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    Elecciones en México y Perú: qué está en juego

    El TimesElecciones del 6 de junio: México y Perú van a las urnasLabores previas a la elección del 6 de junio en el Instituto Estatal Electoral de Chihuahua en Ciudad Juárez, MéxicoJose Luis Gonzalez/ReutersLas dos jornadas electorales han sido percibidas como referendos sobre el manejo de la pandemia y un modelo económico que parece incapaz de mitigar la desigualdad.Las elecciones de hoy, domingo 6 de junio, serán cruciales para millones de latinoamericanos que acudirán a las urnas en México y Perú. América Latina es una de las regiones más afectadas por la pandemia de COVID-19: alrededor de una tercera parte de las muertes causadas por el virus en el mundo se han registrado en países latinoamericanos, a pesar de que solo el 8 por ciento de la población mundial vive ahí. El impacto regional del virus al sur del río Bravo es notable si se considera que, mientras Estados Unidos se prepara para volver a la normalidad pospandémica, países como Argentina, Colombia, Costa Rica y Uruguay atraviesan su peor brote.Mexicanos y peruanos no son los únicos que han votado desde que inició la pandemia. En total, entre 2020 y 2022, se celebran 9 comicios presidenciales a lo largo de 25 meses en América Latina.Ecuador eligió en abril a un exbanquero conservador como su presidente después de una campaña que fue crucial para el movimiento indígena. En noviembre, Honduras y Nicaragua tendrán elecciones presidenciales.Además, este año, los chilenos aprobaron en un plebiscito reescribir su Constitución y Argentina irá a las urnas en octubre para las legislativas de medio término.¿Qué está en juego en las elecciones de hoy? Aquí tenemos las claves. México a elecciones de medio términoLa votación será una prueba de la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien busca consolidar la mayoría que hoy tiene su partido en el Congreso para avanzar en su proyecto político en los tres años restantes de su sexenio. Para alcanzar una supermayoría en la Cámara baja (334 escaños) el partido de López Obrador, Morena, ha formado coaliciones con el Partido Verde y el Partido del Trabajo.La jornada del domingo será el ejercicio electoral más grande de la historia: 93 millones de mexicanos están convocados a las urnas para decidir sobre unos 20.000 cargos, entre ellos los 500 asientos de la Cámara de Diputados, 15 gubernaturas y miles de puestos locales.López Obrador, quien gobierna el país desde 2018, ha emprendido lo que llama “la cuarta transformación” del país con la promesa de combatir la corrupción y la violencia y redistribuir la riqueza entre los más vulnerables. La austeridad es parte clave de su mandato.Los críticos del presidente han señalado que hasta ahora no ha cumplido con sus promesas electorales y señalan que, en materia de migración, cedió a las demandas del expresidente Donald Trump. Sin embargo, López Obrador llega la mitad de su mandato con altos índices de popularidad.México ha sufrido los embates del coronavirus sin cerrar fronteras ni suspender actividades como muchos de sus vecinos con un manejo muy cuestionado de la emergencia sanitaria. El brote ha infectado a 2,3 millones de mexicanos y ha cobrado la vida de más de 221.695 personas.Los resultados comenzarán a darse a conocer la tarde del domingo y el Instituto Nacional Electoral hará un anuncio hacia las 11 p. m., hora del centro de México, en cadena nacional. Perú en segunda vueltaLos peruanos elegirán a su próximo presidente en un balotaje entre Pedro Castillo, un exmaestro rural y dirigente sindical que postula con un partido de extrema izquierda, y Keiko Fujimori, heredera del legado del exmandatario encarcelado Alberto Fujimori y ella misma acusada por crimen organizado. Ninguno de los dos era el favorito en primera vuelta, cuando se presentaron 18 candidatos.La votación en segunda vuelta se ha convertido en una suerte de referéndum sobre el modelo económico del país, que en los últimos 20 años ha logrado un crecimiento ejemplar en la región pero no ha conseguido eliminar la desigualdad. El Congreso, definido en la primera vuelta, estará dominado por Perú Libre (37 escaños de 130), el partido de Castillo; Fuerza Popular, el partido de Fujimori, tendrá 24 congresistas en la nueva legislatura.Perú ha tenido cuatro presidentes en el último quinquenio: Pedro Pablo Kuczynski, el último mandatario electo en contienda regular, renunció en 2018 después de varios intentos del Congreso