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    Bolsonaro Allies and Election Officials Reach Truce on Voting Machines

    President Jair Bolsonaro has claimed that Brazil’s voting machines are vulnerable to fraud, with little evidence. Election officials agreed to explore changes to security tests before the October election.BRASÍLIA — President Jair Bolsonaro has made Brazil’s electronic voting machines the center of his attacks on the country’s electoral system, despite little evidence that the machines are at risk, raising concerns he will contest the presidential election results if he loses in October.But it now appears that, after quarreling for months, the president’s allies and Brazil’s election officials are starting to make peace.In a private meeting on Wednesday, Brazil’s elections chief and the country’s defense minister agreed to explore changes to security tests of the voting machines that the armed forces have sought for months, according to election officials.While the two sides have not yet finalized the details, Alexandre de Moraes, Brazil’s elections chief, said he would try to have some tests carried out on Election Day on machines that had just been used by voters, as the military has requested, according to a person involved in the meeting who spoke on the condition of anonymity because the talks were private.Fábio Faria, Brazil’s communications minister and a senior adviser to Mr. Bolsonaro, said in a text message that Mr. Faria felt the issue had been resolved.With less than five weeks left before the election, the agreement represented a notable détente that could weaken the president’s ability to claim voter fraud.Brazil’s armed forces have been a key ally of Mr. Bolsonaro in his criticism of the voting machines as vulnerable to fraud, despite little evidence. Mr. Bolsonaro, in turn, has said that he trusts the armed forces to ensure the elections are safe. In recent interviews, military officials have said that the security tests were their principal remaining concern. And now it appears that election officials are trying to comply with the military’s requests.The easing of tensions is positive for the outlook of Brazil’s elections, but Mr. Bolsonaro has agreed to similar truces in the past and then later continued his criticism of the electoral system.Brazil’s election officials have been planning to run security tests on 600 voting machines on Election Day by simulating the voting process on each machine. Those tests are scheduled to be completed in a controlled room outside voting stations.The military has said it is concerned that sophisticated malicious software could evade such simulated tests. For example, hacking software could be designed not to activate unless a real voter unlocked the machine with a fingerprint.Judge Alexandre de Moraes at his inauguration as head of the country’s Superior Electoral Tribunal, in mid-August.Antonio Augusto/Superior Electoral Tribunal, via Agence France-Presse/Getty ImagesElection security experts in Brazil have said such a scenario is technically possible but highly unlikely because of other controls in the voting machines. There has been no evidence of material fraud in Brazil’s voting machines.To solve for the hypothetical, the military has asked for security tests to be completed in actual voting centers during the election, on machines that were just used by actual voters.Elections officials had previously said such changes to the security tests so close to Election Day were not feasible. But on Wednesday, Mr. Moraes told Paulo Sérgio Nogueira, Brazil’s defense minister, that he would try to change the security tests for a limited number of machines. Military officials have suggested changing the tests for two to four machines per state in Brazil, but Mr. Moraes said Wednesday that he needed to discuss the issue with other elections officials to determine how many would be possible, according to the person involved in the meeting.The meeting over coffee between Mr. Moraes and Mr. Nogueira was positive and cordial, the person said.Military officials have said that they want certainty that there is no malicious software installed on the machines because Brazil’s voting system lacks paper backups for potential audits if there is suspicion of fraud.Mr. Bolsonaro has repeatedly claimed that the voting machines can be hacked, but when pressed for evidence, he has cited a 2018 hack of election officials’ computer network, which is not connected to the voting machines. A federal investigation into that hack concluded that the hackers could not gain access to any voting machines. Mr. Bolsonaro has not presented other evidence of past fraud. More

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    Elecciones en Brasil: ¿Habrá un golpe de Estado de Bolsonaro?

