba. (El juez sí dijo eso, pero en realidad estaba dando un ejemplo extraño de noticias falsas en su contra, un rumor que Bolsonaro ayudó a propagar en Twitter).Se han tomado algunas medidas para frenar este diluvio de noticias falsas. Algunas plataformas de redes sociales han eliminado videos del presidente que difundían información errónea sobre la COVID-19 y el sistema de votación electrónico del país. WhatsApp decidió no introducir en Brasil una nueva herramienta llamada Comunidades, que reúne varios grupos de chats, hasta que no hayan pasado las elecciones presidenciales. En marzo, el Supremo Tribunal prohibió el uso de Telegram durante dos días porque la empresa había ignorado la petición del tribunal de eliminar una publicación engañosa sobre el sistema electoral del país en la cuenta oficial del presidente (1,34 millones de suscriptores). La empresa aceptó entonces adoptar algunas medidas contra la desinformación, entre ellas un control manual diario de los cien canales más populares de Brasil y una futura asociación con organizaciones de verificación de hechos. En el Congreso se está estudiando un imperfecto proyecto de ley sobre las noticias falsas.No es suficiente. Una investigación de la policía federal identificó hace poco un esquema orquestado —el llamado gabinete del odio— formado por los aliados más cercanos de Bolsonaro, y probablemente también sus hijos y ayudantes. El propósito del grupo es, supuestamente, identificar blancos como políticos, científicos, activistas y periodistas, y luego crear y difundir desinformación para obtener “beneficios ideológicos, partidistas y financieros”. (Todos ellos niegan las acusaciones). El problema es mucho mayor que unas cuantas publicaciones dispersas de lunáticos.Al final, no sabemos qué se puede hacer para contener de manera eficaz las enormes campañas de desinformación en las plataformas de las redes sociales, sobre todo antes de unas elecciones nacionales tan importantes. ¿Cómo podemos razonar con personas que creen que “los izquierdistas permiten matar a los bebés a los 28 días de nacer” o que “las vacunas implantan parásitos que se pueden controlar con impulsos electromagnéticos”? Algunos especialistas abogan por añadir etiquetas de comprobación de hechos, dificultar el reenvío de mensajes o introducir la verificación del usuario. Ninguna de esas medidas, supongo, haría mucho para frenar la marea de locura que encontré en Telegram.Al menos hay una solución a la que podemos recurrir: votar para que dejen su puesto los políticos de las noticias falsas.Vanessa Barbara es editora del sitio web literario A Hortaliça, autora de dos novelas y dos libros de no ficción en portugués y colaboradora de la sección de Opinión del Times. More

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    Bolsonaro-Supporting Brazilian Telegram Channels Are Wild and Sinister

    SÃO PAULO, Brazil — When Elon Musk reached a deal to acquire Twitter, right-wing Telegram groups in Brazil went wild. Here at last was a muscular champion of free speech. Even more, here was someone who — users rushed to confirm — wanted Carlos Bolsonaro, son of the president, to be Twitter’s managing director in Brazil.That was, of course, not true. But I wasn’t surprised. I had been following these groups on the messaging app for weeks, to watch how misinformation was spread in real time. In Brazil, fake news seems to be something that the population at large seems to fall victim to — Telegram just offers the sort of deepest rabbit hole you can go down. So I knew — from horrible, eye-sapping experience — that for many right-wing activists, fake news has become an article of faith, a weapon of war, the surest way of muddling the public discussion.“Fake news is part of our lives,” President Jair Bolsonaro said last year, while receiving a communication award from his own Ministry of Communications. (It doesn’t get more Orwellian, does it?) “The internet is a success,” he went on. “We don’t need to regulate it. Let the people feel free.”You can see his point. After all, fake news produced a headline supposedly in The Washington Post that read, “Bolsonaro is the best Brazilian president of all times” — and claimed that a recent pro-Bolsonaro motorcade rally made the Guinness World Records. But my plunge into the country’s Telegram groups revealed something more sinister than doctored articles. Unregulated, extreme and unhinged, these groups serve to slander the president’s enemies and conduct a shadow propaganda operation. No wonder Mr. Bolsonaro is so keen to maintain a free-for-all atmosphere.The chief target is Mr. Bolsonaro’s main opponent in October’s elections, the