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    Perú y la desolación final

    La idea de una supuesta batalla final entre la izquierda y la derecha, ¿realmente ayuda a los peruanos a discernir y a decidir mejor por quién votarán el próximo 6 de junio?El escenario político del Perú, de cara a la segunda vuelta electoral, parece un libreto tan perfecto como aterrador. Si a un avezado guionista de televisión le hubieran encargado el diseño de un drama sin salidas posibles, tal vez no hubiera imaginado un relato tan desolador. La realidad no supera a la ficción: la sustituye. Después de la profunda crisis política que ha vivido el país —con cuatro presidentes en los últimos cinco años—, tener ahora que elegir entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori parece una pesadilla inimaginable, el peor remake de la industria de la polarización latinoamericana.¿Acaso tiene sentido seguir tratando de analizar lo que ocurre en la región como si fuera, tan solo, parte de un único y casi mecánico enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo? Esta propuesta esquemática —donde convergen algunos escritores reconocidos y analistas internacionales— parece cada vez más inútil. No logra explicar la realidad. Tampoco ha logrado modificarla.Pensar que ahora, nuevamente, en el Perú, se produce un choque entre las fuerzas universales de la izquierda y la derecha; insistir en la idea de que nuestra historia reciente solo puede entenderse como una sucesión de conspiraciones entre supuestos socialistas y supuestos liberales, ya no aporta nada y, por el contrario, obvia o elude la complejidad de nuestras sociedades y del proceso que está viviendo el continente. Parecen simples fórmulas de postergación. Tras los múltiples incendios de la polarización, la tragedia de las grandes mayorías sigue igual, intacta.¿La idea de una supuesta batalla final entre la izquierda y la derecha, realmente ayuda a los peruanos a discernir y a decidir mejor por quién votarán el próximo 6 de junio?La consigna de Pedro Castillo, supuestamente en el extremo a la izquierda, no es nueva: “Solo el pueblo salvará al pueblo”. Forma parte de una retórica ambigua pero eficaz. Recita textos de uno de los intelectuales de la izquierda latinoamericana por antonomasia, Eduardo Galeano, y convoca al país rural, abandonado y muchas veces despreciado. Convierte el melodrama en una acción política. Sin ofrecer demasiadas claridades con respecto a su programa de gobierno, capitaliza las legítimas ansias de cambio de la gente, apelando emocionalmente a la pobreza. Como era de esperarse, y como se ha repetido ya en las elecciones en otros países, el fantasma de Hugo Chávez sobrevuela la contienda. Castillo se ha visto obligado a aclarar que no es comunista, que no es chavista. Hace pocos días, en un programa de radio, le mandó un mensaje directo a Nicolás Maduro, pidiéndole que —antes de opinar sobre el Perú— resolviera sus problemas en internos en Venezuela. Y añadió una frase que revela más bien un pensamiento conservador y xenófobo: “Que venga y se lleve a sus compatriotas que han venido, por ejemplo, acá a delinquir”.La supuesta derecha, con Keiko Fujimori, más que representar el pasado, lo encarna. Literalmente. Ha anunciado que, de ganar las elecciones, indultará a su padre. Ante la desventaja en las encuestas, su estrategia de distribución de miedos se ha incrementado. Tratando de alimentar las sospechas sobre su rival, sostiene que Castillo es “un clon real de Hugo Chávez”. Esta confrontación, que parece un círculo ruidoso donde ambos contrincantes solo se dedican a acusarse mutuamente, podrá verse hoy en un debate público de los dos candidatos.Angela Ponce/ReutersLos candidatos presidenciales del Perú, Pedro Castillo y Keiko FujimoriPaolo Aguilar/EPA vía ShutterstockLa invitación de Mario Vargas Llosa a votar por Keiko, argumentando que representa “el mal menor” para el país, es otro síntoma de las limitaciones de la polarización. A diferencia del Vargas Llosa novelista —capaz de abordar y narrar con complejidad el gobierno y derrocamiento de Jacobo Árbenz, por ejemplo—, el Vargas Llosa opinador parece estar continuamente obligado a entrar en el esquema polarizante, a optar y defender cualquier propuesta que se diga o se proclame liberal, en contra de cualquier propuesta que parezca de izquierda. De esta manera, lo mejor —el mal menor— puede ser el regreso a lo peor. Es una lógica que deja en entredicho el sentido y la utilidad de la democracia: un sistema donde el poder del pueblo