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    Por qué un segundo mandato de Trump sería más radical

    En la primavera de 1989, el Partido Comunista de China usó tanques y soldados para reprimir una protesta a favor de la democracia en la plaza de Tiananmén de Pekín. La mayor parte de Occidente, más allá de las líneas partidistas tradicionales, se horrorizó ante la represión que mató a cientos de estudiantes activistas. Pero un conocido estadounidense quedó impresionado.“Cuando los estudiantes se congregaron en la plaza de Tiananmén, el gobierno chino casi lo arruina”, dijo Donald Trump en una entrevista con la revista Playboy el año después de la masacre. “Después, se ensañaron, fueron horribles, pero los suprimieron con fuerza. Eso demuestra el poder de la fuerza. En este momento, nuestro país es percibido como débil”.Fue una frase sin importancia en una amplia entrevista, concedida a un periodista que escribía el perfil de un famoso hombre de negocios de 43 años que por entonces no era un actor en la política nacional ni en los asuntos mundiales. Pero a la luz de lo que Trump ha llegado a ser, su apología de la represión despiadada de los manifestantes democráticos está impregnada de presagios.La retórica violenta y autoritaria en la campaña hacia 2024 de Trump ha ocasionado una alarma creciente y comparaciones con dictadores fascistas de la historia así como con caudillos populistas contemporáneos. En semanas recientes ha deshumanizado a sus adversarios al llamarlos “plagas” que deben ser “erradicadas”, ha declarado que los inmigrantes “envenenan la sangre de nuestro país”, ha alentado disparar contra los ladrones e insinuado que el expresidente del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, merecía ser ejecutado por traición.Ahora que se postula de nuevo a la presidencia al tiempo que enfrenta cuatro procesos penales, Trump puede parecer más enfadado, desesperado y peligroso para la democracia al estilo estadounidense que en su primer mandato. Pero la línea directa que emerge es anterior: lleva décadas glorificando la violencia política y elogiando a los autócratas.Fani Willis, fiscala del condado de Fulton, Georgia, presentó una de las acusaciones a las que se enfrenta TrumpKenny Holston/The New York TimesComo candidato presidencial en julio de 2016, elogió al exdictador iraquí Sadam Huseín por haber sido “tan bueno” matando terroristas. Meses después de su investidura, dijo al líder autócrata de Filipinas, Rodrigo Duterte, que su brutal campaña de miles de ejecuciones extrajudiciales en nombre de la lucha contra las drogas era “un trabajo increíble”. Y a lo largo de sus cuatro años en el Despacho Oval, Trump traspasó los límites y violó las normas democráticas.Un segundo mandato de Trump sería distinto no tanto por su carácter sino por su entorno. Todas las fuerzas que en cierto modo contuvieron sus tendencias autócratas en su primera presidencia (miembros del personal que consideraban que su trabajo era a veces contenerlo, los pocos republicanos del Congreso dispuestos por momentos a criticarlo u oponerse a él, un equilibrio partidista en la Corte Suprema que a veces fallaba en su contra) serían más débiles.En consecuencia, los planes políticos y las ideas más extremas de Trump y sus asesores para un segundo mandato tendrían más posibilidades de hacerse realidad.Una agenda radicalSin duda, parte de lo que Trump y sus aliados están planeando está en línea con lo que un presidente republicano cualquiera podría hacer. Por ejemplo, es muy probable que Trump dé marcha atrás a muchas de las políticas del presidente Joe Biden diseñadas para frenar las emisiones de carbono y acelerar la transición a los vehículos eléctricos. Tal retroceso de varias normas y políticas debilitaría significativamente las protecciones al medioambiente, pero gran parte de los cambios reflejan el escepticismo conservador habitual y de larga data e torno las regulaciones medioambientales.Sin embargo, hay otros aspectos de la agenda de Trump que tienden a la aberración. Ningún otro presidente estadounidense había contemplado la posibilidad de retirarse de la OTAN, la alianza militar de Estados Unidos con las democracias occidentales. Trump dijo que reevaluaría a fondo “el propósito y la misión de la OTAN” en un segundo mandato.También dijo que le ordenaría al Ejército atacar a los cárteles de la droga en México, algo que violaría el derecho internacional a menos que el gobierno mexicano diera su consentimiento. Lo más probable es que no lo haga.Del mismo modo, afirmó que desplegaría al Ejército en el territorio estadounidense. Aunque en general es ilegal utilizar soldados para hacer cumplir las leyes nacionales, la Ley de Insurrección permite excepciones. Después de que algunas manifestaciones contra la violencia policial en 2020 se convirtieron en disturbios, Trump hizo redactar una orden para emplear tropas a fin de reprimir a los manifestantes en Washington, D. C., pero no la firmó. Este año, en un mitin en Iowa, dio a entender que tiene la intención de enviar unilateralmente tropas a ciudades gobernadas por demócratas para que se respete el orden público en general.