CĂłmo fue que cuentas rusas ayudaron a desmantelar la Marcha de las Mujeres
Linda Sarsour despertĂł el 23 de enero de 2017, entrĂł a internet y sintiĂł nĂĄuseas.El fin de semana anterior, habĂa ido a Washington para estar al frente de la Marcha de las Mujeres, una movilizaciĂłn contra el entonces presidente Donald Trump que superĂł todas las expectativas. Las multitudes se habĂan congregado antes del amanecer y para cuando ella subiĂł al escenario, se extendĂan a lo lejos.MĂĄs de cuatro millones de personas de todo Estados Unidos habĂan participado, segĂșn cĂĄlculos posteriores de los expertos, que decĂan que esta marcha era una de las protestas de un solo dĂa mĂĄs grandes en la historia del paĂs.Pero luego algo cambiĂł, al parecer de la noche a la mañana. Lo que ella vio en Twitter ese lunes fue un torrente de quejas centradas en ella. En sus 15 años de activista, en su mayorĂa defendiendo los derechos de las personas musulmanas, habĂa enfrentado respuestas negativas, pero esto era de otra magnitud. Una pregunta comenzĂł a formarse en su mente: Âżrealmente me odian tanto?Esa mañana, sucedĂan cosas que Sarsour no podĂa ni imaginarse.A casi 6500 kilĂłmetros de distancia, organizaciones vinculadas con el gobierno ruso habĂan asignado equipos para actuar en contra de la Marcha de las Mujeres. En los escritorios de las anodinas oficinas de San Petersburgo, los redactores estaban probando mensajes en las redes sociales que criticaban el movimiento de la Marcha de las Mujeres, haciĂ©ndose pasar por estadounidenses comunes y corrientes.Publicaron mensajes como mujeres negras que criticaban el feminismo blanco, mujeres conservadoras que se sentĂan excluidas y hombres que se burlaban de las participantes como mujeres quejumbrosas de piernas peludas. Pero uno de los mensajes funcionĂł mejor con el pĂșblico que cualquier otro.En Ă©l se destacaba un elemento de la Marcha de las Mujeres que, en principio, podrĂa parecer un simple detalle: entre las cuatro copresidentas del evento estaba Sarsour, una activista palestinoestadounidense cuyo hiyab la señalaba como musulmana practicante.Linda Sarsour, una de las lĂderes de la Marcha de las Mujeres, en enero de 2017. A los pocos dĂas, los troles rusos la atacaron en internet.Theo Wargo/Getty ImagesDurante los 18 meses siguientes, las fĂĄbricas rusas de troles y su servicio de inteligencia militar se esforzaron por desacreditar el movimiento mediante la difusiĂłn de relatos condenatorios, a menudo inventados, en torno a Sarsour, cuyo activismo la convirtiĂł en un pararrayos para la base deTrump y tambiĂ©n para algunos de sus mĂĄs ardientes opositores.Ciento cincuenta y dos cuentas rusas distintas produjeron material sobre ella. Los archivos pĂșblicos de las cuentas de Twitter que se ha comprobado que son rusas contienen 2642 tuits sobre Sarsour, muchos de los cuales llegaron a grandes audiencias, segĂșn un anĂĄlisis de Advance Democracy Inc., una organizaciĂłn sin fines de lucro y apartidista que realiza investigaciones y estudios de interĂ©s pĂșblico.Muchas personas conocen la historia sobre cĂłmo se fracturĂł el movimiento de la Marcha de las Mujeres, que dejĂł cicatrices perdurables en la izquierda estadounidense.Una coaliciĂłn frĂĄgil al principio, entrĂł en crisis por la asociaciĂłn de sus copresidentas con Louis Farrakhan, el lĂder de la NaciĂłn del Islam, ampliamente condenado por sus declaraciones antisemitas. Cuando esto saliĂł a la luz, los grupos progresistas se distanciaron de Sarsour y de las copresidentas de la marcha, Carmen