consiste en resignarse ante una minoría corrupta y autoritaria.Suponer que Keiko Fujimori simboliza la última oportunidad de libertad y que Castillo significa la llegada intempestiva del comunismo implica, entre otras cosas, reducir la historia y la vida social a un nivel de simplicidad enorme. Casi pareciera que, en los últimos diez años, los peruanos no hubieron visto pasar por la presidencia del país a Ollanta Humala, a Pedro Pablo Kuczynski, a Martín Vizcarra, a Manuel Merino, a Francisco Sagasti. Como si no hubieran escuchado y vivido distintas propuestas, ideologías, nexos con la geopolítica regional. La condición apocalíptica de la polarización propone que la actualidad siempre es diferente y definitiva. Somete a los ciudadanos a hacerse responsables —de manera urgente— de las miserias de los actores políticos, así como a vivir postergando de forma permanente las genuinas ansias de cambio de su realidad.En la década de 1950, Williams S. Burroughs realizó un viaje desde Panamá al Perú, buscando tener experiencias con la ayahuasca. Durante el periplo, mantuvo una suerte de diario viajes, en forma de correspondencia con el poeta Allen Ginsberg, cuyo resultado fue un libro extraordinario, titulado Las cartas del Yagé. Al final de su periplo, ya en el Perú, el novelista estadounidense escribe lo siguiente: “Todas las mañanas, se oye el clamor de los chicos que venden Luckies por la calle: ‘A ver, Luckies’. ¿Seguirán gritando ‘A ver, Luckies’ de aquí a cien años? Miedo de pesadilla del estancamiento. Horror de quedarme finalmente clavado en este lugar. Ese miedo me ha perseguido por toda América del Sur. Una sensación horrible y enfermiza de desolación final”.Frente a esta realidad permanente, signada por la desigualdad, la pobreza y la impunidad, la polarización parece un juego pirotécnico, un libreto estridente que se repite sin gracia. El espectáculo que pretende convertir un fracaso conocido en una nueva esperanza.Alberto Barrera Tyszka (@Barreratyszka) es escritor venezolano. Su libro más reciente es la novela Mujeres que matan. More

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    Perú atrapado entre dos males

    Pedro Castillo y Keiko Fujimori competirán en la segunda vuelta electoral por la presidencia. Ambos son conservadores y con credenciales democráticas dudosas. ¿Qué soluciones hay ante este panorama desolador?Los resultados de la primera vuelta electoral en el Perú muestran un panorama desolador.Luego de una campaña marcada por lo que podríamos denominar una fragmentación sin emoción, se ha confirmado que el izquierdista Pedro Castillo (Perú Libre) y la derechista Keiko Fujimori (Fuerza Popular) competirán en la segunda vuelta electoral del 6 de junio. Ambos son extremistas, de perfil conservador y sus credenciales democráticas son dudosas. A este país acostumbrado a votar por el “mal menor” parece haberle llegado el momento de elegir entre dos males a secas.Castillo, por su parte, tiene propuestas como desactivar el Tribunal Constitucional y reemplazarlo por “los verdaderos tribunos del pueblo” o cerrar el Congreso si el pueblo se lo pide. Mientras tanto, Fujimori es hija y heredera política del expresidente autoritario Alberto Fujimori y una de las principales responsables de la crisis política de 2016 en adelante.Sin importar quién gane, las tendencias autoritarias no son la única problemática que se avecina. El Congreso estará compuesto por varios partidos y se prevé más precariedad institucional. Viene a la mente el último quinquenio: un interminable conflicto entre poderes del Estado que tuvo como saldo que contáramos con cuatro presidentes y dos congresos. En este contexto, se tendrán que buscar salidas a la que ha sido una de las peores gestiones de la pandemia a nivel mundial.Tal situación es el punto culminante de dos décadas en donde se ha priorizado la continuidad del modelo económico neoliberal y se ha descuidado el fortalecimiento institucional y la satisfacción ciudadana.Las élites de empresariales, tecnocráticas, políticas y mediáticas responsables de esta continuidad terminaron abrazando una suerte de mito alrededor del modelo. Se creyeron que este modelo debía permanecer a toda costa, mientras que la política podía ser relegada o incluso desterrada de la toma de decisiones. Este mito ya es insostenible y debemos crear, pronto, una mirada más realista que recupere la importancia de tener una política saludable para la democracia.Pero ni Castillo ni Fujimori parecen ser aptos para reimaginar una democracia en donde las