    El presidente Bolsonaro ha advertido la posibilidad de fraude e insinuado que impugnará los resultados si pierde. La élite política considera que no tiene respaldo para intentar aferrarse al poder.Una pregunta simple pero alarmante domina el discurso político en Brasil cuando faltan apenas seis semanas para las elecciones nacionales: ¿Aceptará el presidente Jair Bolsonaro los resultados?Durante meses, Bolsonaro ha atacado a las máquinas de votación electrónica de Brasil diciendo que están plagadas de fraude —a pesar de que prácticamente no hay pruebas— y a los funcionarios electorales de Brasil por estar alineados contra él. Ha insinuado que disputaría cualquier derrota a menos que se realicen cambios en los procedimientos electorales. Ha alistado a los militares brasileños en su batalla. Y ha dicho a sus decenas de millones de seguidores que se preparen para luchar.“Si es necesario”, dijo en un discurso reciente, “iremos a la guerra”.Con la votación del 2 de octubre, Brasil se sitúa ahora en la vanguardia de las crecientes amenazas globales a la democracia, impulsadas por líderes populistas, extremismo, electorados muy polarizados y desinformación en internet. La cuarta democracia más poblada del mundo se prepara para la posibilidad de que su presidente se niegue a dejar el poder por acusaciones de fraude que podrían ser difíciles de desmentir.Sin embargo, según entrevistas con más de 35 funcionarios del gobierno de Bolsonaro, generales militares, jueces federales, autoridades electorales, miembros del Congreso y diplomáticos extranjeros, la élite del poder en Brasil se siente confiada de que, aunque Bolsonaro pudiera disputar los resultados de las elecciones, carece del apoyo institucional para dar un golpe de Estado exitoso.El último golpe de Brasil, en 1964, condujo a una brutal dictadura militar que duró 21 años. “La clase media lo apoyó. Los empresarios lo apoyaron. La prensa lo apoyó. Y Estados Unidos lo apoyó”, dijo Luís Roberto Barroso, juez del Supremo Tribunal Federal y ex jefe de la autoridad electoral de Brasil. “Pues bien, ninguno de estos actores apoya un golpe ahora”.Personas preparándose para un paseo en moto celebrado en apoyo de Bolsonaro en Salvador, Brasil.Victor Moriyama para The New York TimesEn cambio, los funcionarios se preocupan por el daño duradero a las instituciones democráticas de Brasil —las encuestas muestran que una quinta parte del país ha perdido la fe en los sistemas electorales— y por la violencia en las calles. Las afirmaciones de fraude de Bolsonaro y su potencial negativa a aceptar una derrota se hacen eco de las de su aliado Donald Trump; los funcionarios brasileños mencionaron repetidamente el ataque del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos como un ejemplo de lo que podría suceder.“¿Cómo tenemos algún control sobre esto?”, dijo Flávio Bolsonaro, senador e hijo de Bolsonaro, en una entrevista con el periódico brasileño Estadão en referencia a la violencia potencial. En Estados Unidos, dijo, “la gente estuvo al tanto de los problemas del sistema electoral, se indignó e hizo lo que hizo. No hubo orden del presidente Trump y no habrá orden del presidente Bolsonaro”.Este mes, más de un millón de brasileños, entre los que se encuentran expresidentes, académicos de alto nivel, abogados y estrellas del pop, firmaron una carta en defensa de los sistemas de votación del país. Los principales grupos empresariales de Brasil también publicaron una carta similar.El martes, en un acto al que acudieron casi todas las principales figuras políticas brasileñas, otro magistrado del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, asumió el cargo de nuevo jefe de elecciones del país y advirtió que castigaría los ataques al proceso electoral.“La libertad de expresión no es libertad para destruir la democracia, para destruir las instituciones”, dijo. Su reacción, añadió, “será rápida, firme e implacable”.La multitud se puso en pie y aplaudió. Bolsonaro se quedó sentado y frunció el ceño.Bolsonaro, cuyos representantes declinaron las solicitudes de entrevista, ha dicho que está tratando de proteger la democracia de Brasil mediante el fortalecimiento de sus sistemas de votación.Entre los funcionarios entrevistados, hubo un amplio desacuerdo sobre si al presidente derechista lo impulsaba una genuina preocupación por el fraude o simplemente el miedo a perder. Bolsonaro ha quedado constantemente por detrás del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista, en las encuestas de opinión; si nadie gana la mayoría de los votos el 2 de octubre, está prevista una segunda vuelta para el 30 de octubre.Bolsonaro va por detrás del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en las encuestas.Dado Galdieri para The New York TimesSin embargo, hay cada vez más esperanzas de que suceda una transición sin sobresaltos si Bolsonaro pierde, porque el mandatario ahora parece estar dispuesto a una tregua.Sus aliados, incluyendo altos oficiales de las fuerzas armadas, están a punto de comenzar negociaciones con De Moraes sobre los cambios al sistema electoral diseñados para atender las críticas de seguridad del presidente, según tres jueces federales y un alto funcionario del gobierno cercano a las conversaciones previstas, que hablaron bajo la condición de anonimato porque son confidenciales.La idea es que Bolsonaro retroceda en sus ataques a las máquinas de votación, dijeron estas personas, si los funcionarios electorales aceptan algunos cambios solicitados por los militares de Brasil.“Tengo plena confianza en el sistema electoral de Brasil. Eso tampoco significa que sea infalible”, dijo Ciro Nogueira, jefe de gabinete de Bolsonaro. “Estoy seguro de que, como dice el presidente, el pueblo tendrá su opinión”. Y el sábado, Bolsonaro pareció insinuar en un mitin que aceptaría los resultados de las elecciones.Sin embargo, Bolsonaro ha hecho comentarios similares en el pasado y acordó una tregua similar el año pasado… y luego continuó sus ataques.Esos ataques han surtido efecto. Desde junio, los usuarios brasileños de Twitter han mencionado las máquinas de votación de Brasil más que la inflación o los programas de bienestar social en relación con las elecciones, y casi tanto como los precios de la gasolina, que han sido un punto importante del debate político, según un análisis realizado por investigadores de la Escuela de Comunicación de la Fundación Getúlio Vargas solicitado por The New York Times.Partidarios de Bolsonaro en Salvador, BrasilVictor Moriyama para The New York TimesUn sondeo realizado el mes pasado mostró que el 32 por ciento de los brasileños confía “un poco” en las máquinas de votación y el 20 por ciento no confía en ellas para nada.Y mientras que bastantes de los partidarios de Bolsonaro están convencidos de que el voto puede estar amañado, muchos más también tienen armas. Bolsonaro facilitó la compra de armas de fuego por parte de civiles con restricciones más laxas para los cazadores, y ahora más de 670.000 brasileños poseen armas bajo esas normas, 10 veces más que hace cinco años.Dentro de su gobierno, Bolsonaro se ha visto cada vez más dividido entre dos facciones.Una de ellas ha animado al presidente a dejar de atacar las máquinas de votación porque creen que el tema es impopular entre los votantes más moderados que necesita ganar y porque la economía de Brasil está repuntando, lo que ayuda a sus posibilidades de reelección, según dos altos asesores del presidente.Dijeron que el otro grupo, liderado por antiguos generales militares, ha alimentado al presidente con información errónea y lo ha instado a seguir advirtiendo de posibles fraudes.Los funcionarios electorales invitaron el año pasado a los militares a unirse a un comité para mejorar los sistemas electorales. Los militares sugirieron una serie de cambios, pero los funcionarios electorales dijeron que no podrían aplicarse a tiempo para la votación de octubre.Pero los líderes militares siguen presionando en busca de un cambio en particular: que las pruebas de integridad de las máquinas de votación se realicen con votantes reales, en lugar de con simulaciones.Durante meses, Bolsonaro ha acusado a los funcionarios electorales de estar alineados en contra suya.Victor Moriyama para The New York TimesA los militares les preocupa que un pirata informático pueda implantar un software malicioso en las máquinas de votación que reconozca las simulaciones y permanezca inactivo durante esas pruebas, lo que le permitiría evadir la detección.Un experto en seguridad electoral dijo que tal hackeo es concebible pero improbable.De Moraes, el nuevo jefe de elecciones, ha señalado que estaría dispuesto a realizar cambios en los sistemas de votación, aunque no está claro lo que podría lograrse para el 2 de octubre.Bolsonaro lleva mucho tiempo en desacuerdo con De Moraes, que ha dirigido las investigaciones sobre las denuncias de desinformación y filtraciones de material clasificado que implican al presidente y a sus aliados. Bolsonaro ha criticado a De Moraes por considerarlo políticamente motivado, y dijo en un mitin el año pasado que ya no acataría sus dictámenes, declaración de la que luego se retractó.Por lo tanto, se esperaba que el ascenso de De Moraes a la presidencia del tribunal superior electoral de Brasil agravara aún más las tensiones.Pero en las últimas semanas, él y Bolsonaro han comenzado a chatear por WhatsApp en un esfuerzo por arreglar su relación, según una persona cercana al presidente. Cuando De Moraes le entregó en mano una invitación para su investidura como presidente del tribunal electoral este mes, Bolsonaro le regaló una camiseta del Corinthians, el equipo de fútbol favorito de De Moraes. (El Corinthians es el archienemigo del equipo favorito de Bolsonaro, el Palmeiras).Con las tensiones a flor de piel, los dirigentes brasileños decidieron hacer de la toma de posesión de De Moraes el martes de la semana pasada —normalmente un acto de trámite— una demostración de la fortaleza de la democracia brasileña.Las caravanas de motos se han convertido en algo habitual en los actos de apoyo al presidente en todo el país.Victor Moriyama para The New York TimesEn un anfiteatro modernista y subterráneo, los jefes del Congreso brasileño, el Supremo Tribunal Federal y los militares se unieron a cinco de los seis presidentes vivos de Brasil para la ceremonia, incluidos Bolsonaro y Lula da Silva.Las cámaras enfocaron a Bolsonaro junto a De Moraes en la mesa principal, una escena poco habitual. Conversaron en voz baja, a veces entre risas, durante todo el evento. Entonces De Moraes se levantó para su discurso. Antes del evento, había advertido a Bolsonaro que no lo disfrutaría, según una persona cercana al presidente.“Somos la única democracia del mundo que calcula y publica los resultados electorales en el mismo día, con agilidad, seguridad, competencia y transparencia”, dijo. “La democracia no es un camino fácil, exacto o predecible. Pero es el único camino”.La sala le dedicó una ovación de 40 segundos. Bolsonaro fue de los primeros en dejar de aplaudir.Después, los dos hombres posaron para una foto. No sonrieron.Jack Nicas es el jefe de la corresponsalía del Times en Brasil, que abarca Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Antes cubría tecnología desde San Francisco. Antes de unirse al Times, en 2018, trabajó durante siete años en The Wall Street Journal. @jacknicas • Facebook More

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    The Question Menacing Brazil’s Elections: Coup or No Coup?

