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    En Ecuador debemos vencer al caudillismo

    AdvertisementContinue reading the main storyOpiniónSupported byContinue reading the main storyComentarioEn Ecuador debemos vencer al caudillismoLas elecciones ecuatorianas aún no están definidas. Los dos candidatos que buscan un lugar en la segunda vuelta, y representan a la derecha y la izquierda, deben ver que en estos comicios se juega más que un enfrentamiento ideológico: lo que está en la línea es el regreso de un proyecto autoritario.Los dos candidatos a la presidencia de Ecuador que se disputan el segundo lugar en el balotaje, a celebrarse en abril. A la izquierda, Yaku Pérez, el candidato de la izquierda indígena; a la derecha, Guillermo Lasso, candidato de la derecha.Credit…Jose Jacome/EPA vía ShutterstockEs periodista ecuatoriana.15 de febrero de 2021 a las 11:34 ETLas elecciones de Ecuador aún no están definidas. Los candidatos que se disputan su pase a la segunda vuelta, que será en abril, acordaron un recuento parcial de los votos.Es una novedad inusual en la política de mi país: dialogar, negociar y conciliar han sido palabras ajenas al diccionario de nuestra democracia por mucho tiempo. Los últimos cuatro años han sido una saga melodramática de disputa entre el presidente Lenín Moreno y su antiguo aliado y jefe, el expresidente Rafael Correa. Y antes, experimentamos los diez años de correísmo, caracterizados por polarización y caudillismo.Así que cuando, al final del largo escrutinio inicial, Guillermo Lasso —el exbanquero de derecha que busca la presidencia por tercera vez y que terminó con una ventaja de más de 33.000 votos—, accedió a un diálogo con Yaku Pérez —el candidato de la izquierda indígena— y aceptaron un recuento, fue una sorpresa. Una buena señal que no debería esfumarse, especialmente después del cruce de trinos de ambos durante el fin de semana que apunta a desconocer lo acordado. No solo deberían respetar su inusual acuerdo, que es tan buena noticia en Ecuador, sino que deberían saber que una posible alianza los ayudaría a vencer al candidato que impulsa el correísmo.El recuento es una medida deseable en un país en donde el sistema electoral ha estado en entredicho y la palabra “fraude” ha sido recurrente en los procesos electorales. Hace cuatro años, el propio Lasso puso en duda la transparencia del Consejo Nacional Electoral cuando impugnó los resultados. Ahora, tras las votaciones del 7 de febrero, la palabra fue pronunciada por Pérez, quien parecía que pasaría a la segunda vuelta con Andrés Arauz, el aspirante que apoya Correa.Los seguidores de Pérez, igual que los partidarios de Lasso hace cuatro años, ya empezaban a pasear su descontento en las calles del país. Pero al final de la semana pasada, ambos candidatos acordaron el recuento del 100 por ciento de los votos en Guayas, la provincia con más inconsistencias, y el 50 por ciento de los votos en 16 de las 24 provincias del Ecuador.Al final, tanto Lasso como Pérez, igual que muchos ecuatorianos, deben ver que en estas elecciones se juega más que un enfrentamiento entre izquierda y derecha. Lo que se juega es el regreso del correísmo. Aunque Correa no estaba en la papeleta él y su movimiento están cerca del poder otra vez. A Lasso y a Pérez no se les puede pedir que tengan coincidencias ideológicas, pero sí que reconozcan que hay un rival mayor, el hombre fuerte que dominó la vida política ecuatoriana por una década.Correa llegó al poder en 2007 como el presidente de una izquierda que prometía redistribuir la riqueza. Yo, como muchos ecuatorianos, coincidimos con su lista de prioridades: igualdad, combate a la pobreza y lucha contra la corrupción y las élites. Su mandato fue parte de la marea rosada, la tendencia regional en la que varios mandatarios izquierdistas ganaron elecciones y aprovecharon el auge de los precios de las materias primas para instaurar políticas de enorme gasto público que les aseguraron una amplia base popular.Correa no aprovechó los tiempos de bonanza para generar cambios estructurales que disminuyeran la pobreza a largo plazo; limitó la independencia de las instituciones democráticas ecuatorianas, asedió a la prensa independiente y limitó la autonomía de la justicia. Su larga estadía en el poder le permitió afianzar su poder y lograr que buena parte de la vida política dependiera de él.El movimiento con espíritu caudillista que lideró Correa desconoció muchas de las banderas que enarbolan los dos candidatos que ahora pelean por un lugar en el balotaje: la defensa del medioambiente, la lucha de las mujeres por la igualdad, el sentir de las comunidades indígenas acosadas por el extractivismo, los reclamos de las cámaras de producción, el papel de las entidades bancarias. Lo ideal sería que quien llegue a la segunda vuelta (Lasso o Pérez) encuentre la manera de sumar a su plataforma algunas de las promesas de su contrincante.El candidato que finalmente enfrente a Arauz también tiene que encontrar la manera de incluir a las personas que esta vez asistieron a las urnas para buscar el regreso de Correa. No se trata de ecuatorianos desmemoriados, como han dicho algunos. Al contrario, tienen mucha memoria de lo que recibieron durante los diez años del correísmo, como esos aproximadamente 1,9 millones de ecuatorianos que salieron de la pobreza porque recibieron transferencias monetarias durante los años de su gobierno.Los candidatos y nosotros debemos entender que tenemos la oportunidad de romper con ese pasado autoritario que desmanteló la institucionalidad democrática del país.Digo esto porque yo misma he estado ausente de las últimas elecciones. La última vez que voté fue para validar la Constitución de Correa en 2008, que fue una cosa en el papel y otra en la práctica. Fue ese cambio constitucional el que amparó a Correa para extender los límites presidenciales y desde entonces comenzó a hacer más claro que pretendía limitar los pocos contrapesos que existían al poder del ejecutivo.De ahí en adelante, solo la “traición” de uno de los suyos pudo pararlo. Moreno, quien ganó las elecciones presidenciales hace cuatro años bajo la sombra de Correa, de quien fue vicepresidente y aliado cercano, se distanció de su mentor y permitió la apertura de procesos judiciales en contra del expresidente, actualmente acusado de corrupción y autoexiliado en Bélgica.Con la caída de los precios del petróleo, a Moreno le resultó difícil mantener las políticas populistas de su antecesor. Sus éxitos como presidente han sido pírricos y quizás más retóricos que tangibles (como su promesa de “Casas para todos”: prometió entregar más de 300.000 viviendas y, según un escueto informe de la página web oficial, se han construido solo 1397 casas). En cambio, se acercó a la clase empresarial e impuso una política de austeridad económica que lo acerca más a un conservador que a un izquierdista.Entre Correa y Moreno ya suman un periodo de 14 años y no nos ha ido bien ni con la izquierda populista de Correa ni con la moderación de centroderecha que trajo Moreno. Así que ahora, con el candidato de correísmo como favorito, los aspirantes que pelean por estar en el balotaje tienen una alternativa a favor de Ecuador.A Pérez y Lasso no se les pide que dejen de responder a sus bases, pero sí que piensen que hay un país que necesita rehacerse alejado de un movimiento con señas hegemónicas. Todos debemos empezar a usar palabras como concesión, diálogo y acuerdo, incluso con candidatos que no representan lo que queremos, pero que prometen más democracia.Y en democracia todos debemos escucharnos. Hay propuestas de Pérez que en el papel aún no tienen sustento y que podrían hallarlo al cruzarlas con las ideas de Lasso. Un ejemplo es la necesidad de financiamiento de proyectos de reactivación agrícola que plantea el candidato indígena que bien se pueden unir a los créditos agropecuarios que ofrece Lasso al 1 por ciento de interés y a 30 años plazo. También hay coincidencias en temas de ética y educación. Somos los votantes los que tememos cruzar ciertas líneas.A buena parte de los simpatizantes de Pérez —1.795.046 personas en el primer conteo— les costará votar por el hombre que representa el capital financiero. Igualmente a muchos de los votantes de Lasso —1.828.383— les costará votar por un indígena. Pero ya va siendo hora de pensar en un solo país y recordar que tenemos herramientas para fiscalizar a los que hemos votado. Entre los dos sumaron más votos que Arauz y haciendo concesiones podrían unir a dos sectores muy distintos, pero ambos abandonados o atacados por el correísmo.Ya habrá tiempo de pedir que los derechos ganados se mantengan y de reclamar los que hacen falta (como el aborto). Pero ahora necesitamos que el recuento de votos termine y los candidatos que se disputan esos votos asuman el resultado final y lleguen a acuerdos para enfrentar al enemigo mayor.Soraya Constante es periodista ecuatoriana independiente; ha publicado en Univisión Noticias, Vice News y El País.AdvertisementContinue reading the main story More

