El audio filtrado de líderes latinos que usan un lenguaje racista también expuso su ambición de acumular más poder. Sin embargo, en el distrito más latino de la ciudad, han apoyado a candidatos negros.
LOS ÁNGELES — Aunque en algún momento llegó a ser un sinónimo de la cultura negra, el sur de Los Ángeles ha experimentado un cambio demográfico dramático.
Ahora hay misas católicas en español en el teatro donde Duke Ellington solía presentarse. En los pasillos de la escuela secundaria Thomas Jefferson, cuyos famosos exalumnos negros incluyen a Alvin Ailey y Dexter Gordon, aproximadamente nueve de cada 10 estudiantes son hispanos. En la histórica Central Avenue, la música ranchera resuena en las tiendas de comestibles.
Pero en el Noveno Distrito de la ciudad, que abarca el tramo de Los Ángeles que alguna vez se conoció como South Central, hay un elemento que no ha cambiado: los votantes han elegido candidatos negros para integrar el Concejo Municipal durante casi seis décadas, incluido su actual concejal, Curren Price.
En una grabación filtrada que ha trastornado la escena política de Los Ángeles este mes, se escuchó a cuatro líderes latinos discutiendo sobre cómo rediseñar los distritos políticos para su beneficio, usando términos racistas y palabras despectivas que fueron ampliamente condenadas. El audio también expuso las frustraciones de que no haya más latinos en cargos electos, en un momento en que representan la mitad de la población de la ciudad.
Décadas de acuerdos y decisiones políticas han dado como resultado la composición actual del Concejo Municipal, donde los líderes blancos y negros ocupan más escaños de lo que podrían sugerir los datos demográficos. La divulgación de la grabación también ha abierto un debate sobre cuánto importan las políticas de bloques raciales de generaciones anteriores.
La participación electoral en el Noveno Distrito es baja y algunos residentes dijeron que prestan poca atención a la política de la ciudad, a pesar de sus preocupaciones cotidianas por los delitos y la falta de vivienda. Mientras llevaba a casa a su hijo de 8 años que había salido de la escuela en el sur de Los Ángeles, María Robles, de 30 años, se preguntaba qué harán los políticos locales para resolver los problemas.
“No voto, simplemente no lo hago”, dijo. “No creo que ningún político esté representando a los latinos. No nos defienden”.
Sin embargo, en los círculos políticos de la ciudad, la brecha entre la población latina y su nivel de influencia ha sido un viejo problema. En ninguna parte es más evidente que en el Noveno Distrito, donde el 80 por ciento de los residentes son latinos.
“La gente se siente incómoda hablando de esto, pero los latinos en Los Ángeles están subrepresentados”, dijo Fernando Guerra, director del Centro para el Estudio de Los Ángeles en la Universidad Loyola Marymount. Guerra realiza encuestas y grupos de discusión con residentes de la ciudad, y dijo que “cuando hablamos con los latinos en esas comunidades, les gustaría tener representación latina”.
En la década de 1980, aumentó la cantidad de inmigrantes latinos que se mudaron al sur de Los Ángeles, huyendo de las guerras civiles centroamericanas y la perturbación económica de México. Al mismo tiempo, los trabajos de manufactura estaban desapareciendo, la violencia de las pandillas y las drogas proliferaba, y la clase media negra se estaba mudando a otros lugares. Para 1990, según los datos del censo analizados por SocialExplorer.com, por primera vez más de la mitad de los residentes de la zona eran latinos.
A menudo, la representación política va a la zaga del cambio demográfico, y Los Ángeles no ha sido la excepción. En algunos casos, los líderes latinos llegaron a acuerdos de beneficio mutuo para preservar los límites del distrito que protegían a sus colegas negros. En otros, el movimiento laboral mayoritariamente latino de Los Ángeles ha respaldado a los líderes negros confiables y establecidos por encima de los contrincantes latinos que no habían ocupado cargos públicos. Los miembros del sindicato brindan el apoyo voluntario y económico necesario para atraer votantes a las elecciones locales en las que, de otro modo, la participación podría ser mediocre en una ciudad grande y transitoria.
Ahora los residentes latinos constituyen el grupo étnico más grande en 10 de los 15 distritos municipales de la ciudad, según datos de las autoridades. Pero su participación en la población votante elegible es menor que su participación en la población general, una brecha que reduce su poder electoral.
Incluso antes de que Nury Martinez, una demócrata latina, renunciara como presidenta del Concejo Municipal y dejara su escaño en el Concejo la semana pasada debido al alboroto por la grabación de audio, solo cuatro de los quince escaños del Concejo estaban ocupados por latinos.