“Miras a cualquier estado gobernado por demócratas, y simplemente no es lo mismo, no funciona”, dijo Trump a la multitud, llamando a ciudades como Nueva York, Chicago, Los Ángeles y San Francisco guaridas del crimen. “No podemos permitirlo por más tiempo. Y una de las otras cosas que voy a hacer —porque no se supone que uno participe en eso, solo puede solicitarlo el gobernador o el alcalde que uno vaya— la próxima vez, no voy a esperar”.Los planes de Trump de expulsar a los inmigrantes que se encuentran en el país de manera ilegal incluyen hacer redadas masivas, instalar enormes campos de detención, deportar a millones de personas al año, poner fin al asilo, acabar con la ciudadanía por derecho de nacimiento para los bebés nacidos en suelo estadounidense de padres que viven en el país ilegalmente e invocar la Ley de Insurrección cerca de la frontera sur para que los soldados también actúen como agentes de inmigración.Trump tiene planes radicales para hacer frente a los inmigrantes indocumentados.Verónica G. Cárdenas para The New York TimesTrump buscaría expandir las facultades presidenciales de muchas maneras, entre ellas al concentrar una mayor autoridad del poder ejecutivo en la Casa Blanca, acabar con la independencia de las agencias creadas por el Congreso para operar al margen del control presidencial y reducir las protecciones a la función pública para facilitar el despido y contratación de decenas de miles de empleados gubernamentales.Más que cualquier otra cosa, la promesa de Trump de utilizar el Departamento de Justicia para vengarse de sus adversarios es un franco desafío a los valores democráticos. Teniendo en cuenta cómo trató de conseguir que los fiscales persiguieran a sus enemigos cuando estaba en el cargo, pondría fin a la norma de independencia investigadora del control político de la Casa Blanca que surgió después de Watergate.En todos estos esfuerzos, Trump estaría respaldado en un segundo mandato por una infraestructura externa bien financiada. En 2016, los laboratorios de ideas conservadores eran bastiones del republicanismo al estilo de George W. Bush. Pero han surgido otros nuevos dirigidos por veteranos del gobierno de Trump, y la venerada Heritage Foundation se ha remodelado para mantenerse en sintonía con el trumpismo.Una coalición ha estado elaborando planes políticos al estilo de “Estados Unidos Primero” (America First) apodados Proyecto 2025. (La campaña de Trump ha expresado su aprecio, pero ha dicho que solo cuentan los planes anunciados por él o por su campaña). Mientras que algunas de las propuestas que se están desarrollando en esos lugares impulsarían los objetivos tradicionales de los megadonantes republicanos —como frenar las regulaciones a las empresas— otras están más en sintonía con los intereses personales de Trump.El Center for Renewing America, por ejemplo, ha publicado un documento titulado “El Departamento de Justicia de Estados Unidos no es independiente”. El documento fue escrito por Jeffrey Clark, a quien Trump casi nombró fiscal general en funciones para ayudar a su intento de subvertir las elecciones y quien enfrenta a cargos penales en Georgia en relación con ese esfuerzo.Cuando se le pidió un comentario al respecto, un vocero de Trump no entró en detalles, pero sí criticó a The New York Times y afirmó que Trump era “estricto con la delincuencia”.Protecciones debilitadasYa desde que se postuló en 2016, Trump incumplió las normas democráticas.Calificó de fraude su derrota en los caucus de Iowa sin tener pruebas e insinuó que solo consideraría legítimos los resultados de las elecciones generales si ganaba. Amenazó con encarcelar a Hillary Rodham Clinton, tachó de violadores a los inmigrantes mexicanos y prometió prohibir la entrada de los musulmanes a Estados Unidos. Se ofreció a pagarle abogados defensores a los simpatizantes que en sus mítines golpearan a manifestantes y azuzó el odio contra los periodistas que cubrían sus eventos.Ya en la presidencia, Trump se negó a dejar de lado sus negocios, y quienes querían congraciarse con él reservaban costosos bloques de habitaciones en sus hoteles. A pesar de la existencia de una ley contra el nepotismo, dio puestos en la Casa Blanca a su hija y a su yerno. Utilizó poderes de emergencia para destinar al muro fronterizo más fondos de los autorizados por el Congreso. Sus abogados propusieron indultar a su presidente de campaña, a quien Trump elogió por no “voltearse” cuando los fiscales intentaron (infructuosamente) que cooperara como testigo en la investigación sobre Rusia; Trump al final lo indultaría.La hija de Trump, Ivanka Trump, y su yerno, Jared Kushner, recibieron puestos en la Casa Blanca a pesar de una ley contra el nepotismoAl