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    Elecciones en Brasil: ¿Habrá un golpe de Estado de Bolsonaro?

    El presidente Bolsonaro ha advertido la posibilidad de fraude e insinuado que impugnará los resultados si pierde. La élite política considera que no tiene respaldo para intentar aferrarse al poder.Una pregunta simple pero alarmante domina el discurso político en Brasil cuando faltan apenas seis semanas para las elecciones nacionales: ¿Aceptará el presidente Jair Bolsonaro los resultados?Durante meses, Bolsonaro ha atacado a las máquinas de votación electrónica de Brasil diciendo que están plagadas de fraude —a pesar de que prácticamente no hay pruebas— y a los funcionarios electorales de Brasil por estar alineados contra él. Ha insinuado que disputaría cualquier derrota a menos que se realicen cambios en los procedimientos electorales. Ha alistado a los militares brasileños en su batalla. Y ha dicho a sus decenas de millones de seguidores que se preparen para luchar.“Si es necesario”, dijo en un discurso reciente, “iremos a la guerra”.Con la votación del 2 de octubre, Brasil se sitúa ahora en la vanguardia de las crecientes amenazas globales a la democracia, impulsadas por líderes populistas, extremismo, electorados muy polarizados y desinformación en internet. La cuarta democracia más poblada del mundo se prepara para la posibilidad de que su presidente se niegue a dejar el poder por acusaciones de fraude que podrían ser difíciles de desmentir.Sin embargo, según entrevistas con más de 35 funcionarios del gobierno de Bolsonaro, generales militares, jueces federales, autoridades electorales, miembros del Congreso y diplomáticos extranjeros, la élite del poder en Brasil se siente confiada de que, aunque Bolsonaro pudiera disputar los resultados de las elecciones, carece del apoyo institucional para dar un golpe de Estado exitoso.El último golpe de Brasil, en 1964, condujo a una brutal dictadura militar que duró 21 años. “La clase media lo apoyó. Los empresarios lo apoyaron. La prensa lo apoyó. Y Estados Unidos lo apoyó”, dijo Luís Roberto Barroso, juez del Supremo Tribunal Federal y ex jefe de la autoridad electoral de Brasil. “Pues bien, ninguno de estos actores apoya un golpe ahora”.Personas preparándose para un paseo en moto celebrado en apoyo de Bolsonaro en Salvador, Brasil.Victor Moriyama para The New York TimesEn cambio, los funcionarios se preocupan por el daño duradero a las instituciones democráticas de Brasil —las encuestas muestran que una quinta parte del país ha perdido la fe en los sistemas electorales— y por la violencia en las calles. Las afirmaciones de fraude de Bolsonaro y su potencial negativa a aceptar una derrota se hacen eco de las de su aliado Donald Trump; los funcionarios brasileños mencionaron repetidamente el ataque del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos como un ejemplo de lo que podría suceder.“¿Cómo tenemos algún control sobre esto?”, dijo Flávio Bolsonaro, senador e hijo de Bolsonaro, en una entrevista con el periódico brasileño Estadão en referencia a la violencia potencial. En Estados Unidos, dijo, “la gente estuvo al tanto de los problemas del sistema electoral, se indignó e hizo lo que hizo. No hubo orden del presidente Trump y no habrá orden del presidente Bolsonaro”.Este mes, más de un millón de brasileños, entre los que se encuentran expresidentes, académicos de alto nivel, abogados y estrellas del pop, firmaron una carta en defensa de los sistemas de votación del país. Los principales grupos empresariales de Brasil también publicaron una carta similar.El martes, en un acto al que acudieron casi todas las principales figuras políticas brasileñas, otro magistrado del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, asumió el cargo de nuevo jefe de elecciones del país y advirtió que castigaría los ataques al proceso electoral.“La libertad de expresión no es libertad para destruir la democracia, para destruir las instituciones”, dijo. Su reacción, añadió, “será rápida, firme e implacable”.La multitud se puso en pie y aplaudió. Bolsonaro se quedó sentado y frunció el ceño.Bolsonaro, cuyos representantes declinaron las solicitudes de entrevista, ha dicho que está tratando de proteger la democracia de Brasil mediante el fortalecimiento de sus sistemas de votación.Entre los funcionarios entrevistados, hubo un amplio desacuerdo sobre si al presidente derechista lo impulsaba una genuina preocupación por el fraude o simplemente el miedo a perder. Bolsonaro ha quedado constantemente por detrás del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista, en las encuestas de opinión; si nadie gana la mayoría de los votos el 2 de octubre, está prevista una segunda vuelta para el 30 de octubre.Bolsonaro va por detrás del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en las encuestas.Dado Galdieri para The New York TimesSin embargo, hay cada vez más esperanzas de que suceda una transición sin sobresaltos si Bolsonaro pierde, porque el mandatario ahora parece estar dispuesto a una tregua.Sus aliados, incluyendo altos oficiales de las fuerzas armadas, están a punto de comenzar negociaciones con De Moraes sobre los cambios al sistema electoral diseñados para atender las críticas de seguridad del presidente, según tres jueces federales y un alto funcionario del gobierno cercano a las conversaciones previstas, que hablaron bajo la condición de anonimato porque son confidenciales.La idea es que Bolsonaro retroceda en sus ataques a las máquinas de votación, dijeron estas personas, si los funcionarios electorales aceptan algunos cambios solicitados por los militares de Brasil.“Tengo plena confianza en el sistema electoral de Brasil. Eso tampoco significa que sea infalible”, dijo Ciro Nogueira, jefe de gabinete de Bolsonaro. “Estoy seguro de que, como dice el presidente, el pueblo tendrá su opinión”. Y el sábado, Bolsonaro pareció insinuar en un mitin que aceptaría los resultados de las elecciones.Sin embargo, Bolsonaro ha hecho comentarios similares en el pasado y acordó una tregua similar el año pasado… y luego continuó sus ataques.Esos ataques han surtido efecto. Desde junio, los usuarios brasileños de Twitter han mencionado las máquinas de votación de Brasil más que la inflación o los programas de bienestar social en relación con las elecciones, y casi tanto como los precios de la gasolina, que han sido un punto importante del debate político, según un análisis realizado por investigadores de la Escuela de Comunicación de la Fundación Getúlio Vargas solicitado por The New York Times.Partidarios de Bolsonaro en Salvador, BrasilVictor Moriyama para The New York TimesUn sondeo realizado el mes pasado mostró que el 32 por ciento de los brasileños confía “un poco” en las máquinas de votación y el 20 por ciento no confía en ellas para nada.Y mientras que bastantes de los partidarios de Bolsonaro están convencidos de que el voto puede estar amañado, muchos más también tienen armas. Bolsonaro facilitó la compra de armas de fuego por parte de civiles con restricciones más laxas para los cazadores, y ahora más de 670.000 brasileños poseen armas bajo esas normas, 10 veces más que hace cinco años.Dentro de su gobierno, Bolsonaro se ha visto cada vez más dividido entre dos facciones.Una de ellas ha animado al presidente a dejar de atacar las máquinas de votación porque creen que el tema es impopular entre los votantes más moderados que necesita ganar y porque la economía de Brasil está repuntando, lo que ayuda a sus posibilidades de reelección, según dos altos asesores del presidente.Dijeron que el otro grupo, liderado por antiguos generales militares, ha alimentado al presidente con información errónea y lo ha instado a seguir advirtiendo de posibles fraudes.Los funcionarios electorales invitaron el año pasado a los militares a unirse a un comité para mejorar los sistemas electorales. Los militares sugirieron una serie de cambios, pero los funcionarios electorales dijeron que no podrían aplicarse a tiempo para la votación de octubre.Pero los líderes militares siguen presionando en busca de un cambio en particular: que las pruebas de integridad de las máquinas de votación se realicen con votantes reales, en lugar de con simulaciones.Durante meses, Bolsonaro ha acusado a los funcionarios electorales de estar alineados en contra suya.Victor Moriyama para The New York TimesA los militares les preocupa que un pirata informático pueda implantar un software malicioso en las máquinas de votación que reconozca las simulaciones y permanezca inactivo durante esas pruebas, lo que le permitiría evadir la detección.Un experto en seguridad electoral dijo que tal hackeo es concebible pero improbable.De Moraes, el nuevo jefe de elecciones, ha señalado que estaría dispuesto a realizar cambios en los sistemas de votación, aunque no está claro lo que podría lograrse para el 2 de octubre.Bolsonaro lleva mucho tiempo en desacuerdo con De Moraes, que ha dirigido las investigaciones sobre las denuncias de desinformación y filtraciones de material clasificado que implican al presidente y a sus aliados. Bolsonaro ha criticado a De Moraes por considerarlo políticamente motivado, y dijo en un mitin el año pasado que ya no acataría sus dictámenes, declaración de la que luego se retractó.Por lo tanto, se esperaba que el ascenso de De Moraes a la presidencia del tribunal superior electoral de Brasil agravara aún más las tensiones.Pero en las últimas semanas, él y Bolsonaro han comenzado a chatear por WhatsApp en un esfuerzo por arreglar su relación, según una persona cercana al presidente. Cuando De Moraes le entregó en mano una invitación para su investidura como presidente del tribunal electoral este mes, Bolsonaro le regaló una camiseta del Corinthians, el equipo de fútbol favorito de De Moraes. (El Corinthians es el archienemigo del equipo favorito de Bolsonaro, el Palmeiras).Con las tensiones a flor de piel, los dirigentes brasileños decidieron hacer de la toma de posesión de De Moraes el martes de la semana pasada —normalmente un acto de trámite— una demostración de la fortaleza de la democracia brasileña.Las caravanas de motos se han convertido en algo habitual en los actos de apoyo al presidente en todo el país.Victor Moriyama para The New York TimesEn un anfiteatro modernista y subterráneo, los jefes del Congreso brasileño, el Supremo Tribunal Federal y los militares se unieron a cinco de los seis presidentes vivos de Brasil para la ceremonia, incluidos Bolsonaro y Lula da Silva.Las cámaras enfocaron a Bolsonaro junto a De Moraes en la mesa principal, una escena poco habitual. Conversaron en voz baja, a veces entre risas, durante todo el evento. Entonces De Moraes se levantó para su discurso. Antes del evento, había advertido a Bolsonaro que no lo disfrutaría, según una persona cercana al presidente.“Somos la única democracia del mundo que calcula y publica los resultados electorales en el mismo día, con agilidad, seguridad, competencia y transparencia”, dijo. “La democracia no es un camino fácil, exacto o predecible. Pero es el único camino”.La sala le dedicó una ovación de 40 segundos. Bolsonaro fue de los primeros en dejar de aplaudir.Después, los dos hombres posaron para una foto. No sonrieron.Jack Nicas es el jefe de la corresponsalía del Times en Brasil, que abarca Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Antes cubría tecnología desde San Francisco. Antes de unirse al Times, en 2018, trabajó durante siete años en The Wall Street Journal. @jacknicas • Facebook More

