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    Bolsonaro podría ser derrotado. Y parece demasiado bueno para ser verdad

    SÃO PAULO, Brasil — “Si Dios quiere, seguiré”, dijo Jair Bolsonaro a mediados de septiembre. “Si no, me quitaré la banda presidencial y me retiraré”.Parece demasiado bueno para ser verdad. Después de todo, Bolsonaro ha pasado buena parte de este año sembrando dudas sobre el proceso electoral y al parecer preparando el terreno para rechazar los resultados. El ejército, de manera ominosa, quiere llevar a cabo un recuento paralelo de los votos. La amenaza se respira en el aire: el 67 por ciento de los brasileños temen que haya violencia política y puede que algunos no se arriesguen a ir a votar (algo muy importante en un país donde es obligatorio votar). Todo el mundo habla de un posible golpe de Estado.En medio de esta incertidumbre, hay un hecho al cual aferrarse: Luiz Inácio Lula da Silva, el expresidente de izquierda, encabeza las encuestas, con un 50 por ciento de intención de voto en comparación con el 36 por ciento de Bolsonaro. Cuatro años después de que fue expulsado de la escena política, con acusaciones de corrupción y lavado de dinero, que luego se demostró que, en el mejor de los casos, fueron dudosas desde el punto de vista procesal y, en el peor, que tuvieron motivaciones políticas, Da Silva está de vuelta para terminar el trabajo. Teniendo en cuenta las pruebas disponibles, todo parece indicar que ganará: si no el mismo domingo, con más del 50 por ciento de los votos, entonces en la segunda vuelta electoral, el 30 de octubre.Los brasileños estamos conteniendo el aliento. Las próximas semanas podrían poner fin a una época sombría, liderada por uno de los peores mandatarios de nuestra historia, o podrían llevarnos aún más a la catástrofe y la desesperación. Hay mucho que digerir. En lo personal, decidí pasar más tiempo durmiendo y limpiando la casa, mis cortinas nunca se habían visto tan blancas (originalmente eran color crema). Sin embargo, sin importar lo mucho que me distraiga, nada alivia mi aprehensión de que las cosas puedan salir terriblemente mal.En apariencia, todo parece estar en calma. Un extranjero que camine por las calles no sentiría que estamos a punto de celebrar elecciones presidenciales. Al mirar por la ventana, observo que las banderas brasileñas —que han llegado a representar el apoyo a Bolsonaro— han sido retiradas de las fachadas vecinas. Una señal ambigua: podría ser una respuesta anticipada a la derrota o la calma antes de la tormenta. Ni siquiera entre amigos y familiares se habla mucho sobre las elecciones; las líneas se trazaron en 2018 y no se han movido gran cosa desde entonces.Sin embargo, a pesar de toda la polarización social, sigue habiendo aquí un enorme apoyo a la democracia: el 75 por ciento de los ciudadanos piensa que es mejor que cualquier otra forma de gobierno. Desde el principio, Da Silva ha intentado explotar ese sentimiento común y abrir un amplio frente contra Bolsonaro. Escogió a un antiguo adversario de centroderecha, Geraldo Alckmin, como su compañero de fórmula; se acercó con insistencia a los líderes empresariales y se aseguró de contar con el apoyo de figuras importantes de centro. En este ambiente de camaradería, los partidarios del candidato de centroizquierda, Ciro Gomes, que en estos momentos tiene alrededor de un 6 por ciento del voto en las encuestas, podrían incluso dar su voto al expresidente. Si eso ocurre, es casi seguro que Bolsonaro pierda las elecciones.Esa gloriosa posibilidad no ayuda a disipar la ansiedad que envuelve al país. Es físicamente imposible no obsesionarse con lo que podría suceder. Las posibilidades son aterradoras: las encuestas podrían equivocarse y Bolsonaro podría ganar. Las encuestas podrían estar en lo cierto y Bolsonaro podría negarse a aceptar la derrota e incluso dar un golpe de Estado. Cada día parece tener la duración de un día en Venus —de alrededor de 5832 horas— a juzgar por la agitación de mi feed de Twitter.Sencillamente, hay demasiado en juego. Por un lado, el proceso democrático mismo, que el propio presidente ha puesto en entredicho. Por otro, está el futuro de nuestro poder judicial. El año próximo, habrá dos lugares vacantes en el Supremo Tribunal Federal, de un total de 11 magistraturas. Si Bolsonaro se mantiene en el poder seguramente aprovechará la oportunidad de elegir a jueces de extrema derecha como lo hizo con sus dos últimos nombramientos. Estaríamos ante una reconfiguración del poder judicial al estilo de Trump.Luego, está la cuestión del medioambiente. En lo que va del año, se han registrado más incendios forestales en la Amazonía brasileña que en todo 2021, que fue de por sí bastante catastrófico. Desde comienzos de septiembre, densas columnas de humo cubren varios estados del país. Durante la presidencia de Bolsonaro, la deforestación ha aumentado, las agencias ambientales han sido desmanteladas y las muertes de indígenas se han incrementado. Revertir estas políticas ambientales desastrosas no podría ser más urgente.Además, un nuevo gobierno podría cambiar el fatídico destino de 33 millones de personas que viven en un estado de privación de alimentos y hambruna, por no hablar de los 62,9 millones de personas (o un 29 por ciento de la población) que vive por debajo de la línea de la pobreza. También podría disminuir la cantidad de armas de fuego en nuestras calles, que, con Bolsonaro, ha alcanzado la preocupante cifra de 1,9 millones. Y, por último, los brasileños podrían comenzar a sanar el trauma de las 685.000 muertes por COVID-19.Pero antes de todo eso, hay un primer paso necesario: obligar a Jair Bolsonaro a salir. Luego, podremos volver a respirar tranquilos.Vanessa Barbara es editora del sitio web literario A Hortaliça, autora de dos novelas y dos libros de no ficción en portugués y colaboradora de la sección de Opinión del Times. More

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    Lula y Bolsonaro protagonizarán la elección presidencial brasileña más polarizada de los últimos años

