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    Ron DeSantis, su educación y campaña política

    El gobernador de Florida solía enfatizar su educación en Yale y Harvard, escuelas de élite. Ahora, como aspirante presidencial republicano, la utiliza para azuzar las guerras culturales. Esto halló un análisis del Times.El gobernador de Florida, Ron DeSantis, busca la nominación a la candidatura presidencial republicana y ha ido moldeando su campaña y su personaje político en torno a una guerra contra la supuesta clase dirigente del país: una élite incompetente e irresponsable de burócratas, periodistas, educadores y otros “expertos” cuya autoridad perniciosa e inmerecida ha jurado derrotar. A pesar de sus dificultades en la campaña electoral, DeSantis se ha convertido en el líder de una nueva vanguardia conservadora que ve las escuelas y universidades públicas como el principal campo de batalla de las guerras culturales y sus políticas educativas en Florida como un modelo para los estados republicanos de todo el país.Sin embargo, la clase dirigente que DeSantis critica es la misma a la que pertenece. Se educó en las escuelas de Derecho de las universidades de Yale y Harvard, pasó los primeros años de su edad adulta subiendo como la espuma en la élite estadounidense. Un análisis de The New York Times revela el modo en que DeSantis, aunque se sentía genuinamente decepcionado por su paso por las instituciones de élite, también fue muy astuto a la hora de entender cómo podía sacarles provecho. Ahora ofrece al electorado una historia revisionista de sus propios encuentros con la clase dirigente para reforzar sus argumentos a favor de desbancarla y de rehacer la educación pública misma.A continuación, las cinco conclusiones de nuestro artículo de The New York Times.Se benefició de recibir una educación de éliteDurante su campaña, DeSantis suele describir sus años en las escuelas de Derecho de Yale y Harvard como un periodo detrás de las filas enemigas y describe ambas instituciones como lugares donde los estudiantes y los profesores eran antiestadounideses. Pero su experiencia general fue más variada de lo que reconoce.En Yale, formó parte de St. Elmo, una de las “sociedades secretas” de la escuela, conocida históricamente por ser semillero de futuros senadores y presidentes. Aunque, según él, Harvard estaba dominada por los “estudios jurídicos críticos” de izquierdas, la doctrina estaba en decadencia cuando él llegó y la escuela le proporcionó acceso a los intermediarios del poder de la conservadora Sociedad Federalista.Cuando ingresó en la política, su currículo de élite lo ayudó a atraer a donantes adinerados, recaudar fondos y conseguir contactos con republicanos importantes. Como reconoció en una mesa redonda en Cambridge, Massachusetts, poco antes de presentarse por primera vez a la gobernación: “Harvard les abre muchas puertas” a los aspirantes a políticos.Sus hermanos de fraternidad recordaron rituales de novatadas y una temprana comodidad con el poderHaciendo eco del propio relato de DeSantis sobre el choque cultural en Yale, algunos antiguos compañeros de clase contaron que el futuro gobernador, procedente de Dunedin, ciudad suburbana de clase media en la costa del Golfo, quedó perplejo y muy pronto se sintió ajeno al campus de Yale, más cosmopolita y diverso que su comunidad.Encontró a su tribu en el equipo de béisbol y en la fraternidad Delta Kappa Epsilon, donde participó en los brutales rituales de novatadas del grupo, un ejemplo temprano, en opinión de algunos antiguos hermanos de fraternidad, de su comodidad con el poder y la intimidación.En una ocasión, DeSantis y otros hermanos hicieron una broma en la que había que poner en marcha una licuadora entre las piernas de un novato con los ojos vendados. Durante la “semana infernal” de la fraternidad, que se llevaba a cabo en invierno, DeSantis obligó a un aspirante a llevar un pantalón de béisbol sin la parte trasera y los muslos, dejando al descubierto nalgas y genitales, según declararon antiguos hermanos y novatos. DeSantis negó estas versiones a través de su vocero, quien las calificó de “afirmaciones ridículas y completamente falsas”.DeSantis llegó tarde a las guerras culturalesEn la actualidad, no se puede dejar de asociar a DeSantis con políticas que se enfrentan a lo que él considera ideología de izquierdas en las escuelas y universidades públicas de Florida. Estos son algunos ejemplos: su intervención en la escuela de artes liberales New College; las iniciativas que facilitan a los padres cuestionar los libros disponibles en las escuelas primarias y secundarias; una ley que prohíbe hablar en clase sobre orientación sexual e identidad de género de formas que no se consideren “adecuadas para la edad”, así como las prohibiciones contra la enseñanza de ideas como el “racismo sistémico” en las cátedras principales de las universidades públicas.Sin embargo, según averiguó el Times, su ascenso hasta ubicarse como el principal guerrero cultural de su