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    Elecciones en Ecuador: Luisa González y Daniel Noboa a segunda vuelta

    La candidata de la izquierda tradicional y un empresario relativamente nuevo en la política fueron los más votados en los comicios del domingo.Una candidata de la izquierda tradicional y un empresario neófito en la política parecen ser los dos candidatos más votados en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Ecuador del domingo. Este ciclo electoral se ha centrado en la frustración de los votantes con la creciente violencia de las bandas y los carteles de la droga en el país.Luisa González, quien fue respaldada por un expresidente socialista, y el candidato outsider Daniel Noboa recibieron el mayor porcentaje de votos con el 84 por ciento de las actas escrutadas. Se enfrentarán en una segunda vuelta electoral el 15 de octubre.Todo parece indicar que la economía y la seguridad serán los temas principales de cara a la segunda vuelta, en un momento en el que bandas callejeras y de prisiones locales, junto con las mafias de la droga extranjeras, han desatado una ola de violencia inédita en la historia reciente del país, lo que ha incrementado las tasas de homicidio a niveles récord,afectando a la industria del turismo, un sector vital.Las preocupaciones por el aumento de la inseguridad se intensificaron a principios de este mes, cuando el candidato presidencial Fernando Villavicencio fue asesinado en plena campaña electoral.González lideró la votación, obteniendo el 33 por ciento de los votos, con el 84 por ciento de las actas escrutadas, seguida de Noboa, el inesperado segundo lugar, quien obtuvo el 24 por ciento. Hace solo unas semanas, Noboa aparecía con porcentajes de una sola cifra de respaldo en los sondeos.Los resultados oficiales completos se esperaban más tarde el domingo por la noche.Ecuador también votó el domingo para detener la extracción de petróleo en uno de los rincones con mayor biodiversidad de la Amazonía, una victoria de una década de esfuerzos de un grupo de activistas ambientales para hacer que una consulta popular fuera presentada a los votantes.La primera vuelta electoral del domingo respondió a la convocatoria a elecciones anticipadas que hizo en mayo el presidente Guillermo Lasso en medio de un proceso de destitución en su contra por acusaciones de malversación de fondos y a la creciente insatisfacción de los votantes por la crisis de seguridad nacional.Ecuador —un país de 18 millones de habitantes— solía ser un remanso de tranquilidad en comparación con la vecina Colombia, que durante décadas fue devastada por la violencia de grupos guerrilleros y paramilitares armados y carteles de la droga. A medida que eso cambió en los últimos años después de que Colombia forjara un acuerdo de paz, la industria del narcotráfico se volvió cada vez más poderosa en Ecuador.González lideró en los comicios con 33 por ciento de los votos en los primeros conteos.Karen Toro/ReutersEntre noticias que regularmente presentan decapitaciones, coches bomba, asesinatos de policías, jóvenes colgados de puentes y niños asesinados a tiros fuera de sus hogares y escuelas, los ecuatorianos esperan un nuevo liderazgo que pueda restaurar la convivencia pacífica que alguna vez dieron por sentado.Estos resultados que favorecieron a González y Noboa demuestran que “todavía existe una base fuerte y leal al correísmo suficiente como para hacer avanzar a González a la segunda vuelta”, dijo Risa Grais-Targow, directora para América Latina de Eurasia Group, un instituto de investigación, refiriéndose al movimiento de izquierda del expresidente Rafael Correa, quien gobernó de 2007 a 2017.Sin embargo, dijo que “existe una gran parte de la población que en realidad quiere algo completamente diferente. Quieren un nuevo rostro”.El segundo lugar, obtenido por Noboa, fue la sorpresa de la noche, ya que hasta hace solo unas semana las encuestas lo ubicaban en el fondo del grupo de ocho candidatos.“La juventud optó por la opción de Daniel Noboa”, dijo Noboa en una conferencia de prensa el domingo por la noche. “No sería la primera vez que una nueva propuesta le dé la vuelta al establishment electoral”, agregó, refiriéndose a sí mismo.El empresario de 35 años proviene de una de las familias más ricas de América Latina, conocida por la mayoría de los ecuatorianos por su imperio bananero. Su padre se postuló sin éxito cinco veces a la presidencia, pero la carrera política del joven Noboa apenas se remonta a 2021, cuando fue elegido para la Asamblea Nacional de Ecuador.“Tiene una votación que está familiarizada con la marca Noboa, con el apellido Noboa y que ahora ha sido muy exitosamente energizado, refrescado además con un rostro nuevo”, dijo Caroline Ávila, analista política ecuatoriana. “Captura la atención de los jóvenes, principal masa de votantes indecisos. Son ellos quienes le están colocando en la segunda vuelta”.Al parecer, la campaña de Noboa logró despegar apenas el domingo pasado, cuando impresionó a muchos ecuatorianos con su participación en el debate.