Después de llevar más de tres décadas dentro y alrededor de la política, ahora dedico la mayor parte de mi tiempo a lidiar con preguntas políticas en las aulas y en grupos de enfoque. Hay un enigma que me fascina más que los demás: ¿por qué Donald Trump sigue suscitando tanta lealtad y devoción? Y, a diferencia de 2016, ¿puede ganar la candidatura en 2024 un republicano distinto que comparta en gran medida la agenda de Trump, pero no su personalidad?
Para responder a estas preguntas, he organizado más de 12 grupos de enfoque con votantes de Trump de todo Estados Unidos; el más reciente fue para Straight Arrow News, el miércoles de la semana pasada por la noche, para entender su mentalidad tras la histórica imputación del expresidente en Manhattan. Muchos se sentían ignorados y olvidados por la clase política profesional antes de Trump, y ahora victimizados y ridiculizados por simpatizar con él. Al igual que los votantes en las primarias republicanas en todo el país, los participantes en los grupos de enfoque siguen respetándolo, la mayoría sigue creyendo en él, casi todos piensan que les robaron las elecciones de 2020 y la mitad sigue queriendo que vuelva a presentarse en 2024.
Sin embargo, hay una posible vía para otros aspirantes republicanos a la presidencia.
Empieza con una reflexión más detenida sobre sobre las reglas que incumplió y los paradigmas que destruyó Trump en su campaña de 2016, y sobre todos sus errores voluntarios desde entonces. Es un fiel reflejo de los cambios de actitud y económicos que se han producido en Estados Unidos en los últimos 8 años. Y requiere aceptar que vapulearlo e intentar diezmar su base no va a funcionar. Los votantes de Trump están prestando la máxima atención a todos los candidatos. Si creen que la misión de un candidato es derrotar al que consideran su héroe, ese candidato fracasará. Sin embargo, si alguien que aspira a ser candidato o candidata en 2024 los convence de que quiere escucharlos y aprender de ellos, le darán una oportunidad. Marco Rubio y Ted Cruz no entendieron esta dinámica cuando atacaron a Trump en 2016, y por eso fracasaron.
De modo que podemos considerar esto un manual de estrategia para los posibles candidatos republicanos, para los votantes de su partido y para los conservadores independientes que quieren a alguien distinto de Trump en 2024; una hoja de ruta estratégica basada en la experiencia con los partidarios de Trump durante los últimos 8 años. Esto es lo que he aprendido de estos grupos de enfoque e investigación.
En primer lugar, para vencer a Trump hace falta humildad. Y empieza con reconocer que no puedes ganarte a todos los votantes. No puedes ganarte ni siquiera a la mitad: el apoyo a Trump dentro del Partido Republicano no solo es amplio, sino también profundo. Pero he descubierto, basándome en mis grupos de enfoque desde 2015, que alrededor de un tercio de los votantes de Trump dan prioridad al carácter del país y a las personas que lo dirigen, y eso basta para cambiar el resultado en 2024. No se trata de vencer a Trump compitiendo ideológicamente con él. Se trata de ofrecer a los republicanos el contraste que buscan: un candidato que defienda su agenda, pero con decencia, civismo y un compromiso con la responsabilidad personal y la rendición de cuentas.
En segundo lugar, Trump se ha convertido en su propia versión del tan odiado establishment político. Mar-a-Lago se ha convertido en la Grand Central Terminal de los políticos, militantes acérrimos, lobistas y élites desfasadas que han ignorado, olvidado y traicionado al pueblo que representan. Peor aún, con la incesante recaudación de fondos, dirigida a menudo a las personas que menos pueden permitirse donar, Trump se ha convertido en un político profesional que refleja el sistema político para cuya destrucción fue elegido. Durante más de siete años, ha utilizado las mismas consignas, las mismas arengas, las mismas bromas y los mismos lemas. A algunos votantes de Trump les parece bien así. Pero hay una clara forma de atraer a otros votantes republicanos firmemente centrados en el futuro, en vez de volver a litigar por el pasado. Comienza con un simple discurso de campaña en esta línea, más o menos: “Podemos hacerlo mejor. Debemos hacerlo mejor”.
En tercer lugar, sé consciente de que el agricultor medio, el pequeño empresario o el veterano de guerra tendrán más peso para el votante de Trump que los famosos y los poderosos. Los avales o los anuncios de campaña de los miembros del Congreso generarán menos apoyos que los testimonios emocionales de personas que, como a muchos partidarios de Trump, les hicieron caer, se levantaron y ahora están ayudando a otras a hacer lo mismo. Solo tienen que ser auténticos —y poder decir que votaron a Trump en 2016 y en 2020— para que no se les pueda pegar la etiqueta del movimiento “Nunca Trump”. Su mejor mensaje: el Trump de hoy no es el Trump de 2015. Con otras palabras: “Donald Trump me respaldó en 2016. Ahora, todo gira en torno a él. Yo no abandoné a Donald Trump. Él me abandonó a mí”.
En cuarto lugar, elogia la presidencia de Trump, pero al mismo tiempo critica a la persona. Los grupos de enfoque sobre Trump son increíblemente instructivos para ayudar a diferenciar entre el apasionado apoyo que sus iniciativas y sus logros inspiran a la mayoría de sus votantes y la vergüenza y la frustración que les provocan sus comentarios y su conducta. Por ejemplo, a la mayoría de los republicanos les gusta su discurso duro sobre China, pero les desagrada su actitud intimidatoria en el ámbito nacional. Así que aplaude a su gobierno antes de criticar al hombre: “Donald Trump fue un gran presidente, pero no siempre fue un gran modelo a seguir. Hoy, más que nunca, necesitamos carácter, no solo valor. No tenemos que insultar a la gente para plantear un argumento o marcar la diferencia”.