instituciones y la ciudadanía tengan un rol primordial y que deje de atrás el drama constante de cambios de presidentes, disoluciones del Congreso y tendencias autoritarias.Para superar el mito alrededor del modelo económico, debemos empezar por reconocer su lado positivo.El neoliberalismo ha sido uno de los proyectos políticos más estable de nuestra historia. En la víspera del bicentenario de la Independencia, haríamos mal en no reconocer que nuestro pasado remoto y reciente se parece, a ratos, a un homenaje al filósofo Heráclito: lo único constante era el cambio. Todos los proyectos políticos que emprendimos antes se descalabraron. En cambio, el neoliberalismo llegó y se atrincheró en la vida nacional, incluso mientras muchos países de América Latina giraban hacia diferentes tipos de modelos de izquierda.Los logros económicos del neoliberalismo son innegables. Cuando uno contrasta la debacle económica que se vivía hacia 1989, no cabe duda de que las cosas mejoraron. Particularmente, en la democracia del nuevo milenio, entramos en un periodo de crecimiento acelerado del PBI que, a su vez, resultó en que los índices oficiales de pobreza se redujeran sustancialmente. Todo esto bajo una macroeconomía muy bien manejada.Pero, detrás del triunfalismo económico, había muchas problemáticas que seguían sin ser resueltas. Deberíamos empezar por notar las deficiencias de nuestro modelo, principalmente en lo referido al aparato productivo, como ha escrito el economista Piero Ghezzi en un reciente libro. Como ha evidenciado la pandemia, dice Ghezzi, este modelo no cuenta con las condiciones para sostener un desarrollo a largo plazo. Entonces, la continuidad que plantea cierta derecha podría ser tan peligrosa como los cambios que se proponen desde cierta izquierda.A esto habría que añadir todo aquello que ha sido descuidado como consecuencia del énfasis en la continuidad del modelo económico. Primero, la ciudadanía ha brindado importantes contingentes de votos y hasta ha elegido candidaturas que prometieron cambiar, en diferente medida, el modelo económico (Alan García en 2006 y Ollanta Humala en 2011). Es decir, a pesar de las mejoras económicas, la población no tiene el mismo fervor que las élites por la continuidad del modelo.En segundo lugar, tenemos uno de los Estados más débiles de América Latina. Esta característica no solo está detrás de la incapacidad para responder adecuadamente a la pandemia. También se manifiesta en la persistente conflictividad social alrededor de proyectos mineros y la expansión de economías ilegales. Y está presente en las elecciones. Es posible que gran parte de los votos para Castillo y Keiko sea resultado de una población que viene exiguiendo, elección tras elección, tener una ciudadanía más plena.No solo eso. La crisis política que vivimos tiene relación con una profunda insatisfacción con las instituciones políticas y autoridades, escándalos de corrupción y con la debilidad de los partidos políticos que participan en elecciones. La irresponsabilidad de los políticos en los últimos cinco años y la distancia con la ciudadanía al momento de tomar decisiones tiene parte de su origen en esta combinación de condiciones.Con el mito claramente superado, ahora podemos ver su peor resultado: un país donde las elecciones nos dejan en la encrucijada de tener que elegir entre dos males, con posibles presidentes que han mostrado señales autoritarias, conflictos institucionales, insatisfacción ciudadana y dificultades para lidiar una profunda crisis sanitaria y económica.Por todo lo visto, sería desastroso que en esta segunda vuelta el Perú no reconociera que tanto Castillo como Keiko son sumamente peligros en términos políticos: no garantizan plenamente ni la estabilidad ni la democracia. Si nos llegáramos a enfocar únicamente en la dimensión económica que los separa, repetiremos el mismo guion que nos ha traído a esta tragedia en primer lugar.Los riesgos económicos de la continuidad de Keiko y el cambio de Castillo no deberían subestimarse. Pero no nos quedemos en esto.En vez de dar tumbos alrededor del mito viene siendo tiempo de invertir su fórmula: a nuestra democracia le podría ir bien con diferentes modelos económicos, pero jamás le irá bien de espaldas a la institucionalidad y la ciudadanía. Debemos exigir a los candidatos que ofrezcan respuestas que garanticen que entienden mínimamente ese problema.Además de decirnos por qué su programa económico es supuestamente mejor que el de su rival, tendrían que hablar de sus estrategias para evitar vacancias y disoluciones, coaliciones que no supongan repartijas, compromiso con el Estado de derecho, no atrincherarse al poder y respeto de los derechos políticos de sus rivales y libertades civiles de la población. Recordemos que el desprecio por la política genera una política despreciable.Daniel Encinas (@danencinasz) es politólogo y candidato a doctor en Ciencia Política por la Universidad de Northwestern. More

