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    Un juicio penal contra Donald Trump tendría desafíos para el Departamento de Justicia

    Durante las audiencias del comité que investiga el asalto al Capitolio han surgido pruebas y testimonios que aumentan la presión para iniciar un proceso judicial contra el expresidente. Pero especialistas legales consideran que sería un caso difícil.Cuando durante la semana pasada surgieron nuevos cuestionamientos sobre un posible juicio penal contra el expresidente Donald Trump por tratar de anular las elecciones de 2020, este emitió un confuso comunicado de 12 páginas.Dicho comunicado contenía la habitual combinación de sus aseveraciones estrafalarias, exageraciones y rotundas mentiras, pero también algo que los aliados de Trump y los expertos jurídicos señalaron como llamativo y diferente: el inicio de una defensa jurídica.Casi en todas las páginas, Trump daba explicaciones de por qué estaba convencido de que le habían hecho trampa en las elecciones de 2020 y por qué tenía todo el derecho de cuestionar los resultados a través de cualquier medio disponible.Trump escribió que lo que ocurrió en el Capitolio el 6 de enero de 2021 fue resultado de un intento de los estadounidenses “de responsabilizar a las autoridades electorales por las claras señales de actividades delictivas a lo largo del proceso electoral”.Esta aseveración, aunque infundada, tenía especial significado debido al creciente interés acerca de si enfrentaría acciones penales. Si el Departamento de Justicia entablara un juicio en su contra, los fiscales tendrían que demostrar que él sabía —o debía haber sabido— que su postura se basaba en afirmaciones falsas sobre un fraude electoral generalizado o que su intento de impedir la certificación de los resultados por parte del Congreso era ilegal.Como una posible defensa, la táctica presente en el comunicado de Trump está lejos de ser una garantía para que no lo procesen y tiene problemas de credibilidad evidentes. Trump cuenta con un largo historial de que es capaz de decir lo que sea con tal de lograr sus objetivos, sin importar si es verdad o no. Y algunas de las medidas que tomó después de las elecciones de 2020, como presionar a las autoridades de Georgia para que encontraran los votos suficientes como para cambiar el resultado en ese estado a su favor, habla de un intento decidido de mantenerse en el poder y no de abordar algunos puntos débiles más generales percibidos en el sistema electoral.Pero su continua sarta de mentiras pone de manifiesto algunas de las dificultades para entablar cualquier proceso penal en su contra, a pesar de lo bien establecidos que están en este momento los hechos primordiales.Además, el comunicado también señala las medidas que Trump está tomando tras bambalinas para formar un nuevo equipo de abogados a fin de que hagan frente a una serie de investigaciones, como, por ejemplo, su campaña de presión con la que intentaba cambiar los resultados de las elecciones en Georgia y el hecho de que extrajera documentos clasificados cuando dejó el cargo.Según dos personas enteradas de este asunto, en la elaboración del borrador del documento participó Evan Corcoran, un abogado defensor para delitos de cuello blanco y exfiscal federal designado por Trump. Corcoran también ha representado a Steve Bannon, un aliado de Trump que el Departamento de Justica ha acusado de rehusarse a cooperar con el comité de la Cámara Baja que investiga los hechos del 6 de enero.Ni Corcoran ni la portavoz de Trump respondieron a la solicitud de ofrecer comentarios.El comunicado llegó en una semana en la que las audiencias del comité de la Cámara de Representantes dejaron clara la posibilidad de someter a Trump a procesos penales y civiles al enfatizar el testimonio de sus asesores y colaboradores que documentaron lo que le habían dicho, y cuándo, acerca de la validez de las acusaciones de fraude electoral y la legitimidad de su estrategia para mantenerse en el poder.En su tercera audiencia del jueves de la semana pasada, el comité argumentó que Trump había seguido adelante con el plan de hacer que el vicepresidente Mike Pence revocara de manera unilateral las elecciones de 2020 a pesar de que le habían dicho a Trump que no se contaba con bases legales para hacerlo.El Departamento de Justicia está investigando una serie de elementos relacionados con el asalto al Capitolio y con el intento más general de Trump y sus aliados para conservar la Casa Blanca pese al triunfo de Joe Biden. El fiscal general Merrick Garland no ha dado indicios de que el departamento esté armando un caso contra Trump, quien desde hace mucho tiempo ha sostenido que las investigaciones sobre el ataque del 6 de enero son partidistas e infundadas y cuya versión de los hechos no ha sido presentada en las audiencias del comité de la Cámara Baja.Pero las investigaciones del panel ya han arrojado pruebas que podrían aumentar la presión a Garland para que avance con mayor firmeza, plan de acción que conllevaría tremendas implicaciones legales y políticas. Después del acicate del Departamento de Justicia, en estos últimos días, el comité de la Cámara Baja dio señales de que ya el mes entrante comenzaría a compartir con los fiscales federales algunas transcripciones de sus entrevistas con los testigos.Greg Jacob, a la izquierda, quien fue abogado jefe del vicepresidente Mike Pence y J. Michael Luttig, un exjuez conservador, prestan su declaración en una audiencia del comité selecto de la Cámara de Representantes que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero.Haiyun Jiang/The New York TimesEn una demanda civil relacionada con el trabajo del comité, un juez federal concluyó en marzo que lo más probable era que Trump y un abogado que lo había asesorado, John Eastman, hubieran cometido un delito en su intento de anular las elecciones. “La ilegitimidad del plan era evidente”, concluyó en ese caso el juez David O. Carter del Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito Central de California.Carter hizo referencia a dos delitos que, según él, era probable que estos hombres hubieran cometido: conspiración para cometer fraude contra Estados Unidos y obstruir los procedimientos del Congreso. Los miembros del comité de la Cámara Baja han hecho insinuaciones parecidas y algunos abogados han sostenido que hay probabilidades de que también acusen de sedición a Trump.No obstante, llevar a juicio con éxito las posibles acusaciones sugeridas por Carter y otras personas podría depender de establecer cuáles eran las intenciones de Trump, un asunto que, al parecer, abordó su comunicado de la semana pasada con el argumento de que él creía que su impugnación de los resultados se basaba en dudas legítimas sobre la realización de las elecciones.Daniel L. Zelenko, un abogado defensor para delitos de cuello blanco y exfiscal federal, señaló que en todos los posibles delitos que se estaban analizando relacionados con el comportamiento de Trump, el Departamento de Justicia tendría que demostrar que el expresidente tenía la intención de cometer un delito. Zelenko comentó que, aunque los nuevos detalles revelados por el comité ayudarían a los fiscales a probar sus intenciones, el gobierno seguía teniendo que afrontar una serie de otras dificultades para entablar cualquier juicio.“Lo fundamental es tener pruebas actuales de que él dijera que sabía que las elecciones no habían sido fraudulentas, pero que de todas maneras estaba tratando de mantenerse en el poder”, explicó Zelenko, copresidente del ejercicio de la defensa de delitos de cuello blanco en Crowell & Moring. “El problema con Trump es que tenemos que intentar meternos en su cabeza, y su historial de mentiras y embustes es tal, que resulta difícil determinar qué es lo que en realidad cree”.Aparte de las pruebas que el comité ya ha revelado, el panel ha recibido otros testimonios que socavan la afirmación de Trump de que pensaba que realmente había ganado las elecciones. Según dos personas informadas del asunto, Alyssa Farah Griffin, la directora de Comunicaciones de la Casa Blanca en los días posteriores a las elecciones, declaró recientemente al comité que Trump le dijo en noviembre de 2020 palabras del estilo de: ¿puedes creer que perdí contra Biden?En su audiencia del jueves de la semana pasada, el comité de la Cámara de Representantes armó un caso en el que Trump se lanzó de cabeza a un plan para que Pence anulara unilateralmente la elección a pesar de que se le había dicho a Trump que no tenía ninguna base legal.Doug Mills/The New York TimesEn una entrevista por televisión el otoño pasado, Griffin, que no respondió a una solicitud de comentarios, reconoció uno de los factores que complican establecer lo que Trump puede haber creído. Dijo que Trump podría haber cambiado de opinión después de las elecciones.