former president Luiz Inácio Lula da Silva. In medium-size pro-Bolsonaro groups, such as “The Patriots” (11,782 subscribers) and “Bolsonaro 2022 support group” (25,737 subscribers), the focus is unrelenting. Users exhaustively shared a digitally altered picture of a shirtless Mr. da Silva holding hands with President Nicolás Maduro of Venezuela as if they had been a homosexual couple in the 1980s. (Do I need to say it’s false?)The claims are endless, and outlandish: Mr. da Silva is sponsored by drug traffickers; he will persecute churches; he is against middle-class Brazilians having more than one television at home. People use what they can get. An obviously satirical video — which shows an actor, in the guise of an attorney for Mr. da Silva’s Workers’ Party, confessing to electoral fraud — is paraded as cold hard proof. The name of the attorney, which translates as something like “I Mock Them,” should have given the game away. But in their rush to demonize, Mr. Bolsonaro’s followers aren’t exactly given to close reading.Underlying this frenetic activity is barely disguised desperation. Mr. da Silva currently leads Mr. Bolsonaro in the latest poll, 41 percent to 36 percent. The reality of Mr. da Silva’s popularity is clearly too painful to bear, so Telegram users take refuge in fantasy. “Finally a real poll,” one user said, asserting that an imaginary pollster put Mr. Bolsonaro in first place with 65 percent of voting intentions, against 16 percent for his opponent. When inventing polls won’t do, you can always call off the race. “Afraid of an international arrest, Lula is going to give up his candidacy,” another claimed. The wishfulness is almost touching.Mr. Bolsonaro’s supporters have another great boogeyman: the Supreme Court, which has opened several investigations of the president, his sons and his allies. On Telegram, this scrutiny has not been well received. People accuse the justices of publicly defending rape, pedophilia, homicide, drug trafficking and organ trafficking. They share a manipulated picture of one justice posing with Fidel Castro. They share an edited video in which another justice confesses that the Workers’ Party is blackmailing him for participating in an orgy in Cuba. (The justice did say that — but was actually giving a bizarre example of fake news against him, a rumor that Mr. Bolsonaro himself helped to create on Twitter.)A few steps have been taken to curb this deluge of fake news. Some social media platforms have been removing videos from the president that spread misinformation about Covid-19 and the country’s electronic voting system. WhatsApp decided not to introduce in Brazil a new tool called Communities, which gathers several groups chats, until the presidential election is over. In March, the Supreme Court banned Telegram for two days because the company had been ignoring the court’s request to remove a misleading post on the country’s electoral system from the president’s official account (1.34 million subscribers). The company then agreed to adopt a few anti-misinformation measures, including a daily manual monitoring of the 100 most popular channels in Brazil and a future partnership with fact-checking organizations. A flawed “fake news bill” is being considered by Congress.It’s not nearly enough. A federal police investigation recently identified an orchestrated scheme — the so-called cabinet of hate — formed by Mr. Bolsonaro’s closest allies, and probably also his sons and aides. The group’s alleged aim is to identify targets such as politicians, scientists, activists and journalists, and then to create and spread disinformation for “ideological, party-political and financial gains.” (They all deny the accusations.) The problem is much bigger than a few scattered posts by lunatics.In the end, we don’t know what can be done to effectively contain enormous misinformation campaigns on social media platforms, especially before important national elections. How can we reason with people who believe that “leftists allow babies to be killed 28 days after being born” or that “vaccines implant parasites that can be controlled with electromagnetic impulses”? Some specialists advocate adding fact-check labels, making it harder to forward messages or bringing in user verification. None, I’d guess, would do much to hold back the tide of madness I found on Telegram.There is one solution we can fall back on, at least: voting the fake-news politicians out of office.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram. More

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    Brazil’s climate politics are shifting. That matters for the whole planet.