Drago para The New York TimesSin embargo, algunas de sus infracciones a las normas que podían ser más graves no se llegaron a realizar.Trump presionó al Departamento de Justicia para que procesara a sus adversarios. El Departamento de Justicia abrió varias investigaciones penales, desde la inspección al exsecretario de Estado John Kerry y el exdirector del FBI James Comey, hasta el intento de un fiscal especial, John Durham, por encontrar fundamentos para acusar a funcionarios de seguridad nacional de la era de Barack Obama, o a Hillary Clinton de delitos relacionados con los orígenes de la investigación sobre Rusia. Pero, para enojo de Trump, los fiscales decidieron no presentar tales cargos.Y fueron infructuosas las acciones que motivaron que se le realizaran juicios políticos. Trump intentó coaccionar a Ucrania para que abriera una investigación penal contra Biden al retener ayuda militar, pero no funcionó. También trató de revertir su derrota electoral en 2020 y alentó el ataque al Capitolio, pero el vicepresidente Mike Pence y las mayorías del Congreso rechazaron su intento de mantenerse en el poder.Existen motivos para creer que varios obstáculos y baluartes que limitaron a Trump en su primer mandato estarían ausentes en un segundo.Parte de lo que Trump intentó hacer se vio frustrado por la incompetencia y la disfunción de su equipo inicial. Pero a lo largo de cuatro años, quienes se quedaron con él aprendieron a ejercer el poder con mayor eficacia. Por ejemplo, después de que los tribunales bloquearon su primera prohibición de ingreso a ciertos viajeros internacionales, que se había elaborado de manera descuidada, su equipo desarrolló una versión que la Corte Suprema permitió que entrara en vigor.Los nombramientos que realizó durante cuatro años crearon una supermayoría republicana atrincherada en la Corte Suprema que con toda seguridad ahora se pondría de su lado en algunos casos que perdió, como la decisión de 5 contra 4 votos que en junio de 2020 le impidió poner fin a un programa que protege de la deportación a ciertas personas que viven ilegalmente en el país y que fueron traídas de niños y crecieron como estadounidenses.Los republicanos del Congreso fueron a menudo sus socios y facilitadores, colaborando con él para ratificar jueces y recortar impuestos a las empresas, al tiempo que ejercían una escasa supervisión. Pero algunos republicanos clave del Congreso denunciaron ocasionalmente su retórica o frenaron sus propuestas más perturbadoras.En 2017, el entonces senador Bob Corker reprendió a Trump por hacer amenazas imprudentes a Corea del Norte en Twitter, y el entonces senador John McCain proporcionó el voto decisivo contra la presión de Trump para rescindir, sin un plan de reemplazo, una ley que hace que la cobertura de seguro de salud esté ampliamente disponible.Es probable que los republicanos en el Congreso sean aún más flexibles en un segundo mandato de Trump. El partido se ha acostumbrado más e incluso se ha entusiasmado con la voluntad de Trump de pasarse de la raya. Y Trump ha desgastado, superado, intimidado hasta la sumisión o expulsado a destacados legisladores republicanos que tienen una posición independiente y han demostrado una disposición ocasional de oponerse a él.McCain, que fue el candidato presidencial del Partido Republicano en 2008, murió en 2018. La excongresista Liz Cheney, que votó a favor de la destitución de Trump por incitar a los disturbios del 6 de enero de 2021 y ayudó a dirigir el comité que investigó esos acontecimientos, perdió su escaño ante un aspirante favorable a Trump. El senador Mitt Romney, candidato presidencial republicano en 2012 y único senador del Partido Republicano que votó a favor de la condena de Trump en su primer juicio político, se está jubilando.La congresista Liz Cheney, en el centro a la derecha, ayudó a dirigir la investigación del ataque del 6 de enero de 2021 en el Capitolio y más tarde perdió en las primarias contra un candidato favorable a Trump.Doug Mills/The New York TimesEl miedo a la violencia de los partidarios de Trump también refuerza el control. En libros recientes, tanto Romney como Cheney escribieron que algunos colegas republicanos, a quienes no nombraron, les dijeron que querían votar contra Trump en los procedimientos de destitución relacionados con el 6 de enero, pero que no lo hicieron por temor a su seguridad y la de sus familias.El personal hace políticasQuizá el contrapeso más importante a la presidencia de Trump fue la resistencia interna de su gobierno a algunas de sus demandas más extremas. Una seguidilla de personas a las que nombró en altos cargos y despidió ha advertido desde entonces que no está capacitado para ser presidente, entre ellos John Kelly, quien fungió como jefe de personal de la Casa Blanca; los exsecretarios de Defensa Jim Mattis y Mark Esper; el exasesor de seguridad nacional John Bolton, así como el exfiscal general William Barr, entre