“Me dijo poco después que sabía que había perdido, pero entonces, ya sabes, la gente que lo rodea…”, dijo Griffin en la CNN, refiriéndose a los asesores externos que impulsaron falsas afirmaciones de fraude electoral. “Consiguieron información delante de él, y pienso que su opinión realmente podría haber cambiado sobre eso, y eso da miedo, porque sí perdió, y los hechos están al alcance de todos”.Samuel W. Buell, profesor de Derecho en la Universidad Duke y exfiscal federal, mencionó que cualquier acción penal contra Trump tendría que comenzar por establecer que él sabía que lo que estaba haciendo no era correcto.“Hay que demostrar que sabía que lo que estaba haciendo no era correcto y que no tenía sustento legal para hacerlo”, comentó. “No digo que tenga que pensar: ‘Lo que estoy haciendo es un delito’. Se trata de probar que pensaba: ‘Sé que no tengo ningún argumento jurídico, sé que he perdido las elecciones, pero seguiré adelante con una afirmación que sé que es falsa y un plan que no tiene sustento legal’”.Las audiencias del comité de la Cámara Baja no son un juicio. El panel tiene la libertad de ser selectivo con respecto al testimonio que usa para plantear una acusación contra Trump y el expresidente no tiene aliados en el comité que puedan cuestionar a los testigos ni proporcionarle información que le sea de utilidad.Sin embargo, las audiencias han hecho hincapié en una serie de testigos que dijeron que antes del 6 de enero le habían dicho de manera directa y constante a Trump que sus aseveraciones de que un fraude electoral le hubiese costado la reelección no estaban fundamentadas.Además, el comité presentó un testimonio corto, pero posiblemente muy crucial del abogado jefe de Pence, Greg Jacob. En una declaración, Jacob le dijo al panel que, el 4 de enero de 2021, Eastman —quien estaba urdiendo un plan para que Pence impidiera o retrasara la certificación del conteo del Colegio Electoral— le dijo a Trump que este plan transgrediría la ley de conteo electoral, la cual es la ley federal que rige el proceso.En las investigaciones que se centran casi exclusivamente en la acción física, como las agresiones, los asaltos y los asesinatos, los fiscales no necesitan centrarse en probar la intención, ya que el vínculo entre la acción y el daño suele ser claro.La cuestión de la intención, sin embargo, puede ser confusa cuando el delito investigado implica una acción en la que el estado mental del acusado puede ser difícil de establecer. Los delitos que, según los expertos jurídicos, puede haber cometido Trump —obstrucción al Congreso, defraudación al pueblo estadounidense y conspiración sediciosa— caen en esa categoría.En esos casos, el gobierno se enfrenta a una serie de obstáculos que debe superar para demostrar la intención. La forma más limpia es encontrar pruebas de que el acusado sabía que estaba haciendo algo malo.En el caso de Trump, dijeron los abogados, eso podría tomar la forma de pruebas directas de que él sabía que sus afirmaciones de fraude electoral generalizado eran infundadas o que sabía que la estrategia que estaba llevando a cabo era ilegal.Si el Departamento de Justicia no pudiera establecer ninguna prueba directa de lo que Trump sabía, los fiscales tendrían que recurrir a pruebas circunstanciales. Para hacerlo, por lo general dependerían de lo que los expertos y las personas con autoridad de su alrededor le estuvieran diciendo acerca de si las elecciones en realidad habían sido fraudulentas o si sería legal el tipo de estrategias para impugnar el resultado.Los abogados explicaron que las recomendaciones de un experto casi siempre son suficientes para demostrarle al jurado lo que sabía el acusado. Pero, según ellos, esto se podría dificultar en el caso de Trump porque se sabe que, desde hace mucho tiempo, no escucha ni a los expertos ni a sus propios asesores.Debido a las dificultades de demostrar lo que Trump sabía en realidad, hay otra manera en que los fiscales podrían demostrar que no tenía buenas intenciones: probar lo que a menudo se denomina “ignorancia deliberada”.Según ese principio, el gobierno tendría que demostrar que Trump creía que existía una alta probabilidad de que los expertos y sus asesores le estuvieran diciendo la verdad cuando dijeron que las elecciones no habían sido fraudulentas, pero que él tomó medidas deliberadas para no saber por qué ellos creían eso.Zelenko comentó que entendía por qué muchos estadounidenses que observaron las audiencias estarían convencidos de que había buenas posibilidades de entablar un juicio en contra del expresidente. Pero advirtió que los criterios para usar pruebas contra un acusado son más exigentes en el tribunal, donde casi siempre los jueces insisten en que los fiscales se basen en testimonios de primera mano, se puede contrainterrogar a los testigos y los fiscales tienen que probar sus argumentos más allá de una duda razonable.Michael S. Schmidt es corresponsal en Washington y cubre investigaciones federales y de seguridad nacional. Formó parte de dos equipos que ganaron el Pulitzer en 2018: uno por informar sobre acoso sexual en el trabajo y el otro por la cobertura del presidente Trump y los vínculos de su campaña con Rusia. @NYTMikeMaggie Haberman es corresponsal de la Casa Blanca. Se unió al Times en 2015 como corresponsal de campaña y formó parte de un equipo que ganó un Pulitzer en 2018 por informar sobre los asesores de Trump y sus conexiones con Rusia. @maggieNYT More

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    What Watergate Highlights About the Jan. 6 Hearings

    On the anniversary of the June 17, 1972, break-in, alumni of the hearings gather for a reunion. They had it easier than the Jan. 6 committee, they say.WASHINGTON — In the grandly marbled space of the Russell Senate Office Building known as the Kennedy Caucus Room, where a bipartisan select committee held nationally televised hearings to investigate the burglary of the Democratic National Committee headquarters at the Watergate a half-century ago, alumni of that inquiry gathered Friday evening to reminisce — and issue warnings.Their remarks, somber and theatrical as the room itself, were pitched to a present-day investigative body: the House select committee probing the Jan. 6 attack on the Capitol.“Some things change, and some things remain the same,” said a host of the gathering, Rufus L. Edmisten, the deputy chief counsel for the Senate select committee that investigated Watergate. “What hasn’t changed between Watergate and Jan. 6 is how money has stolen our democracy.”The Watergate inquiry, a more than two-year combined effort on the part of both Senate and House committees, the special prosecutor’s office, a federal grand jury and the media, has been widely hailed as an investigatory gold standard and potential model for the Jan. 6 committee.It is seen as a triumph of assiduous digging and partisan-free statesmanship with made-for-Hollywood heroes: There was the heavy-jowled Senate Watergate Committee chairman, Sam Ervin of North Carolina; John Dean, President Richard M. Nixon’s former counsel, an owlish figure whose riveting testimony thoroughly implicated the president in covering up the Watergate break-in that took place in the small hours of June 17, 1972; and Bob Woodward and Carl Bernstein, the two Washington Post reporters who broke the story and became household names.But the committee’s work today faces hurdles that the Watergate investigators did not.The present-day panel is racing the clock, attempting to uncover all that it can with the recognition that Republicans may win back the House majority and pull the plug on the committee’s endeavors come January. Nixon was defiant, but not at the level of former President Donald J. Trump. And truth was not up for debate in 1973.A screen above the Jan. 6 committee showing former President Donald J. Trump and his family during Thursday’s hearing.Doug Mills/The New York Times“What we investigated was understood to be substantive and real,” said Gordon Freedman, who served as a staffer on Mr. Ervin’s committee. “We now live in an era where the truth has been eroded as a standard.”Watergate investigators also had the benefit of the secret recordings made by Nixon in the Oval Office. By contrast, Mr. Trump did not tape his private conversations and he shredded White House documents while in office. Several of his former aides have defied subpoenas issued by the Jan. 6 committee, some justifying their intransigence through “executive privilege,” a phrase that entered the lexicon in the Nixon era. But none of Nixon’s top advisers invoked it and instead elected to testify before Mr. Ervin’s committee — a reflection of a Republican Party far different from the one today.