    Los brasileños que votarán el domingo elegirán entre dos titanes políticos, con planes e ideologías muy distintas.RÍO DE JANEIRO — Durante la última década, Brasil ha pasado de una crisis a otra: la destrucción del medioambiente, una recesión económica, una presidenta destituida, dos presidentes encarcelados y una pandemia que mató a más personas que en cualquier otro lugar fuera de Estados Unidos.El domingo, los brasileños votarán por su próximo presidente, con la esperanza de impulsar al mayor país de América Latina hacia un futuro más estable y brillante, y decidirán entre dos hombres que están profundamente vinculados a su tumultuoso pasado.Esta elección es considerada como una de las más importantes del país en décadas, según los historiadores brasileños, en parte porque puede estar en riesgo la salud de la cuarta democracia más grande del mundo.El presidente en el poder, Jair Bolsonaro, es un populista de extrema derecha cuyo primer mandato ha destacado por su agitación y sus constantes ataques al sistema electoral. Ha despertado la indignación en su país y la preocupación en el extranjero por sus políticas que aceleraron la deforestación de la selva amazónica, su apuesta por medicamentos no probados en lugar de las vacunas contra la COVID-19 y sus duros ataques a rivales políticos, jueces, periodistas y profesionales de la salud.El contrincante, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, es un izquierdista apasionado que supervisó el auge de Brasil durante la primera década de este siglo, pero que luego fue a la cárcel acusado de corrupción. Esos cargos fueron posteriormente retirados, y ahora, tras liderar las encuestas durante meses, el hombre conocido simplemente como Lula está a punto de completar una sorprendente resurrección política.Son quizás las dos figuras más conocidas y más polarizadas de este país de 217 millones de habitantes, y durante más de un año han estado presentando a los votantes visiones muy diferentes para la nación, cuya economía ha sido golpeada por la pandemia y la inflación mundial.Bolsonaro, de 67 años, quiere vender la compañía petrolera estatal de Brasil, abrir la Amazonía a la minería, relajar las regulaciones sobre las armas e introducir valores más conservadores. Da Silva, de 76 años, promete aumentar los impuestos a los ricos para ampliar los servicios para los pobres, lo que incluye ampliar la red de seguridad social, aumentar el salario mínimo y alimentar y dar vivienda a más personas.Partidarios de Bolsonaro en Río de Janeiro. Bolsonaro ha insinuado que la única forma en que cree que perdería las elecciones es si se las roban.Dado Galdieri para The New York TimesEl eslogan de la campaña de Bolsonaro es “Dios, familia, patria y libertad”, mientras que Da Silva ha construido su discurso en torno a la promesa de garantizar que todos los brasileños puedan disfrutar de tres comidas al día, incluyendo, ocasionalmente, un corte de carne superior y una cerveza fría en un asado familiar.Sin embargo, en lugar de sus planes para el futuro, gran parte de la carrera ha girado en torno al pasado de cada candidato. Los brasileños se han alineado en uno u otro bando, basándose en gran parte en su oposición a uno de los candidatos, en lugar de su apoyo a ellos.“La palabra principal en esta campaña es rechazo”, dijo Thiago de Aragão, director de estrategia de Arko Advice, una de las mayores consultoras políticas de Brasil. “Estas elecciones son una demostración de cómo los votantes de un país polarizado se unifican en torno a lo que odian en lugar de lo que aman”.La atención del domingo —cuando un total de 11 candidatos presidenciales estarán en la boleta— no solo estará en los recuentos de votos, sino en lo que sucederá después de que se anuncien los resultados.Bolsonaro lleva meses poniendo en duda la seguridad del sistema de votación electrónica de Brasil, afirmando sin pruebas que es vulnerable al fraude y que los partidarios de Da Silva están planeando amañar la votación. Bolsonaro ha dicho, en efecto, que la única manera de que pierda es que le roben las elecciones.Inspectores del Tribunal Superior Electoral empacan las máquinas de votación después de probarlas en São Paulo. En las últimas semanas, el ejército y los funcionarios electorales acordaron un cambio en la forma en que prueban las máquinas, que según Bolsonaro no son confiables.Victor Moriyama para The New York Times“Tenemos tres alternativas para mí: la cárcel, la muerte o la victoria”, dijo a sus partidarios en enormes mítines el año pasado. “Díganles a los bastardos que nunca seré apresado”.A principios de este año, los militares comenzaron a cuestionar el sistema electoral junto con Bolsonaro, lo que suscitó la preocupación de que las fuerzas armadas podrían respaldar al presidente si se niega a admitir la derrota.Pero en las últimas semanas, los militares y los funcionarios electorales acordaron un cambio en las pruebas de las máquinas de votación y los líderes militares dicen que ahora están satisfechos con la seguridad del sistema. Los militares no apoyarían ningún esfuerzo de Bolsonaro para impugnar los resultados, según dos altos funcionarios militares que hablaron de forma anónima debido a las reglas que impiden a los funcionarios militares hablar de política. Algunos generales de alto rango también han intentado recientemente persuadir a Bolsonaro para que se rinda si pierde, según uno de los oficiales.Sin embargo, Bolsonaro no parece estar satisfecho. El miércoles, su partido político publicó un documento de dos páginas en el que afirmaba, sin pruebas, que los empleados y contratistas del gobierno tenían el “poder absoluto de manipular los resultados de las elecciones sin dejar rastro”. Los funcionarios electorales respondieron que las afirmaciones “son falsas y deshonestas” y “un claro intento de obstaculizar y perturbar” las elecciones.Bolsonaro quiere permitir más actividades mineras en la Amazonía y dice que quiere instaurar valores más conservadores.Victor Moriyama para The New York TimesEl jueves, en el último debate antes de la votación del domingo, otra candidata le preguntó directamente a Bolsonaro si aceptaría los resultados de las elecciones. No contestó, sino que insultó a la candidata, diciendo que solamente lo desafiaba porque no le había dado trabajo. (A continuación, ella le preguntó si estaba vacunado contra la COVID-19 —su gobierno consideró que su estado de vacunación era un asunto clasificado— y él respondió de forma similar).Da Silva ha mantenido una ventaja dominante en las encuestas desde el año pasado. Si ningún candidato supera el 50 por ciento de los votos el domingo, los dos primeros competirán en una segunda vuelta el 30 de octubre. Parecía que Bolsonaro y da Silva acabarían en otro enfrentamiento, pero el reciente aumento de las cifras de las encuestas de Da Silva sugiere que podría ganar directamente el domingo.Una victoria de Da Silva continuaría un cambio hacia la izquierda en América Latina, con seis de las siete naciones más grandes de la región eligiendo líderes de izquierda desde 2018. También sería un gran golpe para el movimiento global del populismo de derecha que se ha extendido en la última década. El expresidente Donald Trump es un aliado clave de Bolsonaro y ha respaldado al presidente brasileño.Un mitin de campaña de Lula da Silva en Río de Janeiro. Si no gana las elecciones en la primera ronda, habrá una segunda vuelta el 30 de octubre.Dado Galdieri para The New York TimesLas encuestas sugieren que si Da Silva gana la presidencia en la primera vuelta del domingo solo sería por un estrecho margen, lo que crearía una oportunidad para que Bolsonaro y sus partidarios argumenten que los resultados se deben a un fraude electoral.Líderes políticos y analistas creen que las instituciones democráticas de Brasil están preparadas para resistir cualquier esfuerzo de Bolsonaro para impugnar los resultados de las elecciones, pero el país se prepara para la violencia. El 75 por ciento de los partidarios de Bolsonaro dijeron a la encuestadora más prominente de Brasil en julio que tenían “poco” o ningún apoyo para los sistemas de votación.“Lo único que puede quitarle la victoria a Bolsonaro es el fraude”, dijo Luiz Sartorelli, de 54 años, un vendedor de software en São Paulo. Enumeró varias teorías de la conspiración sobre un fraude pasado como prueba. “Si quieres la paz, a veces tienes que prepararte para la guerra”.Las elecciones también podrían tener importantes consecuencias medioambientales a nivel mundial. El 60 por ciento de la Amazonía se encuentra dentro de Brasil, y la salud de la selva tropical es fundamental para frenar el calentamiento global y preservar la biodiversidad.Bolsonaro ha provocado indignación en el país y preocupación en el mundo por las políticas que aceleraron la deforestación en la selva amazónica.Victor Moriyama para The New York TimesBolsonaro ha relajado las regulaciones sobre la tala y la minería en la Amazonía y ha recortado los fondos federales y el personal de las agencias que hacen cumplir las leyes destinadas a proteger a las poblaciones indígenas y el medio ambiente.En su campaña, ha prometido aplicar estrictamente la normativa medioambiental. Al mismo tiempo, ha puesto en duda las estadísticas que muestran el aumento de la deforestación y ha dicho que Brasil debe ser capaz de aprovechar sus recursos naturales.Da Silva prometió acabar con toda la minería ilegal y la deforestación en la Amazonia y ha dicho que animará a los agricultores y ganaderos a utilizar las tierras no ocupadas que ya han sido deforestadas.Con una ventaja constante en las encuestas, Da Silva ha llevado a cabo una campaña excesivamente reacia a los riesgos. Ha rechazado muchas solicitudes de entrevistas y, la semana pasada, no acudió a un debate.Lula da Silva ha prometido aumentar los impuestos a los ricos para ampliar los servicios a los pobres.Dado Galdieri para The New York TimesPero se presentó en el debate del jueves, en el que Bolsonaro lo empezó a atacar inmediatamente. Llamó a Da Silva “mentiroso, exconvicto y traidor”. Afirmó que la izquierda quería sexualizar a los niños y legalizar las drogas. Y trató de relacionar a Da Silva con un asesinato sin resolver de hace 20 años. “El futuro de la nación está en juego”, dijo a los votantes.Da Silva dijo que el presidente mentía. “Usted tiene una hija de 10 años viendo esto”, dijo. “Sea responsable”.André Spigariol More