    President Bolsonaro has warned of voter fraud and suggested he would dispute a loss in October’s vote, but the political establishment believes he lacks support to stage a coup.BRASÍLIA — A simple but alarming question is dominating political discourse in Brazil with just six weeks left until national elections: Will President Jair Bolsonaro accept the results?For months, Mr. Bolsonaro has attacked Brazil’s electronic voting machines as rife with fraud — despite virtually no evidence — and Brazil’s election officials as aligned against him. He has suggested that he would dispute any loss unless changes are made in election procedures. He has enlisted Brazil’s military in his battle. And he has told his tens of millions of supporters to prepare for a fight.“If need be,” he said in a recent speech, “we will go to war.”With its vote on Oct. 2, Brazil is now at the forefront of the growing global threats to democracy, fueled by populist leaders, extremism, highly polarized electorates and internet disinformation. The world’s fourth-largest democracy is bracing for the possibility of its president refusing to step down because of fraud allegations that could be difficult to disprove.Yet, according to interviews with more than 35 Bolsonaro administration officials, military generals, federal judges, election authorities, members of Congress and foreign diplomats, the people in power in Brazil feel confident that while Mr. Bolsonaro could dispute the election’s results, he lacks the institutional support to stage a successful coup.Brazil’s last coup, in 1964, led to a brutal 21-year military dictatorship. “The middle class supported it. Business people supported it. The press supported it. And the U.S. supported it,” said Luís Roberto Barroso, a Supreme Court justice and Brazil’s former elections chief. “Well, none of these players support a coup now.”People preparing for a motorcycle ride in Salvador, Brazil, held in support of Mr. Bolsonaro. Victor Moriyama for The New York TimesInstead, the officials worry about lasting damage to Brazil’s democratic institutions — polls show a fifth of the country has lost faith in the election systems — and about violence in the streets. Mr. Bolsonaro’s claims of fraud and potential refusal to accept a loss echo those of his ally Donald J. Trump, and Brazilian officials repeatedly cited the Jan. 6, 2021, attack on the U.S. Capitol as an example of what could happen.“How do we have any control over this?” Flávio Bolsonaro, a senator and Mr. Bolsonaro’s son, said in an interview with the Brazilian newspaper Estadão in reference to potential violence. In the United States, he said, “people followed the problems in the electoral system, were outraged and did what they did. There was no command from President Trump, and there will be no command from President Bolsonaro.”This month, more than one million Brazilians, including former presidents, top academics, lawyers and pop stars, signed a letter defending the country’s voting systems. Brazil’s top business groups also released a similar letter.On Tuesday, at an event with nearly every major Brazilian political figure present, another Supreme Court justice, Alexandre de Moraes, took office as the nation’s new elections chief and warned that he would punish attacks on the electoral process.“Freedom of expression is not freedom to destroy democracy, to destroy institutions,” he said. His reaction, he added, “will be swift, firm and relentless.”The crowd stood and applauded. Mr. Bolsonaro sat and scowled.Mr. Bolsonaro, whose representatives declined requests for an interview, has said that he is trying to protect Brazil’s democracy by strengthening its voting systems.Among the officials interviewed, there was broad disagreement over whether the right-wing president was driven by genuine concern about fraud or just fear of losing. Mr. Bolsonaro has consistently trailed former President Luiz Inácio Lula da Silva, a leftist, in opinion surveys; if no one wins a majority of the vote on Oct. 2, a runoff is scheduled for Oct. 30.Mr. Bolsonaro trails the former president Luiz Inácio Lula da Silva in the polls.Dado Galdieri for The New York TimesYet there are increasing hopes for a smooth transition of power if Mr. Bolsonaro loses — because he now appears open to a truce.His allies, including top officials in the armed forces, are about to begin negotiations with Mr. de Moraes about changes to Brazil’s election system designed to address the president’s security critiques, according to three federal judges and one senior administration official close to the planned talks, who spoke on the condition of anonymity because they are confidential.The idea is that Mr. Bolsonaro would back off his attacks on the voting machines, these people said, if election officials agreed to some changes requested by Brazil’s military. More

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    Bolsonaro Grabs for Man’s Phone and Gets a New (Insulting) Nickname