La conversación filtrada ha tenido el efecto de reducir el poder de los latinos, al menos temporalmente. El martes, Martinez fue remplazada como presidenta por Paul Krekorian, un armenio estadounidense. Los otros dos miembros que se escuchan en la grabación, Gil Cedillo y Kevin de León, han sido despojados de sus tareas de comité y no han asistido a las reuniones durante una semana.
El Noveno Distrito era considerado un escaño latino en la década de 1950, cuando Edward R. Roybal se convirtió en el primer concejal latino de la ciudad desde fines del siglo XIX. Cuando Roybal fue al Congreso en 1962, se nombró a Gilbert W. Lindsay, un organizador comunitario negro con fuertes lazos laborales, para remplazarlo. Lindsay se convirtió en uno de los políticos más poderosos de la ciudad, rigió durante tres décadas y se autodenominó como “el Emperador del Gran Noveno”. Sus tres sucesores en el Concejo han sido negros.
Cuando Price, un demócrata a favor de los trabajadores y exlegislador estatal, se postuló por primera vez para el escaño del Noveno Distrito en 2013, el millón de dólares que recaudó en contribuciones directas a la campaña se complementó con unos 700.000 dólares que los grupos laborales gastaron de forma independiente para apoyarlo.
Los líderes laborales han respaldado a Price, para consternación de los retadores que pensaron que había llegado el momento de la representación latina.
“Le dije a la gente que me iba a postular y me miraron como si tuviera covid”, dijo Jorge Nuño, de 45 años, activista local y propietario de una pequeña empresa que creció en el Noveno Distrito y perdió ante Price en la elecciones de 2017. “Me dijeron: ‘No, hombre, no lo hagas, los sindicatos van a quedarse con Curren’”.
Dulce Vasquez, de 36 años, administradora universitaria y demócrata progresista que lo desafió este año, recibió más de 500.000 dólares en apoyo total, pero fue solo alrededor de un tercio de lo que consiguió Price, y no pudo competir con los bancos telefónicos del sindicato y los activistas que lo respaldaban.
Price también recibió el respaldo de sus cuatro colegas latinos en el Concejo en su campaña contra Vásquez. Ganó abrumadoramente su tercer mandato en junio.
Sin embargo, al caminar por las comunidades, Nuño y Vasquez dijeron que encontraron una sed genuina de conexión cultural entre los votantes latinos. “La gente quiere ver un liderazgo que se parezca a ellos”, dijo Nuño. “Quieren a alguien que, por ejemplo, pueda ir a sus salas de estar y tomar pan con café”.
Ambos predijeron que los líderes sindicales respaldarán a un candidato latino cuando Price, de 71 años, deje el cargo. El veterano político está entrando en su mandato final de cuatro años bajo las reglas de límites de mandato de la ciudad. En otra grabación filtrada, Ron Herrera, quien desde entonces renunció como titular de la Federación del Trabajo, se refirió a esa posibilidad. Cuando se le preguntó acerca de encontrar un candidato latino para suceder a Price, dijo: “Tenemos a alguien”.
Price, un abogado educado en Stanford y oriundo de Los Ángeles que también trabajó en el Concejo Municipal de Inglewood, dijo que el cuarto de millón de personas que viven en el Noveno Distrito lo han mantenido en el cargo porque comprende sus problemas básicos.
La semana pasada, afuera de su oficina en Central Avenue, un mercado de agricultores ofrecía fresas, tarros de miel, cartones de huevos y consejos sobre el compostaje. El concejal dijo que expandir el mercado fue idea suya para traer productos y brindarles a las personas un lugar para reunirse y encontrar información sobre cupones de alimentos y recursos comunitarios.
Al otro lado de la calle, todos los días, hay un mercado informal donde los comerciantes latinos venden mazorcas de maíz, bolsas de duros, ropa y juguetes alrededor del estacionamiento de una tienda departamental de descuento. Mientras paseaba por esa zona, Price los miró y dijo que también eran bienvenidos.
Señaló carteles que presentan detalles en inglés y español sobre puntos de referencia del apogeo del área como un centro próspero para la comunidad negra: el Teatro Lincoln en la calle 23, apodado el “Apolo de la Costa Oeste” en referencia al famoso lugar de entretenimiento negro en Harlem. La Asociación de Ahorros y Préstamos de Liberty, una empresa de propiedad negra que ofrecía hipotecas a los residentes locales cuando los prestamistas blancos no lo hacían.
“No es solo para los negros”, dijo Price sobre los hitos históricos. “También es para que la gente morena entienda nuestra historia”.
La joya de la corona fue el Hotel Dunbar, donde grandes artistas como Louis Armstrong, Lena Horne y Ellington se hospedaron cuando atraían multitudes de personas afroestadounidenses a sus presentaciones en Los Ángeles, pero no se les permitía quedarse en hoteles para blancos. Dunbar sirve ahora como vivienda asequible para personas mayores.
