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‘Lo necesitamos’: la enorme influencia de Trump en el Partido Republicano

Mientras acumula fondos, reparte favores y trata de aplastar a sus rivales, el expresidente domina a su partido y se prepara para otra campaña respaldando a quienes lo ayudan a expulsar a los funcionarios que frustraron su intento de subversión de las elecciones de 2020.

PALM BEACH, Florida — Una noche cualquiera, Donald Trump se pasea por el patio de Mar-a-Lago y pronuncia unas palabras desde un atril para darle la bienvenida al candidato que le paga por el privilegio de recaudar fondos allí.

“Este es un lugar especial”, dijo Trump en una de esas noches de febrero en su club privado. “Solía decir que era la ‘zona cero’, pero después del World Trade Center ya no usamos ese término. Este es el lugar donde todo el mundo quiere estar”.

Durante 15 meses, un desfile de aspirantes (senadores, gobernadores, líderes del Congreso y contendientes republicanos de todas las tendencias) ha hecho el recorrido para jurarle lealtad y presentar su candidatura. Algunos han contratado a los asesores de Trump con la esperanza de obtener una ventaja al buscar su respaldo. Otros compran anuncios en Fox News que solo se transmiten en el sur de Florida. Y están los que le llevan regalos; y los que sacan los trapos sucios. Casi todos repiten la mentira de que las elecciones de 2020 fueron robadas.

Mientras trabaja desde un gran escritorio de madera que recuerda al que usó en la Oficina Oval, Trump ha transformado la antigua suite nupcial de Mar-a-Lago en una sede informal del Partido Republicano y ha amasado más de 120 millones de dólares, una suma que duplica la del Comité Nacional Republicano. Los registros federales muestran que su iniciativa recaudó más fondos en línea que el partido, casi todos los días durante los últimos seis meses de 2021. La excepción fueron dos jornadas, una de las cuales fue la víspera de Navidad.

Y mientras otros expresidentes han cedido el escenario político, Trump ha hecho lo contrario, ya que trata de emprender una agresiva campaña de venganza contra los republicanos que lo han perjudicado, con su respaldo a más de 140 candidatos en todo el país y con la transformación de las primarias de 2022 en una prueba de su persistente influencia.

Al inspirar miedo, acaparar dinero, repartir favores y tratar de aplastar a sus rivales, Trump no solo se está comportando como un poderoso actor, sino como algo más cercano al jefe de una maquinaria política del siglo XIX.

“Los líderes de los partidos nunca han desempeñado el papel que Trump está desempeñando”, dijo Roger Stone, un asesor intermitente de Trump desde la década de 1980 a quien se ha visto en fechas recientes en Mar-a-Lago. “Porque él puede, y no se rige por las reglas convencionales de la política”, explicó.

Esta imagen de Trump como un jefe de partido moderno se ha extraído de más de 50 entrevistas con asesores en activo y retirados de Trump, rivales políticos, republicanos que han buscado su apoyo y funcionarios y estrategas del Partido Republicano que están lidiando con su influencia.

Es evidente que Trump disfruta del poder. Pero mientras insinúa una y otra vez la posibilidad de aspirar a la Casa Blanca por tercera vez, la pregunta que se plantea es si puede seguir siendo el rey de la nación si no aspira a la corona.

Por ahora, se ha adentrado en las minucias de limpiar al Partido Republicano de sus críticos, incluso si, de manera típica, la planificación y ejecución pueden ser desordenadas. Ha centrado sus esfuerzos casi obsesivamente en instalar personajes leales en puestos estatales clave en el campo de batalla (gobernadores, senadores, miembros de la Cámara, secretarios de Estado y fiscales generales de los estados) a menudo en vez de los mismos funcionarios que frustraron sus intentos de subvertir los resultados de 2020.