    Six weeks ahead of national elections, the Brazilian president was confronted by a protester who tried to ask questions on video. He grabbed the man’s shirt, then tried to snatch his phone.ReutersRIO DE JANEIRO — A motorcade of black vehicles approached Brazil’s presidential palace on Thursday afternoon and then, surprisingly, stopped. To the delight of a crowd gathered under the afternoon sun, out of one of the cars stepped President Jair Bolsonaro.About two dozen selfie-seekers swarmed the president, who smiled and posed for photos. It was one of the impromptu meet-and-greets that Mr. Bolsonaro has become known for during his campaign for re-election.Then the cheerful vibe broke. One man in the crowd began shouting, demanding answers about one of Mr. Bolsonaro’s policies. Mr. Bolsonaro got back into his vehicle.“I’m here every day, Bolsonaro. I want to see you be brave enough to come talk to me,” shouted the protester, Wilker Leão, as he recorded himself on his phone. Repeatedly, he hurled an insult at the president that roughly translates to “the pork-barrelers’ little lap dog,” though a bit more vulgar.President Jair Bolsonaro at a campaign stop in São José dos Campos on Thursday.Carla Carniel/ReutersSuddenly the president exited the vehicle, grabbed Mr. Leão’s shirt and tried to snatch his phone. “Come here,” Mr. Bolsonaro said, gripping Mr. Leão’s arm as he tried to get away. “I want to talk to you.”It was a surprising scene, even by the standards of a president who has rewritten Brazil’s standards for how the leader of Latin America’s largest nation should act. (Think vulgar attacks on his rivals, a stream of false statements and a refusal to admit whether he has been vaccinated.) Video of the incident rocketed around the Brazilian internet — a president scuffling with a constituent just six weeks ahead of national elections.To the political left in Brazil, it was another example of why Mr. Bolsonaro is not fit to serve in the nation’s highest office. To the right, it was another example of how Mr. Bolsonaro is authentic and a man not afraid to take on his critics.What remains to be seen is the incident’s effect on the moderate voters who will effectively decide the election. Mr. Bolsonaro has consistently trailed former President Luiz Inácio Lula da Silva in opinion surveys, though he has recently gained ground, buoyed by Brazil’s improving economy. If no one receives a majority of the votes in the Oct. 2 election, there will be a runoff on Oct. 30.Luiz Inácio Lula da Silva, the front-runner in the coming presidential election, campaigning in São Paulo on Saturday.Miguel Schincariol/Agence France-Presse — Getty ImagesAfter Mr. Bolsonaro grabbed Mr. Leão, the president’s security team quickly pushed the man away, as seen in footage captured by a journalist for the Brazilian news organization G1, as well as by Mr. Leão’s own video. The president’s team then told people to stop filming. The G1 journalist continued to film. Mr. Bolsonaro posed for more photos.Eventually Mr. Leão walked back over, surrounded by the president’s security detail.“Why so aggressive?” Mr. Bolsonaro asked.“Because when I tried to come here, I was forbidden from coming in and talking to you,” Mr. Leão replied.The two men debated Brazilian politics for about five minutes before Mr. Bolsonaro got back into his vehicle and left.Mr. Bolsonaro’s representatives did not respond to a request for comment.Mr. Leão, 26, is a social-media personality with nearly 50,000 followers on both YouTube and Instagram. He told The Times that he is also a lawyer and had gone to the entrance of the presidential residence every day for more than 50 days to question the president on camera.“The main goal was to discuss the mistakes of his government, and his reaction I found quite absurd,” he said. “He likes to raise the flag of freedom of expression, but where is that freedom for the other side who questions him?”Beyond the bizarre sight of the president scuffling with a YouTuber, the insult that Mr. Leão repeatedly shouted at Mr. Bolsonaro has now taken on a life of its own, quickly inspiring memes and parody songs and even being projected onto the side of a building. Critics of Mr. Bolsonaro have quickly latched on to the insult, which is cutting, playful and slightly vulgar all at the same time, as a new label for the polarizing president.The insult — “tchutchuca do centrão” — has posed a particular challenge for foreign correspondents trying to translate it for their audiences. The translation is particularly tricky because both words, “tchutchuca” and “centrão,” are deeply Brazilian and have complicated backgrounds.The “centrão” is the powerful centrist coalition of political parties that effectively controls Congress and has long been criticized for cutting back-room deals to benefit its members and lobbyists. Translators, linguists and others with a deep knowledge of both Brazilian Portuguese and English said it could be translated as “pork barrelers,” “the political establishment” or perhaps “the Big Center.”“Tchutchuca” (pronounced choo-CHOO-kah) is even trickier. Believed to have roots in Angolan and the Indigenous Tupi language, and linked to words that mean “a little crazy” and “jumping around,” a version of it eventually became a sort of term of endearment in Brazil.Then, in 2001, a hit Brazilian funk song gave tchutchuca new life, with a chorus that went: “Come, come, tchutchuca / Come here to your tiger / I’m going to throw you on the bed.” Over time, tchutchuca came to mean a submissive woman.In 2019, the word entered the world of politics when a congressman called Brazil’s economic minister a tchutchuca to the banks.The translators and linguists said that in the context of Mr. Leão’s insult, it could be translated as the centrão’s lap dog or errand boy, or as an epithet referring to a female dog. The Associated Press settled on “darling.” Tom Phillips, the Guardian’s longtime correspondent in Brazil, considered “the establishment’s bimbo” or “pork-barrel tootsie.”Flora Thomson-DeVeaux, an American who has lived in Brazil on and off for more than a decade and who translates books from Portuguese to English, said any English translation of the Brazilian left’s new nickname for Mr. Bolsonaro fails to capture both the quirky sound and the biting, nuanced meaning.“Tchutchuca was innocent and then there was a naughty twist on it. So something like ‘pussycat’ would fit,” she said. “But pussycat is too common parlance in English, so I was thinking something that almost echoed the sound of ‘tchutchuca.’”Her answer? “If it were a novel, I might try to translate tchutchuca as pussy-wussy.”Leonardo Coelho contributed reporting More

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    Bolsonaro teme ir a la cárcel. Y con razón

