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    Venezuela: el largo retorno a la negociación

    Con la designación de nuevas autoridades electorales, Venezuela inicia, otra vez, la posibilidad de una negociación para salir de la crisis.Los planes opositores —desde la imposición de un gobierno interino hasta una supuesta implosión dentro del sector militar, pasando por la fantasía de una invasión desde Estados Unidos comandada por Donald Trump— fracasaron rotundamente. Y las maniobras del chavismo por conseguir alguna mínima legitimidad internacional y por lograr eliminar las sanciones internacionales al régimen no han tenido ningún éxito. Ambos bandos, nuevamente, están obligados a regresar a lo que detestan: reconocerse y tratar de llegar a un acuerdo.Las dudas, entonces, vuelven a dar vueltas en el aire: ¿Es posible, acaso, confiar en el chavismo, que ha desarrollado un modelo autoritario y ha demostrado que solo usa la negociación para ganar tiempo y buscar legitimidad? ¿Es posible confiar en una oposición dividida, con planes muy diversos, que ya ha demostrado que no es capaz de negociar ni siquiera consigo misma? En ambos casos, la respuesta es no.Quizás ninguno de los dos lados entiende algo indispensable: sobre la mesa de negociación no están las intenciones. La confianza no se debe poner en lo que piensa o en lo que desea cada bando sino en los acuerdos concretos que se establezcan para mejorar, aunque sea poco, las condiciones de los venezolanos; y en los procedimientos y en las garantías que haya para que estos acuerdos se cumplan. No es lo ideal. Es lo posible.Una de las consecuencias más peligrosas y nefastas de la polarización política es el purismo moral: el proceso que sacraliza la propia opción política convirtiendo cualquier postura diferente en una suerte de pecado ético, de enfermedad social. Tanto el chavismo como la oposición hablan desde el “lado correcto de la historia”, se proclaman y declaran como estandartes de verdades inamovibles, como destinos religiosos. Desde estas perspectivas, obviamente, cualquier tipo de acuerdo con un adversario solo es una forma de traición.Pensar que la única negociación posible implica la salida de Nicolás Maduro de la presidencia y la renuncia del chavismo a todas sus cuotas de poder es tan ingenuo e irreal como, del otro lado, proponer como condiciones para la negociación el levantamiento inmediato de las sanciones sobre Venezuela y el reconocimiento internacional de los poderes ilegalmente constituidos. Hay que comenzar por cambiar el punto de partida. “Todavía ninguna de las partes quiere terminar de aceptar que la negociación no es una opción sino que es la única opción verdadera”, ha dicho el experto en políticas públicas Michael Penfold.La tragedia del país en tan enorme como compleja: abarca una crisis política que mantiene dos gobiernos paralelos, dos asambleas y un proyecto en marcha de un parlamento comunal; una debacle económica casi absoluta, con cifras récord de inflación y un aparato productivo destruido. La situación social es alarmante, a nivel de emergencia humanitaria, agravada además por las sanciones y la pandemia. Y a esto habría que sumarle los problemas con el crimen organizado, con el narcotráfico, con la guerrilla colombiana, con la minería ilegal en el Amazonas venezolano…El empleo sistemático de la represión y de la censura estatal, la persecución institucional de cualquier disidencia, el ataque a medios