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    Francia está dispuesta a salvar el planeta. Pero no a costa de la carne

    El alcalde de Lyon, una capital del mundo gastronómico, decidió introducir un menú sin carne en las escuelas. Y así empezó un debate acalorado en el país.LYON, Francia — Grégory Doucet, el afable alcalde de Lyon y miembro del Partido Verde, no parece un revolucionario. Pero ha puesto patas arriba a Francia al anunciar el mes pasado que los menús de las escuelas primarias para 29.000 niños lioneses ya no incluirán carne.¡Un escándalo! Un decreto ecológico que podría marcar el fin de la gastronomía francesa, ¡incluso de la cultura francesa! Los ministros del gobierno del presidente de Francia, Emmanuel Macron, se enfrentaron. Si Lyon, la ciudad del hocico de ternera y las orejas de cerdo, del saucisson y los riñones, podía hacer algo así, el apocalipsis era sin duda inminente.“La reacción ha sido bastante sorprendente”, dijo Doucet, de 47 años.Es un hombre delgado, con un aire pícaro y una barba de chivo que le da el aspecto de uno de los tres mosqueteros de Dumas. Como neófito político elegido el año pasado, está claro que le parece un poco ridículo que él, un apóstol de lo menos, acabe teniendo más, sentado bajo un techo de siete metros en una cavernosa oficina de alcalde adornada con brocados y bustos de sus predecesores. El hecho de que la modificación de un menú escolar local haya dividido a la nación lo deja incrédulo.“Mi decisión fue puramente pragmática”, insistió, con los ojos brillantes: un medio para agilizar los almuerzos en tiempos de distanciamiento social ofreciendo un único menú en lugar de la tradicional elección de dos platillos.“Mi decisión fue puramente pragmática”, dijo el alcalde de Lyon, Grégory Doucet.Andrea Mantovani para The New York TimesNo es así, bramó Gérald Darmanin, el ministro del Interior. Tuiteó que la eliminación de la carne era un “insulto inaceptable a los agricultores y carniceros franceses” que delata una actitud “elitista y moralista”. Julien Denormandie, el ministro de Agricultura, calificó de “vergonzoso desde el punto de vista social” y “aberrante desde el punto de vista nutricional” la adopción del alcalde del almuerzo sin carne.Todo ello llevó a Barbara Pompili, ministra de Transición Ecológica, a hablar de los puntos de vista “prehistóricos”, llenos de “clichés trillados”, de estos hombres, llamando neandertales a dos de sus colegas de gabinete.Esta discusión acalorada por poco ilustra varias cosas. El gobierno y el partido de Macron, La République en Marche, siguen siendo un matrimonio incómodo de derecha e izquierda. La creciente popularidad de los Verdes, que dirigen no solo Lyon sino también Burdeos y Grenoble, ha agudizado un choque cultural entre los cruzados ecologistas urbanos y los defensores de la tradición francesa en el campo.Y no hay nada que ponga a los franceses tan malhumorados como el desacuerdo sobre la comida.Hay que decir que el alcalde hizo su jugada en una ciudad con una intensa tradición gastronómica. En la Boucherie François, a orillas del Ródano, un establecimiento centenario, la cultura lionesa de la carne está muy presente. El hígado y los riñones de ternera brillan; abundan los cortes de ternera asada envueltos en grasa de cerdo; las cabezas de pollos amarillos y blancos reposan sobre un mostrador; los saucissons, algunos con pistacho, adoptan todas las formas cilíndricas; el paté envuelto en hojaldre luce un núcleo de foie gras; y las manitas y orejas de cerdo delatan las inclinaciones carnívoras de esta ciudad.“El alcalde se equivocó”, afirma François Teixeira, carnicero que trabaja en François desde hace 19 años. “Esto no es bueno para la imagen de Lyon”.François Teixeira en su carnicería en Lyon. “El alcalde se equivocó”; dijo.Andrea Mantovani para The New York TimesCiertamente, la decisión del alcalde llega en un momento delicado. La derecha francesa ha expresado su indignación por el hecho de que el país esté siendo conducido a la fuerza, a través de un dogmatismo medioambiental políticamente correcto, hacia un futuro de bicicletas, autos eléctricos, veganismo, localívoros, crecimiento negativo para salvar al planeta y falta de alegría en general, algo que está muy lejos de rellenar