    SÃO PAULO — “Quiero que esos sinvergüenzas lo sepan”, dijo el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a sus seguidores el año pasado. “¡Nunca iré preso!”.Estaba gritando. Pero Bolsonaro tiende a exaltarse cuando habla de la posibilidad de ir a prisión. “Por Dios que está en el cielo”, declaró ante un grupo de empresarios en mayo, “nunca me arrestarán”. Como pasa “más de la mitad” de su tiempo lidiando con demandas, seguramente se siente con suficientes recursos para evitar una detención. Pero este desafío suena desesperado. El destino de la expresidenta de Bolivia Jeanine Añez, quien hace poco fue sentenciada a prisión, presuntamente por haber orquestado un golpe de Estado, se percibe con fuerza en el aire.Para Bolsonaro, es una advertencia. De cara a las elecciones presidenciales de octubre, que según todas las proyecciones perderá, Bolsonaro está visiblemente preocupado de también ser arrestado por, como trató de minimizarlo sin dar más detalles, “actos antidemocráticos”. Ese temor explica sus intentos desesperados por desacreditar las elecciones antes de que se lleven a cabo; por ejemplo, al reunir a decenas de diplomáticos extranjeros para deslegitimar el sistema de votación electrónica del país.Sin embargo, sin importar cuán absurdo sea su comportamiento —y no hay duda de que obligar a los embajadores a escuchar su diatriba descabellada durante 47 minutos es delirante— el motivo de fondo sigue teniendo sentido. Porque, a decir verdad, Bolsonaro tiene bastantes razones para temer ir a prisión. De hecho, cada vez es más difícil seguir la pista a todas las acusaciones contra el presidente y su gobierno.Para empezar, está el asunto no menor de la investigación del Supremo Tribunal Federal de Brasil sobre los aliados de Bolsonaro debido a su participación en una especie de “grupo paramilitar digital” que inunda las redes sociales con desinformación y coordina campañas de desprestigio en contra de sus opositores políticos. En una investigación relacionada, el propio Bolsonaro está siendo investigado por su “participación directa y relevante” en la promoción de desinformación, según describe el informe de la Policía Federal.No obstante, los delitos de Bolsonaro distan de limitarse al mundo digital. Los escándalos de corrupción han definido su mandato y la podredumbre comienza en casa. Dos de sus hijos, que también son servidores públicos, han sido acusados por fiscales estatales de robar fondos públicos de manera sistemática al embolsarse parte de los salarios de asociados cercanos y empleados inexistentes en sus nóminas. Acusaciones similares, relacionadas con su periodo como legislador, se han esgrimido contra el propio presidente. En marzo, fue acusado de improbidad administrativa por mantener a un empleado inexistente como su asesor en el Congreso durante 15 años (el presunto asesor en realidad era un vendedor de açaí).Las acusaciones de corrupción también giran en torno a altos mandos del gobierno. En junio, el exministro de Educación de Brasil, Milton Ribeiro, fue arrestado por delitos de tráfico de influencias. Bolsonaro, a quien Ribeiro mencionó por su nombre en grabaciones comprometedoras de audio, salió de inmediato en defensa del ministro. “Pondría la cara al fuego por Milton”, declaró el presidente antes del arresto y poco después explicó que solo pondría una mano al fuego. Contra toda las pruebas disponibles, sostiene que no hay “corrupción endémica” en su gobierno.Además, está el informe nada favorecedor de la comisión especial del Senado sobre la respuesta de Brasil a la COVID-19, que describe cómo el presidente contribuyó a la propagación del virus y puede considerársele responsable de hasta 679.000 muertes en Brasil. El informe recomienda que a Bolsonaro se le imputen nueve delitos, incluida la malversación de fondos públicos, la violación de derechos sociales, así como delitos de lesa humanidad.¿Cómo responde el presidente a este pliego de cargos que se acumulan? Con órdenes para reservar la información. Estas órdenes, que ocultan las pruebas durante un siglo, se han aplicado a todo tipo de información “sensible”: los gastos detallados de la tarjeta de crédito corporativa de Bolsonaro; el proceso disciplinario del ejército que absolvió a un general y al exministro de Salud por haber participado en una manifestación a favor de Bolsonaro, y los informes de los fiscales sobre la investigación por corrupción en contra de su hijo mayor. Esto dista mucho del hombre que, al principio de su mandato, se jactó de que traería consigo “¡transparencia antes que nada!”.Si las órdenes para reservar la información no funcionan, queda la obstrucción de la justicia. Bolsonaro ha sido acusado con frecuencia de tratar de obtener información privilegiada de las investigaciones o de impedirlas por completo. En el ejemplo más conocido, el presidente fue acusado por su propio exministro de Justicia de interferir con la independencia de la Policía Federal. Es una acusación creíble. Después de todo, en una grabación filtrada de una reunión ministerial de hace dos años, se captó a Bolsonaro diciendo que no iba a quedarse “sentado viendo cómo joden a mi familia o a mis amigos”, cuando todo lo que tenía que hacer era sustituir a las autoridades encargadas de la procuración de justicia.Pero para ejercer ese poder necesita seguir en el cargo. Con eso en mente, Bolsonaro ha estado repartiendo altos cargos en el gobierno y usando una reserva de fondos, conocida como “el presupuesto secreto” por su falta de transparencia, a fin de asegurarse de contar con el apoyo de los legisladores de centro. Dada la fuerza que han cobrado las demandas de destitución —desde diciembre de 2021 se han presentado más de 130 solicitudes en su contra— necesita todo el apoyo que pueda reunir. La estrategia es bien conocida: Bolsonaro confesó haber hecho ambas cosas para “calmar al Congreso”. Niega que el presupuesto sea secreto, a pesar de que quienes solicitan fondos de él permanecen en el anonimato.Sin embargo, el mayor reto es ganarse al electorado. En este caso, Bolsonaro recurre de nuevo a triquiñuelas y soluciones alternativas. En julio, el Congreso aprobó una reforma constitucional —que el ministro de Economía apodó el “proyecto de ley kamikaze”— que le otorga al gobierno el derecho a gastar 7600 millones de dólares adicionales en pagos de asistencia social y otras prestaciones hasta el 31 de diciembre. Si suena como un intento descarado de conseguir apoyos en todo el país es porque lo es.Nadie sabe si esto ayudará a la causa del presidente. Pero las señales que envía son inconfundibles: Bolsonaro está desesperado por evitar la derrota. Y tiene muchas razones para querer evitarla.Vanessa Barbara es editora del sitio web literario A Hortaliça, autora de dos novelas y dos libros de no ficción en portugués y colaboradora de la sección de Opinión del Times. More

