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    Bolsonaro fue derrotado. ¿Brasil podrá volver a la cordura?

    SÃO PAULO, Brasil — Cuatro años de locura están cerca de terminar. En una tensa segunda vuelta, Luiz Inácio Lula da Silva se impuso sobre el presidente Jair Bolsonaro con el 50,9 por ciento de los votos. A menos que las cosas tomen un giro radical —el temido golpe de Estado que lleva meses cerniéndose sobre el país—, Da Silva será, el 1 de enero, presidente de Brasil.No fue fácil. El mes pasado ha sido una síntesis de la era Bolsonaro. La desinformación ha estado desenfrenada. (El comité de campaña de Da Silva tuvo que confirmar, a raíz de los rumores difundidos en las redes sociales, que “no ha hecho un pacto con el diablo, ni ha hablado nunca con Satán”). También ha habido amplios debates sobre canibalismo, de francmasonería y de la supuestamente deseable política de la época medieval. Y, por supuesto, ha estado presente la amenaza de la violencia política, con la aparente bendición de las altas instancias.Al menos, por el bien de nuestra salud mental colectiva, podemos decir que Bolsonaro ha sido derrotado. No es que el país esté demasiado en sintonía con Da Silva y la política de centroizquierda del Partido de los Trabajadores, que gobernó el país durante 13 años, hasta 2016. Se trata más bien de que los últimos 4 años con Bolsonaro nos han demostrado lo bajo que puede caer un país, y estamos desesperados por salir de la ciénaga del abatimiento político.Hay muchas cosas que no echaré de menos de este gobierno: su desatención asesina, su arraigada corrupción, su fanatismo. Uno de los grandes alivios es que ya no tendremos que hablar de cosas demenciales. Brasil, al menos, puede volver a algo parecido a la cordura.Es difícil creer lo mucho que ha cambiado el debate público. Hace 9 años, los brasileños salieron a la calle a manifestarse en defensa del transporte público gratuito. ¿Cuánto nos hemos alejado hoy de ese tipo de mentalidad cívica? Ahora nos pasamos buena parte del tiempo afirmando (cada vez con más exasperación) que la virología existe y que el cambio climático no es un bulo globalista.Nos da miedo salir a la calle a manifestarnos y que eso le dé al gobierno una excusa para intentar dar un golpe de Estado. Creemos que cualquier civil que pasa a nuestro lado en coche puede ir armado. Sabemos que vestir de color rojo se considerará una declaración política. (Hace poco, un cardenal católico brasileño fue criticado por su tradicional vestimenta roja, lo que demuestra que ni siquiera el clero está libre de sospechas). No nos atrevemos a comentar las noticias con nuestros vecinos, por temor a lo que puedan decir. Nunca hubo tanto silencio en los ascensores.Lo cierto es que en la sociedad brasileña siempre han dominado las fuerzas conservadoras. Ninguno de los avances de las dos últimas décadas se consiguió con facilidad: el programa de ayudas sociales Bolsa Família, la discriminación positiva en las universidades y el sector público o el matrimonio igualitario. Todos fueron objeto de burlas, si no de la franca indignación, de la mayoría de los conservadores. Pero estas batallas las libraron la centroizquierda y la centroderecha, que entonces eran lo bastante razonables para entablar un debate democrático. Eso cambió cuando llegó Bolsonaro a la escena nacional. Poco a poco al principio, y luego súbitamente, estalló una represa de extremismo derechista reprimido.Día tras día, la integridad del discurso público se ha ido diluyendo con las afirmaciones conspirativas, turbopropulsadas por las redes sociales y alentadas por Bolsonaro. Nos hemos visto obligados a perder el tiempo refutando públicamente la teoría de que las vacunas contienen nanorrobots, o que la selva amazónica “no se puede incendiar”, como dijo él. Toda esa energía, que se podría haber dedicado a exigir un mejor sistema de salud pública, o unas medidas más rotundas contra el cambio climático, se perdió en combatir espeluznantes sinsentidos.Pero Bolsonaro no nos dejó más remedio en ningún momento, hasta las elecciones. Existen pocas dudas de que él aspiraba a la autocracia y que aprovecharía cualquier oportunidad para mantenerse en el poder; la necesidad de derrotarlo se volvió absoluta, con prioridad sobre cualquier otra preocupación. Eso explica la amplitud de la coalición en torno a la candidatura de Da Silva, compuesta incluso por antiguos adversarios del centroderecha. La contienda electoral se redujo a una simple disyuntiva: a favor o en contra de Bolsonaro.En realidad, no es tan sencillo. Para empezar, no existe una solución tangible al problema de que las redes sociales parezcan empujar a los ciudadanos a posturas más extremas, agravando así la polarización. Después, los políticos avalados por Bolsonaro son hoy parte consolidada del paisaje político. Más de una docena de gobernadores pro-Bolsonaro, de los 27 del país, ganaron las elecciones, y su partido es el mayoritario en el Senado, tras obtener 8 de los 27 escaños que se disputaban. (Algunos de los nuevos senadores, que permanecerán en el poder los siguientes 8 años, son exministros del gobierno de Bolsonaro.)La extrema derecha también ha aumentado su influencia en el Congreso: el partido del presidente obtuvo 99 escaños en la Cámara Baja, compuesta por 513 miembros. Puede que Bolsonaro abandone su cargo, pero el bolsonarismo no está ni mucho menos acabado.Esto plantea graves desafíos para el gobierno entrante. No solo una derecha envalentonada será una molestia constante para Da Silva, sino que además lo obligará a depender de los partidos de centro, lo que despeja el camino al intercambio de favores —que con frecuencia genera corrupción— que ha perjudicado a la democracia brasileña desde su origen. Aun así, no se debe infravalorar esta oportunidad para emprender una nueva trayectoria política. Se podría desplazar a la extrema derecha de vuelta a los márgenes, tras haber ocupado la presidencia. Como mínimo, quizá tengamos un gobierno más preocupado por la creciente desigualdad y el hambre que por el número de seguidores en sus carreras en motocicleta. Eso por sí solo ya es un bálsamo.Y lo que es fundamental: los brasileños deberían poder volver a hablar de temas más urgentes, como el déficit de vivienda del país, la educación pública, la policía militar y el racismo. Tal vez podríamos incluso hablar de cosas que nos interesan y nos asombran, que nos resultan placenteras. (Tortugas y astronomía, ¿se apunta alguien?) Después de todo lo que hemos pasado, nos merecemos disfrutar de un cierto respiro de la locura.Vanessa Barbara es editora del sitio web literario A Hortaliça, autora de dos novelas y dos libros de no ficción en portugués y colaboradora de la sección de Opinión del Times. More

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    O Brasil pode ter finalmente se livrado da loucura de Bolsonaro