Ha presionado a los candidatos para que cambien las contiendas en las que participan, aconsejó a los republicanos sobre a quién contratar, se involucró en las reglas de registro del partido en Wyoming y en la contienda por el presidente de la cámara estatal en Michigan. También condicionó su respaldo al gobernador Mike Dunleavy de Alaska a que no apoyara a la senadora titular del estado, Lisa Murkowski; Dunleavy accedió rápidamente. La semana pasada, mostró su desacuerdo al instar a los residentes de Pensilvania a no votar por Bill McSwain en las primarias para gobernador, con el argumento de que el político no había aceptado por completo sus acusaciones de fraude electoral de 2020.

Trump no quiso ser entrevistado para este artículo.

Las personas cercanas a Trump dicen que se siente complacido por el ejercicio crudo de su poder. Escucha a los cabilderos de los republicanos de alto rango, como el representante Kevin McCarthy, líder del partido en la Cámara de Representantes, y luego los ataca sin previo aviso. Un día después de que McCarthy regañó al representante republicano de Carolina del Norte, Madison Cawthorn, por decir que sus colegas en Washington habían celebrado orgías y consumido cocaína, Trump le concedió a Cawthorn un codiciado espacio para hablar en su próximo mitin.

Saul Martinez para The New York Times

Ahora, toda una economía política gira en torno a Trump, en la cual sus propiedades están haciéndose de enormes sumas: tan solo los candidatos federales y las comisiones han pagado casi 1,3 millones de dólares por la celebración de eventos en Mar-a-Lago, según muestran los registros. Ha surgido una falange de aduladores de Trump, a los que los candidatos pagan con la esperanza de conseguir reuniones, aunque los antiguos seguidores de Trump advierten que, en el juego de la influencia, el comprador siempre debe tener cuidado.

“Si alguien anda por ahí vendiendo su capacidad para conseguir respaldos, está vendiendo algo que no es suyo”, dijo Michael Caputo, un exasesor que todavía habla con Trump. “Lo que parece ser clientelismo político en desarrollo, en realidad, es la confluencia de muchos asesores que fingen saber cómo conseguir el respaldo de Trump. Pero, en realidad, nadie sabe el camino a seguir”.

Sin embargo, aunque el clientelismo político en Nueva York no es nuevo, como lo demuestra Tammany Hall, una máquina política que perduró durante casi dos siglos y cuya longevidad se debe a la difusión del patrocinio, Trump puede ser muy tacaño. Aunque celebra mítines para algunos candidatos, en muchos casos, su apoyo no va más allá de un correo electrónico y un cheque de 5000 dólares. Trump casi nunca ha desplegado su enorme lista de seguidores para ayudar a otros políticos con el fin de que recauden dinero (la representante Elise Stefanik de Nueva York fue una rara excepción, a principios de este año). Frente a la posibilidad de las derrotas de alto perfil, el equipo del exmandatario planea gastar directamente para ayudar a algunos candidatos vulnerables que han recibido su respaldo; una transferencia de efectivo a un súper PAC de Georgia fue solo el primer paso.

Taylor Budowich, uno de sus voceros, señaló que centrarse solo en el gasto directo no toma en cuenta el valor que tiene el aval de Trump para los votantes y la “cobertura mediática gratuita” que genera. “Alguna vez se llegó a decir que un respaldo ni siquiera vale el papel en el que está impreso, pero ahora hay una excepción: el respaldo de Trump”, dijo Budowich.

A diferencia de los jefes políticos del pasado, Trump ha hecho mucho énfasis en los mecanismos electorales, además de sembrar en todo momento la desconfianza en el sistema mediante afirmaciones falsas de manipulación de votos.

Como decía el corrupto “Boss” Tweed, de Tammany, mientras se apoyaba en una urna en una famosa caricatura de la década de 1870: “Mientras yo cuente los votos, ¿qué vas a hacer al respecto?”.

O como le dijo Trump a Breitbart News este mes: “Hay una expresión de que los contadores de votos son más importantes que el candidato, y podrías usar esa expresión en este momento”.

Ejercer el poder sobre el partido y vender la ficción de unas elecciones robadas también son estrategias para desviar la atención de la desafortunada salida de Trump de la Casa Blanca como perdedor.