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    The Question Menacing Brazil’s Elections: Coup or No Coup?

    President Bolsonaro has warned of voter fraud and suggested he would dispute a loss in October’s vote, but the political establishment believes he lacks support to stage a coup.BRASÍLIA — A simple but alarming question is dominating political discourse in Brazil with just six weeks left until national elections: Will President Jair Bolsonaro accept the results?For months, Mr. Bolsonaro has attacked Brazil’s electronic voting machines as rife with fraud — despite virtually no evidence — and Brazil’s election officials as aligned against him. He has suggested that he would dispute any loss unless changes are made in election procedures. He has enlisted Brazil’s military in his battle. And he has told his tens of millions of supporters to prepare for a fight.“If need be,” he said in a recent speech, “we will go to war.”With its vote on Oct. 2, Brazil is now at the forefront of the growing global threats to democracy, fueled by populist leaders, extremism, highly polarized electorates and internet disinformation. The world’s fourth-largest democracy is bracing for the possibility of its president refusing to step down because of fraud allegations that could be difficult to disprove.Yet, according to interviews with more than 35 Bolsonaro administration officials, military generals, federal judges, election authorities, members of Congress and foreign diplomats, the people in power in Brazil feel confident that while Mr. Bolsonaro could dispute the election’s results, he lacks the institutional support to stage a successful coup.Brazil’s last coup, in 1964, led to a brutal 21-year military dictatorship. “The middle class supported it. Business people supported it. The press supported it. And the U.S. supported it,” said Luís Roberto Barroso, a Supreme Court justice and Brazil’s former elections chief. “Well, none of these players support a coup now.”People preparing for a motorcycle ride in Salvador, Brazil, held in support of Mr. Bolsonaro. Victor Moriyama for The New York TimesInstead, the officials worry about lasting damage to Brazil’s democratic institutions — polls show a fifth of the country has lost faith in the election systems — and about violence in the streets. Mr. Bolsonaro’s claims of fraud and potential refusal to accept a loss echo those of his ally Donald J. Trump, and Brazilian officials repeatedly cited the Jan. 6, 2021, attack on the U.S. Capitol as an example of what could happen.“How do we have any control over this?” Flávio Bolsonaro, a senator and Mr. Bolsonaro’s son, said in an interview with the Brazilian newspaper Estadão in reference to potential violence. In the United States, he said, “people followed the problems in the electoral system, were outraged and did what they did. There was no command from President Trump, and there will be no command from President Bolsonaro.”This month, more than one million Brazilians, including former presidents, top academics, lawyers and pop stars, signed a letter defending the country’s voting systems. Brazil’s top business groups also released a similar letter.On Tuesday, at an event with nearly every major Brazilian political figure present, another Supreme Court justice, Alexandre de Moraes, took office as the nation’s new elections chief and warned that he would punish attacks on the electoral process.“Freedom of expression is not freedom to destroy democracy, to destroy institutions,” he said. His reaction, he added, “will be swift, firm and relentless.”The crowd stood and applauded. Mr. Bolsonaro sat and scowled.Mr. Bolsonaro, whose representatives declined requests for an interview, has said that he is trying to protect Brazil’s democracy by strengthening its voting systems.Among the officials interviewed, there was broad disagreement over whether the right-wing president was driven by genuine concern about fraud or just fear of losing. Mr. Bolsonaro has consistently trailed former President Luiz Inácio Lula da Silva, a leftist, in opinion surveys; if no one wins a majority of the vote on Oct. 2, a runoff is scheduled for Oct. 30.Mr. Bolsonaro trails the former president Luiz Inácio Lula da Silva in the polls.Dado Galdieri for The New York TimesYet there are increasing hopes for a smooth transition of power if Mr. Bolsonaro loses — because he now appears open to a truce.His allies, including top officials in the armed forces, are about to begin negotiations with Mr. de Moraes about changes to Brazil’s election system designed to address the president’s security critiques, according to three federal judges and one senior administration official close to the planned talks, who spoke on the condition of anonymity because they are confidential.The idea is that Mr. Bolsonaro would back off his attacks on the voting machines, these people said, if election officials agreed to some changes requested by Brazil’s military. More

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    Eu segui alguns grupos brasileiros de direita no Telegram. Encontrei uma maré de insanidade.