otros.Por su parte, Trump ha calificado a todos ellos de débiles, estúpidos y desleales. En privado, ha dicho a sus allegados que sus mayores errores tuvieron que ver con las personas que nombró, en particular a su elegido para fiscal general. Los asesores que se han quedado con él están decididos a que, si gana un nuevo mandato, no habrá funcionarios que obstaculicen su agenda de manera intencional.Además de elaborar documentos de formulación de políticas, la coalición de laboratorios de ideas dirigidos por personas afines a Trump también recopiló una base de datos de miles de posibles reclutas que ya cuentan con el visto bueno para formar parte del equipo de transición en caso de que Trump gane las elecciones. Quienes fueron altos funcionarios del gobierno de Trump realizan esfuerzos similares para prepararse a fin de abastecer al gobierno de abogados que podrían encontrar maneras de lograr que se aprueben las ideas radicales de la Casa Blanca en lugar de plantear objeciones legales.Estos esfuerzos de dotación de personal estarían fundamentados en un cambio ocurrido en su último año como presidente. En 2020, Trump sustituyó a asesores que habían intentado controlarlo e instaló a un joven ayudante, John McEntee, para eliminar a otros funcionarios considerados poco leales.Dependiendo de las elecciones al Senado, la confirmación de nominados particularmente polémicos para puestos importantes podría ser un desafío. Pero otra violación de las normas que Trump fue desarrollando gradualmente fue hacer un uso agresivo de su poder para cubrir temporalmente vacantes con jefes “en funciones” para puestos que se supone que deben someterse a la confirmación del Senado.En 2020, por ejemplo, Trump nombró a Richard Grenell —un combativo aliado de Trump y exembajador en Alemania— como director interino de inteligencia nacional. Dos líderes de inteligencia anteriores de la era Trump habían enojado al presidente al defender una evaluación de que Rusia había intentado encubiertamente ayudar a su campaña de 2016 y al informar a los líderes demócratas que lo estaba haciendo de nuevo en 2020. Grenell, en cambio, se ganó los elogios de Trump al utilizar el puesto para desclasificar materiales sensibles que los republicanos utilizaron para caracterizar la investigación de Rusia como sospechosa.Richard Grenell fue uno de los jefes en funciones nombrados por Trump para puestos que deben pasar por la confirmación del Senado. Se convirtió en director en funciones de la inteligencia nacional.Pete Marovich para The New York TimesDespués de que Trump dejó el cargo, hubo muchas propuestas para codificar en leyes las normas democráticas que había infringido. Entre las ideas propuestas estaban imponer límites más estrictos al uso de los poderes presidenciales de emergencia, exigir la divulgación de sus declaraciones de impuestos, dar fuerza a la prohibición constitucional a recibir pagos externos y dificultar el abuso al poder de indulto y su autoridad sobre los fiscales.En diciembre de 2021, cuando los demócratas aún controlaban la Cámara de Representantes, esta aprobó muchas de estas propuestas como la Ley de Protección de Nuestra Democracia. Todos los republicanos menos uno —el entonces representante Adam Kinzinger, que se jubilaba tras haber votado a favor de la destitución de Trump después de los disturbios del 6 de enero— votaron en contra del proyecto de ley, que fracasó en el Senado.El debate en la Cámara se desarrolló en gran medida sobre una premisa que reducía su urgencia: Trump ya no estaba. Los demócratas abogaron por considerar que las reformas se referían a futuros presidentes, mientras que los republicanos las rechazaron como un golpe innecesario a Trump.“Donald Trump —por desgracia— ya no es presidente”, dijo el representante Rick Crawford, republicano por Arkansas. “Es hora de dejar de vivir en el pasado”.Charlie Savage escribe sobre seguridad nacional y política legal. Ganador del premio Pulitzer por sus reportajes sobre el poder presidencial, es también autor de los libros Takeover y Power Wars. Más de Charlie SavageJonathan Swan es periodista de política que cubre las elecciones presidenciales de 2024 y la campaña de Donald Trump. Más de Jonathan SwanMaggie Haberman es corresponsal política sénior y autora de Confidence Man: The Making of Donald Trump and the Breaking of America. Formó parte del equipo que ganó un premio Pulitzer en 2018 por informar sobre los asesores del presidente Trump y sus conexiones con Rusia. Más de Maggie Haberman More

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    Nikki Haley’s Moment