de comunicación y organizaciones no gubernamentales, han permitido al chavismo consolidar una dictadura eficaz, que garantice su permanencia en el poder. Pero sigue siendo gobierno pésimo, corrupto y negligente, incapaz de resolver los problemas del país. El chavismo puede administrar el caos pero no puede conjurarlo ni solucionarlo.Este país inviable forma parte del dilema interno del chavismo y también de cualquier posible negociación. La situación de la gran mayoría de la población, sometida por la pobreza y con el riesgo de la pandemia, es cada vez más crítica. Durante un tiempo, tanto el chavismo como la oposición usaron esta realidad como elemento de presión. Por fin, ahora el primer punto del acuerdo parece estar centrado en la atención a la urgente necesidad de atención médica y alimenticia de los venezolanos. Un programa de vacunación masiva solo debe ser el inicio de un plan conjunto, que reúna a todos los sectores de la sociedad alrededor de esa prioridad.Nada garantiza que estos esfuerzos, sin embargo, signifiquen el inicio del camino hacia la reinstitucionalización o hacia la vuelta a la democracia en el país. Venezuela no parece estar cerca de una transición. Pero ciertamente hay un cambio importante en el escenario político. Aunque el chavismo se encuentre más consolidado internamente en su modelo autoritario, sigue sin poder resolver su problema con la comunidad internacional. Eso lo obliga a negociar.La oposición está en una posición menos ventajosa. Necesita negociar para, entre otras cosas, reinventarse. Y tal vez debería empezar por dar la cara ante la ciudadanía, por ofrecer una disculpa y un argumento que haga más digerible el salto que va del “cese de la usurpación” a la “mesa de negociación”. El largo retorno al verbo negociar supone un cambio profundo en el ánimo colectivo y demanda una explicación.La designación de las nuevas autoridades del Consejo Nacional Electoral, aun teniendo una mayoría chavista, abre la posibilidad de garantizar unas elecciones más equilibradas y transparentes, confiables, con observación internacional; permite retomar el camino de la política y del voto. También vuelve a abrir un viejo dilema: La negociación con el chavismo y la participación de la oposición en un proceso electoral ¿legitiman la dictadura? Sí, probablemente. Pero también permiten conquistar otros espacios, crear y establecer otras relaciones, interactuar de otra manera con la sociedad civil organizada, generar una comunicación distinta y directa con la población. No solo es un tema de estrategia sino de redefinición del proceso, de la acción política. Como dice la politóloga Maryhen Jiménez: “Si la democracia es el destino, la democracia también tiene que ser la ruta hacia ella”.Una mesa de negociación no es una fiesta. Es una reunión forzada, donde además intervienen muchos otros actores, donde existen distintos niveles de interacción y debate. ¿Hasta dónde está dispuesto a ceder y a perder el chavismo? Es muy difícil saberlo. De entrada, de seguro solo intenta eliminar las sanciones sin arriesgar su control autoritario en el país. La oposición y la ciudadanía pueden enfrentar esto negociando y presionando.No hay otra manera de hacer política que la impureza. La única forma de intervenir en la historia es contaminándose con ella. No existe otra alternativa.Alberto Barrera Tyszka (@Barreratyszka) es escritor venezolano. Su libro más reciente es la novela Mujeres que matan. More