    SÃO PAULO, Brasil — Quando Elon Musk fechou um acordo para comprar o Twitter, os grupos brasileiros de direita no Telegram foram à loucura. Ali estava, enfim, um poderoso defensor da liberdade de expressão. Mais que isso, ali estava alguém que – como os usuários se apressaram a confirmar – queria Carlos Bolsonaro, filho do presidente da República, como presidente do Twitter no Brasil.É claro que isso não era verdade. Mas não fiquei nem um pouco surpresa. Tenho seguido esses grupos no aplicativo de mensagens há semanas, a fim de entender como a desinformação é disseminada em tempo real. No Brasil, as fake news parecem ser algo que atinge a população em geral – o Telegram apenas oferece um tipo de buraco de coelho dos mais profundos onde se pode cair. De modo que eu sabia – a partir de uma experiência horrível e capaz de derreter as retinas – que, para muitos ativistas de direita, as fake news se tornaram um artigo de fé, uma arma de guerra, a forma mais certeira de turvar o debate público.“Fake news faz parte da nossa vida”, disse o presidente Jair Bolsonaro no ano passado, ao receber um prêmio de comunicações oferecido por seu próprio Ministério das Comunicações. (Não dá pra ser mais orwelliano do que isso, certo?) “A internet é um sucesso”, ele prosseguiu. “Não precisamos de regular isso aí. Deixemos o povo à vontade.”Dá para entender a lógica. Afinal, as fake news produziram uma suposta manchete do The Washington Post que dizia: “Bolsonaro é o melhor presidente de todos os tempos” – e alegaram que uma recente motociata em apoio ao presidente entrou para o Guinness World Records. Contudo, meu mergulho nos grupos de Telegram do país revelou algo mais sinistro do que notícias adulteradas. Desregulados, extremos e delirantes, esses grupos servem para difamar os inimigos do presidente e conduzir uma operação oculta de propaganda. Não é de admirar que Bolsonaro esteja tão ávido para manter uma atmosfera de vale-tudo.O grande alvo é o principal adversário de Bolsonaro nas eleições de outubro, o ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Em grupos bolsonaristas de tamanho médio, como “Os Patriotas Br” (11.782 membros) e “Bolsonaro 2022 – Grupo de Apoio!” (25.737 membros), o foco é implacável. Usuários disseminaram à exaustão uma foto digitalmente alterada de um Lula sem camisa de mãos dadas com o presidente da Venezuela Nicolás Maduro, como se eles tivessem sido um casal homossexual nos anos 1980. (Preciso dizer que é falsa?)As alegações são infindáveis e excêntricas: Lula é patrocinado pelo narcotráfico; ele irá perseguir Igrejas; ele é contra as pessoas de classe média terem mais de uma televisão em casa. As pessoas usam tudo o que podem. Um vídeo obviamente satírico – que mostra um ator como se fosse um dos advogados do Partido dos Trabalhadores, confessando praticar fraude eleitoral – é ostentado como prova absoluta e irrefutável. O nome do advogado, “Avacalho Ellhys”, ou seja, “eu avacalho eles”, deveria ter sido suficiente para entregar o jogo. Mas em seu afã de demonização, os seguidores de Bolsonaro não são exatamente dados a uma leitura atenta.Por trás dessa atividade frenética está um desespero mal disfarçado. Segundo a pesquisa eleitoral mais recente, Lula está em primeiro lugar com 41% das intenções de voto, contra 36% de Bolsonaro. A realidade da popularidade de Lula é claramente muito dolorosa de se suportar, de modo que os usuários de Telegram buscam refúgio na fantasia. “Até que enfim uma pesquisa de verdade”, disse um usuário, alegando que um instituto imaginário de pesquisa colocou Bolsonaro em primeiro lugar com 65% das intenções de voto, contra 16% de seu adversário. Quando inventar pesquisas não é suficiente, sempre se pode suspender a corrida. “Com medo de prisão internacional, Lula vai desistir da disputa”, alegou outro. O anseio é quase tocante.Os apoiadores de Bolsonaro têm outro bicho-papão: o Supremo Tribunal Federal, que abriu inúmeras investigações contra o presidente, seus filhos e aliados. No Telegram, esse escrutínio não foi bem recebido. As pessoas acusam os ministros do STF de defender publicamente o estupro, a pedofilia, o homicídio, o narcotráfico e o tráfico de órgãos. Eles disseminam uma foto manipulada de um ministro posando ao lado de Fidel Castro. Eles espalham um vídeo editado no qual outro ministro confessa estar sofrendo chantagem do PT por participar de uma orgia em Cuba. (O ministro realmente disse isso – mas ele estava dando um exemplo bizarro de fake news contra ele, um rumor que o próprio Bolsonaro ajudou a criar no Twitter.)Uns poucos passos foram tomados para conter esse dilúvio de fake news. Algumas plataformas de mídia social removeram vídeos do presidente que propagavam desinformação sobre a Covid-19 e o sistema de urnas eletrônicas. O WhatsApp decidiu não lançar no Brasil uma nova ferramenta chamada Comunidades, que agrega vários grupos menores, até o fim das eleições presidenciais. Em março, o STF baniu o Telegram por dois dias porque a empresa estava ignorando as ordens da Corte de remover um post enganoso sobre o sistema eleitoral brasileiro publicado na conta oficial do presidente (1.34 milhão de membros). A empresa então concordou em adotar algumas medidas contra a desinformação, incluindo o monitoramento diário manual dos 100 canais mais populares do Brasil e uma parceria futura com organizações de checagem. Um problemático projeto de lei contra as fake news está sendo considerado pelo Congresso.Não é nem de longe o suficiente. Uma recente investigação da Polícia Federal identificou um sistema orquestrado – o chamado “gabinete do ódio” – formado por aliados próximos a Bolsonaro, e provavelmente também seus filhos e assessores. O objetivo do grupo é supostamente identificar alvos como políticos, cientistas, ativistas e jornalistas, e então criar e propagar desinformação para “ganhos ideológicos, político-partidários e financeiros”. (Todos eles negam as acusações.) O problema é muito maior do que alguns poucos e dispersos posts de lunáticos.No fim das contas, não sabemos o que pode ser feito para conter de forma efetiva as campanhas massivas de desinformação nas plataformas de mídia social, sobretudo às vésperas de importantes eleições nacionais. Como é possível argumentar com pessoas que acreditam que “os esquerdistas permitem que bebês sejam mortos 28 dias após o nascimento” ou que “a vacina possui parasita que pode ser controlado por impulsos eletromagnéticos”? Alguns especialistas defendem incluir rótulos de checagem, tornar mais difícil o compartilhamento de mensagens ou implementar a verificação dos usuários. Nenhuma dessas medidas, acredito, seria suficiente para refrear a maré de insanidade que encontrei no Telegram.Pelo menos há uma solução à qual sempre podemos recorrer: votar para demover do cargo os políticos que defendem as fake news.Vanessa Barbara é a editora do sítio literário A Hortaliça, autora de dois romances e dois livros de não-ficção em português, e escritora de opinião do The New York Times. More

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    Telegram, la desinformación y la derecha en Brasil