    The Amazon is emerging as a central issue in this year’s presidential campaign. Leaders have taken note.A message from your Climate Forward host: I’d like you to meet Manuela. She’s my partner on Climate Forward, and you’ll hear from her regularly when I’m out on reporting trips and unavailable to write the newsletter. Today, she takes you inside the climate politics of her home country, Brazil. — Somini SenguptaIn Brazil, beef isn’t just food. It’s political. It’s a symbol of dignity and equality, and the price of beef is a kind of barometer of well-being in the country.“Beef is not a privilege for people with money,” former President Luiz Inácio Lula da Silva said in an interview last year.But now, with elections just months away, da Silva, who is better known as Lula, seems to be taking a more environmentally conscious position. He’s suddenly talking about vegetable barbecues and organic salads.“I broadened my perspective,” he said on Twitter in February. He was not just concerned about whether the average Brazilian could afford a barbecue, Lula said, “but also vegetarian people, who don’t eat meat, being able to eat a good organic salad, us encouraging healthier agriculture in our country.”At 76, and with more than five decades of politics under his belt, Lula is adapting. And his willingness to do so makes it clear that, for the first time, climate and the environment will be at the center of the debates before Brazilians vote for president and the national legislature on Oct. 2.Lula, who led Brazil from 2003 to 2010, is one of the best-known politicians in the developing world. Under his administration, millions rose out of poverty, helped by China’s growing hunger for Brazilian commodities like soybeans and steel.Beef was, in some ways, a thread that ran though his presidency. It became a more frequent part of daily meals and one of the country’s major exports. Lula’s administration poured millions from Brazil’s development bank into meatpacking companies, and those operations, in turn, eventually grew to become major drivers of deforestation in the Amazon.This time around, though, Lula is talking about supporting that “healthier agriculture” he mentioned on Twitter.Izabella Teixeira, who served as one of Lula’s environment ministers, told me the former president always treated climate issues seriously. But she said she saw something new in the way climate and environment issues seem to be gaining prominence in his speeches and debates.“He is looking at it with a modern mind set,” she said. “It is one thing to correct the past, to undo mistakes. It is another thing to affirm new paths.”President Biden similarly made climate a pillar of his campaign, as did Gabriel Boric, who became president of Chile in March. Just a few weeks ago, Colombia’s leftist presidential candidate Gustavo Petro chose an environmental activist as his running mate. The first round of that election is May 29.The choice Brazilians make matters for global climate targets. Brazil is, by some measures, the world’s sixth-biggest emitter of greenhouse gases. More important, though, is why: It is currently slashing its part of the Amazon, the world’s largest rainforest, at a pace not seen in over a decade.Lula’s environmental record is mixed. Back in the day, his administration pushed for new policies that sharply curbed Amazon deforestation, even as agribusiness, including beef, grew. But he seemed to disregard the need for an energy transition, instead refusing to support legislation that would have required Brazil to phase out fossil fuels.Under the current president, Jair Bolsonaro, climate action has been all but abandoned. The recent explosion in deforestation rates, which have angered the world, will unquestionably be one of the main legacies of his presidency.Brazil’s current policies have intensified its climate challenge. And it’s not just because of beef. Soy, the country’s top commodity, is increasing pressure on the Cerrado, the country’s vast tropical savanna. There’s also Brazil’s heavy dependence on oil and steel exports.Bolsonaro’s rise to power is widely seen as a response to a multibillion dollar corruption scandal that upended Brazilian politics years ago. Prosecutors said Lula was implicated at the top of the scandal. He spent 580 days in prison in connection with a conviction that was ultimately overturned.As Lula has clawed his way back into public life, he has refused to acknowledge mistakes in the corruption scandal. When it comes to climate policy, though, he has signaled a willingness to reform his legacy.Earlier this week, speaking to thousands of Indigenous people gathered in a demonstration in Brasília, the capital, he promised to appoint an Indigenous cabinet minister. It would be a first for Brazil, a country where Indigenous people are at the forefront of the environmental