    SÃO PAULO, Brasil — Quatro anos de loucura chegaram praticamente ao fim. Em um segundo turno tenso, Luiz Inácio Lula da Silva prevaleceu sobre o presidente Jair Bolsonaro, com 50,9 por cento dos votos. Exceto por uma reviravolta dramática — o temível golpe que há meses paira sobre o país, por exemplo — Lula se tornará, em 1 de janeiro, o presidente do Brasil.Não foi fácil. O último mês foi um resumo da era Bolsonaro. Houve uma quantia desenfreada de desinformação. (A campanha de Lula teve até de confirmar, em resposta a boatos insanos que circularam nas mídias sociais, que o candidato “não tem pacto nem jamais conversou com o diabo.”) Houve ampla discussão sobre canibalismo, maçonaria e o sistema político supostamente preferível da Idade Média. E, é claro, houve a ameaça de violência política, aparentemente encorajada pelo topo.Finalmente, para o bem da nossa saúde mental coletiva, podemos dizer que Bolsonaro foi derrotado. Não é que o Brasil esteja fortemente alinhado com Lula e a política de centro-esquerda do Partido dos Trabalhadores, que governou o país por 13 anos, terminando em 2016. É mais que os últimos quatro anos de gestão Bolsonaro nos mostraram o quão baixo uma nação pode ir, e estamos desesperados para emergir desse pântano de desalento político.Há muita coisa dessa gestão que não vai deixar saudades — a negligência assassina, a corrupção arraigada, o fanatismo. Um dos maiores alívios será não precisar mais participar de discussões loucas. O Brasil, enfim, pode voltar a ter uma aparência de sanidade.É difícil acreditar no quanto o debate público mudou. Nove anos atrás, os brasileiros foram às ruas para pedir a gratuidade no transporte público. Quão longe estamos desse tipo de mentalidade cívica hoje? Agora passamos boa parte do tempo garantindo (de uma forma cada vez mais exasperada) que a virologia de fato existe e a mudança climática não é uma farsa globalista.Temos medo de ir às ruas protestar e dar ao governo um motivo para tentar um golpe. Achamos que qualquer cidadão passando em um automóvel pode estar armado. Sabemos que usar vermelho será visto como uma declaração política. (Recentemente um cardeal católico brasileiro foi levado a prestar contas sobre suas vestimentas tradicionais, o que mostra que nem mesmo o clero está acima de qualquer suspeição.) Não ousamos discutir as notícias com os vizinhos, por medo do que eles poderão dizer. Os elevadores nunca estiveram tão silenciosos.A verdade é que a sociedade brasileira sempre foi dominada por forças conservadoras. Nenhum dos avanços das últimas duas décadas veio com facilidade — o programa de assistência social Bolsa Família, as cotas nas universidades e no setor público, ou o casamento entre pessoas do mesmo sexo. Todos foram recebidos com escárnio, se não com total indignação, pela maior parte dos conservadores. Mas foram batalhas travadas entre a centro-esquerda e a centro-direita, que então eram suficientemente razoáveis para se empenhar em um debate democrático. Isso mudou quando Bolsonaro entrou na cena política nacional. Primeiro aos poucos, e então de modo súbito, uma barragem de extremismo de direita reprimido se rompeu.Dia após dia, a integridade do debate público se liquefez em alegações conspiratórias, impulsionadas pelas mídias sociais e encorajadas por Bolsonaro. Fomos obrigados a gastar nosso tempo combatendo publicamente a teoria de que vacinas contêm nanobots ou que, como o presidente declarou, a floresta amazônica “não pega fogo.” Toda essa energia, que podia ser gasta exigindo a melhoria do sistema público de saúde ou uma resposta mais enérgica à mudança climática, foi, em vez disso, dissipada no combate a tolices obscuras.Mas Bolsonaro não nos deu outra chance, inclusive até o momento das eleições. Não há dúvida de que ele tinha como meta a autocracia e iria aproveitar qualquer oportunidade de se manter no poder; a necessidade de derrotá-lo se tornou uma prioridade absoluta, tomando precedência sobre qualquer outra preocupação. Isso explica a amplitude da coalizão em torno da candidatura de Lula, que incluiu até antigos oponentes da centro-direita. A batalha eleitoral foi reduzida a um binarismo: contra ou a favor de Bolsonaro.Na realidade, não é assim tão simples. De um lado, não há solução tangível para o quanto as redes sociais parecem empurrar os cidadãos a posições extremas, aprofundando a polarização. De outro, os políticos endossados por Bolsonaro agora são parte estabelecida do cenário político. O povo elegeu mais de uma dúzia de governadores que apoiam Bolsonaro, das 27 unidades da federação, e seu partido obteve maioria no Senado após ganhar oito dos 27 assentos à disposição. (Muitos dos novos senadores, que ficarão no poder pelos próximos oito anos, são ex-ministros da gestão Bolsonaro.) A extrema direita também aumentou sua influência no Congresso: o partido do presidente ganhou 99 assentos na Câmara, formada por 513 deputados. Jair Bolsonaro pode até deixar o cargo, mas o bolsonarismo está longe de acabar.Isso representa sérios desafios à próxima gestão. Não só porque uma extrema direita encorajada será um obstáculo constante para o lado de Lula, mas também porque irá forçá-lo a recorrer aos partidos do Centrão, abrindo caminho para a troca de favores — muitas vezes corrupta — que desfigurou a democracia brasileira desde sua concepção. Ainda assim, a oportunidade para uma nova trajetória política nacional não pode ser menosprezada. Após ocupar a Presidência do país, a extrema direita pode ser empurrada de volta às margens da política. No mínimo teremos um governo mais preocupado com o aumento da desigualdade e da fome, em vez do número de seguidores em suas motociatas de apoio. Só isso já é um alívio.De modo crucial, os brasileiros poderão voltar a discutir assuntos mais urgentes do país, como o déficit de moradia, a educação pública, a polícia militar e o racismo. Talvez também possamos falar de coisas que nos interessam e nos surpreendem, que nos dão satisfação. (Tartarugas e astronomia, alguém?) Depois de tudo o que passamos, merecemos algum respiro dessa loucura.Vanessa Barbara é a editora do sítio literário A Hortaliça, autora de dois romances e dois livros de não-ficção em português, e escritora de opinião do The New York Times. More

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    How Talk Radio Unites Ron Johnson and His Wisconsin Voters