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    El legado de Trump para Biden: un mundo trastocado

    #masthead-section-label, #masthead-bar-one { display: none }Capitol Riot FalloutLatest UpdatesInside the SiegeVisual TimelineNotable ArrestsCapitol Police in CrisisAdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storyAnálisis de NoticiasEl legado de Trump para Biden: un mundo trastocadoEl país perdió su brillo internacional. Las políticas trumpistas de “Estados Unidos primero” impulsaron a otras naciones a ponerse a sí mismas en primer lugar también. Pero apostar contra la capacidad estadounidense de reinvención nunca ha sido una buena idea.El presidente Trump con otros líderes del G7 en Canadá en 2018. Sus posiciones sobre “Estados Unidos primero” impulsaron a otras naciones a ponerse también en primer lugar.Credit…Jesco Denzel/Gobierno alemán, vía Agence France-Presse — Getty Images21 de enero de 2021 a las 12:02 ETRead in EnglishPARÍS — La mayoría de los países perdieron la paciencia hace tiempo. Los aliados consideraban inaceptables, cuando no sencillamente insultantes, los arrebatos erráticos del presidente Donald Trump. Incluso rivales como China y Rusia se sorprendieron ante los tropiezos de las políticas volátiles del presidente. Trump declaró en 2016 que Estados Unidos debe ser “más impredecible”. Y lo cumplió.El repentino encaprichamiento con el gobernante estalinista norcoreano, Kim Jong-un, la sumisión ante el presidente de Rusia, Vladimir Putin, la obsesión con el “virus chino”, el entusiasmo por la fractura de la Unión Europea y el aparente abandono de los valores democráticos fundamentales de Estados Unidos fueron tan impactantes que casi todos ven la salida de Trump de la Casa Blanca del miércoles con alivio.A Estados Unidos se le quitó el brillo, los ideales democráticos están desprovistos de fondo. La huella de Trump en el mundo permanecerá. Aunque abundan las denuncias apasionadas, hay un legado del trumpismo que no se desvanecerá con facilidad en algunos círculos. Mediante su obsesión con “Estados Unidos primero”, incitó a otras naciones a ponerse primero también. No volverán a alinearse con Estados Unidos en el corto plazo. La fractura al interior del país que Trump avivó permanecerá y debilitará la proyección del poder estadounidense.“Trump es un delincuente, un pirómano político que debería ser enviado a un tribunal penal”, comentó Jean Asselborn, ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo, en una entrevista de radio. “Es una persona que fue electa democráticamente, pero a quien la democracia no le interesa en lo más mínimo”.El uso de ese tipo de lenguaje por parte de un aliado europeo para referirse a un presidente estadounidense habría sido impensable antes de que Trump hiciera de la indignación el tema central de su presidencia, junto con el ataque a la verdad. Su negación de un hecho —la derrota en las elecciones de noviembre— fue vista por gobernantes como Angela Merkel, la canciller alemana, como lo que desató el asalto del Capitolio el 6 de enero por parte de los seguidores de Trump.Una turba frenética en el santuario interno de la democracia estadounidense fue para muchos países como ver a Roma saqueada por los visigodos. Para los observadores extranjeros, Estados Unidos ha caído. Los desatinos imprudentes de Trump, en medio de una pandemia, le heredan a Joe Biden, el presidente entrante, una gran incertidumbre mundial.Una turba de simpatizantes de Trump asalta el edificio del Capitolio. Las escenas conmocionaron a observadores de todo el mundo.Credit…Jason Andrew para The New York Times“La era posterior a la Guerra Fría ha llegado a su fin tras 30 años y ahora se desarrolla una era más compleja y desafiante: ¡un mundo en peligro!”, dijo Wolfgang Ischinger, presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich.El talento de Trump para los insultos innecesarios se sintió en todo el mundo. En Mbour, una población costera en Senegal, Rokhaya Dabo, administradora escolar, dijo: “No hablo inglés, pero me sentí ofendida cuando dijo que África era una pocilga”. En Roma, Piera Marini, quien elabora sombreros para su tienda en Via Giulia, dijo que se alegró de saber que Trump se iría: “Tan solo la manera en que trataba a las mujeres era escalofriante”.“Biden necesita abordar el restablecimiento de la democracia en casa de una manera humilde que les permita a los europeos decir que tenemos problemas similares y que por ello debemos salir de esto juntos”, dijo en una entrevista Nathalie Tocci, una politóloga italiana. “Con Trump, de repente, los europeos nos convertimos en el enemigo”, agregó.A pesar de ello, hasta el final, el nacionalismo de Trump tuvo seguidores. Oscilaban desde la mayoría de los israelíes, a quienes les gustaba su apoyo incondicional, hasta aspirantes a autócratas de Hungría a Brasil para quienes era el líder carismático de una contrarrevolución contra la democracia liberal.Trump era el candidato preferido por el 70 por ciento de los israelíes antes de las elecciones de noviembre, según una encuesta del Instituto de la Democracia de Israel. “Los israelíes tienen aprensión por lo que hay más allá del gobierno de Trump”, dijo Shalom Lipner, que durante mucho tiempo trabajó como funcionario en la oficina del primer ministro. Tienen sus razones. Trump fue despectivo con la causa palestina. Ayudó a Israel a normalizar las relaciones con varios estados árabes. Trump era el candidato preferido por el 70% de los israelíes antes de las elecciones de noviembreCredit…Ariel Schalit/Associated PressEn otros lugares, el apoyo a Trump era ideológico. Él era el símbolo de una gran sacudida nacionalista y autócrata. Personificaba una revuelta contra las democracias occidentales, consideradas el lugar donde la familia, la Iglesia, la nación y las nociones tradicionales del matrimonio y el género van a morir. Se resistió a la migración masiva, la diversidad y la erosión del dominio del hombre blanco.Uno de los impulsores de Trump, el presidente nacionalista brasileño Jair Bolsonaro, afirmó este mes que en las elecciones estadounidenses “hubo gente que votó tres, cuatro veces, votó gente muerta”. En una ilustración del papel de Trump como facilitador de autócratas, Bolsonaro pasó a cuestionar la integridad del sistema de votación de Brasil.Viktor Orban, primer ministro húngaro antiinmigrante y firme partidario de Trump, dijo a Reuters el año pasado que los demócratas habían impuesto el “imperialismo moral” al mundo. Aunque felicitó a Biden por su victoria, las relaciones de Orban con el nuevo presidente serán seguramente tensas.Esta batalla cultural mundial continuará porque las condiciones de esta erupción —la inseguridad, la desaparición de los empleos, el resentimiento en sociedades en las que crece la desigualdad debido al impacto de la COVID-19— continúan desde Francia hasta Latinoamérica. El fenómeno Trump también continúa. Sus decenas de millones de seguidores no desaparecerán pronto.