    Rob Szypko, Mary Wilson and Marion Lozano, Rowan Niemisto and Listen and follow The DailyApple Podcasts | Spotify | Amazon MusicOver the last few months, Nikki Haley has gained enough in the polls to suggest she is on the verge of surpassing Ron DeSantis as the main threat to Donald J. Trump in the race to become the Republican candidate for 2024.Jazmine Ulloa, a national politics reporter for The Times; and Nate Cohn, The Times’s chief political analyst, discuss her building momentum and examine how far she might go.On today’s episodeJazmine Ulloa, a national politics reporter for The New York Times.Nate Cohn, The New York Times’s chief political analyst.Nikki Haley has gained with educated and relatively moderate Republicans and independents, but that could also be a big liability in today’s G.O.P.Maansi Srivastava/The New York TimesBackground readingNikki Haley’s path from Trump critic to defender and back.Why is Ms. Haley’s star rising among the rivals to Mr. Trump?Here are five takeaways from the Republican debate last night.There are a lot of ways to listen to The Daily. Here’s how.We aim to make transcripts available the next workday after an episode’s publication. You can find them at the top of the page.Jazmine Ulloa More

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    G.O.P. Debate Takeaways, and a Tech Start-Up Collapse

    The New York Times Audio app is home to journalism and storytelling, and provides news, depth and serendipity. If you haven’t already, download it here — available to Times news subscribers on iOS — and sign up for our weekly newsletter.The Headlines brings you the biggest stories of the day from the Times journalists who are covering them, all in about five minutes.In the fourth Republican presidential debate on Wednesday, the narrow policy differences among the candidates were overshadowed by feisty personal clashes and insults.Bob Miller for The New York TimesOn Today’s Episode:Insults Fly and Candidates Clash With Time Running Out Before Iowa, by Jonathan WeismanMcCarthy Says He Will Leave Congress at the End of the Year, by Annie KarniFrom Unicorns to Zombies: Tech Start-Ups Run Out of Time and Money, by Erin GriffithHot Glazed Doughnuts on the Menu, and Parisians Can’t Get Enough, by Liz AldermanJessica Metzger and More

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    McCarthy’s Exit May Create Even More Headaches for the Tiny G.O.P. Majority

    The former speaker’s decision to leave his seat a year early could affect control of the House, the legislative agenda and his party’s efforts to keep its majority in the 2024 election.Former Speaker Kevin McCarthy’s announcement that he would leave Congress came as little surprise to his closest colleagues, but his decision to do so a year before the end of his term poses challenges for his party. It will shrink Republicans’ already razor-thin majority in the House as they face a number of issues in the coming months that will require near-unanimous party support.The departure of Mr. McCarthy, who was his party’s strongest fund-raiser in the House and spent two election cycles helping to build the Republican majority, also could put a dent in the G.O.P.’s ability to rake in campaign cash, although he has said he wants to continue to play a role in politics.Here’s how Mr. McCarthy’s departure could affect the House and his party.A slim majority will get even slimmer.Republicans started the year acknowledging that one of their biggest challenges would be keeping their party unified as their midterm victories delivered a tiny majority. They had 222 members while Democrats had 213, leaving little room for defectors and making it easier for a small number of disgruntled Republicans to influence policy and vote outcomes.They could afford to lose no more than four votes on any bill if all Democrats showed up and voted against them. Any more than that would doom G.O.P. legislation.With the expulsion last week of former Representative George Santos of New York, Republicans now have only 221 members, meaning their four-vote margin has shrunk to three. Any more defections than that would result in a 217-to-217 tie or give the Democratic side more votes than the Republican one.With Mr. McCarthy gone, Republicans will enter the new year with 220 votes, leaving the same margin since they could still lose three votes and be ahead of Democrats, 217 to 216.A special election for Mr. Santos’s seat is set for Feb. 13, and Democrats hope to recapture the politically competitive district, which President Biden won in 2020. That would further erode the Republicans’ edge.A winter shutdown showdown could become even more unmanageable.Gov. Gavin Newsom of California will have 14 days after Mr. McCarthy’s final day to call a special election, which must take place about four months later. The Bakersfield-anchored district is solidly Republican, meaning that a G.O.P. candidate is likely to win the race to serve out the remainder of his term. But that won’t happen before mid-January, when lawmakers face the first of two deadlines for funding the government.Speaker Mike Johnson, Republican of Louisiana, has struggled to push critical legislation through the House, and a slimmer majority would probably