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    U.S. Moves to Bar Alejandro Giammattei, Ex-Guatemalan Leader

    The decision against Alejandro Giammattei, who is accused of accepting bribes, signaled U.S. support for a new anticorruption drive in Guatemala.The State Department said on Wednesday that Alejandro Giammattei, Guatemala’s president until a tumultuous transfer of power this week, was barred from entering the United States because of what officials said was information indicating that he had accepted bribes.The announcement signaled that the United States was moving quickly to support the anticorruption drive led by Guatemala’s new president, Bernardo Arévalo. Guatemala was recently engulfed in protests over attempts to prevent Mr. Arévalo from taking office, and Mr. Giammattei refused to appear at his successor’s inauguration on Monday.“No one, especially a public official, is above the law,” said Brian Nichols, the top State Department official for the Western Hemisphere.The Treasury Department also announced sanctions on Wednesday against Alberto Pimentel Mata, a former energy minister in Mr. Giammattei’s government, in connection to Mr. Pimentel Mata’s taking bribes and his involvement in numerous corruption schemes related to government contracts and licenses, officials said.Last weekend, U.S. Customs and Border Protection denied entry in Miami to one of Mr. Giammattei’s sons, and expelled him on Monday, according to Senator Mike Lee, Republican of Utah and a supporter of Mr. Giammattei.Taken together, the moves reflect how the United States government is trying to stem corruption and impunity in Guatemala, Central America’s most populous country.We are having trouble retrieving the article content.Please enable JavaScript in your browser settings.Thank you for your patience while we verify access. If you are in Reader mode please exit and log into your Times account, or subscribe for all of The Times.Thank you for your patience while we verify access.Already a subscriber?  More

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    Los guatemaltecos defienden su democracia. No los dejemos solos

    Cuando visité Guatemala en mayo de 2022, el sentimiento de desesperanza era palpable. El gobierno del presidente Alejandro Giammattei había desatado una feroz persecución contra los funcionarios de la justicia anticorrupción. En febrero de ese año, Virginia Laparra, fiscala de la Fiscalía Especial contra la Impunidad, fue detenida junto con otros cuatro abogados anticorrupción; todos fueron recluidos en la misma celda de la cárcel militar Mariscal Zavala de Guatemala.En 2017, Laparra presentó una denuncia administrativa contra Lesther Castellanos, juez del que sospechaba que había filtrado detalles confidenciales de un caso a un colega. Ahora Castellanos la había denunciado por abuso de autoridad.Cuando llegué, todos menos Laparra habían sido puestos en libertad, a la espera del juicio. Durante nuestra conversación en la cárcel, recitó varios argumentos jurídicos: “los funcionarios que tengan conocimiento de alguna irregularidad están obligados a presentar una denuncia”. Fue una desgarradora muestra de erudición. No la estaban reteniendo porque alguien creyera en serio que había cometido un delito. Estaba encarcelada en represalia por sus intentos de combatir la corrupción; en diciembre, fue sentenciada a cuatro años de prisión.Lilian Virginia Laparra Rivas, exfiscala de la Fiscalía Especial contra la Impunidad, en custodia el año pasadoJosue Decavele/Reuters, via ReduxEl mes pasado, los votantes guatemaltecos abrieron de manera inesperada una brecha en la permanencia en el poder de la élite corrupta del país al votar por alguien ajeno a ese grupo. Hasta ahora, el enfoque del gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha sido en su mayor parte el de mantenerse al margen respecto a la corrupción en Guatemala, y no ha llegado a imponer sanciones económicas ni, por lo demás, condenar enérgicamente al gobierno de Giammattei. Biden debería aprovechar esta oportunidad para contribuir al éxito de la verdadera democracia y apoyar al nuevo presidente electo, Bernardo Arévalo.En 1944, una revolución encabezada por los estudiantes, de la que formaron parte mi madre y mi tío, ayudó a abrirle el paso a la década de democracia en Guatemala tras un siglo de dictaduras. Poco después de aquello, emigró a Estados Unidos.Nací en Boston en 1954, el año en que un golpe de Estado dirigido por la CIA derrocó al gobierno electo de Guatemala. La guerra civil de tres décadas que siguió estuvo marcada por masacres genocidas contra los colectivos mayas en las áreas rurales y acabó con los acuerdos de paz en 1996. Las esperanzas de un futuro pacífico y democrático parecieron quedar frustradas en 1998, cuando el obispo Juan Gerardi, defensor de los derechos humanos, fue asesinado por agentes de la inteligencia militar. Sin embargo, en 2001, tres militares fueron condenados por participar en su ejecución extrajudicial, auspiciada por el Estado, un veredicto histórico que parecía anunciar una nueva era de justicia.Construir una democracia funcional mediante la defensa del Estado de derecho y el combate de la corrupción ha sido la lucha central de la política guatemalteca en el siglo XXI. Entre 2007 y 2019, la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que, con el respaldo de las Naciones Unidas, actuaba en conjunto con el Ministerio Público guatemalteco, dirigió una de las luchas anticorrupción más eficaces de América Latina. La comisión desmanteló 70 estructuras de crimen organizado y corrupción e imputó a unas 680 personas, entre ellas dos expresidentes. Esa lucha duró hasta 2019, cuando el entonces presidente, Jimmy Morales, quien estaba siendo investigado por corrupción, expulsó a la CICIG con el apoyo de los republicanos en Estados Unidos, dejando así el país a la deriva.Bajo el mandato de Morales y su sucesor, Giammattei, una alianza de políticos, militares, élites económicas y miembros del crimen organizado, que los guatemaltecos llaman el “pacto de corruptos”, se hizo rápidamente con el control del poder judicial y otras instituciones. La fiscala general, Consuelo Porras, junto con otros fiscales y jueces, fue incluida en la lista oficial del Departamento de Estado estadounidense de actores antidemócratas y corruptos.Se castigó a muchos de los fiscales y jueces que habían combatido la corrupción. José Rubén Zamora, periodista de investigación y fundador de elPeriódico, detenido en julio de 2022 por acusaciones falsas que la comunidad internacional denunció y calificó de intento de silenciarlo, ocupa ahora la antigua celda de Laparra en Mariscal Zavala.En junio fue acusado de lavado de dinero y sentenciado a seis años de cárcel; su periódico cerró en mayo. En febrero del año pasado, otras dos mujeres retenidas al principio con Laparra —Siomara Sosa, fiscala, y Leyli Santizo, abogada de la CICIG— cruzaron el río Suchiate en balsas neumáticas hasta México.Se encuentran entre los al menos 39 fiscales y jueces guatemaltecos que se han exiliado; la mayoría se marchó en los últimos tres años. En conjunto representan a una generación que alcanzó la mayoría de edad en las décadas posteriores a los acuerdos de paz, que cree en el Estado de derecho como base de la gobernanza democrática.Sosa me dijo una vez que su trabajo en la oficina anticorrupción le hacía sentir que el país tenía una forma de asegurar que los impuestos se destinasen al sistema sanitario y las escuelas, en vez de que se desvíe por medio de chanchullos. “Me gustaba desenmascarar a los que robaban descaradamente millones, porque, mientras ellos se hacían ricos, los niños morían de hambre”, dijo.Una manifestación exigiendo la dimisión de la fiscala general, Consuelo Porras, y del fiscal Rafael Curruchiche, acusados de generar una crisis electoral antes de la segunda vuelta electoral en agosto.Johan Ordonez/Agence France-Presse — Getty ImagesMi guía en aquella visita a la cárcel en 2022 fue Jennifer Torres, voluntaria