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    Bukele todopoderoso

    AdvertisementContinue reading the main storyOpiniónSupported byContinue reading the main storyComentarioBukele todopoderosoDespués de las elecciones legislativas en El Salvador, el presidente tendrá un dominio casi absoluto de la política. La democracia está en riesgo.El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en febrero de este añoCredit…Jose Cabezas/ReutersEs periodista y editor de El Salvador.8 de marzo de 2021 a las 05:00 ETSAN SALVADOR — La democracia salvadoreña ha parido un autócrata. Lo venía gestando desde hace casi un año, y ya está aquí, en todo su esplendor. Se llama Nayib Bukele y, a partir del 1 de mayo, gobernará este país como le plazca.El domingo 28 de febrero los salvadoreños votaron para elegir a sus 84 diputados y 262 alcaldes. Nuevas Ideas, el partido que se define como el de “la N de Nayib”, se estrenó en unos comicios dando una tunda a sus adversarios. Aún se realiza el conteo final, pero el preliminar dejó clara la tendencia, con más del 90 por ciento escrutado. Los candidatos a alcaldes de Bukele ganaron 13 de las 14 cabeceras departamentales. Sus candidatos a diputados, contando la alianza con otro partido, ganaron 61 de las 84 diputaciones.El adjetivo posesivo del párrafo anterior no es un despiste. Esos candidatos son suyos. Los que tuvieron alguna cobertura mediática o propaganda hicieron campaña con la foto de Bukele y prometieron fidelidad a su líder. Para atraer el voto, el partido llenó el país de enormes espectaculares que solo contenían un fondo celeste y una enorme N blanca al medio. La N del todopoderoso.El Salvador ha cambiado. Ya no existe el país con la correlación de fuerzas políticas que nos gobernaron durante toda la posguerra. Durante 29 años, después de los Acuerdos de Paz, dos partidos dominaron el poder político: Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), a la izquierda, y la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), a la derecha. Con estas elecciones se extinguió la polarización que nos carcomió durante décadas: ¿FMLN o Arena? Y se terminó de imponer otra polarización igual de simplista y nociva: ¿Bukelista o no?Con los 61 diputados, Bukele no necesita de ninguna otra bancada legislativa más que de la de su partido aliado que le ha prometido fidelidad absoluta y bajo cuyas siglas llegó a la Presidencia en 2019 cuando aún no había formado a Nuevas Ideas. La oposición ha caído en la irrelevancia. En la legislación salvadoreña, 56 es el número mágico. Es lo que conocemos como mayoría calificada, capaz de conseguir aprobación del presupuesto, reformas legales, la suspensión de garantías constitucionales o el nombramiento de magistrados de la Corte Suprema de Justicia.Los partidos tradicionales quedaron en coma profundo. Sobrevivirán artificialmente, conservando algunas curules, con gente que se sentará en el parlamento como si su presencia pudiera servir de algo. La exguerrilla, por ejemplo, el FMLN, obtuvo cuatro escaños. El menor registro de su historia era de 21 diputados en las elecciones de 1994, cuando la guerra estaba reciente y el fantasma del comunismo todavía era útil para espantar votantes. Arena obtuvo 14 escaños esta vez, lo que significa que tendrá 23 menos de los que ahora mismo tiene.A partir de mayo, a Bukele le bastará levantar el teléfono para ordenar que se apruebe una ley o que se destituya a un fiscal y se elija a otro. La gran mayoría de votantes salvadoreños decidió decir no al contrapeso de poderes, no al debate legislativo, no al consenso necesario, no a la oposición. Y al decir no al pluralismo y el sistema de controles que caracteriza a la democracia ha puesto al país en el camino de la autocracia. Como gustan decir los demagogos de plaza: el pueblo ha hablado, el soberano se ha expresado en las urnas. Una sociedad poco instruida en los principios democráticos ha confirmado a su caudillo. Una sociedad con tan precaria educación pública y tanta desigualdad ha ungido, más por fe que con argumentos, a su nuevo mesías.A El Salvador no se le impuso un autócrata: el país lo eligió.