En quinto lugar, enfócate más en los nietos. Millones de votantes de Trump son personas mayores, muy mayores. Adoran a sus nietos, así que habla concretamente de ellos, y sus abuelos también te escucharán: “Confundimos la altisonancia con el liderazgo, la condena con el compromiso. Los valores que enseñamos a nuestros hijos deberían ser los que veamos en nuestro presidente”.
La inminente votación sobre el techo de deuda es el gancho perfecto. El aumento del déficit anual con Trump es el tercero mayor, en relación con el tamaño de la economía, de cualquier gestión presidencial estadounidense. Mucho antes de la COVID-19, la Casa Blanca de Trump les dijo a los congresistas republicanos que gastaran más, y ese gasto contribuyó a la actual crisis de deuda. Trump dirá que actuó con responsabilidad fiscal, pero los números no mienten. “No podemos permitirnos estos déficits. No podemos permitirnos esta deuda. No podemos permitirnos a Donald Trump”.
En sexto lugar, hay un rasgo de la personalidad sobre el que coinciden casi todos: la aversión a la imagen pía que se da en público mientras en privado se hace gala de la falta de honradez. En una palabra: la hipocresía. Hasta ahora, eso no les ha funcionado a los adversarios de Trump, pero eso es porque los ejemplos no tenían ninguna relevancia personal para sus votantes. Durante su campaña de 2016, Trump criticó a Barack Obama varias veces por sus ocasionales rondas de golf, y prometió no viajar a costa de los contribuyentes. ¿Cuál fue el historial de Trump? Cerca de 300 rondas de golf en sus propios campos en solo cuatro años, que costaron a los esforzados contribuyentes unos 150 millones de dólares en seguridad adicional. Esto quizá parezca una nimiedad, pero si se lleva al escenario del debate, puede ser letal. “Mientras más de la mitad de Estados Unidos gana lo justo para vivir al día, él estaba practicando su juego corto. Y ustedes lo pagaron”.
En séptimo lugar, no saldrás elegido solo con los votos de los republicanos. El candidato exitoso deberá atraer también a los independientes. En 2016, Trump prometió a sus votantes que se cansarían de ganar. Pero alejó a los independientes hasta el punto de que abandonaron a los republicanos y se unieron a los demócratas, dándole a Estados Unidos a Nancy Pelosi como presidenta de la Cámara de Representantes en 2018, a Biden como presidente en 2020 y a Charles Schumer como líder de la mayoría en el Senado también en 2020. Un solo escaño en el Senado en 2020 habría paralizado por completo la agenda demócrata. La mayoría de los candidatos avalados por Trump en las reñidas elecciones de mitad de mandato de 2022 perdieron, algo que pocas personas (incluido yo) se esperaban. Si Trump es el candidato en 2024, ¿están seguros los republicanos de que se ganará esta vez a los independientes? Seguramente el expresidente perderá si los republicanos creen que un voto por Trump en las primarias significa que Biden ganará en las generales.
Y, en octavo lugar, tienes que penetrar en la caja de resonancia conservadora. Necesitas al menos a una de estas personas de tu parte: Mark Levin, Dennis Prager, Ben Shapiro, Newt Gingrich y, por supuesto, Tucker Carlson, Sean Hannity y Laura Ingraham. Gracias a la demanda de Dominion, todos sabemos qué dicen los presentadores de Fox News en privado. El reto es conseguir que sean igual de sinceros en público. Eso requiere un candidato tan duro como Trump, pero más comprometido públicamente con la ideología conservadora tradicional, como acabar con el despilfarro de Washington y la capacidad de sacar el trabajo adelante. “Algunas personas quieren hacer una declaración. Yo quiero hacer un cambio”.
Entre los probables rivales republicanos de Trump que aspiran a la candidatura, nadie está cerca aún de hacer todas estas cosas, o alguna de ellas. Ron DeSantis solo ha criticado suavemente a Trump, y ha preferido lanzar un ataque total contra Disney. No pasa nada. Tiene tiempo de sobra para poner orden en sus mensajes. Pero cuando él y sus compañeros se suban al escenario del primer debate republicano, en agosto, tendrán una sola oportunidad para mostrar que merecen el puesto al demostrar que entienden al votante de Trump.
Para ser claros, si Trump se presenta con una campaña exclusivamente basada en su hoja de servicios en el gobierno, probablemente gane la candidatura. Hasta ahora, ha demostrado ser incapaz de hacerlo. La mayoría de los republicanos aplauden sus éxitos en materia de economía y política exterior, y su impacto en la burocracia y el poder judicial, sobre todo en comparación con su predecesor y ahora su sucesor.
Pero ese no es el Donald Trump de 2023. Muchos dejan de celebrarlo cuando se les pide que evalúen las declaraciones públicas de Trump y su conducta, que sigue manteniendo. En 2016, la campaña consistía en lo que Trump podía hacer por ti. Hoy, consiste en lo que se le está haciendo a él. Si se desquicia cada vez más, o si sus oponentes se centran en sus tuits, sus arrebatos y su personalidad destructiva, un considerable número de republicanos podría elegir a otra persona, siempre y cuando den prioridad a asuntos básicos y de eficacia probada, como unos impuestos más bajos, una menor regulación y menos Washington.
Los republicanos quieren casi todo lo que hizo Trump, sin todo lo que Trump es y dice.
Frank Luntz es moderador de grupos de enfoque, profesor y estratega de comunicación que trabajó para candidatos republicanos en elecciones anteriores.
Source: Elections - nytimes.com