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    In Peru’s Presidential Election, the Most Popular Choice Is No One

    Peruvians head to the polls at a moment that many are calling one of the lowest points in the country’s young democracy, and many plan to cast empty ballots.LIMA, Peru — Vicenta Escobar, 62, sells fruit from a stand on the streets in Peru’s capital, Lima. In every presidential election over the last four decades, she has chosen a candidate she believed in, in the hope that he or she would deliver change.Not this time, though. This Sunday, she plans to arrive at her polling station to vote — as is required by Peruvian law. But she will cast her ballot without making a single mark.“I’m planning on leaving it blank,” she said on Thursday afternoon. She was fed up, she said, with “all the lies and robberies.”Peruvians are voting on Sunday at a moment many are calling one of the lowest points in the country’s young democracy. Eighteen candidates are on the ballot, but about 15 percent of voters are expected to cast a blank vote, according to several recent polls, and no candidate has been able to garner much more than 10 percent support. The leading two candidates will advance to a runoff if no one captures more than half the vote.The election follows a tumultuous five-year period in which the country cycled through four presidents and two Congresses, and it comes amid growing frustration over corruption, the pandemic and a political system that many say has served the interests of corporations and officials — but not of regular people.Whoever is sworn in later this year is likely to have the weakest mandate of any elected president in recent history, and will be forced to deal with dual economic and health crises likely to shape the country for years to come.Peru has one of the highest coronavirus death rates in the world, and daily deaths climbed to new highs this month as the Brazilian variant of the virus spread through the country. Many Covid patients have died amid lack of access to oxygen or ventilators, working-class families are struggling to secure enough food, and school closures have pushed children into the labor force.The economy shrank 12 percent last year in the country’s worst recession in three decades — the second-worst downturn in Latin America, after Venezuela’s.Voters interviewed this month in Lima, the capital, appeared to coalesce around their shared frustration with the system.“We used to trust our leaders somewhat. But now no one believes any of them,” said Teresa Vásquez, 49, a housekeeper.Ms. Vásquez had supported one of the recent presidents, Martín Vizcarra, even as legislators impeached him amid corruption charges.Then she learned he had been secretly vaccinated last year with extra doses from a clinical trial in Peru that researchers distributed among political elites.This year, she had narrowed her options to two candidates who seemed clean. But with less than a week to go before the election, was still struggling to decide.“It’s the same with my whole family,” she said. “No one knows who to trust.”Opinion polls released before Sunday’s vote showed that any two of half a dozen candidates might move on to a likely June runoff.Among the candidates pulling in about 10 percent of the vote in recent polls are Pedro Castillo, a socially conservative union activist who has surged in the last week on promises to invest heavily in health care and education, and Keiko Fujimori, a right-wing opposition leader and the daughter of the former authoritarian president Alberto Fujimori, who has said she would end Covid lockdowns and crack down on crime with an “iron fist.”Residents of the Villa El Salvador neighborhood in Lima observed a campaign rally last week.Sebastian Castaneda/ReutersThis year’s election coincides with the 200th anniversary of Peru’s independence. But instead of celebrating, many Peruvians are questioning the validity of their democracy and their free-market economic model.Even before the pandemic threw the country into disarray, support for democracy in Peru had slipped to one of the