More stories

  • in

    ¿Quién es Gabriel Boric, el presidente electo de Chile?

    Boric, de 35 años, se ha convertido en el rostro más destacado de la generación de chilenos que piden una ruptura con el pasado.Gabriel Boric saltó a la fama en Chile hace diez años como un estudiante de cabello largo que lideraba manifestaciones masivas por una educación pública gratuita y de calidad. Este año se postuló para la presidencia con un programa en el que exigía un trato justo para más chilenos, así como incrementar las protecciones sociales para los pobres y aplicarles mayores impuestos a los ricos.Ahora, después de haber ganado la presidencia —con más votos que cualquier otro candidato en la historia— Boric está listo para supervisar lo que podría ser la transformación más profunda de la sociedad chilena en décadas.No solo quiere enterrar el legado de la dictadura del general Augusto Pinochet reformando el modelo económico conservador que el país heredó al final de su mandato en 1990. El gobierno de Boric también supervisará las etapas finales de la redacción de una nueva Constitución para remplazar la carta magna de la era de la dictadura que sigue definiendo a la nación.Además está su personalidad: elegido a los 35 años, Boric será el presidente más joven en la historia del país cuando asuma el cargo en marzo. Nunca terminó la carrera de abogado porque las protestas se interpusieron. Habla de manera abierta sobre su trastorno obsesivo compulsivo. Y escandalizó a la política tradicional chilena al presentarse en su primer día como diputado en 2014 con una gabardina beige y sin corbata.Para muchos chilenos, la victoria de Boric es la institucionalización natural del lamento generacional que ha resonado en todo el país durante al menos una década. Es visto como la voz de una generación que está dispuesta a romper con el pasado y que ha salido a las calles por decenas e incluso cientos de miles para reclamar un país más igualitario e inclusivo.Boric, como presidente de la federación de estudiantes de la Universidad de Chile, liderando una manifestación en Santiago en 2012.Claudio Santana/Agence France-Presse — Getty Images“Chile ya había cambiado antes de que Boric fuera elegido”, dijo Fernanda Azócar, de 35 años, una votante que participó en las protestas de 2006 y 2011 que duraron semanas. “Es solo que ahora tenemos un presidente que puede hacer que estos cambios sean permanentes”.Un elemento central de las afirmaciones de los manifestantes ha sido la idea de que las promesas de los grupos gobernantes (que postulan el principio de que el mercado producirá prosperidad y que la prosperidad solucionará los problemas) les han fallado. Más del 25 por ciento de la riqueza producida en el país es propiedad del uno por ciento de la población, según datos de las Naciones Unidas. Los bajos salarios, los altos niveles de deuda y los fondos insuficientes de los sistemas de educación y salud pública han hecho que muchas personas sigan esperando una oportunidad.Sobre esas protestas, y sobre la campaña presidencial, se cierne el legado de la sangrienta dictadura de Chile. El general Pinochet llegó al poder con un violento golpe de Estado en 1973, y sus años en el poder estuvieron ensombrecidos por informes de corrupción y represión, incluidas torturas y ejecuciones extrajudiciales.Boric es hijo de la democracia chilena. Tenía solo cuatro años cuando el general Pinochet cedió el poder y no solía mencionar al general durante su campaña electoral. Pero, en muchos sentidos, su elección fue un rechazo total al dictador y lo que significaba para el país.El general Pinochet fue el artífice tanto del modelo económico de libre mercado como de la Constitución que Boric y sus aliados han criticado durante mucho tiempo diciendo que ha favorecido a los ricos, y al sector privado, a expensas de todos los demás.“Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”, gritó Boric ante una multitud después de su victoria en las primarias a principios de este año.Además, el hombre que Boric venció en las elecciones del domingo, José Antonio Kast, es hermano de un exasesor del general Pinochet que se ha pronunciado favorablemente sobre la dictadura y propuso duras medidas de seguridad que hicieron que muchos recordaran los días del gobierno militar.Manuel Antonio Garretón, sociólogo y profesor de la Universidad de Chile, calificó la confluencia de la elección de Boric con el voto nacional para reescribir la Constitución como “el segundo momento más clave” para superar la dictadura, solo detrás del plebiscito de 1988 con el que los chilenos pusieron fin al régimen de Pinochet.Boric en un mitin de campaña celebrado en Santiago, en noviembreEsteban Felix/Associated PressBoric nació en Punta Arenas, en la Patagonia, el 11 de febrero de 1986. Tiene dos hermanos menores, y proviene de una familia de clase media de origen croata, descendientes de inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX. Su padre y su abuelo trabajaron en la industria