    SÃO PAULO, Brasil — Cuando Elon Musk llegó a un acuerdo para comprar Twitter, los grupos de derecha en Telegram se volvieron locos. Por fin había un sólido defensor de la libertad de expresión. Además, se trataba de alguien que —los usuarios se apresuraron a confirmar— quería que Carlos Bolsonaro, hijo del presidente, fuera el director general de Twitter en Brasil.Eso, por supuesto, no era cierto. Pero no me sorprendió. Llevaba semanas siguiendo a esos grupos en la aplicación de mensajería para ver cómo se difundía la desinformación en tiempo real. En Brasil, las noticias falsas parecen ser algo de lo que la población en general aparentemente es víctima; Telegram simplemente ofrece el tipo de agujero negro más profundo en el que se puede caer. Así que supe —por una experiencia horrible, que me dejó boquiabierta— que para muchos activistas de derecha, las noticias falsas se han convertido en un artículo de fe, un arma de guerra, la forma más segura de opacar el debate público.“Las noticias falsas son parte de nuestras vidas”, dijo el presidente Jair Bolsonaro el año pasado, mientras recibía un premio de comunicación de su propio Ministerio de Comunicaciones. (No se puede ser más orwelliano, ¿verdad?). “Internet es un éxito”, continuó. “No necesitamos regularlo. Dejemos que la gente se sienta libre”.Se puede entender su punto de vista. Después de todo, las noticias falsas produjeron un titular supuestamente en The Washington Post que decía: “Bolsonaro es el mejor presidente brasileño de todos los tiempos”, y afirmaba que un mitin reciente de la caravana pro-Bolsonaro entró en el Guinness World Records. Sin embargo, mi incursión en los grupos de Telegram del país reveló algo más siniestro que unos artículos manipulados. Estos grupos —que no están regulados, son extremos y desquiciados— sirven para calumniar a los enemigos del presidente y llevar a cabo una operación de propaganda en la sombra. No es de extrañar que Bolsonaro esté tan interesado en mantener una atmósfera en la que todo se vale.El objetivo primordial es el principal oponente de Bolsonaro en las elecciones de octubre, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. En grupos medianos pro-Bolsonaro, como “Los Patriotas” (11.782 suscriptores) y “Grupo de apoyo a Bolsonaro 2022” (25.737 suscriptores), el enfoque es implacable. Los usuarios compartieron exhaustivamente una imagen alterada digitalmente de un Da Silva sin camisa tomado de la mano con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, como si hubieran sido una pareja homosexual en la década de 1980. (¿Es necesario decir que es falsa?).Las afirmaciones son interminables y extravagantes: Da Silva está patrocinado por narcotraficantes; perseguirá a las iglesias; está en contra de que los brasileños de clase media tengan más de un televisor en casa. La gente utiliza lo que pueda conseguir. Un video evidentemente satírico —que muestra a un actor, disfrazado de abogado del Partido de los Trabajadores de Da Silva, confesando el fraude electoral— se presenta como una prueba fehaciente. El nombre del abogado, que se traduce en algo así como “Me Burlo de Ellos”, debería haber dado una pista. Pero en su prisa por satanizar, los seguidores de Bolsonaro no leen las cosas con detenimiento.Detrás de esa frenética actividad hay una desesperación apenas disimulada. Da Silva supera actualmente a Bolsonaro en la encuesta más reciente con un 41 por ciento frente al 36 por ciento. La realidad de la popularidad de Da Silva es claramente demasiado dolorosa de soportar, por lo que los usuarios de Telegram se refugian en la fantasía. “Por fin una encuesta real”, dijo un usuario, asegurando que una encuestadora imaginaria ponía a Bolsonaro en primer lugar con el 65 por ciento de las intenciones de voto, frente al dieciséis por ciento de su oponente. Cuando no sirve inventar encuestas, siempre se puede suspender la carrera presidencial. “Temeroso de una detención internacional, Lula va a renunciar a su candidatura”, afirmaba otro. El deseo es casi conmovedor.Los partidarios de Bolsonaro tienen otro gran miedo: el Supremo Tribunal Federal, que ha abierto varias investigaciones sobre el presidente, sus hijos y sus aliados. En Telegram, ese escrutinio no ha sido bien recibido. La gente acusa a los magistrados de defender públicamente la violación, la pederastia, el homicidio, el narcotráfico y el tráfico de órganos. Comparten una fotografía manipulada de un magistrado posando con Fidel Castro. Comparten un video editado en el que otro juez confiesa que el Partido de los Trabajadores lo chantajea por haber participado en una orgía en Cuba. (El juez sí dijo eso, pero en realidad estaba dando un ejemplo extraño de noticias falsas en su contra, un rumor que Bolsonaro ayudó a propagar en Twitter).Se han tomado algunas medidas para frenar este diluvio de noticias falsas. Algunas plataformas de redes sociales han eliminado videos del presidente que difundían información errónea sobre la COVID-19 y el sistema de votación electrónico del país. WhatsApp decidió no introducir en Brasil una nueva herramienta llamada Comunidades, que reúne varios grupos de chats, hasta que no hayan pasado las elecciones presidenciales. En marzo, el Supremo Tribunal prohibió el uso de Telegram durante dos días porque la empresa había ignorado la petición del tribunal de eliminar una publicación engañosa sobre el sistema electoral del país en la cuenta oficial del presidente (1,34 millones de suscriptores). La empresa aceptó entonces adoptar algunas medidas contra la desinformación, entre ellas un control manual diario de los cien canales más populares de Brasil y una futura asociación con organizaciones de verificación de hechos. En el Congreso se está estudiando un imperfecto proyecto de ley sobre las noticias falsas.No es suficiente. Una investigación de la policía federal identificó hace poco un esquema orquestado —el llamado gabinete del odio— formado por los aliados más cercanos de Bolsonaro, y probablemente también sus hijos y ayudantes. El propósito del grupo es, supuestamente, identificar blancos como políticos, científicos, activistas y periodistas, y luego crear y difundir desinformación para obtener “beneficios ideológicos, partidistas y financieros”. (Todos ellos niegan las acusaciones). El problema es mucho mayor que unas cuantas publicaciones dispersas de lunáticos.Al final, no sabemos qué se puede hacer para contener de manera eficaz las enormes campañas de desinformación en las plataformas de las redes sociales, sobre todo antes de unas elecciones nacionales tan importantes. ¿Cómo podemos razonar con personas que creen que “los izquierdistas permiten matar a los bebés a los 28 días de nacer” o que “las vacunas implantan parásitos que se pueden controlar con impulsos electromagnéticos”? Algunos especialistas abogan por añadir etiquetas de comprobación de hechos, dificultar el reenvío de mensajes o introducir la verificación del usuario. Ninguna de esas medidas, supongo, haría mucho para frenar la marea de locura que encontré en Telegram.Al menos hay una solución a la que podemos recurrir: votar para que dejen su puesto los políticos de las noticias falsas.Vanessa Barbara es editora del sitio web literario A Hortaliça, autora de dos novelas y dos libros de no ficción en portugués y colaboradora de la sección de Opinión del Times. More

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    Bolsonaro-Supporting Brazilian Telegram Channels Are Wild and Sinister

