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En mayo del año pasado, Marcus Carli, director de la fábrica Master Lock de Milwaukee, Wisconsin, convocó por sorpresa una reunión con la junta directiva del sindicato local 469 de United Auto Workers (UAW, por su sigla en inglés). Varios directivos del sindicato, que representa a los trabajadores de la planta, se reunieron con Carli y un ejecutivo de la empresa matriz de Master Lock en una pequeña sala de conferencias. Carli llevó a un guardia de seguridad. “Está aquí para protegerme”, les dijo Carli a los representantes sindicales. Cuando el guardia se sentó, Yolanda Nathan, la nueva presidenta del sindicato, se fijó en su pistola. “En ese momento pensé: ‘Ah, vamos a perder nuestro trabajo’”, dice. De inmediato, Carli confirmó sus peores temores. “La planta va a cerrar”, anunció. “Me dejó sin aliento”, dijo Nathan. “Nos quitó el aliento a todos”.
Media hora más tarde, los trabajadores del primer turno de la planta fueron convocados a una reunión en la antigua cafetería. Una hilera de mesas separaba a los funcionarios de los trabajadores. “La planta va a cerrar”, repitió Carli. Se negó a aceptar preguntas. “Solo nos lanzaron la bomba”, dijo Jeremiah Hayes, quien trabajaba en la planta de tratamiento de aguas residuales de la empresa. Sobre todo, le molestó la barrera improvisada: “Era insultante. Nos sentíamos como animales”.
Mike Bink, que empezó a trabajar en Master Lock en 1979, estaba desolado pero no sorprendido. Meses antes, un compañero cuyo trabajo consistía en fabricar placas de acero que se introducían en una máquina para fabricar un cuerpo de cerradura le dijo a Bink que ahora las placas se enviaban a la planta de Master Lock en Nogales, México. Esa fábrica se construyó en la década de 1990, no mucho después de que el presidente Bill Clinton promulgara el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y la empresa eliminó más de 1000 de los casi 1300 puestos sindicales de Milwaukee. “La gente salió corriendo por la puerta”, dice Bink, que entonces era presidente del Local 469. “Pensaban que la planta estaba acabada”. Bink aguantó, pero el TLCAN cambió de manera radical el equilibrio de poder entre Master Lock y sus trabajadores. “Un supervisor de la planta decía cosas como: ‘Pónganse a trabajar o la empresa cerrará todos los puestos’”, recuerda Bink. “Tras la reducción de plantilla, el sindicato perdió su influencia”.
En marzo, el cierre de las instalaciones donde se fabricaron cerraduras emblemáticas durante generaciones, representó la etapa final de la larga decadencia de Milwaukee como potencia industrial, parte de un fenómeno mayor, impulsado por el TLCAN, que se ha producido en todo el país, especialmente en los estados del Cinturón del Óxido. El TLCAN eliminó los aranceles sobre el comercio entre los signatarios del tratado —Canadá, México y Estados Unidos— y permitió la libre circulación de capitales e inversiones extranjeras. Marcó el comienzo de una era de acuerdos de libre comercio que llevaron productos baratos a los consumidores y generaron una gran riqueza para los inversionistas y el sector financiero, pero también aumentó la desigualdad de ingresos, debilitó a los sindicatos y aceleró el vaciamiento de la base industrial de Estados Unidos.
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Source: Elections - nytimes.com