    MILWAUKEE — Other senators spend countless hours promoting their political messages and personal brands on cable news and social media.Senator Ron Johnson of Wisconsin simply calls up a receptive talk radio host — and then another, and then another.Since the beginning of this year, Mr. Johnson has made at least 325 appearances on talk radio shows, including 186 hits in Wisconsin. In the Senate, he has spent about four and a half hours speaking in committees and floor speeches. On the radio, listening to all of his appearances would take more than four full days.It is a staggering investment of time by a United States senator. And it is paying off.Long thought to be this year’s most endangered Republican in the chamber because of his low approval ratings, Mr. Johnson has opened up a lead in the polls over his Democratic challenger, Lt. Gov. Mandela Barnes. Democrats would dearly love for Mr. Barnes to win, both because Senate control could hang on the race and because Mr. Johnson, one of the nation’s leading purveyors of misinformation, has been the bane of Wisconsin liberals’ existence for a dozen years.But they are finding that it’s not so easy to oust Mr. Johnson, an analog creature in the modern digital world, whose political resilience stems in great part from an omnipresence on the radio airwaves that has made him nearly as much a fixture of Wisconsin as cheese curds, beer and the Green Bay Packers.Mr. Johnson, 67, has refined an old-school playbook of communicating with Republican base voters who listen to hours of conservative talk radio a week, a function of the medium’s unique power in Wisconsin’s media environment and of his own political upbringing as a figure endorsed and promoted by the state’s leading right-wing talkers.Radio-bred reality is quick to spread through Republican politics in Wisconsin.Taylor Glascock for The New York Times“Were it not for talk radio, I don’t think conservatism would have a chance,” Mr. Johnson said.Jamie Kelter Davis for The New York TimesThe time on the radio serves as a direct line to Mr. Johnson’s political base. Hosts who share his worldview rarely challenge him on conservative talking points about elections, public health or his past statements. Listening on the other end is a large, devoted audience that has little trust in the state’s shrinking newspapers and television stations.“Talk radio is crucial to the conservative movement, because we don’t have the mainstream media on our side,” Mr. Johnson said in a recent interview. “Were it not for talk radio, I don’t think conservatism would have a chance. We’d be overwhelmed by the liberal media.”That radio-bred reality is quick to spread through Republican politics here. Republican elected officials on the receiving end of anger on talk radio will hear about it quickly — and most soon find a way back into the hosts’ good graces.The State of the 2022 Midterm ElectionsElection Day is Tuesday, Nov. 8.Bracing for a Red Wave: Republicans were already favored to flip the House. Now they are looking to run up the score by vying for seats in deep-blue states.Pennsylvania Senate Race: The debate performance by Lt. Gov. John Fetterman, who is still recovering from a stroke, has thrust questions of health to the center of the pivotal race and raised Democratic anxieties.G.O.P. Inflation Plans: Republicans are riding a wave of anger over inflation as they seek to recapture Congress, but few economists expect their proposals to bring down rising prices.Polling Analysis: If these poll results keep up, everything from a Democratic hold in the Senate and a narrow House majority to a total G.O.P. rout becomes imaginable, writes Nate Cohn, The Times’s chief political analyst.“You can pick any issue you want, but whatever the hot topic on talk radio is, you’ll hear it come up,” said Mayor Rohn Bishop of Waupun, Wis., who until last year was the chairman of the Republican Party in Fond du Lac County.Listening to Mr. Johnson on Wisconsin’s radio airwaves can serve as a tour into a universe in which the state’s Democrats are constantly scheming to steal elections; the F.B.I. is out to get the senator; and Mr. Barnes, his Democratic opponent, is an anti-American zealot who “thinks our national parks are racist” — an accusation Mr. Johnson made more than a dozen times in September alone.Other conspiracy theories and misinformation abound. Since the beginning of September, he has claimed the F.B.I. tried to rig the 2016 election for Hillary Clinton, then “not only corrupted the 2020 election, they’re corrupting the 2022 election.” He has promoted hydroxychloroquine as a treatment for Covid and has suggested that Democrats planned the Capitol riot.Mr. Johnson on Capitol Hill this year with Ted Cruz, a far more digitally inclined Republican senator.Michael A. McCoy for The New York TimesIn the interview, Mr. Johnson said he made no apologies for any of his statements that have departed from the truth.“Everything I’ve been saying is proven out to be true,” he said. “There’s not one thing that I’ve said about Covid that wasn’t true, including gargling.”The senator was referring to a comment he made at a town-hall meeting in December suggesting that a “standard gargle, mouthwash, has been proven to kill the coronavirus.” Afterward, he defended his stance on a tour of local radio shows. In the recent interview with The New York Times, Mr. Johnson offered to provide evidence that he was right. So far, he has not done so..css-1v2n82w{max-width:600px;width:calc(100% – 40px);margin-top:20px;margin-bottom:25px;height:auto;margin-left:auto;margin-right:auto;font-family:nyt-franklin;color:var(–color-content-secondary,#363636);}@media only screen and (max-width:480px){.css-1v2n82w{margin-left:20px;margin-right:20px;}}@media only screen and (min-width:1024px){.css-1v2n82w{width:600px;}}.css-161d8zr{width:40px;margin-bottom:18px;text-align:left;margin-left:0;color:var(–color-content-primary,#121212);border:1px solid var(–color-content-primary,#121212);}@media only screen and (max-width:480px){.css-161d8zr{width:30px;margin-bottom:15px;}}.css-tjtq43{line-height:25px;}@media only screen and (max-width:480px){.css-tjtq43{line-height:24px;}}.css-x1k33h{font-family:nyt-cheltenham;font-size:19px;font-weight:700;line-height:25px;}.css-1hvpcve{font-size:17px;font-weight:300;line-height:25px;}.css-1hvpcve em{font-style:italic;}.css-1hvpcve strong{font-weight:bold;}.css-1hvpcve a{font-weight:500;color:var(–color-content-secondary,#363636);}.css-1c013uz{margin-top:18px;margin-bottom:22px;}@media only screen and (max-width:480px){.css-1c013uz{font-size:14px;margin-top:15px;margin-bottom:20px;}}.css-1c013uz a{color:var(–color-signal-editorial,#326891);-webkit-text-decoration:underline;text-decoration:underline;font-weight:500;font-size:16px;}@media only screen and (max-width:480px){.css-1c013uz a{font-size:13px;}}.css-1c013uz a:hover{-webkit-text-decoration:none;text-decoration:none;}How Times reporters cover politics. We rely on our journalists to be independent observers. So while Times staff members may vote, they are not allowed to endorse or campaign for candidates or political causes. This includes participating in marches or rallies in support of a movement or giving money to, or raising money for, any political candidate or election cause.Learn more about our process.Wisconsin Democrats long ago decided not to make Mr. Johnson’s false assertions the focus of their campaign to unseat him. In part, that’s because he has been making them for so long that they have become part of the firmament of the state’s politics.“In a rural state, people are listening to this,” said Representative Mark Pocan, a Democrat from Madison who has spent years sparring with Mr. Johnson. “Those no longer become viewpoints. They become facts and they become repeated facts and they’re part of allegedly what’s reality here.”The shows have attracted a legion of loyal listeners across Wisconsin, though the public Nielsen radio station ratings do not report how many people are tuned in at specific times. Mr. Johnson appears on shows throughout the state, from the 50,000-watt station in Milwaukee’s 1.5-million listener market to stations with tiny signals in Wausau and programs syndicated on public radio stations across Wisconsin.Ryan Seaman, 31, who works in construction, said he was a frequent caller to conservative talk radio shows in Milwaukee, where he lives.“They try to offer perspective on both sides without really giving too much of their input,” Mr. Seaman said. “It’s not like they’re trying to force something down on you. That’s how I think the news should be. It should be fair, but accurate about what’s going on.”Shawn Kelly, a Republican retiree from Fond du Lac who in 2013 was appointed as his county’s register of deeds by Gov. Scott Walker, said what he heard on local talk radio was often “the exact opposite” from what he saw on television or read in the newspapers.“I don’t think there is a middle-of-the-road news organization around here,” Mr. Kelly said.Jerry Bader was a conservative talk show host who refused to support Donald J. Trump. Now, he is the minister of a church that serves Green Bay’s poor and homeless.Taylor Glascock for The New York Times“I wasn’t prepared for what happened to the conservative landscape,” Mr. Bader said.Taylor Glascock for The New York TimesMr. Johnson’s relationship with Wisconsin’s conservative talk radio hosts dates to the dawn of his political career.In early 2010, when he was a plastics executive unknown in Wisconsin politics, he gave a speech at a Tea Party rally. An attendee soon helped introduce him to Charlie Sykes, then the most powerful conservative talk radio host in the state.“I said, ‘Well, how would you describe yourself?’” Mr. Sykes said. “Either that day or the next day, he sent me a picture of his bedside table, which was stacked up with Wall Street Journals. His point was, ‘I’m a Wall Street Journal editorial page conservative.’”Mr. Sykes became the single biggest promoter of Mr. Johnson’s 2010 campaign for Senate. He read parts of Mr. Johnson’s speech during his show the next week, and Mr. Johnson sent a recording in which Mr. Sykes praised him to the chairs of the Republican Party in each of the state’s 72 counties.Not long after, Mr. Johnson won the endorsement of the Republican Party of Wisconsin at its annual convention — a coup for someone with just a few weeks of political experience.Mr. Johnson, right, in 2018. His rise to prominence began eight years earlier, when, as a plastics executive unknown in Wisconsin politics, he gave a speech at a Tea Party rally. Erin Schaff for The New York TimesMr. Sykes never stopped promoting Mr. Johnson’s candidacy, and Republican voters followed. After Mr. Johnson won and took office, the two had a standing off-air call for 40 minutes each week in which the senator sought feedback on how he was doing and the mood of his political base.In a 2011 interview with Peggy Noonan of The Wall Street Journal, Mr. Johnson said Mr. Sykes’s promotion was “the reason I’m a U.S. senator.”Conservative talk radio hosts in Wisconsin often move as a bloc, and Mr. Johnson has moved with them. In the 2016 presidential primary, all of the state’s major radio hosts — and all but one of the Republicans in the State Legislature — opposed Donald J. Trump’s candidacy.But once Mr. Trump was the nominee, the Republican base quickly rallied behind him, and so did Mr. Johnson. The radio show hosts who didn’t would soon learn the consequences. Mr. Sykes, who once lectured Mr. Trump on air about civility, announced before Mr. Trump won the general election that he was leaving his show.In Green Bay, Jerry Bader spoke with Mr. Johnson a few times a month on a radio show he hosted for 14 years that, he said, was “about everything from a conservative worldview.”In a recent interview, Mr. Bader said he couldn’t recall ever disagreeing with Mr. Johnson on the air — even though Mr. Bader served as the M.C. at a rally for Senator Ted Cruz during the 2016 primary and steadfastly opposed Mr. Trump even after the general election.Mr. Bader said his ratings dipped after Mr. Trump took office. Callers to the show were “very vehement” in their anger at him. When he was eventually fired in 2018, he said, the station’s management told him it was because he wouldn’t support Mr. Trump. A number of the Republican officials who had been regulars on his show called to offer condolences, but Mr. Bader said he never heard again from Mr. Johnson.“I wasn’t prepared for what happened to the conservative landscape,” said Mr. Bader, who is now the minister of a Green Bay church that serves the city’s poor and homeless. These days, he prefers to ignore politics.Mr. Bader’s time slot soon went to Joe Giganti, a pro-Trump host. Mr. Johnson is a regular guest, appearing on the show 18 times this year. In an interview, Mr. Giganti said that not only had he never disagreed with Mr. Johnson on the air, but that he also shared his skepticism on issues including Covid vaccines, the F.B.I.’s conduct and Wisconsin’s system of voting.Mr. Giganti’s show has been a success thanks in part to Mr. Johnson, who the host says helps drive ratings higher. He is now syndicated in two other Wisconsin markets and five more across the country — all places where he promulgates Mr. Johnson’s false theories.“There are,” Mr. Giganti said, “plenty of unanswered questions from the 2020 election.” More

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    How Mike Lindell’s Pillow Business Propels the Election Denial Movement

