More stories

  • in

    Elecciones en El Salvador: lo que hay que saber

    Este domingo, Nayib Bukele se dispone a reelegirse con facilidad. Sus medidas enérgicas contra las pandillas, a costa de la restricción de las libertades civiles, le han acarreado un enorme apoyo.En las elecciones presidenciales de El Salvador de este domingo, no hay una verdadera competencia: se espera que Nayib Bukele, el presidente milénial que reconfiguró el país con una serie de medidas enérgicas contra las pandillas y las libertades civiles, gane la reelección de forma aplastante.Los juristas afirman que Bukele, de 42 años, está violando una prohibición constitucional al buscar un segundo mandato consecutivo, algo que a la mayoría de los salvadoreños parece no importarle.Las encuestas muestran que los electores apoyan de manera abrumadora la candidatura de Bukele y que probablemente consolidarán la supermayoría de su partido en la Asamblea Legislativa el domingo, lo que extendería el control irrestricto del presidente sobre cada rama del gobierno durante años.“Quieren demostrar que pueden hacerlo, que tienen el apoyo popular para hacerlo, y quieren que todos simplemente se resignen a ello, sin importar lo que diga la Constitución”, afirmó Ricardo Zuniga, que fungió como enviado especial del Departamento de Estado de EE. UU. a Centroamérica durante la presidencia de Biden. “Es una demostración de poder”.Casi el 80 por ciento de los salvadoreños afirmó en una encuesta reciente que apoyaba la candidatura de Bukele. La misma encuesta reveló que su partido, Nuevas Ideas, podría obtener hasta 57 de los 60 escaños de la Asamblea Legislativa, después de que se realizaron cambios en la composición del órgano legislativo que, según los analistas, beneficiaron al partido de gobierno.El argumento más fuerte de la candidatura de Bukele ha sido los casi dos años de estado de excepción que su gobierno impuso luego de que las pandillas criminales que hacía mucho tiempo dominaban las calles cometieron una ola de asesinatos en marzo de 2022.We are having trouble retrieving the article content.Please enable JavaScript in your browser settings.Thank you for your patience while we verify access. If you are in Reader mode please exit and log into your Times account, or subscribe for all of The Times.Thank you for your patience while we verify access.Already a subscriber? Log in.Want all of The Times? Subscribe. More

  • in

    El Salvador’s Bukele Expected to Win Re-Election: What to Know

    Nayib Bukele is set to easily win a second term on Sunday, riding enormous support for his crackdown on gangs, even if the price has been restricting civil liberties.In El Salvador’s presidential contest on Sunday, there is no real competition: Nayib Bukele, the millennial president who reshaped the country with a crackdown on gangs and civil liberties, is expected to win re-election in a landslide.Legal scholars say Mr. Bukele, 42, is violating a constitutional ban by seeking a second consecutive term, but most Salvadorans don’t seem to care.Surveys show that voters overwhelmingly support Mr. Bukele’s candidacy and will likely cement his party’s supermajority in the legislature on Sunday, extending the leader’s unimpeded control over every lever of government for years.“They want to show that they can do this, they want to show they have popular backing for doing it — and they want everyone to just live with it, regardless of the Constitution,” said Ricardo Zuniga, who served as the U.S. State Department’s special envoy to Central America under President Biden. “It’s a demonstration of power.”Nearly 80 percent of Salvadorans said they supported Mr. Bukele’s candidacy in one recent survey. The same survey shows his New Ideas party could win as many as 57 of 60 seats in the legislature, after it made changes to the composition of the legislative assembly that analysts say benefited the governing party.Mr. Bukele’s main selling point has been the nearly two-year state of emergency his government imposed after the gangs that had long dominated the streets went on a killing spree in March 2022.We are having trouble retrieving the article content.Please enable JavaScript in your browser settings.Thank you for your patience while we verify access. If you are in Reader mode please exit and log into your Times account, or subscribe for all of The Times.Thank you for your patience while we verify access.Already a subscriber? Log in.Want all of The Times? Subscribe. More