“It took a lot of guts for seven Republicans on the Judiciary Committee and three conservative Southern Democrats to do the right thing and vote to impeach Nixon,” said Elizabeth Holtzman, who 50 years after being elected to Congress and serving on the House Judiciary Committee is running for Congress again. “They didn’t do it to agree with me. They did it because they followed the truth. And they did it, really, because the American public forced them to.”The Themes of the Jan. 6 House Committee HearingsMaking a Case Against Trump: The committee appears to be laying out a road map for prosecutors to indict former President Donald J. Trump. But the path to any trial is uncertain.Day One: During the first hearing, the panel presented a gripping story with a sprawling cast of characters, but only three main players: Mr. Trump, the Proud Boys and a Capitol Police officer.Day Two: In its second hearing, the committee showed how Mr. Trump ignored aides and advisers in declaring victory prematurely and relentlessly pressing claims of fraud he was told were wrong.Day Three: Mr. Trump pressured Vice President Mike Pence to go along with a plan to overturn his loss even after he was told it was illegal, according to testimony laid out by the panel during the third hearing.Nixon of course did use executive privilege to avoid handing over what would prove to be some of the most damning taped conversations. Only after Leon Jaworski, the Watergate special prosecutor, prevailed in the Supreme Court did Nixon acquiesce, resulting in his resignation on Aug. 9, 1974.Mr. Jaworski, I should note, was my grandfather. I was two weeks shy of 15 when he was appointed by Nixon on Nov. 1, 1973, after Archibald Cox was fired on Nixon’s orders in what became known as the Saturday Night Massacre.As my grandfather would later maintain in his Watergate memoir, Nixon’s resignation proved that “no one — absolutely no one — is above the law.” That assessment deserves some qualification, however.Nixon was never indicted or much less convicted of any Watergate-related crimes. Against the wishes of the federal grand jury empaneled in the wake of the burglary, my grandfather declined to bring criminal charges against the president, and later signaled to the Ford administration that he would not challenge a presidential pardon.Nixon’s fate was an ignominious one, my grandfather insisted, saying, “A pardon isn’t just a beautiful document to frame and hand-hang on the wall.”Still, Nixon was free to write a best-selling memoir and to remain something of a Republican grandee all the way up to his death nearly two decades after he resigned in disgrace. Mr. Trump, meanwhile, remains the most influential member of his party after two impeachments and an electoral defeat he contests to this day.Despite the efforts of my grandfather and his investigators, and those of the media and Watergate committees, basic questions about the scandal remain unanswered. It is still unclear what, if any, advance knowledge Nixon had of the break-in. Though the president is on tape approving hush money payments to the defendants, it remains unknown whether he personally played a role in raising the funds. For that matter, the degree to which H.R. Haldeman, the White House chief of staff, and Attorney General John Mitchell directed illegal activities on a day-to-day basis has not come to light.Such questions, of course, are analogous to those currently faced by the Jan. 6 committee.Richard Ben-Veniste, one of my grandfather’s top deputies who was at the reunion, said he was asked by the Jan. 6 committee to offer advice. “Jan. 6 was the Saturday Night Massacre on steroids,” he said. “It was far more dangerous than what we thought was unthinkable: the appearance of a coup d’état when raw power replaced the rule of law. Nixon, for all his criminality and authoritarian sensibilities, possessed a sense of shame.”The continuum that stretches from Watergate to the present features a few ironies. During and after the Nixon scandals, congressional checks on executive power were enacted, including the War Powers Act of 1973 and modifications to the Federal Election Campaign Act. Those legislative initiatives led to charges of overreach and a counter-movement by some Republicans who wanted to restore power to the executive branch.One of them, a former Nixon White House aide named Dick Cheney, was elected to Congress four years after Nixon’s resignation. Mr. Cheney, of course, was vice president during the George W. Bush administration and his daughter, Liz Cheney, is the vice chair of the Jan. 6 committee who has sharply criticized Mr. Trump as an abuser of executive power.An additional irony following Nixon’s secretive presidency was the push for greater transparency in government: more sunlight, less smoke-filled rooms. But that effort has not necessarily translated into more efficient governance. To take a recent example, House conservatives led by Representative Marjorie Taylor Greene, the far-right Georgia freshman who was born three months before Nixon’s resignation, have used the virtue of legislative transparency as an argument for slowing the House Democrats’ agenda by insisting on roll call votes for everything on the legislative calendar.At the reunion, Representative Deborah Ross, a North Carolina Democrat, was mingling among the guests as she recalled listening to the Senate Watergate hearings at the age of 10 while driving cross-country in her family’s station wagon. Noting the coincidence of the Watergate anniversary taking place in the middle of the Jan. 6 committee hearings, Ms. Ross said that “the obvious thing the two scandals had in common was that we’re talking about two men who wanted to hang onto power no matter what. The irony is that Nixon would have won in 1972 anyway, if he hadn’t been so paranoid about the Democrats.”“And if not for the tapes!” chimed in Judi Dash, whose late father, Sam Dash, served as the chief counsel for the Senate Watergate Committee.Two former members of the Watergate Special Prosecution Force, Jill Wine-Banks and George Frampton, were at the reunion discussing the work of the Jan. 6 committee over cocktails. “I was very skeptical at first about the committee only televising six or eight hearings,” Ms. Wine-Banks said. “But I think they’ve done an excellent job, even without having the narrator we had, John Dean.”Turning to Mr. Frampton, she said, “For all that Nixon did, I’m not sure I ever felt democracy was in danger like it is now. Did you?”“Oh, certainly a little bit,” Frampton said. More

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    Trump Attacks Mike Pence for Not Rejecting Electoral Votes in 2020

    In a speech, Donald J. Trump was undeterred by the Jan. 6 House committee’s account of how his rioting supporters menaced the vice president, and the panel’s dismantling of many of his election lies.A day after the House committee investigating the Jan. 6 assault illustrated the serious danger that rioters posed to Mike Pence, former President Donald J. Trump unleashed a new attack on the man who had served him as vice president, criticizing him for refusing to interfere with the Electoral College certification of the 2020 presidential contest.Speaking on Friday afternoon before a faith-based group, Mr. Trump said that “Mike did not have the courage to act” in trying to unilaterally reject the Electoral College votes that were being cast for Joseph R. Biden Jr.On Thursday, the House panel demonstrated that Mr. Trump and his advisers were told repeatedly that Mr. Pence had no power to block the certification and that doing so would violate the law, but pressed him to try anyway.The committee also used witnesses to dismantle and debunk Mr. Trump’s false claims of widespread election fraud — arguments that he repeated in his keynote speech on Friday at the Faith and Freedom Coalition conference in Nashville.Mr. Trump has grown angry watching the hearings, knowing that he lacks a bully pulpit from which to respond, according to his advisers. He used much of his Friday address to repeat his false election claims and to denigrate Mr. Pence.The Themes of the Jan. 6 House Committee HearingsMaking a Case Against Trump: The committee appears to be laying out a road map for prosecutors to indict former President Donald J. Trump. But the path to any trial is uncertain.Day One: During the first hearing, the panel presented a gripping story with a sprawling cast of characters, but only three main players: Mr. Trump, the Proud Boys and a Capitol Police officer.Day Two: In its second hearing, the committee showed how Mr. Trump ignored aides and advisers in declaring victory prematurely and relentlessly pressing claims of fraud he was told were wrong.Day Three: Mr. Trump pressured Vice President Mike Pence to go along with a plan to overturn his loss even after he was told it was illegal, according to testimony laid out by the panel during the third hearing.Most striking was the context for the attack on Mr. Pence, whose presence on the presidential ticket in 2016 was critical to reassuring evangelical voters that Mr. Trump, a thrice-married New York real estate developer whose first divorce was tabloid fodder for months and who had supported abortion rights, had become sufficiently conservative on social issues.Mr. Pence, who often talks about his religious faith, is a favorite among the kind of voters attending the conference. But that did not stop Mr. Trump from denouncing him from the stage on Friday.After repeating claims about election fraud that have been widely debunked, including by his former attorney general, William P. Barr, Mr. Trump turned his sights on Mr. Pence.First, he insisted that he had not called Mr. Pence a “wimp” in a phone call with the vice president on the morning of Jan. 6, 2021, even though Mr. Trump’s former aide Nick Luna had testified under penalty of perjury about such a comment. “I don’t even know who these people are,” Mr. Trump told the crowd.