lowest levels in the region, according to a 2018-2019 survey by the Latin American Public Opinion Project, with the military seen as the most trustworthy institution.Since the last general election produced a divided government five years ago, Peru has seen constant clashes between the legislative and executive branches, as opposition lawmakers have sought to impeach two presidents and Mr. Vizcarra dissolved Congress, calling new legislative elections to push through reforms.Three former presidents have spent time in jail during bribery investigations, including one candidate in this year’s election; a fourth killed himself to avoid arrest; and a fifth, Mr. Vizcarra, one of the most popular recent leaders, was impeached in November.His replacement, who lasted less than a week in office, is under investigation in connection with the fatal shootings of two young men at protests, which led to his resignation.One reason for the country’s endemic corruption is that political parties often barter their loyalties to presidential candidates in back-room deals, and are often captive to special interests.A soldier stands guard near voting booths in Lima, Peru on Saturday.Sebastian Castaneda/Reuters“Political parties are no longer a vehicle for representation of the citizenry,” said Adriana Urrutia, a political scientist who leads the pro-democracy organization Transparencia.“There are parties in the current Parliament that represent the interests of private universities facing penalties for failing to fulfill minimum requirements,” she added. “There are parties that represent the interests of illegal economies, like illegal logging and illegal mining.”Some candidates are tailoring their messages to appeal to the growing skepticism about democracy.Mr. Castillo, the union activist, has promised to replace the Constitutional Tribunal with a court elected “by popular mandate,” and said he would dissolve Congress if it blocked a proposal to replace the Constitution. Rafael López Aliaga, a businessman and a member of the ultraconservative Catholic group Opus Dei, has said Peru must stop a leftist “dictatorship” from consolidating power and has promised to jail corrupt officials for life.Ms. Fujimori has abandoned efforts to moderate her platform in her third presidential bid. She has promised to pardon her father, who is serving a sentence for human rights abuses and graft.The constant political turmoil has analysts worried for the country’s future.“I think the scenario that’s coming is really frightening,” said Patricia Zárate, the lead researcher for the Institute of Peruvian Studies, a polling organization. “Congress knows they can impeach the president easily and it’s also easy for the president to close Congress. Now it will be easier to do again. It’s dispiriting.”Reporting was contributed by More

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    Elecciones en Perú: los votantes van a las urnas sin candidato favorito

    Los peruanos votarán en lo que muchos califican como el peor momento de su joven democracia. Numerosos electores se inclinan por el voto en blanco.LIMA, Perú — Vicenta Escobar, de 62 años, vende fruta en un puesto de las calles de Lima, la capital de Perú. En todas las elecciones presidenciales de las últimas cuatro décadas, ella ha votado a un candidato en el que creía, con la esperanza de que esa persona fuera a cambiar las cosas.Pero no en esta ocasión. Este domingo, piensa llegar a la casilla para votar, como lo exige la ley peruana. Pero dejará la boleta sin poner una sola marca.“Esta vez pienso marcar blanco”, comentó el jueves por la tarde. Dijo que estaba harta de “todos los engaños, los robos”.Los peruanos votan este domingo en un momento que muchos consideran uno de los peores en su joven democracia. En la boleta hay 18 candidatos, pero se calcula que el 15 por ciento de los electores anularán su voto, según diversas encuestas recientes; además, ningún candidato ha logrado reunir un apoyo de más del 10 por ciento. Los dos candidatos con más votos pasarán a una segunda vuelta si ninguno obtiene más de la mitad de los votos.Las elecciones se dan tras cinco años tumultuosos en los que el país pasó por cuatro presidentes y dos congresos, y en medio de una frustración creciente debido a la corrupción, la pandemia y un sistema político que muchos afirman que ha estado al servicio de los funcionarios y las corporaciones, pero no del pueblo.Es probable que cualquiera que asuma el cargo este año tenga el mandato más débil que ningún otro presidente