de una organización de defensa de los derechos humanos y brillante estudiante maya de derecho en la Universidad de San Carlos. Faltaba un año para las elecciones presidenciales, y todos mis interlocutores se mostraban pesimistas.Torres me dijo que ella y sus amigos iban a votar por Arévalo, profesor de 64 años y candidato del partido Movimiento Semilla. Aunque es hijo de Juan José Arévalo —el querido primer presidente elegido democráticamente de Guatemala, que gobernó entre 1945 y 1951—, pocos sabían de él o de su partido. Cuando les mencionaba su nombre a los expertos en política guatemalteca, se reían. “Le falta carisma”, me dijo uno de ellos.En el periodo previo a las elecciones, los jueces guatemaltecos expulsaron del proceso electoral a cuatro candidatos considerados poco proclives a apoyar al pacto de corruptos. A Arévalo, quien prometió resucitar la batalla contra la corrupción, se le permitió mantenerse en la contienda porque nadie pensaba que podía ganar. Las encuestas le daban solo el 3 por ciento, pero los sondeos no tuvieron en cuenta a los votantes jóvenes e indígenas como Torres.En un resultado sorprendente, Arévalo pudo pasar a la segunda vuelta del 20 de agosto, en la que arrasó. Muchos guatemaltecos no se habían sentido tan optimistas desde 1944. Mi madre, que por entonces era adolescente, repartía panfletos de la campaña del padre de Arévalo en la acera de delante de nuestra juguetería familiar. La victoria de Arévalo hijo une los recuerdos históricos de los mayores con las esperanzas de los jóvenes de hoy.La semana pasada, el Tribunal Supremo Electoral confirmó la victoria de Arévalo. Pero, también, a instancias de Porras, suspendió temporalmente su partido para, poco después, desandar esa decisión. Lo que parece cierto es que Semilla seguirá siendo asechado y se enfrentará a unos poderes legislativo y judicial repletos de miembros del establishment corrupto: los complots de magnicidio contra el presidente electo son una amenaza constante. El viernes, Arévalo denunció a Porras por orquestar un golpe para impedir que su gobierno tome posesión. En todo el país, los manifestantes están exigiendo la dimisión de Porras.La comunidad internacional, incluido el gobierno de Biden, debe estar alerta y dispuesta a prestar todo el apoyo que pueda a este nuevo gobierno. Pero los guatemaltecos han creado, por sí mismos, esta extraordinaria oportunidad democrática y, hasta ahora, parecen decididos a protegerla.Francisco Goldman es novelista y periodista, cuyo libro más reciente es Monkey Boy, obra finalista del Premio Pulitzer. More

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    Guatemala’s Anti Corruption Crusader is on Cusp of Presidency

    Can an intellectual on an anti-graft crusade win the presidency in a nation sliding toward authoritarianism? Guatemala is about to find out.Bernardo Arévalo had been enjoying a quiet and predictable life for nearly a decade with his family in Geneva, working on pro-democracy issues for a nonprofit. That placid existence ended after he returned to his homeland, Guatemala, and got drawn into politics.Today, whenever Mr. Arévalo appears in public, he attracts throngs to hear him assail the government’s attacks on Guatemala’s democracy.Flanked by a well-armed security detail after receiving death threats following the assassination last week of a presidential candidate in Ecuador — which sent tremors across Latin America — Mr. Arévalo wears a bullet-resistant vest and travels in an armored S.U.V.Now, in what is building into a watershed moment for Central America’s most populous country, Mr. Arévalo, a Hebrew- and French-speaking polyglot with a doctorate in sociology, is on the cusp of winning the presidency in a runoff on Sunday — an implausible scenario just months ago.“Bernardo is a glitch in the matrix,” said Edgar Ortíz Romero, a constitutional law expert and one of Guatemala’s top political risk analysts, calling Mr. Arévalo “the most progressive candidate to get this far since 1985,” when democracy was restored in the country after more than three decades of military rule.Citing moves by the nation’s electoral agency before the first round of voting in June to disqualify every serious candidate who could challenge the conservative establishment, Mr. Ortíz Romero added: “His emergence is something I never saw coming, that no one saw coming. Had that been the case, they would have disqualified him, too.”After his unexpected showing in the first round, polls suggest a landslide win for Mr. Arévalo, 64, the candidate of a small party comprised largely of urban professionals like university professors and engineers, over Sandra Torres, a former first lady considered a standard-bearer for the conservative establishment.Still, doubts persist around the results, especially because polls failed to foresee Mr. Arévalo’s earlier performance, and around whether Ms. Torres’s supporters will interfere with the voting in a country where elections are regularly marred by such attempts.Sandra Torres, a former first lady and the leading conservative candidate, has a strong base of supporters among rural voters. Daniele Volpe for The New York TimesMr. Arévalo has also come under withering attacks, including suggestions that he supports communism.Nevertheless, his surging anticorruption campaign points to a rare opening to push back against authoritarian tactics that have forced into exile dozens of judges and prosecutors focused on fighting corruption, raising fears that Guatemala is sliding into autocratic rule.His rise has been helped by deepening fatigue, in one of Latin America’s most unequal countries, with a political system in which entrenched elites enrich themselves and are seen as operating above the law.Guatemala’s current president, Alejandro Giammattei, who is prohibited by law from seeking re-election, has overseen the persecution of judges, nonprofits and journalists. His predecessor, Jimmy Morales, shut down an international body that had been prosecuting graft in Guatemala after his brother and son were arrested on corruption charges.Even Mr. Arévalo, the son of a revered Guatemalan president who is still exalted in textbooks for creating the country’s social security system and guaranteeing freedom of speech, seems a little surprised by the turn of events.In an interview this week at his aging art-deco home in a middle-class neighborhood in the capital, Guatemala City, Mr. Arévalo, goateed and wearing a blue blazer and colorful socks, recounted how he arrived at this moment.Mr. Arévalo is the son of a revered former president who established social security in Guatemala.Daniele Volpe for The New York TimesBorn in Montevideo, Uruguay, where his father took his family to live in exile after his successor as president was toppled in a 1954 C.I.A.-backed coup, Mr. Arévalo was raised in Venezuela, Mexico and Chile before his family could return to Guatemala, where he attended high school.After his father became ambassador to Israel, Mr. Arévalo started wandering again. He learned Hebrew as an undergraduate at the Hebrew University of Jerusalem, and studied political sociology in Europe, obtaining a doctorate at Utrecht University in the Netherlands. He returned to Guatemala to work as a diplomat, eventually becoming ambassador to Spain.Then he moved his family to Switzerland, where Mr. Arévalo worked for Interpeace, a nonprofit assisting post-conflict societies. Based in Geneva, he occasionally worked in African countries before deciding to return to Guatemala in 2013.“I was never interested in electoral politics,” Mr. Arévalo said. But he also didn’t want to live out his days far from Guatemala. “I wanted to get involved.”When anticorruption protests exploded in 2015, leading to the president at the time resigning and then being jailed, Mr. Arévalo joined academics, writers and intellectuals to figure out ways to seize on the momentum. While some wanted to create a new political party, Mr. Arévalo sought to establish a research institute, recalled Román Castellanos, now a member of Congress.