petrolera en la provincia de Magallanes.Boric estudió en una escuela privada británica local, donde el gobierno de Pinochet se debatía abiertamente, lo que no sucedía en muchas partes de Chile.Su hermano Simón, de 33 años, dijo en una entrevista que aunque su familia no era ferozmente política sí se había opuesto a Pinochet. Un tío era copropietario de una estación de radio que criticaba los crímenes del régimen. “Más de alguna vez mi familia fue amenazada”, dijo, y agregó que “llegaron cartas anónimas debido a las actividades de mi tío”.Meses después de ganar su primer mandato en el Congreso, Boric describió su temprana determinación por entender la política. Venía de un entorno bastante protegido y su padre se ubicaba políticamente hacia el centro. Pero el dirigente afirma que cuando era un estudiante de secundaria en Punta Arenas comenzó a leer sobre los líderes revolucionarios y los procesos políticos. Fue un esfuerzo solitario: no tenía un grupo con el que pudiera hablar de política.Entonces, cuando todavía estaba en la secundaria, decidió que quería ser miembro de un grupo de extrema izquierda que había apoyado la lucha armada, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria o MIR. Esa organización fue perseguida y reprimida durante gran parte de la dictadura. Entonces, Boric navegó por Google y encontró el correo electrónico de una de las pequeñas fracciones supervivientes del movimiento. Aunque escribió un correo preguntando cómo podía contribuir a la revolución, nadie le respondió.En Punta Arenas, Boric ayudó a reiniciar la federación de estudiantes de secundaria de su ciudad. Luego, en 2004, se trasladó a Santiago, la capital, para estudiar derecho. Completó sus estudios en 2009, pero reprobó una parte del examen final, según dijo su hermano. Aunque podía volver a presentar el examen y obtener su título, pronto se vio envuelto en el activismo estudiantil y la política, y nunca regresó a clases.En 2011, cuando los manifestantes salieron a las calles para exigir una mejor educación pública, se postuló para la presidencia de la federación de estudiantes de la Universidad de Chile y ganó, convirtiéndose en uno de los líderes clave del movimiento.Boric durante una protesta estudiantil en 2012Fernando Lavoz/Getty ImagesA partir de ese momento, se dedicó al trabajo político y se convirtió en uno de los cuatro líderes de las protestas estudiantiles que fueron elegidos para el Congreso en 2014.Durante 30 años, dos coaliciones se han alternado el poder en Chile, pero Boric no está alineado con ninguna.Matías Meza, de 41 años, y amigo de toda la vida del presidente electo, dijo que Boric está motivado por su comprensión del pasado, lo que muestra su deseo de sacar al país definitivamente de la sombra de la dictadura.“Tiene un gran conocimiento de la historia y es muy consciente de su posición en la sociedad y de los privilegios que ha tenido”, dijo Meza.Boric ganó las elecciones del domingo con el 55 por ciento de los votos, 11 puntos por delante de Kast, lo que le otorga un fuerte respaldo popular para restructurar el país a la luz de sus promesas.Entre otras cosas, el dirigente ha propuesto cambiar el sistema de pensiones privado a uno público, perdonar las deudas estudiantiles, aumentar la inversión en educación y salud pública, y la creación de un sistema de atención que aliviaría la carga de las mujeres que realizan la mayor parte del trabajo de cuidar a los niños, los parientes mayores y otras personas. También ha prometido restaurar el territorio de las comunidades indígenas y apoyar el acceso irrestricto al aborto.Sin embargo, en el camino de la transformación que ha prometido se interponen grandes obstáculos.Boric enfrentará una economía afectada por la pandemia, un Congreso dividido y las altas expectativas de los votantes: los de la izquierda, que lo apoyaron en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, y los del centro, que lo apoyaron en la segunda vuelta cuando su retórica se volvió más moderada.“Tendrá que elegir entre ser moderado o radical”, dijo Patricio Navia, profesor de estudios políticos en la Universidad Diego Portales de Chile. “Independientemente de lo que elija, alienará a muchos votantes”.The 35-year-old former student activist is set to become the nation’s youngest leader and its most liberal since President Salvador Allende.Juan Carlos Avendano/ReutersEsta elección dejó claro que la mayoría de los chilenos exigen un cambio significativo, dijo José Miguel Vivanco, director de la división de las Américas de Human Rights Watch (quien también es chileno).La pregunta es qué viene después, dijo, porque Boric “será juzgado en función de si tiene la capacidad para cumplir”.Julie Turkewitz es jefa del buró de los Andes, que abarca Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana. Antes de mudarse a América del Sur, fue corresponsal de temas nacionales y cubrió el oeste de Estados Unidos. @julieturkewitz More

  • in

    Who Is Gabriel Boric, Chile's Next President?