electo en la historia reciente, y tendrá que lidiar con crisis en materia de salud y economía que muy probablemente afectarán al país en los años venideros.Perú tiene una de las tasas de muerte por coronavirus más altas del mundo, y las muertes diarias alcanzaron nuevos máximos este mes a medida que la variante brasileña del virus se extendía por el país. Muchos pacientes de COVID-19 han muerto por falta de acceso a oxígeno o respiradores, las familias de clase trabajadora luchan por conseguir alimentos y el cierre de escuelas ha provocado que los niños tengan que trabajar.El año pasado la economía se contrajo un 12 por ciento en la peor recesión del país en tres décadas, la segunda peor contracción en América Latina después de la de Venezuela.Los votantes a los que se entrevistó este mes en Lima, la capital del país, parecían coincidir en su frustración con el sistema.“Antes confiábamos algo en nuestros líderes, pero ya nadie confía en nadie”, expresó Teresa Vásquez, de 49 años, un ama de casa.Vásquez había apoyado a uno de los últimos presidentes, a Martín Vizcarra, incluso cuando los legisladores emprendían un juicio político contra él bajo cargos de corrupción.Pero se enteró de que el entonces presidente se había vacunado en secreto el año pasado con dosis extras de un ensayo clínico realizado en Perú, las cuales los investigadores distribuyeron entre las élites políticas.Este año, ya redujo sus opciones a dos candidatos que parecen impolutos, pero seguía teniendo dificultades para decidirse a menos de una semana de las elecciones.“Toda la familia está igual”, continuó. “Nadie sabe a quién creer”.Las encuestas de opinión publicadas antes de la votación del domingo mostraban que había seis candidatos con posibilidad de pasar a una probable segunda vuelta en junio.Entre los candidatos que obtienen alrededor del 10 por ciento de los votos en los últimos sondeos se encuentran Pedro Castillo, un activista sindical socialmente conservador que ha repuntado en la última semana gracias a sus promesas de invertir grandes cantidades de dinero en sanidad y educación, y Keiko Fujimori, una líder de la oposición de derecha e hija del antiguo líder autoritario Alberto Fujimori, la cual ha dicho que pondría fin a los confinamientos por la COVID-19 y reprimiría la delincuencia con “mano dura”.Vecinos de Villa el Salvador, un barrio de Lima, observaban un mitin electoral la semana pasada. Sebastián Castañeda/ReutersLa votación de este año cae en el 200.º aniversario de la independencia de Perú. Pero, en lugar de celebrar, muchos peruanos están cuestionando la validez de su democracia y su modelo económico de libre mercado.Incluso antes de que la pandemia sumiera al país en el caos, el apoyo a la democracia en Perú había caído a uno de los niveles más bajos de la región, según una encuesta de 2018-2019 realizada por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina; los militares se consideraban la institución más confiable.Desde que la última elección general hace cinco años produjo un gobierno dividido, Perú ha tenido enfrentamientos constantes entre la rama legislativa y el poder ejecutivo, pues los legisladores de la oposición han intentado someter a juicio político a dos presidentes; asimismo, Vizcarra disolvió el Congreso y convocó nuevas elecciones legislativas para llevar a cabo reformas.Tres expresidentes han estado en la cárcel debido a investigaciones de cohecho en su contra, incluido uno que postula para las elecciones de este año; un cuarto se suicidó para evitar ser detenido; un quinto, Vizcarra, uno de los líderes más populares de los últimos años, fue destituido en noviembre.Su remplazo, que estuvo menos de una semana en el cargo, se encuentra bajo investigación debido a la muerte de dos jóvenes durante unas protestas, por lo cual tuvo que dimitir.Una de las razones que explica la corrupción endémica del país es que los partidos políticos suelen alquilar su apoyo a los candidatos presidenciales en acuerdos a puerta cerrada, y a menudo son presa de intereses particulares.Un soldado resguardaba las casetas de votación en Lima, la capital peruana el sábado.Sebastián Castañeda/Reuters“Los partidos políticos han dejado de ser un vehículo de representación ciudadana”, sostuvo Adriana Urrutia, politóloga que está a cargo de la organización prodemocrática Transparencia.