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    La lección de Zapatero o cómo no negociar con Maduro

    MADRID — La determinación diplomática de José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela es inversamente proporcional a sus logros. Tras 40 viajes y seis años de misión, el expresidente español no está más cerca de frenar la deriva autoritaria del régimen o de aliviar la situación de los venezolanos. Tampoco le queda ya crédito mediador. Llegó el momento de agradecerle los servicios prestados y pedirle que dé un paso a un lado.No hay motivo para dudar de la sinceridad de Zapatero en su propósito de recuperar la convivencia democrática en Venezuela. Pero tampoco los hay para creer que haya regresado de sus viajes con nada salvo una valiosa lección sobre cómo no negociar con el autoritarismo. Su estrategia de apaciguamiento y diplomacia cándida ha ofrecido a Nicolas Maduro legitimidad sin apenas contraprestaciones, una combinación conveniente para un líder decidido a perpetuarse en el poder.Más allá de las simpatías y rechazos que genera, Zapatero es un político tolerante que impulsó importantes derechos sociales en España y ha mantenido una respetuosa distancia con la política doméstica tras su paso por el poder. Pero su legado internacional como estadista —el nacional quedó dañado por su gestión de los primeros años de la Gran Recesión— ha sido malogrado por la falta de neutralidad en la búsqueda de soluciones. No supo ver la fina línea que separa, al tratar con un autócrata, la utilidad de ser utilizado.El último viaje del expresidente español a Venezuela, a principios de mes, tenía el propósito de fomentar el deshielo entre Maduro y el gobierno estadounidense de Joe Biden, en un intento de reducir las sanciones internacionales. El líder chavista, enfundado en el disfraz de líder conciliador, se muestra dispuesto, de un tiempo a esta parte, a dialogar con quienes declaró sus enemigos, fuera y dentro del país. Entre sus guiños se incluye la designación de un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) con presencia no mayoritaria de la oposición y la medida de casa por cárcel otorgada a seis exejecutivos de Citgo —cinco de ellos ciudadanos estadounidenses—, filial de PDVSA en Estados Unidos. Todo sería más creíble si cesara el asalto a las instituciones, la perversión de las reglas democráticas y la persecución de los críticos, confirmada la semana pasada con el embargo de la sede del diario El Nacional.Frente a quienes desconfían de Maduro está la posición de Zapatero, favorable a concederle el beneficio de la duda las veces que haga falta. El político español ha legitimado en el pasado las elecciones ganadas con ventajismo autoritario por el chavismo e interpreta el conflicto desde una falsa equidistancia entre el régimen y quienes lo padecen. Entre sus logros quedan las liberaciones puntuales de presos políticos, que no detuvieron la represión ni fueron seguidas de una apertura sincera.Zapatero dinamitó en estos seis años su credibilidad ante los actores clave del conflicto venezolano, incluidos Estados Unidos, la Unión Europea y su propio país, España, cuyo gobierno se ha distanciado en varias ocasiones de lo que considera iniciativas personales. La desconfianza es aún mayor en la oposición venezolana, donde el expresidente español hace tiempo que es visto como un obstáculo para la democracia en Venezuela. “Zapatero intenta blanquear la dictadura”, decía en una entrevista reciente Juan Guaidó.El líder opositor exagera al darle esa intencionalidad a las acciones de Zapatero. Y, sin embargo, el político socialista comparte responsabilidad en que sea percibido más como el ministro de Exteriores de Maduro que como un mediador neutral. Pudo aprovechar su acceso al régimen para hacer entender a sus dirigentes que debían ganarse con hechos la creación de un escenario de diálogo internacional. No lo logró y Guaidó ha delegado ahora en mediadores noruegos, más creíbles e independientes, la interlocución con Maduro.Cualquier concesión al régimen debe condicionarse al establecimiento de una ruta democrática y verificable, cuyo primer paso sería la convocatoria de elecciones libres. El nuevo CNE, que organizará los comicios regionales y locales del 21 de noviembre, sigue teniendo una mayoría de miembros chavistas: creer en su independencia exige un incondicional acto de fe. Lo cierto es que, con las principales instituciones del país bajo control gubernamental, incluido el Tribunal Supremo de Justicia, Maduro no está en condiciones de ofrecer garantías democráticas. La única alternativa viable es poner el sistema electoral venezolano, de forma temporal, en manos de un organismo internacional independiente.Varias entidades de las Naciones Unidas ofrecen esa posibilidad a los Estados donde los adversarios políticos son incapaces de reconocer un resultado. En 1999, asistí en Timor Oriental a una de esas votaciones, que tienen la ventaja de ofrecer resultados vinculantes e indisputables. Ante la incapacidad de Indonesia de organizar un referéndum por la independencia con las mínimas garantías, funcionarios de la ONU se hicieron cargo de todos los pasos, desde la impresión de las papeletas al recuento.Maduro podría ofrecer una oportunidad a la ONU para hacer creíble su promesa de respetar la voluntad popular. Es pronto para saber si la nueva actitud conciliadora del líder chavista es una trampa o un intento sincero de cambio. Lo seguro es que la segunda opción pasa irremediablemente por una acción diplomática coordinada, coherente y decidida de la comunidad internacional, con Estados Unidos y la Unión Europea al frente. En ese nuevo escenario, y una vez aprendidas las lecciones de los últimos años, Zapatero debería aceptar que su etapa venezolana se agotó. La mejor ayuda que podría prestar es hacerse a un lado.David Jiménez (@DavidJimenezTW) es escritor y periodista de España. Su libro más reciente es El director. More

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    Venezuela to Vote in an Election the Opposition Calls a Charade

    AdvertisementContinue reading the main storySupported byContinue reading the main storyVenezuela to Vote in an Election the Opposition Calls a CharadeA victory by the party of President Nicolás Maduro is likely to further weaken Juan Guaidó, the opposition leader who launched a bold but ultimately failed bid backed by the U.S. to take power.A campaign billboard looms over downtown Caracas, promoting the Partido Socialista Unido, the political party of the Venezuelan president, Nicolás Maduro.Credit…Adriana Loureiro Fernandez for The New York TimesBy More