movement.Past governments of his Workers’ Party, Lula said, “didn’t do all they should have done” for Indigenous people.So far, Lula has the lead over Bolsonaro, who is seeking re-election, in all the main opinion polls, though the race has been tightening. Hunger, unemployment, inflation and the Covid pandemic will also be major issues during the campaign.But the two candidates’ radically different views on the environment could be crucial. According to a poll in September, 80 percent of voters believe protecting the Amazon rainforest should be a priority for presidential candidates.A majority also said a specific plan to defend the Amazon would increase their willingness to vote for a candidate.California’s plan to eliminate gas cars, if adopted, would very likely set the bar for the broader auto industry.Justin Sullivan/Getty ImagesEssential news from The TimesPhasing out gas cars: Officials in California made public plans to prohibit the sale of new gasoline-powered cars by 2035.White House departure: People close to Gina McCarthy, President Biden’s top climate adviser, say she plans to quit because she is unhappy with the slow pace of progress.Even cactuses aren’t safe: More than half of species could face greater extinction risk by midcentury, a new study found, as rising heat and dryness test the plants’ limits.Antarctic puzzle solved: Researchers say the collapse of the two ice shelves was most likely triggered by vast plumes of warm air from the Pacific.‘Silent victim’ of war: Research on past conflicts suggests that, in addition to the human toll, the Russian invasion of Ukraine could have a profound environmental impact.From the Opinion sectionDitch the gas-powered leaf blower: Get an electric one or just use a rake, Jessica Stolzberg writes.Other stuff we’re followingThe latest issue of National Geographic is all about saving forests.A new analysis showed that many big utilities in America are actively pushing back against climate policies, according to The Washington Post.Banks around the world are abandoning coal projects, except in China, according to Bloomberg.A new podcast from the Food & Environment Reporting Network talks to farmers about what they are doing to adapt to climate change.Parts of the Sacramento Valley in California have received their earliest-ever “red flag” warning for fire danger, Capital Public Radio reported.One TikToker found the transportation of the future.Adélie penguins on an iceberg near Paulet Island at the tip of the Antarctic Peninsula. Tomás MunitaBefore you go: For these birds, location mattersAdélie penguins are having a rough time on the western side of the Antarctic Peninsula, where warming linked to climate change has occurred faster than almost anywhere else on the planet. One researcher called the situation a “train wreck” for the birds. On the eastern side of the peninsula, however, it’s a very different story. Adélie populations there seem to be doing just fine. You can find out why, and see some impressive photos from a recent survey expedition in our article.Thanks for reading. We’ll be back on Tuesday.Claire O’Neill and Douglas Alteen contributed to Climate Forward. Reach us at climateforward@nytimes.com. We read every message, and reply to many! More

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    En Latinoamérica, la izquierda asciende

    Los candidatos con plataformas izquierdistas han logrado victorias en una región con dificultades económicas y una desigualdad que va en aumento.RÍO DE JANEIRO — En las últimas semanas de 2021, Chile y Honduras votaron con determinación por presidentes de izquierda para reemplazar a líderes de derecha, con lo que se extendió un cambio significativo que lleva varios años ocurriendo en toda América Latina.Este año, los políticos de izquierda son los favoritos para ganar las elecciones presidenciales en Colombia y Brasil, sustituyendo a los presidentes en funciones de derecha, lo que pondría a la izquierda y a la centroizquierda en el poder en las seis economías más grandes de una región que se extiende desde Tijuana hasta Tierra del Fuego.El sufrimiento económico, el aumento de la desigualdad, el ferviente descontento con los gobernantes y la mala gestión de la pandemia de COVID-19 han impulsado un movimiento pendular que se distancia de los líderes de centroderecha y de derecha que dominaban hace unos años.La izquierda ha prometido una distribución más equitativa de la riqueza, mejores servicios públicos y redes de seguridad social ampliadas. Pero los nuevos líderes de la región se enfrentan a graves limitaciones económicas y a una oposición legislativa que podría restringir sus ambiciones, así como a unos votantes intranquilos que se han mostrado dispuestos a castigar a quien no cumpla lo prometido.Los avances de la izquierda podrían impulsar a China y socavar a Estados Unidos mientras