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Elecciones en Ecuador: el ganador no aparece en la boleta

Su candidato no llegó a la segunda vuelta del domingo, pero el avance del partido indígena Pachakutik en la primera ronda de votación ha transformado la agenda política nacional.

TARQUI, Ecuador — Aunque su candidato no está en la boleta electoral, el gran ganador de la segunda vuelta presidencial del domingo en Ecuador estaba claro antes de que se emitiera el primer voto: el movimiento indígena del país que ha sido marginado durante mucho tiempo.

El partido indígena y sus aliados sacudieron la nación en la primera ronda electoral en febrero, al ganar la mitad de todos los estados, con lo que se convirtieron en la segunda presencia más grande en el Congreso y transformaron la agenda de los finalistas de la contienda presidencial del domingo: el izquierdista Andrés Arauz y el conservador Guillermo Lasso.

“La política ecuatoriana nunca será la misma”, aseveró Farith Simon, profesor de Derecho y columnista ecuatoriano. “Todavía hay racismo, pero también hay una reivindicación del valor de la cultura indígena, del orgullo en su papel nacional”.

Ansiosos por atraer a los votantes indígenas y conscientes de la necesidad de trabajar con el nuevo y poderoso bloque indígena en el Congreso, Arauz y Lasso renovaron sus mensajes y desplazaron la contienda de la discusión polarizadora centrada en el socialismo versus el conservadurismo que ha definido la política nacional durante años. En vez de eso, los debates giran en torno a la desigualdad tan arraigada en Ecuador y a un modelo económico que depende de la exportación de petróleo y la extracción minera en las tierras indígenas.

Ambos candidatos han prometido promulgar mayores protecciones medioambientales y conceder a las comunidades indígenas más poder de decisión sobre la extracción de recursos. Lasso, un banquero de 66 años, se comprometió a mejorar las oportunidades económicas de los indígenas que, a pesar de décadas de progreso, están muy por debajo del promedio nacional en el acceso a la educación, la atención sanitaria y el empleo.

Johanna Alarcón para The New York Times

Arauz, de 36 años, un economista que lideró la contienda durante la primera ronda electoral, prometió gobernar Ecuador como un verdadero país “plurinacional” en reconocimiento de sus 15 naciones indígenas. La designación, aunque más bien simbólica, había sido solicitada durante décadas por Pachakutik, el partido indígena del país, como un poderoso reconocimiento del lugar central que ocupa su pueblo en Ecuador.

El ascenso de Pachakutik en la escena nacional no solo llamó la atención de la minoría indígena del país, sino que también planteó cuestiones de identidad más profundas para todo el electorado. Aunque solo el ocho por ciento de los ecuatorianos se identificó como indígena en el último censo, gran parte de la población es mestiza.

“Esta es una conversación difícil para nosotros como nación, pero no hay vuelta atrás”, afirmó Simon.

El principal responsable del cambio político es el activista medioambiental Yaku Pérez, el candidato presidencial de Pachakutik en la primera ronda electoral de febrero.

Pérez, de 52 años, se quedó fuera de la segunda ronda por muy poco, pero amplió en gran medida el atractivo histórico de Pachakutik con su apoyo a los derechos de la mujer, la igualdad de las personas que pertenecen a la comunidad LGBTQ y los esfuerzos para luchar contra el cambio climático. Pérez también apoyó el derecho al aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, lo que creó tensiones dentro de su electorado indígena, socialmente conservador.

Rodrigo Buendia/Agence France-Presse — Getty Images

“Yaku Pérez tuvo una enorme capacidad para abrir sus horizontes, su discurso, para incorporar otros temas que no habían estado ahí” en la política ecuatoriana, comentó Alberto Acosta, excandidato presidencial de Pachakutik.

El ascenso de Pérez forma parte de un cambio generacional más extenso en los movimientos de izquierda de Latinoamérica. Impulsados en parte por las redes sociales y las protestas políticas en Estados Unidos, donde la mayoría de los países latinoamericanos cuentan con grandes diásporas, los políticos más jóvenes de la izquierda están dando prioridad a los temas relacionados con el medioambiente, el género y las minorías frente a la doctrina marxista de sus mentores.

En el vecino Perú, Verónika Mendoza, de 40 años, figura entre los principales contendientes a la presidencia en las elecciones del domingo, y como parte de su plataforma promete conceder títulos de propiedad a las comunidades indígenas y proteger el medioambiente. En Bolivia, la lideresa indígena Eva Copa, de 34 años, ganó hace poco la alcaldía de El Alto, una ciudad que es un crisol de culturas y que se considera un referente.