hígados de ganso para deleite personal.El año pasado, Pierre Hurmic, alcalde de Burdeos por el Partido Verde, tocó una fibra sensible cuando rechazó el tradicional árbol de Navidad de la ciudad porque es “un árbol muerto”. La medida culinaria de Doucet formaba parte de “una agenda ideológica”, proclamaba el semanario de derecha Valeurs Actuelles en un artículo de portada. “Los comedores escolares de Lyon eran solo un pretexto”.Doucet, quien se describe a sí mismo como “flexitariano”, es decir, alguien que prefiere las verduras, pero que también come un poco de carne, sostiene que el Ministerio de Educación lo obligó a hacerlo. Al duplicar el distanciamiento social en las escuelas a dos metros, o más de dos metros, obligó al alcalde a acelerar el almuerzo ofreciendo un solo plato.“Es una ecuación matemática”, dijo. “Tienes el mismo número de mesas, pero tienes que poner menos niños en ellas, y no puedes empezar la pausa del almuerzo a las 10 a. m.”.Pero ¿por qué suprimir la carne? El alcalde, que tiene un hijo de siete años en la escuela primaria, puso los ojos en blanco. “¡No hemos pasado a un menú vegetariano! Todos los días, los niños pueden comer pescado o huevos”. Como un número importante de alumnos ya no comía carne, dijo, “simplemente tomamos el mínimo común denominador”.No fue, dijo Doucet, una decisión ideológica, aunque su objetivo a lo largo de su mandato sea ajustar los menús escolares hacia “una mayor proporción de proteínas vegetales”.El alcalde continuó: “Hoy en día, la mayoría de las veces no hay muchas opciones. No tienes la opción de ir a un museo, o al teatro, o al cine. Es indecente que la oposición de derecha diga que estoy pisoteando nuestras libertades en el contexto de un estado de emergencia”.Un retrato en Lyon de Paul Bocuse, uno de los chefs más reconocidos de Francia.Andrea Mantovani para The New York TimesMacron ha adoptado un acto de equilibrio entre su abrazo a un futuro verde y, como dijo el año pasado, su rechazo al “modelo Amish” para Francia. El presidente trata de diferenciar el ecologismo racional del punitivo o extremo.El presidente, que como es habitual tiende una red muy amplia de cara a las elecciones regionales de junio, quiere atraer a los agricultores conservadores y a la vez a una parte del voto verde. Durante una reciente visita a una granja, atacó los intentos de forjar una nueva agricultura basada en “invectivas, prohibiciones y demagogia”. En una aparente alusión al fiasco de Lyon, dijo que el “sentido común” debe prevalecer en las dietas equilibradas de los niños y señaló que “perdemos mucho tiempo en divisiones idiotas”.Su gobierno propuso una enmienda constitucional, la primera desde 2008, que, de ser aprobada en referéndum, añadiría una frase en la que Francia “garantiza la preservación del medioambiente y la diversidad biológica y lucha contra el cambio climático”.La derecha expresó su oposición al cambio. Todavía tiene que ser revisado por el Senado, de tendencia derechista. Otro proyecto de ley establece posibles reformas para un futuro más ecológico que incluyen la prohibición de los anuncios de combustibles fósiles y la eliminación de algunos vuelos nacionales de corta distancia.Doucet no está impresionado. “Macron no es un ecologista. Es un conservador moderno. Sabe que hay un problema, así que está dispuesto a hacer algunos cambios, pero no mide el tamaño del problema. ¿Puedes decirme una medida fuerte que haya tomado?”.Por ahora, los almuerzos escolares de Lyon sin carne se siguen sirviendo. Los niños parecen estar bien. El viernes, un tribunal administrativo de Lyon rechazó un intento de algunos padres, sindicatos agrícolas y políticos conservadores locales de anular la decisión del alcalde, dictaminando que la “simplificación temporal” de los menús escolares no suponía un riesgo para la salud de los niños.Doucet afirma que cuando la crisis sanitaria remita, pero no antes, podrá volver a ofrecer una selección de menús escolares que incluya carne. Mientras tanto, Denormandie, el ministro de Agricultura, pidió al prefecto de la zona de Lyon que investigue la legalidad del abandono de la carne.En los comedores escolares de Lyon todavía se sirven huevos y pescado.Andrea Mantovani para The New York Times“La acusación de Denormandie de que somos