    Three days after federal agents seized his cellphone as part of an investigation into voting machine tampering, Mike Lindell seemed energized and ready to sell pillows.He strode onstage at a rally of Trump supporters in western Idaho, defiantly waving a cellphone. Eric Trump greeted him with a hug.“When they start attacking the MyPillow guy,” the former president’s son declared, “you know we have a large problem in this country.”Mr. Lindell, smiling broadly in a blue suit and red tie, leaned into the mic. “Use promo code ‘FBI’ to save up to 66 percent!” he yelled, raising his fist in the air. The crowd roared its approval.And pillows were sold. On Sept. 14, the day after Mr. Lindell’s encounter with the F.B.I., daily direct sales at his bedding business, MyPillow Inc., jumped to nearly $1 million, from $700,000 the day before, according to Mr. Lindell. Propelled by a blizzard of promotions, memes and interviews on right-wing media outlets, sales remained elevated for two days.American entrepreneurs have long mixed their business and political interests. But no one in recent memory has fused the two quite as completely as Mr. Lindell. In less than two years, the infomercial pitchman has transformed his company into an engine of the election denial movement, using his personal wealth and advertising dollars to propel the falsehood that the 2020 election was stolen from Donald J. Trump.In the process, Mr. Lindell has secured a platform for his conspiracy theories — and a devoted base of consumers culled from the believers.By his account, Mr. Lindell has spent as much as $40 million on conferences, activist networks, a digital media platform, legal battles and researchers that promote his theory of the case — the particularly outlandish conspiracy theory that the election was stolen through a complex, global plot to hack into voting machines.But a New York Times analysis of advertising data, along with interviews with media executives and personalities, reveal that Mr. Lindell’s influence goes beyond funding activism: He is now at the heart of the right-wing media landscape.Already the largest single advertiser on Fox News’s right-wing opinion prime-time lineup, according to data from the media analytics firm iSpot.tv, MyPillow has since early last year become a critical financial supporter of an expanding universe of right-wing podcasters and influencers, many of whom keep election misinformation coursing through the daily discourse.Mr. Lindell’s promotion of election conspiracy theories have cost him sales at mainstream retailers, he says.Erin Schaff/The New York TimesHis chief vehicle for that support is a sprawling system of promo codes handed out to podcasters, pundits and activists, giving them a stake in each sale and incentive to promote Mr. Lindell’s products — and, in the process, his election theories.Podcasters and advertising executives say the arrangement has cemented Mr. Lindell’s influence. Stephen K. Bannon, the former Trump adviser whose “War Room” podcast ranks among the top news shows on Apple, described him in an interview as “the most significant financier in all of conservative media.” Mr. Bannon last year devoted as much as a third of the promotional time on his podcast to MyPillow, although that share has fallen since, according to an analysis by the analytics firm Magellan AI.Mr. Lindell’s message is being received. He has called on his followers to find evidence to back up his claims, and they have inundated election officials with requests for voting records, audits and even access to voting machines. Mr. Lindell and his network of allies are mobilizing right-wing activists to act as self-styled election vigilantes searching for evidence of misconduct in the midterm elections.The Spread of Misinformation and FalsehoodsElection Fraud Claims: A new report says that major social media companies continue to fuel false conspiracies about election fraud despite promises to combat misinformation ahead of the midterm elections.Russian Falsehoods: Kremlin conspiracy theories blaming the West for disrupting the global food supply have bled into right-wing chat rooms and mainstream conservative news media in the United States.Media Literacy Efforts: As young people spend more time online, educators are increasingly trying to offer students tools and strategies to protect themselves from false narratives.Global Threat: New research shows that nearly three-quarters of respondents across 19 countries with advanced economies are very concerned about false information online.Some critics — including the voting machine companies that have sued him for defamation, libel and slander — charge that Mr. Lindell’s operation is simply an enormous grift. “The lie sells pillows,” lawyers for Dominion Voting Systems argued in a still-pending $1.3 billion lawsuit filed against Mr. Lindell last year.Mr. Lindell disputes the allegations and insists that his activism has lost him money.“I didn’t do this to make a profit,” he told The Times in an interview. “I did it to save our country.” He said he pours “every dime I make” into his cause.It is difficult to assess that claim. As a privately held company, MyPillow does not disclose financial information and Mr. Lindell has frequently given conflicting accounts about his spending.Mr. Lindell has spent nearly $80 million on advertising on Fox News’s prime-time lineup of opinion shows since accelerating his activism in January 2021, according to estimates by iSpot.TV. His advertising on podcasts in that same period is valued at more than $10 million, according to estimates from Magellan AI. In addition to the tens of millions he says he has spent on activism and lawsuits, Mr. Lindell has given $200,000 to state and federal political action committees since January 2021, public records show.That investment has built a brand loyalty that goes well beyond appreciation for a rectangle of shredded foam that lists for $49.98 (but sells for as low as $19.98 with a promo code).His customers are “supporting a guy they believe shares their worldview,” said Benjamin Pratt, an advertising executive who focuses on conservative media. They say, said Mr. Pratt, “we’re going to support him, he’s being attacked and they’re trying to silence him. OK, we’ll buy more pillows.”Mr. Lindell says he was disengaged from politics until meeting Donald Trump in 2016. Jordan Vonderhaar For The New York Times/Getty Images North AmericaFinding a MarketMr. Lindell, a 61-year-old recovering crack cocaine and gambling addict who previously managed a string of bars in suburban Minneapolis, says he started MyPillow in 2004 after receiving the idea in a dream.He initially sold his signature pillows directly, through homespun infomercials and in booths at home and garden shows, as well as through cut-rate newspaper ads and radio spots. He perfected a relentlessly high-energy sales pitch. In an effort to squeeze as much value as possible out of these advertising dollars, he began pairing each ad with a distinct promotional code that would allow him to track its performance in inducing direct sales.By 2019, he told The Times, the company had annual revenues of over $300 million. He had also expanded to more conventional distribution deals with large retailers like Walmart and Bed Bath & Beyond.MyPillow’s work force, which numbered just 300 in 2012, had grown to more than 1,500 by 2018, according to legal filings, and the company reported having sold more than 40 million pillows since its founding. As he built his company, Mr. Lindell says, he was disengaged from politics — until being called to a meeting with Mr. Trump in 2016, where the then-candidate expressed an interest in MyPillow’s American manufacturing operations. Mr. Lindell became an ardent Trump supporter.In early 2021, he became an integral part of a growing movement to somehow retroactively reverse Mr. Trump’s defeat. On Jan. 15 of that year he was seen entering the White House with a sheaf of papers on which the phrase “martial law” was visible. (Mr. Lindell has insisted he was merely delivering the papers and had not read them.).css-1v2n82w{max-width:600px;width:calc(100% – 40px);margin-top:20px;margin-bottom:25px;height:auto;margin-left:auto;margin-right:auto;font-family:nyt-franklin;color:var(–color-content-secondary,#363636);}@media only screen and (max-width:480px){.css-1v2n82w{margin-left:20px;margin-right:20px;}}@media only screen and (min-width:1024px){.css-1v2n82w{width:600px;}}.css-161d8zr{width:40px;margin-bottom:18px;text-align:left;margin-left:0;color:var(–color-content-primary,#121212);border:1px solid var(–color-content-primary,#121212);}@media only screen and (max-width:480px){.css-161d8zr{width:30px;margin-bottom:15px;}}.css-tjtq43{line-height:25px;}@media only screen and (max-width:480px){.css-tjtq43{line-height:24px;}}.css-x1k33h{font-family:nyt-cheltenham;font-size:19px;font-weight:700;line-height:25px;}.css-1hvpcve{font-size:17px;font-weight:300;line-height:25px;}.css-1hvpcve em{font-style:italic;}.css-1hvpcve strong{font-weight:bold;}.css-1hvpcve a{font-weight:500;color:var(–color-content-secondary,#363636);}.css-1c013uz{margin-top:18px;margin-bottom:22px;}@media only screen and (max-width:480px){.css-1c013uz{font-size:14px;margin-top:15px;margin-bottom:20px;}}.css-1c013uz a{color:var(–color-signal-editorial,#326891);-webkit-text-decoration:underline;text-decoration:underline;font-weight:500;font-size:16px;}@media only screen and (max-width:480px){.css-1c013uz a{font-size:13px;}}.css-1c013uz a:hover{-webkit-text-decoration:none;text-decoration:none;}How Times reporters cover politics. We rely on our journalists to be independent observers. So while Times staff members may vote, they are not allowed to endorse or campaign for candidates or political causes. This includes participating in marches or rallies in support of a movement or giving money to, or raising money for, any political candidate or election cause.Learn more about our process.Within days, national retailers carrying MyPillow products dropped the brand. But Mr. Lindell only plunged deeper into election denial, seizing on fanciful theories about “algorithms” manufacturing votes and China hacking into machines.In an interview, Mr. Lindell said losing the big box stores has cost MyPillow 80 percent of its retail sales, which had accounted for a little less than half of its overall sales.MyPillow kept its steady presence on Fox News, which does not promote his election theories. So far this year, its spots have accounted for nearly 8 percent of all ad impressions — more than any other outside advertiser — on the network’s prime-time shows hosted by Tucker Carlson, Sean Hannity and Laura Ingraham, according to iSpot.tv. MyPillow’s strategy of saturating one network with ads, even at risk of annoying viewers, is “an anomaly in television,” Jason Damata, an analyst for iSpot.tv.Starting in early 2021, the company moved aggressively into podcast advertising. In the first quarter of this year, the number of podcasts MyPillow supported jumped to 45, from 29, while the number of spots it aired nearly doubled to more than 1,200, according to Magellan AI, which monitors advertising on the top 3,000 podcasts weekly.Joe Schmieg, MyPillow’s vice president for sales and marketing, said the company’s executives targeted podcasts popular with Christian audiences and conservative women in their 40s and 50s. “They’re typically the ones that are buyers,” he said. It offered the outlets a dedicated promotional code and a share — 25 percent or more — of all sales linked to that code. (Mr. Lindell disputed that the company directly targeted a conservative audience.)The strategy partly offset the loss of the chain stores, Mr. Schmieg said. According to Mr. Lindell, the company’s overall sales dipped only 10 percent in 2021 — though they have fallen further since losing its contract to sell in Walmart stores this year. (Mr. Lindell provided no documentation to support the numbers.)Mr. Lindell, center, with the far-right agitator Jack Posobiec, left, and Stephen Bannon, a former Trump adviser, at a conference this year.Emil Lippe for The New York TimesBuying a MegaphoneThe strategic shift to podcasts put Mr. Lindell on the vanguard of right-leaning media. In this decentralized ecosystem, where audience sizes vary widely and programming spans from the conventionally conservative to the conspiratorial fringe, MyPillow promotions are ubiquitous.A Times analysis that identified 125 codes found the list of affiliates included well-known figures like Glenn Beck and Dan Bongino, whose daily shows are both among Apple’s top 50 news podcasts in the country, as well as Rudolph W. Giuliani, Mr. Trump’s former lawyer.Jack Posobiec, the far-right agitator known for promoting the disinformation campaign “Pizzagate,” had a code, as did Vincent James Foxx, a media entrepreneur who espouses anti-Semitism and white supremacy.(After The Times asked him about his relationship with Mr. Foxx, Mr. Lindell said he was cutting ties with him — not because of Mr. Foxx’s views but because he said Mr. Foxx had misrepresented the terms of his affiliate deal on his show.) Lines between promotion and politics are blurry on MyPillow’s affiliate podcasts. Mr. Lindell regularly appears as a guest on shows, and even when he doesn’t, his pet theories are present.On a recent episode of BardsFM, a podcast that layers Christian nationalism, anti-vaccine beliefs, QAnon and election denialism, the host, Scott Kesterson called the coming election a “a clown show” that would be stolen via an “algorithm.”In 2022, nearly two-thirds of all advertising minutes on BardsFM have been dedicated to MyPillow, according to data from Magellan AI.“Every dollar you spend at MyPillow helps fund Mike Lindell’s efforts for this nation,” Mr. Kesterson said on his podcast in September. “He’s done that as they’ve tried to destroy his company.”By his account, Mr. Lindell has spent as much as $40 million advancing his election theories.Erin Schaff/The New York TimesUsing His LeverageSome on the right have tried to keep a distance from Mr. Lindell and his far-fetched voting machine theories — either out of fear of legal liability or skepticism. He has not made it easy.At times, he has publicly threatened to withhold advertising support from outlets that he doesn’t see as sufficiently supportive. He once carried through on those threats, pulling MyPillow spots from Fox News for nearly two months last year after the network refused to allow him to advertise one of his conferences.Mr. Bannon, who has often called himself “not a machine guy” and said he doesn’t understand the theories about hacking, nonetheless often features Mr. Lindell on “War Room.” He has twice broadcast from Mr. Lindell’s conferences that convene activists to swap conspiracy theories about election machines. In an interview at one in Springfield, Mo., in August, Mr. Bannon said Mr. Lindell had started to convince him.“I do know the machines have to go,” said Mr. Bannon, who on Friday was sentenced to four months in prison for contempt of Congress.In November 2021, Mr. Lindell threatened to pull his advertising from Salem Media Group, a publicly traded conservative radio and podcast company with a roster that includes Charlie Kirk, a young right-wing commentator, and Jenna Ellis, a former Trump lawyer. Mr. Lindell claimed the company wasn’t sufficiently covering his particular election theories.“You better at least say something because you might not have products to sell at least from MyPillow,” he warned in a broadcast from his own online video site. “You don’t get to have your cake and eat it too. There will be no more MyPillow if you can’t address the election of 2020.”Mr. Lindell backed off the threat after speaking to a Salem executive, according to a person briefed on the conversation. (Salem did not respond to requests for comment, but at the time an executive told The Daily Beast that there was no policy blocking hosts from discussing any topics.)More recently, Salem was eager to promote Mr. Lindell’s encounter with the F.B.I. After Mr. Lindell went public about the investigation, a Salem executive sent an email urging hosts to talk about it on their shows, according to a person familiar with the email. Mr. Lindell’s supporters would want to know and help him, the email said.Soon, many of Salem’s political commentators were discussing the case at length, portraying Mr. Lindell as an innocent businessman unfairly targeted by federal agents. Mr. Lindell also made the rounds on shows himself, slipping in allegations about voting machines.“When you talk about evidence to get rid of machines, we’ve had that for a year and a half,” Mr. Lindell said on Mr. Kirk’s podcast.Mr. Kirk did not discuss voting machines, but told his listeners that he was buying extra sets of MyPillow’s Giza Dreams sheets himself to support Mr. Lindell. He urged his audience to do the same.“Use promo code: ‘Kirk’,” he said.Tina Peters at an event in June with Mr. Lindell in Colorado. She faces charges in an election plot.Daniel Brenner for The New York TimesThe Search for ProofAt MyPillow’s headquarters and factory in the exurbs of Minneapolis, Mr. Lindell’s politics intermingle with his business.In its warehouse, pallets of DVDs of “Absolute Proof,” a feature-length video promoting election conspiracy theories, share floor space with packaged pillows.On a morning last month in Mr. Lindell’s office, a picture of Mr. Trump leaned against a wall, as the executive juggled meetings with company officials and calls from his allies in his election crusade — as well as the lawyers who were crafting his response to the encounter with federal agents the previous week.The investigation involves Tina Peters, the county clerk of Mesa County, Colo., whom state prosecutors have accused of plotting to copy sensitive data from voting machines in an attempt to prove the 2020 election was rigged. Ms. Peters has pleaded not guilty to the state charges. Mr. Lindell, whom prosecutors identified as a potential co-conspirator in a related federal investigation, denies any involvement.He has promoted Ms. Peters and her data. At a conference Mr. Lindell hosted in South Dakota last year, Ms. Peters flew in on Mr. Lindell’s private plane and was celebrated as a hero onstage.Such conferences are a showcase of Mr. Lindell’s organizing power in the movement. At the recent gathering in Springfield, activists from all 50 states, many of whom gather weekly on calls hosted by Mr. Lindell, took turns describing their hunt for evidence of malfeasance in American democracy, notably turning their focus beyond the 2020 election.Activists from Alabama said they had fed fake ballots into machines ahead of the primary election in an attempt to prove how easily they could be tampered with. A county Republican official from Oklahoma urged attendees to be diligent in monitoring voting in midterm elections — even telling them to videotape absentee ballots as they are opened.After hours of presentations, Mr. Lindell bounded onstage: “By the way, if you’re watching from home use that promo code: ‘Truth45’,” he said. More