    SÃO PAULO, Brazil — When Elon Musk reached a deal to acquire Twitter, right-wing Telegram groups in Brazil went wild. Here at last was a muscular champion of free speech. Even more, here was someone who — users rushed to confirm — wanted Carlos Bolsonaro, son of the president, to be Twitter’s managing director in Brazil.That was, of course, not true. But I wasn’t surprised. I had been following these groups on the messaging app for weeks, to watch how misinformation was spread in real time. In Brazil, fake news seems to be something that the population at large seems to fall victim to — Telegram just offers the sort of deepest rabbit hole you can go down. So I knew — from horrible, eye-sapping experience — that for many right-wing activists, fake news has become an article of faith, a weapon of war, the surest way of muddling the public discussion.“Fake news is part of our lives,” President Jair Bolsonaro said last year, while receiving a communication award from his own Ministry of Communications. (It doesn’t get more Orwellian, does it?) “The internet is a success,” he went on. “We don’t need to regulate it. Let the people feel free.”You can see his point. After all, fake news produced a headline supposedly in The Washington Post that read, “Bolsonaro is the best Brazilian president of all times” — and claimed that a recent pro-Bolsonaro motorcade rally made the Guinness World Records. But my plunge into the country’s Telegram groups revealed something more sinister than doctored articles. Unregulated, extreme and unhinged, these groups serve to slander the president’s enemies and conduct a shadow propaganda operation. No wonder Mr. Bolsonaro is so keen to maintain a free-for-all atmosphere.The chief target is Mr. Bolsonaro’s main opponent in October’s elections, the former president Luiz Inácio Lula da Silva. In medium-size pro-Bolsonaro groups, such as “The Patriots” (11,782 subscribers) and “Bolsonaro 2022 support group” (25,737 subscribers), the focus is unrelenting. Users exhaustively shared a digitally altered picture of a shirtless Mr. da Silva holding hands with President Nicolás Maduro of Venezuela as if they had been a homosexual couple in the 1980s. (Do I need to say it’s false?)The claims are endless, and outlandish: Mr. da Silva is sponsored by drug traffickers; he will persecute churches; he is against middle-class Brazilians having more than one television at home. People use what they can get. An obviously satirical video — which shows an actor, in the guise of an attorney for Mr. da Silva’s Workers’ Party, confessing to electoral fraud — is paraded as cold hard proof. The name of the attorney, which translates as something like “I Mock Them,” should have given the game away. But in their rush to demonize, Mr. Bolsonaro’s followers aren’t exactly given to close reading.Underlying this frenetic activity is barely disguised desperation. Mr. da Silva currently leads Mr. Bolsonaro in the latest poll, 41 percent to 36 percent. The reality of Mr. da Silva’s popularity is clearly too painful to bear, so Telegram users take refuge in fantasy. “Finally a real poll,” one user said, asserting that an imaginary pollster put Mr. Bolsonaro in first place with 65 percent of voting intentions, against 16 percent for his opponent. When inventing polls won’t do, you can always call off the race. “Afraid of an international arrest, Lula is going to give up his candidacy,” another claimed. The wishfulness is almost touching.Mr. Bolsonaro’s supporters have another great boogeyman: the Supreme Court, which has opened several investigations of the president, his sons and his allies. On Telegram, this scrutiny has not been well received. People accuse the justices of publicly defending rape, pedophilia, homicide, drug trafficking and organ trafficking. They share a manipulated picture of one justice posing with Fidel Castro. They share an edited video in which another justice confesses that the Workers’ Party is blackmailing him for participating in an orgy in Cuba. (The justice did say that — but was actually giving a bizarre example of fake news against him, a rumor that Mr. Bolsonaro himself helped to create on Twitter.)A few steps have been taken to curb this deluge of fake news. Some social media platforms have been removing videos from the president that spread misinformation about Covid-19 and the country’s electronic voting system. WhatsApp decided not to introduce in Brazil a new tool called Communities, which gathers several groups chats, until the presidential election is over. In March, the Supreme Court banned Telegram for two days because the company had been ignoring the court’s request to remove a misleading post on the country’s electoral system from the president’s official account (1.34 million subscribers). The company then agreed to adopt a few anti-misinformation measures, including a daily manual monitoring of the 100 most popular channels in Brazil and a future partnership with fact-checking organizations. A flawed “fake news bill” is being considered by Congress.It’s not nearly enough. A federal police investigation recently identified an orchestrated scheme — the so-called cabinet of hate — formed by Mr. Bolsonaro’s closest allies, and probably also his sons and aides. The group’s alleged aim is to identify targets such as politicians, scientists, activists and journalists, and then to create and spread disinformation for “ideological, party-political and financial gains.” (They all deny the accusations.) The problem is much bigger than a few scattered posts by lunatics.In the end, we don’t know what can be done to effectively contain enormous misinformation campaigns on social media platforms, especially before important national elections. How can we reason with people who believe that “leftists allow babies to be killed 28 days after being born” or that “vaccines implant parasites that can be controlled with electromagnetic impulses”? Some specialists advocate adding fact-check labels, making it harder to forward messages or bringing in user verification. None, I’d guess, would do much to hold back the tide of madness I found on Telegram.There is one solution we can fall back on, at least: voting the fake-news politicians out of office.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram. More

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    Brazil’s climate politics are shifting. That matters for the whole planet.