    Mr. Boric, 35, is now the most prominent face of a generation of Chileans who are calling for a break with the past.Gabriel Boric rose to prominence in Chile ten years ago as a shaggy-haired student leading massive demonstrations for free quality public education. He ran for president this year, calling for a square deal for more Chileans, with more social protections for the poor and higher taxes on the rich.Now, having won the presidency on Sunday — with more votes than any other candidate in history — Mr. Boric is poised to oversee what could be the most profound transformation of Chilean society in decades.It’s not just that he wants to bury the legacy of Gen. Augusto Pinochet’s dictatorship by overhauling the conservative economic model the country inherited at the end of his tenure in 1990. Mr. Boric’s government will also oversee the final stages of the writing of a new Constitution to replace the dictatorship-era document that continues to define the nation.And then there’s who he is: Elected at 35, Mr. Boric will be the youngest president in the country’s history when he takes office in March. He never completed his law degree — the protests got in the way. He speaks openly about his obsessive-compulsive disorder. And he scandalized the Chilean establishment by showing up for his first day as a congressman in 2014 in a beige trench coat — and no tie.For many Chileans, Mr. Boric’s win is the natural institutionalization of generational howl that has echoed throughout the country for at least a decade. He is seen as the voice of a generation that is ready to break with the past and that has taken to the streets by the tens and even hundreds of thousands to demand a more equal, inclusive country.Mr. Boric, as president of the student federation at the University of Chile, leading a demonstration in Santiago in 2012. Claudio Santana/Agence France-Presse — Getty Images“Chile had already changed even before Boric was elected,” said Fernanda Azócar, 35, a voter who participated in weekslong protests in 2006 and 2011. “It’s just that now we have a president who can make these changes permanent.”Central to the protesters’ claims has been the idea that the promises of the establishment — that the market will produce prosperity, and that prosperity will fix their problems — have failed them. More than 25 percent of the wealth produced in the country is owned by one percent of the population, according to the United Nations. Low wages, high levels of debt and underfunded public health and educations systems continue to keep people waiting for opportunity.Looming over those protests, and over the presidential campaign, has been the legacy of Chile’s bloody dictatorship. General Pinochet came to power in a violent coup in 1973, and his years in power were mired in reports of corruption and repression, including torture and extrajudicial killings.Mr. Boric is a child of Chilean democracy. He was just four years old when General Pinochet ceded power, and he did not often mention the general on the campaign trail. But his election was in many ways a full-throated rejection of the dictator and what he meant for the country.First, because General Pinochet was the architect of both the free market economic model and the Constitution that Mr. Boric and his allies have criticized for so long, saying that they have favored the rich and the private sector at the expense of everyone else.“If Chile was the cradle of neoliberalism it will also be its grave,” Mr. Boric shouted before a crowd after his primary win earlier this year.And second, because the man Mr. Boric beat on Sunday, José Antonio Kast, is the brother of a former adviser to General Pinochet who has spoken favorably of aspects of the dictatorship and had proposed hard-line security measures that reminded some of the days of military rule.Manuel Antonio Garretón, a sociologist and professor at the University of Chile, called the confluence of Mr. Boric’s election with the national vote to rewrite the Constitution “the second most important moment” in moving past the dictatorship — behind only the 1988 popular vote with which Chileans ended Pinochet’s reign.Mr. Boric at a campaign rally in Santiago in November.Esteban Felix/Associated PressMr. Boric was born in Punta Arenas, in Patagonia, on Feb. 11, 1986. He has two younger brothers, and he comes from a middle class family of Croatian origin, descendants of immigrants who arrived in the late 1800s. (His last name is pronounced “Boritch.”) His father and grandfather worked in the oil industry in the province of Magallanes.Mr. Boric attended the local private British school, where