PĂ©rez, Tamika Mallory y Bob Bland, y algunos pidieron que dimitieran.Pero tambiĂ©n hay una historia que no se ha contado, que solo apareciĂł años despuĂ©s en la investigaciĂłn acadĂ©mica, de cĂłmo Rusia se insertĂł en este momento.Durante mĂĄs de un siglo, Rusia y la UniĂłn SoviĂ©tica trataron de debilitar a sus adversarios en Occidente al avivar las tensiones raciales y Ă©tnicas. En la dĂ©cada de 1960, oficiales de la KGB con base en Estados Unidos pagaron a agentes para que pintaran esvĂĄsticas en las sinagogas y profanaran los cementerios judĂos. Falsificaron cartas racistas, supuestamente de supremacistas blancos, a diplomĂĄticos africanos.No inventaron estas divisiones sociales, Estados Unidos ya las tenĂa. Ladislav Bittman, quien trabajĂł para la policĂa secreta en Checoslovaquia antes de desertar a Estados Unidos, comparĂł los programas de desinformaciĂłn soviĂ©ticos con un mĂ©dico malvado que diagnostica con pericia las vulnerabilidades del paciente y las explota, âprolonga su enfermedad y lo acelera hasta una muerte prematura en lugar de curarloâ.Hace una dĂ©cada, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, supervisĂł un renacimiento de estas tĂĄcticas, con el fin de socavar las democracias de todo el mundo desde las sombras.Las redes sociales proporcionaban ahora una forma fĂĄcil de alimentar las ideas en el discurso estadounidense, algo que, durante medio siglo, la KGB habĂa luchado por hacer. Y el gobierno ruso canalizĂł secretamente mĂĄs de 300 millones de dĂłlares a partidos polĂticos en mĂĄs de dos docenas de paĂses en un esfuerzo por influir en sus polĂticas a favor de MoscĂș desde 2014, segĂșn una revisiĂłn de la inteligencia estadounidense hecha pĂșblica la semana pasada.El efecto que estas intrusiones tuvieron en la democracia estadounidense es una cuestiĂłn que nos acompañarĂĄ durante años. Las redes sociales ya estaban amplificando los impulsos polĂticos de los estadounidenses, dejando tras de sĂ un rastro de comunidades dañadas. La confianza en las instituciones estaba disminuyendo y la rabia aumentaba en la vida pĂșblica. Estas cosas habrĂan sido ciertas aun sin la interferencia rusa.Pero rastrear las intrusiones rusas durante los meses que siguieron a esa primera Marcha de las Mujeres es ser testigo de un persistente esfuerzo por empeorarlas todas.DespuĂ©s de las elecciones de 2016, la operaciĂłn de desinformaciĂłn rusa de la Agencia de InvestigaciĂłn de Internet cambiĂł el enfoque de Donald Trump y Hillary Clinton a objetivos mĂĄs amplios de Estados Unidos.James Hill para The New York TimesâRefrigeradores y clavosâA principios de 2017, la operaciĂłn de troleo se encontraba en su fase imperial y rebosaba confianza.Las cuentas de la Agencia de InvestigaciĂłn de Internet, una organizaciĂłn cuya sede se encuentra en San Petersburgo y es controlada por un aliado de Putin, se habĂa ufanado de impulsar a Trump a la victoria. Ese año, el presupuesto del grupo casi se habĂa duplicado, segĂșn comunicaciones internas hechas pĂșblicas por los fiscales estadounidenses. PasĂł mĂĄs de un año antes de que las plataformas de las redes sociales realizaran una amplia purga de cuentas de tĂteres respaldados por Rusia.Para los troles, era una hora clave.En estas condiciones propicias, sus objetivos pasaron de la polĂtica electoral a algo mĂĄs general: la meta de agudizar las fisuras en la sociedad estadounidense, dijo Alex Iftimie, un exfiscal federal que trabajĂł en un caso de 2018 contra un administrador del Proyecto Lakhta, que supervisaba la Agencia de InvestigaciĂłn de Internet y otras operaciones de troleo ruso.