“Descolla en el debate. Habla bien, habla de corrido, sin complicarse mucho, sin pelear”, dijo Ávila, la analista política. “Y ha generado mucho interés en estas semanas posdebate”.Como asambleísta y miembro del movimiento político Acción Democrática Nacional, Noboa respaldó leyes para atraer inversión internacional y reducir impuestos, afirmó Grace Jaramillo, profesora ecuatoriana de politología en la Universidad de Columbia Británica.​​Sus propuestas incluyen compromisos para crear empleos, reducir los impuestos, disminuir las tarifas eléctricas e impulsar más tratados internacionales de libre comercio.Daniel Noboa, un outsider político, obtuvo el inesperado segundo lugar el domingo.Dolores Ochoa/Associated Press“Es una gran sorpresa, sobre todo en el hecho de que el debate sí tuvo efectos”, dijo Arturo Moscoso, un politólogo radicado en Quito. Pero, agregó: “Para muchos ecuatorianos es una incógnita”.Noboa se presentó como el “presidente de empleo”, e incluso incluyó un formulario de solicitud de empleo en su página web, entre otras promesas más generales sobre la seguridad y la economía. Debido a que es empresario y un ciudadano estadounidense que creció en Estados Unidos, es muy probable que sea receptivo con los intereses favorables al mercado estadounidense, afirmó Grais-Targow.Aunque los analistas predecían que la seguridad sería el tema más importante en la elección tras el asesinato, el éxito de Noboa muestra que en un país donde solo el 34 por ciento de los ecuatorianos tiene un empleo adecuado, según información del gobierno, la economía sigue siendo un tema crucial.Carlos Andrés Eras, de 31 años, dijo que había votado por Noboa porque lo veía como un político bien preparado con propuestas claras.“No es un improvisado, el proyecto como político lo ha ido armando poco a poco”, dijo Eras, quien es dueño de una joyería en Guayaquil. “Se concentró en dar sus puntos y respondía lo que se planteaba en la pregunta sin atacar a nadie”.Noboa quedó en segundo lugar, muy cerca de la candidata de la izquierda tradicional, González.Respaldada por el poderoso partido de Correa, el expresidente, González, de 45 años, ha apelado a la nostalgia de los votantes por la situación económica y de seguridad bajo el gobierno de Correa, cuando las tasas de homicidios eran bajas y el auge de las materias primas ayudó a sacar a millones de personas de la pobreza.“Es la primera vez en la historia del Ecuador que una mujer saca tan alto porcentaje en primera vuelta”, dijo González en su discurso poselectoral. “Vamos a volver a tener esa patria con esperanza, con dignidad, con seguridad”.Un soldado custodiando un lugar de votación en Quito, Ecuador, el domingo.Carlos Noriega/Associated PressGermán Montoya, votante y propietario de una empresa de plásticos en Guayaquil, la ciudad más grande de Ecuador, dijo que los pagos de extorsión que exigen las bandas estaban perjudicando su negocio y lo habían empujado a votar por González.“‘Señor Montoya, no puedo ir para acá, para allá, porque me cobran un peaje’”, contó que le dicen sus empleados. A los camiones les cobran 50 dólares para hacer entregas en distintos lugares de Guayaquil, dijo Montoya, de 37 años.Jordy Gonzales, un albañil de 23 años, sentía algo similar. El partido de Correa, dijo, “hizo las cosas bien, y vamos a ver si esta vez, si Dios lo permite, vuelva a ser como antes”.Si González gana las elecciones en octubre, demostrará el poder de permanencia de Correa como una fuerza política dominante en Ecuador a pesar de haber estado fuera durante seis años.Correa ha vivido en Bélgica desde que dejó el cargo, huyendo de una sentencia de prisión de ocho años por violaciones al financiamiento de campañas. Sin embargo, los expertos predicen que, en caso de una victoria de González, probablemente regresaría al país y trataría de buscar la presidencia nuevamente cuando expire el próximo mandato presidencial en mayo de 2025.Ecuador también votó a favor de detener la extracción petrolera en uno de los rincones más biodiversos de la Amazonía, lo que significa un golpe para el gobierno, que había estado impulsando las operaciones petroleras. La zona de la selva incluida en la votación, la cual forma parte del Parque Nacional Yasuní, es uno de los lugares con más riqueza ecológica en el planeta y alberga comunidades indígenas que no desean contacto con extraños.La compañía estatal petrolera, Petroecuador, tendrá aproximadamente un año y medio para clausurar sus operaciones en la zona, aunque los expertos consideran que cerrar el campo petrolífero podría demorar de seis a 10 años. Según Andrés Martínez Moscoso, profesor de derecho en la Universidad San Francisco de Quito, ni el presidente, ni la Asamblea Nacional ni una nueva consulta popular pueden revertir los resultados del domingo.Según Caroline Ávila, analista política ecuatoriana, la decisión significaría “una señal muy clara, sobre todo a la comunidad internacional del deseo de la población de darle un giro a esta economía extractivista”. También obligará a futuros gobiernos “a pensar otros espacios, otras formas de generar ingresos que no sean exclusivamente del petróleo”.Genevieve Glatsky More