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    Running an Election in the Heart of Election Denialism

    Asthaa Chaturvedi and Mike Benoist and Dan Powell, Marion Lozano and Listen and follow The DailyApple Podcasts | Spotify | StitcherThis episode contains strong language. Hundreds of candidates on the ballot in November still deny that President Biden won in 2020 — a level of denialism that is fueling harassment and threats toward election workers. Few have experienced those attacks as viscerally as election workers in Arizona. Today, we speak with the top election official in the state’s largest county. On today’s episodeStephen Richer, the recorder of Maricopa County in Arizona. Stephen Richer is the top election official in Maricopa Country, Ariz. Many of the voters in the state doubt the legitimacy of the electoral process.Michael Chow/The Arizona Republic, via Associated PressBackground readingElection officials are on alert as voting begins for midterm elections, the biggest test of the American election system since former President Donald J. Trump’s lies about the 2020 results launched an assault on the democratic process.Over 370 Republican candidates have cast doubt on the 2020 election despite overwhelming evidence to the contrary, according to a New York Times investigation.There are a lot of ways to listen to The Daily. Here’s how.We aim to make transcripts available the next workday after an episode’s publication. You can find them at the top of the page.The Daily is made by Lisa Tobin, Rachel Quester, Lynsea Garrison, Clare Toeniskoetter, Paige Cowett, Michael Simon Johnson, Brad Fisher, Chris Wood, Jessica Cheung, Stella Tan, Alexandra Leigh Young, Lisa Chow, Eric Krupke, Marc Georges, Luke Vander Ploeg, M.J. Davis Lin, Dan Powell, Dave Shaw, Sydney Harper, Robert Jimison, Mike Benoist, Liz O. Baylen, Asthaa Chaturvedi, Rachelle Bonja, Diana Nguyen, Marion Lozano, Corey Schreppel, Anita Badejo, Rob Szypko, Elisheba Ittoop, Chelsea Daniel, Mooj Zadie, Patricia Willens, Rowan Niemisto, Jody Becker, Rikki Novetsky, John Ketchum, Nina Feldman, Will Reid, Carlos Prieto, Sofia Milan, Ben Calhoun and Susan Lee.Our theme music is by Jim Brunberg and Ben Landsverk of Wonderly. Special thanks to Sam Dolnick, Paula Szuchman, Lisa Tobin, Larissa Anderson, Cliff Levy, Lauren Jackson, Julia Simon, Mahima Chablani, Desiree Ibekwe, Wendy Dorr, Elizabeth Davis-Moorer, Jeffrey Miranda, Renan Borelli, Maddy Masiello and Nell Gallogly. More

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    Republicans’ Persistent 2020 Election Doubts