¿A qué dijeron que sí los votantes salvadoreños? A la acumulación de poder en un hombre de 39 años que ha demostrado ser autoritario, poco transparente y enemigo de la prensa independiente. Pero también a un hombre que los convenció, principalmente con eslóganes y demagogia, de que él no es como “los mismos de siempre”, aunque haya sido alcalde de la capital con el FMLN; que ofreció logros incontestables también, así como inexplicables, como la reducción de homicidios sin precedentes durante su primer año de mandato, que él atribuye a un plan que no ha permitido que nadie vea y analice, y no a sus demostradas negociaciones con la Mara Salvatrucha-13, de las que tanto le incomoda hablar.Bukele viste ropas muy diferentes a las de sus antecesores y es hábil manejando el Twitter en un país donde el anterior presidente no sabía ni cuál era su usuario en esa red. Sin embargo, al margen de los símbolos, comparte muchos rasgos de la clase política que llevó al despeñadero a El Salvador: bajo su mandato han ocurrido diversas denuncias de corrupción y nepotismo, sus ataques a la prensa le han ganado incluso cartas de reclamo de legisladores estadounidenses y su falta de transparencia le ha llevado a desmantelar poco a poco la institución garante de la información pública. Bukele luce diferente, pero en el fondo se parece mucho a los que ha logrado sacar del hemiciclo legislativo.Hasta las próximas elecciones de 2024, Bukele gobernará El Salvador con un poder que nadie ha tenido en la posguerra. Su discurso legitimará cada una de sus acciones respaldándose en una raquítica idea de democracia. El presidente tiene excusa para rato. Pero también tiene un nuevo reto. Se le acabó su enemigo. La idea de una oposición que bloqueaba todas sus iniciativas y no le permitía arreglar este país se terminó también en estas elecciones. Tener todo el poder también significa tener toda la responsabilidad. Ser el único que carga el jarrón implica también ser el único responsable si se rompe.Pero Bukele es fiel a su estilo de entender la política como un conflicto permanente que él debe ir ganando.Sin oposición que le estorbe, podría predecir lo que seguirá: el presidente buscará nuevos enemigos para seguir utilizando su narrativa de bueno y malos. Uno de los enemigos predilectos para llenar ese espacio seremos nosotros, la prensa y los periodistas. El presidente nunca ha entendido el rol de la prensa independiente. Su jugada —exitosa dentro de las fronteras nacionales— ha sido presentar a esa prensa como oposición política. Creo que esa animadversión crecerá hasta ocupar un lugar principal en el altar de los odios presidenciales.Haberle entregado el poder absoluto a Bukele traerá serias consecuencias que perdurarán en el imaginario político como una nueva forma de liderazgo: el desprecio por el Estado de derecho y el diálogo, los ataques a la prensa, la falta de transparencia, la perpetuación del nepotismo y el amiguismo, la deformación de las instituciones públicas hasta convertirlas en peones obedientes a la próxima jugada de su líder. Un Estado al servicio de un hombre.La prensa lleva en la mira de Bukele desde antes de que asumiera la presidencia. Hacer periodismo es cada vez más difícil a causa del acoso y las amenazas de funcionarios del gobierno. A partir de ahora, será aún más difícil. Pero este es el momento en el que El Salvador más necesita periodismo serio y riguroso.A los colegas periodistas les sugiero autorreflexión y templanza. Será necesario comprender el nuevo escenario y reinventar nuestros procedimientos para proteger a nuestras fuentes, cubrir los órganos de Estado o, sencillamente, salir a hacer nuestro trabajo a las calles.A la sociedad civil organizada le esperan necesidades similares: rearmarse para vigilar al poderoso, transformarse para dialogar con el convencido y caminar así, paso a paso, una vez más, ese camino nunca recorrido del todo, en el intento de llegar a una democracia plena y fuerte.Óscar Martínez es jefe de redacción de El Faro, autor de Los migrantes que no importan y Una historia de violencia y coautor de El Niño de Hollywood, sobre la MS-13.AdvertisementContinue reading the main story More

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    After El Salvador Election, Bukele Is on Verge of Near-Total Control

    AdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storyAfter El Salvador Election, Bukele Is on Verge of Near-Total ControlThe party of President Nayib Bukele is set to take a sweeping majority in El Salvador’s Congress, giving the populist leader broad new powers.President Nayib Bukele at a news conference Sunday.Credit…Stanley Estrada/Agence France-Presse — Getty ImagesMarch 1, 2021, 6:13 p.m. ETMEXICO CITY — El Salvador’s populist president was poised on Monday to claim a resounding victory in the country’s legislative elections, dealing a crushing blow to establishment parties and granting the young leader, who has been accused of authoritarian tendencies, a powerful new mandate.When President Nayib Bukele, 39, swept to power in 2019, he vowed to overhaul Salvadoran politics. In Sunday’s elections, he appeared to do just that.Mr. Bukele’s party, Nuevas Ideas — New Ideas — perhaps with the help of a political ally, appeared on track to achieve a supermajority in the Legislative Assembly: 56 of 84 seats.“Let’s think about what we have achieved,” Mr. Bukele told his supporters on Twitter early Monday. “We are writing the history of our country.”The vote cements Mr. Bukele’s hold on El Salvador’s politics and endows his party with sweeping powers to replace his staunchest adversaries, including the attorney general, and appoint new members to the Supreme Court. And with Congress and the judiciary stacked with allies, Mr. Bukele could change the Constitution and possibly transform the government in his image.“There’s no checks on his power,” said David Holiday, regional manager for Central America at the Open Society Foundation. “The people have given him a kind of blank check to kind of rebuild El Salvador in the way that he sees fit.”The strong showing for Nuevas Ideas came despite allegations of voting fraud from Mr. Bukele and other party members.In a move that could have come straight from the playbook of former President Donald J. Trump, to whom Mr. Bukele has been compared, the Salvadoran president called a news conference Sunday, as voting was going on, to claim irregularities in the vote and attack the country’s Supreme Electoral Tribunal, the news media and the attorney general.The president complained that polling centers had opened late and that his party had been denied credentials to observe the vote. He also claimed that some people had been illegally prohibited from casting a ballot, without offering any evidence.At the news conference, Mr. Bukele encouraged voters to cast their ballots for Nuevas Ideas, appearing to ignore Salvadoran election law, which prohibits campaigning in the three days before polling.The country’s Electoral Tribunal said it would open an investigation into Mr. Bukele’s comments. It did acknowledge lapses in awarding credentials to officials from the president’s party, but it said the local authorities were free to allow them into voting stations.On Sunday, the top American diplomat in El Salvador warned against making baseless claims of irregularities in the electoral process.“It is very important not to say that there is fraud where there is no fraud,” Brendan O’Brien, the acting head of the United States Embassy in San Salvador, said in an interview with Salvadoran media. “It is important to wait for the results.”The comments from Mr. O’Brien, who took up his charge the day of Mr. Biden’s inauguration, may presage a tense relationship with the new administration in Washington. Veering from the approach taken by its predecessor toward authoritarian-leaning governments, the Biden administration might try to exert its considerable influence to curb Mr. Bukele’s tendencies.“I expect them to be very tough,” said Mr. Holiday of the Open Society Foundation. He added that he expected the Biden administration to work on elevating civil society voices and “legitimating actors that the government itself doesn’t want to legitimate.”For voters in El Salvador, Mr. Bukele’s frequent flirtations with autocracy appeared to matter little: In the end, the president’s promise of a brighter future for the country coupled with a slick communication strategy prevailed.“I voted for Nuevas Ideas because from the get-go I saw Bukele work, that promises are kept,” said Domingo Pineda, 29, a merchant in Santa Tecla, a municipality just outside the capital, San Salvador. “This is a government that is working for the people, by the people.”Oscar Lopez reported from Mexico City. Natalie Kitroeff contributed reporting from Mexico City and Nelson Rentería Meza contributed from Santa Tecla, El Salvador.AdvertisementContinue reading the main story More

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    Elecciones en El Salvador: Bukele podría consolidar su poder

    AdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storyNayib Bukele, combativo pero popular, podría acrecentar su poder en las legislativasSe espera que el presidente de El Salvador, que ha generado críticas en el extranjero por su exhibición de fuerza, amplíe su mandato en las elecciones de hoy que podrían entregarle a su partido una victoria decisiva.El presidente Nayib Bukele de El Salvador, a la derecha, en una ceremonia militar en San Salvador, la capital.Credit…Rodrigo Sura/EPA, vía Shutterstock28 de febrero de 2021 a las 09:00 ETRead in EnglishCIUDAD DE MÉXICO — En sus primeros dos años en el cargo, el presidente de El Salvador envió soldados al recinto legislativo de su país, desafió las órdenes de la Corte Suprema, publicó fotos de pandilleros semidesnudos y apretujados en el suelo de una prisión y desplegó al ejército para detener a quienes violaran la cuarentena.Los salvadoreños lo adoran. Se espera que Nayib Bukele, que goza de una tasa de aprobación de alrededor del 90 por ciento en las encuestas, extienda más sus facultades en las elecciones legislativas del domingo, que podrían entregarle una victoria decisiva a su partido.La votación también podrían dotar a Bukele de amplios poderes adicionales: el control de una legislatura hasta ahora dominada por la oposición, así como la oportunidad de cambiar la Constitución y, posiblemente, replantear el gobierno a imagen suya. Si el partido y sus aliados ganan dos terceras partes de las curules, pueden reemplazar al fiscal general y nombrar nuevos jueces en la Corte Suprema.Seguidores del partido de Bukele en San Salvador durante un mítin. Su popularidad ha crecido. Credit…Jose Cabezas/ReutersEn una entrevista, el vicepresidente de Bukele, Félix Ulloa, reconoció que algunas de las acciones del presidente han sido cuestionables.“El presidente ha tenido algunos exabruptos”, concedió Ulloa, “pero que pueden entenderse como tales, como exabruptos, como errores y no como una tendencia, como una actitud, como el nacimiento de una nueva dictadura”.La tendencia de Bukele hacia la confrontación será atemperada, dijo Ulloa, cuando cuente con una legislatura que no esté decidida a bloquear su agenda. Invitó al mundo a medir al presidente según cómo gobierne tras las elecciones.“Vamos a poder evaluar cuál es el verdadero carácter de este gobierno, sea un gobierno democrático y que estaba en función de los intereses del pueblo salvadoreño”, dijo Ulloa. “Si, por el contrario, lo que se ha estado denunciando de que el presidente es autoritario, que quiere concentrar todo el poder y que quiere imponer un modelo antidemocrático, pues también va a salir a la luz”.En parte, lo que llama la atención de Bukele es su enfoque, que solo puede describirse como extremadamente online. El presidente, que tiene 39 años y se ha presentado como un outsider, deleita a sus seguidores al trolear a sus enemigos en Twitter y disfrutar de sus triunfos en TikTok. Emplea las redes sociales para criticar a la prensa de El Salvador, atacar al fiscal general y declarar su renuencia a atenerse a las órdenes de la Corte Suprema.Y a pesar de que Bukele ha ayudado a El Salvador a controlar la propagación del coronavirus mejor que muchos de sus vecinos, también ha suscitado condena internacional por parte de grupos de derechos humanos debido a sus desplantes de hombre fuerte y las medidas represoras que ha implementado durante la pandemia.El año pasado, envió soldados al recinto legislativo a intentar presionar a los congresistas para que aprobaran un préstamo destinado a financiar a los cuerpos de seguridad. (El vicepresidente Ulloa dijo que eso había sido “un error”).Soldados en el recinto de la Asamblea Legislativa en febrero pasadoCredit…Agence France-Presse — Getty ImagesBukele también empleó a la policía y soldados para detener a quienes rompieran la cuarentena en los llamados centros de contención, y luego desestimó varias órdenes de la Corte Suprema para dar marcha atrás a esa medida. Y ha generado amplias críticas por publicar fotos de reos apiñados en ropa interior.Los críticos temen que, si gana control irrestricto del país tras las elecciones del domingo, se limitará aún menos.“El temor es que concentre los poderes del estado. No habrá independencia judicial o legislativa verdadera y no habrá forma de limitar su poder”, dijo Mari Carmen Aponte, embajadora de Estados Unidos en El Salvador durante la gestión de Obama.La relación de Bukele con la gestión de Biden no comenzó con el pie derecho. En febrero, la Associated Press reportó que el presidente de El Salvador había volado a Washington y pedido reunirse con integrantes del nuevo gobierno pero fue desairado.El incómodo episodio dejó en evidencia el desafío que la victoria de Biden supone para líderes como Bukele.Con el gobierno de Trump, el manejo de la relación con Estados Unidos era claro: mientras Bukele y sus colegas en Centroamérica hicieran valer la agenda migratoria de Trump, podían esperar poca interferencia por parte de su vecino del norte cuando llevaran a cabo acciones más atrevidas en el ámbito nacional.Juan Gonzalez, a la derecha, el principal asesor del presidente Biden en asuntos de América Latina, durante una reunión virtual en la Casa Blanca.Credit…Pete Marovich para The New York TimesLos nuevos ocupantes de la Casa Blanca han enviado un mensaje muy distinto. Días después de la toma de mando de Biden, el máximo asesor del presidente en cuestiones de América Latina, Juan Gonzalez, ofreció una evaluación franca en una entrevista con El Faro.