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    Ecuador está en crisis, pero hay maneras de salir

    Pedro Briones, candidato al Congreso y líder político en Ecuador, fue asesinado el lunes. El ataque se produjo a unos días de que Fernando Villavicencio, candidato presidencial y firme crítico de la corrupción, fuera asesinado al salir de un mitin de campaña en Quito, la capital del país. Las muertes, tan cercanas a las elecciones generales de Ecuador previstas para el domingo, han conmocionado a los ecuatorianos y han suscitado la condena mundial. La ola de violencia demuestra que nadie, ni siquiera un candidato presidencial, está a salvo en Ecuador.Christian Zurita, periodista de investigación, excolega y amigo cercano de Villavicencio, será su reemplazo en la contienda. Y aunque lo que sucederá el domingo es incierto, algo está claro: la intensa polarización política de Ecuador no ayudará a resolver esta crisis.El homicidio de Briones está siendo investigado y seis ciudadanos colombianos fueron detenidos en conexión con el homicidio de Villavicencio. La manera en que el sistema de justicia penal ecuatoriano gestione las investigaciones en curso será una prueba de fuego para el país.Los políticos ecuatorianos y sus aliados internacionales deberán reunir la voluntad política y los recursos necesarios para llevar a cabo una investigación seria e independiente de los asesinatos. Si las autoridades se limitan a procesar a unos cuantos sicarios y dejan las cosas como están, las organizaciones criminales se atreverán a más. Pero si toman el camino más largo y difícil —descubrir y llevar ante la justicia a los autores intelectuales de los homicidios y sacar a la luz los vínculos del crimen organizado con partes del Estado—, puede que el país tenga una vía para no caer en el abismo.Como politólogo especializado en América Latina, he vivido y trabajado en países como Colombia y Guatemala, donde hace décadas las pandillas y los grupos de delincuencia organizada empezaron a sembrar el caos a medida que se hacían más poderosos. Aunque Ecuador había logrado eludir la violencia impulsada por el narcotráfico y los conflictos armados internos que asolaron a sus vecinos sudamericanos durante la segunda mitad del siglo XX, tiene todas las características para convertirse en un paraíso para los narcotraficantes. El país se encuentra ubicado entre Perú y Colombia, los dos mayores productores de hoja de coca en el mundo. Además, desde el año 2000, la economía ecuatoriana usa dólares como moneda legal, lo que la hace atractiva para el lavado de dinero.La desmovilización en 2017 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), que durante mucho tiempo controlaron las rutas de narcotráfico ecuatorianas, creó un vacío que los nuevos cárteles y pandillas intentan llenar. A principios de este año, fui testigo de cómo la violencia está reescribiendo las reglas de la vida cotidiana ecuatoriana. La tasa de homicidios de Ecuador es ahora la cuarta más alta de América Latina y la extorsión ha aumentado a un ritmo alarmante. Como consecuencia, las calles, antes llenas de vida, lucen inquietantemente vacías y los comercios han empezado a cerrar más temprano. Un día, vi cómo un comerciante y sus clientes se agolpaban alrededor de un teléfono para ver y aplaudir videos de justicia por mano propia contra presuntos pandilleros. Muchas personas con las que hablé me contaron que planeaban migrar. Desde octubre, más de 77.000 ecuatorianos han llegado a la frontera entre México y Estados Unidos, un aumento de casi ocho veces desde 2020.Los desatinos políticos han dejado a Ecuador mal equipado para hacer frente a la espiral de violencia. Rafael Correa, presidente entre 2007 y 2017, cometió los primeros errores importantes. Es cierto que algunas medidas implementadas por su gobierno ayudaron a reducir los homicidios a niveles bajos. Pero Correa también eliminó la unidad policial de investigaciones especiales, cerró una base militar estadounidense que suministraba equipo para vigilar su espacio aéreo y sus vastas aguas territoriales y duplicó la población carcelaria, lo que creó un caldo de cultivo para las pandillas. Sus sucesores también cometieron errores garrafales.Durante el gobierno del expresidente Lenín Moreno funcionarios en los poderes ejecutivo y judicial que habían sido nombrados por Correa fueron destituidos, y un referendo reinstauró los límites a los mandatos presidenciales eliminados por su predecesor. El poder judicial abrió investigaciones por corrupción durante los años de Correa y la polarización estalló entre los correístas, que afirmaban ser víctimas de una justicia politizada, y sus opositores, como Moreno, que sostenían que estaban reconstruyendo los pesos y contrapesos democráticos erosionados durante la presidencia de su antecesor. Mientras se gestaba esta lucha política, las pandillas convirtieron las cárceles sobrepobladas en sus centros de mando y empezaron a infiltrarse en las instituciones gubernamentales y las fuerzas armadas.Guillermo Lasso, el actual presidente, libra una batalla con los seguidores de Correa en la Asamblea Nacional, que Lasso disolvió por decreto en mayo. También ha decretado diversos estados de emergencia e incluso desplegó soldados en las calles para combatir a las pandillas y los carteles. Sin embargo, el control de los grupos criminales sobre el país solo ha aumentado. Resulta inquietante que el cuñado de Lasso, quien fue uno de sus asesores cercanos, esté siendo investigado por presuntos vínculos con la mafia albanesa. En marzo, un empresario implicado en el caso fue encontrado muerto.Un simpatizante mostrando un volante de Villavicencio durante una protesta un día después del asesinato del candidato.Carlos Noriega/Associated PressEl auge de la delincuencia en Ecuador es transnacional, pues los cárteles mexicanos, grupos colombianos y venezolanos, así como la mafia albanesa compiten por controlar el narcotráfico en el país y debilitar al Estado. Para frenar el poder de la delincuencia organizada y la violencia, las autoridades deben erradicar la corrupción, investigar los vínculos con los políticos locales y nacionales y perseguir a sus lavadores de dinero y contactos en el Estado.Esto es mucho pedir para un país cuyas instituciones están cada vez más cooptadas por la delincuencia. Requerirá la cooperación permanente y el valor de la policía, los fiscales, los jueces y los políticos del país. Pero ya se ha hecho antes. Colombia podría ser un ejemplo a seguir. A partir de 2006, el gobierno de ese país empezó a tomar medidas para investigar, procesar y condenar a más de 60 miembros del Congreso que ayudaron e instigaron a los paramilitares narcotraficantes.El presidente Lasso invitó al FBI y a la policía colombiana a colaborar en la investigación del asesinato de Villavicencio. Es un buen primer paso, pero para que la iniciativa de verdad sea eficaz, la cooperación en este caso y en otros debe continuar durante el próximo gobierno y más allá, independientemente de quién gane este domingo.Los líderes ecuatorianos deben resistir la tentación de dejar la lucha contra la delincuencia solo en manos del ejército o de solo usar las armas para derrotar a los cárteles y las pandillas. Este enfoque ha demostrado ser ineficaz en países como México y muchas veces ha empeorado la violencia. En cambio, los dirigentes ecuatorianos deben apoyar a fiscales, jueces y policías independientes.Las fuerzas armadas de Ecuador, una de las instituciones de mayor confianza en el país, no están diseñadas para dirigir investigaciones penales, seguir el rastro del lavado de dinero ni denunciar a los funcionarios corruptos. Esas tareas corresponden a las instituciones civiles, como la policía y el poder judicial. Aunque estas instituciones no son inmunes a la corrupción y la politización entre sus filas, todavía pueden reencauzarse.La polarización ha abierto profundas brechas entre los partidarios de Correa y sus opositores, incluido Villavicencio. En la última semana, los políticos de ambos bandos se han culpado unos a otros del deterioro de la seguridad. Para avanzar, deben unirse en torno a un objetivo común: investigar los vínculos de los grupos criminales con los servidores públicos sin tratar de proteger a los miembros de su propio bando. Quienquiera que gane las elecciones presidenciales debe mirar más allá de las divisiones políticas y poner al país por encima del partido.El asesinato de Villavicencio marca un punto de inflexión. Pero aún hay tiempo para actuar antes de que el país siga avanzando por el camino que han recorrido Colombia y México. Es lo que Villavicencio habría querido.Freeman es investigador de Estudios Latinoamericanos en el Consejo de Relaciones Exteriores. More

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    Ecuador’s Crime Surge Is Devastating, but There Is a Way Forward