  • in

    Elecciones en Ecuador y Guatemala en 4 conclusiones

    A los “outsiders” les fue mejor de lo esperado, lo que subraya la volatilidad de la política latinoamericana. A los candidatos que llamaron a emular las medidas enérgicas contra el crimen de El Salvador no les fue bien.El domingo, Ecuador y Guatemala celebraron elecciones que dejaron en evidencia algunas tendencias cruciales en América Latina como los esfuerzos anticorrupción, la creciente importancia de los votantes jóvenes y los llamados a emular las medidas enérgicas contra el crimen de El Salvador.En Ecuador, donde el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio este mes ensombreció la campaña, una política de la izquierda tradicional, Luisa González, se enfrentará en una segunda vuelta a Daniel Noboa, el heredero de una familia adinerada conocida por su imperio bananero.Y en Guatemala, el activista progresista y anticorrupción Bernardo Arévalo ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de manera aplastante contra una ex primera dama, Sandra Torres, asestando así un golpe al establishment político conservador del país.Debido a las preocupaciones latentes sobre la erosión del Estado de derecho y la influencia cada vez mayor de las bandas narcotraficantes en diferentes partes de América Latina, la votación fue observada de cerca en busca de señales de lo que podrían significar los resultados.A continuación, presentamos algunas conclusiones clave.El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha tomado medidas enérgicas contra la violencia de las pandillas mediante arrestos masivos que perjudicaron a miles de personas inocentes.Brittainy Newman para The New York TimesLa delincuencia no fue el único tema en la mente de los votantesEcuador y Guatemala enfrentan una variedad de retos diferentes, y aunque las dificultades para gobernar de manera efectiva en ambos países son bien conocidas, los nuevos líderes tendrán que lidiar con tener bajo control el crimen organizado y crear oportunidades económicas para mantener a sus ciudadanos en casa y evitar que emigren.La estrella del momento en la escena política de América Latina es el presidente populista conservador de El Salvador, Nayib Bukele, debido a su éxito en el uso de tácticas de línea dura para sofocar la violencia de las pandillas, incluidos arrestos masivos que afectaron a miles de personas inocentes y erosionaron las libertades civiles. Pero las expectativas de que los entusiastas de las tácticas de Bukele sobre el crimen tendrían un camino fácil hacia la victoria se desvanecieron tanto en Ecuador como en Guatemala.“Es notable que en ninguno de los dos casos les haya ido bien a los admiradores descarados de las políticas severas de Nayib Bukele contra las bandas criminales en El Salvador”, dijo Michael Shifter, miembro principal de Diálogo Intermericano, una organización de investigación con sede en Washington.A pesar de la conmoción generada por el asesinato de Villavicencio, los candidatos explícitamente anticrimen en Ecuador dividieron su porción de los votos. A Jan Topic, quien se alineó estrechamente con Bukele, le fue mal a pesar de haber subido en las encuestas tras el asesinato.“Hizo una campaña de un solo tema que, en su mayoría, se enfocó en la seguridad”, dijo Risa Grais-Targow, directora para América Latina de Eurasia Group, sobre Topic. “Pero los votantes tienen otras preocupaciones, como las relacionadas con la economía”.De manera similar, en Guatemala —donde crecían los temores de un descenso hacia el autoritarismo— la promesa de Torres de implementar políticas al estilo de Bukele no logró ganar mucho impulso. En cambio, su rival la puso a la defensiva debido a que había pasado un tiempo bajo arresto domiciliario en relación con cargos de financiamiento ilícito de campañas.También influyeron en el resultado las maniobras de la autoridad electoral de Guatemala para simplemente descalificar a los candidatos que se consideraron amenazas al orden establecido.Uno de los candidatos expulsados de la contienda antes de la primera vuelta en junio fue Carlos Pineda, un outsider que buscaba replicar las medidas enérgicas contra el crimen de Bukele. La descalificación de Pineda y otros le abrió un camino a Arévalo, otro candidato independiente cuyas propuestas para combatir el delito son más matizadas.Los candidatos guatemaltecos intentaron capitalizar el apoyo de los jóvenes.Daniele Volpe para The New York TimesLos votantes jóvenes influyen en las eleccionesEn un grado notable, los