âYa no se trataba exclusivamente de Trump y Clintonâ, dijo Iftimie, ahora socio de Morrison Foerster. âEra mĂĄs profundo y mĂĄs siniestro y mĂĄs difuso en su enfoque de explotar las divisiones dentro de la sociedad en cualquier nĂșmero de niveles diferentesâ.HabĂa una rutina: al llegar a su turno, los trabajadores escudriñaban los medios de comunicaciĂłn de los mĂĄrgenes ideolĂłgicos, de la extrema izquierda y de la extrema derecha, en busca de contenido extremo que pudieran publicar y amplificar en las plataformas, alimentando las opiniones extremas en las conversaciones principales.Artyom Baranov, quien trabajĂł en una de las filiales del Proyecto Lakhta de 2018 a 2020, concluyĂł que sus compañeros de trabajo eran, en su mayorĂa, personas que necesitaban el dinero, indiferentes a los temas sobre los que se les pedĂa que escribieran.âSi se les asignaba un texto sobre refrigeradores, escribĂan sobre refrigeradores, o, digamos, sobre clavos, escribĂan sobre clavosâ, dijo Baranov, uno de un puñado de antiguos troles que han hablado pĂșblicamente sobre sus actividades. Pero en lugar de refrigeradores y clavos, era âPutin, Putin, luego Putin, y luego sobre Navalnyâ, en referencia a AleksĂ©i Navalny, el lĂder de la oposiciĂłn encarcelado.El trabajo no consistĂa en exponer argumentos, sino en provocar una reacciĂłn visceral y emocional, idealmente de âindignaciĂłnâ, explicĂł Baranov, psicoanalista de formaciĂłn, a quien se le asignĂł escribir publicaciones en lĂnea sobre polĂtica rusa. âLa tarea es hacer una especie de explosiĂłn, causar controversiaâ, agregĂł.Cuando una publicaciĂłn lograba enfurecer a un lector, dijo, un compañero de trabajo comentaba a veces, con satisfacciĂłn, Liberala razorvala. Un liberal fue destrozado. âNo se trataba de discutir hechos o dar nuevos argumentosâ, dijo. âSiempre es una forma de hurgar en los trapos suciosâ.El feminismo era un objetivo obvio, porque se consideraba una âagenda occidentalâ y hostil a los valores tradicionales que representaba Rusia, dijo Baranov, quien hablĂł de su trabajo con la esperanza de advertir a las personas de que fueran mĂĄs escĂ©pticas con el material que hay en lĂnea. Desde hace meses, las cuentas rusas que pretenden pertenecer a mujeres negras han estado investigando las divisiones raciales dentro del feminismo estadounidense:âEl feminismo blanco parece ser la tendencia mĂĄs estĂșpida del 2k16ââMira cĂłmo Muhammad Ali calla a una feminista blanca que critica su arroganciaââNo tengo tiempo para tu basura de feminista blancaââPor quĂ© las feministas negras no le deben su apoyo a Hillary ClintonââUN POCO MĂS FUERTE PARA LAS FEMINISTAS BLANCAS DE ATRĂSâEn enero de 2017, mientras se acercaba la Marcha de las Mujeres, probaron distintos enfoques con distintas audiencias, como lo habĂan hecho previo a las elecciones presidenciales de 2016. Publicaban como mujeres trans resentidas, mujeres pobres y mujeres contra el aborto. Desacreditaban a quienes marchaban por ser peones del multimillonario judĂo George Soros.Y se burlaron de las mujeres que planeaban participar, a menudo en tĂ©rminos crudamente sexuales. En coordinaciĂłn, a partir del 19 de enero, 46 cuentas rusas lanzaron 459 sugerencias originales para #RenameMillionWomenMarch, un hashtag creado por un conductor de pĂłdcast de derecha de Indiana:La Marcha de: ÂżPor quĂ© nadie me quiere?La marcha de las mujeres fuertes que se hacen las vĂctimas constantementeLa Marcha de la Solitaria Señora de los