“¿Los acontecimientos en el Capitolio fueron la apoteosis y el trágico punto final de los cuatro años de Trump o el acto inaugural de una nueva violencia política estadounidense impulsada por una energía peligrosa?”, preguntó François Delattre, secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia. “No lo sabemos y debemos preocuparnos por los países con crisis similares en sus modelos democráticos”.Francia es uno de esos países donde hay una creciente confrontación tribal. Si el Departamento de Justicia de Estados Unidos pudo politizarse, si los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades pudieron aniquilarse y si 147 miembros electos del Congreso pudieron votar para anular los resultados de la elección incluso después de un ataque al Capitolio, hay motivos para creer que en otras sociedades fracturadas de la posverdad puede pasar cualquier cosa.“Cómo llegamos aquí? De manera gradual y luego repentina, como le sucedió a Hemingway”, dijo Peter Mulrean, quien fungió como embajador de Estados Unidos en Haití y ahora reside en Francia. “Hemos visto la degradación continua de la verdad, los valores y las instituciones. El mundo ha sido testigo”.Como el historiador británico Simon Schama ha hecho notar: “Cuando la verdad perece, también lo hace la verdad”. Trump, para quien la verdad no existía, deja un escenario político en el que la libertad se ha debilitado. Una Rusia envalentonada y una China asertiva están más posicionadas que nunca para mofarse de la democracia e impulsar sus agendas hostiles con el liberalismo.La política de Trump para China fue tan incoherente que Xi Jinping, el gobernante chino, acabó por recurrir a Starbucks, que tiene miles de establecimientos en China, para mejorar las tensas relaciones entre Estados Unidos y China. La semana pasada, Xi le escribió al ex director ejecutivo de la empresa, Howard Schultz, para “alentarlo” a ayudar con “el desarrollo de relaciones bilaterales”, según informó la Agencia de Noticias Xinhua.El presidente Xi Jinping de China espera a Trump antes de una reunión bilateral en Japón, en 2019.Credit…Erin Schaff/The New York TimesSin duda, Xi siente algún aturdimiento respecto a Trump. El expresidente estadounidense lo llamó una vez simplemente “genial”, antes de cambiar de opinión. China, después de negociar una tregua en la guerra comercial de los países hace un año, fue objeto de un feroz ataque por parte del gobierno de Trump por permitir el virus a través de su negligencia inicial y por su represión en Hong Kong. El gobierno también acusó a China de cometer genocidio en su represión de los uigures y otras minorías musulmanas en la región china de Xinjiang..css-1xzcza9{list-style-type:disc;padding-inline-start:1em;}.css-c7gg1r{font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-weight:700;font-size:0.875rem;line-height:0.875rem;margin-bottom:15px;color:#121212 !important;}@media (min-width:740px){.css-c7gg1r{font-size:0.9375rem;line-height:0.9375rem;}}.css-rqynmc{font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-size:0.9375rem;line-height:1.25rem;color:#333;margin-bottom:0.78125rem;}@media (min-width:740px){.css-rqynmc{font-size:1.0625rem;line-height:1.5rem;margin-bottom:0.9375rem;}}.css-rqynmc strong{font-weight:600;}.css-rqynmc em{font-style:italic;}.css-yoay6m{margin:0 auto 5px;font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-weight:700;font-size:1.125rem;line-height:1.3125rem;color:#121212;}@media (min-width:740px){.css-yoay6m{font-size:1.25rem;line-height:1.4375rem;}}.css-1dg6kl4{margin-top:5px;margin-bottom:15px;}.css-16ed7iq{width:100%;display:-webkit-box;display:-webkit-flex;display:-ms-flexbox;display:flex;-webkit-align-items:center;-webkit-box-align:center;-ms-flex-align:center;align-items:center;-webkit-box-pack:center;-webkit-justify-content:center;-ms-flex-pack:center;justify-content:center;padding:10px 0;background-color:white;}.css-pmm6ed{display:-webkit-box;display:-webkit-flex;display:-ms-flexbox;display:flex;-webkit-align-items:center;-webkit-box-align:center;-ms-flex-align:center;align-items:center;}.css-pmm6ed > :not(:first-child){margin-left:5px;}.css-5gimkt{font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-size:0.8125rem;font-weight:700;-webkit-letter-spacing:0.03em;-moz-letter-spacing:0.03em;-ms-letter-spacing:0.03em;letter-spacing:0.03em;text-transform:uppercase;color:#333;}.css-5gimkt:after{content:’Collapse’;}.css-rdoyk0{-webkit-transition:all 0.5s ease;transition:all 0.5s ease;-webkit-transform:rotate(180deg);-ms-transform:rotate(180deg);transform:rotate(180deg);}.css-eb027h{max-height:5000px;-webkit-transition:max-height 0.5s ease;transition:max-height 0.5s ease;}.css-6mllg9{-webkit-transition:all 0.5s ease;transition:all 0.5s ease;position:relative;opacity:0;}.css-6mllg9:before{content:”;background-image:linear-gradient(180deg,transparent,#ffffff);background-image:-webkit-linear-gradient(270deg,rgba(255,255,255,0),#ffffff);height:80px;width:100%;position:absolute;bottom:0px;pointer-events:none;}#masthead-bar-one{display:none;}#masthead-bar-one{display:none;}.css-1amoy78{background-color:white;border:1px solid #e2e2e2;width:calc(100% – 40px);max-width:600px;margin:1.5rem auto 