    On Aug. 14, Pedro Briones, a congressional candidate and local political leader in Ecuador, was shot down. The assassination came less than a week after Fernando Villavicencio, a presidential candidate and vocal critic of corruption, was shot dead as he left a campaign rally in the country’s capital, Quito. The killings so close to Ecuador’s general election, scheduled for Sunday, have shocked Ecuadoreans and drawn global condemnation. The slayings show that no one — not even a presidential candidate — is safe in Ecuador.Christian Zurita, an investigative journalist and a former colleague and close friend of Mr. Villavicencio, was chosen by their political party to run in his place.What will happen next is uncertain, but it is clear that the nation’s intense political polarization will not help solve its crisis of violence.The shooting of Mr. Briones is under investigation, and six Colombian nationals are being held in connection with Mr. Villavicencio’s killing. How the country’s criminal justice system handles the ongoing inquiries will be a litmus test for the nation. Ecuadorean politicians and their international partners will need to summon the political will and resources to complete an independent and thorough investigation into the killings. If the authorities prosecute just a few hit men and leave it at that, criminal groups will only grow more brazen. But if they take the longer, tougher road — rooting out and bringing to justice the masterminds behind the killings and exposing organized crime’s ties to parts of the state — the country may have a path back from the brink.As a political scientist focused on Latin America, I have lived and worked in countries like Colombia and Guatemala, where decades ago gangs and organized criminal groups began sowing chaos as they grew more powerful. Although Ecuador historically dodged the narco-trafficking-fueled violence and internal armed conflicts that bedeviled its South American neighbors during the latter half of the 20th century, it has all the trappings of a drug traffickers’ paradise. It is sandwiched between Peru and Colombia, the world’s two largest producers of coca. And Ecuador’s economy has used dollars as the legal tender since 2000, making it attractive for money launderers.The demobilization in 2017 of Colombia’s Revolutionary Armed Forces, which had long controlled Ecuadorean trafficking routes, created a vacuum that new cartels and gangs are now battling to fill. Earlier this year, I witnessed how the violence is rewriting the rules of daily life. Ecuador’s homicide rate is now the fourth highest in Latin America and extortion has risen to a startling rate. As a result, once-lively streets are now eerily empty and businesses have begun to close at nightfall. One day, I watched as a storekeeper and his patrons crowded around a smartphone to view — and applaud — clips of vigilante justice against suspected gang members. Many people I spoke to told me they planned to migrate. Since October, more than 77,000 have reached the U.S.-Mexico border: a nearly eightfold increase from 2020.Policy blunders have left Ecuador ill-equipped to face the spiral of violence. Rafael Correa, a populist who served as the country’s president from 2007 to 2017, made the first serious missteps. It’s true that some measures put in place by his administration helped cut homicides to new lows. But Mr. Correa also eliminated the police unit for special investigations, closed a U.S. military base that supplied equipment to monitor its airspace and vast territorial waters and doubled the prison population, creating a breeding ground for gangs. His successors also made blunders.President Lenín Moreno purged many of Mr. Correa’s appointees to the executive and judiciary, and won a referendum that reinstated presidential term limits scrapped by his predecessor. The judiciary opened investigations into corruption during the Correa years. Polarization flared between Mr. Correa’s supporters, who claimed they were victims of politicized justice, while critics like Mr. Moreno argued that they were rebuilding democratic checks and balances eroded under Mr. Correa. As that political melee played out, gangs turned Ecuador’s crowded prisons into their own command centers and began to infiltrate government institutions and armed forces.Guillermo Lasso, Ecuador’s current president, has been locked in battle with Mr. Correa’s followers in the National Assembly, which Mr. Lasso dissolved by decree in May. Mr. Lasso has rolled out state emergencies and even put troops on the streets to fight the gangs and cartels. But criminal groups’ hold over the country has only grown. Alarmingly, Mr. Lasso’s brother-in-law — formerly one of his closest advisers — is under investigation for alleged ties to the Albanian mafia. In March, a businessman implicated in the case was found dead.A supporter showing a flyer of Mr. Villavicencio during a protest a day after the candidate was assassinated.Carlos Noriega/Associated PressEcuador’s crime surge is transnational, with Mexican cartels, Colombian and Venezuelan groups and the Albanian mafia all vying to control the nation’s drug trade and weaken the state. While charting a path forward may seem daunting, it’s not impossible. To curb the power of organized crime and violence, the authorities need to root out corruption, investigate ties to local and national politicians and pursue their money launderers and contacts in the state.This is a tall order for a country whose institutions are increasingly co-opted by crime. It will require ongoing cooperation and courage on the part of the country’s police, prosecutors, judges and politicians. But it has been done before. Colombia could be a model. Beginning in 2006, that nation’s government began taking steps to investigate, prosecute and sentence over 60 members of Congress who aided and abetted drug-trafficking paramilitaries.President Lasso has invited the United States Federal Bureau of Investigation and the Colombian police to assist in the investigation of Mr. Villavicencio’s killing. But for the effort to be truly effective, the cooperation on this case and others must continue into the next administration and beyond, regardless of who wins this Sunday.Ecuador’s leaders must resist the temptation to delegate the anti-crime fight entirely to the military, or to use firepower alone to beat back the cartels and gangs. That approach has proved ineffective in countries like Mexico, and has often made the violence worse. Instead, Ecuador’s leaders must support independent prosecutors, judges and the police.Ecuador’s armed forces, one of the nation’s most trusted institutions, is not designed to lead criminal investigations, track down money launderers or expose corrupt public servants. Those are jobs for civil institutions, like the police and judiciary. While these institutions are not immune to corruption and politicization among its ranks, they are not beyond saving.Polarization has carved deep rifts between Mr. Correa’s supporters and his opponents, including Mr. Villavicencio. In the last week, politicians on both sides have resorted to blaming one another for the deteriorating security situation. To move forward, they must unite behind a shared purpose — to investigate criminal groups’ ties to public officeholders without seeking to shield members of their own camp. Whoever wins the upcoming presidential election must look beyond political divisions and put country over party.Mr. Villavicencio’s killing marks an inflection point. But there is still time to act before the country progresses farther down the path Colombia and Mexico have traveled. It is what Mr. Villavicencio would have wanted.Will Freeman is a fellow for Latin America studies at the Council on Foreign Relations. He focuses on understanding why developing democracies succeed or fail to end impunity for grand corruption.The Times is committed to publishing a diversity of letters to the editor. We’d like to hear what you think about this or any of our articles. Here are some tips. And here’s our email: letters@nytimes.com.Follow The New York Times Opinion section on Facebook, Twitter (@NYTopinion) and Instagram. More

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    Ecuador conmocionado por el asesinato de Fernando Villavicencio