GatosEl campamento de los cĂłlicosLa ConvenciĂłn de Mujeres BarbudasViejas rotas arengandoEl camino de las lĂĄgrimas liberalesEl festival de las perras de Coyote UglyMientras tanto, otra lĂnea de mensajes mĂĄs efectiva se desarrollaba.Sarsour recordĂł el abrumador torrente de ataques. âImagĂnese que todos los dĂas al levantarse son un monstruoâ, dijo.Brad Ogbonna/ReduxâFue como una avalanchaâComo una de las cuatro copresidentas de la Marcha de las Mujeres, Sarsour llegĂł con un historial, y con carga.Sarsour, hija de un tendero palestinoestadounidense de Crown Heights, en Nueva York, se habĂa convertido en la voz de los derechos de los musulmanes despuĂ©s de los atentados del 11 de septiembre. En 2015, cuando tenĂa 35 años, un perfil del New York Times la ungiĂł ââuna chica de Brooklyn con hiyabââ como algo raro: una potencial candidata araboestadounidense a un cargo de elecciĂłn pĂșblica.En 2016, el senador Bernie Sanders la invitĂł a un evento de campaña, un sello de aprobaciĂłn de uno de los progresistas mĂĄs influyentes del paĂs. Eso molestĂł a los polĂticos pro-Israel en Nueva York, que señalaron su apoyo al movimiento de boicot, desinversiĂłn y sanciones, que busca asegurar los derechos de los palestinos aislando a Israel. Los crĂticos del movimiento sostienen que amenaza la existencia de Israel.Rory Lancman, entonces concejal de la ciudad del barrio de Queens, recuerda su inquietud cada vez mayor cuando ella comenzĂł a aparecer con regularidad en los eventos en los que se apoyaban causas de izquierda no relacionadas con Israel, como los salarios justos, donde, en su opiniĂłn, âsu verdadera agenda estaba tratando de casar una agenda antiisraelĂ con diferentes causas progresistasâ.Para Lancman, demĂłcrata, la noticia de que Sarsour era una de las lĂderes de la Marcha de las Mujeres le pareciĂł âdesgarrador âesa es la palabraâ, que el antisemitismo se tolere y racionalice en espacios progresistasâ.Eso era la polĂtica de siempre, y Sarsour estaba acostumbrada a ello: la larga disputa entre los demĂłcratas sobre las implicaciones de criticar a Israel.Pero 48 horas despuĂ©s de la marcha, hubo un cambio de tono en lĂnea, con el surgimiento de publicaciones que describĂan a Sarsour como una yihadista radical que se habĂa infiltrado en el feminismo estadounidense. Sarsour lo recuerda muy bien, porque se despertĂł con un mensaje de texto preocupado de una amiga y fue en Twitter para descubrir que era tendencia.No todas las respuestas negativas fueron orgĂĄnicas. Esa semana, las cuentas rusas de amplificaciĂłn comenzaron a circular publicaciones centradas en Sarsour, muchas de las cuales eran incendiarias y se basaban en falsedades, ya que afirmaban que era una islamista radical: âUna musulmana que odiaba a los judĂos y estaba a favor del Estado IslĂĄmico y en contra de Estados Unidosâ, a la que âse habĂa visto mostrando el cartel del Estado IslĂĄmicoâ.Algunas de estas publicaciones fueron vistas por muchas personas. A las 7 p. m. del 21 de enero, una cuenta de la Agencia de InvestigaciĂłn de Internet identificada como @TEN_GOP, un supuesto estadounidense de derecha originario del sur del paĂs, tuiteĂł que Sarsour estaba a favor de imponer sharĂa o ley islĂĄmica en Estados Unidos, haciendo eco de una popular teorĂa de la conspiraciĂłn antimusulmana que Trump habĂa ayudado a popularizar en la campaña.Este mensaje cobrĂł impulso y acumulĂł 1686 respuestas, se retuiteĂł 8046 veces y obtuvo 6256 âme gustaâ. Al dĂa siguiente, casi de manera simultĂĄnea, un pequeño ejĂ©rcito de 1157 cuentas de derecha retomĂł la narrativa y publicĂł 1659 mensajes sobre el tema, segĂșn un anĂĄlisis realizado por la empresa de anĂĄlisis online Graphika en nombre del Times.Vladimir Barash, jefe cientĂfico de Graphika, dijo que el patrĂłn de interferencia era âestratĂ©gicamente similarâ a la actividad de los troles en las vastas protestas anti-Putin de 2011 y 2012, con cuentas falsas âtratando de secuestrar la conversaciĂłn de manera similar, a veces con Ă©xitoâ.