“Those wanting the party won the debate,” said Mr. Castellanos, who represents Semilla, or Seed, the party born from those discussions.Taking advantage of name recognition, Mr. Arévalo ran for elected office in 2019 for the first time, winning a seat for Semilla in Congress.He said he was not planning to run for president until internal voting in Semilla chose him as the party’s candidate. He was driving himself in an unarmored car to campaign events and polling in the low single digits before stunning his opponents — and even many of his supporters — when he placed second in the June election.Supporters of Mr. Arévalo gathered last month in Guatemala City. Mr. Arevalo could become the country’s first progressive leader in four decades.Daniele Volpe for The New York TimesLuis von Ahn, the Guatemalan founder of the language-learning app Duolingo, said he was impressed by Mr. Arévalo’s intelligence and idealism, but when Semilla reached out for financing, he said no, believing the campaign would never gain traction.“I’m not in the practice of wasting money,” Mr. von Ahn said, describing Guatemala as a “land of sharks.” At the time, he said, he saw Mr. Arévalo as “your uncle who is an academic, who means well, but has no chance.”But after Mr. Arévalo made it to the second round, Mr. von Ahn changed his mind and contributed $100,000 to the party. He has also publicly offered to pay airfare for some of Mr. Arévalo’s most virulent critics, including officials entangled in graft scandals, to leave Guatemala, preferably for Panama, a historic destination for disgraced politicians.Guatemala’s conservative establishment has mounted an intense effort to undermine Mr. Arévalo. Shortly after the first round, Rafael Curruchiche, a prosecutor who has himself been placed by the United States on a list of corrupt Central American officials, sought to suspend Mr. Arévalo’s party.Rafael Curruchiche, a prosecutor who has been labeled as corrupt by the U.S. government, has sought to suspend Mr. Arévalo’s party, claiming irregularities in signatures gathered by the party.Daniele Volpe for The New York TimesBut that move backfired, producing calls across the ideological spectrum in Guatemala for Mr. Arévalo to be allowed to run.Still, Mr. Curruchiche this week resurrected his plan, citing allegations of irregularities in Semilla’s gathering of signatures and warning that arrests could take place after Sunday’s voting.That’s just one challenge Mr. Arévalo faces. While he leads in the polls and is forecast to perform well in most of Guatemala’s cities, Ms. Torres, the former first lady, has her own considerable base of support, especially among rural voters who embrace her calls to expand social programs, including cash transfers to the poor.Mr. Arévalo promises to create a large public jobs program by improving services like water sanitation and also proposes increasing cash transfers, but has made rooting out corruption the centerpiece of his campaign.Smear campaigns on social media, especially on TikTok and X, formerly known as Twitter, have sought to paint Mr. Arévalo as supporting abortion and gay marriage.Ms. Torres also used an anti-gay slur to refer to Mr. Arévalo’s supporters (she later said she was not homophobic). Influential evangelical Christian pastors have insinuated that Mr. Arévalo supports communism and plans to close churches.But Mr. Arévalo noted in the interview that his party stood alone in Guatemala’s Congress in seeking to condemn the authoritarian tactics of Nicaragua’s nominally leftist government.Mr. Arévalo’s ascent has been helped by the questionable disqualification of other opposition candidates by the country’s electoral body. Daniele Volpe for The New York TimesMr. Arévalo added that he has no plans to legalize abortion or gay marriage. Still, if elected, he said his government would “not permit discrimination against people because of their sexual orientation.”The campaign has changed his life in other ways. Mr. Arévalo said he had recently become aware that Guatemala’s Department of Civil Intelligence, known as DIGICI, was “monitoring me and other people in this movement on orders of superiors.” A spokesman for the ministry overseeing the intelligence agency said Mr. Arévalo was not under surveillance.As concerns for his safety have grown in the campaign’s waning days, Mr. Arévalo has increased his security detail.While his campaign has resonated among younger, urban Guatemalans, he said he has had to lean on his political lineage to reach other voters.“Here we don’t have Lincolns or FDR’s, those figures who construct a sense of national belonging,” he said. “Even so, the figure of my father remains alive. That is crucial.” More

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    ¿Guatemala perderá la batalla por la democracia?

    La democracia de Guatemala está bajo ataque. En los últimos cuatro años, un grupo de élites poderosas vinculadas con el crimen organizado, conocido como el “pacto de corruptos”, ha ido desmantelando las estructuras democráticas de Guatemala mediante la cooptación de las instituciones judiciales y el arresto y exilio de fiscales, jueces, periodistas y activistas en favor de la democracia. Ahora, como siguiente paso para consolidar su poder, están tratando de manipular las votaciones nacionales, que están en proceso.De cara a las elecciones de 2023, el presidente Alejandro Giammattei nombró en las cortes y en el Tribunal Supremo Electoral funcionarios fieles a él. Luego, el régimen gobernante y sus aliados usaron estas entidades para distorsionar la Constitución y corromper los procesos electorales con la finalidad de inclinar la balanza política a su favor. El poder judicial hizo lo propio: anuló una prohibición constitucional para permitir que la hija de un exdictador aspirara a la presidencia, permitió que se postularan como candidatos algunos aliados del régimen que han sido acusados y condenados por delitos y descalificó a sus rivales con base en cargos fabricados.Es por eso que ni siquiera los observadores más experimentados de la política guatemalteca podrían haber predicho que Bernardo Arévalo —un reformista moderado que se postuló con una plataforma anticorrupción y que tenía tan solo el 3 por ciento en las encuestas antes de la votación— sería uno de los dos candidatos con más votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, celebrada el 25 de junio. Con el 12 por ciento de los votos, obtuvo un lugar en la segunda vuelta electoral del próximo mes. Su rival, Sandra Torres, del partido Unidad Nacional de la Esperanza, quien consiguió casi el 16 por ciento de los votos, fue primera dama, se ha postulado a la presidencia en tres ocasiones y está alineada con el “pacto de corruptos”. En 2019, se le acusó de financiamiento ilegal de campaña, y a su partido se le ha vinculado con el crimen organizado.El 1 de julio, la Corte de Constitucionalidad de Guatemala ordenó una nueva revisión de las actas donde se certificaron las votaciones en la primera vuelta presidencial luego de que el partido de Torres y sus aliados impugnaron los resultados, incluso cuando otros candidatos ya los aceptaron y las misiones internacionales y nacionales de observación electoral declararon que el proceso fue justo y limpio. Muchos temen que este fallo pueda sentar las bases para más impugnaciones falsas que podrían llegar a anular los resultados, demorar la segunda vuelta o excluir a Arévalo de la contienda. Las denuncias de fraude hacen recordar las que circulaban en Estados Unidos tras la victoria del presidente Joe Biden en 2020, aunque, con todo el aparato judicial de su lado, los negacionistas de las elecciones en Guatemala tienen más probabilidades de salirse con la suya.La situación está generando incertidumbre política, pero los guatemaltecos han demostrado que no están dispuestos a permitir que su democracia muera así de fácil. Los autócratas del país han desplegado toda la