“I never called Mike Pence a wimp,” said Mr. Trump, whose daughter Ivanka was present for the call and later told her chief of staff that Mr. Trump had effectively called Mr. Pence a coward, using a vulgarity. Then, Mr. Trump went on to describe Mr. Pence as weak.“Mike Pence had a chance to be great. He had a chance to be, frankly, historic,” the former president said. “But just like Bill Barr and the rest of these weak people,” he said, Mr. Pence “did not have the courage to act.” The comment was met with applause.Mr. Trump continued to mock Mr. Pence, whose aides testified that he had told Mr. Trump repeatedly that he did not have the power to dismiss Mr. Biden’s Electoral College victory or declare a 10-day recess in the congressional session to send the votes back to states to be re-examined.“Mike Pence had absolutely no choice but to be a human conveyor belt,” Mr. Trump said.Mr. Trump also mischaracterized the 1801 certification of Thomas Jefferson’s presidential victory — a process that Jefferson, then the vice president, oversaw — to argue that Mr. Pence should have used that model to keep Mr. Trump in office.“I said to Mike, ‘If you do this, you can be Thomas Jefferson,’” Mr. Trump said. “And then after it all went down, I looked at him one day and I said, ‘Mike, I hate to say this, but you’re not Thomas Jefferson.’”Marc Short, Mr. Pence’s former chief of staff, said this conversation never happened. Mr. Short did not comment more broadly on Mr. Trump’s speech.Mr. Trump also complained that the House committee had edited videos of his former aides’ testimony so that they were not played in full context. He appeared to be referring indirectly to testimony by his daughter Ivanka, whose remarks have been used against her father in two hearings.Speaking of the mob that left his speech at the Ellipse on Jan. 6 and swarmed the Capitol, Mr. Trump remained defensive. “It was a simple protest,” he said. “It got out of hand.” More

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    Senator Catherine Cortez Masto Hopes History Repeats as She Faces Adam Laxalt

    LAS VEGAS — In 2010, Senator Harry Reid of Nevada beat back a deep-red wave and dire national predictions for his political career when he pulled out a re-election victory against a Tea Party-endorsed candidate. He was a Democratic powerhouse with name recognition, pugilistic instincts and a state political machine long in the making behind him.Twelve years later, Senator Catherine Cortez Masto, who replaced him in Congress, finds herself in a re-election battle in November against the Trump wing of the Republican Party. But Ms. Cortez Masto is not as well known as her Senate predecessor and mentor, the so-called Reid Machine is not as strong as it had been during his tenure and Democrats are facing an even tougher national political landscape.“When you take that all together — this is why Nevada’s Senate contest is one of the most competitive races in the country,” said Mike Noble, a pollster who works in the state.Ms. Cortez Masto, the state’s former attorney general, easily won the Democratic nomination in Tuesday’s primary election. But she remains one of the most vulnerable Democratic senators this midterm season, as she prepares for a general-election contest against Adam Laxalt, a Republican who has embraced former President Donald J. Trump’s baseless claims of a 2020 stolen election.A combination of local, national and personal challenges confront her in a high-profile race — state voting trends that favor Republicans, a national climate working against Democratic incumbents, and her own tendencies to stay out of the limelight and operate behind the scenes.But she and her supporters point to her past hard-fought victories, most recently in 2016, when she beat her Republican rival by 2 percentage points to become the first Latina elected to the Senate.“I’ve always been in tough races,” Ms. Cortez Masto said in an interview in February.Adam Laxalt greeted voters in Moapa Valley, Nev., on Saturday.Joe Buglewicz for The New York TimesIn Nevada, the influential network of seasoned operatives, field organizers and volunteers that has fueled crucial Democratic victories for years is still a major force in the state’s politics. It now includes a newer crop of progressive groups. But the loss of Mr. Reid, who died in December 2021 after a struggle with pancreatic cancer, has been hard felt.President Biden won Nevada by only 2 percentage points during the 2020 election. Ms. Cortez Masto will now have to overcome the president’s low approval ratings and voters’ dissatisfaction with the economy. Nevada, whose sprawling hotel and entertainment industries heavily rely on tourism, was among the states most battered by the coronavirus pandemic, and high unemployment rates and rising living costs have opened Democrats to a constant line of attack from Republicans on crime, jobs and inflation.“In November, voters are going to see the prices at the pump, see the inflation when they go to the grocery store and know that they have Catherine Cortez Masto to thank for that,” said Jeremy Hughes, a Republican who was a campaign adviser to Dean Heller, the former Republican senator.Understand the June 14 Primary ElectionsTakeaways: Republicans who embraced former President Donald J. Trump’s election lies did well in Nevada, while his allies had a mixed night in South Carolina. Here’s what else we learned.Winners and Losers: Here is a rundown of some of the most notable wins and losses.Election Deniers Prevail: Republicans who deny the 2020 election’s result are edging closer to wielding power over the next one.Nevada Races: Trump-inspired candidates captured key wins in the swing state, setting the stage for a number of tossup contests against embattled Democrats.Texas Special Election: Mayra Flores, a Republican, flipped a House seat in the Democratic stronghold of South Texas. Her win may only be temporary, however.The election will largely hinge on who shows up to the polls. Mr. Reid’s political apparatus had been crucial to mobilizing multiracial coalitions of working-class and Latino voters. But sharp drops in Democratic participation in Nevada midterm elections have most recently given Republicans an advantage. The state’s transient population also makes it difficult for political candidates and elected officials to build name recognition.Voters line up outside a polling place in Las Vegas Tuesday.Bridget Bennett for The New York Times“The challenge for everyone on the ticket in Nevada is turnout,” said Representative Dina Titus, a Democrat who is facing her own tough bid for re-election this year for her Las Vegas seat.Mr. Laxalt has largely centered on turning out his base by stirring voter outrage over undocumented immigrants, the economy and pandemic school closures and restrictions. He has already begun to attack Ms. Cortez Masto as a vulnerable incumbent in line with Biden administration policies.The grandson of a former Nevada senator and son of a former New Mexico senator, Mr. Laxalt served as co-chairman of the 2020 Trump campaign in Nevada, and led Mr. Trump’s efforts to overturn the 2020 election in the state. He was endorsed by both Mr. Trump and Gov. Ron DeSantis of Florida, two of the most popular figures in the Republican Party.In a memo released the day after the Tuesday primary, Scott Fairchild, Ms. Cortez Masto’s campaign manager, painted Mr. Laxalt as a corrupt politician and “an anti-abortion extremist” focused on promoting Mr. Trump’s “big lie.” Her supporters see him as a flawed candidate, pointing to his failed bid for governor in 2018 and his attempt to block a federal investigation as attorney general into some of his wealthiest donors, including the Koch brothers.At campaign rallies and in interviews with Fox News and on conservative podcasts, Mr. Laxalt has repeatedly sought to tie Ms. Cortez Masto to Biden policies, criticizing her on crime, inflation and immigration. In a statement, John Burke, communications director for the Laxalt campaign, called criticism from his Democratic opponent a distraction from Ms. Cortez Masto’s role in the “current economic catastrophe.”“Our state wants change and Nevadans know it’s impossible to get it with her,” he said.Despite the change in Nevada’s political environment, many Democrats still see a playbook for success for Ms. Cortez Masto in Mr. Reid’s successful 2010 run for a fifth term against Sharron Angle, a former state lawmaker who pushed voter fraud claims and harsh anti-immigrant rhetoric long before Mr. Trump did.Understand the 2022 Midterm ElectionsCard 1 of 6Why are these midterm races so important? More