Michael D’Antonio, biógrafo de Trump, trazó un paralelismo entre este periodo y una crisis anterior en la carrera de Trump: su bancarrota a principios de 1990. “Para cualquier otra persona estos habrían sido acontecimientos demoledores”, dijo. “Pero para Trump solo marcaron un cambio en su método y en su búsqueda del poder. Y nunca aceptó que fueran derrotas de verdad”.

Los demócratas se están preparando para las derrotas en 2022. Pero los estrategas de ambos partidos dicen que el gran perfil público de Trump representa un riesgo para los republicanos, porque las encuestas privadas y los grupos de discusión muestran que sigue siendo un poderoso factor de rechazo para los votantes indecisos.

Pero las primarias republicanas son otra historia, donde pocos candidatos serios se han separado de Trump. “La toma del control del Partido Republicano por parte del presidente Trump ha sido tan completa”, dijo Boris Epshteyn, otro exasesor de Trump que a veces visita Mar-a-Lago, “que incluso los republicanos más moderados están intentando hablar de MAGA”.

Veasey Conway para The New York Times
Nathan Howard/Associated Press

No hay mejor ejemplo del dominio de Trump sobre el partido que las genuflexiones y maniobras de quienes buscan su visto bueno en la política.

Algunos candidatos pagan para asistir a las recaudaciones de fondos en Mar-a-Lago de otros aspirantes, y esperan lograr captar la atención de Trump, o mejor aún, una foto. “Momento épico”, fue el término que usó una candidata a la Cámara de Representantes para describir los pocos segundos que estuvo con Trump y que subió en un video a su cuenta de Instagram.

Cuando Trump invitó a los candidatos de Michigan para que lo acompañaran en un evento, resonó la voz de un hombre: “Yo también me postulo para gobernador, ¿puedo ir?”. Era Ryan Kelley. “¿Te postulas para gobernador de qué?”, le preguntó Trump, un poco confundido. “¡Michigan!”, le respondió Kelley y se acercó, estrechando la mano de Perry Johnson, uno de sus oponentes.

Johnson, por su parte, ha frecuentado Mar-a-Lago y publicó con orgullo un video pixelado de Trump alabando sus “buenos números en las encuestas” en otra recaudación de fondos. Incluso pagó un anuncio de televisión dándole la bienvenida a Trump a Michigan, antes de un mitin celebrado el 2 de abril.

Sin embargo, Trump lo desairó en el mitin y, en cambio, elogió a una candidata rival, Tudor Dixon, que había realizado su propia recaudación de fondos en Mar-a-Lago en febrero.

En muchos sentidos, la búsqueda de su respaldo es una réplica en la vida real del antiguo papel de Trump en la telerrealidad.

“¿Qué era El aprendiz sino un lamentable tumulto de personas que se comportaban como cangrejos en una cubeta y que pedían que él los sacara de ahí?”, recordó D’Antonio, su biógrafo. “Estas personas no son otra cosa que concursantes que compiten por su aprobación”.

En una de las escenas más recordadas, el año pasado, Trump llevó a varios candidatos al Senado de Ohio a una sala de Mar-a-Lago, donde empezaron a atacarse unos a otros con discursos mientras él los observaba. “Las cosas se salieron de control”, dijo un candidato, Bernie Moreno, quien no culpó a Trump por el caos, sino a sus rivales. Desde entonces, Moreno se retiró porque no quiere dividir el voto a favor de Trump.

Casi todos los contendientes de Ohio han publicado anuncios que resaltan sus vínculos con Trump y buscan su respaldo de manera personal. Jane Timken se define como “la verdadera conservadora de Trump”. Josh Mandel se presenta como “pro-Dios, pro-armas, pro-Trump”. Mike Gibbons dice que él y Trump son dos “hombres de negocios con los mismos principios”.