    Los 12 disparos efectuados el miércoles por la tarde, que acabaron con la vida de un candidato presidencial ecuatoriano cuando salía de un acto de campaña, han marcado un punto de inflexión dramático para una nación que hasta hace apenas unos años parecía una isla de seguridad en una región violenta.Un video del instante previo al asesinato del candidato, Fernando Villavicencio, comenzó a circular en línea incluso antes de que se confirmara su muerte. Para muchos ecuatorianos, esos disparos resonaron con un mensaje sombrío: su país había cambiado para siempre.“Siento que representa una pérdida total de control para el gobierno”, dijo Ingrid Ríos, politóloga de la ciudad de Guayaquil, “y para los ciudadanos también”.Ecuador, un país con 18 millones de habitantes en la costa occidental de Sudamérica, ha sobrevivido a gobiernos autoritarios, crisis financieras, protestas masivas y al menos un secuestro presidencial. Sin embargo, nunca había sido sacudido por el tipo de conflicto relacionado con las drogas que ha plagado a la vecina Colombia, el cual ha desatado una violencia que ha matado a miles, erosionando la democracia y enfrentando a los ciudadanos entre sí.Hasta ahora.La sede del partido político de Villavicencio. El candidato fue asesinado frente a una escuela donde estaba realizando un evento de campaña.Johanna Alarcón para The New York TimesHoras después del asesinato del candidato, el presidente Guillermo Lasso declaró el estado de emergencia y suspendió algunas libertades civiles para ayudarlo a lidiar con la creciente delincuencia, según dijo.El jueves por la tarde, el ministro del Interior de Ecuador, Juan Zapata, afirmó que los seis sospechosos detenidos en relación con el asesinato de Villavicencio eran de nacionalidad colombiana, lo que le añade una nueva dimensión a una historia que ya parecía haber sido importada de otro lugar.En los últimos cinco años, el narcotráfico ha ganado un poder extraordinario en Ecuador, a medida que las mafias extranjeras de la droga se han aliado con las pandillas locales de las calles y las prisiones. En solo unos años han transformado regiones enteras del país, extorsionando negocios, reclutando jóvenes, infiltrándose en el gobierno y matando a quienes los investigan.Las similitudes con los problemas que afectaron a Colombia en las décadas de 1980 y 1990, cuando los grupos narcotraficantes asumieron el control de grandes zonas del país y se infiltraron en el gobierno, se han vuelto casi imposibles de ignorar para los ecuatorianos.El jueves, algunos comenzaron a comparar el asesinato de Villavicencio con el de Luis Carlos Galán, un candidato presidencial colombiano que fue asesinado a tiros durante la campaña en 1989. Al igual que Villavicencio, Galán fue un duro crítico de la actividad ilegal de las drogas.La muerte de Galán aún resuena en Colombia como símbolo de los peligros de denunciar al poder criminal y de la incapacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos.En términos más generales, Colombia sigue lidiando con los efectos del narcotráfico, que sigue influyendo en los procesos electorales y es responsable de la muerte y el desplazamiento de miles de personas cada año.El jueves, un grupo de personas se reunió frente a una morgue en la capital ecuatoriana, Quito, donde se encontraba el cuerpo de Villavicencio. El aire se llenó de llantos desesperados. Irina Tejada, una maestra de 48 años, habló entre lágrimas.“Nos arrebataron a nuestro héroe”, dijo. Luego, refiriéndose a los políticos corruptos, afirmó: “¿Por qué no se ponen de parte de nuestro pueblo, no de esos narcos criminales? ¡Qué dolor, indignación!”.Irina Tejada, maestra, de luto frente a la morgue donde se encontraba el cuerpo de Villavicencio.Johanna Alarcón para The New York TimesPoco después, el coche fúnebre plateado que transportaba el cuerpo de Villavicencio salió de la morgue y la multitud comenzó a aplaudir, primero con tristeza y luego con rabia frenética.La gente le gritó a la escolta policial que rodeaba el cuerpo.“¡Ahora lo protegen! ¡Cuando ya es demasiado tarde!”, gritó una mujer.Villavicencio, quien había trabajado como periodista, activista y asambleísta, figuraba en las encuestas en una posición intermedia en el grupo de ocho candidatos para las elecciones presidenciales que se celebrarán el 20 de agosto. Fue uno de los que más denunció abiertamente el vínculo entre el crimen organizado y los funcionarios gubernamentales.El miércoles por la tarde, Villavicencio llegó a una escuela en Quito, la capital, donde estuvo en un escenario frente a una multitud y se pronunció “en contra de las mafias que han sometido a esta patria”. Luego, cuando salía de la escuela bajo una enorme pancarta que mostraba su rostro junto a la palabra “presidente”, se realizaron los disparos.El presidente Lasso inmediatamente culpó de la muerte al “crimen organizado”. La Fiscalía General del Estado rápidamente dijo que un sospechoso había muerto y otros seis habían sido arrestados.Al día siguiente, Lasso informó que había solicitado la ayuda del FBI, órgano que accedió a ayudar en la investigación del caso.Con un chaleco antibalas, Andrea González, compañera de fórmula de Villavicencio, ofreció una conferencia de prensa el jueves.Johanna Alarcón para The New York TimesJusto después de la muerte de Villavicencio, Carlos Figueroa, un miembro de su campaña que presenció el tiroteo, habló con el Times, con voz temblorosa.“Las mafias son demasiado poderosas”, afirmó. “Se han tomado nuestro país, se han tomado el sistema económico, la policía, el sistema judicial”.“Estamos desesperados”, continuó. “No sabemos el futuro de nuestro país. En manos de quién, por quién va a ser asumido”.Villavicencio, de 59 años, ganó prominencia como opositor del correísmo, el movimiento de izquierda del expresidente Rafael Correa, quien gobernó desde 2007 hasta 2017 y aún tiene poder político en Ecuador.En los días previos al asesinato, Villavicencio había aparecido en televisión afirmando que había recibido tres amenazas específicas de miembros de un grupo criminal llamado Los Choneros.En una primera amenaza, dijo, representantes de un líder de Los Choneros llamado Fito visitaron a un miembro del equipo de Villavicencio “para decirle que si yo sigo mencionando el nombre de Fito, mencionando los Choneros, me van a quebrar. Efectivamente, eso fue. Y mi decisión fue continuar con la campaña”.Oficiales de policía custodiando la caravana que transportaba el cuerpo de Villavicencio, el jueves.Johanna Alarcón para The New York TimesEl asesinato de Villavicencio afecta una elección presidencial ya de por sí polémica, y que continuará según lo planeado. La candidata que cuenta con el respaldo de Correa, Luisa González, lidera las encuestas.Sin embargo, como Villavicencio fue un crítico tan duro de Correa, algunos ecuatorianos han comenzado a culpar a los candidatos correístas por la muerte de Villavicencio. No hay evidencia de su participación.“Ni un solo voto para el correísmo”, coreó una mujer afuera de la morgue.Otros votantes dijeron que iban a comenzar a apoyar a Jan Topic, un candidato y exsoldado de la Legión Extranjera Francesa cuyo enfoque ha sido adoptar una línea dura en materia de seguridad y quien se ha hecho eco de las promesas del presidente de El Salvador, Nayib Bukele. La línea dura de Bukele contra las pandillas, incluidos los encarcelamientos masivos, ha ayudado a reducir la violencia, pero también ha generado que lo acusen de violar las libertades civiles.Germán Martínez, un médico forense que estaba en la morgue donde estuvo el cuerpo de Villavicencio el jueves, dijo que después del asesinato había decidido cambiar su voto a Topic.“¿Dónde estamos como ecuatorianos?”, preguntó. “Ya tenemos que dejar de andar con la frente al sueño. Tenemos que enfrentar a los criminales. Necesitamos una mano firme”.Genevieve Glatsky More

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    Quién era Fernando Villavicencio, asesinado en Ecuador