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    Jair Bolsonaro plantea dudas sobre el proceso electoral de Brasil. El ejército lo respalda

    Previo a las elecciones hay un escenario riesgoso: por un lado, el presidente y líderes militares sostienen que el voto se presta al fraude. Por otro, jueces, diplomáticos extranjeros y periodistas advierten que Bolsonaro prepara el terreno para intentar un golpe de Estado.RÍO DE JANEIRO — Durante meses, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha estado constantemente a la zaga en las encuestas previas a la crucial elección presidencial brasileña. Y durante meses ha cuestionado constantemente los sistemas de votación de su país, advirtiendo que si pierde las elecciones de octubre, probablemente se debería al robo de votos.Esas afirmaciones fueron consideradas en gran medida como habladurías. Pero ahora Bolsonaro ha conseguido un nuevo aliado en su lucha contra el proceso electoral: los militares del país.Los líderes de las fuerzas armadas de Brasil han comenzado repentinamente a plantear dudas similares sobre la integridad de las elecciones, a pesar de las escasas pruebas de fraude en el pasado, lo que ha aumentado la tensión, ya elevada, sobre la estabilidad de la mayor democracia de América Latina y ha sacudido a un país que sufrió una dictadura militar de 1964 a 1985.Los líderes militares han identificado para los funcionarios electorales lo que, según ellos, son algunas vulnerabilidades en los sistemas de votación. Se les dio un lugar en un comité de transparencia que los funcionarios electorales crearon para disminuir los temores que Bolsonaro había despertado sobre la votación. Y Bolsonaro, un capitán retirado del ejército que llenó su gabinete de generales, ha sugerido que el día de las elecciones, los militares deberían realizar su propio recuento paralelo de los votos.Bolsonaro, quien ha hablado bien de la dictadura militar, también ha querido dejar claro que los militares responden ante él.Los funcionarios electorales “invitaron a las fuerzas armadas a participar en el proceso electoral”, dijo Bolsonaro hace poco, en alusión al comité de transparencia. “¿Olvidaron que el jefe supremo de las fuerzas armadas se llama Jair Messias Bolsonaro?”.Almir Garnier Santos, el comandante de la Marina de Brasil, dijo a los periodistas el mes pasado que respaldaba la opinión de Bolsonaro. “El presidente de la república es mi jefe, es mi comandante, tiene derecho a decir lo que quiera”, dijo.A poco más de cuatro meses de una de las votaciones más importantes de América Latina en años, se está formando un conflicto muy riesgoso. Por un lado, el presidente, algunos líderes militares y muchos votantes de la derecha sostienen que las elecciones se prestan al fraude. Por otro, políticos, jueces, diplomáticos extranjeros y periodistas hacen sonar la alarma de que Bolsonaro está preparando el terreno para un intento de golpe de Estado.Bolsonaro ha aumentado la tensión, al decir que su preocupación por la integridad de las elecciones puede llevarlo a cuestionar el resultado. “Ha surgido una nueva clase de pillos que quieren robar nuestra libertad”, dijo en un discurso este mes. “Iremos a la guerra si es necesario”.Activistas con una manta que dice en portugués “Dictadura nunca más” en un mitin en Brasilia en marzo durante una protesta motivada por lo que los organizadores dijeron es un aumento de las violaciones a los derechos humanos en la presidencia de Jair Bolsonaro.Eraldo Peres/Associated PressEdson Fachin, un juez del Supremo Tribunal Federal y el principal funcionario electoral del país, dijo en una entrevista que las afirmaciones de que la elección sería insegura son infundadas y peligrosas. “Estos problemas son creados artificialmente por quienes quieren destruir la democracia brasileña”, dijo. “Lo que está en juego en Brasil no es solo una máquina de votación electrónica. Lo que está en juego es conservar la democracia”.Bolsonaro y los militares dicen que solamente intentan salvaguardar las elecciones. “Por el amor de Dios, nadie está realizando actos antidemocráticos”, dijo Bolsonaro recientemente. “Una elección limpia, transparente y segura es una cuestión de seguridad nacional. Nadie quiere tener dudas cuando las elecciones hayan terminado”.El Ministerio de Defensa de Brasil dijo en un comunicado que “las fuerzas armadas brasileñas actúan en estricta obediencia a la ley y la Constitución y se dirigen a defender la patria, garantizar los poderes constitucionales y, a través de cualquiera de ellos, de la ley y el orden”.Las tácticas de Bolsonaro parecen adaptadas del manual del expresidente Donald Trump, y tanto Trump como sus aliados han trabajado para apoyar las interpelaciones de fraude de Bolsonaro. Los dos hombres son reflejo de un retroceso democrático más amplio que se está produciendo en todo el mundo.Los disturbios del año pasado en el Capitolio de Estados Unidos han demostrado que los traspasos pacíficos de poder ya no están garantizados ni siquiera en las democracias maduras. En Brasil, donde las instituciones democráticas son mucho más jóvenes, las incursiones de los militares en las elecciones están agudizando los temores.Garnier Santos, el comandante de la Marina, declaró al periódico brasileño O Povo que “como comandante de la Marina, quiero que los brasileños estén seguros de que su voto contará”, y añadió: “Cuanta más transparencia, cuanta más auditoría, mejor para Brasil”.Un informe de la policía federal brasileña detalló cómo dos generales del gabinete de Bolsonaro, incluido su asesor de seguridad nacional, habían intentado durante años ayudar a Bolsonaro a descubrir pruebas de fraude electoral.Y el viernes, el ministro de Defensa de Brasil, Paulo Sérgio Nogueira, envió una misiva de 21 puntos a los funcionarios electorales, criticándolos por no tomar en serio las inquietudes de los militares sobre la seguridad electoral. “Las fuerzas armadas no se sienten debidamente reconocidas”, dijo.Hasta ahora, los comentarios de Bolsonaro han ido más allá que los de los militares. En abril, repitió la falsedad de que los funcionarios cuentan los votos en una “sala secreta”. Luego sugirió que los datos de las votaciones deberían suministrarse a una sala “donde las fuerzas armadas también tengan una computadora para contar los votos”. Los militares no han comentado públicamente esta idea.Dado que el apoyo de los militares podría ser crítico para un golpe de Estado, una pregunta popular en los círculos políticos es: si Bolsonaro cuestiona el resultado de las elecciones, ¿cómo reaccionarían los 340.000 miembros de las fuerzas armadas?Bolsonaro y Trump son aliados cercanos; ambos han cuestionado las elecciones de sus respectivos países. Cenaron en marzo de 2020 en Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida.T.J. Kirkpatrick para The New York Times“En Estados Unidos, los militares y la policía respetaron la ley, defendieron la Constitución”, dijo Mauricio Santoro, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, refiriéndose a las afirmaciones de Trump de que le habían robado la elección. “No estoy seguro de que vaya a ocurrir lo mismo aquí”.Funcionarios militares y políticos refutan cualquier noción de que los militares respaldarían un golpe de Estado. “Caería. No tendría ningún apoyo”, dijo el general Maynard Santa Rosa, quien perteneció al ejército brasileño durante 49 años y sirvió en el gabinete de Bolsonaro. “Y creo que él lo sabe”.Sérgio Etchegoyen, un general retirado del ejército cercano a los actuales líderes