por destituirlo; su vicepresidente y sucesor, Martín Vizcarra, quien gozaba de aprobación incluso en los primeros meses de la pandemia, tuvo el mismo destino. La turbulencia política del último quinquenio ha estado marcada por escándalos de corrupción y un creciente descontento popular con la clase gobernante. Tres expresidentes de Perú han estado investigados por casos de corrupción y uno más, Alan García, se suicidó cuando las autoridades estaban a punto de arrestarlo. A pesar de las rápidas medidas para contener el avance del coronavirus, el país ha sido uno de los más afectados por la pandemia a nivel mundial. Recientemente las autoridades sanitarias reconocieron que la cantidad de fallecimientos por COVID-19 era de más de 180.764, casi el triple de lo reflejado en el registro oficial.Los resultados empezarán a darse a conocer en el sitio del Jurado Nacional de Elecciones conforme vayan cerrando las mesas de votación la tarde del domingo. More

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    Left and Right Clash in Peru Election, With an Economic Model at Stake

    A leftist former schoolteacher with no governing experience and the right-wing daughter of a jailed ex-president face off for president on Sunday.LIMA, Peru — On paper, the candidates on the presidential ballot in Peru on Sunday are a leftist former schoolteacher with no governing experience and the right-wing daughter of a jailed ex-president who ran the country with an iron fist.Yet voters in Peru face an even more elemental choice: whether to stick with the neoliberal economic model that has dominated the country for the past three decades, delivering some earlier successes but ultimately failing, critics say, to provide meaningful support to millions of Peruvians during the pandemic.“The model has failed a lot of people,” said Cesia Caballero, 24, a video producer. The virus, she said, “has been the last drop that tipped the glass.”Peru has endured the worst economic contraction in the region during the pandemic, pushing nearly 10 percent of its population back into poverty. On Monday, the country announced that its virus death toll was nearly triple what had been previously reported, suddenly raising its per capita mortality rate to the highest in the world. Millions have been left jobless, and many others evicted.The leftist candidate, Pedro Castillo, 51, a union activist, has promised to overhaul the political and economic system to address poverty and inequality, replacing the current constitution with one that will grant the state a larger role in the economy.His opponent, Keiko Fujimori, 46, has vowed to uphold the free-market model built by her father, Alberto Fujimori, who was initially credited with beating back violent leftist insurgencies in the 1990s, but who is now scorned by many as a corrupt autocrat.Keiko Fujimori and Pedro Castillo at the end of a debate last week in Arequipa.Sebastian Castaneda/ReutersPolls show the candidates in a near tie. But many voters are frustrated by their options.Mr. Castillo, who has never held office before, partnered with a radical former governor convicted of corruption to launch his bid. Ms. Fujimori has been jailed three times in a money laundering investigation and faces 30 years in prison, accused of running a criminal organization that trafficked in illegal campaign donations during a previous presidential bid. She denies the charges.“We’re between a precipice and the abyss,” said Augusto Chávez, 60, an artisanal jeweler in Lima who said he might cast a defaced ballot as a form of protest. Voting is mandatory in Peru. “I think extremes are bad for a country. And they represent two extremes.”Mr. Castillo and Ms. Fujimori each won less than 20 percent of votes in a crowded first-round race in April that forced Sunday’s runoff election.The election follows a rocky five-year period in which the country cycled through four presidents and two Congresses. And it comes as the pandemic has pushed voter discontent to new levels, fueling anger over unequal access to public services and growing frustration with politicians ensnared in seemingly endless corruption scandals and political score settling.The hospital system has been so strained by the pandemic that many have died from lack of oxygen, while others have paid off doctors for spots in intensive care units — only to be turned away in agony.Empty oxygen cylinders on the outskirts of Lima. The hospital system has been so strained by the pandemic that many patients have died from lack of oxygen.Marco Garro for The New York TimesWhoever wins on Sunday, said Peruvian sociologist Lucía Dammert, “the future of Peru is a very turbulent future.”