fuerza del Estado para robarse las elecciones, pero no son los únicos que se están movilizando. Los ciudadanos están alzando la voz para defender su derecho al voto. Si triunfan, habrán demostrado que es posible resistirse al ascenso del autoritarismo. Este podría ser un momento crítico para los guatemaltecos, uno que resuene en otras partes del mundo donde la democracia está bajo amenaza.Arévalo, exdiplomático, sociólogo y actual diputado en el Congreso de la República, surgió en un paisaje abarrotado de candidatos presidenciales. Venció a su contrincante más cercano, el candidato del partido Vamos de Giammattei, por más de 200.000 votos. Arévalo es miembro del partido de centro Movimiento Semilla, cuyos integrantes tienden a ser jóvenes y está conformado en su mayoría por estudiantes universitarios, profesores, ingenieros y propietarios de pequeñas empresas.Bernardo Arévalo de Movimiento Semilla celebrando los resultados electorales con simpatizantes en Ciudad de Guatemala el 26 de junio.Moises Castillo/Associated PressSandra Torres del partido Unidad Nacional de la Esperanza en Ciudad de Guatemala el 25 de junio.Luis Acosta/Agence France-Presse — Getty ImagesPese a ser relativamente desconocido, es el hijo del estimado expresidente Juan José Arévalo, quien en a mediados de la década de 1940 inició un periodo de gobierno reformista en Guatemala conocido como la primavera democrática. En 1954, un golpe de Estado respaldado por la CIA puso un fin abrupto a ese proyecto y dio paso a cuatro décadas de guerra y dictadura represiva.Dado el legado político de su padre, la oleada de popularidad de Arévalo y Semilla en este momento, si bien causa sorpresa, responde a una lógica colectiva. El partido se formó como respuesta a la serie de escándalos de corrupción que convulsionó a Guatemala en 2015. Como movimiento, encauzó el descontento popular para formar un consenso amplio entre quienes se sentían decepcionados de los políticos depredadores y los que estaban desesperados por un futuro político distinto. Tras convertirse en un partido político en 2018, Semilla se ha mantenido fiel a su misión de combatir la impunidad y fortalecer la democracia.En la primera vuelta, demostró ser una alternativa conveniente para los electores frustrados. Aunque el partido en el poder trató de eclipsar a los candidatos ajenos a la clase política dominante y preservar el statu quo, sus maniobras antidemocráticas fueron contraproducentes. Muchos esperaban que las tasas de abstención fueran más altas de lo normal, pero al final el 60 por ciento de los guatemaltecos acudió a las urnas. Casi una cuarta parte de quienes se presentaron votaron en blanco o anularon su boleta para manifestar su enojo ante lo que perciben como un sistema amañado. Ellos, junto con quienes decidieron votar por el último candidato reformista que quedaba, impulsaron a Arévalo a la segunda vuelta.El éxito de Semilla y el contraataque que suscitó incitaron un movimiento ciudadano que está trabajando para asegurarse de que la voluntad del pueblo sea escuchada. Estos ciudadanos han iniciado una campaña en redes sociales, donde publican los registros de las mesas electorales escritos a mano para rebatir las denuncias de fraude. Hay voluntarios supervisando las auditorías del conteo de votos que ordenó la corte. Las organizaciones indígenas prometieron realizar manifestaciones pacíficas en todo el país si las autoridades intentan manipular las elecciones. Hasta miembros de una comunidad empresarial históricamente conservadora declararon su apoyo al movimiento prodemocrático, con un llamado a respetar los resultados electorales y a garantizar que el proceso de la segunda vuelta electoral, programada para el 20 de agosto, transcurra según lo planeado.Ciudadanos protestaron frente al Tribunal Supremo Electoral contra la suspensión de los resultados de las elecciones, en Ciudad de Guatemala este lunes.Esteban Biba/EPA vía ShutterstockLa comunidad internacional también respalda esta iniciativa civil. La Unión Europea, la Organización de los Estados Americanos e incluso Estados Unidos, que se ha mostrado reacio a enfrentarse públicamente con el gobierno de Giammattei, afirmaron la legitimidad de los resultados y denunciaron la interferencia electoral. Otras personas que respaldan la democracia en América Central también están apoyando el movimiento ciudadano emergente en Guatemala, el cual podría servir de modelo para las iniciativas de resistencia ante sus propios dirigentes cada vez más autocráticos.Guatemala encarará obstáculos políticos profundos en las próximas semanas. Aunque los resultados electorales se declaren válidos, Arévalo tendrá que consolidar una alianza amplia antes de la segunda vuelta que pueda unificarse en torno a una apuesta política común, algo que no será nada sencillo en un país que desde hace mucho vive con divisiones étnicas, socioeconómicas e ideológicas.Pero el país ya ha superado obstáculos como estos. Las protestas contra la corrupción de 2015 convocaron a un movimiento popular diverso que derrocó a un presidente y a una vicepresidenta en funciones. Si bien los ocho años transcurridos desde entonces han traído retrocesos brutales hacia la autocracia, la paciencia y perseverancia de los líderes de oposición prepararon el camino para este nuevo impulso democrático.Aun si el calendario electoral continúa según lo planeado y se le permite contender a Arévalo, la campaña de desinformación que pretende vilipendiarlo y sembrar miedo solo se va a intensificar. Además, si logra ganar en la segunda vuelta, su bancada minoritaria en el Congreso y el arraigado poder institucional de la élite corrupta dificultarán sus intentos de gobernar con eficacia.Pero ya habrá tiempo para preocuparnos por las complicadas labores de la gobernanza. Por ahora, los riesgos políticos son más grandes que nunca. Si los negacionistas de las elecciones prevalecen, Guatemala habrá perdido la batalla por la democracia. Pero si sus defensores tienen éxito, esto supondrá un duro golpe para detener la regresión en un país donde, no hace mucho, el ímpetu autócrata parecía irreversible.Anita Isaacs es profesora de ciencias políticas en Haverford College. Rachel A. Schwartz es profesora de estudios internacionales y regionales en la Universidad de Oklahoma, además de autora del libro Undermining the State From Within: The Institutional Legacies of Civil War in Central America. Álvaro Montenegro es un periodista guatemalteco. More

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    Guatemalan Election Deniers Are Trying to Overturn Democracy

    Guatemala’s democracy is under assault. Over the past four years, a group of powerful elites tied to organized crime, known as the “pact of the corrupt,” has been steadily dismantling Guatemala’s democratic guardrails by co-opting judicial institutions and arresting and exiling prosecutors, judges, journalists and pro-democracy activists. Now, in their next step to consolidate power, they are trying to manipulate the national elections that are underway.In anticipation of the 2023 elections, President Alejandro Giammattei packed the courts and the electoral tribunal with loyalists. The ruling regime and its allies then enlisted these entities to distort the Constitution and tamper with election procedures to tilt the political playing field in their favor. The judicial sector delivered — overruling a constitutional ban to permit the daughter of a former dictator to run, certifying the candidacies of regime allies charged and convicted of crimes and disqualifying rivals based on manufactured charges of malfeasance.That’s why not even the most seasoned observers of Guatemalan politics could have predicted that Bernardo Arévalo, a moderate reformist championing an anti-corruption platform and polling at just 3 percent before the vote, would be one of the two top finishers in the June 25 general elections, securing 12 percent of the vote and a spot in the runoff next month. His rival, Sandra Torres of the National Unity