Pinochet’s rule was debated openly — not the case in many parts of Chile.In an interview, his brother, Simón, 33, said that the family was not fiercely political, but had opposed Pinochet. One uncle was co-owner of a radio station that blasted the crimes of the regime. “More than once my family received threats,” he said, adding that “anonymous letters arrived because of my uncle’s activities.”Months after winning his first term in congress, Mr. Boric described his early determination to understand politics. He came from a fairly protected environment and his father’s politics were centrist. But even as a high school student in Punta Arenas, he said, he started reading up on revolutionary leaders and political processes. It was a lonely endeavor — he didn’t have a group he could discuss politics with.So, still in high school, he decided he wanted to become a member of a far-left group that had supported armed struggle, the Revolutionary Left Movement, or MIR. The group had been largely crushed during the dictatorship. So Mr. Boric went to Google, found an email for one of its small surviving factions and wrote a letter asking how he could contribute to the revolution. No one ever answered.In Punta Arenas, Mr. Boric helped restart his city’s high school student federation. Then, in 2004, he moved to Santiago, the capital, to study law. He completed his studies in 2009, but failed a part of the final exam, said his brother. He could have taken the test again and gotten his degree, but soon he was swept up in student activism and politics, and never went back.In 2011, as protesters took to the streets to call for better public education, he ran for president of the University of Chile’s student federation and won, becoming one of the key leaders of the movement.Mr. Boric during a student protest in 2012.Fernando Lavoz/Getty ImagesFrom there, he made a bid for office, becoming one of four student protest leaders to enter congress in 2014.For 30 years in Chile, two coalitions have alternated power — but Mr. Boric is aligned with neither.Matías Meza, 41, a longtime friend, said that Mr. Boric is motivated by his understanding of the past, which informs his desire to move the country definitively out of the shadow of the dictatorship.“He has a strong grasp of history and is acutely aware of his position in society and the privileges he has had,” said Mr. Meza.Mr. Boric won the election on Sunday with 55 percent of the vote, 11 points ahead of Mr. Kast — a strong popular mandate to restructure the country in light of his promises.They include shifting from a private pension system to a public one; pardoning student debt; increasing investment in education and public health care; and creating a care giving system that would relieve the burden on women, who do most of the work of tending to children, older relatives and others. He has vowed to restore territory to Indigenous communities and to support unrestricted access to abortion.But now that he’s won, major hurdles stand in the way of the transformation he envisions.Mr. Boric will face a pandemic-battered economy, a divided Congress, and the high expectations of voters: those on the left, who rallied behind him in the first round of the presidential election, and those in the center, who flocked to him in the second round, when his rhetoric became more moderate.“He’s going to have to choose between going moderate or being radical,” said Patricio Navia, a professor of political studies at Diego Portales University in Chile. “Whatever he chooses, it’s going to alienate many voters.”The 35-year-old former student activist is set to become the nation’s youngest leader and its most liberal since President Salvador Allende.Juan Carlos Avendano/ReutersThis election left clear that the majority of Chileans are demanding significant change, said José Miguel Vivanco, director of the Americas division at Human Rights Watch (and a Chilean himself).The question is what comes next, he said, because Mr. Boric “will be judged on whether has the capacity to deliver.” More

  • in

    Elecciones en Chile: los progresistas ganaron en grande