1.9rem;padding:15px;box-sizing:border-box;}@media (min-width:740px){.css-1amoy78{padding:20px;width:100%;}}.css-1amoy78:focus{outline:1px solid #e2e2e2;}.css-1amoy78[data-truncated] .css-rdoyk0{-webkit-transform:rotate(0deg);-ms-transform:rotate(0deg);transform:rotate(0deg);}.css-1amoy78[data-truncated] .css-eb027h{max-height:300px;overflow:hidden;-webkit-transition:none;transition:none;}.css-1amoy78[data-truncated] .css-5gimkt:after{content:’See more’;}.css-1amoy78[data-truncated] .css-6mllg9{opacity:1;}.css-k9atqk{margin:0 auto;overflow:hidden;}.css-k9atqk strong{font-weight:700;}.css-k9atqk em{font-style:italic;}.css-k9atqk a{color:#326891;-webkit-text-decoration:none;text-decoration:none;border-bottom:1px solid #ccd9e3;}.css-k9atqk a:visited{color:#333;-webkit-text-decoration:none;text-decoration:none;border-bottom:1px solid #ddd;}.css-k9atqk a:hover{border-bottom:none;}Capitol Riot FalloutFrom Riot to ImpeachmentThe riot inside the U.S. Capitol on Wednesday, Jan. 6, followed a rally at which President Trump made an inflammatory speech to his supporters, questioning the results of the election. Here’s a look at what happened and the ongoing fallout:As this video shows, poor planning and a restive crowd encouraged by President Trump set the stage for the riot.A two hour period was crucial to turning the rally into the riot.Several Trump administration officials, including cabinet members Betsy DeVos and Elaine Chao, announced that they were stepping down as a result of the riot.Federal prosecutors have charged more than 70 people, including some who appeared in viral photos and videos of the riot. Officials expect to eventually charge hundreds of others.The House voted to impeach the president on charges of “inciting an insurrection” that led to the rampage by his supporters.La estrategia de Trump fue errática, pero sus críticas fueron congruentes. China, con su Estado de vigilancia, quiere superar a Estados Unidos como la gran potencia mundial para mediados de siglo, lo cual supondrá tal vez el mayor reto para el gobierno de Biden. Biden pretende encabezar a todas las democracias del mundo para enfrentar a China. Sin embargo, el legado de Trump es la reticencia de los aliados a alinearse con un Estados Unidos cuya palabra ahora vale menos. Parece inevitable que la Unión Europea, India y Japón tengan sus propias políticas sobre China.Incluso en los casos en los que Trump impulsó la paz en Oriente Medio, como entre Israel y algunos estados árabes, también avivó las tensiones con Irán. Biden ha sugerido que el presidente Abdel Fattah el-Sisi de Egipto era el “dictador favorito” de Trump. Pero entonces Estados Unidos ya no es la democracia favorita del mundo.“Aunque diga que Sisi no da libertad, ¿en qué lugar del mundo hay libertad total?”, dijo Ayman Fahri, de 24 años, un estudiante tunecino en El Cairo. Dijo que preferiría el reconocido autoritarismo efectivo de el-Sisi a la turbulenta democracia incipiente de Túnez. “Mira a Trump y lo que hizo”.Trump llamó al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, “deshonesto y débil”, mientras que el brutal Kim de Corea del Norte le pareció “simpático”. No le veía el sentido a la OTAN, pero se cuadró ante un general norcoreano.Trump y el líder norcoreano, Kim Jong-un, en la Zona Desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur en 2019. Credit…Erin Schaff/The New York TimesAbandonó del Acuerdo de París sobre el cambio climático y el acuerdo nuclear de Irán y planeó sacar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud. Puso de cabeza el orden de la posguerra liderado por Estados Unidos. Incluso si el gobierno de Biden se mueve rápido para revertir algunas de estas decisiones, como lo hará, la confianza tardará años en restaurarse.Ischinger dijo: “Nuestra relación no volverá a ser como era antes de Trump”.Dmitry Medvedev, el expresidente de Rusia y ahora subdirector del Consejo de Seguridad del Kremlin de Putin, describió a Estados Unidos como un país sumido “en una guerra fría civil” que lo hace incapaz de ser un socio predecible. En un ensayo, concluyó que: “En los próximos años, es probable que nuestra relación siga siendo en extremo fría”.Sin embargo, la relación de Estados Unidos con Rusia, al igual que otras relaciones internacionales críticas, cambiará bajo el mandato de Biden, quien tiene profundas convicciones sobre el papel internacional crucial de Estados Unidos en la defensa y la expansión de la libertad.Biden ha descrito a Putin como un “matón de la KGB”. Se ha comprometido a pedir cuentas a Rusia del ataque con agente nervioso perpetrado en agosto contra el líder de la oposición Aleksei A. Navalny, un incidente ignorado por Trump en consonancia con su aceptación acrítica a Putin. Navalny fue detenido esta semana a su regreso a Rusia, una medida condenada en un tuit por Jake Sullivan, el nuevo asesor de seguridad nacional.Trump y el presidente Vladimir Putin de Rusia en la cumbre del G20 en Japón en 2019.Credit…Erin Schaff/The New York TimesPutin esperó más de un mes para felicitar a Biden por su victoria. También tomó un tiempo, pero los puestos de recuerdos en Ismailovo, un extenso mercado al aire libre en Moscú, ahora venden muñecos de madera de Biden, al estilo de las matrioskas, y ya no tienen muñecos de Trump. “Ya nadie lo quiere”, dijo un vendedor. “Está acabado”.El mundo, al igual que Estados Unidos, quedó traumatizado por los años de Trump. Todo el alambre de púas en Washington y los miles de soldados de la Guardia Nacional desplegados para asegurar una transferencia pacífica del poder en Estados Unidos de América son testimonio de ello.No obstante, la Constitución prevaleció. Las maltratadas instituciones prevalecieron. Estados Unidos prevaleció cuando se desplegó al Ejército de manera similar para proteger las capitales de los estados durante el movimiento por los derechos civiles en la década de 1960. Trump está en Mar-a-Lago. Y apostar en contra de la capacidad de Estados Unidos para reinventarse y resurgir nunca fue una buena idea, ni siquiera en los peores momentos.Vivian Yee More