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    Brazil Faces Big Vote in Presidential Election: Bolsonaro vs. Lula.

    Brazilians voting for president on Sunday will choose between two political titans in a contest seen as a major test for one of the world’s largest democracies.RIO DE JANEIRO — For the past decade, Brazil has lurched from one crisis to the next: environmental destruction, an economic recession, one president impeached, two presidents imprisoned and a pandemic that killed more people than anywhere else outside the United States.On Sunday, Brazilians will cast their ballots for their next president, hoping to push Latin America’s largest country toward a more stable and brighter future — by deciding between two men who are deeply tied to its tumultuous past.The election is widely regarded as the nation’s most important vote in decades, historians in Brazil say, in part because the health of one of the world’s biggest democracies may be at stake.The incumbent, President Jair Bolsonaro, is a far-right populist whose first term has stood out for its turmoil and his constant attacks on the electoral system. He has drawn outrage at home and concern abroad for policies that accelerated deforestation in the Amazon rainforest, for his embrace of unproven drugs over Covid-19 vaccines and for his harsh attacks on political rivals, judges, journalists and health professionals.The challenger, former President Luiz Inácio Lula da Silva, is a left-wing firebrand who oversaw Brazil’s boom during the first decade of this century, but then went to prison on corruption charges. Those charges were later thrown out, and now, after leading in polls for months, the man simply known as “Lula” is poised to complete a stunning political resurrection.They are perhaps the two best-known, and most polarizing, figures in this nation of 217 million people, and for more than a year, they have been pitching voters on starkly different visions for the country, whose economy has been battered by the pandemic and global inflation.Mr. Bolsonaro, 67, wants to sell Brazil’s state-owned oil company, open the Amazon to more mining, loosen regulations on guns and usher in more conservative values. Mr. da Silva, 76, promises to raise taxes on the rich to expand services for the poor, including widening the social safety net, increasing the minimum wage, and feeding and housing more people.Supporters of Mr. Bolsonaro in Rio de Janiero. Mr. Bolsonaro has implied that the only way he believes he would lose the election is if it were stolen from him.Dado Galdieri for The New York TimesMr. Bolsonaro’s campaign slogan is “God, family, homeland and liberty,” while Mr. da Silva has built his pitch around a pledge to ensure that all Brazilians can enjoy three meals a day, including, occasionally, a top cut of meat and a cold beer at a family barbecue.Yet, instead of their plans for the future, much of the race has revolved around each candidate’s past. Brazilians have lined up on either side based in large part on their opposition to one of the candidates, instead of their support for them.“The major word in this campaign is rejection,” said Thiago de Aragão, strategy director at Arko Advice, one of Brazil’s largest political consultancies. “This election is a demonstration of how voters in a polarized country unify themselves around what they hate instead of what they love.”The focus on Sunday — when a total of 11 presidential candidates will be on the ballot — will not just be on the vote tallies, but also on what will happen after the results are announced.Mr. Bolsonaro has been casting doubt on the security of Brazil’s electronic voting system for months, claiming without evidence that it is vulnerable to fraud and that Mr. da Silva’s supporters are planning to rig the vote. Mr. Bolsonaro has, in effect, said that the only way he would lose is if the election were stolen from him.Electoral Court inspectors packing up voting machines after testing them in São Paulo. In recent weeks, the military and election officials agreed to a change in how they test the machines, which Mr. Bolsonaro has claimed are unreliable.Victor Moriyama for The New York Times“We have three alternatives for me: Prison, death or victory,” he told supporters at enormous rallies last year. “Tell the bastards I’ll never be arrested.”Earlier this year, the military began challenging the election system alongside Mr. Bolsonaro, raising concerns that the armed forces could back the president if he refuses to concede.But in recent weeks, the military and election officials agreed on a change to tests of the voting machines, and military leaders say they are now satisfied with the system’s security. The military would not support any efforts by Mr. Bolsonaro to challenge the results, according to two senior military officials who spoke anonymously because of rules against military officials discussing politics. Some senior generals have also recently tried to persuade Mr. Bolsonaro to concede if he loses, according to one of the officials.Mr. Bolsonaro, however, still does not seem satisfied. On Wednesday, his political party released a two-page document claiming, without evidence, that some government employees and contractors had the “absolute power to manipulate election results without leaving a trace.” Election officials fired back that the claims “are false and dishonest” and “a clear attempt to hinder and disrupt” the election.Mr. Bolsonaro wants to open the Amazon to more mining and says he wants to usher in more conservative values.Victor Moriyama for The New York TimesOn Thursday, at the final debate before Sunday’s vote, Mr. Bolsonaro was asked directly by another candidate if he would accept the election results. He did not answer. Instead, he insulted the candidate, saying she was only challenging him because he fired her friends from government jobs. (She then asked if he was vaccinated for Covid-19 — his government deemed his vaccine status to be classified — and he responded similarly.)Mr. da Silva has held a commanding lead in the polls since last year. If no candidate exceeds 50 percent of the vote on Sunday, the top two finishers will compete in a runoff on Oct. 30. It had appeared that Mr. Bolsonaro and Mr. da Silva would end up in another showdown then, but a recent surge in Mr. da Silva’s poll numbers suggests that he could win outright on Sunday.A victory for Mr. da Silva would continue a leftward shift in Latin America, with six of the region’s seven largest nations electing leftist leaders since 2018. It also would be a major blow to the global movement of right-wing populism that has spread in the last decade. Former President Donald J. Trump is a key ally of Mr. Bolsonaro and has endorsed the Brazilian president.A campaign rally for Mr. da Silva in Rio de Janiero. If he does not win next week’s election outright, there will be a runoff on Oct. 30.Dado Galdieri for The New York TimesPolls suggest that if Mr. da Silva wins the presidency in Sunday’s first round it would only be by a slim margin, creating an opening for Mr. Bolsonaro and his supporters to argue that voter fraud accounted for the results.Political leaders and analysts believe that Brazil’s democratic institutions are prepared to withstand any effort by Mr. Bolsonaro to dispute the election’s results, but the nation is bracing for violence. Seventy-five percent of Mr. Bolsonaro’s supporters told Brazil’s most prominent pollster in July that they had “little” or no support for the voting systems.“The only thing that can take victory from Bolsonaro is fraud,” said Luiz Sartorelli, 54, a software salesman in São Paulo. He listed several conspiracy theories about past fraud as proof. “If you want peace, sometimes you need to prepare for war.”The election could also have major global environmental consequences. Sixty percent of the Amazon lies within Brazil, and the health of the rainforest is critical to stemming global warming and preserving biodiversity.Mr. Bolsonaro has drawn outrage at home and concern abroad for policies that accelerated deforestation in the Amazon rainforest.Victor Moriyama for The New York TimesMr. Bolsonaro has loosened regulations on logging and mining in the Amazon, and slashed federal funds and staffing for the agencies that enforce laws intended to protect Indigenous populations and the environment.In his campaign, he has promised to strictly enforce environmental regulations. At the same time, he has cast doubt on statistics that show soaring deforestation and has said that Brazil must be able to take advantage of its natural resources.Mr. da Silva has pledged to end all illegal mining and deforestation in the Amazon, and said that he would encourage farmers and ranchers to use unoccupied land that has already been deforested.With a steady lead in the polls, Mr. da Silva has run an exceedingly risk-averse campaign. He has declined many interview requests and, last week, he skipped a debate.Mr. da Silva has promised to raise taxes on the rich to expand services for the poor.Dado Galdieri for The New York TimesBut he did show up at Thursday’s debate, where Mr. Bolsonaro immediately started swinging. He called Mr. da Silva a “liar, ex-convict and traitor.” He claimed the left wanted to sexualize children and legalize drugs. And he tried to connect Mr. da Silva to a 20-year-old unsolved murder. “The future of the nation is at stake,” he told voters.Mr. da Silva said the president was lying. “You have a 10-year-old daughter watching this,” he said. “Be responsible.”André Spigariol and Flávia Milhorance contributed reporting. More