Sin embargo, José Andrade, un músico de mariachi, se quejó de que el ayuntamiento no había respondido a las solicitudes para instalar topes de velocidad en las calles residenciales para impedir las carreras callejeras. “Estos muchachos corren como si estuvieran en la autopista”, dijo, “y nadie está haciendo nada al respecto”.
Nacido en El Salvador, Andrade dijo que emigró con su esposa, Iris, a Los Ángeles en 1983 y se establecieron en el Noveno Distrito porque no podían pagar los alquileres en otros lugares de la ciudad.
“Había pandillas en cada esquina”, dijo sobre esos días, mientras paseaba por los pasillos de una tienda de comestibles en Central Avenue y hablaba sobre la música mexicana. “Vivías con miedo de que te asaltaran o te robaran”.
Las familias negras pudientes empacaron sus pertenencias y se mudaron a San Bernardino o Antelope Valley, donde las casas eran más grandes y las calles más seguras. Llegaron más inmigrantes, atraídos por los precios más bajos de las viviendas en la localidad. La economía comenzó a mejorar, impulsada por el auge tecnológico de California. Y, por diversas razones, las tasas de criminalidad cayeron.
Para el año 2000, Andrade había comprado una casa de tres dormitorios por 170.000 dólares que alguna vez estuvo ocupada por una familia negra. Plantó árboles de limón, aguacate y mango y construyó dos apartamentos en la parte de atrás, que alquila a inmigrantes. Tres de sus cuatro hijos adultos han dejado el vecindario para ir a la universidad y dedicarse a sus carreras profesionales.
Andrade se convirtió en ciudadano estadounidense hace unos años y dijo que no votó por Price porque no confiaba en el concejal.
Price reconoció que satisfacer las necesidades de su distrito ha sido un trabajo inacabado. De alrededor de 100.000 votantes registrados en el distrito, solo unos 12.500 votaron en las primarias de febrero en las que fue elegido.
“Muchas veces, la gente dice: ‘Oye, tengo que asistir a mi tercer trabajo, no tengo tiempo para ir a una reunión, o no tengo tiempo para presentar una queja porque, de todos modos, nada va a pasar’”, dijo Price.
Elmer Roldán, un guatemalteco estadounidense, se instaló en el vecindario en 1989. Dijo que durante mucho tiempo los residentes del Noveno Distrito han deseado más parques y tiendas de comestibles, y que sentía que la zona de la ciudad cerca de la Universidad del Sur de California recibía muchos recursos y atención.
Sin embargo, Roldán comentó que la raza de su concejal no tiene nada que ver con el estado del vecindario. Dijo que los residentes latinos deberían asociarse con las personas negras “que tienen más cosas en común con nosotros, tanto política como económicamente”.
“Los latinos no creen que no están recibiendo ayuda porque Curren Price sea negro”, dijo Roldan, quien votó por Price. “Sienten que los políticos, sin importar quiénes sean, no responden a las necesidades del vecindario”.
“No creo que tener un integrante latino del Concejo cambie estas condiciones”, agregó.
Mientras Price volvía caminando a su oficina, los electores que le hicieron señas tenían mucho que decir. Una mujer que vendía pozole y mojarras fritas afuera de una tienda que ofrece clases de zumba le informó que una luz urbana se había apagado cerca y estaba preocupada por la seguridad. Otro estaba preocupado por un farol de otra cuadra y quería que se instalara un semáforo.
Le hablaban en español. Una vocera, que caminaba con Price, le tradujo lo que decían los vecinos.
Corina Knoll es la jefa de la corresponsalía en Los Ángeles. Fue reportera en la sección Metro y antes trabajó más de una década en The Los Angeles Times, donde colaboró con dos Premios Pulitzer y participó en la investigación sobre cómo una lista secreta de oficiales problemáticos de un alguacil de condado obstruyó la justicia. @corinaknoll
Shawn Hubler es corresponsal en California con sede en Sacramento. Antes de unirse al Times en 2020, pasó casi dos décadas cubriendo el estado para Los Angeles Times como reportera itinerante, columnista y escritora de revista. Compartió tres premios Pulitzer con el equipo Metro del periódico. @ShawnHubler
Miriam Jordan es corresponsal en la sección Nacional. Cubre el impacto de la migración en la sociedad, la cultura y la economía de Estados Unidos. Antes de unirse al Times, cubrió inmigración por más de una década en el Wall Street Journal y fue corresponsal en Brasil, Israel, Hong Kong e India.
Source: Elections - nytimes.com