compiten por la influencia regional, dicen los analistas, al presentarse una nueva cosecha de líderes latinoamericanos desesperados por lograr el desarrollo económico y con más apertura hacia la estrategia global de Pekín de ofrecer préstamos e inversiones en infraestructuras. El cambio también podría dificultar que Estados Unidos siga aislando a los regímenes autoritarios de izquierda en Venezuela, Nicaragua y Cuba.Con el aumento de la inflación y el estancamiento de las economías, los nuevos líderes de América Latina tendrán dificultades para lograr un cambio real en los problemas profundos, dijo Pedro Mendes Loureiro, profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Cambridge. Hasta cierto punto, dijo, los votantes están “eligiendo a la izquierda simplemente porque en este momento es la oposición”.Los niveles de pobreza se encuentran en el nivel más alto de los últimos 20 años en una región en la que un efímero auge de las materias primas permitió a millones de personas ascender a la clase media tras el cambio de siglo. Varios países se enfrentan ahora a un desempleo de dos dígitos, y más del 50 por ciento de los trabajadores de la región están empleados en el sector informal.Los escándalos de corrupción, el deterioro de la infraestructura y la ausencia crónica de fondos en los sistemas de salud y educación han erosionado la confianza en el gobierno y las instituciones públicas.Personas sin hogar en fila para recibir el almuerzo de los voluntarios en São Paulo en agosto. “El tema ahora es la frustración, el sistema de clases, la estratificación”, dijo un analista.Mauricio Lima para The New York TimesA diferencia de lo que ocurrió a principios de la década de 2000, cuando los izquierdistas ganaron presidencias decisivas en América Latina, los nuevos gobernantes tienen que hacer frente a la deuda, a presupuestos magros, a escaso acceso al crédito y, en muchos casos, a una oposición vociferante.Eric Hershberg, director del Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de la American University, dijo que la racha ganadora de la izquierda nace de un sentimiento generalizado de indignación.“En realidad se trata de los sectores de la clase media baja y de la clase trabajadora que dicen: ‘treinta años de democracia y todavía tenemos que ir en un autobús decrépito durante dos horas para llegar a un centro de salud malo’”, dijo Hershberg. Citó la frustración, la ira y “una sensación generalizada de que las élites se han enriquecido, han sido corruptas, no han actuado en favor del interés público”.La COVID-19 asoló América Latina y devastó economías que ya eran precarias, pero la inclinación política de la región comenzó antes de la pandemia.Luiz Inácio Lula da Silva, exlíder de izquierda de Brasil, tiene una ventaja considerable sobre Bolsonaro en un cara a cara, según una encuesta reciente.Mauro Pimentel/Agence France-Presse — Getty ImagesEl primer hito fue la elección en México de Andrés Manuel López Obrador, que ganó la presidencia con un resultado arrollador en julio de 2018. Durante su discurso de la noche electoral, declaró: “El Estado dejará de ser un comité al servicio de una minoría y representará a todos los mexicanos, a ricos y pobres”.Al año siguiente, los votantes de Panamá y Guatemala eligieron gobiernos de centroizquierda, y el movimiento peronista de izquierda de Argentina tuvo un sorprendente regreso a pesar del legado de corrupción y mala gestión económica de sus líderes. Con la promesa de “construir la Argentina que nos merecemos”, Alberto Fernández, profesor universitario, celebró su triunfo frente a un presidente conservador que buscaba la reelección.En 2020, Luis Arce se impuso a sus rivales conservadores para convertirse en presidente de Bolivia. Se comprometió a ampliar el legado del exlíder Evo Morales, un socialista cuya destitución el año anterior dejó brevemente a la nación en manos de una presidenta de derecha.En abril del año pasado, Pedro Castillo, un maestro de escuela de provincia, sorprendió a la clase política peruana al derrotar por un estrecho margen a la candidata derechista a la presidencia, Keiko Fujimori. Castillo, un recién llegado a la política, arremetió contra las élites y presentó la historia de su vida —un educador que trabajó en una escuela rural sin agua corriente ni sistema de alcantarillado— como una encarnación de los defectos de la clase gobernante.En Honduras, Xiomara Castro, una candidata de plataforma socialista que propuso el establecimiento de un sistema de renta básica universal para las familias pobres, venció con facilidad en noviembre a un rival conservador para convertirse en presidenta electa.Xiomara Castro, que ganó las elecciones en Honduras, ha propuesto un sistema de renta básica universal para las familias pobres.Daniele Volpe para The New York TimesLa victoria más reciente de la izquierda se produjo el mes pasado en