resultados electorales en Ecuador y Guatemala dependieron de las decisiones de los votantes jóvenes. En Ecuador, Noboa, un empresario de 35 años, neófito de la política, estaba en los últimos lugares de las encuestas hasta hace apenas unas semanas.Pero aprovechando el apoyo de los jóvenes mientras se presentaba como un candidato independiente, Noboa se abrió camino inesperadamente hacia la segunda vuelta con cerca del 24 por ciento de los votos. (El reconocimiento de su apellido también podría haber ayudado; su padre, Álvaro Noboa, uno de los hombres más ricos de Ecuador, se postuló a la presidencia en cinco oportunidades).En Guatemala, el país más poblado de América Central, Arévalo, de 64 años, también se benefició del apoyo de los jóvenes, especialmente en las ciudades, quienes se sintieron atraídos por sus llamados a poner fin a la persecución política de activistas de derechos humanos, ambientalistas, periodistas, fiscales y jueces.Arévalo también mostró una postura más moderada sobre temas sociales. Aunque dijo que no buscaría legalizar el aborto o el matrimonio igualitario, dejó claro que su gobierno no permitiría la discriminación contra las personas por su orientación sexual.Esa postura, algo novedosa en Guatemala, contrastó en gran manera con la de Torres, quien seleccionó a un pastor evangélico como su compañero de fórmula y empleó un insulto contra personas homosexuales en la campaña electoral para referirse a los simpatizantes de Arévalo.Luisa González enfrentará a Daniel Noboa en la segunda vuelta de las elecciones en Ecuador.Johanna Alarcón para The New York TimesLa izquierda va en diferentes direccionesGuatemala y Ecuador ofrecieron visiones contrastantes de la izquierda en América Latina.Dentro del panorama político tradicionalmente conservador de Guatemala, Arévalo, quien critica gobiernos de izquierda como el de Nicaragua, a menudo es descrito como un progresista. En ese sentido se parece más a Gabriel Boric, el presidente joven y moderado de Chile, que a los agitadores de otras zonas de la región.El partido de Arévalo, Movimiento Semilla, el cual se formó tras las protestas anticorrupción en 2015, también es diferente a cualquier otro movimiento surgido en Guatemala durante las últimas décadas. Semilla llamó la atención por realizar una campaña austera y de principios, dejando claras sus fuentes de financiamiento, a diferencia del financiamiento opaco que prevalece en otros partidos. Otra fuente de inspiración para Semilla es el Frente Amplio de Uruguay, un partido de centro izquierda moderado y democrático.“Arévalo es un demócrata de pies a cabeza”, aseveró Will Freeman, miembro de estudios latinoamericanos del Consejo de Relaciones Exteriores.González, en contraste, proviene de un sector diferente de la izquierda latinoamericana, caracterizado en el caso de Ecuador por poner a prueba los controles y equilibrios democráticos, dijo Freeman. Es partidaria de Rafael Correa, un expresidente ecuatoriano que sigue siendo una fuerza dominante en la política del país a pesar de tener seis años fuera del poder.Correa, quien vive en Bélgica tras huir de una sentencia de prisión de ocho años por violaciones en el financiamiento de campañas, conserva una base sólida que oscila entre el 20 y el 30 por ciento del electorado.En gran medida, ese apoyo es resultado de la “nostalgia de ese momento de bienestar que hubo durante la era de Correa”, dijo Caroline Ávila, analista política en Ecuador.Arévalo obtuvo más votos que cualquier otro candidato en Guatemala desde que se restableció la democracia en el país en 1985.Daniele Volpe para The New York TimesLa imprevisibilidad marcó las contiendasLas elecciones tanto en Ecuador como en Guatemala destacaron una tendencia regional más general: la incertidumbre y volatilidad de la política latinoamericana.En ambos países, las encuestas fallaron en captar desarrollos cruciales. En Ecuador, donde Topic capitalizó las consecuencias del asesinato de Villavicencio, Noboa se abrió camino para pasar a la segunda vuelta.Y en Guatemala, Arévalo, un candidato académico que a veces lee sus discursos y carece de las habilidades oratorias de sus rivales, no fue visto como una amenaza por el establishment hasta que logró pasar a la segunda vuelta.Hoy, con su aplastante victoria, Arévalo obtuvo más votos que cualquier otro candidato desde que se restauró la democracia en Guatemala en 1985.Ese es un escenario que incluso muchos miembros del propio partido de Arévalo no vieron venir.Simon Romero More