of Hope party, who garnered nearly 16 percent of the vote, is a former first lady and three-time presidential contender and is aligned with the “pact of the corrupt.” In 2019, she was indicted on a charge of illicit campaign financing, and her party has been linked to organized crime.On July 1, the Constitutional Court ordered electoral authorities’ ballots from the first-round presidential election to be reviewed after Ms. Torres’s party and allies challenged the results — even though other candidates have already conceded and international and domestic observer missions deemed the elections clean. Many fear the ruling could pave the way for additional spurious challenges that could eventually overturn the results, delay the second round or exclude Mr. Arévalo from competing altogether. The cries of fraud echo those in the United States after President Biden’s 2020 victory, although, with the entire judicial system on their side, Guatemala’s election deniers stand a better chance of pulling it off.The situation has fueled political uncertainty, but Guatemalans have shown that they aren’t willing to let their democracy die without a fight. Though the country’s autocrats have now deployed the full force of the state to steal the elections, they are not the only people mobilizing. Ordinary citizens are raising their voices in defense of their sacred right to vote. If they triumph, they will have shown that it is possible to resist rising authoritarianism. This could be Guatemalans’ moment — and one that reverberates in other parts of the world where democracy is under threat.Mr. Arévalo, a former diplomat, sociologist and current representative in the national legislature, emerged from the middle of the crowded presidential field. He beat the next closest challenger, Mr. Giammattei’s Vamos party candidate, by over 200,000 votes. Mr. Arévalo is a member of the centrist Movimiento Semilla, or “seed movement,” party, which skews young and is made up largely of university students, professors, engineers and small-business owners.Bernardo Arévalo of the Semilla party celebrating the election results with supporters in Guatemala City on June 26.Moises Castillo/Associated PressSandra Torres of the National Unity of Hope party in Guatemala City on June 25.Luis Acosta/Agence France-Presse — Getty ImagesThough relatively unknown, he is also the son of the beloved former president Juan José Arévalo, who in the 1940s initiated Guatemala’s decade of reformist government known as the Democratic Spring. A 1954 C.I.A.-backed coup abruptly ended that experiment and ushered in four decades of war and repressive dictatorial rule.Given his father’s political legacy, Mr. Arévalo’s and Semilla’s surge of popularity at this moment, while surprising, is fitting. The party formed in the wake of corruption scandals that convulsed Guatemala in 2015. As a movement, it channeled popular discontent, seeking to build a broad consensus among those disillusioned with predatory politicians and desperate for a different political future. After transitioning to a political party in 2018, Semilla has remained true to its mission, aiming to combat impunity and strengthen democracy.Last month, it proved to be a welcome alternative for frustrated voters. Though the ruling party tried to sideline outsider candidates and preserve the political status quo, its anti-democratic maneuvering backfired. Many expected abstention rates to be higher than usual, but in the end 60 percent of Guatemalans turned out to vote. Nearly a quarter of those who voted cast a blank or voided ballot to register their anger at what they perceived as a rigged system. This, combined with those who chose to vote for the last reformist candidate standing, propelled Mr. Arévalo into the runoff round.Semilla’s success and the subsequent backlash have galvanized a citizen-led movement that is now working to ensure that the will of the people is heard. These citizens have started a social media campaign, posting the handwritten, precinct-level vote registries challenging claims of fraud. Volunteers are observing the court-mandated auditing of vote tallies. Indigenous organizations have vowed to stage peaceful, countrywide demonstrations if the courts attempts to manipulate the election. Even stalwart members of the historically conservative business community have endorsed the pro-democracy movement, urging respect for the electoral results and demanding that the runoff proceeds on Aug. 20 according to plan.Citizens protested in front of the Supreme Electoral Tribunal against the measure to suspend the results of the general election, in Guatemala City on Monday.Esteban Biba/EPA, via ShutterstockThe international community is rallying behind them. The European Union, the Organization of American States and even the United States, which has been reluctant to publicly clash with the Giammattei government, have affirmed the legitimacy of the results and denounced electoral interference. Fellow democrats in Central America are also rooting for Guatemala’s emergent civic movement, which could provide a blueprint for efforts to resist their own increasingly autocratic leaders.Guatemala faces profound political hurdles in the weeks ahead. Even if the court declares the results to be valid, Mr. Arévalo will have to consolidate a broad alliance before the runoff that can unite around a shared political project — no easy feat in a country long divided along ethnic, socioeconomic and ideological lines. But it has surmounted these obstacles before. The 2015 anti-corruption protests marshaled a diverse popular movement that toppled a sitting president and vice president. Though the eight years since then have brought steep autocratic regressions, the patience and persistence of opposition leaders laid the foundations for this new democratic moment.Even if the electoral timetable proceeds according to schedule and Mr. Arévalo is allowed to run, the disinformation campaign to vilify him and stoke fear will only intensify. And if he can pull off a second-round victory, his minority congressional delegation and the entrenched institutional power of the corrupt elite will hinder his efforts to govern effectively.But the messy work of democratic governance is for another day. For now, the political stakes could not be higher. If the election deniers succeed, Guatemala will have lost the battle for democracy. But if its defenders prevail, democratic backsliding will have been dealt a powerful blow in a country where not long ago, the autocratic momentum seemed irreversible.Anita Isaacs is a professor of political science at Haverford College. Rachel A. Schwartz is professor of international and area studies at the University of Oklahoma. She is the author of “Undermining the State From Within: The Institutional Legacies of Civil War in Central America.” Álvaro Montenegro is a Guatemalan journalist.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. 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    Elecciones en Guatemala: qué significa el avance de Semilla