militares, también calificó de alarmistas las preocupaciones sobre un golpe de Estado. “Podemos pensar que es malo que el presidente cuestione las boletas”, dijo. “Pero es mucho peor si cada cinco minutos pensamos que la democracia está en riesgo”.Algunos funcionarios estadounidenses están más preocupados por la reacción del aproximadamente medio millón de policías en todo Brasil porque generalmente son menos profesionales y apoyan más a Bolsonaro que los militares, según un funcionario estadounidense que habló con la condición de permanecer en el anonimato para discutir conversaciones privadas.Cualquier afirmación sobre una elección robada podría enfrentarse a un público escéptico, a menos de que la contienda se haga más competida. Una encuesta realizada a finales de mayo entre 2556 brasileños indicó que el 48 por ciento apoyaba al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, frente al 27 por ciento de Bolsonaro. (Si ningún candidato obtiene la mitad de los votos, los dos primeros clasificados irán a una segunda vuelta el 30 de octubre).Esa misma encuesta mostró que el 24 por ciento de los encuestados no confía en las máquinas de votación de Brasil, frente al 17 por ciento en marzo. El 55 por ciento de los encuestados dijo que creía que la elección era vulnerable al fraude, incluyendo el 81 por ciento de los partidarios de Bolsonaro.En los 37 años de democracia moderna en Brasil, ningún presidente ha estado tan cerca de los militares como Bolsonaro, quien fue paracaidista del ejército.Como diputado, colgó en su despacho retratos de los líderes de la dictadura militar brasileña. Como presidente, triplicó el número de militares en puestos civiles en el gobierno federal hasta casi 1100. Su vicepresidente también es un general retirado.El año pasado, mientras intensificaba sus críticas al sistema electoral del país, destituyó al ministro de Defensa y a los tres principales comandantes militares, colocando a partidarios en su lugar.El nuevo ministro de Defensa no tardó en opinar sobre el proceso electoral, apoyando la propuesta de Bolsonaro de utilizar boletas impresas, además de máquinas de votación, lo que facilitaría los recuentos. Brasil es uno de los pocos países que depende totalmente en las máquinas de votación electrónicas: 577.125.Aunque Bolsonaro y sus aliados admiten que carecen de pruebas de fraude en el pasado, señalan una serie de problemas: algunas irregularidades percibidas en los resultados de la votación, un hackeo en 2018 de las computadoras del tribunal electoral, que no tiene conexión con las máquinas de votación, y la desestimación general de las preocupaciones por parte de los funcionarios electorales.Una urna electrónica en la sede del tribunal electoral de Brasil el mes pasado, mientras los analistas probaban el sistema. Eraldo Peres/Associated PressDiego Aranha, un experto en computación brasileño que ha intentado hackear las máquinas con fines de investigación, dijo que la falta de copias de seguridad en papel dificulta la verificación de los resultados, pero que el sistema en general era seguro.El Supremo Tribunal Federal de Brasil rechazó finalmente el uso de boletas impresas, alegando problemas de privacidad.El año pasado, cuando los funcionarios electorales crearon la “comisión de transparencia electoral”, invitaron a formar parte de ella a un almirante con un título en computación. En su lugar, el ministro de Defensa de Brasil envió a un general que dirige el comando de defensa cibernética del ejército.El representante del ejército envió entonces cuatro cartas a los funcionarios electorales con preguntas detalladas sobre el proceso de votación, así como algunos cambios recomendados.Preguntó sobre los sellos de seguridad de las máquinas, el código informático que las sustenta y la tecnología biométrica utilizada para verificar a los votantes. Los funcionarios electorales dijeron el sábado que aceptarían algunas de las pequeñas recomendaciones técnicas y estudiarían otras para las próximas elecciones, pero que otras sugerencias no entendían el sistema.En medio de las idas y venidas, el expresidente del Tribunal Superior Electoral, Luís Roberto Barroso, dijo a los periodistas que los líderes militares estaban “siendo guiados para atacar el proceso electoral brasileño”, una afirmación que Nogueira, el ministro de Defensa, calificó de “irresponsable”.El tribunal electoral también invitó a funcionarios europeos a observar la elección, pero rescindió la invitación después de que el gobierno de Bolsonaro se opusiera. En su lugar, el partido político de Bolsonaro está tratando de que una empresa externa audite los sistemas de votación antes de las elecciones.Bolsonaro y Paulo Sérgio Nogueira, el ministro de Defensa, en una ceremonia el pasado agosto en Brasilia.Andressa Anholete/Getty ImagesFachin, quien ahora preside el tribunal electoral, dijo que Bolsonaro era bienvenido a realizar su propia revisión, pero añadió que los funcionarios ya han probado las máquinas. “Esto es más o menos como forzar la cerradura de una puerta abierta”, dijo.El gobierno de Joe Biden ha advertido a Bolsonaro que debe respetar el proceso democrático. El jueves, en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, el presidente Biden se reunió con Bolsonaro por primera vez. Sentado junto a Biden, Bolsonaro dijo que eventualmente dejaría el cargo de “una manera democrática”, añadiendo que las elecciones de octubre deben ser “limpias, confiables y auditables”.Scott Hamilton, el principal diplomático de Estados Unidos en Río de Janeiro hasta el año pasado, escribió en el periódico brasileño O Globo que la “intención de Bolsonaro es clara y peligrosa: socavar la fe del público y preparar el terreno para negarse a aceptar los resultados”.Bolsonaro insiste en que no está tratando de erosionar los cimientos democráticos de su país, sino que simplemente está asegurando una votación precisa.“¿Cómo quiero un golpe si ya soy presidente?”, dijo este mes. “En las repúblicas bananeras, vemos a los líderes conspirando para mantenerse en el poder, cooptando partes del gobierno para defraudar las elecciones. Aquí es exactamente lo contrario”.André Spigariol More

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    Cuatro conclusiones del segundo día de las audiencias del 6 de enero

    Los congresistas que investigan el asalto al Capitolio afirmaron que Trump no quiso escuchar las recomendaciones de sus colaboradores e insistió en declararse victorioso y decir que le robaron las elecciones, sin tener pruebas.El gran tema durante el segundo día de audiencias del comité que investiga los sucesos del 6 de enero fue que al expresidente Donald Trump se le dijo repetidamente, incluso su propio fiscal general se lo comentó, que su “gran mentira” sobre una elección fraudulenta no tenía fundamento. De todos modos hizo el reclamo falso en la noche de las elecciones y no ha parado desde entonces.Tal como lo hicieron durante la audiencia de apertura, los miembros del comité usaron testimonios en video de algunos de los amigos y asesores más cercanos de Trump, incluidos comentarios contundentes del exfiscal general William P. Barr, para demostrar que el exmandatario sabía que sus afirmaciones no tenían fundamento.Aquí presentamos otras conclusiones del segundo día de las audiencias.Trump fue descrito como alguien ‘distanciado de la realidad’, después de las eleccionesEl testimonio en video de Barr fue uno de los más convincentes de la mañana, y el exfiscal general describió a Trump como alguien que, en los días posteriores a las elecciones, estaba cada vez más “distanciado de la realidad”. En su testimonio, Barr dijo que en repetidas ocasiones le dijo al expresidente que sus afirmaciones de fraude eran infundadas, pero “nunca hubo indicios de que se interesara por los hechos reales”.La cruda descripción de la conducta del exmandatario es una pieza clave del argumento que el comité trata de formular: que Trump sabía que sus afirmaciones sobre una elección fraudulenta no eran ciertas pero, de todos modos, las dijo. Barr dijo que en las semanas posteriores a las elecciones, le dijo repetidamente “cuán locas eran algunas de estas acusaciones”.Read More on the Jan. 6 House Committee HearingsMaking a Case Against Trump: The committee appears to be laying out a road map for prosecutors to indict former President Donald J. Trump. But the path to any trial is uncertain.The Meaning of the Hearings: While the public sessions aren’t going to unite the country, they could significantly affect public opinion.An Unsettling Narrative: During the first hearing, the panel presented a gripping story with a sprawling cast of characters, but only three main players: Mr. Trump, the Proud Boys and a Capitol Police officer.Trump’s Depiction: Mr. Trump was portrayed as a would-be autocrat willing to shred the Constitution to hang onto power. Liz Cheney: The vice chairwoman of the House committee has been unrepentant in continuing to blame Mr. Trump for stoking the attack on Jan. 6, 2021.El comité argumenta que Trump fue un mentiroso consciente. Pero el testimonio de Barr ofrece otra posible explicación: que el expresidente llegó a creerse las mentiras que estaba diciendo.