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    Lula versus Bolsonaro: lo que hay que saber sobre las elecciones de Brasil

    Jair Bolsonaro ha puesto en duda la integridad de las elecciones del domingo y en los sondeos va por detrás de Luis Inácio Lula da Silva, quien estuvo en prisión por un escándalo de corrupción.Los brasileños irán a las urnas el domingo en una votación que ha polarizado al país y que se espera tenga como consecuencia un nuevo presidente. El elegido estará obligado a lidiar con una crisis económica, el aumento en la deforestación de la Amazonía y las dudas persistentes por la salud de la mayor democracia latinoamericana.La elección sucede en un momento clave para Brasil, en el que el aumento en los precios de alimento y combustible, así como una dolorosa desaceleración económica han dificultado la vida de muchos brasileños. En el país de 217 millones de habitantes, unas 33 millones de personas pasan hambre y la pobreza extrema ha aumentado, dando marcha atrás a décadas de avances sociales y económicos.También hay grandes preocupaciones ambientales y del clima. La deforestación en la Amazonía está en niveles que no se habían visto en 15 años y el titular de ultraderecha, Jair Bolsonaro, quien considera que la selva debe abrirse a la minería, la agricultura y la ganadería y quien ha debilitado las protecciones ambientales. La destrucción amazónica —y sus efectos en los esfuerzos para evitar una crisis climática— han convertido a Brasil en un paria mundial.¿Quiénes son los candidatos?La elección es un duelo entre Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva, un expresidente de izquierda que gobernó de 2003 a 2010. Da Silva fue encarcelado en 2018 por cargos de corrupción, pero su condena fue posteriormente anulada después de que el Supremo Tribunal Federal dictaminara que el juez del caso era parcial.Los votantes buscan dilucidar cómo es que los dos principales candidatos planean abordar distintos desafíos y devolver a Brasil al camino del crecimiento.Otros nueve candidatos, entre ellos Ciro Gomes, un exgobernador y una senadora, Simone Tebet, también participan en la contienda, pero todos cuentan con menos del 10 por ciento de apoyo. El domingo, los brasileños también votarán para elegir gobernadores, senadores y representantes en las legislaturas estatales y federal.¿Qué propone Bolsonaro?Bolsonaro ha prometido a las familias necesitadas que les dará 113 dólares mensuales en efectivo, ampliando así una política temporal que se creó inicialmente para mitigar las penurias de la pandemia.La continuación del programa, que replanteó y remplazó un programa similar pero menos generoso implementado en el gobierno de Da Silva, se supone que es para “reducir la pobreza y contribuir al crecimiento económico sostenible”, según el plan oficial de Bolsonaro.El titular de extrema derecha también promete crear empleos a través de la eliminación de restricciones burocráticas, los recortes fiscales y la inversión en tecnología. En un gesto dirigido a los inversores, que lo apoyaron masivamente en 2018, Bolsonaro promete mantener su enfoque de libre mercado y mantener la deuda pública a raya. Bolsonaro ha gastado considerablemente en prestaciones sociales y apoyos para el combustible previo a las elecciones luego de impulsar la eliminación temporal de límites al gasto público.El presidente Jair Bolsonaro durante un mitin la semana pasada en São PauloVictor Moriyama para The New York TimesBolsonaro, haciendo eco de la retórica de línea dura que le ganó el apoyo de los ultraconservadores y votantes evangélicos hace cuatro años, también promete defender a “la familia” al oponerse al aborto legal y la educación en materia de género en las escuelas.Como defensor de la privatización, planea reducir “el papel del Estado en la economía” y vender las empresas estatales como Petrobras, la empresa de energía.Pero Bolsonaro también defiende la expansión a gran escala de la minería y la agricultura, si bien indica que el crecimiento debe considerar “la sustentabilidad económica, social y ambiental”.Promete combatir con mayor agresividad los crímenes ambientales, pero cuestiona los datos que muestran un aumento agudo de la deforestación durante su presidencia y sostiene que Brasil tiene derecho al “uso sustentable de sus recursos naturales”.Bolsonaro también ha dicho que ampliará las políticas de mano dura contra el crimen y promete extender aún más el acceso a las armas de fuego, una medida a la que atribuye la disminución los crímenes violentos en el país. “La legítima defensa es un derecho fundamental”, dice el candidato.¿En qué consiste la plataforma de Da Silva?Da Silva presidió una época dorada de crecimiento en sus dos periodos. En ese entonces, un auge de las materias primas convirtió a Brasil en una historia de éxito a nivel mundial. Promete devolver al país a esos días de gloria.El candidato de izquierda promete aumentar los impuestos a los ricos e impulsar el gasto público, “poniendo al pueblo en el presupuesto”. Sus planes incluyen una serie de programas sociales, como un vale mensual de 113 dólares que compite con el propuesto por Bolsonaro. Las familias pobres con niños recibirán otros 28 dólares mensuales por cada niño menor de 6 años.Da Silva también ha prometido ajustar el salario mínimo mensual de Brasil según la inflación y revivir un plan de vivienda para los pobres y al mismo tiempo garantizar la seguridad alimentaria para las personas que pasan hambre.El expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva aventaja a Bolsonaro en las encuestas.Victor Moriyama para The New York TimesComo exlíder sindical, Da Silva planea revitalizar el crecimiento y “crear trabajo y oportunidades de empleo” al gastar en infraestructura, un guiño a su estrategia anterior. Pero también planea invertir en una “economía verde”, al advertir que Brasil debe adoptar sistemas energéticos y alimentarios más sostenibles.En respuesta a las afirmaciones sin fundamento de Bolsonaro de un posible fraude con las máquinas de votación, Da Silva dice que va a “defender a la democracia” y el sistema electoral brasileño.Sobre la Amazonía, el candidato de izquierda ha insinuado que se enfrentará a los crímenes ambientales perpetrados por milicias, invasores de tierras, leñadores y otros. “Nuestro compromiso es luchar sin descanso contra la deforestación ilegal y promover la deforestación cero”, ha dicho.