antisociales es una mentira”, me dijo Doucet. “Dijo que negábamos la carne a las personas más pobres y con vidas más precarias, lo cual es falso. Debería haber sido despedido de inmediato”.Boris Charetiers, miembro de una asociación de padres, dijo que el alcalde estaba siendo observado atentamente. “Estamos vigilantes”, dijo. “No queremos que esta sea una decisión definitiva. Nuestros hijos no pueden ser rehenes de una convicción política ecológica”.En cuanto a Teixeira, el carnicero, dirigió la mirada con aprecio a la amplia selección de carne. “Por algo tenemos dientes caninos”, dijo.Gaëlle Fournier colaboró con el reportaje desde París.Roger Cohen es el jefe de la oficina de París del Times. Fue columnista de Opinión de 2009 a 2020. Ha trabajado para el Times durante más de 30 años y se ha sido corresponsal extranjero y editor extranjero. Criado en Sudáfrica y Gran Bretaña, es un estadounidense naturalizado. @NYTimesCohen More

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    Can France’s Far Right Win Over the ‘Beavers’? One Mayor Shows How

    AdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storyCan France’s Far Right Win Over the ‘Beavers’? One Mayor Shows HowIn the southern city of Perpignan, voters who had long built a dam against the far right turned in the last election. Some wonder whether it’s a harbinger of things to come.Last year Perpignan became the largest city to come under the control of the National Rally, the far-right party led by Marine Le Pen.Credit…Dmitry Kostyukov for The New York TimesNorimitsu Onishi and March 13, 2021, 5:28 a.m. ETLire en françaisPERPIGNAN, France — Riding high in the polls ahead of the next presidential election, feeling they’ve won the battle over ideas, smelling blood in the Élysée Palace, leaders of France’s far right cocked their eyes across the land at perhaps the one thing standing between them and power: beavers.That is what some French call the voters who, time and again, have cast political differences aside and put in power anyone but far-right candidates — raising a dam against them as real beavers do against predators. Voters did precisely that in 2014 in Perpignan, a medieval city of pastel-color buildings on the Mediterranean near the border with Spain.But last year, the dam broke and Perpignan became the largest city under the control of the National Rally, the far-right party led by Marine Le Pen. Today the city of more than 120,000 is being closely watched as an incubator of far-right strategy and as a potential harbinger of what a presidential election rematch pitting Ms. Le Pen against President Emmanuel Macron could look like.A victory for Ms. Le Pen would be earth-shattering for France, and all of Europe. It has been an article of faith in France that a party whose leadership has long shown flashes of anti-Semitism, Nazi nostalgia and anti-immigrant bigotry would never make it through the country’s two-stage presidential electoral juggernaut.But steadily her party has advanced farther than many French have been prepared to countenance, and Ms. Le Pen’s debut in the final round of France’s last presidential election in 2017 came as a shock to the system.She may still be a relative long shot, given the party’s history in France, but for now perhaps not as long as she once was. Recent polls show her matching Mr. Macron in the first round of next year’s presidential contest and trailing by a few points in a second-round runoff. In a poll released Thursday, 48 percent of respondents said Ms. Le Pen would probably be France’s next president, up 7 percent compared with half a year ago.“They’ve been forming dams since 2002 now,” said Louis Aliot, the mayor of Perpignan and a longtime National Rally leader. “So to ask them again to form a dam with Macron — but what’s changed? Nothing at all.” Voter-built dams were no longer effective, unlike those made by the animal, he said, adding, “When beavers build dams, it works.”The mayor of Perpignan, Louis Aliot, succeeded in softening the party’s image in Perpignan.Credit…Dmitry Kostyukov for The New York TimesIn 2014, many voters on the left and right had successfully united in a “Republican front” against Mr. Aliot — the same way they raised a dam against Ms. Le Pen in the 