  • in

    Elections in Ecuador and Guatemala: Four Takeaways

    Outsiders overperformed, underscoring the volatility of Latin American politics. Candidates calling to emulate El Salvador’s crackdown on crime did not do well.Ecuador and Guatemala held elections on Sunday that shed light on crucial trends throughout Latin America, including anticorruption drives, the growing importance of young voters and calls to emulate El Salvador’s crackdown on crime.In Ecuador, where the assassination this month of the presidential candidate Fernando Villavicencio cast a pall over campaigning, an establishment leftist, Luisa González, will head into a runoff against Daniel Noboa, the scion of a well-heeled family known for its banana empire.And in Guatemala, the progressive anti-graft crusader Bernardo Arévalo won in a landslide over a former first lady, Sandra Torres, dealing a blow to the country’s conservative political establishment.As concerns simmer over the erosion of the rule of law and the expanding sway of drug gangs in different parts of Latin America, the voting was watched closely for signs of what the outcomes could mean.Here are key takeaways.President Nayib Bukele of El Salvador has cracked down on gang violence, using mass arrests that swept up thousands of innocent people. Brittainy Newman for The New York TimesCrime wasn’t the only issue on voters’ minds.Ecuador and Guatemala each face an array of different challenges, and while it is hard to overstate the difficulty of governing effectively in both countries, new leaders will grapple with getting organized crime under control and creating economic opportunities to keep their citizens at home instead of emigrating.The star of the moment in Latin America’s political scene is El Salvador’s conservative populist president, Nayib Bukele, for his success in using hard-line tactics to quell gang violence, including mass arrests that swept up thousands of innocent people and the erosion of civil liberties. But expectations that enthusiasts for the Bukele gospel on crime would sail to victory fizzled in Ecuador and Guatemala.“It is notable that in neither case did unabashed admirers of Nayib Bukele’s hard-line policies against criminal gangs in El Salvador fare well,” said Michael Shifter, a senior fellow at the Inter-American Dialogue, a Washington-based research organization.Despite the shock over the assassination of Mr. Villavicencio, explicitly anti-crime candidates in Ecuador split their share of the votes. Jan Topic, who aligned himself closely with Mr. Bukele, fared poorly despite climbing in the polls after the assassination.“He did run a single-issue campaign that was very much focused around security,” Risa Grais-Targow, the Latin America director for Eurasia Group, said of Mr. Topic. “But voters have other concerns, including on the economy.”Similarly, in Guatemala — where fears were growing of a slide toward authoritarian rule — Ms. Torres’s pledge to put in place Bukele-style policies failed to gain much traction. Instead, the former first lady was put on the defensive by her rival because she had spent time under house arrest in connection to charges of illicit campaign financing.Also influencing the outcome: moves by Guatemala’s electoral authority to simply disqualify candidates who were viewed as threatening the established order.One of the candidates pushed out of the race ahead of the first round in June was Carlos Pineda, an outsider seeking to replicate Mr. Bukele’s crackdown on crime. When Mr. Pineda and others were disqualified, that provided an opening for Mr. Arévalo, another outsider, even though his proposals to fight crime are more nuanced.Guatemalan candidates tried to capitalize on the support of young people.Daniele Volpe for The New York TimesYoung voters shape elections.To a notable degree, the electoral outcomes in Ecuador and Guatemala hinged on the choices of young voters. In Ecuador, Mr. Noboa, 35, a businessman and newcomer to politics, was polling in the doldrums just a few weeks ago.But seizing on youth support while casting himself as an outsider, Mr. Noboa unexpectedly surged into the runoff with about 24 percent of the vote. (Name recognition may also have helped; his father, Álvaro Noboa, one of Ecuador’s richest men, ran unsuccessfully for president five times.)In Guatemala, Central America’s most populous country, Mr. Arévalo, 64, also capitalized on the support of young people, especially in cities, who were drawn to his calls to end the political persecution of human rights activists, environmentalists, journalists, prosecutors and judges.Mr. Arévalo also offered a more moderate stance on social issues. While saying he would not seek to legalize abortion or gay marriage, he made it clear that his government would not permit discrimination against people because of their sexual orientation.That position, which is somewhat novel in Guatemala, stood in sharp contrast to that of Ms. Torres, who drafted an evangelical pastor as her running mate and used an anti-gay slur on the campaign trail to refer to Mr. Arévalo’s supporters.Luisa González will head into a runoff against Daniel Noboa in Ecuador.Johanna Alarcón for The New York TimesThe left is going in different directions.Guatemala and Ecuador offered sharply contrasting visions for the left in Latin America.Indeed, within Guatemala’s traditionally conservative political landscape, Mr. Arévalo, who criticizes leftist governments like Nicaragua’s, is often described as a progressive. In that sense, he is more like Gabriel Boric, Chile’s moderate young president, than firebrands elsewhere in the region.Mr. Arévalo’s party, Movimiento Semilla (Seed Movement), which coalesced after anticorruption protests in 2015, is also unlike any other party in Guatemala in recent decades. Semilla gained attention for running a principled and austere campaign, making its funding sources clear, in contrast to the opaque financing prevailing in other parties. Another source of inspiration for Semilla is Uruguay’s Frente Amplio (Broad Front), a moderate, democratic left-of-center party.“Arévalo is a democrat through and through,” said Will Freeman, a fellow in Latin America studies at the Council on Foreign Relations.Ms. González, by contrast, hails from a different part of the Latin American left, characterized in Ecuador’s case by testing democratic checks and balances, Mr. Freeman said. She is a supporter of Rafael Correa, a former Ecuadorean president who remains a dominant force in the country’s politics despite being out of power for six years.Mr. Correa, who lives in Belgium after fleeing an eight-year prison sentence for campaign-finance violations, retains a strong base that oscillates between 20 percent and 30 percent of the electorate.That support is largely a result of the “nostalgia for that moment of well-being that existed during the Correa era,” said Caroline Ávila, a political analyst in Ecuador.Mr. Arévalo got more votes than any other candidate in Guatemala since democracy was restored in the country in 1985.Daniele Volpe for The New York TimesUnpredictability underlined the races.The races in both Ecuador and Guatemala highlighted a wider regional trend: the uncertainty and volatility of Latin America’s politics.Polls in both countries failed to capture crucial developments. In Ecuador, where Mr. Topic was seen capitalizing on the aftermath of the Villavicencio assassination, Mr. Noboa swooped in to make it to the runoff.And in Guatemala, Mr. Arévalo, a professorial candidate who sometimes reads his speeches and lacks the oratory skills of his rivals, was viewed as nonthreatening by the establishment — until he squeaked into the runoff.Now, with his landslide win, Mr. Arévalo got more votes than any other candidate since democracy was restored in Guatemala in 1985.That’s a scenario that even many within Mr. Arévalo’s own party did not see coming.Simon Romero More