“Pensé que, si realmente creía en esas cosas, ya sabes, había perdido el contacto con, con… se había distanciado de la realidad, si realmente creía en esas cosas”, le dijo Barr al comité.Dos grupos rodeaban a Trump: ‘El equipo normal’ vs. ‘El equipo de Rudy’Uno de los aspectos que quedaron claros el lunes fue que había dos grupos de personas alrededor de Trump durante los días y semanas posteriores a las elecciones.Bill Stepien, el director de campaña de Trump, caracterizó a su grupo como “El equipo normal”, a diferencia del equipo dirigido por Rudy Giuliani, el abogado personal de Trump.Al ser un veterano político republicano, Stepien estuvo entre los asistentes de campaña, abogados, asesores de la Casa Blanca y otras personas que instaron a Trump para que abandonara sus afirmaciones infundadas de fraude. En cambio, el equipo de Giuliani impulsaba la paranoia del expresidente instándolo a respaldar las afirmaciones fantasiosas y sin fundamento sobre la recolección de votos, la supuesta manipulación de las máquinas de votación y otras denuncias. “Los llamábamos: mi equipo y el equipo de Rudy”, dijo Stepien a los investigadores del comité en las entrevistas. “No me importaba estar relacionado con ‘El equipo normal’”.Los miembros del comité esperan que la descripción de los dos grupos que competían por la atención de Trump evidencie que el expresidente tomó una decisión: escuchar al grupo dirigido por Giuliani en vez de atender las recomendaciones de las personas que dirigieron su campaña y trabajaron en su gestión. En palabras del “Equipo normal”, Trump decidió escuchar a los que decían argumentos “locos”.Lo que pasó durante la noche de las elecciones en la Casa BlancaLa audiencia del lunes comenzó con un vívido retrato de la noche de las elecciones en la Casa Blanca, describiendo la reacción del expresidente, y quienes lo rodeaban, cuando Fox News dijo que Joe Biden ganó en Arizona. Usando testimonios en video de los asesores más cercanos del exmandatario y algunos miembros de su familia, el comité mostró cómo Trump rechazó las advertencias que le dieron.Stepien dijo en un video que había instado al expresidente para que no declarara su victoria prematuramente, después de haberle explicado que era muy probable que los votos demócratas se contaran más tarde. Trump lo ignoró, según dijeron Stepien y otras personas. En cambio, escuchó a Rudy Giuliani, quien según sus asistentes estaba borracho esa noche, e instaba al expresidente para que se declarara victorioso y dijera que las elecciones estaban siendo robadas.Chris Stirewalt, el editor político de Fox News que fue despedido después de que su cadena declarara la victoria de Biden en Arizona, le dijo al comité que el cambio en los resultados de esa noche que provocó las afirmaciones del presidente sobre manipulación de votantes no fueron más que los resultados esperados de los votos demócratas que se contaron después de los republicanos. Y se mostró orgulloso de que su equipo haya sido el primero en calificar con precisión los resultados de Arizona y dijo que había “cero” posibilidades de que Trump hubiera ganado ese estado.El comité dice que se enviaron millones de dólares a un ‘Fondo de Defensa Electoral’ inexistenteNo fue solo la “gran mentira”, según el comité del 6 de enero. También fue “la gran estafa”.En una presentación de video que concluyó la segunda audiencia, el comité describió cómo Trump y sus asistentes de campaña utilizaron afirmaciones infundadas de fraude electoral para convencer a los partidarios del expresidente con el fin de que enviaran millones de dólares a algo llamado “Fondo de Defensa Electoral”. Según el comité, los partidarios de Trump donaron 100 millones de dólares en la primera semana después de las elecciones, aparentemente con la esperanza de que ese dinero ayudaría a su líder en la lucha para anular los resultados.Pero un investigador del comité dijo que no había evidencia de que ese fondo existiera. En cambio, millones de dólares fluyeron hacia un comité de acción política que el presidente estableció el 9 de noviembre, solo unos días después de las elecciones. Según el comité, esa instancia envió 1 millón de dólares a una fundación benéfica dirigida por Mark Meadows, el exjefe de gabinete de Trump, y otro millón a un grupo político dirigido por varios de sus exmiembros del personal, incluido Stephen Miller, el arquitecto de la agenda de inmigración de Trump.Zoe Lofgren, representante demócrata por California, resumió los descubrimientos de esta manera: “A lo largo de la investigación del comité, encontramos evidencia de que la campaña de Trump y sus colaboradores engañaron a los donantes sobre el destino de sus fondos y para qué se utilizarían”.Y agregó: “Así que no solo se trató de una gran mentira, también se hizo una gran estafa. Los donantes merecen saber adónde van realmente sus fondos. Se merecen algo mejor que lo que hizo el presidente Trump y su equipo”.Michael D. Shear es un corresponsal veterano de la Casa Blanca y dos veces ganador del Premio Pulitzer que también formó parte del equipo que ganó la Medalla de Servicio Público por la cobertura de la COVID-19 en 2020. Es coautor de Border Wars: Inside Trump’s Assault on Inmigración. @shearm More

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    How Bolsonaro Is Using the Military to Challenge Brazil’s Election

    Despite little evidence of past fraud, President Jair Bolsonaro has long raised doubts about Brazil’s electoral process. Now the military is expressing similar concerns.RIO DE JANEIRO — President Jair Bolsonaro of Brazil has for months consistently trailed in the polls ahead of the country’s crucial presidential race. And for months, he has consistently questioned its voting systems, warning that if he loses October’s election, it will most likely be thanks to a stolen vote.Those claims were largely regarded as talk. But now, Mr. Bolsonaro has enlisted a new ally in his fight against the electoral process: the nation’s military.The leaders of Brazil’s armed forces have suddenly begun raising similar doubts about the integrity of the elections, despite little evidence of past fraud, ratcheting up already high tensions over the stability of Latin America’s largest democracy and rattling a nation that suffered under a military dictatorship from 1964 to 1985.Military leaders have identified for election officials what they say are a number of vulnerabilities in the voting systems. They were given a spot on a transparency committee that election officials created to ease fears that Mr. Bolsonaro had stirred up about the vote. And Mr. Bolsonaro, a former army captain who filled his cabinet with generals, has suggested that on Election Day, the military should conduct its own parallel count.Mr. Bolsonaro, who has spoken fondly about the dictatorship, has also sought to make clear that the military answers to him.Election officials “invited the armed forces to participate in the electoral process,” Mr. Bolsonaro said recently, referring to the transparency committee. “Did they forget that the supreme chief of the armed forces is named Jair Messias Bolsonaro?”Almir Garnier Santos, the commander of the Brazilian Navy, told reporters last month that he backed Mr. Bolsonaro’s view. “The president of the republic is my boss, he is my commander, he has the right to say whatever he wants,” Mr. Garnier Santos said.With just over four months until one of the most consequential votes in Latin America in years, a high-stakes clash is forming. On one side, the president, some military leaders and many right-wing voters argue that the election is open to fraud. On the other, politicians, judges, foreign diplomats and journalists are ringing the alarm that Mr. Bolsonaro is setting the stage for an attempted coup.Mr. Bolsonaro has added to the tension, saying that his concerns about the election’s integrity may lead him to dispute the outcome. “A new class of thieves has emerged who want to steal our freedom,” he said in a speech this month. “If necessary, we will go to war.”Activists held a banner that read, “Dictatorship never again,” in Portuguese, during a rally in March in Brasília to protest what organizers said was an increase in human rights violations under Mr. Bolsonaro. Eraldo Peres/Associated PressEdson Fachin, a Supreme Court judge and Brazil’s