2017 presidential election won by Mr. Macron.But in the intervening years, Mr. Aliot succeeded in softening the party’s image in Perpignan and won new converts, even as disillusioned beavers stayed home or left blank ballots on voting day in 2020. Mr. Aliot won handily — in a rematch against his opponent of 2014 who, like Mr. Macron, had tilted rightward and marketed himself as the best check against the far right.Nationally, Ms. Le Pen, who was Mr. Aliot’s common-law partner for a decade until 2019, has hewed to the same playbook in sanitizing her party’s image, even amid questions about the depth and sincerity of those efforts.She has softened the party’s longtime populist economic agenda — for instance, by dropping a proposal to exit the euro and by promoting green reindustrialization — while holding onto or even toughening the party’s core, hard-line positions on immigration, Islam and security.The effort by the party to wade into the mainstream has presented a special quandary for Mr. Macron. Sensing the political threat, and lacking a real challenge on his left, he has tried to fight the National Rally on its own turf — moving to the right to vie for voters who might be tempted to defect to it. Doing so, Mr. Macron hopes to keep the far right at bay.But the shift also helps destigmatize the far right, or at least many of its messages, argue National Rally leaders, some members of Mr. Macron’s own party and political analysts. Mr. Macron’s strategy may have the unintended consequence of helping the National Rally in its decades-long struggle to become a normal party, they say. “It legitimizes what we’ve been saying,” Mr. Aliot said. “These are the people who’ve been saying for 30 years: Be careful, they’re nasty, they’re fascists, because they target Muslims. All of a sudden, they’re talking like us.”Mr. Macron and his ministers, in recent months, have tried to appropriate the extreme right’s issues with new policies and dog whistles, talking tough on crime and pushing through security bills to try to limit filming of the police, which was dropped after protests, and crack down on what they call Islamist separatism. In a recent televised debate, the interior minister, Gérald Darmanin, even accused Ms. Le Pen of being “shaky” and “softer than we are” on Islamism.President Emmanuel Macron has tried to fight the National Rally on its own turf — moving to the right to vie for voters who might be tempted to defect to it.Credit…Pool photo by Thomas CoexMarine Le Pen has been sanitizing her party’s image, even amid questions about the depth and sincerity of those efforts.Credit…Alain Jocard/Agence France-Presse — Getty ImagesThey have turned to identity politics, ordering an investigation into “Islamo-leftism” at French universities and other so-called American-inspired ideas that they say threaten to undermine French values.“The more we go on their ground, the stronger we make them,” Jean-Michel Mis, a national lawmaker from Mr. Macron’s party, said of the National Rally. “So their leaders are very pleased because, in the end, we’re legitimizing their campaign themes.”Nicolas Lebourg, a political scientist specializing on the National Rally, said that adopting the far right’s themes has often backfired. “What they’re currently doing is campaigning for Marine Le Pen,” he said.Even as Mr. Macron has portrayed himself as the best candidate to protect France from the far right, polls show voters may be growing weary of being asked to vote against a candidate, rather than for one.Among the former beavers of Perpignan were Jacques and Régine Talau, a retired couple who had always voted for the mainstream right, helping build the dam against the far right in Perpignan in 2014 and in the presidential election of 2017.Historically conservative and economically depressed, Perpignan was perhaps naturally receptive to Ms. Le Pen’s party, which had won smaller, struggling cities in the south and north in recent years. But winning over the Talaus of Perpignan was a tipping point.Their neighborhood, Mas Llaro, an area of stately homes on large plots amid vineyards on the city’s eastern fringe, is Perpignan’s wealthiest. In 2020, more than 60 percent of its residents voted for Mr. Aliot — 7 percentage points higher