  • in

    Ecuador conmocionado por el asesinato de Fernando Villavicencio

    Los 12 disparos efectuados el miércoles por la tarde, que acabaron con la vida de un candidato presidencial ecuatoriano cuando salía de un acto de campaña, han marcado un punto de inflexión dramático para una nación que hasta hace apenas unos años parecía una isla de seguridad en una región violenta.Un video del instante previo al asesinato del candidato, Fernando Villavicencio, comenzó a circular en línea incluso antes de que se confirmara su muerte. Para muchos ecuatorianos, esos disparos resonaron con un mensaje sombrío: su país había cambiado para siempre.“Siento que representa una pérdida total de control para el gobierno”, dijo Ingrid Ríos, politóloga de la ciudad de Guayaquil, “y para los ciudadanos también”.Ecuador, un país con 18 millones de habitantes en la costa occidental de Sudamérica, ha sobrevivido a gobiernos autoritarios, crisis financieras, protestas masivas y al menos un secuestro presidencial. Sin embargo, nunca había sido sacudido por el tipo de conflicto relacionado con las drogas que ha plagado a la vecina Colombia, el cual ha desatado una violencia que ha matado a miles, erosionando la democracia y enfrentando a los ciudadanos entre sí.Hasta ahora.La sede del partido político de Villavicencio. El candidato fue asesinado frente a una escuela donde estaba realizando un evento de campaña.Johanna Alarcón para The New York TimesHoras después del asesinato del candidato, el presidente Guillermo Lasso declaró el estado de emergencia y suspendió algunas libertades civiles para ayudarlo a lidiar con la creciente delincuencia, según dijo.El jueves por la tarde, el ministro del Interior de Ecuador, Juan Zapata, afirmó que los seis sospechosos detenidos en relación con el asesinato de Villavicencio eran de nacionalidad colombiana, lo que le añade una nueva dimensión a una historia que ya parecía haber sido importada de otro lugar.En los últimos cinco años, el narcotráfico ha ganado un poder extraordinario en Ecuador, a medida que las mafias extranjeras de la droga se han aliado con las pandillas locales de las calles y las prisiones. En solo unos años han transformado regiones enteras del país, extorsionando negocios, reclutando jóvenes, infiltrándose en el gobierno y matando a quienes los investigan.Las similitudes con los problemas que afectaron a Colombia en las décadas de 1980 y 1990, cuando los grupos narcotraficantes asumieron el control de grandes zonas del país y se infiltraron en el gobierno, se han vuelto casi imposibles de ignorar para los ecuatorianos.El jueves, algunos comenzaron a comparar el asesinato de Villavicencio con el de Luis Carlos Galán, un candidato presidencial colombiano que fue asesinado a tiros durante la campaña en 1989. Al igual que Villavicencio, Galán fue un duro crítico de la actividad ilegal de las drogas.La muerte de Galán aún resuena en Colombia como símbolo de los peligros de denunciar al poder criminal y de la incapacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos.En términos más generales, Colombia sigue lidiando con los efectos del narcotráfico, que sigue influyendo en los procesos electorales y es responsable de la muerte y el desplazamiento de miles de personas cada año.El jueves, un grupo de personas se reunió frente a una morgue en la capital ecuatoriana, Quito, donde se encontraba el cuerpo de Villavicencio. El aire se llenó de llantos desesperados. Irina Tejada, una maestra de 48 años, habló entre lágrimas.“Nos arrebataron a nuestro héroe”, dijo. Luego, refiriéndose a los políticos corruptos, afirmó: “¿Por qué no se ponen de parte de nuestro pueblo, no de esos narcos criminales? ¡Qué dolor, indignación!”.Irina Tejada, maestra, de luto frente a la morgue donde se encontraba el cuerpo de Villavicencio.Johanna Alarcón para The New York TimesPoco después, el coche fúnebre plateado que transportaba el cuerpo de Villavicencio salió de la morgue y la multitud comenzó a aplaudir, primero con tristeza y luego con rabia frenética.La gente le gritó a la escolta policial que rodeaba el cuerpo.“¡Ahora lo protegen! ¡Cuando ya es demasiado tarde!”, gritó una mujer.Villavicencio, quien había trabajado como periodista, activista y asambleísta, figuraba en las encuestas en una posición intermedia en el grupo de ocho candidatos para las elecciones presidenciales que se celebrarán el 20 de agosto. Fue uno de los que más denunció abiertamente el vínculo entre el crimen organizado y los funcionarios gubernamentales.El miércoles por la tarde, Villavicencio llegó a una escuela en Quito, la capital, donde estuvo en un escenario frente a una multitud y se pronunció “en contra de las mafias que han sometido a esta patria”. Luego, cuando salía de la escuela bajo una enorme pancarta que mostraba su rostro junto a la palabra “presidente”, se realizaron los disparos.El presidente Lasso inmediatamente culpó de la muerte al “crimen organizado”. La Fiscalía General del Estado rápidamente dijo que un sospechoso había muerto y otros seis habían sido arrestados.Al día siguiente, Lasso informó que había solicitado la ayuda del FBI, órgano que accedió a ayudar en la investigación del caso.Con un chaleco antibalas, Andrea González, compañera de fórmula de Villavicencio, ofreció una conferencia de prensa el jueves.Johanna Alarcón para The New York TimesJusto después de la muerte de Villavicencio, Carlos Figueroa, un miembro de su campaña que presenció el tiroteo, habló con el Times, con voz temblorosa.“Las mafias son demasiado poderosas”, afirmó. “Se han tomado nuestro país, se han tomado el sistema económico, la policía, el sistema judicial”.“Estamos desesperados”, continuó. “No sabemos el futuro de nuestro país. En manos de quién, por quién va a ser asumido”.Villavicencio, de 59 años, ganó prominencia como opositor del correísmo, el movimiento de izquierda del expresidente Rafael Correa, quien gobernó desde 2007 hasta 2017 y aún tiene poder político en Ecuador.En los días previos al asesinato, Villavicencio había aparecido en televisión afirmando que había recibido tres amenazas específicas de miembros de un grupo criminal llamado Los Choneros.En una primera amenaza, dijo, representantes de un líder de Los Choneros llamado Fito visitaron a un miembro del equipo de Villavicencio “para decirle que si yo sigo mencionando el nombre de Fito, mencionando los Choneros, me van a quebrar. Efectivamente, eso fue. Y mi decisión fue continuar con la campaña”.Oficiales de policía custodiando la caravana que transportaba el cuerpo de Villavicencio, el jueves.Johanna Alarcón para The New York TimesEl asesinato de Villavicencio afecta una elección presidencial ya de por sí polémica, y que continuará según lo planeado. La candidata que cuenta con el respaldo de Correa, Luisa González, lidera las encuestas.Sin embargo, como Villavicencio fue un crítico tan duro de Correa, algunos ecuatorianos han comenzado a culpar a los candidatos correístas por la muerte de Villavicencio. No hay evidencia de su participación.“Ni un solo voto para el correísmo”, coreó una mujer afuera de la morgue.Otros votantes dijeron que iban a comenzar a apoyar a Jan Topic, un candidato y exsoldado de la Legión Extranjera Francesa cuyo enfoque ha sido adoptar una línea dura en materia de seguridad y quien se ha hecho eco de las promesas del presidente de El Salvador, Nayib Bukele. La línea dura de Bukele contra las pandillas, incluidos los encarcelamientos masivos, ha ayudado a reducir la violencia, pero también ha generado que lo acusen de violar las libertades civiles.Germán Martínez, un médico forense que estaba en la morgue donde estuvo el cuerpo de Villavicencio el jueves, dijo que después del asesinato había decidido cambiar su voto a Topic.“¿Dónde estamos como ecuatorianos?”, preguntó. “Ya tenemos que dejar de andar con la frente al sueño. Tenemos que enfrentar a los criminales. Necesitamos una mano firme”.Genevieve Glatsky More