empower the rebellious hard-right wing of his party to double down on its policy demands ahead of the deadlines, the second of which is in early February.The smaller majority could also affect the fight over an emergency national security spending bill to fund the war in Ukraine, along with help for Israel in its war against Hamas and border security funding.On Wednesday, Republicans blocked the measure in the Senate. The bill would face an uphill battle in the House, where Republican support for Ukraine’s war effort is dwindling.Republicans will lose their best House fund-raiser.For years, Mr. McCarthy has traveled to hundreds of districts across the country, bringing in millions of dollars in campaign cash for candidates and helping Republicans win control of the House in 2022. He has said he planned to remain engaged in Republican politics.“I will continue to recruit our country’s best and brightest to run for elected office,” Mr. McCarthy said in announcing his plans to leave the House in The Wall Street Journal. “The Republican Party is expanding every day, and I am committed to lending my experience to support the next generation of leaders.”During his time as speaker, Mr. McCarthy brought in $78 million for his colleagues’ re-election efforts, more than 100 times the amount of money Mr. Johnson had collected before becoming speaker.His support of new candidates will be aided by a campaign account with more than $10 million at his disposal. Even after leaving office, Mr. McCarthy can use the campaign funds to establish a political action committee or directly support other campaigns. He has signaled that he would like to play a substantial role, and many lawmakers and aides believe he may intervene in party primaries to target the far-right Republicans who led the push to oust him from the speakership.Republicans are holding their breath for more exits.More than three dozen incumbents from both parties in both chambers have said they will not seek re-election. If even a handful more House Republicans leave in the coming months, it could wipe away their majority before a single vote is cast in the 2024 election. Another Republican, Representative Bill Johnson of Ohio, has announced that he will leave Congress in several months to become the president of Youngstown State University, though he has not said precisely when.Representative Marjorie Taylor Greene, Republican of Georgia, and one of Mr. McCarthy’s strongest allies, expressed her frustration over the eroding majority in a post on social media, saying, “Hopefully no one dies.” More

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    Your Iowa Caucus Questions, Answered

    The state with the first balloting for 2024 is overflowing with candidates and reporters ahead of the Republican caucuses on Jan. 15. Here’s what to know.It’s the December before a presidential election, which means that Iowa is overflowing with candidates and reporters for its quadrennial caucuses.This year looks different, though — because Democrats have moved their first votes to other states, and because a single candidate so dominates the Republican field.Here’s what to know.What are the Iowa caucuses and how do they work?Though “primaries and caucuses” are often lumped together, they are not the same. Primaries operate the way most elections do: Voters cast ballots privately through early-voting or mail-in options, or at a polling site on Election Day. Caucuses, by contrast, require voters to attend at a specific hour and discuss their preferences publicly.At each local caucus in Iowa — in school gymnasiums, community centers and even churches — Republicans will make speeches in favor of their preferred candidates. Then caucusgoers will take a vote, and candidates’ delegates to the county convention will be nominated based on that vote. No remote participation, such as by mail or phone, will be allowed.You may have heard terms like “viability” and “realignment” in relation to the Iowa caucuses. Those refer to the Democrats’ traditional process, in which caucusgoers sorted themselves physically according to which candidate they supported. Candidates whose support was below a viability threshold were eliminated, and their supporters were able to realign with a viable candidate. Republicans do not have those procedures, and Democrats have dropped them.Caucuses have many critics because they are less accessible than primaries. There is no flexibility — people have to arrive on time and stay until the end — which means those who have to work or are otherwise unavailable at that hour are out of luck. People with disabilities often struggle to participate. So do people who feel unsafe, or simply uncomfortable, disclosing their political preferences.Most states that once held caucuses have switched to primaries, but Iowa is an exception.When are the caucuses?The Republican caucuses will be held on Jan. 15 at 7 p.m. local