partido no estuvo predeterminado. Durante gran parte de su carrera política, incluidos sus primeros años como gobernador de Florida, no se le identificaba como interesado en la política educativa ni en los debates sobre raza y género (cuando un legislador de Florida propuso por primera vez abolir por completo el New College, la universidad de artes liberales que ofrece una experiencia educativa de excelencia a precios de institución pública, DeSantis respondió: “¿Qué es el New College?”).Tuvo que pasar la pandemia de coronavirus (y las reacciones contra los mandatos de mascarillas, los cierres de escuelas y la difusión de planes de estudios “antirracistas” y de “equidad”) para que DeSantis se diera cuenta del poder político de los temas educativos y consolidara su desconfianza hacia los expertos académicos y científicos.Encontró una causa común con un nuevo grupo de académicos conservadoresMientras luchaba contra la teoría crítica de la raza y las élites burocráticas, DeSantis se vinculó con un movimiento creciente de académicos y activistas conservadores fuera de Florida, en particular en el Hillsdale College de Míchigan y el Claremont Institute de California.Hace poco, en un retiro de donantes, DeSantis incluyó un panel de Claremont destinado a “definir el ‘régimen’ que nos gobierna con ilegalidad” y exponer una estrategia para “hacer que los estados sean más autónomos del régimen woke al librarse de los intereses de izquierda”, según correos electrónicos de planificación obtenidos por el Times.En un informe en el que se pedía que Florida aboliera los programas de diversidad, uno de los expertos —que en 2021 argumentó en un discurso que el feminismo vuelve a las mujeres “más medicadas, entrometidas y pendencieras”— instaba a DeSantis a “ordenar investigaciones de derechos civiles en todas las unidades universitarias en las que las mujeres superen ampliamente en número a los hombres” y a erradicar “cualquier elemento en contra de los hombres del plan de estudios”.Sus políticas han cambiado de rumbo en materia de libertad de cátedraEn Florida, DeSantis se alejó por completo del compromiso que había hecho antes de mantener la libertad de cátedra. Incluso al pedir que se desmantele la ortodoxia woke, ha impuesto otra, con una prohibición radical de la enseñanza de la “política de identidad” en las clases obligatorias en los colegios y universidades públicas de Florida. En nombre de los “derechos de los padres”, las políticas respaldadas por DeSantis han dado a los floridanos conservadores un derecho de veto sobre los libros y planes de estudio favorecidos por sus vecinos más liberales.Una persona designada por DeSantis, el activista conservador Chris Rufo, ha argumentado que “el objetivo de la universidad no es la indagación libre”. En los tribunales, los abogados del gobierno de DeSantis han esgrimido que el concepto de libertad de cátedra no aplica a los maestros de las universidades públicas, cuya enseñanza es un mero “discurso gubernamental”, controlable por funcionarios debidamente electos.Nicholas Confessore es reportero político y de investigación radicado en Nueva York y miembro de la redacción del Times Magazine; cubre la intersección de la riqueza, el poder y la influencia en Washington y más allá. Se unió al Times en 2004. @nickconfessore • Facebook More

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    The Education of Ron DeSantis: 5 Takeaways

    Mr. DeSantis, the Republican governor and presidential candidate, leaned heavily on his Ivy League schooling before using it as fodder in the culture wars. Here are key findings from a Times examination.As Gov. Ron DeSantis of Florida seeks the Republican presidential nomination, he has molded his campaign and political persona around a war on the country’s supposed ruling class: an incompetent, unaccountable elite of bureaucrats, journalists, educators and other “experts” whose pernicious and unearned authority the governor has vowed to vanquish. Despite his struggles on the campaign trail, Mr. DeSantis has become captain of a new conservative vanguard that views public schools and universities as the chief battleground of the culture wars — and his Florida education policies as a model for red states around the nation.Yet Mr. DeSantis is both a member of the ruling class and a critic of it. Educated at Yale and Harvard Law, he spent his early adulthood energetically climbing into the American elite. An examination by The New York Times reveals how Mr. DeSantis, genuinely embittered by his experiences at elite institutions, also astutely grasped how they could be useful to him. He now offers voters a revisionist history of his own encounters with the ruling class to buttress his arguments for razing it — and for remaking public education itself.Here are five takeaways from the Times article.He reaped the benefits of an elite education.On the campaign trail, Mr. DeSantis often describes his years at Yale and Harvard Law as a period behind enemy