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    Bolsonaro tem medo de ser preso, e com razão

    SÃO PAULO, Brasil — “Quero dizer aos canalhas,” o presidente Jair Bolsonaro falou a apoiadores no ano passado, “que eu nunca serei preso!”Ele estava gritando. É que Bolsonaro tende a ficar exaltado quando fala sobre a perspectiva de detenção. “Por Deus que está no céu, eu nunca serei preso,” ele declarou a uma plateia de empresários em maio. Como ele passa “mais da metade” do seu tempo lidando com processos, certamente se sente bem preparado para essa possibilidade. Mas há desespero em sua fala. O destino da ex-presidente boliviana Jeanine Añez, que foi recentemente condenada à prisão sob a alegação de orquestrar um golpe, paira pesadamente no ar.Para Bolsonaro, o caso serve de alerta. A poucos meses das eleições presidenciais em outubro, que ele se encaminha para perder, Bolsonaro está claramente preocupado em também ser preso por exercer “atos antidemocráticos,” como ele mesmo diz, usando um eufemismo pouco característico. Esse temor explica suas tentativas enérgicas de desacreditar a eleição antes mesmo que ela ocorra — por exemplo, quando ele decide reunir dezenas de diplomatas estrangeiros para enxovalhar o sistema eletrônico de votação do nosso país.E ainda assim, por mais que esse comportamento seja absurdo — e forçar os embaixadores a presenciar uma diatribe de 47 minutos certamente está na ponta bizarra do espectro — a justificativa por trás disso faz perfeito sentido. Pois a verdade é que Bolsonaro tem motivos suficientes para temer a prisão. De fato, está cada vez mais difícil acompanhar todas as acusações contra o presidente e seu governo.Para começar, temos a mísera questão de que vários aliados de Bolsonaro estão sendo investigados no Supremo Tribunal Federal por participar de uma espécie de “milícia digital” que inunda as redes sociais com desinformação e coordena campanhas de difamação contra seus oponentes políticos. Em um inquérito relacionado, o próprio Bolsonaro está sendo investigado por sua “atuação direta e relevante” em promover a desinformação, nas palavras de um relatório da Polícia Federal.Os delitos de Bolsonaro, porém, não se limitam à esfera digital. Escândalos de corrupção definiram sua administração, sendo que o estrago começa em casa. Dois de seus filhos, que também detêm cargos públicos, foram acusados por procuradores estaduais de Justiça pelo roubo sistemático de verbas públicas ao embolsar parte dos salários de aliados e de funcionários-fantasmas que constavam de suas folhas de pagamento. Acusações similares foram feitas ao próprio presidente, em relação a seu período como deputado federal. Em março, ele foi indiciado por improbidade administrativa por manter uma funcionária-fantasma como sua secretária parlamentar por 15 anos. (A suposta assessora era, na verdade, uma vendedora de açaí.)Acusações de corrupção também rodeiam membros de alto escalão do governo. Em junho, o ex-ministro da educação Milton Ribeiro foi preso sob a suspeita de tráfico de influência. Bolsonaro, que é citado nominalmente por Ribeiro em áudios comprometedores, foi firme em sua defesa do ex-ministro. “Eu boto minha cara no fogo pelo Milton,” disse o presidente antes da prisão, explicando mais tarde que apenas colocaria a mão no fogo. Ele sustenta, contra todas as evidências disponíveis, que não há “corrupção endêmica” em seu governo.E também há o incriminador relatório final da Comissão Parlamentar de Inquérito sobre a resposta do governo à Covid-19, que descreve como o presidente ajudou ativamente a disseminar o vírus e pode ser responsabilizado por muitas das 679 mil mortes pela doença no Brasil. O relatório recomenda que Bolsonaro seja indiciado por nove crimes, incluindo emprego irregular de verbas públicas, violação de direitos sociais e crimes contra a humanidade.Como o presidente responde a essa vertiginosa folha de acusações? Com ordens de sigilo. Esses decretos, que ocultam evidências por um século, foram aplicados a todo tipo de informação “sensível”: as despesas detalhadas do cartão corporativo de Bolsonaro, o processo disciplinar do Exército que inocentou um general e ex-ministro da Saúde por ter participado de uma manifestação pró-Bolsonaro, e relatórios fiscais da investigação de corrupção sobre seu filho mais velho. Um tremendo contraste com aquele homem que, no início de sua gestão, gabou-se de que iria promover “transparência acima de tudo!”.Se o sigilo não funciona, temos a obstrução. Bolsonaro tem sido frequentemente acusado de tentar obter informações privilegiadas das investigações, ou mesmo de obstruí-las por completo. No caso mais notório, o presidente foi acusado por seu próprio ex-ministro da Justiça de interferir com a independência da Polícia Federal. É uma acusação bem convincente. Afinal, em uma gravação vazada de um encontro ministerial de dois anos atrás, Bolsonaro foi pego dizendo que não iria esperar prejudicarem “a minha família toda,” ou amigos, quando ele podia muito bem substituir os agentes de segurança.Para exercitar esse poder, contudo, ele precisa se manter no cargo. Com isso em mente, Bolsonaro tem distribuído cargos de comando no governo e usado um conjunto de verbas, apelidado de “orçamento secreto” por sua falta de transparência, a fim de garantir o apoio de congressistas de centro. Considerando a força dos pedidos de impeachment contra ele — em dezembro de 2021, mais de 130 pedidos haviam sido protocolados — um banco de apoio é crucial. A estratégia não é um segredo: Bolsonaro confessou que fazia ambas as coisas para “acalmar o Parlamento.” Ele nega que o orçamento seja secreto, apesar de os relatores dos pedidos das verbas permanecerem anônimos.Mas o maior desafio é ganhar o eleitorado. E aqui, mais uma vez, Bolsonaro recorre a truques e gambiarras. Em julho, o Congresso aprovou uma emenda constitucional — apelidada de “PEC Kamikaze” pelo ministro da Economia — que dá ao governo o direito de gastar mais de 7,6 bilhões de dólares (41 bilhões de reais) extras em auxílios sociais e outros benefícios até 31 de dezembro. Se parece uma tentativa descarada de incitar o apoio da população, é porque é mesmo.Se isso vai ajudar o presidente, ninguém sabe. Mas o sinal enviado é inconfundível: Bolsonaro está desesperado para evitar a derrota. E tem todos os motivos para isso.Vanessa Barbara é a editora do sítio literário A Hortaliça, autora de dois romances e dois livros de não-ficção em português, e escritora de opinião do The New York Times. More