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    Trump Bequeaths Biden an Upended World

    #masthead-section-label, #masthead-bar-one { display: none }Capitol Riot FalloutLatest UpdatesInside the SiegeVisual TimelineNotable ArrestsCapitol Police in CrisisAdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storyNews AnalysisTrump Bequeaths Biden an Upended WorldThe sheen is off America. But betting against the country’s capacity for reinvention was never a good idea.President Trump with other G7 leaders in Canada in 2018. His “America First” positions galvanized other nations to put themselves first, too.Credit…Jesco Denzel/German Government, via Agence France-Presse — Getty ImagesJan. 19, 2021Updated 1:34 p.m. ETPARIS — Most countries lost patience long ago. The erratic outbursts of President Trump were unacceptable to allies when they were not simply insulting. Even rivals like China and Russia reeled at the president’s gut-driven policy lurches. Mr. Trump said in 2016 that America must be “more unpredictable.” He was true to his word.The sudden infatuation with North Korea’s Stalinist leader, Kim Jong-un, the kowtowing to President Vladimir V. Putin of Russia, the “Chinese virus” obsession, the enthusiasm for the fracturing of the European Union, and the apparent abandonment of core American democratic values were so shocking that Mr. Trump’s departure on Wednesday from the White House is widely viewed with relief.The sheen is off America, its democratic ideals hollowed. Mr. Trump’s imprint on the world will linger. While passionate denunciations are widespread, there is a legacy of Trumpism that in some circles won’t easily fade. Through his “America First” obsession, he galvanized other nations to put themselves first, too. They will not soon fall back into line behind the United States. The domestic fracture that Mr. Trump sharpened will endure, undermining the projection of American power.“Mr. Trump is a criminal, a political pyromaniac who should be sent to criminal court,” Jean Asselborn, Luxembourg’s foreign minister, said in a radio interview. “He’s a person who was elected democratically but who is not interested in democracy in the slightest.”Such language about an American president from a European ally would have been unthinkable before Mr. Trump made outrage the leitmotif of his presidency, along with an assault on truth. His denial of a fact — a defeat in the November election — was seen by leaders including Angela Merkel, the chancellor of Germany, as the spark to the Jan. 6 storming of the Capitol by Trump supporters.A mob amok in the inner sanctum of American democracy looked to many countries like Rome sacked by the Visigoths. America, to foreign observers, has fallen. Mr. Trump’s reckless disruption, in the midst of a pandemic, has bequeathed to Joseph R. Biden Jr., the incoming president, a great global uncertainty.Trump supporters at the U.S. Capitol earlier this month. The scenes shocked observers worldwide.Credit…Jason Andrew for The New York Times“The post-Cold War era has come to an end after 30 years, and a more complex and challenging era is unfolding: a world in danger!” said Wolfgang Ischinger, the chairman of the Munich Security Conference.Mr. Trump’s talent for gratuitous insults was felt the world over. In Mbour, a coastal town in Senegal, Rokhaya Dabo, a school administrator, said, “I don’t speak English, but I was offended when he said Africa is a shithole.” In Rome, Piera Marini, who makes hats for her store on Via Giulia, said she was delighted Mr. Trump was going: “Just the way he treated women was chilling.”“Biden needs to tackle the restoration of democracy at home in a humble way that allows Europeans to say we have similar problems, so let’s get out of this together,” Nathalie Tocci, an Italian political scientist, said in an interview. “With Trump, we Europeans were suddenly the enemy.”Still, to the last, Mr. Trump’s nationalism had its backers. They ranged from the majority of Israelis, who liked his unconditional support, to aspiring autocrats from Hungary to Brazil who saw in him the charismatic leader of a counterrevolution against liberal democracy.Mr. Trump was the preferred candidate of 70 percent of Israelis before the November election, according to a poll by the Israel Democracy Institute. “Israelis are apprehensive about what lies beyond the Trump administration,” said Shalom Lipner, who long served in the prime minister’s office. They have their reasons. Mr. Trump was dismissive of the Palestinian cause. He helped Israel normalize relations with several Arab states.Mr. Trump was the preferred candidate of 70 percent of Israelis before the November election.Credit…Ariel Schalit/Associated PressElsewhere the support for Mr. Trump was ideological. He was the symbol of a great nationalist and autocratic lurch. He personified a revolt against Western democracies, portrayed as the place where family, church, nation and traditional notions of marriage and gender go to die. He resisted mass migration, diversity and the erosion of white male dominance.One of Trump’s boosters, the nationalist Brazilian president, Jair Bolsonaro, claimed this month that in the American election, “There were people who voted three, four times, dead people voted.” In an illustration of Mr. Trump’s role as an enabler of autocrats, Mr. Bolsonaro went on to question the integrity of Brazil’s voting system.Viktor Orban, Hungary’s anti-immigrant prime minister and a strong Trump supporter, told Reuters last year that the Democrats had forced “moral imperialism” on the world. Although he congratulated Mr. Biden on his victory, Mr. Orban’s relations with the new president are certain to be strained.This global cultural battle will continue because the conditions of its eruption — insecurity, disappearing jobs, resentment in societies made still more unequal by the impact of Covid-19 — persist from France to Latin America. The Trump phenomenon also persists. His tens of millions of supporters are not about to vanish.“Were the events at the Capitol the apotheosis and tragic endpoint of Trump’s four years, or was it the founding act of a new American political violence spurred by a dangerous energy?” François Delattre, the secretary-general of the French Foreign Ministry, asked. “We do not know, and in countries with similar crises of their democratic models we must worry.”France is one such country of increasingly tribal confrontation. If the U.S. Justice Department could be politicized, if the Centers for Disease Control and Prevention could be eviscerated, and if 147 elected Members of Congress could vote to overturn the election results even after the Capitol was stormed, there is reason to believe that in other fractured post-truth societies anything could happen.“How did we get here? Gradually and then suddenly, as Hemingway had it,” said Peter Mulrean, a former United States ambassador to Haiti now living in France. “We’ve seen the steady degradation of truth, values and institutions. The world has watched.”As Simon Schama, the British historian, has observed, “When truth perishes so does freedom.” Mr. Trump, for whom truth did not exist, leaves a political stage where liberty is weakened. An emboldened Russia and an assertive China are more strongly placed than ever to mock democracy and push agendas hostile to liberalism.Toward China, Mr. Trump’s policy was so incoherent that Xi Jinping, the Chinese leader, was left appealing to Starbucks, which has thousands of stores in China, to improve strained U.S.