Putin buscaba lealtad y la encontró en África
BANGUI, República Centroafricana — En marzo, cuando la invasión rusa de Ucrania iniciaba su tercera semana, un diplomático ruso que se encontraba a unos 4830 kilómetros de distancia, en la República Centroafricana, hizo una visita inusual a la presidenta del máximo tribunal de ese país. Su mensaje fue contundente: el presidente pro-Kremlin del país debe permanecer en el cargo de manera indefinida.Para eso, el diplomático, Yevgeny Migunov, segundo secretario de la embajada rusa, argumentó que el tribunal debía abolir la restricción constitucional que limita a dos los mandatos presidenciales. Insistió en que el presidente del país, Faustin-Archange Touadéra, quien está en su segundo mandato y se ha rodeado de mercenarios rusos, debía permanecer en el cargo por el bien del país.“Me quedé absolutamente atónita”, recordó Danièle Darlan, de 70 años, quien en ese entonces era la presidenta del tribunal. “Les advertí que nuestra inestabilidad provenía de presidentes que querían hacer eternos sus mandatos”.El ruso no se inmutó. Siete meses más tarde, en octubre, Darlan fue destituida por decreto presidencial con el fin de abrir el camino a un referéndum para rescribir la Constitución, aprobada en 2016, y abolir la limitación de mandatos. Eso consolidaría lo que un embajador occidental denominó el estatus de la República Centroafricana como “Estado vasallo” del Kremlin.Con su invasión de Ucrania, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, desató un nuevo desorden en el mundo. Ucrania presenta su estrategia contra el vasallaje ruso como una lucha por la libertad universal, y esa causa ha resonado en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, en la República Centroafricana, Rusia ya se ha salido con la suya, con escasa reacción occidental, y en la capital, Bangui, ya se exhibe un tipo diferente de victoria rusa.Mercenarios rusos del mismo tenebroso Grupo Wagner, que ahora lucha en Ucrania, dominan la República Centroafricana, un país rico en oro y diamantes. Su impunidad parece total mientras se trasladan en vehículos sin identificación, con pasamontañas que les cubren la mitad del rostro y portando de manera abierta rifles automáticos. Los grandes intereses mineros y madereros que ahora controla Wagner son razón suficiente para explicar por qué Rusia no quiere amenazar a un gobierno complaciente.Desde Bangui, donde las fuerzas de Wagner roban y amenazan, hasta Bria, en el centro del país, y Mbaiki, en el sur, vi mercenarios de Moscú por todas partes durante una estancia de dos semanas y media, a pesar de las presiones para vayan a combatir en Ucrania.“Amenazan la estabilidad, socavan la buena gobernanza, despojan a los países de sus riquezas minerales, violan los derechos humanos”, declaró el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, sobre los operativos de Wagner durante una cumbre de líderes de Estados Unidos y África celebrada en Washington a mediados de diciembre.Sin embargo, aunque se les teme, a menudo los rusos son recibidos como una presencia más eficaz en el mantenimiento de una paz frágil, a diferencia de los más de 14.500 cascos azules de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas que se encuentran en este país devastado por la guerra desde 2014. Como en otros lugares del mundo en desarrollo, Occidente parece haber perdido el corazón y la mente de los ciudadanos. El enfoque del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para esta época —la lucha entre la democracia y la autocracia en ascenso— resulta demasiado binario para una época de desafíos complejos. A pesar de la guerra en Ucrania, incluso debido a ella, los centroafricanos se muestran intensamente escépticos ante las lecciones sobre los “valores” occidentales.La invasión de Ucrania de Putin y la espiral inflacionista han hecho más desesperada la complicada situación de esta nación sin salida al mar. Los precios de productos básicos como el aceite de cocina han subido un 50 por ciento o más. La gasolina ahora se vende en bidones o botellas de contrabando, pues las gasolineras carecen de ellos. El hambre está más extendida, en parte porque las agencias de la ONU a veces carecen de combustible para repartir alimentos.Sin embargo, muchos centroafricanos no culpan a Rusia.La invasión de Ucrania por el presidente Vladimir Putin ha hecho más desesperada una situación que ya lo era, pero muchos centroafricanos no culpan a Rusia.Mercenarios rusos comprando en octubre en el Bangui Mall, un lujoso supermercado utilizado sobre todo por el personal de embajadas y organizaciones no gubernamentales con sede en el país.Una iglesia ortodoxa rusa en BanguiCansados de la hipocresía y las promesas vacías de Occidente, enojados por la indiferencia que la guerra en África suscita en las capitales occidentales en comparación con la guerra en Ucrania, muchas de las personas que conocí se inclinaban por apoyar a Putin frente a sus antiguos colonizadores de París. Si la brutalidad rusa en Bucha o Mariúpol, Ucrania, horroriza a Occidente, la brutalidad rusa en la República Centroafricana se percibe de manera amplia como una ayuda para apaciguar un conflicto que ya dura una década.África representará una cuarta parte de la humanidad en 2050. China extiende su influencia mediante enormes inversiones, construcciones y préstamos. Biden convocó la Cumbre de Líderes África-Estados Unidos “para construir sobre nuestros valores compartidos” y anunció 15.000 millones de dólares en nuevos acuerdos comerciales, mientras Occidente se esfuerza por ponerse al día y superar un legado de colonialismo.La Rusia de Putin, por el contrario, nunca construye un puente, sino que es la maestra de los despiadados servicios de protección, el saqueo y la propaganda. Gana amigos a través del poder duro, ahora extendido a más de una decena de países africanos, incluidos Mali y Sudán. Como en Siria, su disposición a utilizar la fuerza garantiza el resultado que busca.En marzo, solo 28 de los 54 países africanos votaron en las Naciones Unidas para condenar la invasión rusa de Ucrania, la misma escasa mayoría que posteriormente votó para condenar la anexión rusa de cuatro regiones ucranianas, lo que sugiere una creciente reticencia a aceptar un enfoque estadounidense de lo que está bien y lo que está mal.“Cuando tu casa está ardiendo, no te importa el color del agua que usas para apagar el fuego”, dijo Honoré Bendoit, subprefecto de Bria, capital regional, a casi 450 kilómetros al noreste de Bangui. “Tenemos calma gracias a los rusos. Son violentos y eficientes”. More