Trump no respaldó a ninguno de ellos; en cambio, apoyó al escritor J. D. Vance. En un debate previo al respaldo, Matt Dolan, el único aspirante republicano que no compite por el apoyo de Trump, sugirió que sus rivales estaban poniendo a los electores de Ohio en segundo lugar. “Hay gente en este escenario que, literalmente, está luchando por obtener un voto”, afirmó, “y la persona que les dará ese voto no está en Ohio”.

Dolan es una excepción. En general, una audiencia con Trump puede llevar al éxito o al fracaso de una candidatura. Por eso, los candidatos planean mucho sus estrategias.

A Trump le gusta la adulación y le gusta recompensar a los aduladores. Pero los expertos dicen que llevar material visual convincente también es importante. El uso de letras de gran tamaño es fundamental, con fotos y gráficos en color.

“No es un tipo muy digitalizado, así que llevamos todo impreso”, dijo Joe Kent, quien logró ganarse el respaldo de Trump en su esfuerzo por desbancar a la representante republicana de Washington, Jaime Herrera Beutler, una de las diez representantes republicanas que votaron a favor del juicio político en contra de Trump.

“Necesito ver las encuestas, necesito ver la financiación, necesito ver que te estás haciendo un nombre”, le indicó Trump, como recordó Kent.

Cuando le gusta lo que ve, Trump envía unas palabras de aliento, garabateadas con un marcador en las impresiones de las noticias. “¡Lo estás haciendo genial!”, le escribió en enero a Kent. “¡Lo estás haciendo genial!”, también le escribió en octubre pasado a Harriet Hageman, quien está desafiando a Liz Cheney, la representante por Wyoming.

Cuando el representante Billy Long, candidato al Senado en Missouri, se reunió por primera vez con Trump el año pasado, le llevó una copia impresa de una encuesta favorable. Pero sintió que lo habían derrotado cuando Trump “estiró el brazo y recogió otra encuesta” que Long supuso que provenía de un rival, aunque podría haber formado parte del paquete que su equipo le prepara para las reuniones con los candidatos.

“Donald Trump hará lo que quiera hacer cuando quiera hacerlo”, dijo Long. “Eso no es ningún secreto”.

Nic Antaya para The New York Times
Brittany Greeson for The New York Times

La televisión es una vía popular para llegar a Trump y algunos candidatos tratan de hacerlo mediante la transmisión de anuncios lejos de su electorado. Durante el verano, Trump estuvo en su club de golf de Bedminster, Nueva Jersey, y Jim Lamon, un candidato al Senado de Arizona, pagó por un anuncio en Fox News de Nueva Jersey.

Michele Fiore, concejala de la ciudad de Las Vegas, anunció su candidatura a gobernadora de Nevada con un comercial pro-Trump que se transmitió en West Palm Beach. Luego desistió y decidió postularse al cargo de tesorera estatal y dijo en otro comercial que el equipo de Trump le aconsejó que optara por ese cargo.

Y en marzo, un grupo que instó a Trump a rescindir su respaldo a Matthew DePerno, un republicano que se postulaba para fiscal general en Michigan, lanzó un comercial que atacaba a DePerno y que se transmitió en West Palm Beach.

Otros han utilizado los medios audiovisuales con una precisión aún mayor.

En noviembre, Blake Masters, candidato al Senado en Arizona, publicó un video que decía: “Creo que Trump ganó en 2020”, el día antes de volar a Florida para una recaudación de fondos en Mar-a-Lago. Según los registros de su campaña, el comercial costó 29.798,70 dólares.

Algunos atraen la atención de Trump en televisión, entre comerciales.

La vicegobernadora de Idaho, Janice McGeachin, apareció en el programa de Fox News de Tucker Carlson en junio y se deshizo en elogios hacia Trump. Al día siguiente, él la llamó.

“Fue lo mejor”, afirmó la vicegobernadora, quien agregó que “le hizo saber” al exmandatario que planeaba desafiar al gobernador Brad Little, el republicano en funciones y le pidió su apoyo. Poco después, estaba en un avión rumbo a Nueva York para una reunión en la Torre Trump. “Lo que quería era darle un gran abrazo y decirle cuánto lo amamos”, dijo. “Y eso fue lo primero que hice”.