-China relations. Mr. Xi wrote last week to the company’s former chief executive, Howard Schultz, to “encourage him” to help with “the development of bilateral relations,” the official Xinhua news agency reported.President Xi Jinping of China waiting for Mr. Trump before a bilateral meeting in Japan in 2019. Credit…Erin Schaff/The New York TimesMr. Xi no doubt feels some Trump whiplash. The president once called him just “great,” before changing his mind. China, after negotiating a truce in the countries’ trade war a year ago, came under fierce attack by the Trump administration for enabling the virus through its initial neglect and for its crackdown in Hong Kong. The administration also accused the Chinese government of committing genocide in its repression of Uighurs and other Muslim minorities in the Xinjiang region of China.Mr. Trump’s approach was erratic but his criticism coherent. China, with its surveillance state, wants to overtake America as the world’s great power by midcentury, presenting the Biden administration with perhaps its greatest challenge. Mr. Biden aims to harness all the world’s democracies to confront China. But Mr. Trump’s legacy is reluctance among allies to line up behind a United States whose word is now worth less. It seems inevitable that the European Union, India and Japan will all have their own China policies..css-1xzcza9{list-style-type:disc;padding-inline-start:1em;}.css-c7gg1r{font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-weight:700;font-size:0.875rem;line-height:0.875rem;margin-bottom:15px;color:#121212 !important;}@media (min-width:740px){.css-c7gg1r{font-size:0.9375rem;line-height:0.9375rem;}}.css-rqynmc{font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-size:0.9375rem;line-height:1.25rem;color:#333;margin-bottom:0.78125rem;}@media (min-width:740px){.css-rqynmc{font-size:1.0625rem;line-height:1.5rem;margin-bottom:0.9375rem;}}.css-rqynmc strong{font-weight:600;}.css-rqynmc em{font-style:italic;}.css-yoay6m{margin:0 auto 5px;font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-weight:700;font-size:1.125rem;line-height:1.3125rem;color:#121212;}@media (min-width:740px){.css-yoay6m{font-size:1.25rem;line-height:1.4375rem;}}.css-1dg6kl4{margin-top:5px;margin-bottom:15px;}.css-16ed7iq{width:100%;display:-webkit-box;display:-webkit-flex;display:-ms-flexbox;display:flex;-webkit-align-items:center;-webkit-box-align:center;-ms-flex-align:center;align-items:center;-webkit-box-pack:center;-webkit-justify-content:center;-ms-flex-pack:center;justify-content:center;padding:10px 0;background-color:white;}.css-pmm6ed{display:-webkit-box;display:-webkit-flex;display:-ms-flexbox;display:flex;-webkit-align-items:center;-webkit-box-align:center;-ms-flex-align:center;align-items:center;}.css-pmm6ed > :not(:first-child){margin-left:5px;}.css-5gimkt{font-family:nyt-franklin,helvetica,arial,sans-serif;font-size:0.8125rem;font-weight:700;-webkit-letter-spacing:0.03em;-moz-letter-spacing:0.03em;-ms-letter-spacing:0.03em;letter-spacing:0.03em;text-transform:uppercase;color:#333;}.css-5gimkt:after{content:’Collapse’;}.css-rdoyk0{-webkit-transition:all 0.5s ease;transition:all 0.5s ease;-webkit-transform:rotate(180deg);-ms-transform:rotate(180deg);transform:rotate(180deg);}.css-eb027h{max-height:5000px;-webkit-transition:max-height 0.5s ease;transition:max-height 0.5s ease;}.css-6mllg9{-webkit-transition:all 0.5s ease;transition:all 0.5s ease;position:relative;opacity:0;}.css-6mllg9:before{content:”;background-image:linear-gradient(180deg,transparent,#ffffff);background-image:-webkit-linear-gradient(270deg,rgba(255,255,255,0),#ffffff);height:80px;width:100%;position:absolute;bottom:0px;pointer-events:none;}#masthead-bar-one{display:none;}#masthead-bar-one{display:none;}.css-1cs27wo{background-color:white;border:1px solid #e2e2e2;width:calc(100% – 40px);max-width:600px;margin:1.5rem auto 1.9rem;padding:15px;}@media (min-width:740px){.css-1cs27wo{padding:20px;}}.css-1cs27wo:focus{outline:1px solid #e2e2e2;}.css-1cs27wo[data-truncated] .css-rdoyk0{-webkit-transform:rotate(0deg);-ms-transform:rotate(0deg);transform:rotate(0deg);}.css-1cs27wo[data-truncated] .css-eb027h{max-height:300px;overflow:hidden;-webkit-transition:none;transition:none;}.css-1cs27wo[data-truncated] .css-5gimkt:after{content:’See more’;}.css-1cs27wo[data-truncated] .css-6mllg9{opacity:1;}.css-k9atqk{margin:0 auto;overflow:hidden;}.css-k9atqk strong{font-weight:700;}.css-k9atqk em{font-style:italic;}.css-k9atqk a{color:#326891;-webkit-text-decoration:none;text-decoration:none;border-bottom:1px solid #ccd9e3;}.css-k9atqk a:visited{color:#333;-webkit-text-decoration:none;text-decoration:none;border-bottom:1px solid #ddd;}.css-k9atqk a:hover{border-bottom:none;}Capitol Riot FalloutFrom Riot to ImpeachmentThe riot inside the U.S. Capitol on Wednesday, Jan. 6, followed a rally at which President Trump made an inflammatory speech to his supporters, questioning the results of the election. Here’s a look at what happened and the ongoing fallout:As this video shows, poor planning and a restive crowd encouraged by President Trump set the stage for the riot.A two hour period was crucial to turning the rally into the riot.Several Trump administration officials, including cabinet members Betsy DeVos and Elaine Chao, announced that they were stepping down as a result of the riot.Federal prosecutors have charged more than 70 people, including some who appeared in viral photos and videos of the riot. Officials expect to eventually charge hundreds of others.The House voted to impeach the president on charges of “inciting an insurrection” that led to the rampage by his supporters.Even where Mr. Trump advanced peace in the Middle East, as between Israel and some Arab states, he also stoked tensions with Iran. Mr. Biden has suggested that President Abdel Fattah el-Sisi of Egypt was Mr. Trump’s “favorite dictator.” But then America is no longer the world’s favorite democracy.“Even if you say Sisi doesn’t give freedom, where in the world is there total freedom?” said Ayman Fahri, 24, a Tunisian student in Cairo. He said he would take Mr. el-Sisi’s brand of effective authoritarianism over Tunisia’s turbulent fledgling democracy. “Look at Trump and what he did.”Mr. Trump called the Canadian prime minister, Justin Trudeau, “dishonest and weak,” whereas North Korea’s brutal Mr. Kim was “funny.” He did not see the point of NATO but saluted a North Korean general.Mr. Trump and North Korean leader, Kim Jong-un, at the Demilitarized Zone between North and South Korea in 2019. Credit…Erin Schaff/The New York TimesHe exited the Paris Agreement on climate change and the Iran nuclear agreement, and planned to leave the World Health Organization. He stood the postwar American-led order on its head. Even if the Biden administration moves fast to reverse some of these decisions, as it will, trust will take years to restore.Mr. Ischinger said: “We will not be returning to the pre-Trump relationship.”Dmitri Medvedev, the former president of Russia and now deputy head of Mr. Putin’s Kremlin Security Council, described America as mired “in a cold civil war” that makes it incapable of being a predictable partner. In an essay, he concluded that, “In the coming years, our relationship is likely to remain extremely cold.”But the U.S. relationship with Russia, like other critical international relationships, will change under Mr. Biden, who has deep convictions about America’s critical international role in defending and extending freedom.Mr. Biden has described Mr. Putin as a “K.G.B. thug.” He has pledged to hold Russia accountable for the August nerve-agent attack on the opposition leader Aleksei A. Navalny — an incident ignored by Mr. Trump in line with his uncritical embrace of Mr. Putin. Mr. Navalny was arrested this week on his return to Russia, a move condemned in a tweet by Jake Sullivan, the incoming national security adviser.Mr. Trump and President Vladimir V. Putin of Russia at the G20 summit in Japan in 2019. Credit…Erin Schaff/The New York TimesMr. Putin waited more than a month to congratulate Mr. Biden on his victory. It also took a while, but souvenir stalls at Ismailovo, a sprawling outdoor market in Moscow, now stock wooden nesting dolls featuring Mr. Biden and have dropped Trump dolls. “Nobody wants him anymore,” said a man selling dolls. “He is finished.”The world, like America, was traumatized by the Trump years. All the razor wire in Washington and the thousands of National Guard troops deployed to make sure a peaceful transfer of power takes place in the United States of America are testimony to that.But the Constitution held. Battered institutions held. America held when troops were similarly deployed to protect state capitols during the civil rights movement in the 1960s. Mr. Trump is headed to Mar-a-Lago. And betting against America’s capacity for reinvention and revival was never a good idea, even at the worst of times.Reporting was contributed by More