âHay algunas pruebas circunstanciales de que aprendieron en un contexto domĂ©stico y luego trataron de replicar su Ă©xito en un contexto extranjeroâ, dijo Barash.Las cosas estaban cambiando sobre el terreno en Nueva York. En la AsociaciĂłn Ărabe Estadounidense de Nueva York, la organizaciĂłn sin fines de lucro de defensa a los migrantes que Sarsour dirigĂa en Bay Ridge, comenzĂł a llegar una gran cantidad de correo de odio: tarjetas postales, reclamos escritos a mano en papel de cuaderno, su foto impresa y desfigurada con equis rojas.âSe trataba de un nivel totalmente nuevo, y se sentĂa extraño, porque venĂa de todo el paĂsâ, dijo Kayla Santosuosso, entonces subdirectora de la organizaciĂłn sin fines de lucro, que recuerda haber llevado el correo a Sarsour en cajas de zapatos. Sarsour, a quien preocupaba haberse convertido en âun lastreâ, renunciĂł a su puesto en febrero de ese año.Para la primavera, la respuesta contra Sarsour se habĂa convertido en un espectĂĄculo de polĂtica divisoria. âEra como una avalanchaâ, dijo. âComo si estuviera nadando en ella todos los dĂas. Era como si nunca saliera de ellaâ.Cuando fue invitada a dar el discurso de graduaciĂłn de la Facultad de Salud PĂșblica de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY, por su sigla en inglĂ©s), el furor comenzĂł con semanas de antelaciĂłn. LlamĂł la atenciĂłn del polemista de extrema derecha Milo Yiannopoulos, quien viajĂł a Nueva York para una protesta que atrajo, como escribiĂł un reportero del Times, âuna extraña mezcla, incluyendo judĂos y sionistas de derecha, comentaristas como Pamela Geller y algunos miembros de la extrema derechaâ.âLinda Sarsour es una bomba de relojerĂa del horror progresista, amante de la sharia, que odia a los judĂosâ, dijo Yiannopoulos a la multitud.Sarsour recuerda el momento previo al discurso de graduaciĂłn como particularmente estresante. A medida que se acercaba, tuvo visiones de una figura que salĂa de las sombras para matarla, âalguna pobre persona desquiciada que se consumĂa en los rincones oscuros de internet, que serĂa alimentada por el odioâ.Las cuentas de los troles rusos formaron parte de ese clamor; desde mĂĄs de un mes antes de su discurso, un puñado de cuentas de amplificaciĂłn gestionadas por la mayor agencia de inteligencia militar de Rusia, el GRU, hicieron circular expresiones de indignaciĂłn por su elecciĂłn, a menudo con el hashtag #CancelSarsour.Cuando Yiannopoulos hablĂł, @TEN_GOP tuiteĂł las frases mĂĄs jugosas âla lĂnea âbomba de relojerĂa del horror progresistaââ y acumulĂł 3954 retuits y 5967 likes.PronunciĂł su discurso de graduaciĂłn sin incidentes. DespuĂ©s, parece ser que los troles esperaron que dijera o hiciera algo divisorio. Y eso sucediĂł a principios de julio cuando, envalentonada tras su apariciĂłn en la CUNY, exhortĂł a la audiencia musulmana fuera de Chicago a rebelarse contra las polĂticas injustas del gobierno, que describiĂł como âla mejor forma de yihadâ.En el islam, la palabra âyihadâ puede denotar cualquier lucha virtuosa, pero en el contexto polĂtico