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    Brazil’s Jair Bolsonaro Is Afraid of Going to Jail, and He’s Right to Be

    SÃO PAULO, Brazil — “I’m letting the scoundrels know,” President Jair Bolsonaro told supporters last year, “I’ll never be imprisoned!”He was shouting. But then, Mr. Bolsonaro tends to become animated when talking about the prospect of prison. “By God above,” he declared to an audience of businesspeople in May, “I’ll never be arrested.” As he spends “more than half” of his time dealing with lawsuits, he surely feels well armed against arrest. But there’s desperation in his defiance. The fate of the former Bolivian President Jeanine Áñez, who was recently sentenced to prison for allegedly orchestrating a coup, hangs heavy in the air.For Mr. Bolsonaro, it’s a cautionary tale. Ahead of presidential elections in October, which he’s on course to lose, Mr. Bolsonaro is plainly worried he too may be arrested for, as he put it with uncharacteristic understatement, “antidemocratic actions.” That fear explains his energetic attempts to discredit the election before it happens — such as, for example, gathering dozens of foreign diplomats to fulminate against the country’s electronic voting system.Yet however absurd the behavior — and forcing ambassadors to sit through a crazed 47-minute diatribe is certainly on the wacky end of the spectrum — the underlying motive makes perfect sense. Because the truth is that Mr. Bolsonaro has plenty of reasons to fear prison. In fact, it’s getting hard to keep track of all the charges against the president and his government.To start with, there’s the small matter of a Supreme Court investigation into Mr. Bolsonaro’s allies for participating in a kind of “digital militia” that floods social media with disinformation and coordinates smear campaigns against political opponents. In a related inquiry, Mr. Bolsonaro himself is being investigated for, in the words of a Federal Police report, his “direct and relevant role” in promoting disinformation.Yet Mr. Bolsonaro’s wrongdoing is hardly confined to the digital world. Corruption scandals have defined his tenure, and the rot starts at home. Two of his sons, who also hold public offices, have been accused by state prosecutors of systematically stealing public funds by pocketing part of the salaries of close associates and ghost employees on their payrolls. Similar accusations, concerning his period as a lawmaker, have been directed at the president himself. In March, he was charged with administrative improbity for keeping a ghost employee as his congressional aide for 15 years. (The supposed aide was actually an açaí seller.)Charges of corruption also surround high-ranking members of the government. In June, Brazil’s former education minister, Milton Ribeiro, was arrested on charges of influence peddling. Mr. Bolsonaro, who is mentioned by name by Mr. Ribeiro in compromising audio clips, was steadfast in his defense of the minister. “I would put my face in the fire for Milton,” the president said before the arrest, later explaining that he would only put his hand in the fire. He maintains, against all available evidence, there is no “endemic corruption” in his government.Then there’s the damning report by the special Senate committee on Brazil’s Covid-19 response, which describes how the president actively helped to spread the virus and can be held responsible for many of Brazil’s 679,000 deaths. It recommends that Mr. Bolsonaro be charged with nine crimes, including misuse of public funds, violation of social rights and crimes against humanity.How does the president respond to this swirling charge sheet? With secrecy orders. These injunctions, concealing evidence for a century, have been applied to all manner of “sensitive” information: the detailed expenses of Mr. Bolsonaro’s corporate credit card; the army’s disciplinary process that acquitted a general and former health minister for having participated in a pro-Bolsonaro demonstration; and fiscal reports from the corruption investigation targeting his eldest son. This is a far cry from the man who, early in his tenure, bragged of bringing “transparency above all else!”If secrecy doesn’t work, there’s obstruction. Mr. Bolsonaro has frequently been accused of trying to obtain privileged information from investigations, or to stymie them altogether. In the most notorious instance, the president was accused by his own former minister of justice of interfering with the independence of the Federal Police. It’s a credible charge. After all, in a leaked recording of a ministerial meeting two years ago, Mr. Bolsonaro was caught saying that he wasn’t going to “wait to see my family or my friends get screwed” when he could just as well replace law enforcement officials.To exercise that power, though, he needs to keep his job. With that in mind, Mr. Bolsonaro has been handing out top government jobs and using a pot of funds, called a “secret budget” for its lack of transparency, to guarantee the support of centrist lawmakers. Given the strength of calls for impeachment — as of December 2021, over 130 requests had been filed against him — a bank of support is crucial. The strategy is no secret: Mr. Bolsonaro confessed to doing both in order to “placate Congress.” He denies that the budget is secret, despite the fact that those who request funds from it remain anonymous.But the bigger challenge is winning over the electorate. There, again, Mr. Bolsonaro is resorting to tricks and workarounds. In July, Congress passed a constitutional amendment — nicknamed the “kamikaze bill” by the minister of the economy — that grants the government the right to spend an extra $7.6 billion on welfare payments and other benefits until Dec. 31. If it sounds like a shameless attempt to gin up support across the country, that’s because it is.Whether it will help the president’s cause, who knows. But the signal it sends is unmistakable: Mr. Bolsonaro is desperate to avoid defeat. And he has every reason to be.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram. More