    Hundreds of Republicans running for offices this year have questioned the 2020 election.Hundreds of Republicans running for national and statewide offices have questioned or spread misinformation about the 2020 election, in some cases outright denying President Biden’s victory. To understand how thoroughly these views have seeped into American politics, my colleagues Karen Yourish and Danielle Ivory combed through statements from more than 550 Republican candidates. I spoke with them about what they found.Ashley: Why do many Republicans continue to question the 2020 election?Danielle: There are candidates who seem to genuinely believe what they’re saying, and some who probably feel like they have to talk about it. Donald Trump and many of the party’s core supporters have made questioning 2020 a litmus test for Republican candidates.Some Republicans have learned that they can’t drop this issue because there’s pressure from Trump or the people around him. One example is Tim Michels, a candidate for governor in Wisconsin. He said he would not prioritize decertification of the 2020 election, which is not legally possible. Then there was an uproar from Trump’s camp. So Michels started promoting “2000 Mules,” a documentary that purports to show election fraud but is based on an erroneous premise.You put the candidates into different categories: those who openly said the election was stolen and those who questioned the election in other ways. Why distinguish between them?Karen: We wanted to help readers understand the range of ways that candidates are promoting misinformation about 2020. We felt it was incorrect to label all candidates who questioned specific aspects of the election — including many who voted to object to the Electoral College count on Jan. 6 — as “election deniers.” There has been a lot of coverage on the most extreme examples, the people who explicitly say that the election was stolen. But many others cast doubt, often frequently, in ways that might seem more reasonable but are possibly more insidious.What are some of those ways?Karen: A great example is Robert Burns, a New Hampshire House candidate. In a local TV news interview in February, he said he didn’t believe that the “stolen election is a winning issue.” He then went on to say that Trump did not get more votes than Biden, but votes were “absolutely” stolen, without actually saying that the whole election was fraudulent.Another is Senator Mike Lee of Utah, who said on C-SPAN that “President Biden is the president of the United States” but then added that the conspiracy film “2000 Mules” raised “significant questions as to what might have happened” in the election and that those allegations should be investigated.Many candidates have recently taken to promoting an unfounded theory that the media, Facebook and the F.B.I. conspired to interfere in the 2020 election by censoring coverage of a negative news story about Hunter Biden, the president’s son.What surprised you about your findings?Danielle: Falsehoods about the election seem to have staying power that I didn’t expect, and that resilience seems increasingly relevant as we head into the midterm elections. So we thought it was important to separate out more recent statements about the election, almost two years after Donald Trump lost, versus those that were made in 2020 or 2021.What do your findings mean for next month’s midterm elections?Danielle: Hundreds of the candidates we identified as questioning the past presidential election are favored to win their races and take office. They represent a growing consensus in the Republican Party and a potential threat to one of the bedrock principles of democracy — that voters decide elections and candidates accept the results. And we will be interested to see how these candidates react if they do not win.Read the investigation here.Karen Yourish joined The Times in 2013 from The Washington Post. She has read all of Donald Trump’s tweets (twice) and watched more than 1,000 episodes of “Tucker Carlson Tonight.” Danielle Ivory joined The Times in 2013 from Bloomberg News. She has led efforts to collect and analyze data on Covid deaths in nursing homes and Russia’s war strategy in Ukraine.For more“These people are SICK”: Polarizing rhetoric has become entrenched among House Republicans.Some voters have already lost faith in the ability of America’s system of government to represent them.NEWSWar in UkraineMissile damage in Zaporizhzia, Ukraine.Ivor Prickett for The New York TimesRussian forces pounded Ukraine’s power plants with some of the heaviest missile strikes in weeks.Russian authorities have resettled thousands of Ukrainian children in Russia, including some whose relatives want them back.InternationalXi Jinping formally secured another term as head of China’s Communist Party. Follow our updates.What Xi doesn’t say is as revealing as what he does. Key omissions from his messages at the Communist Party congress suggested worry about threats ahead.The former British Prime Minister Boris Johnson returned home yesterday from a vacation abroad, feeding expectations that he would seek another term.Liz Truss’s resignation was a result of the fallout from Brexit and the opposing factions it created among British conservatives, experts said.Hurricane Roslyn is expected to bring high winds and heavy rainfall to west-central Mexico as it makes landfall today.Other Big StoriesCases of the flu and other viruses are returning in the U.S. and could collide with an expected winter rise in Covid infections.New York City will increase the presence of police officers on the subway.FROM OPINIONLiberals must confront the demands of the Trumpist right and the illiberal left, not just denounce them, Ross Douthat argues in his inaugural newsletter. Sign up to receive it.Truss turned out to be a stooge for Boris Johnson, Maureen Dowd writes.The politics of Los Angeles’s affordable housing crisis are terrible. The politics of what’s needed to solve it are worse, Ezra Klein says.New York has a long history of moderate Republican governors. Lee Zeldin is not part of that tradition, The Times’s editorial board writes in its endorsement of Gov. Kathy Hochul.The Sunday question: Has Xi Jinping made China stronger?As he begins his third term as China’s leader, Xi has grown its economy, strengthened its military and made himself its most dominant politician since Mao, Bloomberg Opinion’s editorial board argues. But an economic slowdown, Xi’s disruptive zero-Covid strategy and his increasingly dictatorial rule could threaten those successes, says CNN’s Selina Wang.MORNING READSSkiers made their way up Mount Hood this year.Ruth Fremson for The New York TimesShifting snowmelt: What happens when the Pacific Northwest loses its snow?Something navy? Bold colors, beads and big sleeves at New York Bridal Fashion Week.Breaking up: With Peloton.Sunday routine: A 60-year-old D.J. pretends she’s a tourist in New York.Advice from Wirecutter: Bring these essentials trick-or-treating.BOOKSPaul Newman: His autobiography reveals a new side of “a man we imagined we knew,” the novelist Richard Russo writes for The Times.“The Passenger”: Cormac McCarthy’s novel offers two ways of seeing.Times best sellers: “Down and Out in Paradise,” Charles Leerhsen’s book about Anthony Bourdain, debuted as a hardcover nonfiction best seller. See all our lists here.THE SUNDAY TIMES MAGAZINEStephen Voss for The New York Times.On the cover: The rise of Marjorie Taylor Greene.Katricia Dotson: She was killed by the police. Why were her bones in a museum?Recommendation: Use “y’all,” the most inclusive pronoun.Humbled champions: What we lose when athletes retire on top.Eat: This Salisbury steak is no TV dinner.Read the full issue.THE WEEK AHEADWhat to Watch ForBritain’s Conservative Party plans to select a new prime minister this week.Candidates will meet for debates on several nights this week, including in Florida’s governor’s race tomorrow and Pennsylvania’s Senate matchup on Tuesday.The Trump Organization will face trial on Monday in a New York State Court on tax fraud and other charges.Two Minneapolis officers involved in George Floyd’s death go to trial on Monday on state charges.The W.N.B.A. star Brittney Griner is due in court on Tuesday in Russia to appeal her drug conviction.The deadline for Elon Musk, Tesla’s C.E.O., to complete an acquisition of Twitter is Friday.The World Series begins on Friday. The National League champion, either the San Diego Padres or the Philadelphia Phillies, will face the American League champion, either the Houston Astros or the New York Yankees.What to Cook This WeekLinda Xiao for The New York Times. Food Stylist: Monica Pierini.Cravings are highly personal, Emily Weinstein writes. She shares a few of her own: stuffed shells, roasted chicken with crispy mushrooms and breakfast burritos.NOW TIME TO PLAYHere’s a clue from the Sunday crossword:74 Across: “Mad” figure of fictionTake the news quiz to see how well you followed the week’s headlines.Here’s today’s Spelling Bee. Here’s today’s Wordle. After, use our bot to get better.Thanks for spending part of your weekend with The Times.Matthew Cullen, Lauren Hard, Lauren Jackson, Claire Moses, Ian Prasad Philbrick, Tom Wright-Piersanti and Ashley Wu contributed to The Morning. You can reach the team at themorning@nytimes.com.Sign up here to get this newsletter in your inbox. More

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    La desinformación es más difícil de combatir en EE. UU.