    Bernardo Arévalo, un legislador de extracción académica, sorprendió a la clase política guatemalteca al avanzar a la segunda vuelta junto con Sandra Torres, otrora primera dama.Jueces y fiscales obligados a huir del país. Medios de comunicación independientes bajo ataque. Importantes candidatos presidenciales descalificados para la contienda electoral.En las semanas previas a las elecciones presidenciales de Guatemala aparecieron varias señales de advertencia hacia la tambaleante democracia en el país más poblado de América Central. Pero la votación del domingo provocó una sacudida sísmica: un candidato cuya campaña se centró en erradicar la corrupción obtuvo suficientes votos para forzar una segunda vuelta, lo que asestó un golpe impactante a la clase política dominante del país.Bernardo Arévalo, un legislador y catedrático con títulos en filosofía y antropología de 64 años, obtuvo el 12 por ciento de los votos al escrutarse el 98 por ciento de los sufragios de la primera vuelta del domingo, según informaron las autoridades electorales el lunes.Sandra Torres, de 67 años y quien fuera primera dama y es considerada abanderada del conservadurismo, lideraba con casi el 16 por ciento de los votos.A pesar de obtener un porcentaje tan bajo de los votos, ya que muchos guatemaltecos dejaron sus boletas en blanco o emitieron votos nulos, Torres y Arévalo estuvieron en los primeros dos puestos y se enfrentarán en una segunda vuelta el 20 de agosto, ya que la mayoría de los guatemaltecos no votó, dejó su papeleta en blanco o la vició.De hecho, el 24 por ciento de las boletas en blanco o anuladas fue mucho mayor que el total de votos de cualquiera de los candidatos. Además, el 40 por ciento de los votantes no participó en las elecciones del domingo, mientras que el 24 por ciento de las papeletas quedaron en blanco o fueron viciadas, lo que significa que casi dos terceras partes del electorado eligió no votar por ninguno de los candidatos.El sorpresivo respaldo para Arévalo, además de la baja participación electoral, es muestra del alto nivel de decepción en el sistema político guatemalteco, comentaron los analistas electorales. El gobierno ha sido cuestionado por sus tácticas cada vez más autoritarias, que han estado dirigidas en contra de los medios de comunicación y han obligado a exiliarse a decenas de jueces y fiscales especializados en corrupción“Estamos viendo cómo la población expresa cansancio con un sistema, con una forma de política y de gobierno”, dijo Edie Cux, director de Citizen Action, un grupo sin fines de lucro que formó parte de una alianza de supervisión del proceso electoral. “La población está exigiendo reformas”.Sandra Torres quedó en primer lugar con casi el 16 por ciento de los votos.Daniele Volpe para The New York TimesDos de los candidatos del establishment que eran considerados como favoritos —Edmond Mulet, un exdiplomático, y Zury Ríos, hija de un exdictador condenado por genocidio— quedaron en el quinto y sexto lugar.Previo a las votaciones del domingo, la autoridad nacional electoral había descalificado al menos a cuatro candidatos, entre ellos Carlos Pineda, un favorito temperamental que había inquietado a la clase política dominante, así como a Thelma Cabrera, una activista que intentaba unir a los votantes indígenas de Guatemala, que por mucho tiempo han sido marginados.La campaña estuvo dominada por un puñado de temas recurrentes, entre ellos el aumento de la violencia delincuencial y los desafíos económicos en un país con una de las tasas más altas de pobreza y desigualdad en América Latina.Torres, que quedó en segundo lugar en las dos elecciones presidenciales más recientes, ha prometido atacar la violencia con una estrategia que imita a la empleada en el vecino país de El Salvador a fin de derrotar a las pandillas.Sin embargo, fue Arévalo, a menudo apodado Tío Bernie, e hijo de un presidente recordado con cariño por muchos guatemaltecos por haber creado el sistema de seguridad social en la década de 1940, quien al parecer salió de la nada para lograr suficiente apoyo y pasar a la segunda vuelta. El liderazgo de Semilla, su partido, está conformado en su mayoría por profesionales urbanos, como profesores universitarios, ingenieros y dueños de pequeñas empresas.Loren Giordano, una diseñadora gráfica y emprendedora de 33 años en ciudad de Guatemala, dijo que había votado por Arévalo porque su partido promueve medidas que ella apoya, como la propuesta legislativa para gastar en la capacitación de oncólogos, equipo médico y medicamentos. Pero la medida no había sido aprobada.Sin embargo, Giordano no confía en que el apoyo que Arévalo consiguió el domingo resulte en mejoras tangibles, incluso si gana la presidencia.“Apoyo a Semilla y creo que sí quieren hacer un cambio, pero no creo que el sistema lo permita”, comentó previo a que se conocieran los resultados. “Parece utópico pensar que tendremos un candidato que no esté involucrado en corrupción y narcopolítica”.Caracterizándose como un socialdemócrata progresista, Arévalo llamó la atención en su campaña hacia el legado de su padre, quien también fue conocido por promover la libertad de expresión y de prensa y por alentar a los trabajadores organizados a desempeñar un papel político en el país.Arévalo nació en Montevideo, Uruguay, donde vivía su familia mientras su padre estaba en el exilio, luego de que su sucesor en la presidencia fuera derrocado en un golpe de Estado en 1954. Creció en distintas partes de América del Sur hasta los 15 años, cuando la familia regresó a Guatemala.A pesar de su inesperado desempeño, Arévalo enfrenta una carrera cuesta arriba contra Torres en las próximas semanas. Ella tiene más reconocimiento y se apoya en su experiencia como primera dama, cuando fue el rostro de programas populares contra la pobreza, entre ellas las ayudas alimentarias y las transferencias de efectivo para las familias desfavorecidas.Torres también puede contar con el apoyo de una clase dirigente poco dispuesta a alterar el statu quo, representada por el presidente Alejandro Giammattei, a quien la ley prohíbe presentarse a la reelección para un segundo mandato. Otros países de la región, entre los que destaca México, tienen leyes similares.Durante el mandato de Giammattei, Guatemala ha pasado de ser un modelo regional por sus esfuerzos contra la corrupción a un país que, como varios de sus vecinos, ha socavado las normas democráticas.Pero Arévalo también ha montado con habilidad una campaña insurgente, al mezclar el despliegue de memes con un posicionamiento serio en temas como la mejora de los servicios de salud pública. Ha dicho en repetidas ocasiones que contrataría a fiscales y jueces que se habían visto obligados a salir de Guatemala como asesores para que le ayuden a combatir la corrupción.Algunas figuras prominentes del establishment cuestionaron los resultados de Arévalo, argumentando que tenían más que ver con otros factores que con su atractivo.“Las encuestas no son creíbles”, escribió en Twitter Ricardo Méndez Ruiz, presidente de la Fundación Contra el Terrorismo, una organización de extrema derecha que ha buscado desacreditar a jueces y fiscales anticorrupción. “El resultado es responsabilidad de quienes incitaron al voto nulo. A ellos más que a sus votantes, tiene que darle las gracias Arévalo”.Aun así, un país donde la fórmula electoral ganadora suele tener campañas con mucho financiamiento, tiempo significativo en los canales de televisión nacionales y la bendición de las élites económicas, Arévalo no tenía “nada de eso”, dijo Marielos Chang, politóloga de la Universidad del Valle en Ciudad de Guatemala.“Nadie hubiera creído cuando comenzó la campaña presidencial hace tres meses que Bernardo Arévalo tendría suficientes votos para avanzar”, dijo.Simon Romero es corresponsal nacional y cubre el Suroeste de Estados Unidos. Ha sido jefe de las corresponsalías del Times en Brasil, los Andes y corresponsal internacional de energía. @viaSimonRomero More

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    Arevalo Upends Guatemalan Presidential Election, Advancing to a Runoff