¿Cómo funciona el sistema electoral?Los brasileños emitirán su voto en máquinas electrónicas, un sistema que opera hace más de 20 años y que ha sido protagonista de las afirmaciones de Bolsonaro de que existe el riesgo de que se amañe la elección.En julio, llamó a los diplomáticos extranjeros al palacio presidencial para mostrar sus pruebas, que resultaron ser noticias de hace años sobre un hackeo que no puso en riesgo las máquinas de votación. También ha reclutado a los militares de Brasil en su batalla contra las autoridades electorales, lo que suscitó temores de que las fuerzas armadas pudieran apoyar cualquier esfuerzo de aferrarse al poder.El miércoles por la noche, el partido político de Bolsonaro emitió un documento que aseguraba, sin aportar pruebas, que un grupo de empleados de gobierno y contratistas tenían el “poder absoluto de manipular los resultados electorales sin dejar huella”.Inspectores del Tribunal Superior Electoral realizan las pruebas finales de las máquinas de votación electrónica en São Paulo.Victor Moriyama para The New York TimesEse fue uno de los ataques más significativos contra el sistema electoral de Brasil hasta el momento. El partido dijo que había llegado a esa conclusión tras una auditoría del sistema electoral que había encargado en julio y que emitía ahora la información debido a que los funcionarios electorales no habían tomado medidas suficientes.La autoridad electoral de Brasil respondió de inmediato el miércoles. Las conclusiones del documento son “falsas y deshonestas y no tienen respaldo en la realidad” y constituyen “un intento claro de obstaculizar y trastornar el curso natural del proceso electoral”, indicó la agencia en un comunicado. El Tribunal Superior dijo que ahora investiga al partido del presidente por haber difundido el documento.Votar es obligatorio en Brasil y, en 2018, la participación en la primera ronda de las elecciones fue casi del 80 por ciento.El domingo, la autoridad electoral empezará a emitir resultados al cerrar las casillas a las 5 p.m., hora de Brasilia, y el conteo final se anuncia unas horas después.Si ningún candidato supera el 50 por ciento de los votos el domingo, se llevará a cabo una segunda vuelta el 30 de octubre. Una vez elegido, el nuevo presidente asumirá el poder el 1 de enero. More

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    If Bolsonaro Loses Brazil’s Election, Will He Respect the Result?

    SÃO PAULO, Brazil — “If it’s God’s will, I will continue,” Jair Bolsonaro said in mid-September. “If it’s not, I’ll take off the presidential sash and I will retire.”It feels too good to be true. After all, Mr. Bolsonaro has spent much of the year casting doubt on the electoral process and seemingly preparing the ground to reject the results. The military, ominously, wants to conduct a parallel counting of the votes. Menace hangs in the air: 67 percent of Brazilians fear political violence, and some may not risk voting at all (a big deal in a country where voting is mandatory). Talk of a coup is everywhere.Amid this uncertainty, there’s one fact to cling to: Luiz Inácio Lula da Silva, Brazil’s leftist former president, leads in the polls, with 50 percent of intended votes to Mr. Bolsonaro’s 36 percent. Four years after he was expelled from the political scene, on corruption and money laundering charges later shown to be at best procedurally dubious and at worst politically motivated, Mr. da Silva is back to complete the job. On all available evidence, he is poised to win: if not outright on Sunday, by taking more than 50 percent, then on the election’s second round, on Oct. 30.We Brazilians are holding our breath. The next few weeks could end a dark period, overseen by one of the worst leaders in our history, or they could usher us even further into catastrophe and despair. It’s all a bit much to take in. I’ve personally decided to spend more time sleeping and cleaning the house — the drapes have never been so white (they were originally beige). Yet no matter how much I distract myself, nothing can relieve me from the apprehension that something may go terribly wrong.On the surface, things seem calm. An outsider walking through the streets would not get the impression that a presidential election is about to be held. Looking out the window, I notice that the Brazilian flags — which have come to represent support for Mr. Bolsonaro — have been removed from the neighboring facades. An ambiguous sign: It could be a pre-emptive response to defeat, or the calm before the storm. There’s not even much talk among friends and family concerning the election; the lines were drawn in 2018 and have not moved much since then.Yet for all the social polarization, there is still enormous support for democracy here: 75 percent of citizens think it is better than any other form of government. Right from the beginning, Mr. da Silva has been trying to exploit that common feeling and open up a broad front against Mr. Bolsonaro. He picked a former adversary from the center-right, Geraldo Alckmin, as his running mate; assiduously courted business leaders; and secured endorsements from prominent centrists. In this comradely atmosphere, supporters of the center-left candidate, Ciro Gomes, currently about 6 percent in polls, may even throw their votes behind the former president. If that happens, Mr. Bolsonaro will surely be beaten.That glorious prospect does little to dispel the anxiety enveloping the country. It’s physically impossible not to dwell on what might happen. The possibilities are terrifying: The polls might be wrong, and Mr. Bolsonaro could win. The polls might be right, and Mr. Bolsonaro could refuse to concede defeat, and even initiate a coup. Each day now seems to be the length of a day on Venus — around 5,832 hours — to go by the agitation of my Twitter feed.There’s simply too much at stake. For one, there’s the democratic process itself, which has been put through the wringer by Mr. Bolsonaro. For another, there’s the future of our judiciary. Just next year, there will be two vacant seats on the Supreme Court, out of a total of 11 seats. If in power, Mr. Bolsonaro would surely seize the chance to make pick hard-right justices as he did with his last two appointees. A Trump-style remaking of the judiciary could be coming down the line.Then there’s the environment. So far this year, more forest fires have been recorded in the Brazilian Amazon than in all of 2021, which was already catastrophic enough. Since the start of September, dense plumes of smoke have covered several Brazilian states. Under Mr. Bolsonaro’s administration, deforestation has increased, environmental agencies have been dismantled and Indigenous deaths have risen. Reversing these disastrous environmental policies could not be more urgent.What’s more, a new government could address the appalling fate of the 33 million people living in a state of food deprivation and hunger — to say nothing of the 62.9 million people (or 29 percent of the population) living below the poverty line. It could also draw down the number of firearms on our streets, which, under Mr. Bolsonaro’s watch, has reached the troublingly high figure of 1.9 million. And, at last, Brazilians might begin to heal from the trauma of 685,000 Covid-19 deaths.But before all that, there’s a necessary first step: pushing Jair Bolsonaro into retirement. Then we can begin to breathe again.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram. More

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    Os brasileiros estão prendendo a respiração

    SÃO PAULO, Brasil — “Se essa for a vontade de Deus, eu continuo”, disse Jair Bolsonaro em meados de setembro. “Se não for, a gente passa a faixa e eu vou me recolher.”Parece bom demais para ser verdade. Afinal, Bolsonaro passou boa parte do ano lançando dúvidas sobre o processo eleitoral e aparentemente preparando o terreno para rejeitar o resultado. Os militares, de forma alarmante, querem conduzir uma contagem paralela dos votos. A ameaça paira no ar: 67% dos brasileiros temem a violência política, e alguns até podem nem se arriscar a ir votar (uma questão importante em um país onde o voto é obrigatório). Rumores de golpe estão por toda parte.Em meio a essa incerteza, há um fato em que se agarrar: Luiz Inácio Lula da Silva, o ex-presidente brasileiro de esquerda, lidera as pesquisas, com 50% das intenções de votos válidos contra 36% para Bolsonaro. Quatro anos depois que ele foi afastado da cena política após acusações de corrupção e lavagem de dinheiro, acusações que posteriormente se revelaram, na melhor das hipóteses, procedimentalmente duvidosas e, na pior, politicamente motivadas, Lula está de volta para concluir o trabalho. A julgar pelas evidências disponíveis, ele está prestes a vencer: se não diretamente no domingo, obtendo mais de 50% dos votos válidos, então no segundo turno, no dia 30 de outubro.Nós, brasileiros, estamos prendendo a respiração. As próximas semanas podem encerrar um período tétrico, conduzido por um dos piores líderes da nossa história, ou podem nos afundar ainda mais na catástrofe e no desespero. Tudo isso me parece um pouco demais para absorver. Eu pessoalmente decidi passar mais tempo dormindo e limpando a casa — as cortinas nunca foram tão brancas. (E são originalmente beges.) E ainda assim, não importa o quanto eu tente me distrair, nada é capaz de atenuar o meu temor de que algo pode dar terrivelmente errado.Na superfície, as coisas parecem estar calmas. Um forasteiro andando pelas ruas não teria a impressão de que uma eleição presidencial está prestes a acontecer. Olhando pela janela, percebo que as bandeiras do Brasil — que acabaram por representar um apoio a Bolsonaro — foram retiradas das fachadas dos vizinhos. Um sinal ambíguo: pode ter sido uma reação preventiva à derrota ou a calmaria antes da tempestade. Não há muita conversa entre amigos e familiares sobre as eleições; as linhas foram demarcadas em 2018 e não se moveram muito desde então.E a despeito de toda a polarização social, ainda há um enorme apoio à democracia por aqui: 75% dos cidadãos acham que ela é melhor do que qualquer outra forma de governo. Desde o início, Lula tentou explorar esse sentimento comum e abrir uma frente ampla contra Bolsonaro. Ele escolheu um antigo adversário da centro-direita, Geraldo Alckmin, como seu vice-presidente; cortejou assiduamente empresários; e assegurou o apoio de centristas proeminentes. Nessa atmosfera amistosa, apoiadores do candidato de centro-esquerda Ciro Gomes, que tem atualmente cerca de 6% nas pesquisas, podem até dar seus votos para o ex-presidente. Se isso ocorrer, Bolsonaro certamente será derrotado.Essa gloriosa perspectiva faz pouco para dissipar a ansiedade que envolve o país. É fisicamente impossível não se deter no que pode acontecer. As possibilidades são aterrorizantes: as pesquisas podem estar erradas e Bolsonaro pode vencer. As pesquisas podem estar certas e Bolsonaro pode recusar-se a conceder a derrota, e até mesmo iniciar um golpe. Cada dia agora parece ter a duração de um dia em Vênus — em torno de 5.832 horas — a julgar pela agitação no meu feed do Twitter.Há simplesmente muita coisa em jogo. De um lado, há o processo democrático em si, que tem sido posto à prova por Bolsonaro. De outro, há o futuro do nosso Judiciário. Só no próximo ano, teremos duas cadeiras vagas no Supremo Tribunal Federal, de um total de onze. Se estiver no poder, Bolsonaro certamente aproveitará a chance para escolher ministros da linha-dura conservadora, como fez com suas duas últimas indicações. Uma remodelagem do Judiciário à moda de Trump pode estar a caminho.E há o meio ambiente. Até o momento, este ano, mais incêndios florestais foram registrados na Amazônia brasileira do que em todo o ano de 2021, que já tinha sido catastrófico. Desde o início de setembro, nuvens densas de fumaça cobriram inúmeros estados brasileiros. Sob a administração de Bolsonaro, o desmatamento cresceu, as agências regulatórias foram desmanteladas e as mortes de indígenas aumentaram. Reverter essas desastrosas políticas ambientais não poderia ser mais urgente.Além disso, um novo governo poderia enfrentar o terrível destino das 33 milhões de pessoas vivendo em um estado de fome e insegurança alimentar — isso para não mencionar os 62,9 milhões de pessoas (ou 29% da população) que se encontram abaixo da linha da pobreza. Também poderia reduzir a quantidade de armas de fogo em circulação, que, sob os auspícios de Bolsonaro, atingiu a cifra perturbadora de 1,9 milhão. Por último, os brasileiros talvez comecem a se recuperar do trauma de 685 mil mortes por Covid-19.Mas, antes de tudo isso, há um necessário primeiro passo: conduzir Jair Bolsonaro à aposentadoria. Então nós poderemos começar a respirar de novo.Vanessa Barbara é a editora do sítio literário A Hortaliça, autora de dois romances e dois livros de não-ficção em português, e escritora de opinião do The New York Times. More

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    ¿La policía de Brasil apoyaría un golpe de Estado a favor de Bolsonaro?