“Tendremos nuestras diferencias con el Gobierno de Bukele”, dijo Gonzalez. “Nuestras preocupaciones las manifestaremos en un contexto de respeto y de buena voluntad”La preocupación en torno a Bukele se ha hecho sentir en Washington al quedar claro el buen desempeño que podría tener su partido en las elecciones del domingo.“He aquí un tipo que no ha respetado las normas democráticas básicas y le das poder sin contrapesos”, dijo en una entrevista Dan Restrepo, exasesor de Obama. “El poder sin contrapesos casi nunca acaba bien en la región y la inestabilidad solo puede aumentar la presión migratoria, lo que no le conviene a nadie”.Para los salvadoreños, acostumbrados a generaciones de líderes políticos que hacían falsas promesas democráticas mientras se enriquecían a costa del erario público, las transgresiones de Bukele no parecen importar demasiado.El presidente ha evitado una inundación de casos de coronavirus en los hospitales y ha repartido ayudas en efectivo a los salvadoreños pobres para aliviar las penurias de la crisis económica provocada por la pandemia. Y aunque los medios locales han informado que la dramática caída en homicidios bajo el gobierno de Bukele ha sido consecuencia de un pacto con las pandillas, muchos salvadoreños simplemente están felices de tener un respiro de la violencia.Una conmemoración en San Salvador por las víctimas de la COVID-19Credit…Yuri Cortez/Agence France-Presse — Getty Images“Puede escribirse de los peligros de Bukele, pero la razón por la que eso no tiene eco en la población es que dicen ‘¿Y eso cómo me da de comer? ¿Cómo disminuye la criminalidad?”, dijo Tim Muth, que ha sido observador electoral en El Salvador y tiene un blog sobre la política del país.“Al final, el pueblo salvadoreño puede decidir que está bien”, agregó, “porque él les está cumpliendo ciertas cosas”.En Chalatenango, un pequeño pueblo al norte de la capital, los simpatizante de Bukele estaban entusiasmados ante la posibilidad de que el presidente consolidara su poder y el declive de los partidos políticos que gobernaron el país durante décadas.“La gente se despertó y se dio cuenta de lo que había estado viviendo en todos estos años. Ya no más. Queremos cambio”, dijo Armando Gil, un vendedor de autos de 59 años.Gil había sido toda la vida partidario del izquierdista Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí, pero quedó inconforme tras los repetidos escándalos de corrupción de “gente que nos engañó”.Votó por Bukele en 2019 y cree que los opositores del presidente están frustrados porque no lo pueden controlar.“No está trabajando para la pequeña minoría que siempre ha manejado y dominado nuestro país”, dijo Gil. “Eso es lo que no les gusta”.Nelson Rentería Meza colaboró con reportería desde Chalatenango, El Salvador.AdvertisementContinue reading the main story More

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    Bukele, Combative but Popular, May Tighten Grip in El Salvador Elections

    AdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storySalvador’s Leader, Combative but Popular, May Tighten Grip in ElectionsNayib Bukele, who has drawn criticism abroad for his strongman displays, is expected to expand his mandate in legislative elections that could deliver his party a decisive victory.President Nayib Bukele of El Salvador, right, at a military ceremony in San Salvador, the capital.Credit…Rodrigo Sura/EPA, via ShutterstockFeb. 