“The deep inequities and profound frustrations of the people have stirred, and there’s no organization or actor, whether private companies, the state, unions, to give voice to that.”When Ms. Fujimori’s father swept to power in 1990 as a populist outsider, he quickly reneged on a campaign promise not to impose free-market “shock” policies pushed by his rival and Western economists.The measures he used — deregulation, government spending cuts, privatization of industry — helped end years of hyperinflation and recession. The constitution he ushered through in 1993 limited the state’s ability to take part in business activities and break up monopolies, strengthened the autonomy of the central bank and protected foreign investments.Subsequent centrist and right-wing governments signed more than a dozen free trade agreements, and Peru’s pro-business policies were declared a success, credited with Peru’s record poverty reduction during the commodities boom of this century.But little was done to address Peru’s reliance on commodity exports and longstanding social inequalities, or to ensure health care, education and public services for its people.The pandemic exposed the weakness of Peru’s bureaucracy and the underfunding of its public health system. The country had just a small fraction of the intensive care unit beds its peers had, and the government was slow and inconsistent in providing even small cash assistance to the needy. Informal workers were left with no safety net, leading many to turn to high-interest loans from private banks.People lining up outside a bank in Lima. Peru has endured the worst economic contraction in the region during the pandemic, pushing nearly 10 percent of its population back into poverty.Angela Ponce for The New York Times“The pandemic showed that the underlying problem was the order of priorities,” said David Rivera, a Peruvian economist and political scientist. “Supposedly we’d been saving money for so long to use in a crisis, and what we saw during the pandemic was that the priority continued to be macroeconomic stability, and not keeping people from dying and going hungry.”Ms. Fujimori has blamed the country’s problems not on its economic model, but on the way past presidents and other leaders have used it. Even so, she says, some adjustments are needed, like raising the minimum wage and pension payments for the poor.She framed her campaign against Mr. Castillo as a battle between democracy and communism, sometimes using Venezuela’s socialist-inspired government, now mired in crisis, as a foil. Mr. Castillo, who is from Peru’s northern highlands, gained national recognition by leading a teachers union strike in 2017. He campaigns wearing the wide-brimmed hat of Andean farmers, and has appeared on horseback and dancing with supporters.Keiko Fujimori at a campaign event. She faces 30 years in prison on corruption charges.John Reyes/EPA, via Shutterstock“For us in the countryside, we want someone who knows what it’s like to work the fields,” said Demóstenes Reátegui.When the pandemic began, Mr. Reátegui, 29, was one of thousands of Peruvians who trekked and hitchhiked his way from Lima to his rural family home after a government lockdown pushed migrant workers like him out of their jobs.It took him 28 days.Mr. Castillo has revealed little about how to make good on vague promises to ensure the country’s copper, gold and natural gas resources benefit Peruvians more broadly. He has promised not to seize companies’ assets, but to renegotiate contracts instead.He has said he wants to restrict imports of agricultural products to support local farmers, a policy that economists have warned would lead to higher food prices.Pedro Castillo addressing supporters at a final campaign event on Thursday in Lima, Peru. Liz Tasa/ReutersIf he wins, it will be the clearest repudiation of the country’s political elite since Mr. Fujimori took office in 1990.“Why do we have so much inequality? Does it not outrage them?” Mr. Castillo said at a rally in southern Peru recently, referring to the country’s elites.“They can’t lie to us anymore. The people have woken up,” he said. “We can take this country back!” More

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    Perú y la desolación final