    El candidato presidencial asesinado el miércoles tenía un largo historial en la vida pública de Ecuador, en gran parte como antagonista al poder.Líder sindical. Periodista de investigación. Legislador. Candidato presidencial. Y ahora, víctima de asesinato.Fernando Villavicencio, quien fue derribado a tiros el miércoles en un mitin, tenía un largo historial en la vida pública ecuatoriana, en gran parte como antagonista de quienes ocupaban el poder. Destacó como líder sindical en la empresa petrolera estatal, Petroecuador, y luego tuvo un papel clave para dar a conocer un escándalo de corrupción que finalmente condujo a la condena del expresidente Rafael Correa.Correa, un socialista, lideró al país durante una década hasta 2017, el mandato ininterrumpido más largo de un presidente elegido de manera democrática en Ecuador. Un auge de las materias primas le ayudó a sacar a millones de personas de la pobreza, pero su estilo autoritario y las denuncias de corrupción en su contra dividieron profundamente al país.Y Villavicencio estuvo “permanentemente en contestación al poder” de Correa, según Caroline Ávila, analista política ecuatoriana.“Eso le puso en un lugar destacado entre los activistas de los movimientos sociales de Ecuador”, afirmó Mauricio Alarcón Salvador, director del capítulo de Transparencia Internacional en Ecuador.Durante dos décadas, Villavicencio se dedicó al periodismo de investigación, centrándose en la corrupción en el sector petrolero. “Y eso, entre muchas otras cosas, provocó la rabia, la ira de quienes estaban en el poder”, dijo Alarcón.Nacido en el seno de una familia pobre que vivía en un pequeño pueblo de la provincia de Chimborazo, en el centro del país, Villavicencio se trasladó a Quito cuando era adolescente para terminar el bachillerato en clases nocturnas, explicó Juan Carlos Calderón, director de la organización de investigación periodística Plan V y compañero de universidad y colaborador periodístico de Villavicencio.Sus compañeros de clase durante su etapa como estudiante de periodismo en la Universidad Central del Ecuador lo describieron como un apasionado izquierdista y un excelente polemista.“Yo siempre lo vi como una persona muy valiente, muy potente en todo lo que emprendía”, dijo Calderón. “Realmente nunca dejó de serlo”.Como periodista, Villavicencio obtuvo documentos sobre un programa de vigilancia gubernamental que envió a WikiLeaks, pero que finalmente publicó por su cuenta. Algunos de sus trabajos le valieron amenazas de muerte y acusaciones que fueron muy criticadas por considerarse que tenían motivaciones políticas. Trabajó junto al político Clever Jiménez y el activista Carlos Figueroa, quien estaba con Villavicencio en el mitin de campaña en el que le dispararon.Correa desató “una persecución judicial sin precedentes” contra los tres, y en particular contra Villavicencio, dijo Alarcón, quien actuó como su abogado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, organismo que les concedió medidas cautelares de protección. La persecución incluyó el allanamiento de sus hogares en Nochebuena y amenazas a sus familias, añadió.“Creo que eso es una muestra también de que el trabajo de Villavicencio tocaba permanentemente fibras sensibles, fibras vinculadas a relaciones que antes se creían intocables”, dijo.En 2014, Villavicencio se refugió durante varios meses en la comunidad indígena Sarayaku, en la Amazonía, tras ser condenado a prisión por insultar a Correa. También pasó seis meses escondido en 2017, antes de solicitar asilo político en Perú.Ahí se reunió con una amiga de sus épocas universitarias en la Universidad Central de Ecuador. No tenía dinero para defenderse de las acusaciones que se le imputaban y se había visto obligado a dejar atrás a sus dos hijos pequeños.Se sentía “acosado y humillado”, relató la amiga, Grace Jaramillo, quien ahora es politóloga en la Universidad de Columbia Británica.Pero Correa dejó el cargo posteriormente ese año y Villavicencio volvió a casa. ​​Un tribunal federal lo declaró inocente, y siguió publicando investigaciones sobre corrupción y presentando denuncias ante el fiscal general de Ecuador, muchas de las cuales fueron corroboradas.A veces fue criticado por mezclar sus funciones de periodista y activista, incluso Calderón discrepó de sus decisiones de presentar denuncias ante el fiscal general.“Yo siempre consideré que uno es periodista y punto. No es fiscal ni denunciante”, dijo.Pero dijo que Villavicencio “tenía esta idea de que ser periodista no era suficiente, no era suficiente denunciar. Él consideraba que era importante actuar más allá de eso para que no hubiera impunidad”.Esa determinación hizo que se dedicara definitivamente a la política, y en 2021 logró una curul en la Asamblea Nacional, donde fungió como asambleísta hasta mayo, cuando la legislatura fue disuelta por el presidente Guillermo Lasso, que enfrentaba un juicio político por acusaciones de malversación de fondos.La medida de Lasso también dio pie a unas elecciones presidenciales que se llevarán a cabo el 20 de agosto. Para su candidatura presidencial, Villavicencio, de 59 años, se presentó como el candidato anticorrupción. Representaba al Movimiento Construye, una amplia coalición, y también habló de temas de seguridad personal en un país que ha sido consumido por la violencia relacionada con el narcotráfico.Habló de manera abierta sobre los vínculos entre los gobiernos municipales y el dinero del narcotráfico, lo que le granjeó enemigos, según Calderón.“Yo siempre pensaba que él, en el fondo, era un sindicalista”, dijo. “Y ese espíritu lo llevó a la campaña”.En una contienda con ocho candidatos, Villavicencio aparecía en los sondeos al medio, pero de acuerdo con Jaramillo, tenía esperanza de sus posibilidades. Fue abatido antes de que los votantes pudieran dar su veredicto.La última vez que Calderón habló con el candidato presidencial fue el martes, el día antes de su muerte. Cuando se enteró del asesinato, él y otros amigos corrieron al hospital, donde permanecieron hasta que el cuerpo de Villavicencio fue trasladado a la morgue.“Sabíamos que estaba amenazado. Creíamos que estaba protegido”, dijo. “Uno no cree que eso le pueda pasar a alguien muy cercano”.Poco después del asesinato, Correa acudió a las redes sociales.“Han asesinado a Fernando Villavicencio”, escribió el expresidente en la plataforma X, antes Twitter. “Ecuador se ha convertido en un Estado fallido”. More

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    Ecuador Reels From Assassination of Fernando Villavicencio