28, 2021, 8:00 a.m. ETLeer en españolMEXICO CITY — In his first two years in office, El Salvador’s president marched soldiers into the country’s legislature, defied Supreme Court rulings, published photos of barely clothed gang members crammed together on a prison floor, and dispatched the military to detain anyone breaking quarantine.Salvadorans can’t get enough of him. President Nayib Bukele, who enjoys an approval rating around 90 percent in polls, is expected to expand his mandate even further in legislative elections on Sunday that could deliver a decisive victory to his party.The vote could also endow Mr. Bukele with sweeping new powers: control over a legislature that has been dominated by the opposition, along with the chance to begin changing the Constitution and, possibly, to remake the government in his image. If his party and its allies win two-thirds of the seats, they can replace the attorney general and appoint new Supreme Court justices.Supporters of Mr. Bukele’s party during a rally in San Salvador. His popularity has soared.Credit…Jose Cabezas/ReutersIn an interview, Mr. Bukele’s vice president, Felix Ulloa, acknowledged that some of the president’s actions have been questionable.“The president has had some outbursts,” Mr. Ulloa conceded, “but they should be understood as such, as outbursts, as errors, and not as a trend, as an attitude, as the birth of a new dictatorship.”Mr. Bukele’s tendency toward confrontation will be tempered, Mr. Ulloa said, once he has a legislature that isn’t determined to block his agenda. He invited the world to take measure of the president based on how he governs after the election.“We will be able to evaluate the true character of this government, whether it’s a democratic government serving the interests of the Salvadoran people,” Mr. Ulloa said. “If, on the contrary, it turns out that the president is, as has been claimed, an authoritarian who wants to concentrate power and impose an antidemocratic model, then that will also come to light.”Part of what has drawn attention to Mr. Bukele is his approach, which can only be described as very online. A 39-year-old self-styled political outsider, the president delights followers by trolling his enemies on Twitter and reveling in his triumphs on TikTok. He uses social media to trash El Salvador’s press, attack the attorney general and declare his refusal to abide by Supreme Court rulings.And while Mr. Bukele has helped El Salvador control the spread of the coronavirus better than many of its neighbors, he has drawn international condemnation from human rights groups for his strongman displays and the repressive measures taken during the pandemic.Last year, he sent soldiers into the legislature to try to pressure lawmakers to approve a loan to finance law enforcement. (Vice President Ulloa called the deployment “an error.”)Soldiers inside the legislative assembly in San Salvador in February last year.Credit…Agence France-Presse — Getty ImagesMr. Bukele also dispatched soldiers and the police to detain people breaking quarantine in so-called containment centers — then ignored several Supreme Court orders to halt the practice. And he has drawn widespread criticism for posting photos of prisoners huddled together in their underwear.Critics worry that if he gains unfettered control over the country after Sunday’s election, he’ll show even less restraint.“The fear is that he will concentrate the powers of the state. There won’t be real judicial or legislative independence, and there won’t be a way of limiting his power” said Mari Carmen Aponte, an ambassador to El Salvador in the Obama administration. Mr. Bukele’s relationship with the Biden administration did not get off to a smooth start. The Associated Press reported in February that the Salvadoran president flew to Washington and asked to meet with members of the administration, but was rebuffed.The awkward episode highlighted the test that Mr. Biden’s victory has posed for leaders like Mr. Bukele.Under the Trump administration, managing relations with the United States was straightforward: As long as Mr. Bukele and his counterparts in Central America enforced Mr. Trump’s immigration agenda, they could expect little interference from their northern neighbor when they made provocative moves at home.Juan Gonzalez, right, President Biden’s top adviser on Latin America, during a virtual meeting at the White House.Credit…Pete Marovich for The New York TimesThe White House’s new occupants have sent a far different message. Days after the inauguration, Juan Gonzalez, Biden’s top adviser on Latin America, offered a blunt assessment in an interview with El Faro, a Salvadoran news site.“We are going to have our differences with Bukele’s government,” Mr. Gonzalez said. “And we’re going to voice worries in a respectful and well-meaning manner.”Apprehension over Mr. Bukele has reverberated in Washington as it has become clear just how well his party could perform in Sunday’s elections.