Chile, donde Gabriel Boric, un antiguo activista estudiantil de 35 años, venció a un rival de extrema derecha con la promesa de aumentar los impuestos a los ricos para ofrecer pensiones más generosas y ampliar enormemente los servicios sociales.La tendencia no ha sido universal. En los últimos tres años, los votantes de El Salvador, Uruguay y Ecuador han desplazado a sus gobiernos hacia la derecha. Y en México y Argentina, el año pasado, los partidos de centroizquierda perdieron terreno en las elecciones legislativas, socavando a sus presidentes.Pero en general, Evan Ellis, profesor de estudios latinoamericanos en el Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, dijo no recordar una América Latina “tan dominada por una combinación de izquierdistas y líderes populistas antiestadounidenses”.“En toda la región, los gobiernos de izquierda estarán particularmente dispuestos a trabajar con los chinos en contratos de gobierno a gobierno”, dijo, y posiblemente “con respecto a la colaboración en materia de seguridad, así como a la colaboración tecnológica”.Jennifer Pribble, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Richmond que estudia América Latina, dijo que el brutal número de víctimas de la pandemia en la región hizo que las iniciativas de izquierda, como las transferencias de efectivo y la atención universal a la salud, fueran cada vez más populares.“Los votantes latinoamericanos tienen ahora un sentido más agudo de lo que el Estado puede hacer y de la importancia de que el Estado participe en un esfuerzo redistributivo y en la prestación de servicios públicos”, dijo. “Eso condiciona estas elecciones, y está claro que la izquierda puede hablar más directamente de eso que la derecha”.Gabriel Boric, quien fuera activista estudiantil, ha prometido una amplia expansión de los servicios sociales en Chile.Marcelo Hernandez/Getty ImagesEn Colombia, donde las elecciones presidenciales se celebrarán en mayo, Gustavo Petro, exalcalde izquierdista de Bogotá que perteneció a un grupo guerrillero urbano, ha mantenido una ventaja constante en las encuestas.Sergio Guzmán, director de la consultora Colombia Risk Analysis, dijo que las aspiraciones presidenciales de Petro se hicieron viables después de que la mayoría de los combatientes de las FARC, un grupo guerrillero marxista, dejaron las armas como parte de un acuerdo de paz alcanzado en 2016. El conflicto había dominado durante mucho tiempo la política colombiana, pero ya no.“El tema ahora es la frustración, el sistema de clases, la estratificación, los que tienen y los que no tienen”.Justo antes de Navidad, Sonia Sierra, de 50 años, se encontraba fuera de la pequeña cafetería que regenta en el principal parque urbano de Bogotá. Sus ingresos se habían desplomado, dijo, primero en medio de la pandemia y luego cuando una comunidad desplazada por la violencia se trasladó al parque.Sierra dijo que estaba muy endeudada después de que su marido fuera hospitalizado con covid. Las finanzas son tan ajustadas que hace poco despidió a su única empleada, una joven venezolana que solo ganaba 7,50 dólares al día.“Tanto trabajar y no tengo nada”, dijo Sierra, cantando un verso de una canción popular en la época navideña en Colombia. “No estoy llorando, pero sí, me da sentimiento”.En Recife, Brasil, se complementan los ingresos recogiendo mariscos.Mauricio Lima para The New York TimesEn el vecino Brasil, el aumento de la pobreza, la inflación y una respuesta fallida a la pandemia han convertido al presidente Jair Bolsonaro, el titular de extrema derecha, en un candidato débil de cara a la votación programada para octubre.El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista que gobernó Brasil de 2003 a 2010, una época de notable prosperidad, ha conseguido una ventaja de 30 puntos porcentuales sobre Bolsonaro en un cara a cara, según una encuesta reciente.Maurício Pimenta da Silva, de 31 años, subgerente de una tienda de suministros agrícolas en la región de São Lourenço, en el estado de Río de Janeiro, dijo que se arrepentía de haber votado por Bolsonaro en 2018 y que ahora tiene la intención de apoyar a Da Silva.“Pensé que Bolsonaro mejoraría nuestra vida en algunos aspectos, pero no lo hizo”, dijo Da Silva, un padre de cuatro hijos que no tiene relación con el expresidente. “Todo es tan caro en los supermercados, especialmente la carne”, agregó, lo que lo llevó a tomar un segundo empleo.Con los votantes enfrentados a tanta agitación, los candidatos moderados están ganando poca influencia, lamentó Simone Tebet, una senadora de centroderecha en Brasil que planea presentarse a la presidencia este año.“Si miramos a Brasil y a América Latina, estamos viviendo un ciclo de extremos relativamente aterrador”, dijo. “El radicalismo y el populismo se han impuesto”.Ernesto Londoño More

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    Leftists Are Ascendant in Latin America as Key Elections Loom