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    El ‘sálvese quien pueda’ electoral no sacará a Ecuador de la crisis

    AdvertisementContinue reading the main storyOpiniónSupported byContinue reading the main storyPeriscopio electoralEl ‘sálvese quien pueda’ electoral no sacará a Ecuador de la crisisLa campaña electoral en Ecuador ha revelado el estado actual del país: se vive un espíritu de resignación y apatía.Una mujer ve una pancarta de la campaña de Guillermo Lasso en Quito, la capital de Ecuador, el 11 de enero de 2021Credit…Jose Jacome/EPA vía ShutterstockEs escritor ecuatoriano.15 de enero de 2021QUITO — Ecuador está ya adentrado en el ciclo electoral. El 7 de febrero serán las elecciones generales —en las que se elegirá al nuevo presidente y a los miembros de la Asamblea Nacional— y el camino para llegar a ellas ha sido revelador. Nos ha mostrado el estado actual del país: con las elecciones a la puerta, y en medio de un panorama económico y de salud desolador, en Ecuador se vive un espíritu de resignación.El año pasado se filtró un video donde uno de los candidatos a la presidencia, el conservador Guillermo Lasso, hablaba sobre sus rivales y se presentaba como la única alternativa libre de las taras de los partidos tradicionales. Al referirse al posible voto por Álvaro Noboa, un empresario millonario que ha sido seis veces candidato a la presidencia, Lasso soltó una mala palabra: “Tampoco podemos decir […]: ‘Vota por Álvaro, ya, qué chuchas’”. Ese “ya, qué chuchas” significa “ya nada importa”. Sin alternativas políticas con plataformas claras en medio de una sobreoferta de opciones en la boleta, la frase accidentalmente condensa el espíritu de la democracia en Ecuador rumbo a las elecciones: apatía, escepticismo y desgaste.Pero los ecuatorianos no debemos permitir que líderes con propuestas disparatadas (o sin plataformas realistas) guíen nuestro destino. Debemos hacer a un lado el voto de “ya nada importa” y adoptar una actitud proactiva y ciudadana frente a los grandes desafíos de nuestro futuro inmediato.Para finales de diciembre se habían inscrito 16 binomios —el mayor número desde el retorno del Ecuador a la democracia— de los cuales solo tres tienen posibilidades numéricas de llegar a la presidencia o, al menos, a una segunda vuelta: la fórmula del conservador Guillermo Lasso, la del correísta Andrés Arauz y la de Yaku Pérez Guartambel, por Pachakutik —el brazo político del movimiento indígena ecuatoriano—. Las otras candidaturas no superan el 2 por ciento de la intención del voto y, sin embargo, no lucen dispuestas a formar frentes unidos o alianzas estratégicas ni a deponer sus campañas. Le hacen la vista gorda a la opinión popular: algunas encuestas indican que hasta un 37 por ciento de los electores planea anular su voto o votar en blanco.Aunque finalmente Noboa —quien se había convertido desde hace años en un chiste nacional — no logró ser candidato, llegó a disputarse los primeros lugares en intención de voto después de su anuncio. Sus propuestas ingenuas y su extravagancia para muchos lucían menos desalentadoras que las otras candidaturas. Lo suficiente, al menos, para convencerlo de intentar lanzarse.Pese a que hay 16 candidaturas, en Ecuador no existen 16 visiones de país. Tampoco hay una contienda de ideas y proyectos, sino la “ley del sálvese quien pueda” entre la clase política y la indiferencia de una parte de la población (aunque el 90 por ciento de los encuestados en un sondeo opina que el rumbo del país está equivocado). El voto “ya, qué chuchas” es una advertencia de lo que sucede cuando la democracia y sus instituciones pierden credibilidad. Una cultura democrática débil cede terreno, voz y legitimidad a las propuestas más estridentes y demagógicas. Es un peligro real ante el que estamos ahora los ecuatorianos.La falta de alternativas se puede traducir en una democracia frágil en medio de un escenario poco favorable: con el desafío sanitario de la pandemia y la economía profundamente golpeada en 2020. Según el Banco Mundial, la ecuatoriana fue la tercera economía que más decreció de Sudamérica el año pasado.La frase que le endilgó Lasso al voto por Noboa se convirtió en un espejo para Ecuador. Por un lado, refleja una disputa entre las fuerzas políticas dominantes de los últimos diez años y, por otro, el caos. Y, entre los ciudadanos, un cierto aire de apatía reflejado en el voto nulo y el escepticismo.¿Cómo votarán, entonces, los ecuatorianos? La opción de la alternativa menos mala ha sido una constante en los últimos años, con políticos que se aprovechan de cuán baja está la barra de expectativas: incluso hay un candidato rechazado por su propio partido. Por una parte nuestros políticos tienen que profesionalizarse, y, por otra, los ciudadanos tendríamos que reclamar mejores opciones políticas. Para ambos casos, debemos librarnos del “ya qué chuchas”.En estos meses de campaña, hemos visto que las tres candidaturas más viables caen en la demagogia. Los correístas se han centrado en la promesa mesiánica —y sin sustento económico alguno— de regalar mil dólares a un millón de personas. Lasso, miembro del Opus Dei, en los últimos meses ofreció legalizar el porte de armas en el sector rural. Y el tercer candidato, Yaku Pérez, ha prometido un gobierno ambientalista que, al mismo tiempo, recuperaría el subsidio a los combustibles.Hay mucho en juego como para aceptar estas propuestas desarticuladas: Ecuador deberá navegar los siguientes años en la realidad pospandémica con una región en crisis y con desafíos de vacunación enormes. También tendrá que sentar las bases para resolver nuestros grandes problemas históricos, de la consolidación de nuestra democracia (recordemos que hace solo unos años dominó en el país un gobierno con espíritu caudillista) y la erradicación de la corrupción (no con promesas al aire, sino con cambios estructurales, transparencia y ejercicios independientes de rendición de cuentas).Los partidos son, en teoría, herramientas de participación ciudadana pero se convierten en obstáculos cuando están así de desconectados con la realidad nacional. De modo que hay un reto doble para la nación: por un parte, los partidos políticos deben replantear sus agendas y plataformas y conectarse de nuevo con la complicada realidad del país (y de la región). Y, por otra parte, los ciudadanos debemos eliminar el queimportismo y la apatía para reclamar una clase política profesional que haga a un lado la improvisación y opte por el compromiso democrático.Cuando el futuro de un país y su estabilidad democrática (después de años de atropellos institucionales) está en la línea, a todos debe importarnos quién llega al Palacio del Carondelet.Iván Ulchur-Rota es escritor y comediante en Ecuador.AdvertisementContinue reading the main story More