McGeachin le dijo a Trump que Little no había luchado lo suficiente para anular las elecciones de 2020. En el otoño presentó su propuesta en Mar-a-Lago, y se marchó con una gorra roja firmada por el expresidente que suele usar en sus eventos. Pronto, Trump la apoyó de manera formal, aunque no dejó de elogiar a Little, que apenas unos días antes asistió a una recaudación de fondos en Mar-a-Lago para una organización no lucrativa afín a Trump.

McGeachin, quien causó revuelo recientemente al grabar un discurso para una reunión de nacionalistas blancos, es vista como una candidata con pocas posibilidades en las primarias de mayo.

El episodio encapsula las peculiaridades del estilo de Trump como jefe del partido: la receptividad al cortejo intensivo, la toma de decisiones aleatoria, la posibilidad de excederse y la exigencia de que se amplifiquen sus falsas afirmaciones de fraude electoral.

“Creo que es el respaldo más codiciado en la historia política”, dijo McGeachin.

Audra Melton para The New York Times
Veasey Conway para The New York Times

Con la vista puesta en su historial de victorias y derrotas en materia de respaldos, Trump está tratando cada vez más a los candidatos republicanos como piezas de ajedrez que se pueden mover, intercambiar o abandonar. Pero, hasta ahora, los resultados han sido dispares.

En Georgia, reclutó al exsenador David Perdue para enfrentar al gobernador Brian Kemp, un republicano que desafió a Trump al certificar las elecciones de 2020 y respaldar el resultado. Trump presionó al otro candidato en la campaña, Vernon Jones, un exdemócrata, para que se postulara a la Cámara de Representantes, con su respaldo.

Esa maniobra funcionó, pero las encuestas han mostrado que Perdue está detrás de Kemp de cara a la contienda del 24 de mayo, lo que es visto como una primera muestra de la influencia de Trump.

En Carolina del Norte, Trump trató de conseguir que un aliado, el diputado Mark Walker, abandonara su campaña al Senado y dejara la vía libre para el candidato que él respaldaba, el diputado Ted Budd, para que se enfrentara al exgobernador Pat McCrory en las primarias de mayo. Pero después de que los tribunales alteraron los mapas políticos del estado, Walker se negó y amenazó con dividir el voto pro-Trump, aunque las encuestas muestran que Budd lidera de todos modos.

Trump ya retiró uno de sus respaldos. Fue el caso de Mo Brooks, representante por Alabama que quería postularse al Senado de ese estado, y Trump cesó su apoyo después de que Brooks cayó en las encuestas y se cree que podría hacer lo mismo con otros aspirantes que no lideran las encuestas. Por ejemplo, ha hablado en privado de moderar su postura a favor de McGeachin.

Trump ha sido especialmente efectivo en el reclutamiento de rivales para sus críticos republicanos más importantes, como Cheney.

El año pasado, entrevistó a varios contrincantes potenciales, con la esperanza de establecer un enfrentamiento de dos personas. Entre ellos se encontraba Darin Smith, un abogado de Cheyenne, que voló a Bedminster y luego dijo que lamentaba no haber contado antes con la asesoría de los miembros del equipo de Trump. Finalmente, el expresidente respaldó a Harriet Hageman, exfuncionaria del partido, cuyos asesores incluyen a los estrategas actuales y anteriores de Trump como Justin Clark, Nick Trainer, Bill Stepien y Tim Murtaugh.

“Ya sea que ames el pantano o lo odies, es una realidad”, dijo Smith, quien desde entonces ha respaldado a Hageman. “Hay órbitas alrededor de Trump”.

Es posible que en ningún otro lugar Trump haya profundizado más en la política local que en Michigan, guiado en parte por la copresidenta del partido, Meshawn Maddock, una aliada cercana que organizó autobuses para llevar a los manifestantes a Washington el 6 de enero de 2021. En noviembre de 2020, después de que Trump convocó a los legisladores de Michigan a la Casa Blanca para una reunión extraordinaria mientras buscaba anular las elecciones, los dos líderes legislativos del Partido Republicano del estado lo rechazaron. Ahora, Trump ha dado su respaldo a más de media decena de candidatos a la legislatura de Michigan para encumbrar al marido de Maddock, el diputado estatal Matt Maddock, como próximo presidente de la Cámara de Representantes del estado.