    Bernardo Arévalo, a professorial lawmaker, stunned Guatemala’s establishment by advancing to a second round against Sandra Torres, a former first lady.Judges and prosecutors driven from the country. Independent news media under attack. Top presidential candidates barred from running.Warning signs of the teetering democracy in Central America’s most populous country flashed in the weeks leading up to Guatemala’s presidential election. But the vote on Sunday delivered a seismic jolt: a candidate whose campaign centered on rooting out corruption won enough votes to force a runoff, delivering a stunning blow to the country’s political ruling class.Bernardo Arévalo, 64, a professorial lawmaker with degrees in philosophy and anthropology, won 12 percent of the vote, with 98 percent of votes counted in Sunday’s first round, the electoral authority said on Monday.Sandra Torres, 67, a former first lady considered a standard-bearer for the conservative establishment, came in first with nearly 16 percent of the vote.Ms. Torres and Mr. Arévalo were the top two finishers and will compete in a runoff on Aug. 20, despite claiming such a low percentage of the vote, because many Guatemalans left their ballots blank or nullified them.In fact, the 24 percent of the ballots that were blank or nullified were far higher than either candidate’s vote total. In addition, nearly 40 percent of voters did not take part in Sunday’s elections.Mr. Arévalo’s surprise showing and the lack of voter participation show a high level of disenchantment with Guatemala’s political system, election analysts said. The government has come under scrutiny over increasingly authoritarian tactics that have targeted independent news media and forced into exile dozens of judges and prosecutors focused on fighting corruption.“We are seeing how the population expresses its fatigue with a system, with a form of politics and government,” said Edie Cux, the director of Citizen Action, a nonprofit that was part of an alliance of groups that oversaw the electoral process. “The population is demanding reforms.”Ms. Torres came in first, with nearly 16 percent of the vote. Daniele Volpe for The New York TimesTwo establishment candidates who were viewed as top contenders — Edmond Mulet, a former diplomat; and Zury Ríos, a daughter of a former dictator convicted of genocide — finished in fifth and sixth place.Before Sunday’s vote, the nation’s electoral authority had disqualified at least four candidates from running, including Carlos Pineda, a mercurial front-runner who had unsettled the political establishment, and Thelma Cabrera, an organizer trying to unify Guatemala’s long-marginalized Indigenous voters.The campaign was dominated by a handful of recurring themes, including an increase in violent crime and economic challenges in a country with some of the highest rates of poverty and inequality in Latin America.Ms. Torres, who was the runner-up in the two most recent presidential elections, has pledged to address the violence by emulating a strategy used in neighboring El Salvador with the goal of cracking down on gangs.Still, it was Mr. Arévalo, often called Tío Bernie (Uncle Bernie) and a son of a president fondly remembered by many Guatemalans for creating the country’s social security system in the 1940s, who seemingly came out of nowhere to garner enough support to advance. The leadership of his party, called Semilla, or Seed, is comprised largely of urban professionals, such as university professors, engineers and owners of small businesses.Loren Giordano, 33, a graphic designer and an entrepreneur in Guatemala City, said she voted for Mr. Arévalo because his party promotes measures that she supports, including proposed legislation to increase spending on the training of cancer specialists, equipment and medicines. But the measure failed to pass.Still, Ms. Giordano does not have faith that Mr. Arévalo’s showing on Sunday will yield tangible improvements, even if he wins the presidency.“I support Semilla and I think they do want to make a change, but I don’t think the system will allow it,” she said. “It seems utopian to think that we will have a candidate who is not involved in corruption and narcopolitics.”Styling himself as a progressive social democrat, Mr. Arévalo drew attention in his campaign to the legacy of his father, who was also known for promoting freedom of speech and of the press and for encouraging organized labor to play a political role in the country.Mr. Arévalo was born in Montevideo, Uruguay, where his family lived while his father was in exile, after his successor as president was overthrown in a coup in 1954. He grew up in parts of South America until age 15 when the family returned to Guatemala.Mr. Arévalo, despite his unexpected performance, faces an uphill battle against Ms. Torres in the coming weeks. She has broad name recognition and is building on her time as first lady, when she was the face of popular antipoverty programs, including food assistance and cash transfers for poor families.Ms. Torres can also draw on the support of an establishment unlikely to upend the status quo, which is represented by President Alejandro Giammattei, who was barred by law from seeking re-election to a second term. Some other countries in the region, most notably Mexico, have similar laws.During Mr. Giammattei’s tenure, Guatemala has shifted from being a regional model for its anti-corruption efforts to a country that, like several of its neighbors, has undermined democratic norms.But Mr. Arévalo has also skillfully mounted an insurgent campaign, mixing the deployment of memes with serious positioning on issues like improving public health services. He has repeatedly said he would recruit prosecutors and judges who had been forced to leave Guatemala as advisers to aid him on tackling corruption.Some prominent establishment figures questioned Mr. Arévalo’s showing, arguing that it had less to do with his appeal than other factors.“Polls are not credible,” Ricardo Mendez Ruiz, the president of the Foundation Against Terrorism, a far-right organization that has sought to discredit anticorruption judges and prosecutors, wrote on Twitter. “The result is the responsibility of those who encouraged nullified votes. Arévalo has to thank them more than his voters.”Still, in a country where the winning electoral formula often includes deep-pocketed campaigns, occupying significant broadcast time on national television channels and the blessings of economic elites, Mr. Arévalo had “none of those,” said Marielos Chang, a political scientist at the Universidad del Valle in Guatemala City.“No one would have believed it when the presidential campaign began three months ago that Bernardo Arévalo would have enough votes to advance,” she said. More

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    Elecciones en Guatemala: lo que hay que saber

    Los comicios en la nación centroamericana están marcados por la exclusión de importantes candidatos y llamados a tomar medidas enérgicas contra la delincuencia.Guatemala, el país más poblado de Centroamérica, votará este domingo en unas elecciones presidenciales que están dirigiendo el foco de atención a la erosión del Estado de derecho en una nación que se ha convertido en una fuente importante de migración hacia Estados Unidos.La incipiente democracia del país tras el fin de una guerra civil hace unas cuatro décadas que dejó cientos de miles de personas desaparecidas o muertas —una de las más sangrientas en la historia reciente latinoamericana— ha decaído en años recientes bajo un gobierno cada vez más autoritario.El poder judicial se ha utilizado como arma arrojadiza y ha forzado al exilio a decenas de jueces y fiscales que se dedicaban a combatir la corrupción. La libertad de prensa también ha recibido ataques: este mes, el editor de un importante periódico que expuso muchos episodios de corrupción fue sentenciado a seis años de prisión tras haber sido acusado de delitos financieros.El Tribunal Supremo Electoral de Guatemala, un país de 18 millones de habitantes, ha incrementado las preocupaciones sobre los ataques a las normas democráticas tras haber descalificado a varios candidatos presidenciales importantes que eran percibidos como una amenaza a la clase política y económica dominante.La descalificación de varios candidatos de la contienda presidencial, entre ellos Carlos Pineda, ha generado dudas sobre la legitimidad de las elecciones del domingo.Daniele Volpe para The New York TimesLas tensiones en torno a la inestable democracia de Guatemala han dejado a algunos votantes desilusionados y preguntándose si deberían incluso molestarse en ir a votar.