    La idea de una supuesta batalla final entre la izquierda y la derecha, ¿realmente ayuda a los peruanos a discernir y a decidir mejor por quién votarán el próximo 6 de junio?El escenario político del Perú, de cara a la segunda vuelta electoral, parece un libreto tan perfecto como aterrador. Si a un avezado guionista de televisión le hubieran encargado el diseño de un drama sin salidas posibles, tal vez no hubiera imaginado un relato tan desolador. La realidad no supera a la ficción: la sustituye. Después de la profunda crisis política que ha vivido el país —con cuatro presidentes en los últimos cinco años—, tener ahora que elegir entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori parece una pesadilla inimaginable, el peor remake de la industria de la polarización latinoamericana.¿Acaso tiene sentido seguir tratando de analizar lo que ocurre en la región como si fuera, tan solo, parte de un único y casi mecánico enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo? Esta propuesta esquemática —donde convergen algunos escritores reconocidos y analistas internacionales— parece cada vez más inútil. No logra explicar la realidad. Tampoco ha logrado modificarla.Pensar que ahora, nuevamente, en el Perú, se produce un choque entre las fuerzas universales de la izquierda y la derecha; insistir en la idea de que nuestra historia reciente solo puede entenderse como una sucesión de conspiraciones entre supuestos socialistas y supuestos liberales, ya no aporta nada y, por el contrario, obvia o elude la complejidad de nuestras sociedades y del proceso que está viviendo el continente. Parecen simples fórmulas de postergación. Tras los múltiples incendios de la polarización, la tragedia de las grandes mayorías sigue igual, intacta.¿La idea de una supuesta batalla final entre la izquierda y la derecha, realmente ayuda a los peruanos a discernir y a decidir mejor por quién votarán el próximo 6 de junio?La consigna de Pedro Castillo, supuestamente en el extremo a la izquierda, no es nueva: “Solo el pueblo salvará al pueblo”. Forma parte de una retórica ambigua pero eficaz. Recita textos de uno de los intelectuales de la izquierda latinoamericana por antonomasia, Eduardo Galeano, y convoca al país rural, abandonado y muchas veces despreciado. Convierte el melodrama en una acción política. Sin ofrecer demasiadas claridades con respecto a su programa de gobierno, capitaliza las legítimas ansias de cambio de la gente, apelando emocionalmente a la pobreza. Como era de esperarse, y como se ha repetido ya en las elecciones en otros países, el fantasma de Hugo Chávez sobrevuela la contienda. Castillo se ha visto obligado a aclarar que no es comunista, que no es chavista. Hace pocos días, en un programa de radio, le mandó un mensaje directo a Nicolás Maduro, pidiéndole que —antes de opinar sobre el Perú— resolviera sus problemas en internos en Venezuela. Y añadió una frase que revela más bien un pensamiento conservador y xenófobo: “Que venga y se lleve a sus compatriotas que han venido, por ejemplo, acá a delinquir”.La supuesta derecha, con Keiko Fujimori, más que representar el pasado, lo encarna. Literalmente. Ha anunciado que, de ganar las elecciones, indultará a su padre. Ante la desventaja en las encuestas, su estrategia de distribución de miedos se ha incrementado. Tratando de alimentar las sospechas sobre su rival, sostiene que Castillo es “un clon real de Hugo Chávez”. Esta confrontación, que parece un círculo ruidoso donde ambos contrincantes solo se dedican a acusarse mutuamente, podrá verse hoy en un debate público de los dos candidatos.Angela Ponce/ReutersLos candidatos presidenciales del Perú, Pedro Castillo y Keiko FujimoriPaolo Aguilar/EPA vía ShutterstockLa invitación de Mario Vargas Llosa a votar por Keiko, argumentando que representa “el mal menor” para el país, es otro síntoma de las limitaciones de la polarización. A diferencia del Vargas Llosa novelista —capaz de abordar y narrar con complejidad el gobierno y derrocamiento de Jacobo Árbenz, por ejemplo—, el Vargas Llosa opinador parece estar continuamente obligado a entrar en el esquema polarizante, a optar y defender cualquier propuesta que se diga o se proclame liberal, en contra de cualquier propuesta que parezca de izquierda. De esta manera, lo mejor —el mal menor— puede ser el regreso a lo peor. Es una lógica que deja en entredicho el sentido y la utilidad de la democracia: un sistema donde el poder del pueblo consiste en resignarse ante una minoría corrupta y autoritaria.Suponer que Keiko Fujimori simboliza la última oportunidad