Los peruanos votarán en lo que muchos califican como el peor momento de su joven democracia. Numerosos electores se inclinan por el voto en blanco.
LIMA, Perú — Vicenta Escobar, de 62 años, vende fruta en un puesto de las calles de Lima, la capital de Perú. En todas las elecciones presidenciales de las últimas cuatro décadas, ella ha votado a un candidato en el que creía, con la esperanza de que esa persona fuera a cambiar las cosas.
Pero no en esta ocasión. Este domingo, piensa llegar a la casilla para votar, como lo exige la ley peruana. Pero dejará la boleta sin poner una sola marca.
“Esta vez pienso marcar blanco”, comentó el jueves por la tarde. Dijo que estaba harta de “todos los engaños, los robos”.
Los peruanos votan este domingo en un momento que muchos consideran uno de los peores en su joven democracia. En la boleta hay 18 candidatos, pero se calcula que el 15 por ciento de los electores anularán su voto, según diversas encuestas recientes; además, ningún candidato ha logrado reunir un apoyo de más del 10 por ciento. Los dos candidatos con más votos pasarán a una segunda vuelta si ninguno obtiene más de la mitad de los votos.
Las elecciones se dan tras cinco años tumultuosos en los que el país pasó por cuatro presidentes y dos congresos, y en medio de una frustración creciente debido a la corrupción, la pandemia y un sistema político que muchos afirman que ha estado al servicio de los funcionarios y las corporaciones, pero no del pueblo.
Es probable que cualquiera que asuma el cargo este año tenga el mandato más débil que ningún otro presidente electo en la historia reciente, y tendrá que lidiar con crisis en materia de salud y economía que muy probablemente afectarán al país en los años venideros.
Perú tiene una de las tasas de muerte por coronavirus más altas del mundo, y las muertes diarias alcanzaron nuevos máximos este mes a medida que la variante brasileña del virus se extendía por el país. Muchos pacientes de COVID-19 han muerto por falta de acceso a oxígeno o respiradores, las familias de clase trabajadora luchan por conseguir alimentos y el cierre de escuelas ha provocado que los niños tengan que trabajar.
El año pasado la economía se contrajo un 12 por ciento en la peor recesión del país en tres décadas, la segunda peor contracción en América Latina después de la de Venezuela.
Los votantes a los que se entrevistó este mes en Lima, la capital del país, parecían coincidir en su frustración con el sistema.
“Antes confiábamos algo en nuestros líderes, pero ya nadie confía en nadie”, expresó Teresa Vásquez, de 49 años, un ama de casa.
Vásquez había apoyado a uno de los últimos presidentes, a Martín Vizcarra, incluso cuando los legisladores emprendían un juicio político contra él bajo cargos de corrupción.
Pero se enteró de que el entonces presidente se había vacunado en secreto el año pasado con dosis extras de un ensayo clínico realizado en Perú, las cuales los investigadores distribuyeron entre las élites políticas.
Este año, ya redujo sus opciones a dos candidatos que parecen impolutos, pero seguía teniendo dificultades para decidirse a menos de una semana de las elecciones.
“Toda la familia está igual”, continuó. “Nadie sabe a quién creer”.
Las encuestas de opinión publicadas antes de la votación del domingo mostraban que había seis candidatos con posibilidad de pasar a una probable segunda vuelta en junio.
Entre los candidatos que obtienen alrededor del 10 por ciento de los votos en los últimos sondeos se encuentran Pedro Castillo, un activista sindical socialmente conservador que ha repuntado en la última semana gracias a sus promesas de invertir grandes cantidades de dinero en sanidad y educación, y Keiko Fujimori, una líder de la oposición de derecha e hija del antiguo líder autoritario Alberto Fujimori, la cual ha dicho que pondría fin a los confinamientos por la COVID-19 y reprimiría la delincuencia con “mano dura”.
La votación de este año cae en el 200.º aniversario de la independencia de Perú. Pero, en lugar de celebrar, muchos peruanos están cuestionando la validez de su democracia y su modelo económico de libre mercado.
Incluso antes de que la pandemia sumiera al país en el caos, el apoyo a la democracia en Perú había caído a uno de los niveles más bajos de la región, según una encuesta de 2018-2019 realizada por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina; los militares se consideraban la institución más confiable.
Desde que la última elección general hace cinco años produjo un gobierno dividido, Perú ha tenido enfrentamientos constantes entre la rama legislativa y el poder ejecutivo, pues los legisladores de la oposición han intentado someter a juicio político a dos presidentes; asimismo, Vizcarra disolvió el Congreso y convocó nuevas elecciones legislativas para llevar a cabo reformas.
Tres expresidentes han estado en la cárcel debido a investigaciones de cohecho en su contra, incluido uno que postula para las elecciones de este año; un cuarto se suicidó para evitar ser detenido; un quinto, Vizcarra, uno de los líderes más populares de los últimos años, fue destituido en noviembre.
Su remplazo, que estuvo menos de una semana en el cargo, se encuentra bajo investigación debido a la muerte de dos jóvenes durante unas protestas, por lo cual tuvo que dimitir.
Una de las razones que explica la corrupción endémica del país es que los partidos políticos suelen alquilar su apoyo a los candidatos presidenciales en acuerdos a puerta cerrada, y a menudo son presa de intereses particulares.
“Los partidos políticos han dejado de ser un vehículo de representación ciudadana”, sostuvo Adriana Urrutia, politóloga que está a cargo de la organización prodemocrática Transparencia.
“Hay partidos en el actual parlamento que representan intereses de las universidades privadas que están siendo sancionadas por no cumplir con los requisitos mínimos”, añadió. También “hay partidos que representan los intereses de las economías ilegales, como la tala ilegal o minería ilegal”.
Algunos candidatos están apelando con sus mensajes al creciente escepticismo hacia la democracia.
Castillo, el activista sindical, ha prometido remplazar el Tribunal Constitucional por un tribunal elegido “por mandato popular”, y ha dicho que disolverá el Congreso si este bloquea una propuesta para cambiar de Constitución. Rafael López Aliaga, empresario y miembro del grupo católico ultraconservador Opus Dei, ha dicho que Perú debe impedir que una “dictadura” de izquierda se consolide en el poder y ha prometido encarcelar de por vida a los funcionarios corruptos.
Fujimori ha dejado de lado todo esfuerzo por moderar su plataforma en su tercera candidatura presidencial y ha prometido indultar a su padre, que cumple una condena por violaciones de los derechos humanos y corrupción.
La turbulencia política incesante tiene a los analistas preocupados por el futuro del país.
“El escenario que se nos viene es de verdad de terror”, dijo Patricia Zárate, investigadora principal de la organización de encuestas Instituto de Estudios Peruanos. “El Congreso sabe que puede vacar al presidente y es muy fácil y también es muy fácil cerrar el Congreso. Entonces ya vieron que se puede hacer y no hay problema”, añadió. “Es desesperanzador”.
Julie Turkewitz colaboró con reportería desde Bogotá.
Source: Elections - nytimes.com