“Creo que no deberían celebrarse las elecciones”, afirmó Óscar Guillén, de 70 años, quien explicó que tenía planeado dejar su voto en blanco para expresar su descontento.Los electores todavía podrán elegir entre un nutrido grupo de más de 20 candidatos, ninguno de los cuales se prevé que obtenga una mayoría el domingo, lo que obligaría a ir a una segunda vuelta el 20 de agosto entre los dos primeros lugares.Las segundas vueltas se han vuelto comunes en Guatemala desde que los acuerdos de paz de 1996 pusieron fin un conflicto interno que duró 36 años y que estuvo marcado por brutales tácticas de contrainsurgencia que resultaron en un genocidio contra la comunidad indígena.El presidente actual de Guatemala, Alejandro Giammattei, tiene prohibido por ley buscar la reelección. Pero incluso luego de que un aumento pronunciado en los crímenes violentos y un costo de vida extremadamente alto causaron que el mandatario, conservador, sea profundamente impopular, los candidatos líderes en la contienda son de tendencia en general conservadora, lo que sugiere que habrá continuidad con la clase política dominante del país.La votación no es obligatoria en Guatemala y la tasa de abstención, que casi llegó al 40 por ciento en las últimas elecciones presidenciales en 2019, será observada de cerca como un indicador del descontento entre los electores.A continuación, lo que debes saber sobre las elecciones de este domingo.Sandra Torres parece ser la principal candidata, con niveles de apoyo que rondan el 20 por ciento.Daniele Volpe para The New York Times¿Quién se está postulando a la presidencia?Ninguno de los tres candidatos principales tiene proyectado obtener ni siquiera algo cercano a la mayoría necesaria para ganar en primera vuelta el domingo. En diferentes encuestas, Sandra Torres, una ex primera dama, parece ser la principal candidata, con niveles de apoyo que rondan el 20 por ciento. (Según las encuestas, los números del candidato presidencial del partido de Giammattei rondan cifras bajas de un solo dígito)Torres, de 67 años, estuvo casada con Álvaro Colom, presidente de Guatemala de 2008 a 2012 y quien falleció este año, a los 71 años de edad. Se divorciaron en 2011, cuando Torres intentó postularse por primera vez a la presidencia, en un intento de sortear una ley que prohíbe que los familiares del presidente puedan presentarse como candidatos.Torres no logró conseguir la autorización para postularse a la presidencia ese año, pero obtuvo el segundo lugar en las dos elecciones presidenciales más recientes. Después de las elecciones de 2019, fue acusada de cometer violaciones de financiación de campaña y pasó tiempo en arresto domiciliario.A finales del año pasado, un juez sentenció que no había suficientes pruebas para proceder al juicio de Torres, lo que le permitió volver a postularse. Durante la campaña, ha logrado conseguir el apoyo de su partido, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), el cual está bien arraigado y es ampliamente conocido en Guatemala.Torres, al igual que sus dos principales rivales, ha expresado admiración hacia la represión a las pandillas ejecutada por el gobierno del país vecino de El Salvador, la cual ha ayudado a disminuir los niveles de violencia, pero también ha planteado preocupaciones referentes a abusos de derechos humanos.Torres también ha prometido ampliar las transferencias de efectivo y la asistencia alimentaria para las familias de bajos recursos, valiéndose de su experiencia como primera dama, cuando fue el rostro de este tipo de iniciativas populares.Otra de las principales candidatas, Zury Ríos, de 55 años, es también una figura conocida en la política guatemalteca. Es la hija de Efraín Ríos Montt, quien fue dictador del país a principios de la década de 1980 y que fue condenado por genocidio en 2013 por intentar exterminar a los ixiles, un pueblo maya indígena de Guatemala.Aunque la evidencia contra su padre fue meticulosamente documentada y detallada en su juicio, Ríos ha negado repetidas veces que haya ocurrido un genocidio. Su partido ultraconservador está liderado por figuras que tienen vínculos con su padre.Sin embargo, aunque Ríos publicita sus credenciales conservadoras y su fe cristiana evangélica, tiene un historial más matizado como exdiputada del Congreso, donde forjó alianzas en un esfuerzo por obtener la aprobación legislativa para proyectos de ley enfocados a mejorar las condiciones para las mujeres y la comunidad LGBTQ.Otro de los principales aspirantes a la presidencia es Edmond Mulet, de 72 años, un abogado y experimentado exdiplomático que ha sido el embajador de Guatemala en Estados Unidos y la Unión Europea, así como jefe de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití.Si bien Mulet ha destacado su experiencia diplomática, también es conocido por su labor como abogado en la década de 1980, cuando fue arrestado en conexión con su trabajo organizando adopciones de niños guatemaltecos por parte de familias canadienses.Aunque fue puesto en libertad rápidamente y ha negado haber cometido algún delito, Mulet ha tenido que invertir tiempo en la campaña para explicar su participación en este episodio.En su campaña, Mulet está representando a un partido nuevo que no ocupa ningún escaño en el Congreso, pero que ha forjado una coalición competitiva de candidatos a nivel local y nacional para las elecciones del domingo. Entre sus propuestas se encuentran la creación de una pensión universal, el incremento de salarios policiales y la construcción de una nueva cárcel de máxima seguridad.Alrededor del 20 por ciento de los legisladores en el congreso de Guatemala enfrentan algún tipo de acusación por corrupción.Daniele Volpe para The New York Times¿Cuáles son los principales temas?Corrupción: Guatemala obtuvo elogios en la última década por sus esfuerzos para reducir la impunidad y la corrupción. Pero esa iniciativa, liderada por una comisión de investigadores internacionales respaldada por la ONU, fue sistemáticamente desmantelada en años recientes cuando los intereses políticos y económicos arraigados comenzaron a acosar a jueces y fiscales anticorrupción y a obligarlos a salir del país.Según grupos defensores de libertades civiles, la exclusión de candidatos importantes en las elecciones refleja cómo la élite está firmemente reafirmando su poder.Familiares alrededor del ataúd de Miguel Rojché Zapalu, uno de los hombres guatemaltecos que murieron en un incendio en un centro migratorio cerca de la frontera con Estados Unidos, durante su funeral en abril en Chicacao, una comunidad indígena.Daniele Volpe para The New York TimesMigración: Los guatemaltecos figuran entre los grupos de migrantes de más rápido crecimiento en Estados Unidos. El número de migrantes que llegan anualmente se ha incrementado cerca de 33 por ciento entre 2010 y 2021, de 830.000 a más de 1,1 millón.Existen varios factores que impulsan a los guatemaltecos a emigrar, en el que destaca la falta de oportunidades económicas: cerca del 59 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza.El gobierno de EE. UU. le dio prioridad a la lucha contra la corrupción y el fortalecimiento de la democracia en Guatemala y otros países centroamericanos al principio del mandato del presidente Biden, argumentando que eso evitaría que la gente abandonara su tierra natal.Pero esos esfuerzos han hecho muy poco para prevenir un retroceso de la democracia en la región o para reducir de forma notable el flujo de migrantes.Un acusado es escoltado a una audiencia en unn tribunal de Ciudad de Guatemala.Daniele Volpe para The New York TimesDelincuencia: Un tema importante durante toda la campaña electoral en Guatemala han sido los llamados a emular la represión a las pandillas realizada por el El Salvador, tras señalar la creciente frustración con los altos niveles de crímenes violentos.La cantidad de homicidios en Guatemala —impulsada en parte por pandillas poderosas— se incrementó casi 6 por ciento en 2022 con respecto al año anterior, y también ha habido un aumento marcado en el número de víctimas de homicidio que han mostrado señales de tortura. Muchos guatemaltecos citan el temor a la extorsión y el crimen como razones para emigrar. More