    La proliferación de redes sociales alternativas ha ayudado a afianzar la información falsa y engañosa como elemento clave de la política estadounidense.La mañana del 8 de julio, el expresidente Donald Trump recurrió a Truth Social, la plataforma de redes sociales que fundó con gente cercana a él, para afirmar que había ganado las elecciones presidenciales del 2020 en el estado de Wisconsin, a pesar de todas las pruebas que evidenciaban lo contrario.Alrededor de 8000 personas compartieron esa misiva en Truth Social, cifra que distó mucho de los cientos de miles de respuestas que sus publicaciones en Facebook y Twitter solían generar antes de que esas plataformas le apagaran el micrófono tras los mortíferos disturbios en el Capitolio el 6 de enero de 2021.A pesar de ello, la afirmación infundada de Trump pululó en la conciencia pública. Saltó de su aplicación a otras plataformas de redes sociales, por no hablar de pódcast, la radio y la televisión.Al cabo de 48 horas de publicado su mensaje, más de un millón de personas lo habían visto en al menos una decena de otros lugares. Apareció en Facebook y Twitter, de donde fue eliminado, pero también en YouTube, Gab, Parler y Telegram, según un análisis de The New York Times.La difusión de la afirmación de Trump ilustra cómo la desinformación ha hecho metástasis desde que los expertos comenzaron a sonar la alarma sobre la amenaza que supone y todo esto ocurre justo antes de las elecciones de mitad de mandato de este año. A pesar de los años de esfuerzos de los medios de comunicación, de los académicos e incluso de las propias empresas de redes sociales para hacer frente al problema, se puede decir que hoy en día está más generalizado y extendido.“Para ser honesta, me parece que el problema está peor que nunca”, comentó Nina Jankowicz, experta en desinformación que condujo durante un periodo breve un consejo consultivo dentro del Departamento de Seguridad Nacional dedicado a combatir la desinformación. La creación del panel desató furor y provocó su renuncia y la disolución del consejo consultivo.No hace mucho, la lucha contra la desinformación se centraba en las principales plataformas de redes sociales, como Facebook y Twitter. Cuando se les presionaba, solían eliminar los contenidos problemáticos, incluida la información errónea y la desinformación intencionada sobre la pandemia de COVID-19.Sin embargo, ahora hay decenas de plataformas nuevas, incluidas algunas que se enorgullecen de no moderar —censurar, como lo denominan— las declaraciones falsas en nombre de la libertad de expresión.Otras personalidades siguieron los pasos de Trump y se cambiaron a estas nuevas plataformas tras ser “censuradas” por Facebook, YouTube o Twitter. Entre ellos, Michael Flynn, el general retirado que sirvió brevemente como principal asesor de Seguridad Nacional de Trump; L. Lin Wood, una abogada pro-Trump; Naomi Wolf, una autora feminista y escéptica de las vacunas, así como diversos seguidores de QAnon y los Oath Keepers, un grupo de militantes de extrema derecha.Al menos 69 millones de personas se han unido a plataformas como Parler, Gab, Truth Social, Gettr y Rumble, que se promueven como alternativas conservadoras a las grandes empresas tecnológicas, según declaraciones de las empresas mismas. Aunque muchos de esos usuarios ya no tienen cabida en las plataformas más grandes, siguen difundiendo sus opiniones, que a menudo aparecen en capturas de pantalla publicadas en los sitios que les prohibieron la entrada.“Nada en internet existe de manera aislada”, afirmó Jared Holt, gestor principal en la investigación sobre odio y extremismo del Instituto para el Diálogo Estratégico. “Lo que ocurre en plataformas alternas como Gab o Telegram o Truth tarde o temprano llega a Facebook, Twitter y otras”, agregó.Los usuarios han migrado a aplicaciones como Truth Social luego de haber sido “censuradas” por Facebook, YouTube o Twitter.Leon Neal/Getty ImagesEl discurso político se ha radicalizado por la difusión de las personas que propagan desinformación, indicó Nora Benavidez, abogada sénior en Free Press, un grupo de defensa de los derechos digitales y la transparencia.“Nuestro lenguaje y nuestros ecosistemas en línea se están volviendo cada vez más corrosivos”, dijo.Los cambios en el paisaje de la desinformación se están haciendo más evidentes con el ciclo electoral en Estados Unidos. En 2016, la campaña encubierta de Rusia para difundir mensajes falsos y divisorios parecía una aberración en el sistema político estadounidense. Hoy la desinformación, procedente de enemigos extranjeros y nacionales, se ha convertido en una característica del mismo.La idea infundada de que el presidente Joe Biden no fue electo de manera legítima se generalizó entre los miembros del Partido Republicano, e hizo que funcionarios de los estados y los condados impusieran nuevas restricciones para votar, a menudo solo con base en teorías de la conspiración que se cuelan en los medios de comunicación de derecha.Los votantes no solo deben filtrar un torrente cada vez mayor de mentiras y falsedades sobre los candidatos y sus políticas, sino también información sobre cuándo y dónde votar. Los funcionarios nombrados o elegidos en nombre de la lucha contra el fraude electoral han adoptado una postura que implica que se negarán a certificar los resultados que no sean de su agrado.Los proveedores de desinformación también se han vuelto cada vez más sofisticados a la hora de eludir las normas de las principales plataformas, mientras que el uso del video para difundir afirmaciones falsas en YouTube, TikTok e Instagram ha hecho que los sistemas automatizados tengan más dificultades para identificarlos que los mensajes de texto.TikTok, propiedad del gigante chino de la tecnología ByteDance, se ha vuelto uno de los principales campos de batalla en la lucha actual contra la desinformación. Un informe del mes pasado de NewsGuard, una organización que da seguimiento al problema en línea, mostró que casi el 20 por ciento de los videos que aparecían como resultados de búsqueda en TikTok contenían información falsa o tendenciosa sobre temas como los tiroteos en las escuelas y la guerra de Rusia en Ucrania.Katie Harbath en el “sala de operaciones” de Facebook, donde se monitoreaba el contenido relacionado con las elecciones en la plataforma, en 2018Jeff Chiu/Associated Press“La gente que hace esto sabe cómo aprovechar los vacíos”, explicó Katie Harbath, exdirectora de políticas públicas de Facebook que ahora dirige Anchor Change, una consultora estratégica.A pocas semanas de las elecciones de mitad de mandato, las principales plataformas se han comprometido a bloquear, etiquetar o marginar todo lo que infrinja las políticas de la empresa, incluida la desinformación, la incitación al odio o los llamados a la violencia.Sin embargo, la industria artesanal de expertos dedicados a contrarrestar la desinformación —los grupos de expertos, las universidades y las organizaciones no gubernamentales— mencionan que la industria no está haciendo suficiente. El mes pasado, por ejemplo, el Centro Stern para los Negocios y los Derechos Humanos de la Universidad de Nueva York advirtió que las principales plataformas seguían amplificando el “negacionismo electoral” de maneras que debilitaban la confianza en el sistema democrático.Otro desafío es la proliferación de plataformas alternativas para esas falsedades y opiniones aún más extremas.Muchas de esas nuevas plataformas florecieron tras la derrota de Trump en 2020, aunque todavía no han alcanzado el tamaño o el alcance de Facebook y Twitter. Estas plataformas afirman que las grandes empresas tecnológicas están en deuda con el gobierno, el Estado profundo o la élite liberal.Parler, una red social fundada en 2018, era uno de los sitios que más crecía, hasta que las tiendas de aplicaciones de Apple y Google lo expulsaron tras los disturbios mortales del 6 de enero, alimentados por la desinformación y los llamados a la violencia en línea. Desde entonces ha vuelto a ambas tiendas y ha empezado a reconstruir su audiencia apelando a quienes sienten que sus voces han sido silenciadas.“En Parler creemos que el individuo es quien debe decidir lo que cree que es la verdad”, dijo en una entrevista, Amy Peikoff, la directora de políticas de la plataforma.Argumentó que el problema con la desinformación o las teorías de la conspiración se derivaba de los algoritmos que las plataformas usan para mantener a la gente pegada a internet y no del debate sin moderar que fomentan sitios como Parler.El lunes, Parler anunció que Kanye West había, en principio, accedido a comprar la plataforma en un acuerdo que el rapero y el diseñador de moda, ahora conocido como Ye, formuló en términos políticos.“En un mundo en que las opiniones conservadoras se consideran controversiales, debemos de asegurarnos de tener el derecho a expresarnos libremente”, dijo, según el comunicado de la compañía.Los competidores de Parler son ahora BitChute, Gab, Gettr, Rumble, Telegram y Truth Social, y cada uno de ellos se presenta como un santuario frente a las políticas de moderación de las principales plataformas en todo tipo de temas, desde la política hasta la salud.Una nueva encuesta del Centro de Investigaciones Pew descubrió que el 15 por ciento de las cuentas destacadas en esas siete plataformas habían sido desterradas previamente de otras como Twitter y Facebook.Las aplicaciones como Gettr se publicitan como alternativas a los gigantes tecnológicosElijah Nouvelage/Getty ImagesSegún la encuesta, casi dos terceras partes de los usuarios de esas plataformas dijeron que habían encontrado una comunidad de personas que compartían sus opiniones. La mayoría son republicanos o se inclinan por ese partido.Una consecuencia de esta atomización de las fuentes de las redes sociales es que se refuerzan las burbujas de información partidista en las que viven millones de estadounidenses.Según el Centro Pew, al menos el seis por ciento de los estadounidenses se informa de manera habitual en al menos uno de estos sitios relativamente nuevos, que a menudo “ponen de relieve puntos de vista del mundo que no pertenecen a la corriente dominante y, a veces, utilizan un lenguaje ofensivo”. La encuesta encontró que una de cada 10 publicaciones en estas plataformas que mencionaban cuestiones relacionadas con la comunidad LGBTQ incluían alegatos peyorativos.Estos nuevos sitios siguen siendo marginales comparados con las plataformas más grandes; por ejemplo, Trump tiene 4 millones de seguidores en Truth Social, en comparación con los 88 millones que tenía cuando Twitter cerró su cuenta en 2021.Aun así, Trump ha retomado cada vez más sus publicaciones con el ímpetu que antes mostraba en Twitter. El allanamiento del FBI en Mar-a-Lago volvió a poner sus últimos pronunciamientos en el ojo del huracán político.Para las principales plataformas, el incentivo financiero para atraer usuarios, y sus clics, sigue siendo poderoso y podría hacer que den marcha atrás a las medidas que tomaron en 2021. También hay un componente ideológico. El llamado a la libertad individual, con tintes emocionales, impulsó en parte la oferta de Elon Musk para comprar Twitter, que parece haberse reactivado tras meses de maniobras legales.Nick Clegg, el presidente de asuntos globales de Meta, la empresa matriz de Facebook, incluso sugirió hace poco que la plataforma podría restablecer la cuenta de Trump en 2023, antes de la que podría ser otra carrera presidencial. Facebook había dicho previamente que solo lo haría “si el riesgo para la seguridad pública ha disminuido”.Nick Clegga, el presidente de asuntos globales de MetaPatrick T. Fallon/Agence France-Presse — Getty ImagesUn estudio de Truth Social realizado por Media Matters for America, un grupo de monitoreo de medios con tendencia de izquierda, examinó la forma en que la plataforma se ha convertido en hogar de algunas de las teorías de conspiración más marginales. Trump, que empezó a publicar en la plataforma en el mes de abril, ha amplificado cada vez más el contenido de QAnon, la teoría de conspiración en línea.Ha compartido publicaciones de QAnon más de 130 veces. Los seguidores de QAnon promueven una falsedad amplia y compleja centrada en Trump como líder que se enfrenta a una conspiración de una camarilla de pedófilos del Partido Demócrata. Dichas opiniones han hallado cabida durante las primarias de este año en las campañas electorales de los republicanos.Jankowicz, la experta en desinformación, mencionó que las divisiones sociales y políticas habían agitado las olas de la desinformación.Las controversias sobre la mejor manera de responder a la pandemia de COVID-19 profundizaron la desconfianza en el gobierno y los expertos médicos, sobre todo entre los conservadores. La negativa de Trump a aceptar el resultado de las elecciones de 2020 condujo a la violencia en el Capitolio, pero no terminó con ella.“Deberían habernos unido”, dijo Jankowicz, refiriéndose a la pandemia y a los disturbios. “Pensé que quizás podrían servir como una especie de poder de convocatoria, pero no lo fueron”Steven Lee Myers cubre desinformación para el Times. Ha trabajado en Washington, Moscú, Bagdad y Pekín, donde contribuyó a los artículos que ganaron el Premio Pulitzer al servicio público en 2021. También es el autor de The New Tsar: The Rise and Reign of Vladimir Putin. @stevenleemyers • FacebookSheera Frenkel es una reportera de tecnología premiada que tiene su sede en San Francisco. En 2021, ella y Cecilia Kang publicaron Manipulados. La batalla de Facebook por la dominación mundial. @sheeraf More