de libertad y que Castillo significa la llegada intempestiva del comunismo implica, entre otras cosas, reducir la historia y la vida social a un nivel de simplicidad enorme. Casi pareciera que, en los últimos diez años, los peruanos no hubieron visto pasar por la presidencia del país a Ollanta Humala, a Pedro Pablo Kuczynski, a Martín Vizcarra, a Manuel Merino, a Francisco Sagasti. Como si no hubieran escuchado y vivido distintas propuestas, ideologías, nexos con la geopolítica regional. La condición apocalíptica de la polarización propone que la actualidad siempre es diferente y definitiva. Somete a los ciudadanos a hacerse responsables —de manera urgente— de las miserias de los actores políticos, así como a vivir postergando de forma permanente las genuinas ansias de cambio de su realidad.En la década de 1950, Williams S. Burroughs realizó un viaje desde Panamá al Perú, buscando tener experiencias con la ayahuasca. Durante el periplo, mantuvo una suerte de diario viajes, en forma de correspondencia con el poeta Allen Ginsberg, cuyo resultado fue un libro extraordinario, titulado Las cartas del Yagé. Al final de su periplo, ya en el Perú, el novelista estadounidense escribe lo siguiente: “Todas las mañanas, se oye el clamor de los chicos que venden Luckies por la calle: ‘A ver, Luckies’. ¿Seguirán gritando ‘A ver, Luckies’ de aquí a cien años? Miedo de pesadilla del estancamiento. Horror de quedarme finalmente clavado en este lugar. Ese miedo me ha perseguido por toda América del Sur. Una sensación horrible y enfermiza de desolación final”.Frente a esta realidad permanente, signada por la desigualdad, la pobreza y la impunidad, la polarización parece un juego pirotécnico, un libreto estridente que se repite sin gracia. El espectáculo que pretende convertir un fracaso conocido en una nueva esperanza.Alberto Barrera Tyszka (@Barreratyszka) es escritor venezolano. Su libro más reciente es la novela Mujeres que matan. More

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    Perú atrapado entre dos males

    Pedro Castillo y Keiko Fujimori competirán en la segunda vuelta electoral por la presidencia. Ambos son conservadores y con credenciales democráticas dudosas. ¿Qué soluciones hay ante este panorama desolador?Los resultados de la primera vuelta electoral en el Perú muestran un panorama desolador.Luego de una campaña marcada por lo que podríamos denominar una fragmentación sin emoción, se ha confirmado que el izquierdista Pedro Castillo (Perú Libre) y la derechista Keiko Fujimori (Fuerza Popular) competirán en la segunda vuelta electoral del 6 de junio. Ambos son extremistas, de perfil conservador y sus credenciales democráticas son dudosas. A este país acostumbrado a votar por el “mal menor” parece haberle llegado el momento de elegir entre dos males a secas.Castillo, por su parte, tiene propuestas como desactivar el Tribunal Constitucional y reemplazarlo por “los verdaderos tribunos del pueblo” o cerrar el Congreso si el pueblo se lo pide. Mientras tanto, Fujimori es hija y heredera política del expresidente autoritario Alberto Fujimori y una de las principales responsables de la crisis política de 2016 en adelante.Sin importar quién gane, las tendencias autoritarias no son la única problemática que se avecina. El Congreso estará compuesto por varios partidos y se prevé más precariedad institucional. Viene a la mente el último quinquenio: un interminable conflicto entre poderes del Estado que tuvo como saldo que contáramos con cuatro presidentes y dos congresos. En este contexto, se tendrán que buscar salidas a la que ha sido una de las peores gestiones de la pandemia a nivel mundial.Tal situación es el punto culminante de dos décadas en donde se ha priorizado la continuidad del modelo económico neoliberal y se ha descuidado el fortalecimiento institucional y la satisfacción ciudadana.Las élites de empresariales, tecnocráticas, políticas y mediáticas responsables de esta continuidad terminaron abrazando una suerte de mito alrededor del modelo. Se creyeron que este modelo debía permanecer a toda costa, mientras que la política podía ser relegada o incluso desterrada de la toma de decisiones. Este mito ya es insostenible y debemos crear, pronto, una mirada más realista que recupere la importancia de tener una política saludable para la democracia.Pero ni Castillo ni Fujimori parecen ser aptos para reimaginar una democracia en donde las instituciones y la ciudadanía tengan un rol primordial y que deje de atrás el drama constante