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    Un ataque a la democracia desde el interior de la Casa Blanca

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    Así ganó Biden

    Los fallos en las encuestas

    ¿Trump perdió Pensilvania?

    Quién es el esposo de Harris

    La diversidad del voto latino

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    Trump Didn’t Break Our Democracy. But Did He Fatally Weaken It?

    AdvertisementContinue reading the main storyOpinionSupported byContinue reading the main storyTrump Didn’t Break Our Democracy. But Did He Fatally Weaken It?The election provides a clear example of resilience to authoritarian pressure. But it doesn’t mean our democracy is unbreakable.Susan D. Hyde and Dr. Hyde is a political scientist at the University of California, Berkeley. Dr. Saunders is a political scientist in the Walsh School of Foreign Service at Georgetown.Dec. 15, 2020, 7:04 p.m. ETCredit…Doug Mills/The New York TimesAfter the Electoral College vote on Monday affirming his election, Joe Biden declared that “nothing, not even a pandemic or an abuse of power, can extinguish” the “flame of democracy.” Mr. Biden’s speech and the vote capped a series of victories for democratic institutions, including the Supreme Court’s dismissal of a Texas lawsuit that sought to overturn the election results — just the latest turn in the extended refusal of President Trump and his Republican enablers to accept the outcome.Political scientists like us are trying to assess the damage from Mr. Trump’s baseless, inept and ultimately doomed attacks on democracy. Do the sharp rebukes from our courts and other institutions mean that democracy “survived,” and we can simply move on? Or does all the talk about what “saved” American democracy really show that it’s in deep trouble?After all, that Texas lawsuit had the public support of more than half of the Republican House members. And it looks like even Vladimir Putin beat Mitch McConnell to congratulate Mr. Biden.The problem is we’ve been treating Mr. Trump’s attacks on democracy as if they are a pass-fail test. We should instead think of democracy as both damaged and resilient, like a forest after a powerful windstorm.In our research, we argue that though all democracies are imperfect, one of their central virtues is that they are built to be resilient — to bend without breaking, even when elected leaders pull institutions in an authoritarian direction. But just because they’re more flexible doesn’t mean democracies can’t break. Resilience — the ability to adapt and keep functioning under strain — is a resource that needs replenishing, not a guarantee of safe passage.It’s normal for institutions to face challenges from events or from politicians who try to use them for their own purposes. When institutions survive a stress test, they may come out stronger or weaker. Ambiguous laws can be clarified to withstand abuse; regulations can be updated; and public officials gain experience in how to prevent or defend against future tests. But it can take time for the strengthening to occur.The 2020 election provides a clear example of democratic resilience to authoritarian pressure. Election officials and judges fielding legal challenges had to adapt not only to the enormous logistical challenges of the pandemic but also to Mr. Trump’s rhetoric. His attacks — and those from elected officials in his party and from the conservative media — put additional pressure on election officials and poll workers, who faced threats, intimidation efforts and overt pressure to ignore the will of the voters.Yet in most of the more than 10,000 electoral jurisdictions across the country, voters cast ballots without incident and Election Day was peaceful. International election observers praised the election as orderly and organized.Both democracy optimists and pessimists can draw the conclusions they want to see from this example. Optimists can say that our election system faced the 2020 test admirably, and those who run it will be better prepared for future efforts to undermine their work. Pessimists can say that Mr. Trump’s attacks will leave lasting scars. Next time, election officials might give in to political pressure. Or the damage might be invisible, like a tree’s weakened root system, deterring people from running for office or working at the polls.Right now, there’s no way to know if the damage will be permanent. But we do know that democracies are better able to recover from such assaults because they allow for routine, peaceful replacement of leaders or parties. Dictators are more likely to be replaced through rebellion, military coup or civil war than through constitutional processes like elections and impeachment.This is what democracy optimists get right. Mr. Trump’s abuse of foreign policy got him impeached. His spectacular failure to govern during a pandemic got him voted out of office.But eventually, if stretched too far, democratic institutions will reach a limit. There may not be a dramatic break, like a coup, but democracy will be twisted and warped and cannot return to its original shape.Take the example of Nicaragua. President Daniel Ortega, after losing several elections, conspired to change the voting rules such that he was able to win the presidency in 2006 with just 38 percent of the vote. He has since moved Nicaragua further toward authoritarianism.Here at home, Mr. Trump’s refusal to accept his defeat is his most blatant threat to democracy. He has generated worrisome precedents and undermined shared assumptions about what happens after an incumbent loses. His bizarre legal strategy has failed, but he has turned the base of the Republican Party and many congressional Republicans against valuing democracy for its own sake. And those values are the ultimate source of democratic resilience.But has Mr. Trump stretched democratic institutions beyond recognition, or, provided that they survive their near-term vulnerability, could U.S. democratic institutions grow back stronger?There are already many reform proposals that could help rebuild democratic resilience. Many are focused on what can be reformed: institutions and the rules that govern them. For example, the nonpartisan Election Reformers Network’s proposal to reduce conflicts of interest among secretaries of state, based on successful models in other countries, and other proposals to rectify Mr. Trump’s attacks on checks and balances across the government.But a healthy, resilient democracy also requires sufficient citizen support for democracy across the political spectrum. And that, in turn, depends on both parties embracing a commitment to democratic principles — a tall order given the Republican Party’s recent behavior.The trouble for those wanting to put this period behind them is that it’s hard to assess whether the damage is lasting until it’s too late. Our democracy has survived for now, but we don’t yet know whether some crucial democratic institutions bent so far that faced with the next test, they’ll break.Susan D. Hyde (@dshyde) is a professor of political science at the University of California, Berkeley. Elizabeth N. Saunders (@ProfSaunders) is an associate professor in the Edmund A. Walsh School of Foreign Service at Georgetown University and a nonresident senior fellow at the Brookings Institution.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram.AdvertisementContinue reading the main story More