    The Amazon is emerging as a central issue in this year’s presidential campaign. Leaders have taken note.A message from your Climate Forward host: I’d like you to meet Manuela. She’s my partner on Climate Forward, and you’ll hear from her regularly when I’m out on reporting trips and unavailable to write the newsletter. Today, she takes you inside the climate politics of her home country, Brazil. — Somini SenguptaIn Brazil, beef isn’t just food. It’s political. It’s a symbol of dignity and equality, and the price of beef is a kind of barometer of well-being in the country.“Beef is not a privilege for people with money,” former President Luiz Inácio Lula da Silva said in an interview last year.But now, with elections just months away, da Silva, who is better known as Lula, seems to be taking a more environmentally conscious position. He’s suddenly talking about vegetable barbecues and organic salads.“I broadened my perspective,” he said on Twitter in February. He was not just concerned about whether the average Brazilian could afford a barbecue, Lula said, “but also vegetarian people, who don’t eat meat, being able to eat a good organic salad, us encouraging healthier agriculture in our country.”At 76, and with more than five decades of politics under his belt, Lula is adapting. And his willingness to do so makes it clear that, for the first time, climate and the environment will be at the center of the debates before Brazilians vote for president and the national legislature on Oct. 2.Lula, who led Brazil from 2003 to 2010, is one of the best-known politicians in the developing world. Under his administration, millions rose out of poverty, helped by China’s growing hunger for Brazilian commodities like soybeans and steel.Beef was, in some ways, a thread that ran though his presidency. It became a more frequent part of daily meals and one of the country’s major exports. Lula’s administration poured millions from Brazil’s development bank into meatpacking companies, and those operations, in turn, eventually grew to become major drivers of deforestation in the Amazon.This time around, though, Lula is talking about supporting that “healthier agriculture” he mentioned on Twitter.Izabella Teixeira, who served as one of Lula’s environment ministers, told me the former president always treated climate issues seriously. But she said she saw something new in the way climate and environment issues seem to be gaining prominence in his speeches and debates.“He is looking at it with a modern mind set,” she said. “It is one thing to correct the past, to undo mistakes. It is another thing to affirm new paths.”President Biden similarly made climate a pillar of his campaign, as did Gabriel Boric, who became president of Chile in March. Just a few weeks ago, Colombia’s leftist presidential candidate Gustavo Petro chose an environmental activist as his running mate. The first round of that election is May 29.The choice Brazilians make matters for global climate targets. Brazil is, by some measures, the world’s sixth-biggest emitter of greenhouse gases. More important, though, is why: It is currently slashing its part of the Amazon, the world’s largest rainforest, at a pace not seen in over a decade.Lula’s environmental record is mixed. Back in the day, his administration pushed for new policies that sharply curbed Amazon deforestation, even as agribusiness, including beef, grew. But he seemed to disregard the need for an energy transition, instead refusing to support legislation that would have required Brazil to phase out fossil fuels.Under the current president, Jair Bolsonaro, climate action has been all but abandoned. The recent explosion in deforestation rates, which have angered the world, will unquestionably be one of the main legacies of his presidency.Brazil’s current policies have intensified its climate challenge. And it’s not just because of beef. Soy, the country’s top commodity, is increasing pressure on the Cerrado, the country’s vast tropical savanna. There’s also Brazil’s heavy dependence on oil and steel exports.Bolsonaro’s rise to power is widely seen as a response to a multibillion dollar corruption scandal that upended Brazilian politics years ago. Prosecutors said Lula was implicated at the top of the scandal. He spent 580 days in prison in connection with a conviction that was ultimately overturned.As Lula has clawed his way back into public life, he has refused to acknowledge mistakes in the corruption scandal. When it comes to climate policy, though, he has signaled a willingness to reform his legacy.Earlier this week, speaking to thousands of Indigenous people gathered in a demonstration in Brasília, the capital, he promised to appoint an Indigenous cabinet minister. It would be a first for Brazil, a country where Indigenous people are at the forefront of the environmental movement.Past governments of his Workers’ Party, Lula said, “didn’t do all they should have done” for Indigenous people.So far, Lula has the lead over Bolsonaro, who is seeking re-election, in all the main opinion polls, though the race has been tightening. Hunger, unemployment, inflation and the Covid pandemic will also be major issues during the campaign.But the two candidates’ radically different views on the environment could be crucial. According to a poll in September, 80 percent of voters believe protecting the Amazon rainforest should be a priority for presidential candidates.A majority also said a specific plan to defend the Amazon would increase their willingness to vote for a candidate.California’s plan to eliminate gas cars, if adopted, would very likely set the bar for the broader auto industry.Justin Sullivan/Getty ImagesEssential news from The TimesPhasing out gas cars: Officials in California made public plans to prohibit the sale of new gasoline-powered cars by 2035.White House departure: People close to Gina McCarthy, President Biden’s top climate adviser, say she plans to quit because she is unhappy with the slow pace of progress.Even cactuses aren’t safe: More than half of species could face greater extinction risk by midcentury, a new study found, as rising heat and dryness test the plants’ limits.Antarctic puzzle solved: Researchers say the collapse of the two ice shelves was most likely triggered by vast plumes of warm air from the Pacific.‘Silent victim’ of war: Research on past conflicts suggests that, in addition to the human toll, the Russian invasion of Ukraine could have a profound environmental impact.From the Opinion sectionDitch the gas-powered leaf blower: Get an electric one or just use a rake, Jessica Stolzberg writes.Other stuff we’re followingThe latest issue of National Geographic is all about saving forests.A new analysis showed that many big utilities in America are actively pushing back against climate policies, according to The Washington Post.Banks around the world are abandoning coal projects, except in China, according to Bloomberg.A new podcast from the Food & Environment Reporting Network talks to farmers about what they are doing to adapt to climate change.Parts of the Sacramento Valley in California have received their earliest-ever “red flag” warning for fire danger, Capital Public Radio reported.One TikToker found the transportation of the future.Adélie penguins on an iceberg near Paulet Island at the tip of the Antarctic Peninsula. Tomás MunitaBefore you go: For these birds, location mattersAdélie penguins are having a rough time on the western side of the Antarctic Peninsula, where warming linked to climate change has occurred faster than almost anywhere else on the planet. One researcher called the situation a “train wreck” for the birds. On the eastern side of the peninsula, however, it’s a very different story. Adélie populations there seem to be doing just fine. You can find out why, and see some impressive photos from a recent survey expedition in our article.Thanks for reading. We’ll be back on Tuesday.Claire O’Neill and Douglas Alteen contributed to Climate Forward. Reach us at climateforward@nytimes.com. We read every message, and reply to many! More

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    En Latinoamérica, la izquierda asciende