“Here’s a guy who hasn’t observed basic democratic norms, and you hand him unchecked power,” the former Obama adviser Dan Restrepo said in an interview. “Unchecked power seldom ends well in the region, and instability can only increase migratory pressure, which is in no one’s interest.”For Salvadorans accustomed to generations of political leaders who paid lip service to democracy while enriching themselves from the public till, Mr. Bukele’s transgressions don’t seem to matter much.The president has avoided an overflow of coronavirus cases in hospitals and has handed out cash to poor Salvadorans to blunt the pain of the economic crisis. And while local news media reported that a sharp plunge in murders under Mr. Bukele resulted from a government deal with criminal gangs, many Salvadorans are just happy to have a respite from violence.A remembrance day in San Salvador last fall for those who died of Covid-19.Credit…Yuri Cortez/Agence France-Presse — Getty Images“People may write about the dangers of Bukele, but the reason it doesn’t resonate with people is that they say, ‘That feeds me how? That lowers the crime rate how?’” said Tim Muth, who has served as an election observer in El Salvador and writes a blog on the country’s politics.“The Salvadoran public ultimately may be deciding that it’s OK,” he added, “because this guy is delivering a certain set of things to us.”In Chalatenango, a small town north of the capital, Bukele’s supporters were giddy at the prospect of their president consolidating power and by the decline of the political parties that had ruled the country for decades.“The people woke up and realized what we had been living through all these years. No more. We want change,” said Armando Gil, 59, a car salesman.Mr. Gil had been a longtime supporter of the leftist Farabundo Martí National Liberation Front, but grew disgusted at repeated corruption scandals involving “people who cheated us.”He voted for Mr. Bukele in 2019 and believes the president’s opponents are frustrated that they can’t control him.“He isn’t working for the small minority that has always run and dominated our country,” Mr. Gil said. “That’s what they don’t like.”Nelson Renteria Meza contributed reporting from Chalatenango, El Salvador.AdvertisementContinue reading the main story More

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    La paz fea de El Salvador

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Eso ha quedado claro estos días.El aniversario de aquel pacto que acabó con 12 años de conflicto armado ocurrió hace un par de semanas y tuvo que haber pasado sin pena ni gloria, pero el presidente Nayib Bukele lo convirtió en todo un evento que terminó con su propia etiqueta en redes sociales. Lo que Bukele hizo suena pueril de solo pronunciarse: utilizó nuestra guerra y nuestra paz como arma arrojadiza contra sus opositores políticos. “¡La guerra fue una farsa! Fue una farsa como los Acuerdos de Paz. ‘Ay, está mancillando los Acuerdos de Paz’. Sí, los mancillo, porque fueron una farsa, una negociación entre dos cúpulas o ¿qué beneficios le trajo al pueblo salvadoreño?”, dijo Bukele a mediados de diciembre durante un discurso público.Las palabras de Bukele escandalizaron a muchos, pero también el escenario donde las pronunció. Lo hizo durante un discurso en el caserío El Mozote, donde en 1981, con la guerra recién iniciada, un batallón militar masacró a cerca de 1000 personas desarmadas.En la tarima, observando al presidente aquel día, estaba Sofía Romero, una mujer que sobrevivió luego de huir tras ser violada por cinco militares en los meses previos a la masacre. De las cuatro personas que estaban en la tarima, Sofía fue la única que no tuvo turno de palabra. La sobreviviente fue solo espectadora de aquel evento.Bukele se vende como un mesías, como el parteaguas en la historia de este país y no pretende permitir que le compita ninguna guerra, con todos sus magnicidios y masacres; ni tampoco una paz, con todos sus logros e imperfecciones.El estilo autoritario, 29 años después de salir de una batalla contra regímenes militares, sigue gustando en El Salvador. La acumulación del poder es el camino, según la gran mayoría. Somos los herederos de una paz fea. Importante, necesaria, pero fea.Durante décadas en el poder, los partidos que gobernaron la posguerra, la exguerrilla del FMLN y el derechista ARENA, llevaron al país a otras guerras nuevas, donde sus errores en el manejo de la seguridad pública terminaron convirtiéndonos en la nación