than his overall tally and 10 percentage points more than in 2014.Among the former “beavers” of Perpignan were Jacques Talau, left, and his wife, Régine, center, a retired couple who had always voted for the mainstream right.Credit…Dmitry Kostyukov for The New York TimesMas Llaro had always voted for the mainstream right.But disillusioned and weary of the status quo, the Talaus, like many others, voted for the first time for the far right last year, drawn by Mr. Aliot’s emphasis on cleanliness and crime, saying their home had been broken into twice.Though satisfied with the mayor’s performance, Mr. Talau said he would still join the dam against the far right in next year’s presidential contest and hold his nose to vote for Mr. Macron. But Ms. Talau was now considering casting a ballot for Ms. Le Pen.“She’s put water in her wine,” Ms. Talau said, adding that Mr. Macron was not “tough enough.”Mr. Aliot’s opponent in 2014 and 2020, a center-right politician named Jean-Marc Pujol, had pressed further to the right in an unsuccessful move to fend off the far right. He increased the number of police officers, giving Perpignan the highest number per capita of any large city in France, according to government data.Even so, many of his core supporters appeared to trust the far right more on crime and still defected, while many left-leaning beavers complained that they had been ignored and refused to take part in dam-building again, said Agnès Langevine, who represented the Greens and the Socialists in the 2020 mayoral election.“And they told us, ‘In 2022, if it’s between Macron and Le Pen, I won’t do it again,’ ” she added.Mr. Lebourg, the political scientist, said that Mr. Aliot had also won over conservative, upper-income voters by adopting a mainstream economic message — the same strategy adopted by Ms. Le Pen.Since taking over the party a decade ago, she has worked hard at “dédiabolisation” — or “de-demonizing” — the party.A war memorial in Perpignan, a conservative and economically depressed city that has been receptive to the National Rally party’s message.Credit…Dmitry Kostyukov for The New York TimesIn 2015, Ms. Le Pen expelled her own father, Jean-Marie Le Pen, who founded the party and had a long history of playing down the Holocaust.While she popularized dog whistles like “turning savage,” she consciously stayed clear of explosive language conjuring up a supposed “great replacement” of France’s white population by African and Muslim immigrants. In 2018, she rebranded the National Front as the more inclusive “Rally.”Still, the party wants to toughen migration policies for foreign students and reduce net immigration by twentyfold.It also wants to ban the public wearing of the Muslim veil and limit the “presence of ostentatious elements” outside religious buildings if they clash with the environment, in an apparent reference to minarets.In Perpignan, Mr. Aliot has focused on crime, spending $9.5 million to hire 30 new police officers, open new stations, and set up bicycle and nighttime patrols, responding to an increase in drug trafficking.Jeanne Mercier, 24, a left-leaning voter, said many around her had been “seduced” by the far-right mayor.Camille Rosa, left, a left-leaning voter, said she doesn’t know whether she would join again in building a dam against Ms. Le Pen in presidential elections next year.Credit…Dmitry Kostyukov for The New York Times“We’re the test to show France that the National Front is making things work and that people are rallying and are happy,” she said, referring to the party by its old name. “In the end, it’s not the devil that we imagined.”Camille Rosa, 35, said she doesn’t know whether she would join again in building a dam against Ms. Le Pen next year. The attacks by the president’s ministers against “Islamo-leftism” and scholars on feminism, gender and race had fundamentally changed her view of the government of Mr. Macron.“I have the impression that their enemies are no longer the extreme right at all,” she said, “but it’s us, people on the left.”AdvertisementContinue reading the main story More

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    À Perpignan, l’extrême-droite rallie ‘les castors’

    AdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storyÀ Perpignan, l’extrême-droite rallie ‘les castors’Dans cette ville méridionale, des électeurs qui avaient longtemps fait barrage à l’extrême-droite ont basculé aux dernières municipales. Un signe avant-coureur pour la prochaine présidentielle?Perpignan est devenue l’an dernier la plus grande ville de France à passer sous contrôle  du Rassemblement National, le parti d’extrême-droite dirigé par Marine Le Pen.Credit…Dmitry Kostyukov pour The New York TimesNorimitsu Onishi and March 13, 2021, 5:28 a.m. ETRead in EnglishPERPIGNAN, France — Forts de bons sondages en amont de la prochaine élection présidentielle, estimant avoir gagné la bataille des idées et sentant le vent tourner à l’Élysée, les leaders de l’extrême-droite française n’ont peut-être plus qu’un obstacle entre eux et le pouvoir: les castors.C’est ainsi que certains en France surnomment ceux qui, d’un scrutin à l’autre, laissant de côté leurs différences politiques, choisissent d’élire n’importe qui plutôt que les candidats d’extrême-droite — érigeant un barrage contre ces derniers comme le font les vrais castors pour se protéger des prédateurs. C’est précisément ce qu’ont fait, aux municipales de 2014, les électeurs de Perpignan, cette ville médiévale méditerranéenne aux bâtisses couleur pastel située non loin de la frontière espagnole.Mais l’année dernière le barrage a cédé, et Perpignan est devenue la plus grande ville à passer sous contrôle du Rassemblement National d’extrême-droite que dirige Marine Le Pen. Aujourd’hui, cette ville de plus de 120 000 habitants est scrutée avec attention : elle est un incubateur de la stratégie de l’extrême-droite et un potentiel signe avant-coureur de ce à quoi pourrait ressembler le deuxième match présidentiel opposant Marine Le Pen à Emmanuel Macron.Une victoire de Mme Le Pen bouleverserait la France et l’Europe entière. Il a longtemps été considéré comme un principe acquis qu’un parti dont la direction a montré des signes d’antisémitisme, de nostalgie du nazisme et d’intolérance anti-immigrés n’arriverait jamais à remporter l’élection présidentielle.Mais petit à petit, son parti a progressé bien plus que beaucoup de Français n’étaient prêts à l’admettre. L’arrivée de Mme Le Pen au second tour de la dernière présidentielle française, en 2017, a été un électrochoc pour le système.Son combat est loin d’être gagné, vu l’historique de son parti en France, mais peut–être s’est-elle rapprochée de la ligne d’arrivée. Un sondage récent lui attribue un score égal à celui de M. Macron au premier tour de l’élection présidentielle de l’année prochaine, et une défaite par quelques points seulement au second. D’après un sondage publié jeudi dernier, 48% des Français estiment probable la victoire de Marine Le Pen à la présidentielle, soit 7% de plus qu’il y a six mois.“Ils ont fait barrage depuis 2002 maintenant”, dit Louis Aliot, maire de Perpignan et cacique de longue date du Rassemblement National. “Alors leur redemander de faire barrage avec Macron, mais qu’est-ce qui a changé? Rien du tout.” Les barrages des électeurs ne sont plus efficaces, contrairement à ceux de l’animal, estime-t-il. “Les castors, quand ils construisent des barrages, ça marche.”Le maire de Perpignan, Louis Aliot, a réussi à modérer l’image de son parti  à Perpignan.Credit…Dmitry Kostyukov pour The New York TimesEn 2014, de nombreux électeurs de gauche comme de droite avaient formé avec succès un “front républicain” contre M. Aliot — de la même manière qu’ils avaient fait barrage à Mme Le Pen pour l’élection présidentielle de 2017 remportée par M. Macron.Mais depuis lors, M. Aliot a réussi à adoucir l’image du parti à Perpignan et à convertir de nouveaux électeurs, tandis que certains castors désabusés sont restés chez eux ou ont voté blanc le jour de l’élection en 2020. M. Aliot a gagné haut la main — une forme de revanche contre le même adversaire qu’en 2014 qui, comme M. Macron, avait viré à droite et s’était présenté comme le meilleur rempart contre l’extrême-droite.