Trump no ha ocultado su deseo de tomar el control de los puestos de conteo de votos del estado mientras reúne apoyos para DePerno y Kristina Karamo, sus candidatos a los cargos de fiscal general del estado y la Secretaría de Estado.

“Recuerden que no solo se trata de 2022, se trata de asegurarnos de que Michigan no sea manipulado y robado nuevamente en 2024”, dijo Trump en las afueras de Detroit el 2 de abril. Y agregó: “No hago esto a menudo con la gente de los estados. Pero esto es muy importante”.

Erin Schaff/The New York Times

Es cierto que la estrategia de guerra de Trump proyecta poder, pero lo que más asusta a otros líderes republicanos es su perdurable popularidad entre la base del partido.

El flujo interminable de mensajes de recaudación de fondos republicanos que usan el nombre de Trump, y que a veces dan la idea de que el dinero es para él, es evidencia de su influencia con los pequeños donantes. Las encuestas también muestran que la mayoría de los votantes republicanos valoran su respaldo. “Su dominio del partido a nivel de votantes de base no tiene precedentes”, dijo Stone, quien ha sido asesor de Trump desde hace mucho tiempo.

Plenamente consciente de esto, Trump también ha afirmado su dominio sobre los líderes republicanos del Congreso.

En la Cámara de Representantes, McCarthy, que espera convertirse en el presidente de ese órgano legislativo después de las elecciones intermedias, ha tratado de mantener a Trump al margen en algunas primarias, ejerciendo presión, por ejemplo, para que deje de respaldar a Mary Miller, la representante por Illinois, quien fue elegida en el mismo distrito que el representante Rodney Davis. Pero Trump la respaldó de todos modos.

“El temor legítimo de McCarthy es que se gane la mayoría, pero que 10 miembros de la Cámara se unan y digan: ‘No vamos a votar por usted ni por nada que desee’”, dijo Stone. Y agregó que, en ese caso, Trump tendría influencia en esos votos.

En el Senado, Mitch McConnell de Kentucky, el líder de la minoría, no ha hablado con Trump desde que dejó la Casa Blanca, pero accedió a que el exmandatario respaldara a Herschel Walker para el Senado en Georgia, a pesar de las dudas iniciales de su equipo.

Quienes están descontentos con el reinado de Trump como jefe del partido están buscando señales de que su control se está perdiendo, y varios rivales potenciales para 2024 (Mike Pence, Ron DeSantis, Chris Christie, Tom Cotton) parecen menos temerosos últimamente de estar en desacuerdo públicamente con Trump.

Las contiendas en las que Trump ha respaldado a un candidato serán objeto de estudio para ver si disminuyen su poder. Pero el hecho es que muchos de los candidatos a los que se opone en las primarias siguen diciendo que son republicanos que apoyan a Trump. Pocos ven una fecha de caducidad en su dominio hasta, y a menos, que decline postularse de nuevo en 2024 o sea derrotado.

Una reciente aparición en el pódcast del Comité Nacional Republicano captó tanto las ventajas como los inconvenientes del inquebrantable apego del partido hacia Trump. Por mucho, se trató del episodio del pódcast más visto en YouTube, hasta que el sitio lo retiró por difundir información errónea.

“No se puede subestimar el poder de su apoyo”, le había dicho Ronna McDaniel, la presidenta del partido, a Trump. Y luego agregó: “Lo necesitamos”.

Shane Goldmacher es reportero político nacional y antes fue el corresponsal político en jefe de la sección Metro. Antes de unirse al Times, trabajó en Politico, donde cubrió la política del Partido Republicano a nivel nacional y la campaña presidencial de 2016. @ShaneGoldmacher



Source: Elections - nytimes.com


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