    Los candidatos con plataformas izquierdistas han logrado victorias en una región con dificultades económicas y una desigualdad que va en aumento.RÍO DE JANEIRO — En las últimas semanas de 2021, Chile y Honduras votaron con determinación por presidentes de izquierda para reemplazar a líderes de derecha, con lo que se extendió un cambio significativo que lleva varios años ocurriendo en toda América Latina.Este año, los políticos de izquierda son los favoritos para ganar las elecciones presidenciales en Colombia y Brasil, sustituyendo a los presidentes en funciones de derecha, lo que pondría a la izquierda y a la centroizquierda en el poder en las seis economías más grandes de una región que se extiende desde Tijuana hasta Tierra del Fuego.El sufrimiento económico, el aumento de la desigualdad, el ferviente descontento con los gobernantes y la mala gestión de la pandemia de COVID-19 han impulsado un movimiento pendular que se distancia de los líderes de centroderecha y de derecha que dominaban hace unos años.La izquierda ha prometido una distribución más equitativa de la riqueza, mejores servicios públicos y redes de seguridad social ampliadas. Pero los nuevos líderes de la región se enfrentan a graves limitaciones económicas y a una oposición legislativa que podría restringir sus ambiciones, así como a unos votantes intranquilos que se han mostrado dispuestos a castigar a quien no cumpla lo prometido.Los avances de la izquierda podrían impulsar a China y socavar a Estados Unidos mientras compiten por la influencia regional, dicen los analistas, al presentarse una nueva cosecha de líderes latinoamericanos desesperados por lograr el desarrollo económico y con más apertura hacia la estrategia global de Pekín de ofrecer préstamos e inversiones en infraestructuras. El cambio también podría dificultar que Estados Unidos siga aislando a los regímenes autoritarios de izquierda en Venezuela, Nicaragua y Cuba.Con el aumento de la inflación y el estancamiento de las economías, los nuevos líderes de América Latina tendrán dificultades para lograr un cambio real en los problemas profundos, dijo Pedro Mendes Loureiro, profesor de estudios latinoamericanos en la Universidad de Cambridge. Hasta cierto punto, dijo, los votantes están “eligiendo a la izquierda simplemente porque en este momento es la oposición”.Los niveles de pobreza se encuentran en el nivel más alto de los últimos 20 años en una región en la que un efímero auge de las materias primas permitió a millones de personas ascender a la clase media tras el cambio de siglo. Varios países se enfrentan ahora a un desempleo de dos dígitos, y más del 50 por ciento de los trabajadores de la región están empleados en el sector informal.Los escándalos de corrupción, el deterioro de la infraestructura y la ausencia crónica de fondos en los sistemas de salud y educación han erosionado la confianza en el gobierno y las instituciones públicas.Personas sin hogar en fila para recibir el almuerzo de los voluntarios en São Paulo en agosto. “El tema ahora es la frustración, el sistema de clases, la estratificación”, dijo un analista.Mauricio Lima para The New York TimesA diferencia de lo que ocurrió a principios de la década de 2000, cuando los izquierdistas ganaron presidencias decisivas en América Latina, los nuevos gobernantes tienen que hacer frente a la deuda, a presupuestos magros, a escaso acceso al crédito y, en muchos casos, a una oposición vociferante.Eric Hershberg, director del Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de la American University, dijo que la racha ganadora de la izquierda nace de un sentimiento generalizado de indignación.“En realidad se trata de los sectores de la clase media baja y de la clase trabajadora que dicen: ‘treinta años de democracia y todavía tenemos que ir en un autobús decrépito durante dos horas para llegar a un centro de salud malo’”, dijo Hershberg. Citó la frustración, la ira y “una sensación generalizada de que las élites se han enriquecido, han sido corruptas, no han actuado en favor del interés público”.La COVID-19 asoló América Latina y devastó economías que ya eran precarias, pero la inclinación política de la región comenzó antes de la pandemia.Luiz Inácio Lula da Silva, exlíder de izquierda de Brasil, tiene una ventaja considerable sobre Bolsonaro en un cara a cara, según una encuesta reciente.Mauro Pimentel/Agence France-Presse — Getty ImagesEl primer hito fue la elección en México de Andrés Manuel López Obrador, que ganó la presidencia con un resultado arrollador en julio de 2018. Durante su discurso de la noche electoral, declaró: “El Estado dejará de ser un comité al servicio de una minoría y representará a todos los mexicanos, a ricos y pobres”.Al año siguiente, los votantes de Panamá y Guatemala eligieron gobiernos de centroizquierda, y el movimiento peronista de izquierda de Argentina tuvo un sorprendente regreso a pesar del legado de corrupción y mala gestión económica de sus líderes. Con la promesa de “construir la Argentina que nos merecemos”, Alberto Fernández, profesor universitario, celebró su triunfo frente a un presidente conservador que buscaba la reelección.En 2020, Luis Arce se impuso a sus rivales conservadores para convertirse en presidente de Bolivia. Se comprometió a ampliar el legado del exlíder Evo Morales, un socialista cuya destitución el año anterior dejó brevemente a la nación en manos de una presidenta de derecha.En abril del año pasado, Pedro Castillo, un maestro de escuela de provincia, sorprendió a la clase política peruana al derrotar por un estrecho margen a la candidata derechista a la presidencia, Keiko Fujimori. Castillo, un recién llegado a la política, arremetió contra las élites y presentó la historia de su vida —un educador que trabajó en una escuela rural sin agua corriente ni sistema de alcantarillado— como una encarnación de los defectos de la clase gobernante.En Honduras, Xiomara Castro, una candidata de plataforma socialista que propuso el establecimiento de un sistema de renta básica universal para las familias pobres, venció con facilidad en noviembre a un rival conservador para convertirse en presidenta electa.Xiomara Castro, que ganó las elecciones en Honduras, ha propuesto un sistema de renta básica universal para las familias pobres.Daniele Volpe para The New York TimesLa victoria más reciente de la izquierda se produjo el mes pasado en Chile, donde Gabriel Boric, un antiguo activista estudiantil de 35 años, venció a un rival de extrema derecha con la promesa de aumentar los impuestos a los ricos para ofrecer pensiones más generosas y ampliar enormemente los servicios sociales.La tendencia no ha sido universal. En los últimos tres años, los votantes de El Salvador, Uruguay y Ecuador han desplazado a sus gobiernos hacia la derecha. Y en México y Argentina, el año pasado, los partidos de centroizquierda perdieron terreno en las elecciones legislativas, socavando a sus presidentes.Pero en general, Evan Ellis, profesor de estudios latinoamericanos en el Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, dijo no recordar una América Latina “tan dominada por una combinación de izquierdistas y líderes populistas antiestadounidenses”.“En toda la región, los gobiernos de izquierda estarán particularmente dispuestos a trabajar con los chinos en contratos de gobierno a gobierno”, dijo, y posiblemente “con respecto a la colaboración en materia de seguridad, así como a la colaboración tecnológica”.Jennifer Pribble, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Richmond que estudia América Latina, dijo que el brutal número de víctimas de la pandemia en la región hizo que las iniciativas de izquierda, como las transferencias de efectivo y la atención universal a la salud, fueran cada vez más populares.“Los votantes latinoamericanos tienen ahora un sentido más agudo de lo que el Estado puede hacer y de la importancia de que el Estado participe en un esfuerzo redistributivo y en la prestación de servicios públicos”, dijo. “Eso condiciona estas elecciones, y está claro que la izquierda puede hablar más directamente de eso que la derecha”.Gabriel Boric, quien fuera activista estudiantil, ha prometido una amplia expansión de los servicios sociales en Chile.Marcelo Hernandez/Getty ImagesEn Colombia, donde las elecciones presidenciales se celebrarán en mayo, Gustavo Petro, exalcalde izquierdista de Bogotá que perteneció a un grupo guerrillero urbano, ha mantenido una ventaja constante en las encuestas.Sergio Guzmán, director de la consultora Colombia Risk Analysis, dijo que las aspiraciones presidenciales de Petro se hicieron viables después de que la mayoría de los combatientes de las FARC, un grupo guerrillero marxista, dejaron las armas como parte de un acuerdo de paz alcanzado en 2016. El conflicto había dominado durante mucho tiempo la política colombiana, pero ya no.“El tema ahora es la frustración, el sistema de clases, la estratificación, los que tienen y los que no tienen”.Justo antes de Navidad, Sonia Sierra, de 50 años, se encontraba fuera de la pequeña cafetería que regenta en el principal parque urbano de Bogotá. Sus ingresos se habían desplomado, dijo, primero en medio de la pandemia y luego cuando una comunidad desplazada por la violencia se trasladó al parque.Sierra dijo que estaba muy endeudada después de que su marido fuera hospitalizado con covid. Las finanzas son tan ajustadas que hace poco despidió a su única empleada, una joven venezolana que solo ganaba 7,50 dólares al día.“Tanto trabajar y no tengo nada”, dijo Sierra, cantando un verso de una canción popular en la época navideña en Colombia. “No estoy llorando, pero sí, me da sentimiento”.En Recife, Brasil, se complementan los ingresos recogiendo mariscos.Mauricio Lima para The New York TimesEn el vecino Brasil, el aumento de la pobreza, la inflación y una respuesta fallida a la pandemia han convertido al presidente Jair Bolsonaro, el titular de extrema derecha, en un candidato débil de cara a la votación programada para octubre.El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista que gobernó Brasil de 2003 a 2010, una época de notable prosperidad, ha conseguido una ventaja de 30 puntos porcentuales sobre Bolsonaro en un cara a cara, según una encuesta reciente.Maurício Pimenta da Silva, de 31 años, subgerente de una tienda de suministros agrícolas en la región de São Lourenço, en el estado de Río de Janeiro, dijo que se arrepentía de haber votado por Bolsonaro en 2018 y que ahora tiene la intención de apoyar a Da Silva.“Pensé que Bolsonaro mejoraría nuestra vida en algunos aspectos, pero no lo hizo”, dijo Da Silva, un padre de cuatro hijos que no tiene relación con el expresidente. “Todo es tan caro en los supermercados, especialmente la carne”, agregó, lo que lo llevó a tomar un segundo empleo.Con los votantes enfrentados a tanta agitación, los candidatos moderados están ganando poca influencia, lamentó Simone Tebet, una senadora de centroderecha en Brasil que planea presentarse a la presidencia este año.“Si miramos a Brasil y a América Latina, estamos viviendo un ciclo de extremos relativamente aterrador”, dijo. “El radicalismo y el populismo se han impuesto”.Ernesto Londoño More

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    Leftists Are Ascendant in Latin America as Key Elections Loom