Esta nueva generación de líderes va más allá de la tradicional división izquierda-derecha y desafía la dependencia histórica que tienen sus países en los grandes proyectos mineros, petroleros y agroindustriales para el crecimiento económico, afirmó Carwil Bjork-James, antropólogo de la Universidad de Vanderbilt en Tennessee.

“Se trata de grandes cuestiones continentales que los movimientos indígenas han planteado desde hace mucho tiempo”, señaló Bjork-James. “Ver que estas preguntas se plantean en la esfera política es un nuevo nivel”.

Sus rivales afirman que este marco de referencia es corto de miras. Las naciones sudamericanas no tienen otra alternativa que depender de los ingresos procedentes de las materias primas para recuperarse de la pandemia. Y solo a través del desarrollo económico, dicen, se pueden abordar plenamente las desigualdades.

En Ecuador, Pérez consiguió casi el veinte por ciento de los votos en febrero, pero su partido, Pachakutik, y sus aliados pasaron de nueve a 43 escaños en el Congreso, con lo que se convirtieron en los líderes de la fracturada legislatura de 137 escaños.

En un principio, la campaña se centró en el legado de Rafael Correa, el presidente democrático que más tiempo ocupó el cargo en Ecuador. Durante el auge de las materias primas en la década de 2000 sacó a millones de personas de la pobreza, pero su estilo autoritario y las acusaciones de corrupción en su contra dejaron a la nación sumida en una amarga división.

Cristina Vega Rhor/Agence France-Presse — Getty Images

Correa, quien dejó el cargo en 2017, eligió a Arauz para que representara su movimiento de izquierda este año, lo cual catapultó a este hombre de 36 años a la cima de las encuestas a pesar de su limitada experiencia y reconocimiento nacional. Lasso centró su mensaje de campaña inicial en el temor de que Correa siguiera ejerciendo su influencia.

Sin embargo, los resultados de la primera vuelta demostraron “que gran parte de la población no se deja encasillar en aquel enfrentamiento de correístas y anticorreístas, que es muy simple y limita los problemas ecuatorianos a una visión binaria”, comentó Acosta, el excandidato.

El éxito electoral de Pachakutik se deriva de una ola de protestas nacionales en octubre de 2019, cuando el movimiento indígena marchó en Quito, la capital, para exigir la derogación de un muy impopular recorte del subsidio a la gasolina. Las protestas se tornaron violentas y en ellas murieron al menos ocho personas, pero el gobierno retiró el recorte del subsidio tras doce días de disturbios.

“Eso ha demostrado que los pueblos indígenas estamos buscando la transformación de este sistema dominante, capitalista que busca solamente atender a los sectores más pudientes”, declaró Diocelinda Iza, lideresa de la nación quichua en la provincia central de Cotopaxi.

La vida de Pérez, candidato a la presidencia, refleja las penurias del movimiento indígena. Nació en un valle alto de los Andes, en el sur de Ecuador, en una familia de campesinos empobrecidos. Su padre era quichua y su madre cañari.

Rodrigo Buendia/Agence France-Presse — Getty Images

Sus padres trabajaban en la finca de un terrateniente local sin remuneración, a cambio de vivir en su propiedad, un acuerdo rural que ha cambiado poco desde la época colonial.

De su infancia, Pérez dice que recuerda el trabajo aparentemente interminable en el campo, las punzadas de hambre y la humillación que sentía en la escuela cuando su madre acudía a las reuniones de padres vestida con faldas tradicionales.

“Yo sentía mucha vergüenza de ser indígena, de venir del campo, de ser campesino, de mi padre ser chacarero”, declaró Pérez en una entrevista en marzo. Para tener éxito en la escuela, “uno terminaba blanqueándose, colonizándose, renegando de nuestra identidad”.

Pérez acabó estudiando en una universidad local, ejerciendo el derecho e involucrándose en la política a través de asociaciones locales que defienden los derechos comunales del agua. Ascendió hasta convertirse en gobernador de la región ecuatoriana de Azuay, la quinta más poblada del país, antes de renunciar para presentarse a la presidencia.

Su historia resuena en otros indígenas, muchos de los cuales ven los esfuerzos políticos actuales en el contexto de los cinco siglos transcurridos desde la conquista colonial de Ecuador.

“No lo hacemos por una persona”, dijo la dirigente indígena, Luz Namicela Contento, “sino por un proyecto político”.

José María León Cabrera reportó desde Tarqui, Ecuador, y Anatoly Kurmanaev desde Moscú. Mitra Taj colaboró con este reportaje desde Lima, Perú.



Source: Elections - nytimes.com


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