    El fin de semana, el pueblo chileno votó en unas elecciones históricas para elegir a los miembros de un organismo encargado de redactar una nueva Constitución que sustituya a la actual, redactada en 1980 durante la dictadura del general Augusto Pinochet.El recuento final supuso un golpe duro para los pinochetistas, algunos de quienes forman parte de Chile Vamos —la coalición de derecha y centroderecha respaldada por el actual presidente, Sebastián Piñera—, que solo obtuvo 37 de los 155 escaños para la Convención Constitucional. Los chilenos, en especial los jóvenes, también rechazaron a los partidos tradicionales de centroizquierda por considerar insuficiente su respuesta al anhelo de la gente de una sociedad más igualitaria, además de estar demasiado comprometidos con el statu quo.Los vencedores fueron un grupo de partidos de una nueva coalición de izquierda, Apruebo Dignidad, que tendrá a 28 representantes, y numerosos candidatos independientes que habían participado activamente durante años en protestas para exigir reformas a la educación, la salud y las pensiones, así como el fin del modelo económico neoliberal que ha dominado a Chile a lo largo de casi medio siglo. Los candidatos independientes, de izquierda y de centroizquierda obtuvieron un total de 101 escaños, más de dos tercios de la Convención Constitucional. Tendrán suficiente poder para proponer amplias reformas económicas a los derechos sobre la tierra y el agua, el sistema de pensiones y la recuperación soberana de los recursos naturales. Chile es uno de los países más desiguales de las economías avanzadas.Todo indica que el documento fundacional que redactarán consagrará principios de participación ciudadana, justicia, igualdad de género y derechos de los pueblos originarios, urgencias que durante mucho tiempo han eludido a esta nación sudamericana.Los resultados de las elecciones constituyen un giro sorprendente que nadie podría haber anticipado cuando un movimiento masivo de protesta sacudió al gobierno conservador de Piñera en octubre de 2019.A medida que el estallido se hacía más gigantesco y obstinado, una demanda principal unía a sus heterogéneos participantes: la necesidad de remplazar la fraudulenta Constitución aprobada durante la letal dictadura de Pinochet, una necesidad que respondía a una crisis existencial más profunda que desde hace décadas se gestaba en la sociedad chilena corroída por una terrible desigualdad.Incluso después de que Pinochet se vio obligado a dejar la presidencia en 1990, su Constitución siguió funcionando como una camisa de fuerza que permitió a una minoría de legisladores de derecha y a una oligarquía despiadada coartar los intentos radicales de forjar una sociedad más equitativa y menos represiva.La revuelta de octubre de 2019 aterró a la coalición gobernante de políticos conservadores, quienes llegaron a un acuerdo con los partidos de centroizquierda, que tenían mayoría en el Congreso, a fin de convocar un plebiscito en el que se preguntara a la nación si deseaba una nueva Constitución. Los líderes derechistas pensaron que sería una manera de salvar las instituciones del país y garantizar una salida pacífica a las demandas populares.Para asegurarse de que tendrían un veto sobre los procedimientos, un grupo de pinochetistas en el Senado y el Congreso exigieron que el documento final de la Convención Constitucional tendría que ser aprobado por una mayoría de dos tercios. Según sus cálculos, iban a poder controlar a más de un tercio de los integrantes de la Convención.Calcularon mal, ya que Chile Vamos, a pesar de una enorme ventaja de financiamiento, perdió de manera abrumadora frente a los candidatos independientes y de la oposición, quedando así al margen de la toma de decisiones en lo que respecta a la nueva Carta Magna. La derrota llama aún más la atención porque la coalición también perdió la mayoría de las elecciones simultáneas para alcaldes y gobernadores.La presencia de coaliciones antisistema en el organismo que redactará la nueva Constitución garantiza que habrá una serie de modificaciones drásticas en la manera en que Chile sueña con su futuro. Ya el mismo proceso electoral adelantaba con dos proposiciones cómo serían estas modificaciones.Una estipula la paridad de género en el reparto de los 155 constituyentes, de modo que las mujeres no sean excesivamente superadas por los hombres en poderío e influencia. Una mayoría significativa de las 77 mujeres elegidas —con apoyo de aliados hombres— ahora pueden luchar por los derechos reproductivos en un país donde por tradición el aborto se ha restringido y criminalizado.Una escuela en Santiago funcionó como un centro de votación.Alberto Valdés/EPA vía ShutterstockLa otra disposición reserva 17 de los escaños de la Convención para los pueblos indígenas, que constituyen el nueve por ciento de los 19 millones de habitantes de Chile. A partir de ahora, Chile puede proclamarse una república plurinacional y multilingüe. Es un triunfo histórico para los habitantes originarios de esa tierra, como los mapuches, quienes han sufrido una incesante opresión desde la conquista española en el siglo XVI. Los conflictos con los mapuches, centrados