    Si las elecciones del domingo provocan disturbios masivos, se llamaría a la policía militar del país a restaurar el orden, dándole un tremendo poder para incidir en los resultados.El domingo, los brasileños acuden a las urnas para elegir a su próximo presidente. Pero desde hace meses, la cuestión que se plantea en el país no es quién ganará, sino si Jair Bolsonaro, el actual líder del país, intentará dar un golpe de Estado si pierde.Bolsonaro, quien va a rezagado en las encuestas, ha hecho todo lo posible por sembrar dudas sobre la validez de las elecciones brasileñas, al afirmar, por ejemplo, que las máquinas de votación electrónica del país serán manipuladas para inclinar el voto a favor de su oponente de izquierda, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.A pesar de las relaciones amistosas de Bolsonaro con los militares, parece carecer del apoyo institucional que necesitaría para dar un golpe de Estado exitoso. Y si pierde por un amplio margen, puede llegar a la conclusión de que es más prudente aceptar el resultado que intentar anularlo.Pero a muchos les sigue preocupando la posibilidad de un levantamiento violento por parte de sus partidarios, similar al que experimentó Estados Unidos el 6 de enero de 2021, pero potencialmente a mayor escala.Y eso ha llamado la atención sobre el papel potencialmente importante de la fuerza policial de Brasil en cualquier levantamiento postelectoral. Si se producen disturbios masivos, la llamada policía militar del país, una fuerza de aproximadamente medio millón de oficiales, sería llamada a restaurar el orden. La policía militar está separada de la policía federal, una fuerza más pequeña bajo el mando del Ministerio de Justicia. A pesar de su nombre, las fuerzas de la policía militar están bajo el mando de los gobernadores estatales y no de las fuerzas armadas.Bolsonaro ha pasado años cultivando su apoyo.¿Controlar la crisis, o no?Puede ser fácil olvidar que la policía es un actor político. Los militares y los altos tribunales tienden a recibir mucha atención en las especulaciones sobre si los golpes de Estado podrían o no ser inminentes. La policía, por el contrario, suele ser vista como funcionarios municipales de bajo nivel, importantes cuando se trata de cuestiones de orden público cotidiano, pero no decisivos en cuestiones de supervivencia democrática.Esto puede ser razonable cuando se trata de golpes de Estado tradicionales, que casi siempre requieren el control de los militares para tener éxito, y a menudo también recurren a los altos tribunales para reforzar su legitimidad. (Hay una razón por la que se oye hablar mucho de “golpes militares” y poco de “golpes policiales”).Agentes de policía patrullando a principios de este verano en la Amazonía brasileña.Victor Moriyama para The New York TimesPero las revueltas, los levantamientos populares y otras formas de disturbios masivos son diferentes de los golpes tradicionales. La policía suele ser la primera línea de respuesta a estas acciones masivas. Y eso les da un enorme poder para influir en los resultados, por una razón sencilla: pueden decidir si aparecen o no.En la Revolución naranja de Ucrania de 2014, por ejemplo, se produjo un momento decisivo cuando la policía antidisturbios del país, que había perdido la fe en la capacidad del gobierno para aislarlos de la persecución u otras consecuencias, se negó a desalojar a los manifestantes de la plaza que habían ocupado en la capital. Su abandono del gobierno resultó ser un punto de inflexión, y este se derrumbó poco después.En cambio, durante los disturbios del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos, la actuación decisiva de la Policía del Capitolio protegió a los integrantes del Congreso y a su personal, y acabó por controlar los disturbios.Por supuesto, la policía también puede desempeñar un papel más directo en las crisis electorales. En Kenia, en 2007, por ejemplo, el país estalló en violencia tras acusaciones creíbles de manipulación de votos contra el presidente en funciones. Más tarde, una investigación oficial encontró pruebas de que el gobierno había desplegado 1600 agentes de policía vestidos de civil “para actuar como agentes del gobierno en la interrupción de los procesos electorales o su participación en ellos”, y que los agentes de policía habían matado posteriormente a más de 400 personas y participado en violaciones, saqueos y otros delitos durante la violencia postelectoral.‘Activaron un sistema de frenos’En Brasil, Bolsonaro ha pasado años cortejando el apoyo de los oficiales de la policía militar del país, unidades fuertemente armadas que alguna vez fueron parte del ejército durante los años de dictadura del país, pero que ahora dependen de los gobernadores civiles, dijo Yanilda María González, una politóloga de la Universidad de Harvard que estudia la policía en el continente americano. Esto ha suscitado la preocupación de que la policía pueda respaldar a Bolsonaro en un intento de golpe de Estado, negarse a actuar contra un levantamiento de sus partidarios o ir a la huelga si su oponente es declarado ganador.Adilson Paes de Souza, un teniente coronel retirado de la policía militar que ahora es investigador de psicología policial, dijo que cree que la policía militar es, como individuos, en su mayoría pro-Bolsonaro. Pero el apoyo personal no significa necesariamente que la policía como institución participaría, o se negaría a intervenir, en un levantamiento o golpe de Estado después de las elecciones.En el último año, las autoridades estatales han tomado medidas para reprimir la actividad política de la policía, que tiene prohibido hacer declaraciones políticas públicas. En agosto de 2021, por ejemplo, el gobernador de São Paulo despidió a un comandante de la policía que había publicado un llamamiento público en Facebook para que la gente asistiera a un mitin de Bolsonaro el 7 de septiembre, día de la independencia de Brasil. Esa misma semana, los gobernadores de los estados del país plantearon la cuestión del apoyo de la policía a Bolsonaro en una reunión, y reiteraron la importancia de garantizar que se mantuvieran dentro de los límites legales y constitucionales.El Supremo Tribunal Federal también ha enviado fuertes señales de que no cooperará con ningún intento de golpe de Estado por parte de Bolsonaro o sus partidarios. El tribunal ha ampliado fuertemente sus propios poderes en los últimos años en un esfuerzo por contrarrestar a Bolsonaro, aunque muchos expertos ahora advierten que los esfuerzos de los tribunales han tomado un giro autoritario, que socava la legitimidad de una institución crucial de la democracia brasileña.Paes de Souza dijo que hasta el año pasado, se había sentido “totalmente seguro” de que si el líder de extrema derecha intentaba un golpe, la policía lo acompañaría. Pero después de la reacción institucional de los gobernadores y otros, tiene más confianza en que la democracia prevalecerá. “Las autoridades en estas situaciones han despertado. Y han actuado como instituciones democráticas”, me dijo Paes de Souza. “Dijeron ‘basta’. Activaron un sistema de frenos”.Pero si ese sistema de frenos falla, las consecuencias podrían ser catastróficas.“Las fuerzas policiales, a diferencia de las militares, están repartidas por todo el país”, me dijo González. “Son números enormes. Solo la policía de São Paulo tiene más de 100.000 integrantes”.Y añadió: “Me preocupa mucho la magnitud del daño que podrían causar en poco tiempo los agentes de policía, si participaran en algún tipo de golpe”. More