estadounidense es inextricable del concepto de guerra santa. Un polĂtico mĂĄs pragmĂĄtico podrĂa haber evitado utilizarla, pero Sarsour se sentĂa como la de antes. âAsĂ es como soy en la vida realâ, dijo. âSoy de Brooklyn y soy palestina. Es mi personalidadâ.Para los troles rusos, era una oportunidad.La semana siguiente, las cuentas rusas aumentaron de manera considerable su volumen de mensajes sobre Sarsour y produjeron 184 publicaciones en un solo dĂa, segĂșn Advance Democracy Inc.Una vez mĂĄs, el pĂșblico respondiĂł: cuando @TEN_GOP tuiteĂł: âLinda Sarsour pide abiertamente a los musulmanes que hagan la yihad contra Trump, por favor, investiguen este asuntoâ, recibiĂł 6222 retuits y 6549 me gusta. Las cuentas mantuvieron un intenso enfoque en ella durante el mes de julio, cuando produjeron 894 publicaciones durante el mes siguiente y continuaron hasta el otoño, descubriĂł el grupo.Y una vez mĂĄs, la reacciĂłn se extendiĂł por las redes sociales. Los manifestantes acamparon frente al restaurante de parrilla kosher donde su hermano, Mohammed, trabajaba como gerente, exigiendo que fuera despedido. DejĂł el trabajo y, finalmente, Nueva York.Su madre abriĂł un paquete que le llegĂł por correo y gritĂł: era un extraño libro autopublicado, titulado A Jihad Grows in Brooklyn, que pretendĂa ser la autobiografĂa de Sarsour y estaba ilustrado con fotografĂas familiares.âDigo, imagĂnense que todos los dĂas al levantarse son un monstruoâ, comentĂł Sarsourâ.Los grupos progresistas se distanciaron de Sarsour, a la izquierda, y de sus compañeras copresidentas de la marcha, Tamika Mallory y Carmen PĂ©rez.Erin Scott/ReutersA la caza de fantasmasResulta enloquecedoramente difĂcil decir con certeza quĂ© efecto han tenido las operaciones de influencia rusas en Estados Unidos, porque cuando se afianzaron se apoyaron en divisiones sociales reales. Una vez introducidas en el discurso estadounidense, el rastro ruso desaparece, como el agua que se ha añadido a una piscina.Esto crea un enigma para los especialistas en desinformaciĂłn, muchos de los cuales dicen que se ha exagerado el impacto de las intervenciones rusas. DespuĂ©s de las elecciones presidenciales de 2016, culpar a Rusia de los resultados no deseados se convirtiĂł en âla salida emocionalâ, dijo Thomas Rid, autor de DesinformaciĂłn y guerra polĂtica: historia de un siglo de falsificaciones y engaños.âTe juegan una mala pasadaâ, dijo Rid, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins. âTe conviertes en un idiota Ăștil si ignoras las operaciones de informaciĂłn eficaces. Pero tambiĂ©n si la ensalzas contando una historia, si la haces mĂĄs poderosa de lo que es. Es un trucoâ.Las divisiones al interior de la Macha de las Mujeres ya existĂan.Las discusiones intestinas sobre la identidad y el antisemitismo habĂan tensado al grupo desde sus primeros dĂas, cuando una de sus organizadoras, Vanessa Wruble, quien es judĂa, fue expulsada despuĂ©s de lo que describiĂł como tensas conversaciones con PĂ©rez y Mallory sobre el papel de los judĂos en el racismo estructural. PĂ©rez y Mallory han rebatido esa versiĂłn.Y la incomodidad con Sarsour habĂa disminuido el entusiasmo entre algunos progresistas judĂos, dijo Rachel Timoner, la rabina principal de la CongregaciĂłn Beth Elohim en Park Slope, Brooklyn.RecordĂł haber salido en defensa de Sarsour contra los ataques âracistas e islamĂłfobosâ, solo para descubrir, cada vez, que surgĂa una nueva tormenta de fuego, a menudo como resultado de algo inflamatorio y âen Ășltima instancia indefendibleâ que Sarsour habĂa dicho.A medida que pasaban los meses, dijo la rabina Timoner, los judĂos comenzaron a preguntarse si estaban siendo excluidos de los movimientos progresistas.En 2018, se desatĂł una nueva crisis interna por la asistencia de Mallory al DĂa del Salvador, una reuniĂłn anual de la NaciĂłn del Islam encabezada por Farrakhan.Mallory creciĂł en Harlem, donde muchos veĂan positivamente a la NaciĂłn del Islam y a su fundador, como cruzados contra la violencia urbana. La presionaron para que rechazara a Farrakhan, a lo que se negĂł, aunque dijo que no compartĂa sus posturas antisemitas. DespuĂ©s del asesinato del padre de su hijo, explicĂł: âFueron las mujeres de la NaciĂłn del Islam quienes me apoyaronâ.âSiempre las he llevado cerca de mi corazĂłn por esa razĂłnâ, dijo.DespuĂ©s de eso, el tejido de la coaliciĂłn se rompiĂł, de manera lenta y dolorosa. Sarsour y Perez se mantuvieron al lado de Mallory, y en poco tiempo, los grupos progresistas comenzaron a distanciarse de las tres. Bajo una intensa presiĂłn para que dejaran de ser las lĂderes, Sarsour, Perez y una tercera copresidenta, Bland, lo hicieron en 2019, un movimiento que, segĂșn dicen, estaba planeado desde hace tiempo.Las cuentas rusas aumentaron su producciĂłn en torno a Farrakhan y las lideresas de la Marcha de las Mujeres esa primavera, con 10 a 20 publicaciones al dĂa, pero no hay pruebas de que fueran un motor principal de la conversaciĂłn.MĂĄs o menos en ese momento, perdemos de vista la mayorĂa de los mensajes rusos. En el verano de 2018, Twitter suspendiĂł 3841 cuentas vinculadas a la Agencia de InvestigaciĂłn de Internet y conservĂł 10 millones de sus tuits para que pudieran ser estudiados por los investigadores. Unos meses despuĂ©s, la plataforma suspendiĂł y guardĂł el trabajo de 414 cuentas producidas por el GRU, la agencia de inteligencia militar.Con ello, se silenciĂł un coro de voces que, durante años, habĂan ayudado a dar forma a las conversaciones estadounidenses sobre Black Lives Matter, la investigaciĂłn de Mueller y los jugadores de la NFL arrodillados durante el himno nacional. El registro de los mensajes en torno a la Marcha de las Mujeres tambiĂ©n se rompe ahĂ, congelado en el tiempo.La explotaciĂłn rusa de Sarsour como figura divisoria debe entenderse como parte de la historia de la Marcha de las Mujeres, dijo Shireen Mitchell, una analista de tecnologĂa que ha estudiado la interferencia rusa en el discurso afroestadounidense en lĂnea.Ella comentĂł que las campañas rusas eran expertas en sembrar ideas que fluĂan hacia el discurso principal, despuĂ©s de lo cual, agregĂł, podĂan âsolo sentarse y esperarâ.âEs la preparaciĂłn de todo eso, empezando por el principioâ, dijo Mitchell, fundadora de Stop Online Violence Against Women. âSi esos miles de tuits causan una divisiĂłn entre los grupos que importan, si abren y permiten esa divisiĂłn, ya no es una grieta. Se convierte en un valleâ.Otros consideraron que el papel de Rusia era marginal y entraba en los lĂmites de un debate estadounidense necesario.âEs una pena que Linda Sarsour haya dañado ese movimiento intentando inyectar en Ă©l ideas nocivas que no tenĂan razĂłn de ser en la Marcha de las Mujeresâ, dijo Lancman, el exconcejal. âPor desgraciaâ, añadiĂł, los rusos âparecen muy adeptos a explotar esas fisurasâ.La rabina Timoner sonaba triste, al recordar todo lo que habĂa pasado. Las heridas que se abrieron entre los progresistas aquel año nunca han terminado de cicatrizar, dijo.