    Growing inequality and sputtering economies have helped fuel a wave of leftist victories that may soon extend to Brazil and Colombia.RIO DE JANEIRO — In the final weeks of 2021, Chile and Honduras voted decisively for leftist presidents to replace leaders on the right, extending a significant, multiyear shift across Latin America.This year, leftist politicians are the favorites to win presidential elections in Colombia and Brazil, taking over from right-wing incumbents, which would put the left and center-left in power in the six largest economies in the region, stretching from Tijuana to Tierra del Fuego.Economic suffering, widening inequality, fervent anti-incumbent sentiment and mismanagement of Covid-19 have all fueled a pendulum swing away from the center-right and right-wing leaders who were dominant a few years ago.The left has promised more equitable distribution of wealth, better public services and vastly expanded social safety nets. But the region’s new leaders face serious economic constraints and legislative opposition that could restrict their ambitions, and restive voters who have been willing to punish whoever fails to deliver.The left’s gains could buoy China and undermine the United States as they compete for regional influence, analysts say, with a new crop of Latin American leaders who are desperate for economic development and more open to Beijing’s global strategy of offering loans and infrastructure investment. The change could also make it harder for the United States to continue isolating authoritarian leftist regimes in Venezuela, Nicaragua and Cuba.With rising inflation and stagnant economies, Latin America’s new leaders will find it hard to deliver real change on profound problems, said Pedro Mendes Loureiro, a professor of Latin American studies at the University of Cambridge. To some extent, he said, voters are “electing the left simply because it is the opposition at the moment.”Poverty is at a 20-year high in a region where a short-lived commodities boom had enabled millions to ascend into the middle class after the turn of the century. Several nations now face double-digit unemployment, and more than 50 percent of workers in the region are employed in the informal sector.Corruption scandals, dilapidated infrastructure and chronically underfunded health and education systems have eroded faith in leaders and public institutions.Homeless people lining up to receive lunch from volunteers in São Paulo in August. “The issue now is the frustration, the class system, the stratification,” one analyst said.Mauricio Lima for The New York TimesUnlike the early 2000s, when leftists won critical presidencies in Latin America, the new officeholders are saddled by debt, lean budgets, scant access to credit and in many cases, vociferous opposition.Eric Hershberg, the director of the Center for Latin American and Latino Studies at American University, said the left’s winning streak is born out of widespread indignation.“This is really about lower-middle-class and working-class sectors saying, ‘Thirty years into democracy, and we still have to ride a decrepit bus for two hours to get to a bad health clinic,’” Mr. Hershberg said. He cited frustration, anger and “a generalized sense that elites have enriched themselves, been corrupt, have not been operating in the public interest.”Covid has ravaged Latin America and devastated economies that were already precarious, but the region’s political tilt started before the pandemic.Luiz Inácio Lula da Silva, Brazil’s leftist ex-leader, has a sizable advantage over Mr. Bolsonaro in a head-to-head matchup, according to a recent poll.Mauro Pimentel/Agence France-Presse — Getty ImagesThe first milestone was the election in Mexico of Andrés Manuel López Obrador, who won the presidency by a landslide in July 2018. He declared during his election night address: “The state will cease being a committee at the service of a minority and it will represent all Mexicans, poor and rich.”The next year, voters in Panama and Guatemala elected left-of-center governments, and Argentina’s Peronist movement made a stunning comeback despite its leaders’ legacy of corruption and economic mismanagement. President Alberto Fernández, a university professor, celebrated his triumph over a conservative incumbent by promising “to build the Argentina we deserve.”In 2020, Luis Arce trounced conservative rivals to become president of Bolivia. He vowed to build on the legacy of the former leader Evo Morales, a socialist whose ouster the year before had briefly left the nation in the hands of a right-wing president.Last April, Pedro Castillo, a provincial schoolteacher, shocked Peru’s political establishment by narrowly defeating the right-wing candidate Keiko Fujimori for the presidency. Mr. Castillo, a political newcomer, railed against elites and presented his life story — an educator who worked in a rural school without running water or a sewage system — as an embodiment of their failings.In Honduras, Xiomara Castro, a socialist who proposed a system of universal basic income for poor families, handily beat a conservative rival in November to become president-elect.Xiomara Castro, who won election in Honduras, has proposed a system of universal basic income for poor families.Daniele Volpe for The New York TimesThe most recent win for the left came last month in Chile, where Gabriel Boric, a 35-year-old former student activist, beat a far-right rival by promising to raise taxes on the rich in order to offer more generous pensions and vastly expand social services.The trend has not been universal. In the past three years, voters in El Salvador, Uruguay and Ecuador have moved their governments rightward. And in Mexico and Argentina last year, left-of-center parties lost ground in legislative elections, undercutting their presidents.But on the whole, Evan Ellis, a professor of Latin American studies at the U.S. Army War College, said that in his memory there had never been a Latin America “as dominated by a combination of leftists and anti-U. S. populist leaders.”“Across the region, leftist governments will be particularly willing to work with the Chinese on government-to-government contracts,” he said, and possibly “with respect to security collaboration as well as technology collaboration.”Jennifer Pribble, a political science professor at the University of Richmond who studies Latin America, said the brutal toll of the pandemic in the region made leftist initiatives such as cash transfers and universal health care increasingly popular.“Latin American voters now have a keener sense of what the state can do and of the importance of the state engaging in a redistributive effort and in providing public services,” she said. “That shapes these elections, and clearly the left can speak more directly to that than the right.”Gabriel Boric, a former student activist, has promised a vast expansion of social services in Chile. Marcelo Hernandez/Getty ImagesIn Colombia, where a presidential election is set for May, Gustavo Petro, a leftist former mayor of Bogotá who once belonged to an urban guerrilla group, has held a consistent lead in polls.Sergio Guzmán, the director of Colombia Risk Analysis, a consulting firm, said Mr. Petro’s presidential aspirations became viable after most fighters from the FARC, a Marxist guerrilla group, laid down their weapons as part of a peace deal struck in 2016. The conflict long dominated Colombian politics, but no more.“The issue now is the frustration, the class system, the stratification, the haves and have-nots,” he said.Just before Christmas, Sonia Sierra, 50, stood outside the small coffee shop she runs in Bogotá’s main urban park. Her earnings had plummeted, she said, first amid the pandemic, and then when a community displaced by violence moved into the park.Ms. Sierra said she was deep in debt after her husband was hospitalized with Covid. Finances are so tight, she recently let go her only employee, a young woman from Venezuela who earned just $7.50 a day.“So much work and nothing to show for it,” Ms. Sierra she said, singing a verse from a song popular at Christmastime in Colombia. “I’m not crying, but yes, it hurts.”In Recife, Brazil, supplementing income by harvesting shellfish.Mauricio Lima for The New York TimesIn neighboring Brazil, rising poverty, inflation and a bungled response to the pandemic have made President Jair Bolsonaro, the far-right incumbent, an underdog in the vote set for October.Former President Luiz Inácio Lula da Silva, a leftist firebrand who governed Brazil from 2003 to 2010, an era of remarkable prosperity, has built a 30 percentage point advantage over Mr. Bolsonaro in a head-to-head matchup, according to a recent poll.Maurício Pimenta da Silva, 31, an assistant manager at a farming supplies store in the São Lourenço region of Rio de Janeiro state, said that he regretted voting for Mr. Bolsonaro in 2018, and that he intended to support Mr. da Silva.“I thought Bolsonaro would improve our life in some aspects, but he didn’t,” said Mr. Pimenta, a father of four who is no relation to the former president. “Everything is so expensive in the supermarkets, especially meat,” he added, prompting him to take a second job.With voters facing so much upheaval, moderate candidates are gaining little traction, lamented Simone Tebet, a center-right senator in Brazil who plans to run for president.“If you look at Brazil and Latin America, we are living in a relatively frightening cycle of extremes,” she said. “Radicalism and populism have taken over.”Ernesto Londoño and Flávia Milhorance reported from Rio de Janeiro. Julie Turkewitz reported from Bogotá. More