especialmente en disputas en torno a los derechos ancestrales sobre la tierra, han provocado una serie de enfrentamientos, a menudo violentos, en el sur del país.Otras reformas parecen probables: frenar la violencia policial; una reformulación de los derechos económicos y sociales que reduzca el dominio de una élite obscenamente rica; una feroz protección del medioambiente; la eliminación de la corrupción endémica, y el fin de la discriminación contra las comunidades LGBT.Igual de fundamental es el vigoroso diálogo nacional que se avecina, abierto a la ciudadanía y atento a los aportes de aquellos que encabezaron la revuelta. No se aceptará un retorno al Chile en el que las ganancias de unos cuantos importaban más que el bienestar de la mayoría.Existen, sin embargo, algunas señales inquietantes. Solo el 43 por ciento de la población votó en esta elección, a diferencia de más del 50 por ciento de los electores que lo hicieron el año pasado para aprobar la creación de una nueva Constitución.Este ausentismo puede atribuirse en parte a la pandemia (que también evitó que mi esposa y yo viajáramos a Chile para emitir nuestro voto), y en parte a la apatía generalizada de enormes sectores del electorado, en especial entre las familias más pobres. Encontrar maneras de entusiasmar a quienes no confían en que los cambios los beneficien es un reto que hay que afrontar.Electores esperan su turno para votar en la elección el sábado.Pablo Sanhueza/ReutersEl otro problema es que, aunque casi el 75 por ciento de los constituyentes está a favor de una agenda progresista, están fragmentados y desunidos, descalificándose entre sí, lo que hace difícil llegar a un consenso sobre hasta dónde llevar las reformas que Chile requiere.Nada de esto impide celebrar el mensaje y el ejemplo alentador que Chile envía al mundo en un momento en que la tentación del autoritarismo va creciendo: en estos tiempos en que la humanidad enfrenta su propia terrible crisis existencial, lo que necesitamos no es menos democracia, sino más democracia, más participación, más personas que se atrevan a creer que otro mundo es posible.Ariel Dorfman es un escritor chileno-estadounidense, autor de la obra de teatro La muerte y la doncella y, hace poco, de la novela, Allegro, y del ensayo, Chile: juventud rebelde. Es profesor emérito de la Universidad de Duke. More

  • in

    Progressives Won Chile’s Election

    Over the weekend, the people of Chile voted in a historic election to select the members of a body tasked with drafting a new Constitution to replace the one written in 1980 under the dictatorship of Augusto Pinochet.The final tally dealt a severe blow to the followers of General Pinochet, many of whom make up the center-right and right-wing coalition Chile Vamos, backed by the current president, Sebastián Piñera, which won just 37 of the 155 seats for the Constitutional Convention. Chileans, especially the young, also rejected the traditional center-left parties as insufficiently responsive to people’s craving for a more egalitarian society and overly compromised with the status quo.The victors were a group of parties of a new-left coalition, Apruebo Dignidad (I Approve Dignity), which elected 28 representatives, and numerous independent candidates who had been active in the ongoing protests calling for reforms in education, health and pensions, and an end to the neoliberal economic model that has dominated Chile for almost half a century. The independent, left and center-left candidates secured a combined 101 seats, more than two-thirds of the Constitutional Convention. They would have enough power to propose broad economic reforms to land and water rights, the pensions system and the exploitation of natural resources. Chile is one of the most unequal countries among advanced economies.All signs indicate that the foundational document they will draft will enshrine principles of civic participation, justice, gender equality and Indigenous rights that have long eluded this South American nation.The election results represent a stunning outcome that nobody could have predicted when a huge protest movement rocked the conservative government of Mr. Piñera in October 2019.As the 2019 uprising grew larger and more adamant, there was one major demand that united its heterogeneous participants: the need to replace the Constitution that had been fraudulently approved during General Pinochet’s lethal dictatorship — a need that responded to a deeper existential crisis over inequality in Chilean society that had been brewing for decades.Even after Pinochet was forced to retire as president in 1990, his Constitution