time.The Democratic caucuses will be held by mail. The first ballots — technically “preference cards” — will be mailed out on Jan. 12, and voters can request one until Feb. 19. Though Iowa Democrats can attend in-person gatherings on Jan. 15 to conduct other party business, they will not choose a presidential candidate then.Why are the Republican and Democratic caucuses different?The Iowa Republican Party and the Iowa Democratic Party control their own caucus procedures, and they have long chosen different ones. But the procedures are especially different this cycle because the Democratic National Committee changed its primary calendar at President Biden’s urging, while the Republican National Committee stuck to its old one.The Democrats’ rationale was to prioritize states more racially diverse than Iowa and New Hampshire, which are overwhelmingly white. Their first two states are now South Carolina, on Feb. 3, and Nevada, on Feb. 6, and Iowa is out of the early lineup. (By the D.N.C.’s schedule, New Hampshire would have voted on the same day as Nevada. But it refused to cede its first-in-the-nation primary status, which is enshrined in state law, and scheduled an unsanctioned primary for Jan. 23.)Why does Iowa go first (for Republicans)?Today, the answer is, “Because it always has.” A common argument is that, since Iowans have spent decades shouldering the responsibility of being first, they are uniquely well informed and engaged. They know how much power they hold to winnow presidential fields, this argument goes, and they take that responsibility more seriously than voters elsewhere would.Initially, though, Iowa got its spot by historical accident.After the chaos of the 1968 Democratic convention, Democrats changed their nominating process to give voters more say than party insiders. Until 1968, the party held popular votes in just a handful of states, while the rest chose a candidate at conventions; after 1968, the balance shifted strongly to popular votes in the form of primaries or caucuses.Iowa Democrats happened to schedule the earliest vote in 1972. Iowa Republicans, realizing the timing could work to the state’s benefit, followed suit in 1976 — and, on the Democratic side, Jimmy Carter took advantage of the Iowa caucuses that year to propel himself from relative obscurity to the front of the presidential pack.The power of going first thus clearly demonstrated, the Iowa Legislature passed a law requiring the state to continue scheduling its caucuses before any others.Jimmy Carter campaigning in Des Moines in 1976, the year Iowa catapulted his candidacy.Associated PressHow do the delegates work?Each precinct will be assigned a number of delegates to elect to a county convention based on the results of the caucus vote in that precinct.Over the ensuing months, the county and state conventions will confirm Iowa’s 40 delegates to the Republican National Convention, where the party’s presidential nominee will be officially chosen based on who wins a majority of the more than 2,000 delegates available nationwide.When do we typically have results?The leaders of each local Republican caucus will report results to the state party, which will tabulate and release the statewide results. This usually happens pretty quickly, within a few hours.Since Democrats are voting by mail this year, and Iowa is no longer first for them, their results won’t come until March 5.Why were there so many delays and problems in 2020?The Iowa Democrats’ reporting process collapsed in 2020, preventing them from releasing any significant results on the night of the caucuses and the full results for days.The caucusing itself went fairly smoothly, but a new app through which precincts were supposed to report their results failed and backup phone lines were jammed, so the state party couldn’t obtain the numbers. When the results were finally tabulated, they were full of errors and inconsistencies — products of manual calculations by precinct officials — and the party conducted a partial recanvass followed by a partial recount.A complicating factor was that the Iowa Democratic Party had promised to release multiple sets of results — not only the number of state-convention delegates each candidate had earned, which would determine the caucuses’ winner, but also how many supporters each candidate had in the first and second rounds of voting.That promise stemmed from 2016, when Hillary Clinton beat Bernie Sanders in the caucuses by the tiniest of margins, and Mr. Sanders fought for an audit and accused the state party of a lack of transparency because it had not released the first- and second-round totals.Producing multiple tallies provided a more comprehensive picture and allowed for errors to be identified, but it worsened the delays when the systems failed.What is Iowa’s importance to the rest of the race?Iowa is all about momentum — the nebulous idea of who is rising and who is dead in the water, which can affect voters’ choices in other states.In terms of actual numbers, Iowa doesn’t matter much. It accounts for a tiny fraction of the delegates awarded nationwide. But its ability to set perceptions is so strong that candidates often drop out after doing poorly there, unless they have reason to believe they will do significantly better in New Hampshire. More