  • in

    Ecuador Reels From Assassination of Fernando Villavicencio

    The 12 shots fired on Wednesday evening, killing an Ecuadorean presidential candidate as he exited a campaign event, marked a dramatic turning point for a nation that a few years ago seemed an island of security in a violent region.A video of the moments just before the killing of the candidate, Fernando Villavicencio, began circulating online even before his death had been confirmed. And for many Ecuadoreans, those shots echoed with a bleak message: Their nation was forever changed.“I feel that it represents a total loss of control for the government,” said Ingrid Ríos, a political scientist in the city of Guayaquil, “and for the citizens, as well.”Ecuador, a country of 18 million on South America’s western coast, has survived authoritarian governments, financial crises, mass protests and at least one presidential kidnapping. It has never, however, been shaken by the kind of drug-related warfare that has plagued neighboring Colombia, unleashing violence that has killed thousands, corroded democracy and turned citizens against one another.Until now.The headquarters of Mr. Villavicencio’s political party. He was assassinated outside a school where he was holding a campaign event.Johanna Alarcón for The New York TimesHours after the candidate’s killing, President Guillermo Lasso declared a state of emergency, suspending some civil liberties, he said, to help him deal with growing crime.And on Thursday afternoon, Ecuador’s interior minister, Juan Zapata, said that six suspects arrested in connection with Mr. Villavicencio’s killing were all Colombian, adding a new dimension to a story line that already seemed to be imported from another place.In the past five years, the narco-trafficking industry has gained extraordinary power in Ecuador, as foreign drug mafias have joined forces with local prison and street gangs. In just a few years, they have transformed entire swaths of the country, extorting businesses, recruiting young people, infiltrating the government and killing those who investigate them.The similarities to the problems that plagued Colombia in the 1980s and ’90s, as narco-trafficking groups assumed control of broad parts of the country and infiltrated the government, have become almost impossible for Ecuadoreans to ignore.On Thursday, some began to compare Mr. Villavicencio’s killing to that of Luis Carlos Galán, a Colombian presidential candidate gunned down on the campaign trail in 1989. Like Mr. Villavicencio, Mr. Galán was a harsh critic of the illegal drug industry.Mr. Galán’s death still reverberates in Colombia as a symbol of the dangers of speaking out against criminal power and of the inability of the state to protect its citizens.More broadly, Colombia is still grappling with the effects of the drug-trafficking industry, which continues to hold sway over the electoral process and is responsible for the deaths and displacement of thousands of people each year.On Thursday, mourners gathered outside a morgue in the Ecuadorean capital, Quito, where Mr. Villavicencio’s body was being held. The air filled with desperate cries. Irina Tejada, 48, a teacher, wept as she spoke.“They’ve stolen our hero,” she said. Then, addressing corrupt politicians, she went on: “Why don’t they side with our people, not with those criminal narcos? The pain and outrage!”Irina Tejada, a teacher, mourning outside the morgue where Mr. Villavicencio’s body was being held.Johanna Alarcón for The New York TimesSoon, the silver hearse carrying Mr. Villavicencio’s body left the morgue, and the crowd began to clap, at first mournfully, then with a rapid anger.People screamed at the police escort surrounding the body.“Now you protect him, when it is too late!” a woman shouted.Mr. Villavicencio, who had worked as a journalist, activist and legislator, was polling near the middle of a group of eight candidates in a presidential election set for Aug. 20. He was among the most outspoken about the link between organized crime and government officials.On Wednesday evening, he arrived at a school in Quito, the capital, where he stood on a stage in front of a packed crowd and spoke out “against the mafias that have subjugated this homeland.” Then, as he exited the school under an enormous banner that bore his face and the words “presidente,” the shots were fired.Mr. Lasso, the president, immediately blamed the death on “organized crime.” The national prosecutor’s office quickly said that one suspect had been killed and six others arrested.The following day, Mr. Lasso said he had requested the help of the F.B.I., which agreed to assist in investigating the case.Wearing a bulletproof vest, Andrea González, Mr. Villavicencio’s running mate, held a news conference on Thursday.Johanna Alarcón for The New York TimesJust after Mr. Villavicencio’s death, Carlos Figueroa, a member of his campaign who had witnessed the shooting, spoke to The Times, his voice wobbly.“The mafias are too powerful,” he said. “They have taken over our country; they have taken over the economic system, the police, the judicial system.”“We are desperate,” he continued. “We don’t know our country’s future, in which hands, or by whom, it will be taken over.”Mr. Villavicencio, 59, gained prominence as an opponent of correísmo, the leftist movement of former President Rafael Correa, who served from 2007 to 2017 and still holds political power in Ecuador.In the days before the assassination, Mr. Villavicencio had appeared on television, saying that he had received three specific threats from members of a criminal group called Los Choneros.In an initial threat, he said, representatives of a Choneros leader named Fito visited a member of Mr. Villavicencio’s team “to tell them that if I keep mentioning Fito’s name, mentioning the Choneros, they’re going to break me. That’s how it was. And my decision was to continue with the electoral campaign.”Police officers guarding the motorcade carrying Mr. Villavicencio’s body on Thursday.Johanna Alarcón for The New York TimesMr. Villavicencio’s killing casts a pall on an already-contentious presidential election, which will go on as planned. A candidate who has Mr. Correa’s backing, Luisa González, is leading in the polls.Yet, because Mr. Villavicencio was such a harsh critic of Mr. Correa, some Ecuadoreans have begun to blame correísta candidates for Mr. Villavicencio’s death. There is no evidence of their involvement.“Not a single vote for correísmo,” one woman chanted outside the morgue.Other voters said they were turning toward Jan Topic, a candidate and former soldier in the French Foreign Legion whose focus has been taking a hard line on security, and who has been mirroring the promises of El Salvador’s president, Nayib Bukele. Mr. Bukele’s hard line on gangs, including mass imprisonments, has helped drive down violence, but he has also been accused of violating civil liberties.Germán Martínez, a coroner who happened to be at the morgue where Mr. Villavicencio’s body lay on Thursday, said that after the killing, he had decided to switch his vote to Mr. Topic.“Where are we, as Ecuadoreans?” he asked. “We can’t remain with our heads low. We need to fight criminals. We need a strong hand.”Genevieve Glatsky More