lines, painting both institutions as places where students and teachers were anti-American. But his overall experience was more mixed than he acknowledges.At Yale, he joined St. Elmo, one of the school’s “secret societies,” long known as breeding grounds of future senators and presidents. Though he says Harvard was gripped by left-wing “critical legal studies,” the doctrine was long on the wane by the time he arrived, and the school provided entree to the power brokers of the conservative Federalist Society.When he went into politics, his elite résumé helped him court wealthy donors, raise money and garner introductions to prominent Republicans. As he acknowledged in a panel discussion back in Cambridge, Mass., shortly before he first ran for governor, “Harvard opens a lot of doors” for aspiring politicians.His fraternity brothers recalled hazing rituals and an early comfort with power.Echoing Mr. DeSantis’s own account of culture shock at Yale, former classmates recounted the future governor, who hailed from the middle-class, suburban Gulf Coast city of Dunedin, as bewildered and soon alienated by the more cosmopolitan, diverse Yale campus.He found his tribe on the baseball team and in the Delta Kappa Epsilon fraternity, where he participated in the frat’s brutal hazing rituals — an early illustration, in the view of some former frat brothers, of his comfort with power and bullying.On one occasion, Mr. DeSantis and other brothers played a prank that involved turning on a blender between the legs of a blindfolded pledge. During the frat’s wintertime “hell week,” Mr. DeSantis required a pledge to wear a pair of baseball pants with the back and thighs cut out, exposing his buttocks and genitals, former brothers and pledges said. Mr. DeSantis denied these accounts through his spokesman, who called them “ridiculous assertions and completely false.”He was a latecomer to the culture wars.Mr. DeSantis is now indelibly associated with policies that take on what he considers left-wing ideology in Florida’s public schools and universities: his takeover of the liberal arts school New College; efforts that make it easier for parents to challenge books available in elementary and high schools; a law prohibiting classroom discussions of sexual orientation and gender identity that are not viewed as “age appropriate”; and bans against teaching ideas like “systemic racism” in core classes at public universities.Yet his emergence as his party’s chief culture warrior was anything but preordained, The Times found. For much of his political career, including his early years as Florida governor, he was neither closely identified with education policy nor deeply engaged in the debates over race and gender. (When a Florida lawmaker first proposed abolishing New College entirely, Mr. DeSantis replied, “What is New College?”)It took the coronavirus pandemic — and the intertwined backlashes against mask mandates, school lockdowns and the spread of “anti-racist” and “equity” curriculums — to both awaken Mr. DeSantis to the political power of education issues and cement his suspicions of academic and scientific experts.He’s found common cause with a new crop of conservative academics.As he battled against critical race theory and bureaucratic elites, Mr. DeSantis became entwined with a rising movement of conservative academics and activists outside Florida, notably at Hillsdale College in Michigan and the Claremont Institute in California.At a recent donor retreat, Mr. DeSantis featured a Claremont panel intended to “define the ‘Regime’ which illegitimately rules us” and lay out a strategy to “make states more autonomous from the woke regime by ridding themselves of leftist interests,” according to planning emails obtained by The Times.In a report calling for Florida to abolish diversity programs, one of the experts — who argued in a 2021 speech that feminism makes women “more medicated, meddlesome and quarrelsome” — urged Mr. DeSantis to “order civil rights investigations of all university units in which women vastly outnumber men” and root out “any anti-male elements of curriculum.”His policies have changed course on academic freedom.In Florida, Mr. DeSantis has turned sharply away from an earlier commitment to academic freedom. Even as he calls to dismantle “woke” orthodoxy, he has imposed another, with a sweeping ban on the teaching of “identity politics” in required classes at Florida’s public colleges and universities. In the name of “parental rights,” DeSantis-backed policies have given conservative Floridians a veto over books and curriculums favored by their more liberal neighbors.One DeSantis appointee, the conservative activist Chris Rufo, has argued that “the goal of the university is not free inquiry.” In court, lawyers for the DeSantis administration have argued that the concept of academic freedom does not apply to public university teachers, whose instruction is merely “government speech,” controllable by duly elected officials. More