“Hay partidos en el actual parlamento que representan intereses de las universidades privadas que están siendo sancionadas por no cumplir con los requisitos mínimos”, añadió. También “hay partidos que representan los intereses de las economías ilegales, como la tala ilegal o minería ilegal”.Algunos candidatos están apelando con sus mensajes al creciente escepticismo hacia la democracia.Castillo, el activista sindical, ha prometido remplazar el Tribunal Constitucional por un tribunal elegido “por mandato popular”, y ha dicho que disolverá el Congreso si este bloquea una propuesta para cambiar de Constitución. Rafael López Aliaga, empresario y miembro del grupo católico ultraconservador Opus Dei, ha dicho que Perú debe impedir que una “dictadura” de izquierda se consolide en el poder y ha prometido encarcelar de por vida a los funcionarios corruptos.Fujimori ha dejado de lado todo esfuerzo por moderar su plataforma en su tercera candidatura presidencial y ha prometido indultar a su padre, que cumple una condena por violaciones de los derechos humanos y corrupción.La turbulencia política incesante tiene a los analistas preocupados por el futuro del país.“El escenario que se nos viene es de verdad de terror”, dijo Patricia Zárate, investigadora principal de la organización de encuestas Instituto de Estudios Peruanos. “El Congreso sabe que puede vacar al presidente y es muy fácil y también es muy fácil cerrar el Congreso. Entonces ya vieron que se puede hacer y no hay problema”, añadió. “Es desesperanzador”.Julie Turkewitz More

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    Discrimina y vencerás… en las elecciones peruanas

    AdvertisementContinue reading the main storyOpiniónSupported byContinue reading the main storyComentarioDiscrimina y vencerás… en las elecciones peruanasPerú celebrará elecciones presidenciales en medio de inestabilidad política y una crisis de salud por la pandemia. En un país confinado y donde solo el 40 por ciento de la población tiene acceso a internet, las campañas virtuales son una posibilidad y un dilema.La bandera del Perú durante una marcha posterior a la toma de posesión del presidente interino Francisco Sagasti.Credit…Sebastian Castaneda/ReutersEs periodista y escritora peruana.2 de febrero de 2021 a las 12:13 ETAl menos un par de candidatos a la presidencia del Perú y otros tantos expertos han sugerido que la campaña electoral del Perú se traslade al mundo virtual y las redes sociales.Keiko Fujimori y Julio Guzmán (él contagiado recientemente con la COVID-19), dos de los aspirantes que tienen mayor intención de voto —junto con George Forsyth, Verónika Mendoza y Yonhy Lescano—, han hablado de hacer una campaña al menos parcialmente digital por el incremento de los contagios de la segunda ola de la pandemia.Parece un argumento sensato. Perú es el país con más muertos por la COVID-19 por millón de habitantes en Sudamérica. En Lima y Callao, por ejemplo, ya no hay disponible una sola cama en la unidad de cuidados intensivos. En ese delicado contexto la propuesta de los presidenciables podría interpretarse como un gesto de responsabilidad social si no fuera porque aproximadamente el 60 por ciento de la población en el país no tiene acceso a internet en casa.El presidente, Francisco Sagasti, anunció de manera reciente la cuarentena total en la mayoría de ciudades del país al menos para los próximos días, en los que los candidatos no podrán movilizarse por el territorio, salvo las pocas zonas que no están bajo alarma extrema. Y no es seguro que puedan volver a recorrerlo con sus propuestas, lo que de facto nos pondría en la perspectiva de una campaña en gran parte virtual. Es algo que podría favorecer a los candidatos con reconocimiento de nombre y recursos pero a costa de que relegará, inevitablemente, a una enorme porción de la sociedad del juego democrático.La pandemia no solo ha dejado en evidencia que en el Perú no existe un sistema de salud capaz de hacer frente a esta crisis, también ha revelado las enormes falencias de su sistema político. A solo tres meses de las elecciones este sistema no puede garantizar que la mayoría de las personas pueda ejercer un voto informado debido a la abismal brecha digital. A la discriminación económica, sanitaria y laboral, se suma la que limita la participación democrática.La nuestra es una sociedad aún escindida y discriminadora en la que la privatización de los servicios públicos expone a miles a la enfermedad. Venden el oxígeno, suben el precio del paracetamol y es posible que hasta quieran vender la vacuna. En el Perú mueren los más pobres pero no por coronavirus, sino por falta de camas. Y es esa la misma población que tiene poco o ningún acceso a internet.Familiares