más homicida del mundo en años recientes. Los hombres a los que esos partidos eligieron para gobernar nuestra paz saquearon este país a manos llenas. Tres expresidentes han pasado de diferentes formas por procesos relacionados con su corrupción: dos de la derecha, uno de la izquierda. Afearon nuestra paz durante años.Ahora Bukele no pretende deformarla más, sino sacarla de la discusión llamándole farsa.El repudio a las palabras de Bukele sobrevivió a las fiestas navideñas y perduró hasta la conmemoración del 29 aniversario de la Paz este 16 de enero. Un centenar de académicos publicó una carta abierta exigiendo al presidente honrar la memoria de una guerra que dejó más de 75.000 muertos. Geoff Thale, presidente de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), un influyente laboratorio de ideas en aquella capital del poder político, publicó un análisis diciendo que las declaraciones de Bukele eran tristes, pero no sorprendentes.Estoy de acuerdo: las palabras del presidente fueron ofensivas, violentas incluso, ignorantes, pero también conscientes y previsibles. Reflejan la visión política de Bukele, en la que su autoritarismo y megalomanía son principios rectores y alcanzan nuevas cimas en el transcurso de su mandato. Esta vez, Bukele dejó clara su intención: la memoria de la guerra y de los Acuerdos de Paz no le sirven para sus aspiraciones políticas. Recordar un conflicto y su resolución no funciona porque él no fue el protagonista. Era apenas un niño cuando aquello terminó en 1992.Pero el intento de anular a los demás sí le ha funcionado en su carrera política y es su declarada intención para las elecciones legislativas y municipales de febrero: ganó la presidencia asegurando que acabaría con “los mismos de siempre”, a pesar de que él proviene de años de función pública como miembro del izquierdista FMLN y algunos de sus candidatos y aliados más visibles sean políticos curtidos en los partidos de la derecha salvadoreña. Ahora, en estos comicios que son una meta para él, el eslogan de campaña reza que todos esos que no están con él “van para afuera”. Para Bukele, todos los políticos que lo precedieron y ahora no lo aplauden son un lastre, y su estrategia pasa por anularlos en las urnas y en la memoria de los salvadoreños.Las redes sociales fueron protagonistas de esta conmemoración. Un hashtag en el centro de todo: #ProhibidoOlvidarSV. Decenas de miles de salvadoreños compartimos microhistorias de la guerra desde esa etiqueta, hablamos de nuestras muertes y memorias. Fue inspirador que miles de adultos jóvenes, la generación de los hijos de la guerra, asumieran como una afrenta personal las declaraciones de Bukele y se consideraran, aunque sea a través de un acto simbólico, guardianes de esa memoria. Fue un performance potente que atrajo mucha atención.Sin embargo, estos días dejaron también un recordatorio ineludible: las flaquezas de nuestra paz siguen ahí. El meteórico ascenso de Bukele es un claro reflejo de ello.Por más tuits, retuits y me gusta que hayan logrado las microhistorias de la guerra, ese presidente que despreció su legado es el hombre fuerte de la política en El Salvador. Su nota, a más de aún año de gestión y aún en la encuesta donde sale menos favorecido, sigue arriba del 70 por ciento y está camino a unas elecciones legislativas donde todo apunta a que los salvadoreños le darán más poder que a ningún líder de la postguerra. Pronto, Bukele contará con cientos de alcaldes y decenas de diputados sumisos a él.La paz fue el fin de un conflicto, pero también el inicio de una nueva vida en la que, por ejemplo, ya nadie te tortura por leer un libro de Marx. La paz trajo beneficios y obligaciones, pero muchos políticos de antes y de hoy se han olvidado poco a poco de esto último. La paz es su huérfana.Es claro que la ciudadanía debe ser la defensora del legado de los Acuerdos de Paz, porque será la que más sufra su detrimento. Es evidente que la vocación democrática de esta ciudadanía no es su principal rasgo. Pero también es cierto que aún es posible cambiar eso, y que ello pasa por despreciar el desprecio de políticos como Bukele y honrar nuestros Acuerdos de Paz como lo que fueron: la promesa de un futuro que no hemos alcanzado y nunca un arma electoral. Y nunca, pregunten a los torturados y los huérfanos, una farsa.Óscar Martínez es jefe de redacción de El Faro, autor de Los migrantes que no importan y Una historia de violencia y coautor de El Niño de Hollywood, sobre la MS-13.AdvertisementContinue reading the main story More