de cambios de presidentes, disoluciones del Congreso y tendencias autoritarias.Para superar el mito alrededor del modelo económico, debemos empezar por reconocer su lado positivo.El neoliberalismo ha sido uno de los proyectos políticos más estable de nuestra historia. En la víspera del bicentenario de la Independencia, haríamos mal en no reconocer que nuestro pasado remoto y reciente se parece, a ratos, a un homenaje al filósofo Heráclito: lo único constante era el cambio. Todos los proyectos políticos que emprendimos antes se descalabraron. En cambio, el neoliberalismo llegó y se atrincheró en la vida nacional, incluso mientras muchos países de América Latina giraban hacia diferentes tipos de modelos de izquierda.Los logros económicos del neoliberalismo son innegables. Cuando uno contrasta la debacle económica que se vivía hacia 1989, no cabe duda de que las cosas mejoraron. Particularmente, en la democracia del nuevo milenio, entramos en un periodo de crecimiento acelerado del PBI que, a su vez, resultó en que los índices oficiales de pobreza se redujeran sustancialmente. Todo esto bajo una macroeconomía muy bien manejada.Pero, detrás del triunfalismo económico, había muchas problemáticas que seguían sin ser resueltas. Deberíamos empezar por notar las deficiencias de nuestro modelo, principalmente en lo referido al aparato productivo, como ha escrito el economista Piero Ghezzi en un reciente libro. Como ha evidenciado la pandemia, dice Ghezzi, este modelo no cuenta con las condiciones para sostener un desarrollo a largo plazo. Entonces, la continuidad que plantea cierta derecha podría ser tan peligrosa como los cambios que se proponen desde cierta izquierda.A esto habría que añadir todo aquello que ha sido descuidado como consecuencia del énfasis en la continuidad del modelo económico. Primero, la ciudadanía ha brindado importantes contingentes de votos y hasta ha elegido candidaturas que prometieron cambiar, en diferente medida, el modelo económico (Alan García en 2006 y Ollanta Humala en 2011). Es decir, a pesar de las mejoras económicas, la población no tiene el mismo fervor que las élites por la continuidad del modelo.En segundo lugar, tenemos uno de los Estados más débiles de América Latina. Esta característica no solo está detrás de la incapacidad para responder adecuadamente a la pandemia. También se manifiesta en la persistente conflictividad social alrededor de proyectos mineros y la expansión de economías ilegales. Y está presente en las elecciones. Es posible que gran parte de los votos para Castillo y Keiko sea resultado de una población que viene exiguiendo, elección tras elección, tener una ciudadanía más plena.No solo eso. La crisis política que vivimos tiene relación con una profunda insatisfacción con las instituciones políticas y autoridades, escándalos de corrupción y con la debilidad de los partidos políticos que participan en elecciones. La irresponsabilidad de los políticos en los últimos cinco años y la distancia con la ciudadanía al momento de tomar decisiones tiene parte de su origen en esta combinación de condiciones.Con el mito claramente superado, ahora podemos ver su peor resultado: un país donde las elecciones nos dejan en la encrucijada de tener que elegir entre dos males, con posibles presidentes que han mostrado señales autoritarias, conflictos institucionales, insatisfacción ciudadana y dificultades para lidiar una profunda crisis sanitaria y económica.Por todo lo visto, sería desastroso que en esta segunda vuelta el Perú no reconociera que tanto Castillo como Keiko son sumamente peligros en términos políticos: no garantizan plenamente ni la estabilidad ni la democracia. Si nos llegáramos a enfocar únicamente en la dimensión económica que los separa, repetiremos el mismo guion que nos ha traído a esta tragedia en primer lugar.Los riesgos económicos de la continuidad de Keiko y el cambio de Castillo no deberían subestimarse. Pero no nos quedemos en esto.En vez de dar tumbos alrededor del mito viene siendo tiempo de invertir su fórmula: a nuestra democracia le podría ir bien con diferentes modelos económicos, pero jamás le irá bien de espaldas a la institucionalidad y la ciudadanía. Debemos exigir a los candidatos que ofrezcan respuestas que garanticen que entienden mínimamente ese problema.Además de decirnos por qué su programa económico es supuestamente mejor que el de su rival, tendrían que hablar de sus estrategias para evitar vacancias y disoluciones, coaliciones que no supongan repartijas, compromiso con el Estado de derecho, no atrincherarse al poder y respeto de los derechos políticos de sus rivales y libertades civiles de la población. Recordemos que el desprecio por la política genera una política despreciable.Daniel Encinas (@danencinasz) es politólogo y candidato a doctor en Ciencia Política por la Universidad de Northwestern. More