de un hombre que falleció por la COVID-19 llevan su ataúd en un cementero limeño el 27 de enero de este año.Credit…ReutersSiempre hemos sabido que la peruana es una democracia endeble, casi un espejismo, pero al menos se ficcionaban las decisiones colectivas y parecían respetarse los mecanismos de participación. Pero la crisis pandémica quizás le ha dado una excusa a quienes han dominado la política peruana para encontrar maneras de limitar todavía más el voto. Solo una opinión vertida desde el privilegio puede demostrar tanta ignorancia acerca de nuestras realidades.El discurso concienzudo a favor de la virtualidad de las elecciones solo se lo pueden permitir candidatos que, como Keiko Fujimori, cuentan ya con una red de apoyo de medios de comunicación, leales a su proyecto político desde la década en que gobernaba su padre, o que tienen gran influencia y una buena base de seguidores.La propia Keiko, quien ha disputado ya dos veces las elecciones a la presidencia, se encuentra ahora mismo en régimen de arresto domiciliario con varias investigaciones abiertas por corrupción pero ha prometido un gobierno de “mano dura” contra el coronavirus y la crisis política, en la que lleva meses sumido el Perú precisamente por las maniobras en el Congreso de su partido y sus aliados.Una campaña exclusivamente virtual se la pueden permitir también los candidatos como Guzmán y Forsyth, cercanos al poder y a los círculos empresariales que podrían contar con grandes recursos para invertir en las pautas de internet y redes, además de contar con respaldo mediático.En esas condiciones, quizás la única candidata de izquierda que parte con posibilidades, Verónika Mendoza, de Juntos por el Perú, no solo está en desventaja, sino que sus oportunidades de competir se reducen. Sin un nombre tan reconocible como Fujimori (cuya familia ha dominado la política peruana durante buena parte de los últimos treinta años) o sin el respaldo de las élites empresariales (como Forsyth y Guzmán), su campaña necesita de la calle y del arrastre popular. Por ahora Mendoza no ha hecho grandes eventos de campaña pero sí se está moviendo respetando los protocolos de seguridad. Aún así algunas encuestas la colocan ya en segundo lugar.Perú no es Francia o Estados Unidos, donde también se llevaron a cabo elecciones municipales y presidenciales en plena pandemia, y donde ha funcionado el voto en ausencia y otros protocolos pandémicos. En el Perú eso es imposible. Para emitir su voto, que sigue siendo obligatorio, mucha gente suele desplazarse largas horas desde sus comunidades hasta los centros de votación. Si la campaña pasa a ser solo virtual, ese alto porcentaje de personas no podrá ser parte del proceso previo de los comicios, ni tomar contacto y escuchar las alternativas sobre la mesa para forjarse una opinión. Y eso se llama exclusión.Hace unos días algunos hablaban de postergar las elecciones. Pero pese al nuevo confinamiento y toques de queda recién decretados —que poca gente puede acatar, pues el 70 por ciento de los trabajadores peruanos son informales—, la idea de postergar las elecciones por unos meses no solo no resolvería la brecha digital. También daría más margen a la polarización que se vive todos los días en las calles entre bandos políticos, entre negacionistas de la pandemia, activistas por la reactivación económica a toda costa y defensores de la cuarentena y los protocolos sanitarios.Es necesario emprender un proceso electoral limpio y sin más demora para poner en marcha una nueva etapa tras un año políticamente convulso. Ese debe ser el inicio para que el país entre en la senda de la reconstrucción en el año en que se proyecta celebrar el bicentenario de su independencia. En cuanto se reabra progresivamente la circulación en algunas semanas, las autoridades deberían seguir permitiendo a los partidos difundir su mensaje en igualdad de condiciones y estos esforzarse por hacer un trabajo pedagógico y cívico de cuidados mientras se garantiza la democracia participativa.Eso sí, no olvidemos a la hora de votar que esta disyuntiva sobre la campaña digital ha revelado también algo que es tan obvio como estremecedor: lo alejados que pueden estar de la vida de la gente muchos de los que quieren ser presidentes del Perú. Tal parece que siguen su propia máxima: discrimina y vencerás.Gabriela Wiener es escritora, periodista y colaboradora regular de The New York Times. Es autora de los libros Sexografías, Nueve lunas, Llamada perdida y Dicen de mí.AdvertisementContinue reading the main story More