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    Lula vs. Bolsonaro: What to Know About Brazil’s Election

    Jair Bolsonaro has questioned the integrity of Sunday’s election and trails in polls to Luiz Inácio Lula da Silva, a leftist and former president, who was imprisoned amid a corruption scandal.Brazilians are heading to the polls Sunday in a polarizing national vote poised to usher in a new president, who will be forced to grapple with an economic crisis, surging Amazon deforestation and lingering questions over the health of Latin America’s largest democracy.The election comes at a crucial moment for Brazil, where surging food and fuel prices, coupled with a painful economic slowdown, have made life harder for many Brazilians. Some 33 million people in the country of 217 million people are experiencing hunger and extreme poverty has surged, reversing decades of social and economic advances.Environmental and climate worries also loom large. Deforestation in the Amazon has hit 15-year highs under the far-right incumbent, Jair Bolsonaro, who believes the rainforest should be opened up to mining, ranching and agriculture and who has weakened environmental protections. The Amazon’ destruction — and its effects on the efforts to avert a climate crisis — have turned Brazil into a global pariah.Who are the candidates?The election is a duel between Mr. Bolsonaro and a former leftist president, Luiz Inácio Lula da Silva, who served from 2003 until 2010. Voters are seeking answers on how the two leading candidates plan to tackle a variety of challenges and put Brazil back on the path to growth.Another nine candidates, including a former governor, Ciro Gomes, and a senator, Simone Tebet, are also in the presidential race, but all are drawing support in the single digits. Brazilians will also elect new governors, senators and representatives in the federal and state legislatures on Sunday.What does Mr. Bolsonaro propose?Mr. Bolsonaro has promised to hand out cash payments of about $113 a month to needy families, extending a temporary policy originally created to ease the pandemic’s painful blow.Continuing the program, which rebranded and replaced a similar but less generous program introduced under Mr. da Silva, is meant to “reduce poverty and contribute to sustainable economic growth,” according to Mr. Bolsonaro’s official policy plan.The far-right incumbent also vows to create jobs by eliminating bureaucratic red tape, slashing taxes and investing in technology. In a further nod to investors, who backed him en masse in 2018, Mr. Bolsonaro vows to maintain a free market approach, keeping public debt in check. Mr. Bolsonaro has spent heavily on welfare and fuel aid ahead of elections, after pushing to temporarily lift limits on public spending.President Jair Bolsonaro during a rally last week in São Paulo.Victor Moriyama for The New York TimesEchoing the hard-line rhetoric that won him support from ultra conservative and evangelical voters four years ago, Mr. Bolsonaro also promises to defend “the family,” opposing legal abortion and transgender education in schools.A longtime proponent of privatization, he plans to reduce “the state’s role in the economy,” selling state-owned companies like Petrobras, an energy company.But Mr. Bolsonaro also defends large-scale expansion of mining and agriculture, although he says growth must bear in mind “economic, social and environmental sustainability.”He vows to more aggressively fight environmental crimes, but casts doubt on data showing a steep rise in deforestation during his presidency and maintains that Brazil has a right to the “sustainable use of its natural resources.”Mr. Bolsonaro also promises to expand tough-on-crime policies, pledging to further expand access to firearms, a policy he credits for a drop in violent crime across Brazil. “Legitimate defense is a fundamental right,” the candidate says.What is Mr. da Silva’s platform?Mr. da Silva oversaw a golden era of growth during his two terms in office, when a commodity-fueled boom turned Brazil into a global success story. He promises to return the country to those glory days.The leftist candidate vows to raise taxes on the rich and boost public spending, “putting the people in the budget.” His plans include a slew of social programs, such as a $113 monthly cash voucher rivaling the one proposed by Mr. Bolsonaro. Poor families with children will also receive another $28 per month for each child under 6.Mr. da Silva has also promised to adjust Brazil’s minimum wage in step with inflation and revive a housing plan for the poor, while guaranteeing food security for people facing hunger.The former leftist president Luiz Inácio Lula da Silva leads Mr. Bolsonaro in the polls.Victor Moriyama for The New York TimesA former trade unionist, Mr. da Silva plans to kick start growth and “create work and employment opportunities” by spending on infrastructure, a nod to his past strategy. But he also plans to invest in a “green economy,” warning that Brazil must shift to more sustainable energy and food systems.In response to Mr. Bolsonaro’s unfounded claims of voting machine fraud, Mr. da Silva says he will “defend democracy” and Brazil’s electoral system.On the Amazon, the leftist candidate has signaled that he will crack down on environmental crimes by militias, land grabbers, loggers and others. “Our commitment is to the relentless fight against illegal deforestation and the promotion of zero net deforestation,” he has said.How does the electoral system work?Brazilians will cast their ballots through electronic voting machines, a system that has been in place for over two decades and that has been the focus of Mr. Bolsonaro’s claims about the risk of election rigging.In July, he called foreign diplomats to the presidential palace to lay out his evidence, which turned out to be years-old news about a hack that did not threaten the voting machines. He has also enlisted Brazil’s military in his fight with election officials, raising fears that the armed forces could support any effort to hold onto power.And late Wednesday, Mr. Bolsonaro’s political party issued a document that claimed, without evidence, that a group of government employees and contractors had the “absolute power to manipulate election results without leaving a trace.”Electoral Court inspectors carry out final tests on electronic voting machines in São Paulo.Victor Moriyama for The New York TimesIt was among the most significant attacks yet against Brazil’s election system. The party said that it reached its conclusion based on an audit of the election system it commissioned in July, and that it was releasing the information now because election officials had not sufficiently responded.Brazil’s electoral authority immediately responded on Wednesday. The document’s conclusions “are false and dishonest, with no backing in reality” and are “a clear attempt to hinder and disrupt the natural course of the electoral process,” the agency said in a statement. The Supreme Court said it was now investigating the president’s party for releasing the document.Voting in Brazil is compulsory and, in 2018, turnout for the first round of elections was close to 80 percent.On Sunday, the electoral authority starts releasing results when polls close at 4 p.m. E.S.T. and the final tally is announced a few hours later.If no candidate succeeds in drawing at least 50 percent of the vote on Sunday, a runoff election between the top two candidates will be held on Oct. 30. Once elected, the new president will be sworn in on Jan. 1. More