continued to be a straitjacket that allowed a minority of right-wing legislators and an entrenched oligarchy to constrain radical attempts to create a more equitable and less repressive society.The October 2019 revolt terrified the ruling coalition of conservative politicians, and they reached an agreement with center-left parties holding a majority in Congress to call a referendum asking the nation whether it wanted a new Constitution. It was a way, they thought, of saving the country’s institutions and guaranteeing a peaceful outcome to popular demands.To make certain that they would wield a veto over the proceedings, many of General Pinochet’s followers in the Senate and Congress wrote into the agreement that the final document produced by the Constitutional Convention would have to be approved by a two-thirds majority. They did so confident in their calculations that they would always be able to command more than one-third of the delegates.That calculation backfired spectacularly over the past weekend as Chile Vamos, despite an enormous financial advantage, lost badly to independent and opposition candidates, and was sidelined from decision-making when it comes to the new charter. The defeat is all the more striking because the coalition also lost most of the mayor’s and governor’s races that were being held simultaneously.The presence of the anti-establishment composition of the body that will write the new Constitution ensures there will be a series of drastic alterations in the way Chile dreams of its future. Two provisions already exist in the electoral process.One stipulates that gender parity be achieved in the apportionment of the 155 delegates, so that women will not be greatly outnumbered by men in the halls of power. A majority of the 77 women elected, along with their male allies, can now fight successfully for reproductive rights in a country where abortion has traditionally been restricted and criminalized.A polling station in a school in Santiago on Saturday.Alberto Valdés/EPA, via ShutterstockThe other provision reserves 17 of the seats at the convention for Indigenous peoples, who form 9 percent of Chile’s 19 million people. Chile can henceforth proclaim itself a plurinational, multilingual republic. It is a historic triumph for the original inhabitants of that land like the Mapuche, who have faced oppression since the Spanish conquest in the 16th century. The conflicts with the Mapuche, especially over ancestral land rights, have recently led to a series of often violent skirmishes in the south of the country.Other reforms seem likely: reining in police violence; a reformulation of economic and social rights that reduces the dominance of an obscenely rich elite; increased protection of the environment; the rooting out of endemic corruption; and the end of discrimination against L.G.B.T.Q. people.Just as crucial is the vigorous national conversation that will ensue, open to the citizenry and attentive to the input from those who spearheaded the revolt. A return to a Chile where the profits of the few mattered more than the well-being of the many will not be acceptable.There are, however, some disquieting signals ahead. Only 43 percent of the population voted in this election, compared with the more than 50 percent who turned out last year and overwhelmingly approved the idea of creating a new Constitution.This absenteeism can be partly attributed to the pandemic (which also stopped me and my wife from traveling to Chile to cast our votes) and partly to the widespread apathy of vast sectors of the electorate, particularly among the poorest families. Finding ways of enthusing those who do not trust that any change will ever benefit them is a challenge that must be met.Waiting to vote in Chile’s election on Saturday.Pablo Sanhueza/ReutersThe other problem is that though nearly 75 percent of the delegates embody a progressive agenda, they are fragmented and tend to squabble among themselves, making it difficult to reach a consensus on how far to carry out the reforms Chile requires.None of this detracts from the encouragingmessage and example that Chile sends out to the world at a time of rising authoritarianism: As humanity faces a terrible existential crisis of its own, what we need is not less democracy but more democracy, more participation, more of us daring to believe that another world is possible.Ariel Dorfman is the Chilean-American author of the play “Death and the Maiden” and, recently, of the novels “Darwin’s Ghosts” and “Cautivos.” He is an emeritus professor of literature at Duke University.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram. More