    Growing inequality and sputtering economies have helped fuel a wave of leftist victories that may soon extend to Brazil and Colombia.RIO DE JANEIRO — In the final weeks of 2021, Chile and Honduras voted decisively for leftist presidents to replace leaders on the right, extending a significant, multiyear shift across Latin America.This year, leftist politicians are the favorites to win presidential elections in Colombia and Brazil, taking over from right-wing incumbents, which would put the left and center-left in power in the six largest economies in the region, stretching from Tijuana to Tierra del Fuego.Economic suffering, widening inequality, fervent anti-incumbent sentiment and mismanagement of Covid-19 have all fueled a pendulum swing away from the center-right and right-wing leaders who were dominant a few years ago.The left has promised more equitable distribution of wealth, better public services and vastly expanded social safety nets. But the region’s new leaders face serious economic constraints and legislative opposition that could restrict their ambitions, and restive voters who have been willing to punish whoever fails to deliver.The left’s gains could buoy China and undermine the United States as they compete for regional influence, analysts say, with a new crop of Latin American leaders who are desperate for economic development and more open to Beijing’s global strategy of offering loans and infrastructure investment. The change could also make it harder for the United States to continue isolating authoritarian leftist regimes in Venezuela, Nicaragua and Cuba.With rising inflation and stagnant economies, Latin America’s new leaders will find it hard to deliver real change on profound problems, said Pedro Mendes Loureiro, a professor of Latin American studies at the University of Cambridge. To some extent, he said, voters are “electing the left simply because it is the opposition at the moment.”Poverty is at a 20-year high in a region where a short-lived commodities boom had enabled millions to ascend into the middle class after the turn of the century. Several nations now face double-digit unemployment, and more than 50 percent of workers in the region are employed in the informal sector.Corruption scandals, dilapidated infrastructure and chronically underfunded health and education systems have eroded faith in leaders and public institutions.Homeless people lining up to receive lunch from volunteers in São Paulo in August. “The issue now is the frustration, the class system, the stratification,” one analyst said.Mauricio Lima for The New York TimesUnlike the early 2000s, when leftists won critical presidencies in Latin America, the new officeholders are saddled by debt, lean budgets, scant access to credit and in many cases, vociferous opposition.Eric Hershberg, the director of the Center for Latin American and Latino Studies at American University, said the left’s winning streak is born out of widespread indignation.“This is really about lower-middle-class and working-class sectors saying, ‘Thirty years into democracy, and we still have to ride a decrepit bus for two hours to get to a bad health clinic,’” Mr. Hershberg said. He cited frustration, anger and “a generalized sense that elites have enriched themselves, been corrupt, have not been operating in the public interest.”Covid has ravaged Latin America and devastated economies that were already precarious, but the region’s political tilt started before the pandemic.Luiz Inácio Lula da Silva, Brazil’s leftist ex-leader, has a sizable advantage over Mr. Bolsonaro in a head-to-head matchup, according to a recent poll.Mauro Pimentel/Agence France-Presse — Getty ImagesThe first milestone was the election in Mexico of Andrés Manuel López Obrador, who won the presidency by a landslide in July 2018. He declared during his election night address: “The state will cease being a committee at the service of a minority and it will represent all Mexicans, poor and rich.”The next year, voters in Panama and Guatemala elected left-of-center governments, and Argentina’s Peronist movement made a stunning comeback despite its leaders’ legacy of corruption and economic mismanagement. President Alberto Fernández, a university professor, celebrated his triumph over a conservative incumbent by promising “to build the Argentina we deserve.”In 2020, Luis Arce trounced conservative rivals to become president of Bolivia. He vowed to build on the legacy of the former leader Evo Morales, a socialist whose ouster the year before had briefly left the nation in the hands of a right-wing president.Last April, Pedro Castillo, a provincial schoolteacher, shocked Peru’s political establishment by narrowly defeating the right-wing candidate Keiko Fujimori for the presidency. Mr. Castillo, a political