    The 12 shots fired on Wednesday evening, killing an Ecuadorean presidential candidate as he exited a campaign event, marked a dramatic turning point for a nation that a few years ago seemed an island of security in a violent region.A video of the moments just before the killing of the candidate, Fernando Villavicencio, began circulating online even before his death had been confirmed. And for many Ecuadoreans, those shots echoed with a bleak message: Their nation was forever changed.“I feel that it represents a total loss of control for the government,” said Ingrid Ríos, a political scientist in the city of Guayaquil, “and for the citizens, as well.”Ecuador, a country of 18 million on South America’s western coast, has survived authoritarian governments, financial crises, mass protests and at least one presidential kidnapping. It has never, however, been shaken by the kind of drug-related warfare that has plagued neighboring Colombia, unleashing violence that has killed thousands, corroded democracy and turned citizens against one another.Until now.The headquarters of Mr. Villavicencio’s political party. He was assassinated outside a school where he was holding a campaign event.Johanna Alarcón for The New York TimesHours after the candidate’s killing, President Guillermo Lasso declared a state of emergency, suspending some civil liberties, he said, to help him deal with growing crime.And on Thursday afternoon, Ecuador’s interior minister, Juan Zapata, said that six suspects arrested in connection with Mr. Villavicencio’s killing were all Colombian, adding a new dimension to a story line that already seemed to be imported from another place.In the past five years, the narco-trafficking industry has gained extraordinary power in Ecuador, as foreign drug mafias have joined forces with local prison and street gangs. In just a few years, they have transformed entire swaths of the country, extorting businesses, recruiting young people, infiltrating the government and killing those who investigate them.The similarities to the problems that plagued Colombia in the 1980s and ’90s, as narco-trafficking groups assumed control of broad parts of the country and infiltrated the government, have become almost impossible for Ecuadoreans to ignore.On Thursday, some began to compare Mr. Villavicencio’s killing to that of Luis Carlos Galán, a Colombian presidential candidate gunned down on the campaign trail in 1989. Like Mr. Villavicencio, Mr. Galán was a harsh critic of the illegal drug industry.Mr. Galán’s death still reverberates in Colombia as a symbol of the dangers of speaking out against criminal power and of the inability of the state to protect its citizens.More broadly, Colombia is still grappling with the effects of the drug-trafficking industry, which continues to hold sway over the electoral process and is responsible for the deaths and displacement of thousands of people each year.On Thursday, mourners gathered outside a morgue in the Ecuadorean capital, Quito, where Mr. Villavicencio’s body was being held. The air filled with desperate cries. Irina Tejada, 48, a teacher, wept as she spoke.“They’ve stolen our hero,” she said. Then, addressing corrupt politicians, she went on: “Why don’t they side with our people, not with those criminal narcos? The pain and outrage!”Irina Tejada, a teacher, mourning outside the morgue where Mr. Villavicencio’s body was being held.Johanna Alarcón for The New York TimesSoon, the silver hearse carrying Mr. Villavicencio’s body left the morgue, and the crowd began to clap, at first mournfully, then with a rapid anger.People screamed at the police escort surrounding the body.“Now you protect him, when it is too late!” a woman shouted.Mr. Villavicencio, who had worked as a journalist, activist and legislator, was polling near the middle of a group of eight candidates in a presidential election set for Aug. 20. He was among the most outspoken about the link between organized crime and government officials.On Wednesday evening, he arrived at a school in Quito, the capital, where he stood on a stage in front of a packed crowd and spoke out “against the mafias that have subjugated this homeland.” Then, as he exited the school under an enormous banner that bore his face and the words “presidente,” the shots were fired.Mr. Lasso, the president, immediately blamed the death on “organized crime.” The national prosecutor’s office quickly said that one suspect had been killed and six others arrested.The following day, Mr. Lasso said he had requested the help of the F.B.I., which agreed to assist in investigating the case.Wearing a bulletproof vest, Andrea González, Mr. Villavicencio’s running mate, held a news conference on Thursday.Johanna Alarcón for The New York TimesJust after Mr. Villavicencio’s death, Carlos Figueroa, a member of his campaign who had witnessed the shooting, spoke to The Times, his voice wobbly.“The mafias are too powerful,” he said. “They have taken over our country; they have taken over the economic system, the police, the judicial system.”“We are desperate,” he continued. “We don’t know our country’s future, in which hands, or by whom, it will be taken over.”Mr. Villavicencio, 59, gained prominence as an opponent of correísmo, the leftist movement of former President Rafael Correa, who served from 2007 to 2017 and still holds political power in Ecuador.In the days before the assassination, Mr. Villavicencio had appeared on television, saying that he had received three specific threats from members of a criminal group called Los Choneros.In an initial threat, he said, representatives of a Choneros leader named Fito visited a member of Mr. Villavicencio’s team “to tell them that if I keep mentioning Fito’s name, mentioning the Choneros, they’re going to break me. That’s how it was. And my decision was to continue with the electoral campaign.”Police officers guarding the motorcade carrying Mr. Villavicencio’s body on Thursday.Johanna Alarcón for The New York TimesMr. Villavicencio’s killing casts a pall on an already-contentious presidential election, which will go on as planned. A candidate who has Mr. Correa’s backing, Luisa González, is leading in the polls.Yet, because Mr. Villavicencio was such a harsh critic of Mr. Correa, some Ecuadoreans have begun to blame correísta candidates for Mr. Villavicencio’s death. There is no evidence of their involvement.“Not a single vote for correísmo,” one woman chanted outside the morgue.Other voters said they were turning toward Jan Topic, a candidate and former soldier in the French Foreign Legion whose focus has been taking a hard line on security, and who has been mirroring the promises of El Salvador’s president, Nayib Bukele. Mr. Bukele’s hard line on gangs, including mass imprisonments, has helped drive down violence, but he has also been accused of violating civil liberties.Germán Martínez, a coroner who happened to be at the morgue where Mr. Villavicencio’s body lay on Thursday, said that after the killing, he had decided to switch his vote to Mr. Topic.“Where are we, as Ecuadoreans?” he asked. “We can’t remain with our heads low. We need to fight criminals. We need a strong hand.”Genevieve Glatsky More

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    What to Know About Fernando Villavicencio, Who Was Assassinated in Ecuador

    The presidential candidate who was assassinated on Wednesday had a long history in Ecuador’s public affairs, largely as an antagonist to those in power.Union leader. Muckraking journalist. Legislator. Presidential candidate. And now, assassin’s victim.Fernando Villavicencio, who was gunned down at a rally on Wednesday, had a long history in Ecuadorean public affairs, largely as an antagonist to those in power. He rose to prominence as a union leader at the state oil company, Petroecuador, and later played a crucial role in exposing a corruption scandal involving the administration of former President Rafael Correa.Mr. Correa, a socialist, was Ecuador’s longest-serving democratically elected president, leading the nation for a decade, through 2017. A commodities boom helped him lift millions out of poverty, but his authoritarian style and the corruption allegations that trailed him deeply divided the country.And Mr. Villavicencio was “always contesting the power” of Mr. Correa, according to Caroline Ávila, an Ecuadorean political analyst.As a journalist, Mr. Villavicencio obtained documents about a government surveillance program that he sent to WikiLeaks but eventually published himself. Some of his work led to death threats and charges that were widely criticized as politically motivated. He fled to Peru in 2017 to seek political asylum.There, he met with a friend from his undergraduate days at the Central University of Ecuador. He had no money to fight the charges against him, and had been forced to leave behind his wife and two young children.“He felt bullied and diminished,” said the friend, Grace Jaramillo, who is now a political scientist at the University of British Columbia.But later that year, Mr. Correa left office, and Mr. Villavicencio returned home. He won a seat in the National Assembly, where he served until May, when the legislature was dissolved by President Guillermo Lasso, who was facing impeachment proceedings over embezzlement accusations.Mr. Lasso’s move also triggered a presidential election, with a vote set for Aug. 20. For his presidential run, Mr. Villavicencio, 59, cast himself as the anticorruption candidate. He was representing the Build Ecuador Movement, a broad coalition, and also campaigned on issues like personal safety, in a country that has been consumed by violence related to narco-trafficking.Mr. Villavicencio was polling near the middle of an eight-person race, but remained hopeful about his chances, according to Ms. Jaramillo. But he was gunned down before voters could deliver their verdict.Soon after the killing, Mr. Correa, the former president, issued a lament on social media.“They have assassinated Fernando Villavicencio,” Mr. Correa wrote. “Ecuador has become a failed state.” More

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    Los expresidentes de América Latina tienen demasiado poder