  • in

    ¿Qué es alta política? Vacunar a todos

    Las vacunaciones en América Latina han sido un desastre, producto de problemas de infraestructura y una dirigencia demasiado ocupada en su subsistencia. ¿Pedimos demasiado si reclamamos hacer lo correcto?Hace unos días escuché conversar a dos mujeres en Barcelona mientras esperaban por su vacuna contra la covid. Una se quejaba del manejo de la pandemia con una amargura ecuménica: no importa si eres catalanista o estás a favor del gobierno central, decía, necesitas dar señales claras. Debe haber un mando único, aseguraba. La amiga asentía y al final soltó la perla: “Así debe ser, pero no puedes derramar vino de un cazo vacío”.Europa aun tienen dificultades para probar que la vacunación puede ser veloz cuando poco más del 4 por ciento de la población continental ha recibido un pinchazo en el brazo. Pensaba en eso —y en las señoras del cazo vacío— cuando revisaba las cifras de vacunación en América Latina. Excluido Chile —donde aproximadamente el 20 por ciento de la población está vacunada y se anuncia inmunidad de rebaño tan temprano como en junio—, el resto de la región no ha inyectado, en promedio, ni al uno por ciento de sus ciudadanos.América Latina no ha sido inmune a la degradación creciente de la política, con dirigencias obsesivamente ocupadas en la próxima elección —o en la perpetuidad— y en peleas menores entre gobiernos y oposiciones mientras pobreza, corrupción, atraso y, ahora, miles de muertes parecen suceder en un universo paralelo. Es ciertamente enervante que la escala de prioridades parezca al revés o, peor, inexistente.Estos son momentos de alta política, y alta política ahora es vacunar pronto a todo el mundo. Los míos, los tuyos, los ajenos. Ricos, pobres. Tener que escribir esto es increíble, porque es evidente, pero vamos: no hay mejor política de Estado que superar la facción y trabajar para todos. Cuando se trata de salud pública en una pandemia, la ideología es una: socializas beneficios.Y, sin embargo, muchos mandatarios y gobiernos parecen más preocupados en ganar las próximas elecciones. El ciclo electoral inició en 2021 con Ecuador y en los últimos meses votaron El Salvador y Bolivia. Este año habrá presidenciales en Perú, Nicaragua, Chile, Honduras, legislativas en México y Argentina y municipales en Paraguay. Toda la región parece en campaña electoral y la pandemia ha resultado una magnífica oportunidad propagandística. Pero las contiendas y las disputas políticas debieran ser secundarias cuando es preciso detener las muertes actuales y evitar la expansión del virus con vacunas. Pronto, sin improvisar y sin opacidad.Es imperdonable que los políticos privilegien sus disputas por encima de las necesidades de las mayorías. Y no es que no deban defender sus intereses sino que la escala de prioridades no admite discusión: la demanda de la facción no puede moralmente anteponerse a la necesidad general. No puede ser votos o muertos.Los problemas son mayores. En toda la región, el déficit de insumos y equipamiento ha sido democráticamente lamentable. Y las imágenes son desastrosas: hospitales desbordados de Perú y Ecuador, falta de información y hasta represión en Nicaragua y Venezuela, un colapso anunciado en Brasil y México es el tercer país con mayor número de muertes del mundo.A los errores de la gestión de la pandemia, se suman décadas de mala gobernanza. Mientras los gobiernos de Corea, Taiwán y Japón implementaron un rastreo minucioso de casos; en muchas ciudades principales de América Latina no hay siquiera padrones digitalizados de la ciudadanía ni bases de datos centralizadas. Unos 34 millones de latinoamericanos no tienen documentos de identificación, lo que significa que ni siquiera figuran en un registro civil. El sistema tiene ineficiencias que preceden a casi todos los gobiernos actuales. Por eso cuando llega una crisis, encuentras enfermeras malpagadas y agotadas atendiendo enfermos envueltas en bolsas de basura pues carecen de equipos. Y observas que algunos gobiernos no se agenciaron suficientes vacunas por incapacidades burocráticas e imprevisión administrativa.De acuerdo, todo esto podría ser achacable al desguace estructural de la salud pública, pero estamos en otro juego cuando episodios de abuso y amiguismo o las agendas políticas de quienes ahora están al mando se interponen entre la vida y la muerte de la población. Si nuestros dirigentes se emplean más en sus guerritas de baja intensidad para acumular poder mientras sus ciudadanos mueren, son miserables.La inversión de prioridades sucede en casi toda la región. Jair Bolsonaro —que cambió cuatro veces de ministro de Salud— entiende la pandemia como un problema personal: entorpeció su deseo de manejar Brasil a placer. Andrés Manuel López Obrador pasa más tiempo empeñado en defender la Cuarta Transformación rumbo a las elecciones legislativas que podrían darle una mayoría absoluta en el Congreso que creando planes de rescate económico a los habitantes de México. En Argentina, el proceso de vacunación está sembrado de dudas: ¿sería tan veloz si el gobierno de Alberto Fernández no tuviera una elección intermedia por ganar? Tampoco en El Salvador, Nicaragua o Venezuela ha habido la integridad de separar el rol funcionarial de la propaganda.En el fondo, la manera en que vacunamos habla de lo que creemos y somos capaces. En Argentina, por ejemplo, una líder opositora sugirió que debiera permitirse a los privados vender dosis y enviar a quien no tiene dinero a la seguridad social o a pedir subsidios. La idea es un absurdo cuando la mayoría de los procesos exitosos de vacunación —y de gestión de la pandemia en las fases críticas— son públicos y centralizados. La evidencia sugiere que una campaña veloz y masiva requiere del Estado a cargo con apoyo de voluntarios de la sociedad civil.El Estado es un elefante —fofo o hambreado— y precisa gimnasia. Por eso es relevante el factor humano para moverlo. Esto es, aun cuando hay infraestructura y enfrentas una crisis de salud pública, la inteligencia de gestión y la capacidad burocrática son capitales. Pero si quienes dirigen lanzan señales equívocas o son cínicos incapaces de hacer alta política, los resultados no pueden ser más que letales. América Latina es ya la región del mundo con más muertos por habitante.Si la opinión pública sabe que las infraestructuras son buenas y sus dirigentes dan el ejemplo, no tendrá una repentina crisis de desconfianza. Las infraestructuras deben soportar; los funcionarios, funcionar.¿Hay sustancia, entonces, o deberemos convencernos de que pedimos vino a una clase política que es un cazo vacío?Diego Fonseca (@DiegoFonsecaDF) es colaborador regular de The New York Times y director del Seminario Iberoamericano de Periodismo Emprendedor en CIDE-México y del Institute for Socratic Dialogue de Barcelona. Voyeur es su último libro. More