newcomer, railed against elites and presented his life story — an educator who worked in a rural school without running water or a sewage system — as an embodiment of their failings.In Honduras, Xiomara Castro, a socialist who proposed a system of universal basic income for poor families, handily beat a conservative rival in November to become president-elect.Xiomara Castro, who won election in Honduras, has proposed a system of universal basic income for poor families.Daniele Volpe for The New York TimesThe most recent win for the left came last month in Chile, where Gabriel Boric, a 35-year-old former student activist, beat a far-right rival by promising to raise taxes on the rich in order to offer more generous pensions and vastly expand social services.The trend has not been universal. In the past three years, voters in El Salvador, Uruguay and Ecuador have moved their governments rightward. And in Mexico and Argentina last year, left-of-center parties lost ground in legislative elections, undercutting their presidents.But on the whole, Evan Ellis, a professor of Latin American studies at the U.S. Army War College, said that in his memory there had never been a Latin America “as dominated by a combination of leftists and anti-U. S. populist leaders.”“Across the region, leftist governments will be particularly willing to work with the Chinese on government-to-government contracts,” he said, and possibly “with respect to security collaboration as well as technology collaboration.”Jennifer Pribble, a political science professor at the University of Richmond who studies Latin America, said the brutal toll of the pandemic in the region made leftist initiatives such as cash transfers and universal health care increasingly popular.“Latin American voters now have a keener sense of what the state can do and of the importance of the state engaging in a redistributive effort and in providing public services,” she said. “That shapes these elections, and clearly the left can speak more directly to that than the right.”Gabriel Boric, a former student activist, has promised a vast expansion of social services in Chile. Marcelo Hernandez/Getty ImagesIn Colombia, where a presidential election is set for May, Gustavo Petro, a leftist former mayor of Bogotá who once belonged to an urban guerrilla group, has held a consistent lead in polls.Sergio Guzmán, the director of Colombia Risk Analysis, a consulting firm, said Mr. Petro’s presidential aspirations became viable after most fighters from the FARC, a Marxist guerrilla group, laid down their weapons as part of a peace deal struck in 2016. The conflict long dominated Colombian politics, but no more.“The issue now is the frustration, the class system, the stratification, the haves and have-nots,” he said.Just before Christmas, Sonia Sierra, 50, stood outside the small coffee shop she runs in Bogotá’s main urban park. Her earnings had plummeted, she said, first amid the pandemic, and then when a community displaced by violence moved into the park.Ms. Sierra said she was deep in debt after her husband was hospitalized with Covid. Finances are so tight, she recently let go her only employee, a young woman from Venezuela who earned just $7.50 a day.“So much work and nothing to show for it,” Ms. Sierra she said, singing a verse from a song popular at Christmastime in Colombia. “I’m not crying, but yes, it hurts.”In Recife, Brazil, supplementing income by harvesting shellfish.Mauricio Lima for The New York TimesIn neighboring Brazil, rising poverty, inflation and a bungled response to the pandemic have made President Jair Bolsonaro, the far-right incumbent, an underdog in the vote set for October.Former President Luiz Inácio Lula da Silva, a leftist firebrand who governed Brazil from 2003 to 2010, an era of remarkable prosperity, has built a 30 percentage point advantage over Mr. Bolsonaro in a head-to-head matchup, according to a recent poll.Maurício Pimenta da Silva, 31, an assistant manager at a farming supplies store in the São Lourenço region of Rio de Janeiro state, said that he regretted voting for Mr. Bolsonaro in 2018, and that he intended to support Mr. da Silva.“I thought Bolsonaro would improve our life in some aspects, but he didn’t,” said Mr. Pimenta, a father of four who is no relation to the former president. “Everything is so expensive in the supermarkets, especially meat,” he added, prompting him to take a second job.With voters facing so much upheaval, moderate candidates are gaining little traction, lamented Simone Tebet, a center-right senator in Brazil who plans to run for president.“If you look at Brazil and Latin America, we are living in a relatively frightening cycle of extremes,” she said. “Radicalism and populism have taken over.”Ernesto Londoño and Flávia Milhorance reported from Rio de Janeiro. Julie Turkewitz reported from Bogotá. More