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    En Brasil, un solo hombre puede decidir lo que se dice en internet para combatir las mentiras

    Las autoridades brasileñas han otorgado al jefe de elecciones un amplio poder para ordenar la retirada de contenidos digitales en un intento de combatir la creciente desinformación antes de las elecciones de este mes.RÍO DE JANEIRO —Las autoridades brasileñas, que se enfrentan a un torrente de desinformación en línea antes de las elecciones presidenciales del país, concedieron al jefe de elecciones de la nación el poder unilateral para ordenar a las empresas tecnológicas que retiren muchos mensajes y videos de la red, una de las medidas más agresivas adoptadas por cualquier país para combatir la información falsa.En virtud de las normas aprobadas el jueves, el jefe de las elecciones puede ordenar la remoción inmediata de los contenidos que considere que han violado las órdenes de retirada anteriores. Las redes sociales deben cumplir esas exigencias en un plazo de dos horas o se enfrentan a la posible suspensión de sus servicios en Brasil.La medida es la culminación de una estrategia cada vez más enérgica por parte de las autoridades electorales de Brasil para reprimir los ataques divisivos, engañosos y falsos que han inundado la carrera presidencial del país en los últimos días, incluidas las afirmaciones de que los candidatos son satanistas, caníbales y pedófilos.Pero al permitir que una sola persona decida lo que se puede decir en internet en el período previo a las elecciones, que se celebrarán el 30 de octubre, Brasil se ha convertido en un caso de prueba en un debate mundial cada vez más intenso sobre los límites de la lucha contra las “noticias falsas”.La decisión provocó indignación entre los partidarios del presidente de derecha Jair Bolsonaro, así como la preocupación de muchos expertos en derecho digital y derechos civiles, que dijeron que representaba una expansión de poder potencialmente peligrosa y autoritaria que podría ser abusada a fin de censurar puntos de vista legítimos e influir en la contienda presidencial.El presidente Jair Bolsonaro en un acto de campaña en São Paulo el jueves.Fernando Bizerra/EPA, vía ShutterstockEl jefe de las elecciones, Alexandre de Moraes, también es juez del Tribunal Supremo de Brasil, lo que lo ha colocado en el centro de otra lucha sobre la creciente autoridad del tribunal.Como juez de la corte, ha ordenado investigaciones sobre Bolsonaro y ha encarcelado a algunos de los partidarios del presidente, acusados de lo que Moraes dijo que eran ataques a las instituciones democráticas de la nación.Moraes ha sido quizás el contrapeso más eficaz a Bolsonaro, que durante años ha atacado a la prensa, los tribunales y los sistemas electorales del país. Pero en el proceso, el juez ha suscitado la preocupación de que sus esfuerzos por proteger la democracia del país la hayan erosionado.“Es un acto de malabarismo muy complicado”, dijo Philip Friedrich, analista de elecciones y tecnología en Freedom House, un grupo estadounidense que promueve la expansión de la democracia. “Se trata de proteger la integridad de las instituciones democráticas de Brasil y el derecho de la gente a la libertad de expresión, y al mismo tiempo mantener a la gente segura en línea”.Carlos Affonso Souza, profesor de derecho de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, dijo que el fallo del jueves “podría ir demasiado lejos, dependiendo de cómo” Moraes ejerza su poder.Aun así, la medida fue aplaudida por muchos en Brasil, que la consideran como una herramienta necesaria para combatir una avalancha de denuncias falsas de los partidarios de Bolsonaro que no ha hecho más que ganar velocidad en los últimos días.Las nuevas reglas fueron aprobadas por unanimidad por los siete jueces federales que integran el tribunal electoral de Brasil. Cuando propuso las reglas en una sesión del tribunal el jueves, Moraes dijo que las denuncias por desinformación habían aumentado casi 17 veces en comparación con las elecciones pasadas.“Ha habido una proliferación no solamente de noticias falsas, sino de la agresividad de estas noticias, de este discurso de odio, que todos sabemos que no conduce a nada más que a una erosión de la democracia”, dijo. “Por eso precisamente necesitamos una vía más rápida”.Otra jueza, Cármen Lúcia, dijo durante la audiencia que estaba preocupada por las implicaciones de las medidas recientes del tribunal electoral para combatir la desinformación. “El regreso de la censura no puede permitirse bajo ningún argumento en Brasil”, dijo.En una entrevista con un pódcast el jueves, Bolsonaro dijo que las autoridades electorales estaban moviendo a Brasil hacia un “estado dictatorial” y que “después de las elecciones, dependiendo de quién gane, vamos a poner fin a esto”.El año pasado, Bolsonaro pidió al Senado de Brasil que llevara a juicio político y destituyera a Moraes, pero fue rechazado.Bolsonaro se enfrenta el 30 de octubre al expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva en una votación que se considera la más importante de Brasil en décadas y una prueba clave para una de las mayores democracias del mundo.Según las nuevas normas de internet, los poderes ampliados del jefe de las elecciones están en vigor durante las campañas electorales. Los poderes caducarán después de la votación presidencial, pero volverán a entrar en vigor en campañas futuras.El expresidente Lula da Silva hacía campaña en Río de Janeiro el jueves.Ricardo Moraes/ReutersEl tribunal electoral ya ha prohibido las publicaciones que han calificado a Bolsonaro de pedófilo, una afirmación que se aceleró en los últimos días tras la aparición de un vídeo en el que el presidente dice que hubo “una atraccion mutua” entre él y dos adolescentes. El tribunal también ha ordenado retirar contenidos que digan que Da Silva es corrupto. Da Silva cumplió condena en prisión por cargos de corrupción, que posteriormente fueron anulados.Los partidarios de ambos bandos han difundido mentiras, pero el volumen de información engañosa de la derecha ha superado con creces al de la izquierda, dijo Tai Nalon, directora de Aos Fatos, una organización brasileña de verificación que ha seguido de cerca las afirmaciones falsas de la campaña.Los partidarios de Bolsonaro han difundido la mentira de que Da Silva planea cerrar las iglesias si es elegido, lo que llevó al expresidente a lanzar una carta pública insistiendo en que no lo haría. El viernes, muchos miembros de la derecha comenzaron a publicar imágenes en las que se afirmaba falsamente que estaban siendo censurados directamente por los funcionarios electorales.Bolsonaro también ha atacado las máquinas de votación electrónica de Brasil al afirmar que están plagadas de fraude, a pesar de la falta de pruebas, y sus partidarios han difundido teorías de la conspiración infundadas que afirman que la izquierda está planeando robar las elecciones.Da Silva aventajaba a Bolsonaro en cinco puntos porcentuales tras la primera vuelta, pero en los últimos días los sondeos sugieren que la diferencia se está reduciendo.La desinformación también empañó las elecciones presidenciales de 2018 que ganó Bolsonaro, lo que llevó a los funcionarios electorales a adoptar una postura más agresiva durante esta campaña.Esta semana, el tribunal electoral restringió a uno de los mayores medios de Brasil para que no describiera a Da Silva como corrupto, y bloqueó a un destacado canal de YouTube de derecha por publicar un documental sobre un intento de asesinato contra Bolsonaro en 2018. Bolsonaro y sus partidarios han acusado al tribunal de tratar de favorecer a Da Silva.Preparando las máquinas de votación electrónica en Brasilia el miércoles.Evaristo Sa/Agence France-Presse — Getty ImagesA pesar de los esfuerzos del tribunal electoral por intervenir, han proliferado los contenidos falsos y engañosos, lo que ilustra la lucha a la que se enfrentan los funcionarios y las empresas tecnológicas para frenar la desinformación que se propaga más rápido de lo que pueden actuar y que se comparte cada vez más fuera de su alcance.Por ejemplo, gran parte de la desinformación en Brasil se comparte en WhatsApp, la aplicación más popular del país. Como WhatsApp encripta los mensajes, la empresa y los funcionarios no pueden ver los mensajes que los usuarios comparten entre sí, lo que complica su capacidad para combatir la información falsa.WhatsApp ha modificado su aplicación para frenar la propagación, por ejemplo, al poner límites al tamaño de los grupos y al número de veces que se puede reenviar un mensaje, pero la desinformación sigue siendo un problema, según los investigadores.Google y Meta, propietaria de WhatsApp, Facebook e Instagram, declinaron comentar. La campaña de Da Silva no respondió a las solicitudes de comentarios.Según las nuevas normas, si una empresa tecnológica se niega repetidamente a cumplir las órdenes de Moraes, este puede “suspender el acceso a los servicios” de la plataforma en Brasil por hasta 24 horas.A principios de este año, De Moraes dijo que planeaba bloquear Telegram, el servicio de mensajería con millones de usuarios en Brasil, después de que la empresa no siguiera sus órdenes de eliminar la cuenta de un destacado partidario de Bolsonaro acusado de difundir desinformación. (Moraes actuaba entonces en calidad de juez del Supremo Tribunal). Moraes revocó esa prohibición varios días después, después de que Telegram aceptara cambios.Affonso Souza, el profesor de derecho en Río de Janeiro, dijo que dado el plazo de dos horas para cumplir con las órdenes de Moraes —y solo una hora en la víspera de las elecciones— Moraes podría intentar bloquear una plataforma en los últimos días de la campaña. “Eso definitivamente agregaría combustible al fuego para los partidarios de Bolsonaro”, dijo.André Spigariol More