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    Christie to Ramaswamy at Debate: ‘So Shut Up for a Little While’

    Chris Christie had had enough.After standing mostly silent for the first 25 minutes of the Republican presidential debate, Mr. Christie, the former governor of New Jersey, stepped into the spotlight — and in front of an attack on Nikki Haley by Vivek Ramaswamy — with the blunt force that has become his political trademark.“Let me tell you something,” Mr. Christie barked at Mr. Ramaswamy, waving his hand after Mr. Ramaswamy suggested Ms. Haley was lacking basic knowledge about the war in Ukraine. “This is the fourth debate that you would be voted in the first 20 minutes as the most obnoxious blowhard in America. So shut up for a little while.”Mr. Ramaswamy managed a quick laugh, and quickly tried to interrupt. But Mr. Christie maintained control of the microphone, yelling at his rival across the stage in Alabama that he wasn’t finished speaking. Mr. Ramaswamy, who has been aggressive with his debate disruptions, stood down.But not for long. Mr. Ramaswamy bided his time, and then it got ugly.“Chris, your version of foreign policy experience was closing a bridge from New Jersey to New York,” Mr. Ramaswamy soon shot back, scowling at Mr. Christie across the stage and wagging his right index finger at him.It was a dig at Mr. Christie’s most devastating political moment, when his administration in New Jersey effectively shut down a busy bridge to New York as political retribution against a small-town mayor who hadn’t endorsed his re-election bid. And Mr. Ramaswamy had another sharp dig in store aimed at Mr. Christie’s weight.“So do everybody a favor,” Mr. Ramaswamy told Mr. Christie. “Just walk yourself off that stage, enjoy a nice meal and get the hell out of this race.” More

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    Christie Lashes Out at Trump as a ‘Dictator’ and a ‘Bully’

    For more than 15 minutes, three of the four Republican candidates on the debate stage fended off sharp questions from Megyn Kelly and made a case for their electability. But as they attacked one another’s records, former President Donald J. Trump, the dominant front-runner in the race, was notably absent from the conversation.Former Gov. Chris Christie of New Jersey, Mr. Trump’s fiercest critic among his Republican opponents, took notice.“I look at my watch now. We’re 17 minutes into this debate,” Mr. Christie said to Ms. Kelly. “And except for your little speech in the beginning, we’ve had these three acting as if the race is between the four of us.”Mr. Christie, referring to Mr. Trump as “the fifth guy” and “Voldemort, he who shall not be named,” mocked the former president as a coward who “doesn’t have the guts to show up and stand here” — and denounced the other candidates for fighting among themselves while ignoring their strongest opponent, who skipped Wednesday’s debate to attend a private fund-raiser.Referring to Mr. Trump as a “dictator,” a “bully” and an “angry, bitter man,” Mr. Christie criticized his opponents on the debate stage — Nikki Haley, Vivek Ramaswamy and Ron DeSantis — as too timid to criticize the former president. Maybe, he suggested, they were unwilling to do so because “they have future aspirations,” an allusion to succeeding Mr. Trump or becoming a member of his administration.“This is the problem with my three colleagues. They’re afraid to offend,” Mr. Christie said. Referring to the Chinese leader, Xi Jinping, he added, “And if you’re afraid to offend Donald Trump, then what are you going to do when you sit across from President Xi?”Mr. Christie also pointed to Mr. Trump’s statements about his plans to go after his political enemies if elected to a second term, in an attempt to make the case to Trump supporters that the former president is unfit to return to the White House.“There’s no bigger issue in this race than Donald Trump,” Mr. Christie said, later adding, “This is an angry, bitter man who now wants to be back as president because he wants to exact retribution on anyone who has disagreed with him.”His comments reflected a debate strategy of sharply criticizing Mr. Trump — even if the former president is physically absent, and even if the attacks get Mr. Christie booed by Trump supporters in the audience.Mr. Christie has sought a face-to-face confrontation with Mr. Trump, and he has often expressed his frustration about having to compete against a front-runner who doesn’t want to face his opponents in a debate. More