top election official, said in an interview that claims of an unsafe election were unfounded and dangerous. “These problems are artificially created by those who want to destroy the Brazilian democracy,” he said. “What is at stake in Brazil is not just an electronic voting machine. What is at stake is maintaining democracy.”Mr. Bolsonaro and the military say they are only trying to safeguard the vote. “For the love of God, no one is engaging in undemocratic acts,” Mr. Bolsonaro said recently. “A clean, transparent, safe election is a matter of national security. No one wants to have doubts when the election is over.”Brazil’s Defense Ministry said in a statement that “the Brazilian armed forces act in strict obedience to the law and the Constitution, and are directed to defend the homeland, guarantee the constitutional powers and, through any of these, of law and order.”Mr. Bolsonaro’s tactics appear to be adopted from former President Donald J. Trump’s playbook, and Mr. Trump and his allies have worked to support Mr. Bolsonaro’s fraud claims. The two men reflect a broader democratic backsliding unfolding across the world.The riot last year at the U.S. Capitol has shown that peaceful transfers of power are no longer guaranteed even in mature democracies. In Brazil, where democratic institutions are far younger, the military’s involvement in the election is heightening fears.Mr. Garnier Santos told the Brazilian newspaper O Povo that “as a navy commander, I want Brazilians to be sure that their vote will count,” adding, “The more auditing, the better for Brazil.”A Brazilian federal police report detailed how two generals in Mr. Bolsonaro’s cabinet, including his national security adviser, had tried for years to help him uncover evidence of election fraud.And on Friday, Brazil’s defense minister, Paulo Sérgio Nogueira, sent a 21-point missive to election officials, criticizing them as not taking the military’s points about election safety seriously. “The armed forces don’t feel properly acknowledged,” he said.So far, Mr. Bolsonaro’s comments have gone further. In April, he repeated a falsehood that officials count votes in a “secret room.” He then suggested that voting data should be fed to a room “where the armed forces also have a computer to count the votes.” The military has not publicly commented on this idea.Since the military’s support could be critical for a coup, a popular question in political circles has become: If Mr. Bolsonaro disputed the election, how would the 340,000 members of the armed forces react?Mr. Bolsonaro and President Donald J. Trump in 2020 at Mr. Trump’s Mar-a-Lago resort in Palm Beach, Fla. The men are close allies who have both questioned their country’s elections.T.J. Kirkpatrick for The New York Times“In the U.S., the military and the police respected the law, they defended the Constitution,” said Mauricio Santoro, a professor of international relations at the State University of Rio de Janeiro, referring to Mr. Trump’s claims of a stolen election. “I’m not sure the same thing will happen here.”Military officials and many politicians dispute any notion that the military would back a coup. “He would fall. He wouldn’t have any support,” said Maynard Santa Rosa, a Brazilian Army general for 49 years who served in Mr. Bolsonaro’s cabinet. “And I think he knows it.”Sérgio Etchegoyen, a retired army general close to the military’s current leaders, called concerns about a coup alarmist. “We might think it’s bad that the president questions the ballots,” he said. “But it’s much worse if every five minutes we think the democracy is at risk.”Some American officials are more concerned about the roughly half-million police officers across Brazil because they are generally less professional and more supportive of Mr. Bolsonaro than the military, according to a State Department official who spoke on the condition of anonymity to discuss private conversations.Any claim of a stolen election could face a skeptical public unless the race tightens. A survey of 2,556 Brazilians in late May showed that 48 percent supported former President Luiz Inácio Lula da Silva, compared with 27 percent for Mr. Bolsonaro. (If no candidate captures half of the vote, the top two finishers will go to a runoff on Oct. 30.)That same poll showed that 24 percent of respondents did not trust Brazil’s voting machines, up from 17 percent in March. Fifty-five percent of respondents said they believed the election was vulnerable to fraud, including 81 percent of Mr. Bolsonaro’s supporters.In the 37 years of Brazil’s modern democracy, no president has been as close to the military as Mr. Bolsonaro, a former army paratrooper.As a congressman, he hung portraits of the leaders of the military dictatorship in his office. As president, he has tripled the number of military personnel in civilian posts in the federal government to nearly 1,100. His vice president is also a former general.Last year, as he intensified his critiques of the electoral system, he dismissed the defense minister and the top three military commanders, installing loyalists in their places.The new defense minister quickly weighed in on the electoral process, backing Mr. Bolsonaro’s push to use printed ballots in addition to voting machines, which would make recounts easier. Brazil is one of the few countries to rely entirely on electronic voting machines — 577,125 of them.While Mr. Bolsonaro and his allies admit that they lack proof of past fraud, they point to a number of problems: some perceived irregularities in voting returns; a 2018 hack of the electoral court’s computers, which do not connect to the voting machines; and election officials’ general dismissal of concerns.An electronic voting machine at the headquarters of Brazil’s electoral court last month as analysts tested the system.Eraldo Peres/Associated PressDiego Aranha, a Brazilian computer scientist who has tried to hack the machines for research, said that the lack of paper backups makes it harder to verify results, but that the system overall was safe.Brazil’s Supreme Court ultimately rejected the use of printed ballots, citing privacy concerns.Last year, when election officials created the “election transparency commission,” they invited an admiral with a computer science degree to join. Brazil’s defense minister instead sent a general who directs the army cybercommand.The army representative sent four letters to election officials with detailed questions about the voting process, as well as some recommended changes.He asked about the machines’ tamper-proof seals, the computer code that underpins them and the biometric technology used to verify voters. Election officials said on Saturday that they would accept some of the small technical recommendations and study others for the next election but that other suggestions misunderstood the system.Amid the back-and-forth, the former head of the electoral court, Luís Roberto Barroso, told reporters that military leaders were “being guided to attack the Brazilian electoral process,” an assertion that Mr. Nogueira, the defense minister, called “irresponsible.” The electoral court also invited European officials to observe the election, but rescinded the invitation after the Bolsonaro administration objected. Instead, Mr. Bolsonaro’s political party is trying to have an outside company audit the voting systems before the election.Mr. Bolsonaro and Paulo Sérgio Nogueira, the defense minister and the commander of the Brazilian Army, at a ceremony last August in Brasília.Andressa Anholete/Getty ImagesMr. Fachin, who now runs the electoral court, said Mr. Bolsonaro was welcome to conduct his own review but added that officials already test the machines. “This is more or less like picking the lock on an open door,” he said.The Biden administration has warned Mr. Bolsonaro to respect the democratic process. On Thursday, at the Summit of the Americas in Los Angeles, President Biden met with Mr. Bolsonaro for the first time. Sitting next to Mr. Biden, Mr. Bolsonaro said he would eventually leave office in “a democratic way,” adding that October’s election must be “clean, reliable and auditable.”Scott Hamilton, the United States’ top diplomat in Rio de Janeiro until last year, wrote in the Brazilian newspaper O Globo that Mr. Bolsonaro’s “intent is clear and dangerous: undermine the public’s faith and set the stage for refusing to accept the results.”Mr. Bolsonaro insists that he is simply trying to ensure an accurate vote.“How do I want a coup if I’m already president?” he asked last month. “In Banana Republics, we see leaders conspiring to stay in power, co-opting parts of the government to defraud elections. Here it’s exactly the opposite.”André Spigariol More