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    Peru Election for the 5th President in 5 Years Goes to Runoff

    Pedro Castillo, a far-left former union activist and teacher, is leading, according to election officials.LIMA, Peru — Peru’s presidential election is headed for a runoff, with Pedro Castillo, a far-left former union activist and teacher, in the lead, according to data released Monday by the country’s electoral body.He will likely face a right-wing candidate in a second round of voting in June.Mr. Castillo, a social conservative, was one of 18 candidates, and tapped into a wave of anti-establishment sentiment in an election characterized by widespread frustration with the political system.He is likely headed into a runoff with Keiko Fujimori, the daughter of the jailed former authoritarian leader Alberto Fujimori, according to a survey of electoral tallies by the firm Ipsos for a local television channel. Trailing behind Ms. Fujimori is an ultraconservative, Rafael López Aliaga.Either pairing would set the stage for a highly polarized second-round election, the results of which could steer the country in radically different directions.“This is the vote of a country tired, depressed, frustrated, and also fed up,” Fernando Tuesta, a Peruvian political analyst, said in a statement on Monday. The election comes at a low point for Peru. Over the last five years, the country cycled through four presidents and two Congresses and witnessed repeated clashes between the legislative and executive branches.Keiko Fujimori speaking at her party’s headquarters in Lima, Peru, on Sunday.John Reyes/EPA, via ShutterstockThree former presidents have spent time in jail during bribery investigations, including one candidate in this year’s election; a fourth killed himself to avoid arrest; and a fifth, Martín Vizcarra, one of the most popular recent leaders, was impeached in November.His replacement, who lasted less than a week in office, is under investigation in connection with the fatal shootings of two young men at protests, which led to his resignation.With 84 percent of the votes tallied, Mr. Castillo was leading with 18.5 percent of the vote on Monday afternoon, more than five points ahead of his closest rival.Mr. Castillo, 51, wants to nationalize the country’s natural resources to help pay for investments in health care and education; promises to have a top court elected by popular mandate; and is proposing a new constitution to favor ordinary Peruvians and not business interests.In the run-up to the election, Mr. Castillo drew large crowds in rural towns, but did not receive broad coverage in national media until polls showed him surging to around 6 percent a week before the election.He celebrated his surprise victory from the poverty-stricken highland region of Cajamarca, where as a youth he was part of the peasant security patrol that enforces local laws and customs.“The blindfold has just been taken off the eyes of the Peruvian people,” Mr. Castillo told throngs of supporters in Cajamarca on Sunday night, wearing the wide-brimmed hat of farmers in the region.“We’re often told that only political scientists, constitutionalists, erudite politicians, those with grand degrees can govern a country,” he said. “They’ve had time enough.”A polling place in Recuay, Peru, on Sunday. A record 18 candidates participated in the presidential race, which is headed to a runoff.Ricardo Moreira/Getty ImagesMs. Fujimori, who is making her third bid for president, has been jailed three times in recent years in connection with an ongoing money laundering probe. In this election, she vowed to stop pandemic lockdowns and crack down on crime.On Sunday, Marianela Linares, 43, a Castillo supporter, said he represented “the big change” voters have been looking for but have thus far failed to find in traditional politicians.“We’ve always been deceived by high-level people who always said they’d help us get ahead but have lied to us,” said Ms. Linares, a public-school teacher in the Amazonian town of Puerto Maldonado. “He knows what need is. He knows what hunger is, and what it means to live in misery.” More