À l’échelle nationale, Mme Le Pen, qui fut pendant dix ans, jusqu’en 2019, la partenaire au civil de M. Aliot, adopte la même tactique d’assainissement de l’image de son parti, même si des questions demeurent quant à la réalité et la sincérité de ses efforts.Elle a modéré le programme économique longtemps populiste de son parti — en renonçant par exemple à la proposition d’abandonner l’euro et en promouvant la réindustrialisation verte — tout en perpétuant, voire en durcissant, les positions-clés et fermes du parti sur l’immigration, l’islam et la sécurité.Les efforts que déploie le parti pour se fondre dans les courants politiques traditionnels mettent M. Macron face à un dilemme. Sentant le danger politique à droite et sans réel challenger à sa gauche, il tente de combattre le Rassemblement National sur son propre terrain — en opérant un glissement vers la droite pour disputer à ce dernier les électeurs tentés de changer de camp. Ce faisant, M. Macron espère tenir l’extrême-droite à distance.Mais ce changement a aussi contribué à destigmatiser l’extrême-droite, tout du moins nombre de ses propositions, selon les leaders du Rassemblement National, des membres du propre parti de M. Macron, et des politologues. La stratégie de M. Macron pourrait avoir la conséquence imprévue d’aider le Rassemblement National dans son combat de plusieurs décennies pour devenir un parti normal, préviennent-ils.“Ça légitime ce qu’on dit”, dit M Aliot. “C’est des gens qui vous ont dit pendant 30 ans : attention, ceux-là ils sont méchants, ce sont des fachos, parce qu’ils s’en prennent aux musulmans. Tout d’un coup ils parlent comme nous.”Ces derniers mois, M. Macron et ses ministres ont tenté de s’approprier des thèmes chers à l’extrême-droite au moyen de politiques et d’expressions nouvelles. Ils ont adopté une posture ferme sur la criminalité, proposé des lois pour limiter la diffusion des images de policiers — abandonnées suite à des manifestations — et sévi sur ce qu’ils nomment le séparatisme islamiste. Lors d’un récent débat télévisé face à Marine Le Pen, le ministre de l’Intérieur Gérald Darmanin accusait celle-ci d’être “branlante” et “plus molle” sur l’islamisme que le gouvernement.Emmanuel Macron entreprend de combattre le Rassemblement National sur son propre terrain — glissant vers la droite pour disputer à ce dernier les électeurs tentés de faire défection.Credit…Pool photo by Thomas CoexMarine Le Pen tente d’assainissement l’image de son parti, même si des questions demeurent quant à la réalité et la sincérité de ses efforts.Credit…Alain Jocard/Agence France-Presse — Getty ImagesIls ont adopté une stratégie identitaire, commandant une enquête sur “l’islamo-gauchisme” dans les universités françaises et d’autres idées supposées d’inspiration américaine qu’ils accusent de saper les valeurs françaises.“Plus on va sur leur terrain, plus on les renforce”, estime Jean-Michel Mis, un député de La République En Marche, au sujet du Rassemblement National. “Donc leurs dirigeants sont très contents parce que finalement on légitime leurs thèmes de campagne.”Pour Nicolas Lebourg, un politologue spécialiste du Rassemblement National, l’adoption des thèmes de l’extrême-droite est souvent contre-productive. “Ce qu’ils sont en train de faire, c’est faire la campagne de Marine Le Pen,” explique-t-il.Alors que M. Macron se présente comme le meilleur candidat pour protéger la France de l’extrême-droite, les sondages démontrent que les électeurs sont de plus en plus las d’être toujours appelés à voter contre, plutôt que pour, un candidat.Jacques et Régine Talau comptent parmi les anciens castors de Perpignan. Ce couple de retraités avait toujours voté pour la droite classique et avait contribué au barrage contre l’extrême-droite lors des municipales de 2014, puis des élections présidentielles de 2017.Historiquement à droite et en proie aux difficultés économiques, Perpignan était sans doute un terrain naturel pour le parti de Mme Le Pen qui, ces dernières années, avait remporté de petites villes sinistrées dans le sud et le nord du pays. Mais le ralliement du couple Talau a marqué un tournant.Leur quartier, le Mas Llaro, une succession de demeures cossues construites sur de larges parcelles au milieu des vignobles, à la périphérie est de la ville, est la plus riche de Perpignan. En 2020, plus de 60% de ses résidents ont voté pour M Aliot — 7 points de plus que sa moyenne dans la ville et 10 de plus qu’en 2014.Parmi les anciens castors de Perpignan, il y a Jacques Talau, à gauche, et sa femme