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    Jair Bolsonaro plantea dudas sobre el proceso electoral de Brasil. El ejército lo respalda

    Previo a las elecciones hay un escenario riesgoso: por un lado, el presidente y líderes militares sostienen que el voto se presta al fraude. Por otro, jueces, diplomáticos extranjeros y periodistas advierten que Bolsonaro prepara el terreno para intentar un golpe de Estado.RÍO DE JANEIRO — Durante meses, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha estado constantemente a la zaga en las encuestas previas a la crucial elección presidencial brasileña. Y durante meses ha cuestionado constantemente los sistemas de votación de su país, advirtiendo que si pierde las elecciones de octubre, probablemente se debería al robo de votos.Esas afirmaciones fueron consideradas en gran medida como habladurías. Pero ahora Bolsonaro ha conseguido un nuevo aliado en su lucha contra el proceso electoral: los militares del país.Los líderes de las fuerzas armadas de Brasil han comenzado repentinamente a plantear dudas similares sobre la integridad de las elecciones, a pesar de las escasas pruebas de fraude en el pasado, lo que ha aumentado la tensión, ya elevada, sobre la estabilidad de la mayor democracia de América Latina y ha sacudido a un país que sufrió una dictadura militar de 1964 a 1985.Los líderes militares han identificado para los funcionarios electorales lo que, según ellos, son algunas vulnerabilidades en los sistemas de votación. Se les dio un lugar en un comité de transparencia que los funcionarios electorales crearon para disminuir los temores que Bolsonaro había despertado sobre la votación. Y Bolsonaro, un capitán retirado del ejército que llenó su gabinete de generales, ha sugerido que el día de las elecciones, los militares deberían realizar su propio recuento paralelo de los votos.Bolsonaro, quien ha hablado bien de la dictadura militar, también ha querido dejar claro que los militares responden ante él.Los funcionarios electorales “invitaron a las fuerzas armadas a participar en el proceso electoral”, dijo Bolsonaro hace poco, en alusión al comité de transparencia. “¿Olvidaron que el jefe supremo de las fuerzas armadas se llama Jair Messias Bolsonaro?”.Almir Garnier Santos, el comandante de la Marina de Brasil, dijo a los periodistas el mes pasado que respaldaba la opinión de Bolsonaro. “El presidente de la república es mi jefe, es mi comandante, tiene derecho a decir lo que quiera”, dijo.A poco más de cuatro meses de una de las votaciones más importantes de América Latina en años, se está formando un conflicto muy riesgoso. Por un lado, el presidente, algunos líderes militares y muchos votantes de la derecha sostienen que las elecciones se prestan al fraude. Por otro, políticos, jueces, diplomáticos extranjeros y periodistas hacen sonar la alarma de que Bolsonaro está preparando el terreno para un intento de golpe de Estado.Bolsonaro ha aumentado la tensión, al decir que su preocupación por la integridad de las elecciones puede llevarlo a cuestionar el resultado. “Ha surgido una nueva clase de pillos que quieren robar nuestra libertad”, dijo en un discurso este mes. “Iremos a la guerra si es necesario”.Activistas con una manta que dice en portugués “Dictadura nunca más” en un mitin en Brasilia en marzo durante una protesta motivada por lo que los organizadores dijeron es un aumento de las violaciones a los derechos humanos en la presidencia de Jair Bolsonaro.Eraldo Peres/Associated PressEdson Fachin, un juez del Supremo Tribunal Federal y el principal funcionario electoral del país, dijo en una entrevista que las afirmaciones de que la elección sería insegura son infundadas y peligrosas. “Estos problemas son creados artificialmente por quienes quieren destruir la democracia brasileña”, dijo. “Lo que está en juego en Brasil no es solo una máquina de votación electrónica. Lo que está en juego es conservar la democracia”.Bolsonaro y los militares dicen que solamente intentan salvaguardar las elecciones. “Por el amor de Dios, nadie está realizando actos antidemocráticos”, dijo Bolsonaro recientemente. “Una elección limpia, transparente y segura es una cuestión de seguridad nacional. Nadie quiere tener dudas cuando las elecciones hayan terminado”.El Ministerio de Defensa de Brasil dijo en un comunicado que “las fuerzas armadas brasileñas actúan en estricta obediencia a la ley y la Constitución y se dirigen a defender la patria, garantizar los poderes constitucionales y, a través de cualquiera de ellos, de la ley y el orden”.Las tácticas de Bolsonaro parecen adaptadas del manual del expresidente Donald Trump, y tanto Trump como sus aliados han trabajado para apoyar las interpelaciones de fraude de Bolsonaro. Los dos hombres son reflejo de un retroceso democrático más amplio que se está produciendo en todo el mundo.Los disturbios del año pasado en el Capitolio de Estados Unidos han demostrado que los traspasos pacíficos de poder ya no están garantizados ni siquiera en las democracias maduras. En Brasil, donde las instituciones democráticas son mucho más jóvenes, las incursiones de los militares en las elecciones están agudizando los temores.Garnier Santos, el comandante de la Marina, declaró al periódico brasileño O Povo que “como comandante de la Marina, quiero que los brasileños estén seguros de que su voto contará”, y añadió: “Cuanta más transparencia, cuanta más auditoría, mejor para Brasil”.Un informe de la policía federal brasileña detalló cómo dos generales del gabinete de Bolsonaro, incluido su asesor de seguridad nacional, habían intentado durante años ayudar a Bolsonaro a descubrir pruebas de fraude electoral.Y el viernes, el ministro de Defensa de Brasil, Paulo Sérgio Nogueira, envió una misiva de 21 puntos a los funcionarios electorales, criticándolos por no tomar en serio las inquietudes de los militares sobre la seguridad electoral. “Las fuerzas armadas no se sienten debidamente reconocidas”, dijo.Hasta ahora, los comentarios de Bolsonaro han ido más allá que los de los militares. En abril, repitió la falsedad de que los funcionarios cuentan los votos en una “sala secreta”. Luego sugirió que los datos de las votaciones deberían suministrarse a una sala “donde las fuerzas armadas también tengan una computadora para contar los votos”. Los militares no han comentado públicamente esta idea.Dado que el apoyo de los militares podría ser crítico para un golpe de Estado, una pregunta popular en los círculos políticos es: si Bolsonaro cuestiona el resultado de las elecciones, ¿cómo reaccionarían los 340.000 miembros de las fuerzas armadas?Bolsonaro y Trump son aliados cercanos; ambos han cuestionado las elecciones de sus respectivos países. Cenaron en marzo de 2020 en Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida.T.J. Kirkpatrick para The New York Times“En Estados Unidos, los militares y la policía respetaron la ley, defendieron la Constitución”, dijo Mauricio Santoro, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, refiriéndose a las afirmaciones de Trump de que le habían robado la elección. “No estoy seguro de que vaya a ocurrir lo mismo aquí”.Funcionarios militares y políticos refutan cualquier noción de que los militares respaldarían un golpe de Estado. “Caería. No tendría ningún apoyo”, dijo el general Maynard Santa Rosa, quien perteneció al ejército brasileño durante 49 años y sirvió en el gabinete de Bolsonaro. “Y creo que él lo sabe”.Sérgio Etchegoyen, un general retirado del ejército cercano a los actuales líderes militares, también calificó de alarmistas las preocupaciones sobre un golpe de Estado. “Podemos pensar que es malo que el presidente cuestione las boletas”, dijo. “Pero es mucho peor si cada cinco minutos pensamos que la democracia está en riesgo”.Algunos funcionarios estadounidenses están más preocupados por la reacción del aproximadamente medio millón de policías en todo Brasil porque generalmente son menos profesionales y apoyan más a Bolsonaro que los militares, según un funcionario estadounidense que habló con la condición de permanecer en el anonimato para discutir conversaciones privadas.Cualquier afirmación sobre una elección robada podría enfrentarse a un público escéptico, a menos de que la contienda se haga más competida. Una encuesta realizada a finales de mayo entre 2556 brasileños indicó que el 48 por ciento apoyaba al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, frente al 27 por ciento de Bolsonaro. (Si ningún candidato obtiene la mitad de los votos, los dos primeros clasificados irán a una segunda vuelta el 30 de octubre).Esa misma encuesta mostró que el 24 por ciento de los encuestados no confía en las máquinas de votación de Brasil, frente al 17 por ciento en marzo. El 55 por ciento de los encuestados dijo que creía que la elección era vulnerable al fraude, incluyendo el 81 por ciento de los partidarios de Bolsonaro.En los 37 años de democracia moderna en Brasil, ningún presidente ha estado tan cerca de los militares como Bolsonaro, quien fue paracaidista del ejército.Como diputado, colgó en su despacho retratos de los líderes de la dictadura militar brasileña. Como presidente, triplicó el número de militares en puestos civiles en el gobierno federal hasta casi 1100. Su vicepresidente también es un general retirado.El año pasado, mientras intensificaba sus críticas al sistema electoral del país, destituyó al ministro de Defensa y a los tres principales comandantes militares, colocando a partidarios en su lugar.El nuevo ministro de Defensa no tardó en opinar sobre el proceso electoral, apoyando la propuesta de Bolsonaro de utilizar boletas impresas, además de máquinas de votación, lo que facilitaría los recuentos. Brasil es uno de los pocos países que depende totalmente en las máquinas de votación electrónicas: 577.125.Aunque Bolsonaro y sus aliados admiten que carecen de pruebas de fraude en el pasado, señalan una serie de problemas: algunas irregularidades percibidas en los resultados de la votación, un hackeo en 2018 de las computadoras del tribunal electoral, que no tiene conexión con las máquinas de votación, y la desestimación general de las preocupaciones por parte de los funcionarios electorales.Una urna electrónica en la sede del tribunal electoral de Brasil el mes pasado, mientras los analistas probaban el sistema. Eraldo Peres/Associated PressDiego Aranha, un experto en computación brasileño que ha intentado hackear las máquinas con fines de investigación, dijo que la falta de copias de seguridad en papel dificulta la verificación de los resultados, pero que el sistema en general era seguro.El Supremo Tribunal Federal de Brasil rechazó finalmente el uso de boletas impresas, alegando problemas de privacidad.El año pasado, cuando los funcionarios electorales crearon la “comisión de transparencia electoral”, invitaron a formar parte de ella a un almirante con un título en computación. En su lugar, el ministro de Defensa de Brasil envió a un general que dirige el comando de defensa cibernética del ejército.El representante del ejército envió entonces cuatro cartas a los funcionarios electorales con preguntas detalladas sobre el proceso de votación, así como algunos cambios recomendados.Preguntó sobre los sellos de seguridad de las máquinas, el código informático que las sustenta y la tecnología biométrica utilizada para verificar a los votantes. Los funcionarios electorales dijeron el sábado que aceptarían algunas de las pequeñas recomendaciones técnicas y estudiarían otras para las próximas elecciones, pero que otras sugerencias no entendían el sistema.En medio de las idas y venidas, el expresidente del Tribunal Superior Electoral, Luís Roberto Barroso, dijo a los periodistas que los líderes militares estaban “siendo guiados para atacar el proceso electoral brasileño”, una afirmación que Nogueira, el ministro de Defensa, calificó de “irresponsable”.El tribunal electoral también invitó a funcionarios europeos a observar la elección, pero rescindió la invitación después de que el gobierno de Bolsonaro se opusiera. En su lugar, el partido político de Bolsonaro está tratando de que una empresa externa audite los sistemas de votación antes de las elecciones.Bolsonaro y Paulo Sérgio Nogueira, el ministro de Defensa, en una ceremonia el pasado agosto en Brasilia.Andressa Anholete/Getty ImagesFachin, quien ahora preside el tribunal electoral, dijo que Bolsonaro era bienvenido a realizar su propia revisión, pero añadió que los funcionarios ya han probado las máquinas. “Esto es más o menos como forzar la cerradura de una puerta abierta”, dijo.El gobierno de Joe Biden ha advertido a Bolsonaro que debe respetar el proceso democrático. El jueves, en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, el presidente Biden se reunió con Bolsonaro por primera vez. Sentado junto a Biden, Bolsonaro dijo que eventualmente dejaría el cargo de “una manera democrática”, añadiendo que las elecciones de octubre deben ser “limpias, confiables y auditables”.Scott Hamilton, el principal diplomático de Estados Unidos en Río de Janeiro hasta el año pasado, escribió en el periódico brasileño O Globo que la “intención de Bolsonaro es clara y peligrosa: socavar la fe del público y preparar el terreno para negarse a aceptar los resultados”.Bolsonaro insiste en que no está tratando de erosionar los cimientos democráticos de su país, sino que simplemente está asegurando una votación precisa.“¿Cómo quiero un golpe si ya soy presidente?”, dijo este mes. “En las repúblicas bananeras, vemos a los líderes conspirando para mantenerse en el poder, cooptando partes del gobierno para defraudar las elecciones. Aquí es exactamente lo contrario”.André Spigariol More