  • in

    Bukele todopoderoso

    AdvertisementContinue reading the main storyOpiniónSupported byContinue reading the main storyComentarioBukele todopoderosoDespués de las elecciones legislativas en El Salvador, el presidente tendrá un dominio casi absoluto de la política. La democracia está en riesgo.El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en febrero de este añoCredit…Jose Cabezas/ReutersEs periodista y editor de El Salvador.8 de marzo de 2021 a las 05:00 ETSAN SALVADOR — La democracia salvadoreña ha parido un autócrata. Lo venía gestando desde hace casi un año, y ya está aquí, en todo su esplendor. Se llama Nayib Bukele y, a partir del 1 de mayo, gobernará este país como le plazca.El domingo 28 de febrero los salvadoreños votaron para elegir a sus 84 diputados y 262 alcaldes. Nuevas Ideas, el partido que se define como el de “la N de Nayib”, se estrenó en unos comicios dando una tunda a sus adversarios. Aún se realiza el conteo final, pero el preliminar dejó clara la tendencia, con más del 90 por ciento escrutado. Los candidatos a alcaldes de Bukele ganaron 13 de las 14 cabeceras departamentales. Sus candidatos a diputados, contando la alianza con otro partido, ganaron 61 de las 84 diputaciones.El adjetivo posesivo del párrafo anterior no es un despiste. Esos candidatos son suyos. Los que tuvieron alguna cobertura mediática o propaganda hicieron campaña con la foto de Bukele y prometieron fidelidad a su líder. Para atraer el voto, el partido llenó el país de enormes espectaculares que solo contenían un fondo celeste y una enorme N blanca al medio. La N del todopoderoso.El Salvador ha cambiado. Ya no existe el país con la correlación de fuerzas políticas que nos gobernaron durante toda la posguerra. Durante 29 años, después de los Acuerdos de Paz, dos partidos dominaron el poder político: Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), a la izquierda, y la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), a la derecha. Con estas elecciones se extinguió la polarización que nos carcomió durante décadas: ¿FMLN o Arena? Y se terminó de imponer otra polarización igual de simplista y nociva: ¿Bukelista o no?Con los 61 diputados, Bukele no necesita de ninguna otra bancada legislativa más que de la de su partido aliado que le ha prometido fidelidad absoluta y bajo cuyas siglas llegó a la Presidencia en 2019 cuando aún no había formado a Nuevas Ideas. La oposición ha caído en la irrelevancia. En la legislación salvadoreña, 56 es el número mágico. Es lo que conocemos como mayoría calificada, capaz de conseguir aprobación del presupuesto, reformas legales, la suspensión de garantías constitucionales o el nombramiento de magistrados de la Corte Suprema de Justicia.Los partidos tradicionales quedaron en coma profundo. Sobrevivirán artificialmente, conservando algunas curules, con gente que se sentará en el parlamento como si su presencia pudiera servir de algo. La exguerrilla, por ejemplo, el FMLN, obtuvo cuatro escaños. El menor registro de su historia era de 21 diputados en las elecciones de 1994, cuando la guerra estaba reciente y el fantasma del comunismo todavía era útil para espantar votantes. Arena obtuvo 14 escaños esta vez, lo que significa que tendrá 23 menos de los que ahora mismo tiene.A partir de mayo, a Bukele le bastará levantar el teléfono para ordenar que se apruebe una ley o que se destituya a un fiscal y se elija a otro. La gran mayoría de votantes salvadoreños decidió decir no al contrapeso de poderes, no al debate legislativo, no al consenso necesario, no a la oposición. Y al decir no al pluralismo y el sistema de controles que caracteriza a la democracia ha puesto al país en el camino de la autocracia. Como gustan decir los demagogos de plaza: el pueblo ha hablado, el soberano se ha expresado en las urnas. Una sociedad poco instruida en los principios democráticos ha confirmado a su caudillo. Una sociedad con tan precaria educación pública y tanta desigualdad ha ungido, más por fe que con argumentos, a su nuevo mesías.A El Salvador no se le impuso un autócrata: el país lo eligió.¿A qué dijeron que sí los votantes salvadoreños? A la acumulación de poder en un hombre de 39 años que ha demostrado ser autoritario, poco transparente y enemigo de la prensa independiente. Pero también a un hombre que los convenció, principalmente con eslóganes y demagogia, de que él no es como “los mismos de siempre”, aunque haya sido alcalde de la capital con el FMLN; que ofreció logros incontestables también, así como inexplicables, como la reducción de homicidios sin precedentes durante su primer año de mandato, que él atribuye a un plan que no ha permitido que nadie vea y analice, y no a sus demostradas negociaciones con la Mara Salvatrucha-13, de las que tanto le incomoda hablar.Bukele viste ropas muy diferentes a las de sus antecesores y es hábil manejando el Twitter en un país donde el anterior presidente no sabía ni cuál era su usuario en esa red. Sin embargo, al margen de los símbolos, comparte muchos rasgos de la clase política que llevó al despeñadero a El Salvador: bajo su mandato han ocurrido diversas denuncias de corrupción y nepotismo, sus ataques a la prensa le han ganado incluso cartas de reclamo de legisladores estadounidenses y su falta de transparencia le ha llevado a desmantelar poco a poco la institución garante de la información pública. Bukele luce diferente, pero en el fondo se parece mucho a los que ha logrado sacar del hemiciclo legislativo.Hasta las próximas elecciones de 2024, Bukele gobernará El Salvador con un poder que nadie ha tenido en la posguerra. Su discurso legitimará cada una de sus acciones respaldándose en una raquítica idea de democracia. El presidente tiene excusa para rato. Pero también tiene un nuevo reto. Se le acabó su enemigo. La idea de una oposición que bloqueaba todas sus iniciativas y no le permitía arreglar este país se terminó también en estas elecciones. Tener todo el poder también significa tener toda la responsabilidad. Ser el único que carga el jarrón implica también ser el único responsable si se rompe.Pero Bukele es fiel a su estilo de entender la política como un conflicto permanente que él debe ir ganando.Sin oposición que le estorbe, podría predecir lo que seguirá: el presidente buscará nuevos enemigos para seguir utilizando su narrativa de bueno y malos. Uno de los enemigos predilectos para llenar ese espacio seremos nosotros, la prensa y los periodistas. El presidente nunca ha entendido el rol de la prensa independiente. Su jugada —exitosa dentro de las fronteras nacionales— ha sido presentar a esa prensa como oposición política. Creo que esa animadversión crecerá hasta ocupar un lugar principal en el altar de los odios presidenciales.Haberle entregado el poder absoluto a Bukele traerá serias consecuencias que perdurarán en el imaginario político como una nueva forma de liderazgo: el desprecio por el Estado de derecho y el diálogo, los ataques a la prensa, la falta de transparencia, la perpetuación del nepotismo y el amiguismo, la deformación de las instituciones públicas hasta convertirlas en peones obedientes a la próxima jugada de su líder. Un Estado al servicio de un hombre.La prensa lleva en la mira de Bukele desde antes de que asumiera la presidencia. Hacer periodismo es cada vez más difícil a causa del acoso y las amenazas de funcionarios del gobierno. A partir de ahora, será aún más difícil. Pero este es el momento en el que El Salvador más necesita periodismo serio y riguroso.A los colegas periodistas les sugiero autorreflexión y templanza. Será necesario comprender el nuevo escenario y reinventar nuestros procedimientos para proteger a nuestras fuentes, cubrir los órganos de Estado o, sencillamente, salir a hacer nuestro trabajo a las calles.A la sociedad civil organizada le esperan necesidades similares: rearmarse para vigilar al poderoso, transformarse para dialogar con el convencido y caminar así, paso a paso, una vez más, ese camino nunca recorrido del todo, en el intento de llegar a una democracia plena y fuerte.Óscar Martínez es jefe de redacción de El Faro, autor de Los migrantes que no importan y Una historia de violencia y coautor de El Niño de Hollywood, sobre la MS-13.AdvertisementContinue reading the main story More