Régine, des retraités qui votaient toujours pour la droite classique.Credit…Dmitry Kostyukov pour The New York TimesLe Mas Llaro a toujours voté pour la droite traditionnelle.Mais, désabusés et lassés du statu quo, les Talaus, comme bien d’autres, ont voté pour la première fois pour l’extrême-droite l’année dernière, séduits par l’accent mis par M. Aliot sur la propreté et la criminalité. Leur maison a été cambriolée deux fois, disent-ils.Bien que satisfait du bilan du maire, M. Talau indique qu’il se ralliera quand même au barrage contre l’extrême-droite pour la prochaine présidentielle et votera Macron en se bouchant le nez. En revanche, Mme Talau envisage désormais de voter pour Marine Le Pen.“Elle a mis de l’eau dans son vin”, estime Mme Talau, ajoutant que M. Macron n’est “pas assez dur”.L’adversaire de M. Aliot en 2014 et 2020, Jean-Marc Pujol, candidate du centre-droit, avait viré davantage vers la droite pour tenter, sans succès, de contrer l’extrême-droite. Il avait gonflé les effectifs de la police, d’après les statistiques gouvernementales, faisant de Perpignan la grande ville de France avec le plus grand nombre de policiers par habitant. Malgré cela, nombre de ses partisans historiques semblent avoir davantage fait confiance à l’extrême droite sur le sujet de la criminalité, et fait défection. De nombreux de castors à gauche se sont plaints d’avoir été ignorés et ont refusé de participer une nouvelle fois à la construction de barrages, dit Agnès Langevine, la candidate des Verts et des Socialistes aux municipales de 2020.“Et ils nous disaient : en 2022, si c’est un Macron-Le Pen, je ne ferai pas plus,” ajoute-t-elle.M. Lebourg, le politologue, estime que M. Aliot a aussi gagné le vote des riches électeurs conservateurs comme les Talaus en adoptant un message économique classique — la même stratégie qu’adopte Mme Le Pen.. Depuis qu’elle a pris les rênes du parti il y a dix ans, Mme Le Pen travaille dur pour “dédiaboliser” le parti.Un monument aux morts à Perpignan, une ville historiquement à droite, en proie à des difficultés économiques, et sensible à la rhétorique du Ralliement National. Credit…Dmitry Kostyukov for The New York TimesEn 2015, elle a expulsé son propre père, Jean-Marie Le Pen, qui avait fondé le parti et a longtemps minimisé l’Holocauste.Tout en popularisant des expressions comme “l’ensauvagement”, elle a consciemment évité tout langage explosif évoquant un supposé “grand remplacement” de la population française blanche par les immigrants africains et musulmans. En 2018, elle a rebaptisé le Front National du nom plus inclusif de “Rassemblement”.Le parti veut cependant durcir les politiques migratoires pour les étudiants étrangers et diviser le solde migratoire par vingt.Il veut aussi interdire le port du voile musulman en public et limiter la “présence d’éléments ostentatoires” à l’extérieur des lieux de culte s’ils ne s’accordent pas avec l’environnement, dans une référence apparente aux minarets.À Perpignan, M. Aliot s’est concentré sur la criminalité, dépensant 8 millions d’euros pour l’embauche de 30 nouveaux policiers, l’ouverture de nouveaux commissariats et la mise en place de patrouilles à vélo et nocturnes, en réponse à une augmentation du trafic de drogues.Jeanne Mercier, une électrice de gauche âgée de 24 ans, dit que beaucoup gens autour d’elle ont été “séduits” par le maire d’extrême-droite.Camille Rosa, à gauche, vote à gauche, mais ne sait pas si elle fera de nouveau barrage contre Marine Le Pen lors des élections présidentielles de 2022.Credit…Dmitry Kostyukov pour The New York Times“On est le test pour montrer à la France que le FN fonctionne et les gens adhèrent et sont contents”, dit-t-elle, utilisant l’ancien nom du parti. “Finalement c’est pas tant le diable que ça.”Camille Rosa, 35 ans, ne sait pas si elle fera à nouveau barrage contre Mme Le Pen l’année prochaine. Les attaques des ministres du président contre “l’islamo-gauchisme” et les universitaires spécialistes du féminisme, du genre ou des questions raciales ont changé son regard sur le gouvernement de M Macron.“J’ai l’impression que leurs ennemis, ce n’est plus du tout l’extrême-droite”, dit-elle, “mais c’est nous, les personnes de gauche”.AdvertisementContinue reading the main story More