âHay mucho dolor judĂo aquĂâ, dijo. âEsos bots rusos estaban hurgando en ese dolorâ.La Marcha de las Mujeres continuĂł bajo un nuevo liderazgo, pero durante los meses de controversia, muchas mujeres que habĂan sido impulsadas por la primera marcha se alejaron.âNo puedo recordar todas las historias negativas, solo recuerdo que habĂa muchasâ, dijo Jennifer Taylor-Skinner, una mujer de Seattle que, despuĂ©s de la marcha de 2017, dejĂł su trabajo en Microsoft y fundĂł The Electorette, un pĂłdcast orientado a las mujeres progresistas. Ella nunca ha recuperado ese sentimiento de unidad.âSolo de pensarlo, todavĂa me siento un poco desvinculada de cualquier movimiento centralâ, dijo. âAquĂ se estaba formando una posible coaliciĂłn que se ha rotoâ.Una rĂ©plicaSarsour, de 42 años, habĂa regresado a su oficina en Bay Ridge la primavera pasada, cinco años despuĂ©s de la primera Marcha de las Mujeres, cuando se enterĂł, por un reportero, de que habĂa sido vĂctima del gobierno ruso.En la actualidad, rara vez la invitan a las plataformas nacionales y, cuando lo hacen, suele haber protestas. El rumor que habĂa en torno a ella como futura candidata polĂtica se ha calmado. Sabe cĂłmo se la ve, como una figura polarizadora. Se ha adaptado a esta realidad, y se ve a sĂ misma mĂĄs como una activista, en el molde de Angela Davis.âNunca voy a conseguir un trabajo de verdadâ en una organizaciĂłn sin fines de lucro o corporaciĂłn importante, comentĂł. âEse es el tipo de impacto que estas cosas tienen en nuestras vidasâ.Los datos sobre los mensajes rusos relacionados con la Marcha de las Mujeres aparecieron por primera vez a finales del año pasado en una revista acadĂ©mica, donde Samantha R. Bradshaw, experta en desinformaciĂłn de la American University, revisĂł la injerencia del Estado en los movimientos feministas.Ella y su coautora, AmĂ©lie Henle, descubrieron un patrĂłn de mensajes por parte de influentes cuentas de amplificadores que buscaban desmovilizar el activismo de la sociedad civil, impulsando las crĂticas interseccionales al feminismo y atacando a los organizadoras.Los movimientos, sostiene Bradshaw, son estructuras frĂĄgiles, que a menudo no estĂĄn preparadas para hacer frente a campañas de sabotaje con buenos recursos y respaldadas por el Estado, especialmente cuando se combinan con algoritmos que promueven contenidos negativos. Pero los movimientos sociales saludables son esenciales para las democracias, dijo.âNo vamos a tener una esfera pĂșblica robusta si nadie quiere organizar protestasâ, dijo.Sarsour no es una acadĂ©mica, pero lo entendiĂł bastante bien.âSeñor, ten piedadâ, dijo, al echar un vistazo a las conclusiones de Bradshaw.Sarsour tratĂł de entenderlo: todo ese tiempo, el gobierno ruso la tenĂa en la mira. HacĂa tiempo que creĂa saber de dĂłnde venĂan sus crĂticos: la derecha estadounidense y los partidarios de Israel. Nunca se le ocurriĂł que pudieran provenir de un gobierno extranjero.âPensar que Rusia va a usarme es mucho mĂĄs peligroso y siniestroâ, comentĂł. âMe pregunto cĂłmo se beneficia Rusia de aprovechar mi identidad para debilitar movimientos contra Trump en Estados Unidos, me pareceâ, hizo un pausa. âEs solo que⊠vayaâ.Entender lo que hicieron los troles rusos no cambiarĂa su posiciĂłn.Aun asĂ, la ayudĂł a entender esa Ă©poca de su vida, en la que habĂa estado en el centro de una tormenta. No eran Ășnicamente sus compatriotas los que la odiaban. No fueron solamente sus aliados los que la repudiaron. Eso habĂa pasado. Pero no era toda la historia.LlamĂł a Mallory.âNo estĂĄbamos locasâ, dijo.Aaron Krolik More