    Es hora de bajarlos de sus pedestales.El domingo, los votantes de Ecuador eligieron a Guillermo Lasso, un exbanquero que está a favor de las políticas de libre mercado, como presidente. Votaron por él en lugar de por Andrés Arauz, un populista de izquierda. Algunos analistas lamentan el fin del progresismo, pero lo que realmente vimos fue un bienvenido golpe a una extraña forma de política del hombre fuerte: el fenómeno de expresidentes que buscan extender su control e influencia eligiendo y respaldando a sus “delfines” en elecciones nacionales.Arauz fue designado personalmente por el expresidente Rafael Correa, un economista semiautoritario que gobernó Ecuador de 2007 a 2017. La elección no fue solo un referendo sobre el papel del Estado en la economía, sino de manera más fundamental sobre la siguiente pregunta: ¿Qué papel deben desempeñar los expresidentes en la política, si es que acaso deben desempeñar alguno?En América Latina se ha vuelto normal que exmandatarios impulsen a candidatos sustitutos. Se trata de una forma extraña de caudillismo, o política del hombre fuerte, combinada con continuismo, o continuidad de linaje, pensada para mantener a los rivales al margen.Los expresidentes son los nuevos caudillos: pretenden extender su mandato a través de los herederos que escogen, algo llamado delfinismo, de “delfín”, el título dado al príncipe heredero al trono de Francia entre los siglos XIV y XIX.En la última década, al menos siete presidentes elegidos democráticamente en Latinoamérica fueron escogidos por su predecesor. El más reciente, Luis Arce, llegó al poder en Bolivia en 2020, patrocinado por el exmandatario Evo Morales. Estos candidatos sustitutos le deben mucho de su victoria a la bendición de su jefe, la cual tiene un precio: se espera que el nuevo presidente se mantenga leal a los deseos de su patrocinador.Esta práctica ata con esposas de oro a aquellos recién electos y socava la democracia en el proceso. Más que pasar la estafeta, los expresidentes emiten una especie de contrato de no competencia. En Argentina, una expresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, contendió como compañera de fórmula de su candidato presidencial escogido, Alberto Fernández.Después de ser la primera dama de Argentina y luego convertirse en presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, a la derecha, se convirtió en vicepresidenta de su candidato elegido, Alberto Fernández, a la izquierda.Foto de consorcio de Natacha PisarenkoEste estilo actual de política caudillista es la actualización de una actualización. En la versión clásica de la política del hombre fuerte —que dominó la política latinoamericana tras las guerras de independencia del siglo XIX y hasta la década de los setenta— muchos caudillos buscaban mantener su poder al prohibir o amañar las elecciones una vez que llegaban a la presidencia, una maniobra que usó famosamente el dictador mexicano Porfirio Díaz, o simulando golpes de Estado si no podían ganar, una estrategia empleada por el dictador cubano Fulgencio Batista en 1952.Este modelo clásico de continuismo era traumático. En México y en Cuba, incitó ni más ni menos que dos revoluciones históricas que resonaron en el mundo entero.Latinoamérica actualizó este modelo de caudillismo. Los golpes de Estado y las prohibiciones de elecciones se volvieron obsoletos en la década de 1980 y, en lugar de abolir la democracia, se volvió usual que los líderes comenzaran a reescribir las constituciones y a manipular las instituciones para permitir la reelección. Comenzó el auge de las reelecciones. Desde Joaquín Balaguer en la República Dominicana en 1986 hasta Sebastián Piñera en Chile en 2017, Latinoamérica tuvo a 15 expresidentes que volvieron a la presidencia.No obstante, el modelo del continuismo a través de la reelección ha enfrentado obstáculos de manera reciente debido a que varios expresidentes se han visto envueltos en problemas legales.Tan solo en Centroamérica, 21 de 42 expresidentes han tenido problemas legales. En Perú, seis expresidentes de los últimos 30 años han enfrentado cargos de corrupción. En Ecuador, Correa fue sentenciado por recibir financiamiento para su campaña a cambio de contratos estatales. Él afirma que es una víctima de persecución política. Su respuesta fue usar la campaña de Arauz como boleto para recuperar su influencia. En cierto momento de la campaña, el candidato promovió la idea de que un voto por él era un voto por Correa.Durante la campaña presidencial de Ecuador, el candidato Andrés Arauz promovió la idea de que un voto por él era un voto por el expresidente Rafael Correa.Dolores Ochoa/Associated PressEstas complicaciones legales alientan a los expresidentes a tratar de respaldar a sustitutos que, como mínimo, podrían darles un indulto si resultan electos.Los expresidentes parecen pensar que la versión más reciente del caudillismo libera al país del trauma. El presidente Alberto Fernández aseguró que cuando su jefa, la expresidenta Fernández de Kirchner, lo eligió como su candidato porque, argumentó, el país no necesitaba a alguien como ella, “que divido”, sino a alguien como él, “que suma”. A su vez, Fernández de Kirchner fue elegida heredera por su difunto esposo, el expresidente Néstor Kirchner.No obstante, esta subrogación política difícilmente resuelve el trauma asociado con su continuismo inherente. De hecho, lo hace más tóxico. Con excepción de los simpatizantes del expresidente, el país ve el truco como lo que es: una tentativa evidente de restauración.Los problemas del delfinismo van más allá de intensificar la polarización al exacerbar el fanatismo político y puede conducir a consecuencias aún más graves. En el México de antes del año 2000, en el que los presidentes prácticamente escogían personalmente a sus sucesores, los exmandatarios solían seguir la norma de retirarse de la política, por lo que concedían suficiente autonomía al sucesor.Sin embargo, en la versión más reciente del delfinismo, los sucesores no son tan afortunados. Los expresidentes que los patrocinaron siguen entrometiéndose. Esta interferencia produce tensiones para gobernar. El mandatario en funciones pierde su relevancia de manera prematura, con todos los ojos puestos en las opiniones del presidente anterior, o en algún momento busca romper con su jefe. La separación puede detonar guerras civiles terribles.Estas rupturas a menudo son inevitables. Los delfines electos enfrentan nuevas realidades con las que sus impulsores nunca lidiaron. Además, con frecuencia tienen que arreglar el desastre que dejaron sus jefes.Lenín Moreno, el actual presidente de Ecuador, quien fue seleccionado por Correa, tuvo desacuerdos con él respecto a una serie de políticas autoritarias de izquierda impulsadas por revelaciones de corrupción. El resultado fue una lucha de poderes que dividió a la coalición gobernante y entorpeció la capacidad del gobierno de lidiar con la crisis económica y luego con la pandemia de la COVID-19.Una lucha similar ocurrió en Colombia cuando el entonces presidente Juan Manuel Santos, escogido por Álvaro Uribe, decidió llegar a un acuerdo de paz con las guerrillas, con lo que desafío la postura de Uribe. El resultado fue una especie de guerra civil entre ambos hombres que rivalizó en intensidad con la guerra contra las guerrillas a la que el gobierno intentaba poner fin.No hay una solución sencilla a este tipo de continuismo. Los partidos deben dejar de poner a sus expresidentes en un pedestal. Necesitan reformar las precandidaturas para asegurarse de que otros líderes, no solo los exmandatarios, tengan los medios para competir de manera interna. Los países latinoamericanos han hecho mucho para garantizar que haya una fuerte competencia entre partidos, pero mucho menos para garantizar la competencia dentro de los partidos.Nada huele más a oligarquía y corrupción que un expresidente que intenta mantenerse vigente a través de candidatos sustitutos. Y Ecuador ha demostrado que esta manipulación política puede acabar por empoderar precisamente a las mismas ideologías políticas que los expresidentes pretendían contener.Javier Corrales (@jcorrales2011) es escritor y profesor de Ciencias Políticas en Amherst College. Su obra más reciente es Fixing Democracy: Why Constitutional Change Often Fails to Enhance Democracy in Latin America. More